miércoles, 23 de septiembre de 2020

"Samaritanus bonus": otra señal del Romano Pontífice

Hacia fines del pasado mes de agosto publiqué en este blog una serie de notas, motivadas por la sanción de la Santa Sede a Enzo Bianchi, arriesgando una opinión personal: todo parece indicar que el papa Francisco daba con esa sanción una clara señal de que quiere corregir su excesiva indulgencia hacia los modernistas y aceptar las apremiantes peticiones y súplicas que desde hace tiempo le llegan de todos los buenos católicos para que sea verdaderamente el Padre de todos los católicos, sin parcialidad, sino esforzándose por mediar entre conservadores y progresistas, para que ambas sensibilidades colaboren entre sí por el bien de la Iglesia, evitando los extremos del ultra-tradicionalismo y del modernismo.

----------En las últimas semanas se han dado nuevos signos que me mantienen en mi opinión. Tras la sanción a Enzo Bianchi, ocurrió la confirmación en su cargo de prefecto de la Congregación del Culto al cardenal Robert Sarah pese a haber llegado a sus 75 años, el rechazo de la Santa Sede a la inclusión de los llamados "derechos reproductivos" (aborto) en la resolución de la ONU de principios de mes, la advertencia de la Congregación de la Fe al sacerdote redentorista Tony Flannery, irlandés, que no podrá ejercer el ministerio si no jura fidelidad a la doctrina católica, en particular a las posiciones oficiales de la Iglesia sobre el sacerdocio reservado a los hombres, las relaciones homosexuales, las uniones civiles y la identidad de género; la carta de la Congregación de la Fe, días atrás, al episcopado alemán, ordenándole que se debe renunciar a un programado evento de intercomunión católico-protestante, y finalmente la carta Samaritanus bonus de la Congregación de la Fe, reafirmando con mayor claridad que nunca la doctrina tradicional sobre la ilegitimidad de la eutanasia.
----------Repito mi convicción: es el Espíritu Santo, el Espíritu de Nuestro Señor Jesucristo, que está llamando al papa Francisco a ser el buen pastor, ese que debe dar "su vida por las ovejas" (Jn 10,11). Y sigo opinando que se equivocan los que reducen la interpretación de estos siete años de pontificado a su aspecto meramente humano, como también en mi opinión se han equivocado los confabulados de San Galo creyendo haber elegido en Bergoglio un instrumento flexible y manipulable. Se olvidan de la particular presencia y acción del Espíritu Santo en el Vicario de Cristo, Sucesor de Pedro y Cabeza visible de la Iglesia.
----------¿Puedo equivocarme en mi opinión sobre lo que veo en estos últimos meses como un punto de inflexión en el actual pontificado? Sí, puedo equivocarme. Pero he rezado, como sé que tantos católicos han orado y oran por un cambio de rumbo en el supremo gobierno pastoral de la Iglesia, que sin duda ha tenido un derrotero errático, ambiguo, y a veces equivocado, en estos siete años. Y hoy no puedo menos que ver los signos arriba mencionados, entre muchos otros, los cuales me sugieren este esperado y providencial cambio.
----------Pero no quiero abrumar al lector con meras opiniones personales. En cambio, ante la carta Samaritanus bonus, "sobre el cuidado de las personas en las fases críticas y terminales de la vida", me permito sumar a las muchas y esclarecedoras interpretaciones de buenos teólogos, filósofos y periodistas, algunas breves reflexiones generales, más bien filosóficas, sobre el tema de la eutanasia, que podrían ser útiles.
   
