En mi nota de ayer traté de poner en claro que la corrupción moral en la Iglesia, particularmente el mal de la sodomía y la pedofilia en el clero, es el signo inquietante de un malestar mucho más profundo existente en el seno de la Iglesia desde hace décadas y que la ve desgarrada por fortísimas contradicciones en el campo que toca a la misma doctrina de la fe. Estas cosas han sido denunciadas repetidamente por los últimos Papas, y es un hecho irrefutable, digan lo que digan los ideólogos del herético modernismo y del abusivo tradicionalismo, ambos apartados de la Unidad Eclesial por su postura anti-Vaticano II.
----------Lo que en mi nota de ayer he querido expresar es que debemos decidirnos a reconocer que en la Iglesia hoy existen muchas herejías. Es necesario recuperar esta palabra con franqueza, competencia, y también -y que esto quede bien claro- con caridad, de hecho sobre todo con caridad. Pero la caridad no es caridad si no se basa en la verdad y si el apóstol de la verdad no se preocupa con los medios a su alcance, al costo de la propia vida, de liberar a las almas del error y de la herejía, los cuales, según san Pablo, siempre están presentes en la Iglesia y Dios los permite para fortalecer, por contraste, la misma fe de los fieles.
----------Como decíamos ayer: las verdades dogmáticas de nuestra Fe tienen su reflejo en la vida moral, las herejías que laceran nuestra Fe tienen también su reflejo en las desviaciones morales. Los extremismos modernistas y tradicionalistas que en la actualidad desgarran el vivo organismo sobrenatural del Cuerpo Místico, tienen la impronta de una profunda hipocresía, y esto conecta las herejías actuales con ese otro gran mal, tan denunciado también por el padre Leonardo Castellani: el fariseísmo, que llevó a la Cruz a Jesucristo y que también llevará a la Cruz a la Iglesia, en esta hora de su Pasión. Son las herejías, con la soberbia, la desobediencia y el escepticismo que ellas conllevan, las que han sido y son la causa profunda de la aversión por la Verdad que ha atraído a tantos pobres sacerdotes a aflojar su compromiso espiritual para ceder a las seducciones del mundo y las debilidades de la carne.
----------Volviendo a hablar de santo Tomás de Aquino, el Doctor común de la Iglesia nos recuerda que los pecados carnales ciertamente nos embrutecen y pueden ser muy graves, sin embargo, generalmente son pecados de debilidad más que de malicia, porque aquí la voluntad de algún modo cede a la pasión, por lo cual la culpa disminuye; pero que los pecados más graves, siempre según santo Tomás, son los espirituales, en los que existe verdadera deliberación y conciencia, y por lo tanto mala voluntad: la falsedad en las cosas de Dios -he aquí la herejía-, que nace de la soberbia y de la impiedad, el orgullo, el egocentrismo, la autorreferencia, la ambición, la envidia, la hipocresía, el odio deliberado y prolongado, la calumnia, la prepotencia, la lujuria por el poder, la negativa a perdonar y a pedir perdón. Estos se pueden llamar pecados diabólicos, y de hecho la Escritura llama a las herejías "doctrinas diabólicas".
----------Por supuesto que no debe tomarse al pie de la letra la calificación de herejes, porque en el actual clima de generalizada ignorancia, muchos son sólo herejes materiales, inconscientes, herejes sin darse cuenta que lo son, y por esta razón es bueno y necesario usar hacia ellos la comprensión y la tolerancia. Pero esto no significa que la herejía en sí misma no sea un pecado más grave que la sodomía o la pedofilia, así como es más grave pecar contra Dios que contra el prójimo. Y recordemos que en el Derecho Canónico la herejía todavía aparece como delito que merece una justa sanción penal.
----------En conclusión. En base a lo que ha sido dicho, yo sugeriría sobre todo a nuestros Pastores dos cosas. Primera: vuelvan a dar al pecado de herejía la importancia que merece, y que siempre ha sido dada por los pastores de la Iglesia a lo largo de toda la historia del cristianismo. Segunda: continúen ciertamente trabajando por la buena formación moral del clero, pero antes que nada preocúpense, comenzando por los seminaristas, de que los sacerdotes o futuros sacerdotes sean grandes amantes de la verdad y sepan rechazar con firmeza evangélica los errores contrarios. De hecho, es solo sobre la base de la verdad que puede nacer aquella caridad que nos lleva a purificarnos de nuestros pecados y conquistar la santidad.
Padre Filemón: Leo sus notas con gusto, y las espero todos los días. Me informan, y me dan también formación católica. No lo dudo. Pero hay algo que no termino de comprender, o no me termina de convencer. Sin duda es claro el daño que ha producido el modernismo, o neo-modernismo, en las últimas décadas, y entiendo y estoy de acuerdo con Ud. de que esos daños no tienen por causa directa los textos del Concilio Vaticano II, sino su aplicación en la práctica pastoral, y en las enseñanzas modernistas. Pero me pregunto: ¿por qué razón poner en paralelo con el modernismo el tradicionalismo? Comprendo que hay un tradicionalismo ("abusivo" como Ud. lo llama, negador del recto Magisterio postconciliar); pero no entiendo por qué atacar a todo el tradicionalismo en su conjunto.
