sábado, 11 de julio de 2020

Hay que resolver los problemas, no eliminarlos (2/2)

Las consideraciones que hice en mi nota de ayer son importantes en relación con el actual debate acerca del significado doctrinal y la interpretación de las nuevas doctrinas contenidas en el Concilio Vaticano II.

----------Con lo ayer dicho, hablar de progreso en la doctrina católica no debería encender luces rojas en la mente de ningún fiel católico, a menos que en él el Catecismo Católico haya sido sustituido por la ideología nacida del tradicionalismo abusivo, incluyendo al lefebvriano. Con lo que hemos reflexionado ayer, ningún lector debería tener duda de que de las propias palabras de Cristo surge la enseñanza de que la Tradición (tradere = la transmisión, escrita y no escrita, de la Revelación) es algo vivo: no porque cambie su contenido (el cual permanecerá inmutable hasta el fin de los siglos), sino porque la Iglesia, los hombres en la Iglesia, obtenemos un conocimiento cada vez mejor y más claro de esos contenidos de la Revelación de Nuestro Señor Jesucristo, a través del tiempo, y hasta la plenitud de la Verdad.
----------De ahí que el papa emérito Benedicto XVI, cuando durante su pontificado tuvo la plenitud del munus docendi, pudo hablar de una hermenéutica de la novedad en la continuidad, como modo de interpretar el progreso o reforma que se advierte en los documentos del Concilio Vaticano II. Y pudo hablar de ese modo no como "teorizando" una opinión personal como opinan desviadamente algunos, sino ejerciendo su Magisterio Supremo. Y dado lo crucial que hoy es la polémica acerca de la interpretación del Vaticano II para el futuro de la Iglesia, por esa razón vengo diciendo que la hermenéutica de la reforma o progreso en la continuidad ha sido una de las máximas enseñanzas del Magisterio del papa Benedicto.
----------En Cuyo existe una antigua tradición cultural católica vinculada a las enseñanzas del padre Leonardo Castellani. Por eso, para hacerme entender, sabiendo que muchos católicos mendocinos cultos pueden comprender lo que digo, ayer comparé la hermenéutica conciliar enseñada por el papa Benedicto XVI con la hermenéutica bíblica enseñada por el papa Pío XII. Cualquiera que haya leído a conciencia las obras de Castellani, cualquiera que haya leído El Apokalypsis de San Juan, o Los Papeles de Benjamín Benevídez, o Cristo vuelve o no vuelve?, o las homilías de El Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo, sabe que la primacía del sentido literal para una recta hermenéutica bíblica es una de las grandes enseñanzas del papa Pío XII, particularmente en esa gran encíclica de 1943, Divino afflante Spiritu, publicada en tiempos de la ardiente lucha contra los errores neo-modernistas, cuando aquel modernismo condenado por el papa san Pío X comenzaba a salir de la clandestinidad en la que se había refugiado.
----------Sería un error en la fe (además de un insulto a la memoria del benemérito papa Pacelli) decir que Pío XII sólo "teorizó" de modo personal acerca del modo de interpretar la Biblia, pero no ejerció Magisterio con su enseñanza acerca de la primacía del sentido literal, y que tal hermenéutica pudiera alguna vez "fracasar". De modo similar, seria un error en la fe, además de un insulto al munus docendi ejercido por el papa Benedicto XVI durante su pontificado, afirmar que el papa Ratzinger meramente "teorizó" acerca de la hermenéutica de la novedad en la continuidad para interpretar los documentos del Concilio Vaticano II, y que tal hermenéutica pudiera esencialmente ser un "fracaso". Se podrá hablar de "fracaso histórico", sí, pero no de la propia hermenéutica de la continuidad, sino de aquellos que debiendo aplicarla no la aplican. Y porque ella no se aplica, por eso seguimos viviendo los desastres del ruinoso postconcilio causado tanto por los desviados modernistas como por los abusivos tradicionalistas, precisamente porque tanto los unos como los otros rechazan el verdadero Concilio Vaticano II, pues ambos lo entienden como ruptura de la Tradición, rechazando la hermenéutica de la continuidad enseñada por Benedicto XVI.