Una reflexión sobre la eutanasia
   
----------Uno de los más delicados problemas morales de la actualidad, un problema que tiene referencias teológicas, antropológicas, psicológicas, sociológicas, jurídicas y políticas, es sin duda el de la eutanasia, es decir, de la supuesta licitud de facilitar o provocar, con una intervención a propósito, la muerte de un paciente que eventualmente la consiente o la solicita, cuyas condiciones físicas son desesperadas, sobre todo si el propio paciente sufre más allá de todos los límites de poder soportarlo o en los casos en los cuales durante mucho tiempo ha estado viviendo una vida simplemente vegetativa, en un estado de inconsciencia, sostenido por una asistencia externa pero tal que sólo prolongue su estado vegetativo. Tal intervención, a juicio de la Iglesia y de una sana ética médica, aparece como ilícita y contraria al fin mismo de la profesión médica, dirigida a incrementar la vida y no a procurar la muerte.
----------Como también lo dice la carta Samaritanus bonus, de la Congregación de la Fe, hay que señalar que es diferente, aunque aparentemente similar, la interrupción de un sustentamiento técnico-farmacológico de la vida, cuando los tratamientos podrían ser prolongados pero sin eficacia, mientras la vida del paciente está ciertamente próxima a extinguirse, a la vez que no existe ya más posibilidad de recuperación y eventualmente los analgésicos no son suficientes para aliviar los sufrimientos del enfermo.
----------Se considera que en este caso la continuación del tratamiento o cura constituiría una inútil por no decir cruel y obstinada "persistencia terapéutica" y por tanto no sería una verdadera cura o tratamiento terapéutico, dado que este tiene sentido cuando existe la posibilidad o esperanza de recuperación o al menos de disminución de la patología. Una medida de este tipo parece, en cambio, enteramente legítima y ciertamente sabia y humanitaria, suponiendo, si eso es posible, el consentimiento del enfermo.
----------La perfección de los actuales instrumentos técnicos para sostener una vida hasta sus extremos, una vida que se encuentra ya irreversiblemente comprometida, es hoy de tan modo alta, que tales instrumentos son capaces de estimular por largo tiempo las actividades neurovegetativas fundamentales casi hasta el punto de provocarlas diríase en un modo mecánico, de manera que al fin de cuentas, el paciente es más bien mantenido en vida por la presencia de estos instrumentos tecnológicos que por el propio principio natural interno y autónomo de estas actividades vitales.
----------La vida en estos casos aparece más como efecto de acciones mecánicas que de la propia alma del paciente. Por ello, algunos llegan a creer que los movimientos del paciente ya no son verdaderas acciones vitales, tanto es verdad que la suspensión de la estimulación conduciría inmediatamente a la muerte, en modo similar a aquello por lo cual el cesar de mover un cuerpo inanimado implica inmediatamente la cesación del movimiento de este cuerpo: señal precisamente, según dicen ellos, de que el supuesto "viviente" es en cambio ahora un cuerpo muerto. Sin embargo, personalmente yo conservaría algunas dudas sobre la corrección de este razonamiento. Intentemos, pues, profundizar nuestra reflexión.
----------Es indudable que, como ya observa santo Tomás de Aquino siguiendo a Aristóteles, tarea esencial del arte médico no es la de causar la vida del viviente, así como un impulso mecánico causa el movimiento de un cuerpo, sino de ayudarla en cuanto ya existente para que pueda recuperarse y realizarse por cuenta propia en la normalidad, estimulando y favoreciendo los propios recursos del enfermo, en modo tal que él mismo, ayudado por la intervención del médico, recupere la salud y la fuerza gracias a la presencia indispensable y fundamental de su principio vital, que emana del alma racional, en este caso específico en sus funciones neurovegetativas. Si el paciente no tiene esperanzas de recuperarse, el trabajo del médico es en todo caso hacer todo lo posible para que al menos ese nivel de vitalidad pueda ser conservado.
----------La actividad vital, por lo tanto, hasta sus últimos y más débiles recursos, nunca es asimilable a la de un cuerpo inanimado que sólo puede ser movido desde fuera. En cambio, la característica del viviente, como ya observaron Platón y Aristóteles, es la de moverse a sí mismo desde su interior -la así llamada "acción inmanente"- gracias a la energía del alma. En efecto, la filosofía afirma la existencia del alma precisamente para explicar este auto-movimiento del viviente, que no está presente en los cuerpos inanimados.
----------Si en el viviente las condiciones físicas y vegetativas, en ciertas y determinadas circunstancias desfavorables, llegan a estar de tal modo comprometidas y deterioradas, al punto de no permitir ya al alma animar al cuerpo, en tal caso el alma pierde totalmente el dominio del cuerpo, no tiene ya la fuerza para animarlo y, por lo tanto, cesa de hacerlo: esto es la muerte.
----------Ahora bien, en el caso del hombre, el alma, cesando de animar el cuerpo, no retorna a la potencialidad o virtualidad de la materia corpórea, como sí ocurre en el caso de las plantas y de los animales, sino que, siendo el alma del hombre una forma inmaterial y espiritual (lo cual es también un dato de la fe católica, como ya lo establece el Concilio Lateranense V del 1513), creada inmediatamente por Dios (como lo enseñaba el papa Pio XII en la Humani Generis, continuando una tradición que se remonta a los primeros siglos de la Iglesia), continua subsistiendo incluso después de la muerte, aunque separada del propio cuerpo, el cual, ahora en el estado de cadáver, no siendo ya vivificado por su alma, pierde gradualmente, salvo que la muerte haya sido causada por hechos traumáticos devastadores, su apariencia humana, que está sujeta a un proceso de descomposición, corrupción o disolución, por lo cual los elementos químicos que previamente eran organizados y coordinados por el alma para formar un solo todo, el cuerpo vivo, ahora se separan los unos de los otros y actúan cada uno según su propio dinamismo y sus propias leyes de evolución y de interacción, prescindiendo de su función previamente desarrollada en el cuerpo viviente.
