viernes, 25 de septiembre de 2020

El papa Francisco, los dos cismas, y Catalina de Siena (1/4)

A mi humilde entender, en el actual momento de crisis en la Iglesia no existe tema de mayor importancia que comprender el presente pontificado vislumbrando los designios de la Providencia divina. Sin duda Jorge Mario Bergoglio, arribado al solio pontificio hace más de siete años, ha venido siendo, por varias y diferentes razones, un problema, y esto es advertido por amplias y hasta contrapuestas corrientes en el seno de la Iglesia. Pero lo que no todos advierten es que, en cuanto Papa (y Bergoglio lo es legítimamente), es por designio divino y también por abundantes testimonios históricos, la solución a los actuales problemas.

----------No vienen siendo pocas las ocasiones en que he tratado el tema, particularmente enfocado desde una correcta Eclesiología, específicamente desde la tradicional teología del Papado, como institución humano-divina, establecida en la Iglesia por su Divino Fundador, Nuestro Señor Jesucristo. Esta no será la última vez que me refiera al tema, pero para no repetir conceptos, recomiendo la lectura de los artículos anteriores, particularmente los referidos a la distinción entre gracia pontificia magisterial y gracia pontificia pastoral, que es clave para comprender la institución del Papado en la actual Providencia divina.
----------Dije líneas arriba que así como el papa Bergoglio, por lo que hemos vivido estos siete años, constituye un problema en la Iglesia, también constituye su solución, y esto por designio divino, y también por abundantes pruebas que nos da la historia de la Iglesia. Que sea la solución probada por designio divino es lo que trata de explicar la teología, la eclesiología, la correcta teología del Papado; y al respecto, como dije, ya he dedicado varios artículos en este blog. Para probar por testimonios históricos, que el propio Pontífice sea la solución a los problemas que incluso él mismo crea, habría que aportar hechos, casos históricos, ejemplos en contextos de crisis similares a la presente. El caso que quiero aquí y en las notas siguientes traer a comparación es el de la dramática época del Cisma de Occidente, y el rol fundamental que entonces jugó Caterina Benincasa, nuestra conocida Santa Catalina de Siena, OP [1347-1380].
----------Después de casi siete siglos, el mensaje de Catalina de Siena, en su esencia, en su substancia, es más actual que nunca, particularmente si lo relacionamos con las heridas que laceran hoy a la Iglesia y el actual Pontificado. No hay espacio aquí para mostrar esta actualidad de todos los múltiples aspectos de la espiritualidad cataliniana, de modo que me limitaré a tomar en consideración solo uno: la cuestión, siempre debatida, de la reforma y el gobierno de la Iglesia, para imaginar qué podría decirle hoy Catalina al papa Francisco para animarlo a seguir adelante con la reforma de la Iglesia impulsada por el Concilio Vaticano II.
----------Catalina expresa sus pensamientos y desarrolla sus acciones eclesiales, viviendo su heroica entrega, donación de sí misma en favor de la Iglesia, en el contexto, como dije, del dramático Cisma de Occidente, el Gran Cisma, o Cisma de Aviñón, esa gran división que se produjo en la Iglesia entre los años 1378 y 1417, cuando primero dos, y luego tres "papas" se disputaron la autoridad pontificia.
----------La analogía con el presente está dada por la actual existencia de dos cismas, uno oficial y otro clandestino. La existencia de un "cisma virtual" es un nebuloso modo habitual de decir en los mentideros católicos de internet; pero como la mayoría de los blogs y páginas webs católicos se encuentran sectariamente comprometidos, aunque generalmente no explícitamente, en alguno de los partidos contrapuestos, no suelen hablar con claridad, y sólo se expresan vagamente con esas dos palabras: "cisma virtual", que en realidad son palabras incorrectas porque, en cualquier caso, se podrían aplicar sólo a uno de los partidos cismáticos, pero no al otro, que es un cisma formal y oficial. Los lectores tienen que tener bien en claro que hoy existe un cisma oficialmente declarado por el Papa sólo en lo que respecta a los lefebvrianos, pero en lo que respecta a los modernistas, que se cubren con el honorable nombre de "progresistas", para usurpar un derecho de ciudadanía católica que en verdad no tienen, no han sido declarados oficialmente como tales y al contrario, han conquistado en la Iglesia durante cincuenta años un notable poder. Hay que reconocerle a Jacques Maritain [1882-1973] el mérito de haber denunciado y explicitado por vez primera la reaparición del modernismo, hace de esto más de cincuenta años, en su libro Le paysan de la Garonne, de 1966.
----------Por supuesto, tanto los lefebvrianos como los modernistas no se consideran en absoluto fuera de la Iglesia ni contra el Papado, sino todo lo contrario: los primeros, de hecho, consideran mantener intacta la Tradición contra la infidelidad y las malsanas innovaciones del Papado postconciliar; los segundos, bastante críticos hacia los Papas que han precedido a Francisco, se consideran los amigos entusiastas o "fans" del papa Francisco y la primera línea de avanzada de la Iglesia en la realización del Concilio.