----------Diez años atrás, promediando el pontificado del papa Ratzinger, surgió muy vivo y pujante el debate acerca de la recta interpretación del Concilio Vaticano II. Grandes eclesiólogos y expertos en Teología Fundamental participaron en disputas académicas y congresos de teología celebrados en Roma y fuera de Roma, acerca de esa gran cuestión sometida a debate con el impulso del propio Romano Pontífice, quien personalmente se valió de su munus docendi enseñando luminosamente la norma interpretativa: la hermenéutica de la reforma en la continuidad. Sobrevino después el actual pontificado del papa Francisco, quien ya no alienta tal debate, que ha quedado casi reducido a las intervenciones mediáticas de las últimas semanas, a gran distancia de la seriedad teológica y nivel académico de los congresos de una década atrás.
----------Los fieles católicos que hoy están interesados en estos temas (en realidad sólo una minoría, pues el católico promedio permanece alejado de estas preocupaciones), vive hoy tironeado por opiniones contrastantes y fanatizadas. Por eso he querido con la nota de ayer y la de hoy, hacer pie simplemente en la Revelación, y en el Magisterio intérprete de ella, para tratar de aportar algo de luz en la cuestión debatida: la recta interpretación de las enseñanzas magisteriales del Concilio Vaticano II.
----------Existen actualmente al respecto, en el mundo católico, dos posiciones, ambas equivocadas, y equivocadas por varios motivos que a continuación detallo someramente:
----------1) Existe la corriente neo-modernista, la cual exalta las doctrinas del Concilio Vaticano II, convirtiéndolo un Super-Concilio, en ruptura con el magisterio precedente. El neo-modernismo exalta las enseñanzas del Vaticano II, pero las interpreta mal y las pone en contraste y ruptura con el Magisterio precedente y con la Tradición católica, rechazando por otra parte la inmutabilidad de los conceptos dogmáticos y cayendo por consiguiente en una concepción relativista de la Doctrina católica. Los neo-modernistas tienden a reducir el elemento doctrinal a pastoral, agravando así aún más su relativismo, dado que en el campo pastoral efectivamente la Iglesia puede cambiar y no es infalible.
----------2) Y existe (dentro de la Iglesia) una corriente tradicionalista, aunque tratando de deslindar de esto a los correctos defensores de la Tradición yo prefiero hablar de corriente tradicionalista abusiva, cercana a los lefebvrianos (fuera de la Iglesia), corrientes que, tomando como pretexto el hecho de que en el Concilio no se definieron nuevos dogmas, sostiene que se trata de un Concilio solo pastoral, para el cual, también, consciente de que de hecho en temas pastorales la Iglesia puede equivocarse, es una corriente que se toma la libertad de relativizar las doctrinas conciliares, acusándolas eventualmente de estar en ruptura con la "Tradición", pero no la verdadera Tradición de la que hemos hablado largamente, sino una pseudo-tradición, entendida no como una etapa avanzada de la Tradición interna al Concilio, sino como fase precedente al Concilio, en nombre de la cual quisieran rechazar la fase más avanzada representada por el Concilio.
----------Estos tradicionalistas abusivos (no rectos defensores de la Tradición) son incapaces de reconocer el progreso doctrinal operado por el Concilio Vaticano II y, por lo tanto, no consiguen ver la continuidad de las doctrinas conciliares con las del precedente Magisterio. De modo que los neo-modernistas y filo-lefebvrianos actuales coinciden en interpretar el Concilio como ruptura de la tradición.
----------La posición correcta en cambio, tal como ha sido enseñada por el papa Benedicto XVI en repetidas ocasiones con su fórmula "continuidad en la reforma" (o en el progreso), es afirmar:
