jueves, 2 de julio de 2020

El cardenal Brandmüller y la interpretación del Concilio (1/2)

Es de gran importancia y suma actualidad la conferencia que bajo el título "El Concilio Vaticano II: las dificultades de interpretación", ha ofrecido recientemente el cardenal Walter Brandmüller, presidente emérito del Pontificio Comité de Ciencias Históricas.

----------En esta serie de notas transcribo al español la intervención que el cardenal Brandmüller ofreció en italiano en Scuola Ecclesia Mater, y aclaro que lo hago de modo completo y sucesivo, en los párrafos en cursiva. El resto de esta nota corresponde a mis comentarios, que no pretenden más que resaltar los conceptos y razonamientos del purpurado. Pocas son las figuras capaces de referirse a la actual crisis de la Iglesia con la autoridad intelectual y moral del cardenal Brandmüller, uno de los cuatro firmantes de los Dubia al papa Francisco en 2016, cuando muchos que hoy declaman sobre el tema permanecían callados. Por otra parte, la reconocida competencia histórica del cardenal Brandmüller aporta gran luz al debate acerca de la acusación que frecuentemente se hace a los documentos del Concilio Vaticano II en la generación de la actual crisis. La cuestión que aborda el conferencista puede resumirse en la pregunta: ¿El estado de la Iglesia actual y sus problemas, han sido causados por los documentos del Concilio Vaticano II o por las falsas interpretaciones que de ellos se han venido haciendo en el postconcilio?
 
La ambigüedad de los documentos de cualquier Concilio
 
----------La exposición del Cardenal resulta sorprendente desde su primera frase. Suele atribuirse la característica de ambigüedad -con suma ligereza- exclusivamente a los textos del Concilio Vaticano II, y no a los textos de los concilios precedentes. Sin embargo, este eximio historiador de la Iglesia afirma precisamente lo contrario, diciendo que no es ninguna novedad que los documentos de cualquier concilio puedan ser interpretados de modos diversos y hasta contradictorios. Su conferencia comenzó de esta manera:
----------"Que al interpretar documentos conciliares es posible llegar a opiniones contradictorias ciertamente no es una novedad para la historia de los concilios. Formular la verdad de fe significa expresar el indecible misterio de la verdad divina en un lenguaje humano. Sin embargo, es y sigue siendo una empresa audaz, que ya san Agustín ha parangonado con la tentativa de un niño de vaciar el mar con un balde. Y en este esfuerzo, incluso un concilio ecuménico no puede hacer mucho más que aquel niño".
----------"Nada extraño, por lo tanto, si las declaraciones doctrinales infalibles de un concilio o de un papa aún cuando puedan realmente definir la verdad revelada -y por lo tanto delimitarla con respecto al error- sin embargo nunca pueden captar la plenitud de la verdad divina. Este es el hecho esencial que no debemos perder de vista ante las dificultades de interpretación planteadas por el Vaticano II. Para ilustrarlas, nos limitaremos a aquellos textos conciliares que los llamados círculos tradicionalistas perciben como particularmente difíciles. En primer lugar, sin embargo, es bueno echar un vistazo a las particularidades que distinguen al Vaticano II de los precedentes concilios ecuménicos".
----------En conclusión: aún cuando en los textos de cualquier concilio se trate de delimitar conceptualmente una verdad de fe o moral, para distinguirla lo más claramente posible del error o herejía, aún en ese caso dice Brandmüller, no puede sino experimentarse la limitación de los conceptos humanos que, aún cuando puedan definir la verdad revelada, no la pueden abarcar en su plena riqueza. Y esta es siempre la razón básica de una constante ambigüedad o, como se expresa el Cardenal, la posibilidad de que a partir de un mismo texto conciliar surjan opiniones contradictorias.
----------A continuación, anuncia que para ejemplificar eso, se referirá a aquellos textos conciliares que han sido más criticados como ambiguos o erróneos por los círculos tradicionalistas. Es la primera frase de la conferencia en la que Brandmüller se refiere a agentes de falsas interpretaciones de los textos del Vaticano II, y se refiere aquí solamente a la interpretación de los tradicionalistas, y no de los modernistas; y es obvia la razón: omite a los modernistas porque precisamente ellos no aceptan el dogma, rechazan que haya verdades y errores absolutos y, por consiguiente, no se interesan por los textos del Vaticano II en sí mismos, como portadores de una verdad de fe, sino como meros instrumentos de un cambio, de una revolución que puede llevar a la nueva Iglesia a la que aspiran. Entre modernistas y tradicionalistas sólo los segundos creen en el dogma y, por ende, sólo los segundos tienen dificultades de interpretación de los textos del Vaticano II, siendo los tradicionalistas abusivos los que, sin poder salir de esas dificultades, terminan por concluir que los textos conciliares están en ruptura con la Tradición, conclusión que los emparenta paradójicamente con los modernistas. Ambos, modernistas y tradicionalistas abusivos, son rupturistas: juzgan al Vaticano II en discontinuidad y ruptura con la Tradición, y lo hacen contra las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia.
 
