viernes, 24 de julio de 2020

Renovadores y Conservadores ante el Concilio Vaticano II, el ejemplo de Jacques Maritain y el cardenal Giuseppe Siri

En la nota de ayer, un comentario en el foro me ha dado la sencilla pista, que no advertí antes, para una mejor denominación de las dos corrientes minoritarias que estuvieron en pugna durante el Concilio Vaticano II. Evitando los inadecuados términos de "tradicionalistas" y "progresistas" (que siempre necesitan ser explicados) es mucho mejor usar los términos "conservadores" y "renovadores".

----------Tanto los conservadores como los renovadores han sido durante el Concilio y postconcilio, y continúan siendo hoy dos corrientes absolutamente legítimas, dos actitudes con todo derecho en la Iglesia, las cuales quizás tengan sus defectos, pero pueden coexistir eclesialmente, mientras se mantengan fieles al Magisterio, que es lo mismo que decir fieles a la genuina y tradicional Fe católica. Repito lo que dije ayer: durante el Concilio los pros y los contras estaban en ambos bandos; tanto los conservadores como los renovadores tenían sus virtudes y defectos. Los conservadores eran evidentemente virtuosos en la defensa de los valores absolutos y perennes; sin embargo, algunos de ellos acentuaban tanto esa tendencia que llegaban al extremo de luchar por conservar cosas ya superadas, confundiendo Tradición y tradiciones, y es claro que ese fue su grave defecto. Los renovadores aspiraban a que la asamblea conciliar propusiera la Fe de siempre en un lenguaje adecuado a los nuevos tiempos y, en consecuencia, reformara su apostolado con loables novedades; sin embargo, algunos de ellos manifestaban una clara nostalgia por el modernismo condenado por Pío IX y san Pío X, o por las corrientes neo-modernistas contra las que había luchado el papa Pio XII.
----------Otra cosa muy distinta hay que decir acerca de los tradicionalistas y los progresistas, porque si estos dos términos se entienden con precisa semántica implican una exageración, una absolutización, tanto de la Tradición (el tradicionalismo) como del Progreso (el progresismo). Ni tradicionalismo ni progresismo (ambos abusivos) tienen legitimidad de iure en la Iglesia, aunque tanto los tradicionalistas como los progresistas de facto merecen ser escuchados y comprendidos, si es que se aspira a su ansiada corrección, para poder hallar la unidad y la paz que la Iglesia hoy tanto necesita.
----------Me gustaría hoy recordar a dos personalidades a las que ya hice referencia en este blog, el cardenal Giuseppe Siri [1906-1989] y el filósofo Jacques Maritain [1882-1973], quienes a mi entender son ejemplos preclaros de católico conservador, el primero, y renovador, el segundo, pero que de ningún modo representan a los abusivos tradicionalismo y progresismo tal como acabo de explicarlos. En el momento actual de la Iglesia, y particularmente en el actual momento de la cultura católica, en el que es necesario por una parte más que nunca la unión de las fuerzas y, por otra parte, hacer claridad sobre lo que quiere decir ser católico, creo que  puede ser útil una brevísima comparación entre estas dos grandes y conocidas figuras.
----------Es interesante recordar a estos dos eminentes representantes del catolicismo del siglo pasado, no solo por la importancia que ellos en sí mismos han tenido y siguen teniendo, y por la vasta influencia que han ejercido en la teología, la filosofía, las costumbres, la vida eclesial y en particular sobre el compromiso de los católicos en la vida social y política de la segunda mitad del pasado siglo, sino también por su actitud hacia el Concilio Vaticano II y la interpretación de sus documentos, cuestión que estuvo muy viva durante el reciente pontificado de Benedicto XVI, y que parece querer renovarse actualmente, a pesar de las seis décadas transcurridas desde el cierre de la gran asamblea eclesial.
