martes, 15 de septiembre de 2020

Las cosas por su nombre: los errores modernistas y los errores lefebvrianos frente al papa Francisco

Estas semanas se han venido multiplicando, en diversas publicaciones en internet, ya sea en comentarios a las noticias de la vida católica, o en artículos y entrevistas sobre temas católicos, las referencias a la evaluación del pontificado del papa Francisco, que se supone -así se afirma- está atravesando su etapa final. Tal panorama periodístico me anima hoy a poner las cosas en su lugar.

----------No hay duda que hoy existe una considerable cantidad de literatura dedicada a una evaluación del pontificado de Francisco, el Papa a quien pasarán a llamar Francisco I las generaciones que convivan con otro eventual pontífice que adopte el mismo nombre. Y no es casual que aquí yo haga referencia al sucesor del papa Bergoglio, porque es frecuente que en las mencionadas notas de "inventario y balance" del pontificado actual, que hoy se multiplican, se haga referencia a su sucesión. Lo hacen algunos, manifestando el evidente anhelo de librarse lo antes posible de un pontífice problemático, considerado por ellos excesivamente renovador, revolucionario, o un hereje modernista; y otros en cambio lo hacen con el no menos evidente anhelo de que venga un nuevo pontífice que lleve a su real cumplimiento la "revolución" que el actual Papa ha iniciado pero que ya no les satisface plenamente, porque para ellos se ha quedado a mitad de camino.
----------Expresiones como las de "pontificado clínicamente extinto", "pontificado agonizante", "conducido ya por sólo fuerzas de inercia", que "ha perdido el impulso propulsivo", que cito literalmente, y otras por el estilo, son escuchadas incluso de quienes podría esperarse mayor seriedad y cautela para juicios que no pueden provenir sino de sus personales puntos de vista o de sus deseos. Curiosamente, algunos de los que alzan estos días su voz para afirmar su convicción de que éste es un pontificado que se ha acabado, no decían lo mismo, sino todo lo contrario, a fines de 2012, cuando gobernaba la Iglesia el papa Benedicto XVI. Si me lo preguntan a mí, no podría afirmar nada con certeza sobre un conocimiento que pertenece al ámbito de lo preternatural, y no soy vidente como para recibir alguna señal acerca del futuro, si breve o si prolongado, del pontificado de Francisco. ¿Quién puede saberlo? "¡Oh, profundidad de las riquezas y de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios e inescrutables sus caminos!" (Rom 11,33).
----------No hay duda: la mayor parte de cuanto se publica sobre el tema expresa lamentablemente las erupciones de dos partidos decididamente opuestos: los despreciadores y los aduladores, los anti-Francisco y los pro-Francisco, dos actitudes miopes, ambas meramente humanas, para nada basadas en la Fe.
----------Los primeros, los despreciadores del pontificado de Francisco, toman exclusivamente en consideración, con implacable puntillosidad, los defectos del Papa, sean ellos verdaderos o presuntos, y a partir de ahí faltan a la obediencia al Papa, lo insultan, y desprecian su magisterio, hasta el punto de llegar en algunos casos a acusarlo de herejía o de negar que sea verdadero Papa. Los segundos, los aduladores del papa Francisco, también se refieren minuciosamente a sus defectos humanos; sin embargo, no los consideran defectos sino méritos, y los elogian como si fueran de altísima calidad, pero con el inconfesable motivo (consciente o inconsciente) de justificarse ellos en la imitación de esos mismos defectos. En el caso de los aduladores, el Papa es elogiado en modo exagerado, como Papa revolucionario, o gran reformador, o iniciador de un punto de un giro epocal, o como el Papa de la Misericordia, de la Paz y de la Libertad. Los primeros son los ultratradicionalistas, los segundos son los modernistas.
