sábado, 4 de julio de 2020

Recordando aquellos teólogos prohibidos por Pio XII

Buena parte del día de ayer me la pasé recordando la teología de las décadas inmediatamente anteriores al Concilio Vaticano II, desempolvando viejos libros de historia y manuales de teología sistemática de aquellos tiempos, refrescando datos y reavivando recuerdos. ¿Qué resultó de todo ese ejercicio de memoria? Algunas ideas para más adelante y, al menos ahora, esta breve notita de sábado en el blog.
   
----------El papa Juan XXIII, en su discurso para la solemne apertura del Concilio Vaticano II, expresó: "Al iniciarse el Concilio (...) es evidente como nunca que la verdad del Señor permanece para siempre. Vemos, en efecto, al pasar de un tiempo a otro, cómo las opiniones de los hombres se suceden excluyéndose mutuamente y cómo los errores, luego de nacer, se desvanecen como la niebla ante el sol. Siempre la Iglesia se opuso a estos errores. Frecuentemente los condenó con la mayor severidad. En nuestro tiempo, sin embargo, la Esposa de Cristo prefiere usar la medicina de la misericordia más que la de la severidad. Ella quiere venir al encuentro de las necesidades actuales, mostrando la validez de su doctrina más bien que renovando condenas".
----------Monseñor Aloysius John Wycislo [1908-2005], quien fuera obispo de la diócesis de Green Bay, Wisconsin (USA) de 1968 a 1983, escribió con opinión favorable sobre los peritos progresistas: "teólogos y eruditos bíblicos, desacreditados durante varios años, que resurgieron entonces como periti", o sea expertos en teología, asesorando a los Padres conciliares, siendo sus artículos, libros y conferencias post Vaticano II, muy populares. Wycislo escribió además que "la encíclica Humani Generis del papa Pío XII había tenido (...) un efecto devastador en los trabajos de considerable número de teólogos preconciliares"; y explica que "durante los trabajos preliminares del Concilio, continuaban desacreditados aquellos teólogos (franceses en su mayoría, pero también algunos alemanes) cuyas actividades habían sido cohibidas por Pío XII. El Papa Juan, discretamente, retiró la interdicción que afectaba a algunos de los más influyentes. Sin embargo, muchos de ellos continuaron siendo vistos con desconfianza por los responsables del Santo Oficio".
----------En este punto, es fundamental la declaración de un testigo ocular en el seno mismo del Vaticano II: mons. Rudolf Bandas, por entonces perito conciliar. Bandas expresó: "No hay duda que el buen papa Juan se imaginaba que estos teólogos sospechosos llegarían a rectificar sus ideas, y que prestarían entonces un sincero servicio a la Iglesia. Pero sucedió exactamente lo contrario. Apoyados por ciertos Padres conciliares así llamados 'del Rin', y actuando con frecuencia de modo francamente grosero, se volvían a los participantes y exclamaban: 'Fijaos, nos han nombrado expertos: nuestras ideas fueron aprobadas'. (...) En el primer día de la cuarta Sesión, cuando nada más llegué a mi tribuna en el Concilio, la primera declaración emitida por la Secretaría de Estado fue: 'No se nombrarán más periti'. Pero ya era demasiado tarde. La gran confusión estaba en marcha". Los teólogos que habían sido de algún modo prohibidos durante el pontificado de Pío XII, y luego rehabilitados en el Concilio convocado por el papa Juan XXIII, eran: Hans Küng, Karl Rahner, John Courtney Murray, Yves Congar, Henri de Lubac, Edward Schillebeeckx y Gregory Baum.
----------Específicamente, Marie-Dominique Chenu OP [1895-1990] era un firme defensor de la llamada nouvelle théologie que Henri de Lubac SJ [1896-1991] había popularizado. Por sus ideas progresistas, Chenu había sido condenado en 1942 bajo el pontificado de Pío XII. Su libro Une école de théologie fue puesto en el Index librorum prohibitorum, y Chenu fue destituido del cargo de rector del Colegio Dominico de Le Saulchoir.
----------Fue el padre David L. Greenstock OP, uno de los primeros en llamar la atención sobre los peligros de las ideas que, pese a las condenas, seguían vigentes en los ambientes universitarios católicos. En su artículo Thomism and the New Theology, en la revista Thomist (n.13, 1950, p.567), contra la Nueva Teología de Chenu y de Lubac, explicitó los peligros de ese sistema y el motivo de su condenación. Greenstock resaltaba que los partidarios de la Nueva Teología rechazan la filosofía aristotélico-tomista, prefiriendo las filosofías modernas. "Débese hacer esto, decían, a fin de captar el interés del 'hombre moderno', que considera 'irrelevante' la filosofía tomista. El resultado es que la teología católica se ve bruscamente privada de su sólido fundamento filosófico, y es 'injertada' en los mutables sistemas filosóficos del siglo XX, la mayor parte de los cuales tienen por fundamento el ateísmo y el agnosticismo".