----------El laico Jacques Maritain y el cardenal Giuseppe Siri son dos figuras que están unidas por un común y profundo amor por la Iglesia y fidelidad al Sumo Pontífice, por un gran apego a la verdad católica, apego fundado por una vasta cultura filosófico-teológica anclada a la escuela de santo Tomás de Aquino y a la gran Tradición eclesial, en un constante compromiso por la difusión y la defensa de la verdad, y en una conducta de vida ejemplar, animada por una fe profunda, en la puesta en práctica generosa de los dones recibidos de Dios, por un lado en el apostolado intelectual al servicio de la Iglesia y de la humanidad en el caso de Maritain, y por otro lado en la guía iluminada e iluminadora de la gran arquidiócesis de Génova, en el caso de Siri, Príncipe de la Santa Romana Iglesia, intrépido sostenedor y defensor de la Esposa de Cristo, en la confrontación arriesgada y a veces penosa con las poderosas fuerzas de la modernidad.
----------Dejando a un lado estos dos factores de unidad, amor por la Iglesia y fidelidad al Papa, por lo demás fundamentales, entre estas dos personalidades, son evidentes también las diferencias y contrastespodríamos decir, diferencias entre ambos que no siempre son de fácil evaluación y discernimiento, un contraste que ha suscitado muchísimas discusiones y también excesivas polémicas. Pero antes de indicar esas diferencias, vale aclarar que tanto Siri como Maritain, no solo nunca han sido objeto de censura por parte de la Iglesia, sino que siempre han disfrutado de la estima y aprobación de los Sumos Pontífices: Maritain, notoriamente admirado por Pablo VI, quien le entregó al término del Concilio, el mensaje conciliar a los intelectuales; y reconocido también por el papa san Juan Pablo II, cuando en 1982 escribió una carta de alabanza al filósofo francés dirigida al profesor Giuseppe Lazzati [1909-1986] en ocasión de un congreso sobre Maritain organizado por la Universidad católica de Milán, y en la encíclica Fides et Ratio cuando presenta a Maritain como maestro entre otros eminentes representantes de la cultura cristiana. En cuanto al cardenal Siri, es bien conocido el número de los seguidores que el arzobispo de Génova ha tenido dentro de la Iglesia, a tal punto que, después de la muerte del papa Pablo VI, como se sabe, poco faltó para que fuera elegido su sucesor, si él, debido a su modestia, no hubiera renunciado a la propuesta de los Cardenales.
----------En cuando a las diferencias entre ambos son fáciles de indicar: se encuadran en esa oposición que, madurada en el catolicismo desde la época de san Pío X entre conservadores y renovadores, salió a plena luz durante las labores del Concilio Vaticano II, para continuar hasta hoy, aunque no siempre del mismo modo. Lo que intento decir es esto: la natural confrontación entre conservadores y renovadores, si por una parte en algunos casos se manifiesta en un debate recíprocamente respetuoso como ha sucedido entre Jacques Maritain y el cardenal Siri, por otra parte, desafortunadamente, registra a veces la confrontación que ha degenerado en el choque, que ha llevado a una y otra parte a asumir posturas sectarias, facciosas y cismáticas por no decir heréticas, saliendo de los legítimos límites de una sana dialéctica entre posiciones recíprocamente complementarias. Vale decir: la legítima confrontación entre conservadores y renovadores, degenera a veces en la confrontación entre los abusivos tradicionalistas y progresistas. Me estoy refiriendo, por supuesto, a los partidos opuestos de los lefebvrianos o filo-lefebvrianos y de los modernistas, que todavía hoy, y sobre todo hoy, crean tantas serias dificultades para la serena y constructiva vida eclesial, un gravísimo problema que todos los verdaderos católicos esperan que cuanto antes posible sea resuelto, porque se está prolongando demasiado tiempo con serios daños para las almas y graves obstáculos para la verdadera implementación del Concilio Vaticano II, lejos de los desmadres del postconcilio.
