Causa amargura ver tantos fenómenos de disgregación en el seno de la Iglesia y en los ámbitos sociales otrora católicos. Causa desánimo, fastidio, y dolor, la actitud de competencia entre diferentes corrientes de laicos que actúan con un fanatismo propio de barrabravas, al parecer sin la más mínima preocupación por la defensa de la Verdad católica, sino simplemente por defender sus propias ideologías o intereses. A menudo, esta situación viene produciendo la propagación de verdaderas herejías.
----------Retomando aquellas consideraciones que hacía en mis últimas entradas, y movido por algunos mensajes recibidos en mi correo, manifestándome desasosiego y confusión a causa de las opiniones a veces duramente contrastantes en los comentarios de este blog, quisiera agregar algunos de mis pensamientos, considerando que podrían ser útiles a los lectores, para mitigar esa sensación de amargura, por no decir de consternación, que sentimos al constatar esta dolorosa situación por la que hoy pasa la Iglesia.
----------Se trata de una situación que se hizo notoria sobre todo a partir de 1968 (que también fue el año de la encíclica Humanae vitae!), cuando a tan pocos años de la finalización del Concilio Vaticano II se hizo evidente para todos, al menos para todos aquellos que no ponían una venda en sus ojos, la desintegración del mundo católico, dividido por la discordia y la herejía, desde distintos extremos.
----------En primer lugar, lo que debe recordarse como fundamental dato de Fe en el que todo católico debe afirmarse firmemente, es que este fenómeno triste y desconcertante no afecta en absoluto a la esencia de la Iglesia; es decir, no afecta para nada a la Unidad, la Catolicidad y la Santidad de nuestra Santa Madre Iglesia Católica, asistida por el Espíritu Santo y bajo la guía del Sumo Pontífice, sea quien sea el hombre que hoy ocupa, con aciertos y errores, con virtudes y pecados, la sede petrina.
----------En segundo lugar, hay que admitir que, a la par y al mismo tiempo del hecho de la indefectibilidad de la Iglesia Esposa, es innegable la actual visible disgregación en su seno. Pero el verdadero fiel católico debe recordar que la actual escandalosa división y confrontación en el interior de la Iglesia representa solamente su aspecto humano, su rostro de fragilidad y de pecado, propio de la Iglesia terrenal, peregrina militante en el tiempo (la Iglesia celestial, en cambio, está exenta de esas manchas).
----------Un punto de inflexión histórico en la vida eclesial ocurrió con la transición de la era del papa san Pío X a la era del Concilio Vaticano II en lo que respecta al problema de la herejía. San Pío X denunció una vasta presencia de herejía en el interior de la Iglesia, el modernismo; y tomó severas providencias para controlar la difusión de los errores. Pero el modernismo, no derrotado sino tan solo permaneciendo en la clandestinidad, empezó a surgir, tímidamente primero en tiempos del papa Pío XI, y fue parcialmente controlado hacia mediados del siglo pasado (recuérdense las codenas al neo-modernismo, en tiempos de la encíclica Humani generis del papa Pío XII); pero surgió abiertamente en el período postconciliar, y lo hizo ahora con arrogancia y, de hecho, considerándose y presentándose como una Iglesia de vanguardia, una Nueva Iglesia, en ruptura con todo lo anterior, vistiendo ahora el ropaje del llamado progresismo.
----------Hoy, a casi sesenta años de la finalización del Vaticano II, el modernismo o neo-modernismo o post-modernismo (llámenlo los lectores como quieran llamarlo) es más grave, más poderoso y más extendido que el modernismo que existía en los tiempos del papa san Pío X. Y para agravar aún más la situación, el demonio, padre de la división y de la mentira, ha generado una falsa reacción al modernismo: el abusivo tradicionalismo, que al fin de cuentas es modernismo travestido, que asume del modernismo el mismo principio rector que ya fue el origen de la primera rebelión: non serviam (recuerde el lector las luminosas intervenciones de los cardenales Müller y Brandmüller respecto de esta doble polaridad herética).