----------De modo que nada de usar esas vagas expresiones como la de "cisma virtual". Lo que hoy, por consiguiente, existe en el interior de la misma Iglesia es el doble cisma oficial-clandestino: son los lefebvrianos y los modernistas. Cisma, es decir, división en el mismo seno de la Iglesia, pecado contra la Unidad de la Iglesia, en particular contra el vínculo de Unidad: el Papado. Ese es el punto de contacto, la similitud, entre los tiempos de crisis vividos por Santa Catalina de Siena, tiempos del Cisma de Occidente, y nuestros tiempos, los del doble cisma lefebvriano-modernista (con sus variantes menos formales, filo-lefebvrianos o ultra-tradicionalistas en diverso grado, y los grados de más o menos consciente modernismo).
----------Hay otro aspecto a cotejar entre los tiempos de Catalina y los nuestros. Hoy, en realidad, no se trata de proponer una reforma, como sí ocurría en los tiempos de Catalina, sino de actuar aquella que ha sido promovida por el Concilio, es decir, implementarla, aplicarla, realizarla, llevarla a la práctica lejos de las deformaciones heréticas que los modernistas han difundido en el postconcilio, haciendo creer que habían sido propuestas por el propio Concilio, como también lo han creído los lefebvrianos y tantos filo-lefebvrianos de la actualidad. De modo que lo que hoy se necesita es trabajar por la unidad de la Iglesia bajo el Papa y por la paz entre las dos partes contrarias, las cuales denominadas sólo por sus aspectos válidos (no cismáticos ni heréticos) podríamos identificar como conservadores y renovadores, que son dos legítimas corrientes que pueden existir en el seno de la Iglesia. Por consiguiente, no se trata hoy tanto de retornar a un tradicional antiguo modelo fijo, sino ante todo de renovar y hacer avanzar la Iglesia en el sentido correcto, cuyas líneas maestras han sido indicadas por el Concilio, siempre sobre la base de los valores inmutables.
----------Sin embargo, como se ha realizado un progreso incorrecto (las deformaciones modernistas del postconcilio y las deformaciones lefebvrianas actuadas por reacción a las modernistas), es necesario también recuperar los valores olvidados. Por lo tanto, es necesario conciliar conservación y progreso. En esto también puede servirnos de faro iluminador las enseñanzas de Catalina, quien entiende la reforma como retorno y recuperación, no como novedad y cambio. Es cierto que el ideal para ella no es el de la inventiva, sino el de la observancia. No existe la perspectiva del pluralismo teológico, de la evangelización, de la libertad religiosa, del diálogo ecuménico, interreligioso y con los no creyentes.
----------Sin embargo, en Catalina encontramos una maestra excepcional y muy actual de la manera de desarrollar las tratativas de paz, de la defensa de la fe, de la parresía hacia los poderosos, de la comunión eclesial, de la apologética, de la persuasión, de la exhortación, del cortés reproche, de la justa amenaza, de la corrección fraterna a los Superiores, de la piedad por los débiles, de la compasión por los que sufren, de la instrucción catequética, de la edificación de la unidad, de la caridad, de la concordia, de la libertad, de la mutua comprensión, tolerancia y acogida, de la ayuda recíproca, de la reconciliación, de la penitencia, de la conversión, de la justicia y de la misericordia, de la pedagogía y de la guía espiritual a la santidad, al amor por la Cruz, por el culto divino, por la contemplación mística y la oración.
----------En lo que sin duda Catalina es inigualable maestra para nosotros es en el modo de actuar ante el Papa. En la actitud de Catalina hacia el papa Gregorio XI [1370-1378] y hacia el papa Urbano VI [1378-1389], encontramos la correcta guía espiritual para discernir nuestra actitud hacia el papa Francisco. Al respecto no tengo ninguna duda: Catalina es nuestra maestra de cómo debemos comportarnos ante el Papa en general y en los casos específicos. Ciertamente, ella tuvo el don especial de entrar en las gracias de los dos mencionados Papas, Gregorio XI y Urbano VI, a tal punto que ambos tuvieron en especial consideración sus misivas, su juicio y sus consejos, y escucharon incluso sus reproches.
----------Gregorio XI, en algunos aspectos de su personalidad y de su pontificado, nos recuerda al papa Francisco. El papa Gregorio, al enfatizar la misericordia, olvidaba la justicia. Y Catalina lo recuerda hablando en general, pero dejando claro al Papa que se refiere a él: "Si se trata de un Superior religioso, esto hace mal, duele, por su amor propio. Es decir, para no desagradar a los otros con los cuales está vinculado por simpatía y amor propio, en él está muerta la santa justicia. De hecho, sabiendo que las personas a él confiadas cometen pecados y vicios, parece sin embargo que finge no ver y no lo corrige o, aunque se lo corrija, lo hace con tanto desinterés y tibieza de corazón, que no hace más que difundir su vicio, siempre teniendo temor de descontentarlos y llegar a los enfrentamientos" (Carta 185 a Gregorio XI).
