domingo, 26 de julio de 2020

El venerable Pío XII y la gloria de los altares

Pronto recordaremos, como prometí en alguna nota anterior, esa gran carta encíclica del papa Pío XII, la Humani generis, que el próximo 12 de agosto cumplirá 70 años. Mientras tanto, vuelvo a recordar la figura del gran Papa, preguntándome este domingo por qué razón si hace poco más de diez años, el 19 de diciembre de 2009, el papa Benedicto XVI reconocía las virtudes heroicas tanto del papa Pacelli como del papa Wojtyla, el primero no ha llegado aún a la gloria de los altares como ha sucedido con el segundo?

----------¿Qué ha ocurrido para que hoy podamos llamar "santo" a Juan Pablo II y no así a Pío XII? Por supuesto, son dos Pontífices muy diferentes entre sí, y sin embargo, para aquellos que lo pueden ver, son recíprocamente complementarios y sobre todo testigos de aquella "hermenéutica de la continuidad", con la que Benedicto XVI nos invitaba, hasta hace pocos años atrás, a leer el pasaje histórico de la Iglesia desde el período precedente al Concilio Vaticano II hacia el siguiente, el período del postconcilio. Vale decir, la misma Iglesia, una en su inmutable divina esencia, y sin embargo siempre más consciente de sí misma, de sus riquezas, de su belleza, de su Tradición. Es propio de los robustos organismos vivientes la conservación y la renovación, el mantenimiento de su ser siempre idéntico a si mismo, su esencia, y el progreso, el saberse adaptar al variar de las circunstancias, manteniendo intacta, o más bien reforzando la propia identidad. Esto ha sucedido en la Iglesia desde el final del Concilio Vaticano II hasta hoy, no obstante los bien conocidos equívocos y dificultades internas por las que ella sufre, que en estos días son denunciados a voz en cuello por muchos, a veces prudente y respetuosamente, y a veces imprudente e hipócritamente.
----------¿Qué decir del papa Pío XII que no se haya dicho ya?
----------En el papa Pacelli refulgen en modo especial algunas características del Pontífice realmente santo: la claridad, riqueza y profundidad de la doctrina, la energía, la oportunidad y la sabiduría en la refutación de los errores, la alta piedad religiosa (no por nada eligió el nombre "Pío"), la fuerte conciencia de su insustituible misión de Papa como guía de la Iglesia y apóstol de Cristo (piénsese en su encíclica programática Summi Pontificatus, del 20.10.1939), la heroica prudencia, la ardiente caridad y el lúcido coraje con el cual supo conducirse en el impactante drama de la Segunda Guerra mundial, denunciando los orígenes y las causas de los males, apoyando a las fuerzas sanas, tratando con los gobernantes, protegiendo a los oprimidos, confortando sufrientes, resistiendo contra la injusticia, promoviendo la paz, indicando el camino de la reconstrucción de una nueva sociedad y de una renovación de la Iglesia, que ya anticipa las indicaciones del Vaticano II, ofreciendo a imitación de Cristo oraciones y sacrificios y su propia vida. Merecidamente por lo tanto se le ha llamado "Defensor civitatis". Es el Papa de los esponsales entre humanismo y cristianismo (distinción sin separación, unión sin confusión), del "humanismo de la Encarnación" para usar una expresión de Maritain.
----------En lo apretado de estas líneas, no puedo más que recordar brevísimamente los puntos principales de la doctrina de Pío XII, una doctrina que toca todos los principios fundamentales de la vida humana y social, civil y eclesial, del orden natural humano y del orden sobrenatural de la gracia, de la relación entre ciencia y fe, entre liturgia y vida cristiana, entre el fin de la Iglesia y el fin del Estado, entre la jerarquía, el clero, los religiosos y los laicos, entre la Iglesia y los no católicos, desde la cristología a la mariología, desde los sacramentos a la moral católica, desde la hagiografía a la historia de la Iglesia, desde el apostolado de los laicos (la "consecratio mundi") a la renovación de la vida consagrada, desde los deberes de la vida cotidiana a la naturaleza de la mística, desde el amor a la patria al orden jurídico internacional.
----------Después de la gran encíclica Summi Pontificatus, en el inicio de la guerra, tenemos dos documentos que proponen a la humanidad un ideal divino de paz, de justicia y de comunión de la humanidad con Dios, la Mystici Corporis Christi [29.06.1943]: la Iglesia como "cuerpo místico" de Cristo, y la invitación a fundar esta humanidad en la escucha de la Palabra de Dios, la Divino afflante Spiritu [30.09.1943], dedicada a la renovación de los estudios bíblicos (se asume "ecuménicamente" el método histórico-crítico de los "géneros literarios", reafirmado después por la iglesia del postconcilio).