Las particularidades que distinguen al Vaticano II
   
----------Tras comenzar por referirse a lo común a todos los documentos conciliares de la historia, a continuación, el Cardenal se refiere a las principales características particulares que distinguen al Vaticano II:
----------"En este sentido, existe una premisa: para el historiador del concilio, el Vaticano II aparece, en muchos aspectos, ante todo como un concilio de superlativos. Partimos de la constatación de que en la historia de la Iglesia ningún otro concilio ha sido preparado tan intensamente como el Vaticano II. Ciertamente, también el concilio que lo precedió estuvo muy bien preparado cuando se inició el 8 de diciembre de 1869. Probablemente la calidad teológica de los esquemas preparatorios fue incluso superior a la del concilio que lo ha seguido. Sin embargo, es imposible ignorar que la cantidad de ideas y propuestas enviadas de todo el mundo, así como el modo en que fueron elaboradas, han sido superiores a todo cuanto se hubiera visto antes".
----------"Que el Vaticano II fue un concilio de superlativos surgió notoriamente el 11 de octubre de 1962, cuando un inmenso número de obispos -dos mil cuatrocientos cuarenta- entró en procesión en la Basílica de San Pedro. Si el Vaticano I, con sus aproximadamente 642 Padres, había encontrado su lugar en el crucero derecho de la Basílica, ahora toda la nave central se había transformado en aula sinodal. En los cien años transcurridos entre los dos concilios, la Iglesia se había convertido, como surgió de manera tan visible e impresionante, en una Iglesia universal, no solo de nombre, sino también, de hecho. Una realidad que ahora se reflejaba en el número de los 2440 Padres y sus países de origen. A lo que se agregaba que, por primera vez en la historia, un concilio pudo votar con el auxilio de la tecnología electrónica, y que los problemas acústicos, que entonces habían fastidiado a los participantes en el Vaticano I, ya ni siquiera se mencionaron".
----------"Y como estamos hablando de medios modernos de comunicación: anteriormente nunca había sucedido que, como en 1962, cerca de mil periodistas de todo el mundo habían sido acreditados ante el concilio. Esto también convirtió al Vaticano II en el concilio más conocido de todos los tiempos, un evento mediático de primera categoría".
----------"Concilio de superlativos lo es, sin embargo, de modo particular en lo que respecta a sus resultados. De las 1135 páginas que componen la edición de los decretos de todos los concilios generalmente considerados ecuménicos, alrededor de una veintena, solo el Vaticano II produjo 315, o sea más de una cuarta parte. Por lo tanto, indudablemente ocupa un puesto especial en la serie de todos los concilios ecuménicos, incluso solo según criterios más materiales, externos".
----------Preste ahora atención el lector, porque luego de haber indicado el cardenal Brandmüller una serie de características particulares materiales o externas del Concilio Vaticano II, pasa a indicar ahora otra que tiene mayor relevancia, pues es la que se refiere a su función esencial en cuanto concilio:
----------"Más allá de esto, sin embargo, hay otras particularidades que distinguen al Vaticano II de los concilios que lo han precedido, por ejemplo en lo que respecta a las funciones de un concilio ecuménico. Los concilios son maestros supremos, legisladores supremos, jueces supremos, bajo y con el Papa, a quien pertenecen estos roles incluso sin concilio. No todos los concilios han desarrollado estas funciones".
----------"Si, por ejemplo, el primer concilio de Lyon, en 1245, con la excomunión y la deposición del emperador Federico II actuó como tribunal y además emanó leyes, el Vaticano I no ha tenido procesos ni promulgado leyes, sino que decidió exclusivamente sobre cuestiones doctrinales. El concilio de Vienne de 1311/12, en cambio, ha juzgado y aprobado leyes, y también ha decidido sobre cuestiones doctrinales. Lo mismo vale para los concilios de Constanza de 1414/18 y de Basilea-Ferrara-Florencia de 1431/39. El Vaticano II, en cambio, no pronunció juicios, realmente no emanó leyes y ni siquiera tomó decisiones definitivas sobre cuestiones de fe".
----------"Más bien, en realidad ha dado forma a un nuevo tipo de concilio, entendiéndose como concilio pastoral (y es difícil decir qué sea esto), por lo tanto orientado al cuidado de las almas, destinado a dar a conocer al mundo de entonces la enseñanza y las instrucciones del Evangelio de un modo más atractivo y orientador. En particular, no ha expresado ninguna condena doctrinal. Juan XXIII, en su discurso para la solemne apertura del concilio, habló expresamente al respecto: "Siempre la Iglesia se opuso a estos errores. Frecuentemente los condenó con la mayor severidad. En nuestro tiempo, [...] prefiere usar la medicina de la misericordia [...]; Ella quiere venir al encuentro de las necesidades actuales, mostrando la validez de su doctrina más bien que renovando condenas". Ahora bien, como sabemos a cincuenta años de su conclusión, el concilio habría escrito una página gloriosa si, siguiendo las huellas de Pío XII, hubiera encontrado el coraje de una reiterada y expresa condena del comunismo".
   