----------Desde el punto de vista pastoral, el cambio que se ha producido desde los tiempos de san Pío X a los nuestros, es que en su época se trataba de aislar a la herejía y a los herejes y de evitarlos. La herejía se aislaba, con el Index de libros prohibidos y la exclusión de cátedras a exponentes de errores modernistas. Hoy, por supuesto, ello es imposible, pues ¿qué sentido tendrían esas medidas en la actual era de la Internet? Y es también imposible porque hoy los herejes (de uno y otro signo, modernistas y abusivos tradicionalistas) están en todas partes: entre los pastores, entre los teólogos, en las instituciones de la Iglesia, en las escuelas, en la cultura, en la política, en las familias, en los lugares de trabajo, en las diócesis, en las parroquias, en los movimientos, en las comunidades religiosas, en los libros, en las revistas, en las redes digitales. La conclusión es que quien en tiempos idos era el llamado "haereticus vitandus", hoy es en realidad el católico verdaderamente fiel a la Iglesia, parte de ese invisible resto fiel que sólo N.S. Jesucristo conoce.
----------De modo que, lo que intento decir con mis notas diarias en este pobre rincón de la blogosfera, es que debemos habituarnos a convivir con los extremistas de uno y otro signo, modernistas y abusivos tradicionalistas, tratando de permanecer fieles a la Revelación, que nos viene por la Sagrada Escritura y la Tradición cuyo único intérprete infalible es el Magisterio vivo de la Iglesia hasta el presente. Debemos habituarnos a asumir este tiempo de Pasión de la Iglesia, conviviendo con la herejía y los herejes de uno y otro signo, pero con discernimiento, caridad y prudencia, sin dejarnos influenciar, sino dándoles un buen ejemplo de paciencia, o de resistencia, o de firmeza, según sea el caso, tratando de refutar los errores si ello es posible, defendiendo las verdades que ellos niegan, denunciando los escándalos, luchando por la justicia y las buenas costumbres, apoyando a las fuerzas sociales y políticas que sostienen a la Iglesia y los principios católicos, con la esperanza de que los herejes se arrepientan, rezando y ofreciendo sacrificios por su conversión, con la certeza de que Cristo no abandona a su Iglesia, sino que la conduce, como dice el Concilio, a la plenitud del Reino.
Buen día Padre. Quisiera hacerle una consulta. No soy históricamente tradicionalista, mi adolescencia la pasé en un grupo scout parroquial y a los veinte años conocí al movimiento Comunión y Liberación en el cual participé más de cuatro años. Me fui porque estoy casi seguro de que su doctrina hace mucha agua, pero eso es otro tema.
ResponderEliminarMi consulta es la siguiente: ¿cuál es la enseñanza que dejó el Concilio Vaticano II? El primer concilio de Jerusalén estableció que no podíase judaizar a los paganos, los primeros concilios definieron distintos aspectos de la persona de Jesucristo (su consunstancialidad al Padre v.g.) o el papel de la Gracia en la santificación de los hombres.
Negar cualquiera de estas verdades, sería herejía. No sería por tanto lícito decir "yo acepto el Concilio de Constantinopla", pero luego enseñar doctrina arriana.
Entonces ¿Cuál sería esa enseñanza del V.II que no puede ser negada? ¿Combatió alguna herejía?
Fr Filemón. Gracias por esta entrada. Ayuda a mantener la serenidad en estos tiempos confusos donde tantos nos desorientamos.
ResponderEliminarPadre Filemón, es cierto lo que Ud. dice: el "non serviam" afecta tanto a modernistas como a tradicionalistas de la extrema derecha, y es paradójico que el tradicionalismo extremo se muestre afectado de la misma herejía inmanentista con la que nació el modernismo. El hombre se pone en el lugar de Dios, y es el hombre, y su conciencia autónoma la que decide qué creer y qué no creer. En cambio, el verdadero católico acepta la humildad de la Fe, como plena obediencia al Dios que se revela y no puede engañarse ni engañarnos, como decía el Vaticano I.
ResponderEliminarJavier Rosaz: Si preguntas por la enseñanza del Concilio, es que no has leído el concilio, hermano!
ResponderEliminarJavier Rosaz: Eres muuuuuy irónico, please. Preguntas, y al mismo tiempo estás respondiendo que NO, que no tiene enseñanzas. ¡Qué listillo eres!
ResponderEliminarSi quieres aprender, entonces comienza por cambiar de actitud.
Javier: No sé si lo sabes, pero por las dudas, conviene recordar que una de las formas en los tradicionalistas extremistas usan para rechazar heréticamente en bloque las enseñanzas del Concilio Vaticano II es afirmar que como no ha definido ninguna verdad de modo solemne y definitivo, nadie está obligado a seguir sus enseñanzas.
ResponderEliminarEse tipo de errónea enseñanzas es el que está fomentando muchas desviaciones hoy de la Verdad Católica, y son muchos los que están en riesgos de perder sus almas por esta desviación. No diré que son herejes, porque no soy quien para decirlo, pero sí que esa afirmación es una herejía material.