----------Pero tanto los unos como los otros, despreciadores y aduladores, carecen de un conocimiento correcto de cuál es el oficio del Papa, de cuáles son los grados de autoridad de su magisterio, de cuál es la amplitud y cuáles son los límites de su competencia pastoral, de cuál es la base humana y moral del ministerio petrino y, en definitiva, cuál es el ámbito de su pecabilidad como hombre. Los despreciadores lo atacan como si fuera un modernista. Los aduladores lo hacen un líder político de izquierda. Por lo tanto, a consecuencia de su desconocimiento, los unos y los otros están equivocados.
----------1°) Los primeros, los despreciadores, están atentos a los valores perennes, a las inmutables verdades de la Sagrada Revelación, y también conocen lo que es el Espíritu y su obra en la Iglesia, y se preocupan por la Doctrina y por la Moral; sin embargo, por su rechazo a crecer en la Fe, por su negativa a progresar y mejorar, se endurecen farisaicamente, y bajo el pretexto de la fidelidad a la Tradición, pretenden de modo soberbio e hipócritamente corregir a un Papa que ellos suponen hereje, se cierran a la novedad del Espíritu y a la esperanza teologal, permanecen apegados como si fueran perennes a cosas viejas y superadas, caducas, y a cuanto pertenece al pasado, y quieren conservar lo que ya no sirve más.
----------2°) Los segundos, los aduladores, por el contrario, son hombres carnales, que no tienen la sensibilidad espiritual de los primeros, pero son tan hipócritas como ellos. Con el pretexto del progreso, de la reforma y de la renovación, no admiten nada inmutable, universal y objetivo, y se cierran en una perspectiva puramente terrena, instrumentalizando la figura y el pensamiento del Papa como si fuera un modernista, un marxista, un liberacionista, o un rahneriano, pero siempre para utilidad de ellos, convirtiendo la religión en política, la ciencia y la fe en opinión subjetiva y, con el pretexto del pluralismo, del diálogo, de la libertad y de la diversidad, predican y practican el relativismo, el subjetivismo, la moral de situación, el laxismo y la inmoralidad.
----------Ahora bien, para comprender la diferente actitud de los lefebvrianos y de los modernistas frente al papa Francisco, es necesario ver el modo diferente con el cual los dos partidos sectarios conciben el oficio del Papa. Los lefebvrianos (y uso aquí este término de modo general, para todo ultra-tradicionalismo) admiten una verdad absoluta independiente del espacio-tiempo, mientras que para los modernistas la verdad es relativa al espacio-tiempo. Por esto, mientras para los primeros existe una verdad inmutable, para los segundos la verdad cambia. Además, mientras para los lefebvrianos existe una verdad universal, para los modernistas la verdad es relativa al sujeto, por lo cual no es una y la misma para todos, sino que es múltiple, varia y se diversifica según las culturas y las religiones. Para los lefebvrianos existe una oposición verdadero-falso, siempre válida para todos los hombres. En cambio, para los modernistas, esta oposición es solo relativa a las diversas épocas, a las diversas culturas y religiones, lo que para unos es verdadero puede ser falso para otros.
----------De ello se deduce que la tarea magisterial del Papa para los lefebvrianos es la de proclamar una única, inmutable y universal verdad, la del Evangelio, a toda la Iglesia, a todo el mundo, a todas las culturas, a todas las religiones, a todos los tiempos. Es importante tener presente que los lefebvrianos admiten el progreso dogmático, pero tan solo como proclamación de nuevos dogmas, no como progreso de las doctrinas de los Papas y de los Concilios, que según ellos pueden estar equivocados, como sería el caso del Concilio Vaticano II, de los papas del postconcilio y en particular del papa Francisco. Para ellos, correctamente, el Papa puede oponer lo verdadero a lo falso en modo infalible, universal y definitivo.
----------En cambio, para los modernistas el magisterio pontificio o conciliar nunca es infalible, porque la verdad cambia y varía. Por consiguiente, las condenas pontificias sólo son válidas en relación a un tiempo y una cultura determinados. El Papa, por lo tanto, no es maestro universal de la verdad y guía de la humanidad al cielo, sino simplemente el líder de una particular religión entre otras y, en la Iglesia, coordinador de las tendencias opuestas. De este modo, la herejía no es ya una proposición absoluta y perennemente falsa, sino sólo lo es dentro de un tiempo y un contexto histórico determinados.