----------1) Contra los modernistas: 1° hay que afirmar la inmutabilidad de los conceptos dogmáticos y, al mismo tiempo, hay que afirmar un sano progreso dogmático en los términos a los cuales he mencionado anteriormente; en el sentido de que en el progreso dogmático no cambian los conceptos, sino que los nuevos se suman a los precedentes, en continuidad con ellos; 2° por lo tanto, se debe afirmar la continuidad de las doctrinas del Concilio Vaticano II con las doctrinas del Magisterio precedente; 3° hay que afirmar que la teología no se resuelve en la pastoral (que además es de naturaleza relativista) sino que la pastoral es aplicación (cambiante según las circunstancias históricas) de la teología dogmática.
----------2) Contra los filo-lefebvrianos: 1° hay que afirmar que el Concilio no es solo un Concilio pastoral sino también un Concilio dogmático; 2° hay que afirmar por lo tanto que, aún cuando no se definan nuevos dogmas, contiene doctrinas infalibles, es decir, absoluta y perpetuamente verdaderas; 3° hay que afirmar que las nuevas doctrinas no están en contradicción con las del Magisterio precedente; 4° y que estas doctrinas no están en contraste con la Tradición, sino que son una etapa más avanzada.
----------El trabajo que hoy se nos impone a los católicos (al menos a los católicos cultos preocupados por estos temas y, de modo especialísimo, se impone a nosotros los teólogos y pastores) es doble:
----------1°) La recepción convencida de las doctrinas del Concilio Vaticano II, pero rectamente interpretadas, o sea en fidelidad a la interpretación hecha por la Iglesia del postconcilio, o sea, por el Magisterio postconciliar, que a lo largo de estos más de cincuenta años ha venido esclareciendo su enseñanza.
----------2°) Tener siempre presente que nos es muy lícito hacer oportunas reservas o incluso críticas a ciertos aspectos de la pastoral enseñada por el Concilio Vaticano II, o sea a aquellos datos pastorales suyos que muestran una excesiva indulgencia frente a los errores modernos y, por lo tanto, no proporcionan adecuadas indicaciones sobre cómo discernirlos, criticarlos y refutarlos.
----------Porque después de más de cincuenta años de aplicación de la pastoral del Vaticano II, hoy se han vuelto siempre más claros los efectos negativos de dicha pastoral, tanto en el campo de la liturgia, como en el de la espiritualidad, o de la teología, o la moral, o la disciplina eclesiástica, o las costumbres, o la conducta personal y social de individuos y grupos, o en el campo de la cultura, o de la familia, o la economía, o la política, y de la misma ortodoxia de la fe. Todo ello puede y debe ser corregido.
----------Aparece por lo tanto cada vez más necesario una intervención orgánica de la Iglesia y de la Jerarquía: para aclarar definitivamente cuáles son los puntos de doctrina que deben mantenerse con respecto a la fe católica, a fin de evitar toda instrumentalización y todo malentendido; para corregir los errores pastorales, no para retornar a la excesiva severidad del pasado, sino para saber acompañar mejor el ejercicio de la misericordia con la oportuna vigilancia y la energía que puedan defender al pueblo de Dios y, sobre todo, a los débiles y los simples de las astucias de los falsos maestros y de los escándalos de los pastores indignos.
----------Termino esta nota como comencé la de ayer, ahora parafraseando a los guionistas de Homeland: -"¿Aún te asusta ensuciarte las manos?", dijo Dar Adal, especialista en operaciones encubiertas. Y Saul Berenson le respondió: -"Aún prefiero resolver problemas, no eliminarlos".
----------Para los verdaderos católicos, fieles y obedientes al Magisterio de la Iglesia y sus enseñanzas de estos tiempos, no se trata de que nos asuste..., sino de que no queremos ensuciarnos las manos como hacen tanto los modernistas como los filo-lefebvrianos, eliminando las enseñanzas del Concilio Vaticano II, eliminando el Magisterio postconciliar, o hasta eliminando al Papa actual. Como se debe, los católicos verdaderos todavía preferimos resolver los problemas, no eliminarlos.