ResponderEliminarOjalá pudiera responderme o explicarlo en alguna próxima nota.
Maryluz: Yo entiendo que Fr Filemón habla de dos herejías, o al menos errores en la fe: modernismo y tradicionalismo. El modernismo sabemos lo que es (véase la Pascendi Pio X, por ejemplo, o el Syllabus, de Pio IX), y también sabemos lo que es el neo-modernismo (véase la Humani Generis, de Pio XII). Mientras que el "tradicionalismo" al que se refiere Fr Filemón es el que otros llaman "fijismo" o "tradicionalismo fijista": una ideología que cierra la tradición a capricho en determinada época (el capricho es siempre ideológico, y pueden ser razones políticas, o litúrgicas, o sentimentales, pero no dogmáticas).
ResponderEliminarMaryluz: me da la impresión que el padre Filemón es exponente de una línea media actual en la Iglesia. Los tradicionalistas la llaman la línea de los "neoconservadores", "neocones", pero a mí no me gusta ese apelativo, es siempre despectivo, y brota del fanatismo ideológico, que usa la táctica de etiquetar con calificativos a los adversarios, para estigmatizarlos. Todo calificativo de ese tipo brota, al fin de cuentas, de la incapacidad del "ideólogo" por dialogar, por su incapacidad siquiera de pensar con lógica. No admite el diá-logo, porque no soporta el Logos, el Verbo, la Verdad.
ResponderEliminarAnónimo de las 6:34
ResponderEliminarNo se trata de línea media ni de neocones, a mi parecer.
De lo que se trata es de Fe. Y la Fe es el acto de obediencia a lo que Dios Revela, por la autoridad del mismo Dios que revela, que no se engaña ni nos puede engañar.
Ahora bien, nuestra Fe en la Revelación de Cristo se mediatiza a través del Magisterio de la Iglesia, que nos ofrece la interpretación Católica de la Escritura y Tradición, que son las dos fuentes de la Revelación.
Y el Magisterio no se "fija" en Trento, ni en el Vaticano I, ni siquiera en 1958 o 1962, sino que el Magisterio es la mediación viva de la viva Tradición de la Iglesia.
No es ninguna línea media, ninguna ideología media entre las dos ideologías abusivas: la del modernismo y la del tradicionalismo fijista.
No es ideología, es simplemente: FE CATOLICA.
Estimado fr Filemón:
ResponderEliminarmuy acertada su nota y muy interesante el análisis que busca llegar a la raíz del problema. Ciertamente que la herejía es madre de pecados.
Sabemos que los problemas morales del clero se extienden por todo el arco ideológico: sea lefebvristas que ultramodernistas. Aunque también -hay que decirlo- en aquellos que de ninguna manera podrían ser tildados de esas ideas como Schönstatt, Sodalitium, Legionarios... Y estamos hablando de los fundadores. No sé si es que la revolución sexual entró por todos lados o que tal vez siempre existió y ahora se conoce mejor.
Estoy seguro que ninguna de las personas que cayeron en esos pecados entró a un seminario para cometerlos, sino para servir a Dios.
Sin embargo esos pecados contradicen abiertamente el estado de vida elegido y la misión recibida y aceptada.
El modernismo es una herejia condenada por la Iglesia. El llamado "tradicionalismo abusivo" es una construcción intelectual del autor, respetable por cierto, pero que no puede ser puesta en pie de igualdad con una herejía condenada de modo explícito.
ResponderEliminarJornadas: Lo que el autor llama "tradicionalismo abusivo", y que usted dice que es una "respetable construcción intelectual" es simplemente el nombre dado a otra herejía: la negación del Magisterio de la Iglesia, rectamente entendido.
ResponderEliminarLa herejía es una negación pertinaz a una verdad que ha de ser creída con fe divina y católica. El concepto de "tradicionalismo abusivo" es vago, y ni refiere puntalmente a qué verdades son negadas de modo pertinaz. Y en estas materias el principio hermeneutico es la restricción, no la amplitud.
ResponderEliminarJornadas: Se ve que Ud. probablemente (sólo lo supongo) no ha frecuentado el blog de nuestro querido padre Filemón. Se comprende entonces lo que Ud. dice.
ResponderEliminarLe doy un ejemplo: los que leemos al padre Filemón cuando escribe "tradicionalismo abusivo", le comprendemos que se quiere referir, por ejemplo (y sólo es un ejemplo) a aquellos pseudo-tradicionalistas que, por ejemplo, se han quedado en 1958 o 1962, y rechazan el Concilio Vaticano II o, para decirlo de un modo más preciso, rechazan "los progresos en la continuidad de la Tradición" que ha hecho el Concilio Vaticano II o el Magisterio de los Papas del postconcilio.