domingo, 27 de septiembre de 2020

El papa Francisco, los dos cismas, y Catalina de Siena (3/4)

Efectivamente, toda la doctrina pastoral de santa Catalina de Siena se centra en el deber que tiene el pastor de vincular en su acción pastoral, la justicia con la misericordia, usando en ocasiones esta, y en otras ocasiones aquella, según las necesidades y las conveniencias. Esa es la conducta de los buenos pastores.

----------Y si esa es la conducta del buen pastor, a la inversa, he aquí la del mal pastor: "Así el prelado u otros señores que tienen súbditos, si ellos, viendo al miembro de su súbdito estar viciado por el hedor del pecado mortal, inmediatamente ponen el ungüento de la lisonja sin la reprimenda, que nunca sana. Sino que así estropeará a los otros miembros que le están ligados en un mismo cuerpo, es decir, a un mismo pastor. Pero si él fuera verdadero y buen médico de esas almas, como lo fueron estos gloriosos pastores, no dará ungüento sin el fuego de la reprimenda, y si el miembro fuera aún obstinado en su maldad, lo cortará de la Congregación, para que no llegue a pudrirse con la culpa del pecado mortal.
----------Pero ellos hoy no hacen esto, incluso se aseguran de no ver. ¿Y sabes tú por qué? Porque en ellos vive la raíz del amor propio, de donde ellos suscitan el perverso temor servil; pero que, por temor a no perder el estado y las cosas temporales o las prelaciones, no corrigen; sino que están como cegados y, sin embargo, no conocen en qué modo se conserva el estado. Que si ellos vieran cómo el estado se conserva por la santa justicia, la guardarían; mas debido a que están privados de luz, no lo saben. Sino creyendo conservarlo con la injusticia, no reprenden los defectos de sus súbditos; sino que son engañados por su propia pasión sensible y por el apetito del señorío o de las prelaciones.
----------Y sin embargo no corrigen porque ellos están en esos mismos defectos o aún mayores; sintiéndose comprendidos en la culpa, y sin embargo pierden el ardor y la seguridad, y ligados por temor servil se empeñan en no ver. Y aunque lo vean, no corrigen,  y también se dejan amarrar con palabras lisonjeras y con muchos presentes, y ellos mismos encuentran excusas para no castigarlos. En ellos se cumple la palabra que decía mi Verdad en el santo Evangelio diciendo: 'estos son ciegos y guías de ciegos; y si un ciego guía al otro, ambos caen en la fosa' (Mt 15,14)" (Diálogo de la Divina Providencia c.119).
----------La obra de la reforma de la Iglesia, para santa Catalina de Siena, puede ser estimulada por los profetas (y ella ciertamente se siente en este número y como tal fue estimada por los Papas); pero la profecía sólo puede tener carácter oficial si es reconocida, aprobada, hecha propia y promovida por el Papa. En la historia de la Iglesia, las grandes reformas han sido llevadas adelante por los Papas, aunque casi siempre solicitadas por santos y profetas. Y para la misma reforma iniciada por el Concilio Vaticano II, en última instancia es necesario reconocer el mérito de dos santos, los papas Juan XXIII y Pablo VI. Y también en este caso la reforma de la Iglesia fue solicitada y preparada por hombres iluminados de algún modo con un conocimiento previsor, como lo fueron Jacques Maritain [1882-1973] y el cardenal Yves Congar [1904-1995], aun cuando ellos no hubieran invocado expresamente ni solicitado a propósito un Concilio ecuménico, como casi siempre había sucedido en el pasado en la historia de la Iglesia.
----------De esto podemos ver, queridos lectores, cuán falsa ha sido la llamada "reforma" luterana, basada, más que sobre la confianza en la sabiduría y en la autoridad del Papa, Vicario de Cristo, más bien sobre la abolición del Papado en nombre de la pretensión de Martín Lutero [1483-1546] de haber sido iluminado por Dios para reformar la Iglesia con mejores criterios que los ofrecidos por el Magisterio pontificio, tales como el de negar su autoridad. Para Catalina, como para todos los católicos que se han mantenido fieles a la verdad del Evangelio a lo largo de la historia, una idea semejante habría parecido simplemente blasfema y diabólica; tan simplemente blasfema y diabólica como la idea modernista rahneriana o la idea fijista lefebvriana, que pretenden, ambas, reformar a la Iglesia negando la autoridad del Magisterio pontificio y conciliar, fundadas ambas corrientes cismáticas en una supuesta iluminación de Dios, que es idea tan herética como la que tuvo Lutero en su tiempo. Por cierto, no parece haber en este aspecto nada nuevo en el doble cisma, clandestino (modernista) y oficial (lefebvrista), que aqueja hoy a la Iglesia.
----------Por estos motivos y razones Catalina, a fin de promover la reforma de la Iglesia, concentra toda su atención sobre las virtudes esenciales del buen pastor, pensando sobre todo en el Papa. Y estas virtudes son sustancialmente dos: la humildad y la caridad, según el principio fundamental de la ética cataliniana, que "la humildad es la buena tierra en la cual crece el árbol de la caridad". Pero para obtener la humildad es necesario destruir el veneno del amor propio o "amor propio de sí" para decirlo con precisión, concepto que no debe entenderse -y Catalina lo precisa con claridad- como preocupación por los propios sanos intereses; sino que se trata de aquel amor sui del cual habla san Agustín de Hipona [354-430], de la absolutización del yo, de ese egocentrismo o auto-referencialidad, que conduce, como advierte siempre Agustín, al contemptum Dei (desprecio de Dios). Por el contrario, el amor Dei conduce al contemptum sui, que obviamente no debe entenderse como auto-denigración o auto-frustración o eutanasia, sino como ese desprecio por los propios defectos y vicios, que lleva al yo a la verdadera afirmación de sí mismo en Dios.