----------Es cierto que también entre las dos tendencias a las que pertenecían Maritain y Siri hubo recíprocos malentendidos, mutuas malas interpretaciones y equívocos, pero no ciertamente como ha sucedido y está sucediendo entre modernistas y lefebvrianos. Maritain veía en los tradicionalistas una oposición exagerada a la modernidad, una oposición que tuvo como consecuencia en la vida eclesial y en el compromiso temporal de los católicos una excesiva renuencia respecto a la colaboración con fuerzas políticas no católicas. Siri, por su parte, más atento que Maritain al valor de la Tradición, veía no sin razón en el progresismo católico, y en particular en Maritain, una participación excesiva en el diálogo con la modernidad, con el riesgo de enfatizar tanto la autonomía de lo temporal, como para hacer de lo temporal casi un polo por sí mismo separado de la esfera superior de los valores últimos y sobrenaturales de la vida del cristiano.
----------El cardenal Giuseppe Siri expresa esta preocupación en su famoso libro de 1980: Getsemaní, dedicado a la denuncia de la tendencia modernista verificada después del Concilio Vaticano II, libro en el cual a una justa crítica a Rahner y de Lubac, Siri acompaña también una crítica precisamente a Maritain, donde el arzobispo de Génova no muestra haber comprendido verdaderamente al filósofo francés, acusándolo del dualismo (mencionado en el párrafo anterior), cuando, en cambio, todo quien haya de veras profundizado en el pensamiento maritainiano, no tendría ninguna dificultad en demostrar que Maritain, a la luz del pensamiento tomista y de las enseñanzas sociales de la Iglesia, en las cuales se fundaba, nos enseña precisamente el modo de evitar ese nefasto dualismo y realizar un "humanismo integral", en el cual el compromiso católico por el bien común temporal esté perfectamente ordenado al logro de las finalidades sobrenaturales de la vida cristiana. Efectivamente, su Humanismo Integral, y otros libros sociopolíticos del Maritain de la post-Guerra, se ven afectados de cierta ambigüedad y dificultad de comprensión, pero pueden ser interpretados en el sentido rectamente católico que acabo de enunciar.
----------Por cierto, un elemento que une a Maritain y Siri es haber entendido y apreciado el verdadero sentido del mensaje del Concilio Vaticano II. Por un lado Maritain, en la clave de un sano progresismo respetuoso de la tradición, y por otro lado Siri, en la clave de un sano tradicionalismo abierto al progreso, pero hermanados ambos en la común cristalina fe católica y plena comunión con la Iglesia. El cardenal Siri, quien según algunos pasaba por ser un reaccionario contrario al "espíritu del Concilio", decía que "los documentos del Concilio debían leerse de rodillas", mientras que para Maritain el mensaje conciliar era "el verdadero fuego nuevo". Maritain, el mismo que aparecía como "modernista" para algunos, esos mismos que acusaban y acusan al Concilio de "modernismo", es el mismo Maritain que en Le Paysan de la Garonne del año 1966 previó el resurgimiento del modernismo, ese modernismo postconciliar falso intérprete del concilio, y el mismo Maritain que lanzó un lúcido ataque contra el modernismo actual, un ataque tan preciso e intelectualmente lúcido que ni siquiera se encuentra entre los más agresivos tradicionalistas actuales.
----------Naturalmente, es posible encontrar defectos tanto en uno como en otro personaje, nadie lo duda y aquí no lo estoy negando. Pero se trata de defectos que no afectan la genuinidad de su fe católica y la generosidad valiente de su servicio a la Iglesia, a la cultura y a la sociedad en el campo de la justicia y de la paz.
----------De este modo, el típicamente dialogante Maritain escribió una crítica rigurosa del comunismo, y el típicamente anticomunista Siri, al final de su vida, mostró una sensibilidad extraordinaria hacia los problemas de la clase trabajadora, al punto de atraerse su estima y reconocimiento.
----------En la actual controversia acerca de la interpretación de los documentos del Concilio Vaticano II, invito a los lectores a ver a estos dos grandes católicos como a mí me gusta verlos: como dos verdaderos campeones de la fe y ejemplos de virtud cristiana, que pueden interceder hoy desde el cielo por nosotros, y por la paz de la Iglesia, hoy torturada por las divisiones y a la búsqueda de la verdadera interpretación e implementación de la gran asamblea conciliar de nuestros tiempos.

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