----------Chenu rechazaba también la inmutabilidad de la Doctrina Católica, afirmando que la fuente de toda la Teología no es un dogma inmutable, sino más bien la experiencia vital de la Iglesia en sus miembros, inseparable de la Historia. Así, pues, estrictamente hablando -explicaba Greenstock-, Chenu mantenía la idea de que "la Teología es la vida de los miembros de la Iglesia, y no una serie de conclusiones extraídas de datos revelados, con la ayuda de la razón": una premisa flexible, imprecisa y errónea. En conclusión: Chenu sostenía que la religión puede y debe mudar con el tiempo, según lo exijan las circunstancias. Greenstock explicó, además, que los partidarios de esa Nueva Teología son al mismo tiempo heterodoxos y fraudulentos: "La principal tesis del partidario de este nuevo movimiento -escribió- es que, para sobrevivir, la teología tiene que cambiar con el paso del tiempo. Simultáneamente, se muestran muy precavidos en repetir todas las proposiciones fundamentales de la teología tradicional, casi como si no tuviesen ninguna intención de atacarla. Esto es absolutamente cierto en el caso de escritores como los padres de Lubac, Daniélou, Rahner (...) Es indudable que todos ellos se hallan en el centro de este movimiento". 
----------En su famoso ensayo de 1946, La nouvelle théologie où va-t-elle? (¿Adónde nos lleva la Nueva Teología?), el padre Reginald Garrigou-Lagrange [1877-1964], insigne teólogo dominico, explicaba cómo los divulgadores de la Nouvelle Theologie (Blondel, de Lubac, Chenu) desvirtuaban completamente el concepto de la inmutabilidad de la Verdad y, de esa forma, la Nueva Teología sólo podía conducir hacia una única dirección: en línea recta hacia el modernismo. Decía Garrigou Lagrange: "En conclusión: ¿a dónde va la Nueva Teología? Ella vuelve al modernismo. Porque aceptó la proposición que era intrínseca al modernismo: esa de sustituir, como si fuese ilusoria, la definición tradicional de la verdad: adequatio rei et intellectus (la adecuación del intelecto con la realidad) por la definición subjetiva: adequatio realis mentis et vitae (la adecuación del intelecto con la vida)". 
----------Mientras tanto, los padres Chenu y de Lubac, promediando el pontificado de Pío XII, venían recibiendo ocultamente la protección y el estímulo nada menos que del cardenal Emmanuel Célestin Suhard [1874-1949], arzobispo de París, quien también era por aquellos años promotor del movimiento de los sacerdotes obreros. Fue el propio cardenal Suhard quien le dijo a Chenu que no se preocupara, porque "dentro de veinte años todos en la Iglesia estarán hablando como tú". Como se ve, el Cardenal predijo con exactitud la influencia dañina que tendría en la Iglesia el pensamiento neo-modernista. 
----------De hecho, muchos clérigos, particularmente franceses, comenzaron a pensar y hablar en los años cincuenta y sesenta, como Chenu. ¿Acaso puede extrañar que en el ambiente optimista generado por el Concilio Vaticano II, aquellas iniciales ideas de Chenu se difundieran como fuego de verano en un bosque?... A principios de la década de los sesenta, el padre Chenu fue uno de los muchos teólogos radicales invitados por Juan XXIII para el Concilio Vaticano II. Y cuando la asamblea conciliar se clausuró, debido a la tendencia progresista a la que el Concilio daba impulso, el padre Chenu vio muchas de sus teorías, que antes habían sido condenadas formalmente, incorporadas ahora de un modo ambiguo e implícito, en los textos del Vaticano II, en especial en la constitución Gaudium et Spes. Chenu relata con satisfacción que precisamente aquellos puntos que habían dado motivo a la condenación de su obra en 1942, fueron, en nombre del Concilio, rehabilitados por los miembros de la Jerarquía, si no explícitamente en los textos, al menos en las maneras como se los interpretaba.
----------Por lo que respecta a Hans Küng [1928-], actuó durante el Concilio en estrecha colaboración con otros teólogos radicales, como Yves Congar [1904-1995], Karl Rahner [1904-1984], Edward Schillebeeckx [1914-2009], y también Joseph Ratzinger, futuro papa Benedicto XVI (quien afortunadamente logró eliminar pronto de su bagaje intelectual la mala semilla). En los años setenta, sin embargo, como Küng hubiera ido "demasiado lejos", fue censurado por el Vaticano, a causa de ciertas opiniones heréticas, entre las cuales: su rechazo de la infalibilidad de la Iglesia, su afirmación de que los Obispos no reciben de Cristo la autoridad para enseñar, su insinuación de que cualquier laico bautizado tiene la capacidad de realizar la transustanciación, su negación de que Cristo sea consustancial con el Padre, su insidioso combate a ciertas doctrinas (no especificadas) que se refieren a la Virgen María.
----------Historia magistra vitae... Mucho de todo esto ya es agua pasada, y otro poco, remanente. La teología hoy ya no es aquella, ha cambiado, un poco para bien, otro poco para mal. ¿Cuál será la que vendrá? ¿Habrá una restauración? ¿O ya no habrá tiempo para teología?... ¿Habrá un después... para la Iglesia y para el mundo? No lo sé... Tampoco hoy sabemos si habrá un después al Coronavirus...