----------Por ello, Catalina, en todas sus cartas, sean dirigidas a eclesiásticos o a soberanos o a políticos, y al mismo Papa, siempre insiste ante todo en la humildad y la caridad, contra la soberbia, el orgullo, el egoísmo, el narcisismo, el exhibicionismo y el apego al mundo. Por lo tanto, no hay duda de que, si Catalina se dirigiera hoy al papa Francisco, le reclamaría a su deber de vencer el amor propio, el deseo de éxito y de respeto humano, preocupándose solo por el amor de Dios, por la salvación de las almas y el premio celestial.
----------En cambio, en el Diálogo de la Divina Providencia, Catalina desarrolla ampliamente la doctrina de la humildad y el desapego de sí mismo, fundada sobre el amor a la verdad y sobre el "conocimiento de sí", el saber no ser por sí, sino el ser simplemente tener recibido de Aquel Que Es. Por eso dice Catalina: "Ninguna virtud puede tener en sí vida si no es por la caridad; y la humildad es niñera y nodriza de la caridad. En el conocimiento de ti te humillarás, viendo que no existes para ti y tu ser conocerás de Mí, que te he amado antes que el mundo fuese" (Diálogo de la Divina Providencia, c.3).
----------La humildad lleva a Catalina a conocerse como frágil y pecadora, pero sin esa falsa, cómoda y presuntuosa confianza en el perdón divino, que encontraremos un siglo después en Martín Lutero, confianza privada del esfuerzo ascético, el efecto de la buena voluntad, que así, bajo el impulso y el sostén de la gracia, adquiere el mérito de la propia enmienda.
----------Aquí encontramos el nexo entre amor propio, humildad y caridad: "El amor propio -dice Catalina- que quita la caridad y amor del prójimo, es el principio y fundamento de todos los males. Todos los escándalos, odios, crueldades y daños proceden de esta perversa raíz del amor propio, el cual ha envenenado todo lo que hay en el mundo, ha inficionado el cuerpo místico de la Santa Iglesia , y corrompido el universo de la Religión Cristiana. Y por cuanto te dije que en el prójimo, esto es, en su amor se fundaban todas las virtudes, así es verdad, que la caridad les da vida a todas, porque ninguna puede tenerse sin la caridad, esto es, que la virtud se adquiere por puro amor mío. Porque luego que el alma se conoce a sí misma, como arriba dije, encuentra la humildad y el aborrecimiento de la propia pasión sensitiva, conociendo la perversa ley que está unida a sus miembros, la cual siempre pelea contra el espíritu" (Diálogo c.6).
----------La humildad procede del "conocimiento de sí": "la raíz de la discreción es un verdadero conocimiento de sí y de mi bondad, por lo cual inmediatamente el alma atribuye a cada cual lo que le es debido. Y principalmente me lo atribuye a Mí, dando gloria y alabanza a mi Nombre y me devuelve las gracias y dones que ve y reconoce haber recibido de Mí" (Diálogo de la Divina Providencia, c.9).
----------Y Catalina prosigue: "Porque si esta humildad no se hallase en el alma, se hallaría ésta sin discreción, fundada en la soberbia, mientras que la discreción verdadera se basa en la humildad. Sin discreción, por tanto, me robaría el honor y se lo atribuiría a sí misma para su propia reputación; y lo suyo me lo atribuiría a mí, quejándose y murmurando de los misterios que se obran en ella y en las otras criaturas mías" (Diálogo c.9). Los soberbios se atribuyen a sí lo que pertenece a Dios y a Él le atribuyen sus miserias.
----------El fruto maduro de la humildad es la caridad: "Toda perfección y toda virtud procede de la caridad, y la caridad es alimentada por la humildad, y la humildad procede del santo conocimiento y del desprecio de sí mismo, es decir, de los propios sentidos. Quien esto alcanza ha debido ser perseverante y estar en la celda del conocimiento de sí. Por el conocimiento de sí reconocerá mi misericordia en la sangre de mi Hijo Unigénito, obteniendo mi caridad en beneficio suyo, ejercitándose en extirpar todo afecto malo, temporal o espiritual, por la reclusión en su intimidad" (Diálogo, c.63), es decir, en el conocimiento de sí mismo.
----------El amor propio quita la "santa discreción", basada sobre la razón y sobre la fe, la cual discreción es esa luz intelectual fortalecida por la caridad, con la cual el intelecto discierne el verdadero bien: "Todo mal está fundamentado en el amor propio, y que este amor tiene una nube que priva de la luz a la razón. La razón tiene en sí la luz de la fe, y no se pierde la luz si no se pierde la fe" (Diálogo c.51).
----------El amor propio es la causa de una ciencia falsa, que es la de los "ignorantes y soberbios científicos", los cuales "se ciegan ante esta luz, porque la soberbia y la nube del amor propio han tapado e impedido toda esta luz, y sin embargo pretenden entender la Escritura más literalmente que con la verdadera inteligencia, y, revolviendo libros, se complacen sólo en la letra y no en la médula de la Escritura, pues prescinden de la luz con que fue declarada y formada" (Diálogo c.85).
   
----------(He preferido dejar las conclusiones, que considero actualísimas, para mañana).

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