El carácter pastoral del Vaticano II no excluye la doctrina vinculante
   
----------El cardenal Brandmüller acaba de mencionar la bien conocida característica pastoral del Concilio Vaticano II. Sabemos que ella es la excusa que les sirve tanto a los modernistas, como a los tradicionalistas abusivos (por ejemplo los lefebvrianos) para rechazar en bloque los documentos conciliares, afirmando que no definen solemnemente dogmas y que, por lo tanto, las ambigüedades y errores que ellos entienden descubrir en sus textos, no son vinculantes para los fieles católicos. Frente a esa falsa interpretación, en línea con la ideología rupturista en la que se apoyan tanto modernistas como lefebvrianos, el cardenal Brandmüller explica como la pretensión pastoral con la que nació el Vaticano II no excluye en sus documentos la existencia de doctrina auténtica acerca de fe y moral, que convierte a sus textos también en vinculantes:
----------"Sin embargo, el temor a pronunciar condenas doctrinales y definiciones dogmáticas, ha llevado a que de algún modo al final del concilio nos encontremos con afirmaciones conciliares con cierto grado de autenticidad y, por lo tanto también con un carácter vinculante completamente diverso. Así, por ejemplo, las Constituciones Lumen gentium sobre la Iglesia y Dei Verbum sobre la revelación divina ciertamente tienen la naturaleza y el carácter vinculante de enseñanzas doctrinales auténticas -aunque aquí tampoco se han definido en modo vinculante en sentido estricto- mientras que, por ejemplo ya la Declaración sobre la libertad de religión Dignitatis humanae según el famoso canonista Klaus Mörsdorf 'toma posición sobre cuestiones del tiempo sin un claro contenido normativo'. De hecho, esto se aplica a los documentos disciplinarios, que regulan la praxis pastoral. El carácter vinculante de los textos conciliares es, por consiguiente, de grado diverso".
----------Por mi parte, en las notas de días anteriores, me referí a la declaración Dignitatis humanae sobre la Libertad Religiosa, incluso en su contenido doctrinal, tratando de reflexionar teológicamente en su continuidad con la Tradición. Aquí, sin embargo, el cardenal Brandmüller aporta otro punto de vista, sugiriendo que el texto de esa declaración puede ser quizás considerado como no doctrinal, sino tan sólo disciplinario, con lo cual tendría un diferente carácter vinculante, diverso al doctrinal. Es otra forma de interpretar Dignitatis humanae. A continuación, el Cardenal aborda una de las cuestiones centrales: la relación de continuidad de los documentos del Concilio Vaticano II con la Tradición.
 