7 comentarios:

  1. Estimado padre Filemón: Gracias, sinceramente gracias por estas dos últimas notas.
    Todo está absolutamente claro en el título de ambas.
    El sedevacantismo, o el benevacantismo, o el lefebvrianismo, consiste en eliminar los problemas, no en resolverlos. Se elimina el Papa, o se elimina a Francisco mientras pueda tenerse todavía a Benedicto, o se elimina el Concilio Vaticano II y el magisterio postconciliar. Pero con eso se está eliminando el Dogma o la Doctrina Católica, se eliminan de la obediencia de Fe, con lo que se deja de ser católico, al fin de cuentas.

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  2. Pregunto: los efectos negativos de documentos del Vaticano II, por ejemplo, Dignitatis Humanae o Nostra Aetate, son sólo de orden pastoral?

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  3. "Le deuxième concile du Vatican, qui ne fait pas moins autorité, qui est même sous certains aspects plus important encore que celui de Nicée". Es una frase de una carta escrita el 29/6/1975 por San Paulo VI al obispo Lefebvre.

    Creo que esa frase resume gran parte del problema. El Papa pensaba eso sobre el CVII.

    No sé si es poner o eliminar los problemas. Ciertamente es una clave de lectura para conocer la mente del Papa.

    Según un artículo del Avvenire (diario de la Conferencia Episcopal Italiana) el Secretario de Estado, Card. Villot, intentó disuadirlo de escribir esa frase, pero el mismo Papa quiso dejarla. No pongo el link para que Paolo no elimine el comentario.

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  4. Anónimo de las 16:22
    No veo cual es el problema con la frase de san Paulo VI.
    ¿Cuál es el problema?
    En primer lugar, ¿quién puede juzgar la importancia relativa de cada uno de los 21 concilios ecuménicos de la Iglesia? ¿Quién los puede valorar comparativamente? Cada uno de ellos tiene su importancia, siempre grande, y siempre relativa (a su tiempo histórico).
    En cuanto a que el papa san Paulo VI hubiera podido tener esa opinión. ¿Y qué si eso fuera cierto? En todo caso es su opinión. No es Magisterio. ¿O acaso cuando un Papa habla en privado, o escribe en privado, o estornuda se trata de Magisterio?

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  5. 13 de julio de 2020 a las 07:05

    En primer lugar, ¿quién puede juzgar la importancia relativa de cada uno de los 21 concilios ecuménicos de la Iglesia? ¿Quién los puede valorar comparativamente? Cada uno de ellos tiene su importancia, siempre grande, y siempre relativa.

    A su pregunta responden los hechos, el Papa San Paulo VI lo juzgó de ese modo. Y entonces me parece una interesante clave de lectura para entender los sucesos de los '60/'70 en adelante.

    Por otra parte, es claro que no se trata de un acto magisterial, pero tampoco de una carta privada escrita por G. B. Montini, sino una carta del Papa a un obispo con conflictos de obediencia.

    Me parece que es algo que no puede pasarse de lado, sino más bien es útil tenerlo en cuenta para un análisis completo de la situación.

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  6. Anónimo 16:22
    Bueno... lo de opinión privada, sí. Por supuesto. Sin ninguna duda, una carta privada de Paulo VI a cualquiera, aunque se llame Marcel Lefebvre no importa a nivel de Magisterio mas que un bostezo o un estornudo. Pero, el problema es que les hace roncha a los lefebvrianos, y para ellos importa. Pero sí: vale lo que un estornudo.

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  7. Don Ernesto: el tema de los lefebvristas dejémoselo a ellos.

    A lo que apunto es a conocer la mente (intención) de Paulo VI para tener una clave de lectura.

    Me parece que no es una mera carta personal o estornudo. Seguramente no forma parte del Magisterio, pero es la carta a un obispo que contiene directivas del Sumo Pontífice firmada por él sobre la importancia del Concilio.

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