3 comentarios:

  1. Monseñor Oliveri, obispo de Albenga, observa en "Studi Cattolici", junio de 2009, que "no pocos de los malos intérpretes postconciliares del Concilio trabajaron en éste". También Monseñor Gherardini escribe, tocante a los "peritos" del Concilio, que si bien Rahner, Schillebceckx, Küng y Boff asestaron a la Tradición "hachazos directos", otros "célebres peces gordos, como Von Balthasar, De Lubac, Daniélou, Chenu y Congar le propinaron hachazos indirectos" (Gherardini, Concilio Ecuménico Vaticano II. Un discorso da fare). De ahí que el post-concilio, que se en gran medida se caracteriza por la ruptura con la Tradición, no carezca de raíces en el Concilio (Gherardini, op. cit., pág.99).

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  2. Hay quienes suelen calificar de este modo los teólogos del neo-modernismo que condenó en su tiempo Pio XII:
    Ante todo lo señalan a Teilhard de Chardin como padre del neomodernismo.
    Luego, en un grupo de neomodernismo moderado ubican a: Henri de Lubac, Marie-Dominique Chenu, Jean Daniélou, y a Hans Urs Von Balthasar.
    Identifican a Yves Congar en el neomodernismo extremista.
    Hablan luego de un postmodernismo radical, ubicando aquí a: Karl Rahner, y a Edward Schillebeeckx.
    Mientras que a Hans Küng lo ubican en el postmodernismo ultrarradical
    ¿Qué tan verdadera es esta categorización?

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  3. Se puede afirmar que los “neoteólogos” (teólogos de la Nueva Teología), que participaron en el Concilio Vaticano II (en persona o entre bastidores) en calidad de “peritos” (del Rin que desembocó en el Tíber), se dividen en ultra-progresistas y semi-progresistas. Los primeros (Rahner, Küng, Schillebeeckx, Congar, Chenu) tienden al panteísmo, pero a un panteísmo ascendente en el que el hombre se hace Dios (panteísmo pan-cosmista). Los segundos, en cambio, tienden también al panteísmo, pero es el suyo un panteísmo descendente: es Dios el que absorbe en sí al mundo y al hombre (panteísmo a-cosmista). Lo que tienen en común es la sustancia de la filosofía inmanentista, al paso que lo que los distingue es un accidente: el modo en que viven y expresan el inmanentismo, más radicalmente los primeros, con mayor moderación los segundos.

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