Los documentos del Concilio Vaticano II y la Tradición
   
----------"Dando un paso adelante, es necesario hacerse la pregunta sobre la relación entre el Vaticano II y toda la Tradición de la Iglesia. Una respuesta la encontramos analizando cuánto, o cuan poco, los textos conciliares se han basado en la Tradición. Basta examinar en tal sentido, a título de ejemplo, la constitución Lumen gentium. Es suficiente dar un vistazo a las notas del texto. Se puede así constatar que en el interior del documento son citados nada menos que diez concilios precedentes. Entre estos, el Vaticano I es tomado como referencia 12 veces, el Tridentino hasta 16. Ya de esto está claro que, por ejemplo, un 'distanciamiento de Trento' debe excluirse de manera absoluta".
----------"Aún más estrecha parece la relación con la Tradición, si se piensa que, entre los pontífices, Pío XII se cita 55 veces, León XIII en 17 ocasiones y Pío XI en 12 pasajes. A ellos se les agregan Benedicto XIV, Benedicto XV, Pío IX, Pío X, Inocencio I y Gelasio. Sin embargo, el aspecto más impresionante es la presencia de los Padres en los textos de Lumen gentium. Los Padres a cuyas enseñanzas se refiere el concilio llegan a 44. Entre ellos destacan Agustín, Ignacio de Antioquía, Cipriano, Juan Crisóstomo e Ireneo".
----------"También se mencionan los grandes teólogos, o los doctores de la Iglesia: Tomás de Aquino en 12 pasajes, junto con otros siete nombres de peso. Incluso esta lista es suficiente para ilustrar hasta qué punto los padres del Vaticano II se entendieron a sí mismos implicados en la corriente de la tradición, integrados en el proceso de recibir y transmitir, que es la razón de ser de la Iglesia: 'Yo, de hecho, he recibido del Señor lo que a mi vez he transmitido', dice el Apóstol. Es evidente que también a este respecto no se puede hablar de un nuevo inicio de la Iglesia, o una nueva primavera, ni por tanto de un nuevo Pentecostés".
----------"Esto lleva a consecuencias importantes para la interpretación del concilio, y más precisamente no del 'evento concilio', sino de sus textos. Una preocupación central tangible en muchas declaraciones de Benedicto XVI ha sido destacar la estrecha conexión orgánica del Vaticano II con el resto de la Tradición de la Iglesia, evidenciando así que una hermenéutica que cree advertir en el Vaticano II una ruptura con la tradición se equivoca".
----------Lo que acaba de afirmar el cardenal Brandmüller en el último párrafo es de vital importancia. Es frecuente hoy encontrarnos con artículos y hasta con libros, escritos por periodistas o por historiadores (algunos de gran valía y fama) que afrontan el "hecho" Concilio Vaticano II en bloque como suceso, como "evento", incluyendo fundamentalmente tres aspectos: su desarrollo, sus textos, y sus consecuencias en estos cincuenta años de postconcilio. Lo que hacen es una interpretación histórica o sociológica, pero no más que eso. Los más honestos historiadores del Concilio Vaticano II, sabiéndose honestamente historiadores y no teólogos, reconocen y asumen sus limitaciones disciplinarias, es cierto, pero sus artículos y sus libros inevitablemente conducen a falsas interpretaciones en muchos fieles católicos.
----------Personalmente, no tengo ningún inconveniente en admitir las desastrosas consecuencias históricas del Concilio Vaticano II, y me estoy refiriendo a la aplicación en estos cincuenta años de las decisiones del Vaticano II, frecuentemente manipuladas por agentes del modernismo, que llevaron a una praxis pastoral que no fue la querida por los Padres conciliares. Por supuesto, esa praxis conciliar tuvo quizás su efecto más dañino en la praxis tradicionalista abusiva, que surgió como reacción. Todo ha llevado a la crisis sin precedentes que vive hoy la Iglesia. No tengo