----------El problema de la licitud o ilicitud moral de la eutanasia surge en consideración del deber del médico (deontología médica) de restaurar y repotenciar o al menos proteger y mantener en el ser la vida y la salud y no debilitarla, suprimirla u obstaculizarla. Entonces, en tales casos puede re-proponerse la cuestión o cuestiones en estos términos más simples: ¿Es la eutanasia un homicidio? ¿Y el paciente que pide la eutanasia es un suicida? ¿La deontología médica permite la práctica de la eutanasia?
----------Demos un paso atrás, basándonos en cuanto venimos diciendo hasta ahora. Nos podemos hacer también esta pregunta: ¿es la eutanasia una verdadera supresión de la vida o es un dejar que la vida se apague naturalmente cediendo a los factores de muerte que actúan ahora en el paciente irreversiblemente, utilizando eventualmente expedientes técnico-farmacológicos destinados a hacer de este proceso degenerativo lo menos doloroso y traumático posible? ¿Puede el médico quitarle lícitamente la vida a un enfermo que ya no está en condiciones de poder soportar su enfermedad? Hemos esbozado ya la respuesta antes, pero volvamos a examinar la cuestión en la esperanza de arrojar más luz.
----------La cuestión de la eutanasia se ha vuelto hoy, por así decirlo, explosiva debido a dos cambios ocurridos recientemente en nuestra sociedad:
----------1) Ante todo, la concepción cristiana tradicional del sufrimiento, de la vida y de la muerte, se ha vuelto muy rara en la gente: a) el sufrimiento ya no es visto en unión con la pasión expiatoria y redentora de Cristo, sino como una mera desgracia, de la que sólo hay que liberarse; b) la vida ya no es vista como precioso don de Dios que se debe conservar no obstante las desgracias y los sufrimientos, sino como un bien que si se transforma en un peso excesivo, es mejor rechazar; c) la muerte no es ya considerada en unión con el sacrificio de Cristo y como pasaje a una futura vida beata, sino que, a causa de la difusión del hedonismo, del materialismo y del ateísmo, quienes no creen en la superioridad del espíritu sobre la materia, en la inmortalidad del alma y en una vida después de la muerte, ven la muerte simplemente como la anulación o la pérdida definitiva de la vida, por la cual, siendo la vida presente la única vida que existe, esta vida debe disfrutarse a más no poder. Tal como dice el dicho pagano citado incluso por el propio Apóstol san Pablo: "¡Comamos y bebamos, porque mañana moriremos!" (I Cor 15,32), sin tener jamás en cuenta un más allá o leyes divinas, visto -según el pensamiento pagano- que Dios no existe, o sea, vivir la vida en el modo que más nos place, rechazando esta vida cuando ya no nos parece grata o se nos vuelve personalmente inaceptable, como haríamos con un alimento que no nos resulta gustoso al paladar. A causa de estas ideas se ha perdido la fuerza para soportar el sufrimiento. ¡Y pensar que hubo un tiempo en que no existían ni los analgésicos y anestésicos que existen hoy!
----------2) El segundo hecho es la presencia en la actualidad de instrumentos médicos y fármacos aptos para prolongar por muchísimo tiempo una vida meramente vegetativa de la persona, como ciertos estados comatosos. Dada la actual concepción materialista y secularista de la vida mencionada líneas antes, muchos son hoy los que se preguntan entonces qué sentido podría tener una vida de ese tipo, considerando también el hecho del enorme compromiso asistencial (y muy costoso) que ella requiere.
----------Se ha perdido la fe (la primera causa señalada y subrayada por Samaritanus bonus) de que incluso una vida así tiene el sentido que Dios le ha dado como medio de salvación en Cristo para la humanidad. A falta de esta fe, es comprensible que uno se pregunte si es mejor cesar de alimentar una vida así, que es considerada no vida, sino que ya es de hecho una muerte.
----------Sabemos cómo la Iglesia siempre nos ha exhortado insistentemente, sobre todo a los católicos, pero también a todos los hombres de buena voluntad, a evitar la práctica de la eutanasia, aún cuando ella pudiera parecernos motivada por fines humanitarios y por piedad para con el paciente sufriente, cuando no se llega hasta al caso de invocar una supuesta "libertad" para quitarse la vida. En esta nueva declaración pontificia, la misma doctrina es repetida con acentos mucho más claros. 
----------Es necesario reeducar el sentido cristiano de la vida, de la muerte y del sufrimiento. Se habla muy poco de estos temas en el modo correcto, incluso en los ambientes católicos, a veces contaminados por espíritu pagano. Al mismo tiempo, puede ser útil, en el diálogo con los no creyentes, revisar cuanto la propia cultura clásica nos ha dejado sobre estos temas decisivos de nuestra existencia. Pensemos sólo en un Sócrates, un Platón, un Séneca, un Catón, un Cicerón, o un Marco Aurelio, por nombrar sólo unos pocos.
----------Dado que se trata de un problema universalmente humano, es urgente garantizar que la eutanasia, en el sentido de una verdadera y propia supresión intencional de la vida, cualquiera que sea el motivo aducido, esté proscrita no solo en la conducta moral, sino también en la legislación civil, ciertamente no en nombre de una posición confesional, sino de la misma dignidad de la vida humana sagrada e inviolable.
----------En definitiva, se debe devolver la fuerza, el vigor y la esperanza a una humanidad que parece rendirse ante el poder de la muerte y, en este sentido, ninguna cosa es más eficaz que el impulso a la vida que proviene de la fe cristiana y sus santos.

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