----------A consecuencia de estos dos dispares puntos de vista, los lefebvrianos rechazan al papa Francisco, porque sostienen que su enseñanza rompe con la Tradición; mientras que, por el contrario los modernistas aceptan al papa Francisco. Sin embargo, la actitud de estos segundos no es virtuosa, porque interpretan al Papa como un modernista igual a ellos. A los modernistas les falta la fe en el carisma del Papa como maestro infalible de la verdad evangélica, por lo que al fin de cuentas su devoción al Papa se resuelve en un equivoco o malentendido, es decir, no se trata de una postura o actitud de fe en una autoridad sobrenatural reveladora y custodia de un mensaje divino que indica en nombre de Cristo el camino al cielo a toda la humanidad, sino que se trata para ellos de una cuestión de sujeción utilitaria y de conveniencia a quien ellos consideran un hombre falible como todos los demás, sólo investido con un cargo de presidencia democrática de una comunidad eclesial pluralista y no unitaria (lo que a ellos les sugiere la imagen del "poliedro" que suele usar Francisco), entendida, por tanto, no como convocación de todos los hombres a la salvación en Cristo, en base a una verdad salvífica universal y obligatoria para todos, que la Iglesia poseería en exclusiva, sino como una de las múltiples comunidades religiosas a la par de las otras, miembro como las otras de la federación internacional de las religiones, sin miras ultraterrenas, sino con la simple función de colaborar con las otras religiones para la edificación de la justicia, de la fraternidad, de la libertad y de la paz entre los pueblos de la tierra.
----------Para remediar todas estas ideas falsas, tanto de lefebvrianos como de modernistas, es bueno entonces terminar esta notita recordando quién es verdaderamente el Papa. Su tarea debe ser concebida tal cual la ha concebido Nuestro Señor Jesucristo y la ha esclarecido el Magisterio, intérprete de la Revelación a través de los siglos: como servicio que presta a la Iglesia. El Papa es un hermano en la fe que ama a Cristo más que los otros hermanos, y a quien Cristo ha elegido como piedra fundamental y basal, sobre la cual Cristo construye o edifica su Iglesia como edificio indestructible.
----------El Papa ha sido confirmado por Nuestro Señor Jesucristo en la fe y ha recibido de Él el mandato y el poder infalible de confirmar a los hermanos en la fe. Por tanto, cuando el Papa como maestro de la fe, enseña la Palabra de Dios al Pueblo de Dios, tanto en su enseñanza ordinaria como extraordinaria, enseña la verdad, no se engaña y no engaña, no puede engañarse ni puede engañarnos. La razón de su indefectibilidad en la Fe es la gracia magisterial que constantemente recibe del Espíritu Santo.
----------El Papa tiene de Cristo la tarea de pastorear su rebaño. En esta función, el Papa ha recibido el poder de abrir y cerrar el acceso al reino de los cielos, de ordenar, permitir o absolver ("desatar") y de prohibir o impedir ("atar"). El primero es el ejercicio de la misericordia, que acoge, promueve, sana, libera, eleva, promueve el bien. El segundo es el ejercicio de la justicia y de la severidad, que castiga al malvado, combate, reprime y excluye el mal, la injusticia, la falsedad y el pecado para la salvación del pecador. En esta acción pastoral el Papa, en cuanto asistido por el Espíritu Santo con la gracia pastoral, puede cometer errores y pecar. Es por eso que en esta área puede ser corregido por el pueblo de Dios.
----------Francisco, como todos los Papas de la historia, no puede rechazar la gracia magisterial, no puede pecar en la Fe, y por eso es indefectible en su Fe y en la enseñanza de la Fe; pero puede rechazar la gracia pastoral, y por eso puede cometer pecado en este ámbito.