----------De pocos años después es la encíclica Mediator Dei [20.11.1947], poderoso documento sobre la dignidad de la sagrada liturgia y del sacerdocio católico, hoy más que nunca actual (entre otras cosas, Pío XII también habla del sacerdocio común de los fieles, doctrina luego retomada por el Concilio).
----------1950 es el año de dos importantísimos documentos: la mencionada encíclica Humani Generis [12.08.1950] y la constitución apostólica Munificentissimus Deus [1°.11.1950], para la proclamación del dogma de María asunta al cielo en alma y cuerpo. En el primer documento, el Papa, con agudo discernimiento crítico y pastoral sabiduría, condena una serie de errores -el retorno del modernismo, el llamado neomodernismo- insinuados en el interior de la Iglesia con el pretexto de modernizar la teología católica: evolucionismo dogmático (relativismo modernista), evolucionismo antropológico (negación del pecado original: exégesis liberal protestante), historicismo (Chenu), existencialismo (Heidegger), inmanentismo (Blondel), idealismo (cf. la interpretación idealista de santo Tomás hecha por Rahner), integrismo (la gracia no gratuita y sobrenatural, en cuanto se define, "integra" y completa la naturaleza: De Lubac).
----------En 1949 fue impuesta la excomunión a los católicos que se habían adherido al comunismo ateo y materialista, después de que ya en 1937, en la encíclica Divini Redemptoris esa filosofía había sido severamente condenada por Pío XI ("comunismo intrínsecamente perverso"), quien en 1938 también había condenado al nacionalsocialismo germánico en la Mit brennender Sorge.
----------La proclamación del dogma de la Asunta es el vértice de la muy ferviente devoción de Pío XII hacia Nuestra Señora, que se acompaña de una acentuada estima por la dignidad de la mujer, que él manifestó de varios modos y en varias ocasiones en el curso de su largo pontificado, con muchos discursos desde 1939 a 1958, subrayando, a la luz del relato genesíaco de la creación, la igual dignidad de hombre y mujer, tanto desde el punto de vista de la naturaleza como desde el punto de vista de la persona, en la reciprocidad de sus dones naturales, "queridos por el Creador", y por lo tanto rechazando implícitamente la milenaria concepción de la superioridad y el dominio del hombre sobre la mujer. Este tema es nuevo en la historia del magisterio pontificio y, como es sabido, será ampliamente retomado y desarrollado por el Vaticano II y el postconcilio.
----------Por cierto, la proclamación pontificia de las "virtudes heroicas" de Pío XII por parte del papa Benedicto XVI hace diez años, declarándolo Venerable, destituye definitivamente de fundamento, con la misma autoridad infalible de la Iglesia, a los reproches que hace tiempo se han hecho al papa Pacelli por no haber denunciado el hitlerismo y por no haber defendido a los judíos de la persecución nazi. No me detendré en esto, dado que existe una abundante literatura. Recuerdo solo los testimonios de gratitud que le llegaron al Papa de numerosísimos judíos salvados por él y por sus colaboradores, así como el argumento siempre válido, vinculado a la máxima prudencia, de que si el Papa se hubiera expresado con mayor claridad, no habría hecho nada más que provocar un ulterior recrudecimiento de la persecución de judíos y católicos, y posteriormente el efectivo golpe de fuerzas abrumadoras, como se demostró en los hechos (véase, por ejemplo, la intervención del episcopado holandés, que no hizo nada más que empujar a Hitler a invadir incluso la neutral Holanda, donde fueron raptados Edith Stein y Tito Brandsma, mártires en Auschwitz).
----------Por lo demás, no era difícil entender lo que pensaba el Papa, solo bastaba con que fuesen recordadas sus enseñanzas sobre la universalidad de los derechos humanos y de la ley moral natural, más allá de cualquier diferencia de cultura, de pueblos, de raza o nación, del rechazo que él demostraba por todas las formas de totalitarismo y opresión del hombre, y de la estima sobrenatural que él nutría por el pueblo judío como pueblo elegido, pueblo de la Antigua Alianza, pueblo del Mesías.
----------Por lo tanto, persistir en las acusaciones de nazismo hacia Pio XII (como recrudecieron en 2009 ante la decisión de Benedicto XVI) parece en este momento un signo de obstinada mala fe o pretexto para enlodar a un Venerable Maestro, Apóstol y Pastor que ha indicado a la Iglesia y a la humanidad los caminos de una "nueva cristiandad" (para decirlo con las mismas palabras de Jacques Maritain), poniéndola lejos de las insidias presentes al exterior y al interior de la Iglesia misma y anticipando las enseñanzas innovadoras y providenciales del Concilio Vaticano II, donde hay numerosas referencias al gran Pontífice, referencias ignoradas solo por aquellos que a la hermenéutica de la continuidad y de la tradición prefieren aquella corrosiva hermenéutica modernista y lefebvrista de la ruptura.

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