problemas en afirmarlo, pero haciéndolo así, sólo estoy haciendo un juicio histórico o sociológico, y con ello no me salgo de la recta Fe, de la ortodoxia católica. Pero si, por el contrario, extralimito mi juicio, y afirmo que la crisis actual ha surgido de errores o herejías presentes en los textos del Concilio Vaticano II (tal como por ejemplo hacen los tradicionalistas abusivos y lefebvrianos) entonces me alejo de la recta fe, que nunca pueda afirmar semejante cosa. Afirmar que un Concilio puede fallar en la Fe es parecido a afirmar que un Papa puede perder la fe, y un católico jamás lo puede pensar. Por eso sigue diciendo el Cardenal:
----------"Esta 'hermenéutica de la ruptura' es hecha tanto por aquellos que en el Vaticano II ven un distanciamiento de la fe auténtica de la Iglesia, y por lo tanto un error o incluso una herejía, como por aquellos que a través de tal ruptura con el pasado quieren atreverse a una valiente partida hacia nuevas tierras".
----------Es obvio que en el primer caso el cardenal Brandmüller se refiere a los tradicionalistas abusivos (lefebvrianos, sedevacantistas, etc.), y en el segundo caso se refiere a los modernistas. Y a continuación el purpurado indica que esa herética hermenéutica de la ruptura es imposible al fiel católico, precisamente por razones de fe, que la teología sabe explicar con argumentado detalle:
----------"Sin embargo: la presunción de una ruptura en la enseñanza y en la acción sacramental de la Iglesia es imposible también solo por razones teológicas. Si creemos en la promesa de Jesucristo de permanecer con su Iglesia hasta el fin de los tiempos, de enviar el Espíritu Santo que nos introducirá en la riqueza de la verdad, entonces es incluso absurdo pensar que la enseñanza de la Iglesia, transmitida en modo auténtico, en el el tiempo se pueda demostrar incorrecta en uno u otro punto, o que un error que siempre ha sido rechazado se pueda en algún momento revelar como verdad. Quienquiera que lo considere posible sería víctima de ese relativismo por el cual la verdad está esencialmente sujeta a cambios, es decir, realmente no existe en absoluto".
----------"A esta Tradición cada concilio da su contribución específica. Naturalmente eso tampoco puede consistir en agregar nuevo contenido al depósito de la fe de la Iglesia. Y menos aún en la eliminación de enseñanzas de fe transmitidas hasta ahora. Más bien, lo que se cumple aquí es un proceso de desarrollo, clarificación, discernimiento, y esto con la ayuda del Espíritu Santo, un proceso que lleva a que cada concilio, con sus declaraciones doctrinales definitivas, entre como parte integrante en la Tradición general de la Iglesia. Desde este punto de vista, los concilios están siempre abiertos hacia adelante, hacia un anuncio doctrinal más completo, claro y actual, nunca hacia atrás. Un concilio no puede contradecir jamás a aquellos que lo han precedido, sino que  puede integrar, precisar, proseguir".
----------Concluida la referencia al aspecto doctrinal de los documentos del Concilio Vaticano II, el cardenal Walter Brandmüller se referirá al Concilio como órgano legislativo y judicial, tema que veremos en nuestra nota de mañana, en la que seguiremos comentando esta conferencia.

1 comentario:

  1. El Padre Marín-Sola, O. P., en su excelente obra La evolución homogénea del dogma católico, afirma lo siguiente:

    «Está revelado que “todo Concilio ecuménico es infalible”, o lo que es lo mismo, está revelado que “todo Concilio es infalible si es ecuménico”.

    Es así que tal Concilio es ciertamente ecuménico:

    Luego tal Concilio es infalible».

    (La evolución homogénea del dogma católico, Ed. B. A. C., año 1952, pág. 479).

    Este libro puede descargarse de Internet.

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