5 comentarios:

  1. "Es importante tener presente que los lefebvrianos admiten el progreso dogmático, pero tan solo como proclamación de nuevos dogmas, no como progreso de las doctrinas de los Papas y de los Concilios, que según ellos pueden estar equivocados, como sería el caso del Concilio Vaticano II, de los papas del postconcilio y en particular del papa Francisco."

    Este pasaje es sencillo y preciso. Pero opino que habría que sacar algunas consecuencias evidentes para quien, como es mi caso, ha tenido por años y años la experiencia de vivir muy cerca e (ingenuamente) integrado a comunidades de la FSSPX.
    En realidad, eso que ellos dicen, que el Dogma progresa con las definiciones solemnes de nuevos dogmas, es en la práctica la excusa que tienen para vivir como si el Magisterio Pontificio no existiera, como si no hubiera Papa que pudiera a ellos enseñarles la Fe, como si alguien pudiera a ellos "confirmarlos" en la Fe, y como, al fin de cuentas, si fueran sedevacantistas, como lo son, en la práctica, es decir, sin admitir un Papa y, de hecho viviendo fuera de la Iglesia Católica, como lo están, por formal cisma.
    Al fin de cuentas, como la última definición dogmática ha sido la de la Asunción de María a los Cielos, dogma proclamado por el papa Pio XII en 1950, los lefebvristas se sienten libres de no obedecer a ningún Papa posterior, libres de atender con respeto a ningún Magisterio posterior a Pio XII.
    Es la gran excusa que tienen en la práctica para vivir según su propia ideología.
    Es curioso que tantos, clero y fieles lefebvrianos, vivan tan tranquilos en semejantes errores dogmáticos.

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  2. Ninguna de las dos corrientes respeta al Papa y su Magisterio.
    Los modernistas rechazan todo el Magisterio de la Iglesia, precisamente porque no reconocen verdades inmutables. Basados en su ideología, la llevan adelante por todos los medios, instrumentalizando las expresiones del papa Francisco (favorecidos por sus frecuentes ambigüedades y equívocos) y leyéndolas a su modo. En el fondo, para los modernistas tanto vale el magisterio de los Padres de la Iglesia, del Medioevo, o de los papas de la edad moderna y contemporánea, como el Magisterio del Concilio, y de los papas postconciliares. Es decir: Nada. Solo sirven para falsear las enseñanzas del Magisterio al servicio de la ideología modernista.
    Los lefebvrianos y todos los tradicionalistas extremistas, en el fondo creo que tampoco respetan ningún Magisterio. Supuestamente respetan el Magisterio hasta Pio XII, pero en realidad no es así, sino que ellos también manipulan todo el Magisterio de la Iglesia al servicio de la propia ideología, de signo contrario al de los modernistas. La evolución homogénea del dogma católico, manifestado en las enseñanzas ordinarias y extraordinarias de todos los Papas y los Concilios de la historia de la Iglesia, ha sido enseñada también antes de Pio XII. Pero ellos lo niegan al afirmar que el dogma evoluciona sólo por definiciones solemnes. No creo que el arzobispo Lefebvre haya creído semejantes cosa; pero los lefebvrianos se han desviado mucho más allá que su fundador.

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  3. A esta altura de este minucioso análisis sería interesante si Fr Filemón expusiera el pensamiento del Papa Francisco sobre ambos grupos. Juan Pablo II lo expuso en la carta al Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe de abril de 1988 referida a la noción de tradición.

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  4. Estimado Fernando, ¿Podría Ud. precisar más datos sobre esa carta de Juan Pablo II a la CDF? Fecha, enlace quizás. Se lo agradecería.

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  5. La carta es del 8 de abril de 1988 y está en este link.

    http://www.vatican.va/content/john-paul-ii/it/letters/1988/documents/hf_jp-ii_let_19880408_card-ratzinger.html

    No sé si hay traducción castellana.

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