----------Y nuevamente, usando el mismo tono, y en la misma carta: "¡Miseria humana! ¡Ciego es ese enfermo, que no conoce de lo que tiene necesidad! Y ciego es ese pastor, que debería ser también médico, que no ve, ni toma en consideración otra cosa que no sea su propia tranquilidad y su propio interés; de hecho, para no perder eso, no usa el cuchillo de la justicia, ni el fuego de la caridad más ardiente" (Carta 185 a Gregorio XI).
----------Catalina exhorta al papa Gregorio XI a deshacerse de los malos colaboradores y elegir buenos: "Del jardín de la santa Iglesia tú sacas las flores malolientes, llenas de inmundicia y de codicia, hinchadas de soberbia: son los malos pastores y los superiores eclesiásticos que envenenan y pudren este jardín. ¡Pobre de mí! Tú que has recibido el encargo de gobernarnos, emplea tu autoridad para arrancar estas flores. Tíralas fuera, para que así no tengan modo de ejercer poder sobre los demás. Ordénales que se esfuercen en ejercer el poder sobre sí mismos, viviendo una vida buena y santa. Planta en este jardín flores perfumadas, pastores y superiores eclesiásticos, que sean verdaderos servidores de Jesucristo: no se dediquen a otra cosa, si no a la gloria de Dios en la salvación de todos los hombres y sean padres de los pobres" (Carta 206 a Gregorio XI).
----------Por si necesita saberlo algún lector excesivamente suspicaz, aclaro que tengo redactados estos apuntes desde hace mucho tiempo, y es sólo una simple y azarosa coincidencia el hecho de publicar esta nota justo en el día en que se conoce que el papa Francisco ha aceptado la renuncia (no se sabe si voluntaria o forzada) de un Cardenal a su puesto de prefecto de un dicasterio y a todos los derechos del cardenalato, cosa absolutamente inusual en la historia de la Iglesia (sólo muy contados casos durante siglos).
----------El papa Urbano VI, en cambio, era muy diferente del papa Francisco; pero aún así es posible encontrar algunos puntos en común. Urbano VI quería reformar la Iglesia, y tenía también un buen programa para ello, sobre todo de tipo económico, que incluía la independencia del Papado respecto de la poderosa monarquía francesa. Sin embargo, como bien sabemos por la historia, el papa Urbano VI fue demasiado impetuoso e impaciente para llevar a cabo la ansiada reforma, hasta el punto de atraerse la animadversión y hasta el odio de los muy altivos y susceptibles Cardenales franceses, que constituían la gran mayoría del Colegio Cardenalicio. De aquí nació el cisma, con la elección del antipapa Clemente VII.
----------Santa Catalina tiene muy claro el deber que el pastor tiene de alternar la misericordia con la justicia según las necesidades de las almas. El papa Urbano faltaba en la misericordia. Considero que si Catalina viviera hoy, le señalaría al papa Francisco su falta de justicia. Dice Catalina que el buen pastor "tampoco apaga el fuego del deseo de Dios, y no se priva de la perla de la justicia, que lleva en su pecho, resplandeciente y unida a la misericordia. Porque si la justicia se ejerciera sin la misericordia, entonces estaría ligada a las tinieblas de la dureza, y por tanto sería más injusticia que justicia; y la misericordia sin la justicia sería, para el pueblo que se le ha confiado, como el ungüento aplicado a una llaga, que en cambio debe ser cauterizada con fuego: si solamente se extiende el ungüento, sin quemar la llaga, esta se pudrirá en lugar de curarse. Pero la justicia y la misericordia, unidas entre sí, dan vida al superior religioso en quien resplandecen y dan salud a las personas que se le han confiado, a menos que ya sean miembros del demonio, tanto que no quieren corregirse de ningún modo" (Carta 291 a Urbano VI).
----------Catalina exhorta al Papa a hacer justicia, pero con moderación, dado que Urbano era demasiado severo. Creo que Catalina le diría cosas similares al Papa actual, que no parece escuchar los ruegos y llamamientos insistentes y sentidos, que provienen del pueblo de Dios, sufriente y desconcertado, que pide justicia por los escándalos que ocurren en la Iglesia incluso en sus más altos vértices.
----------Así se expresa Catalina: "¡Pobre de mí! ¡Mi dulce Padre! Pon remedio y consuela los deseos, vivos y dolorosos, de los siervos de Dios, que mueren de dolor y no pueden morir. Y con gran deseo esperan que tú, como verdadero pastor, comiences a corregir, no solo con la palabra, sino también con la acción, brillando en ti la perla de la justicia unida a la misericordia y sin ningún respeto humano corrijas en verdad, a los que habiendo llegado a ser ministros de la sangre, devoran el seno de la dulce Esposa" (Carta 291 a Urbano VI).
----------Continuaremos mañana, si Dios lo permite.

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