jueves, 27 de abril de 2023

La necesidad de la Reforma litúrgica y sus buenas razones, consideradas a partir del sentido de la Vigilia Pascual (1/2)

Afortunadamente, los progresos producidos en las últimas décadas en el ámbito de la investigación histórica del Movimiento Litúrgico, junto a los progresos de los medios de comunicación global, también en nuestra época, nos permiten hoy contar con documentos de inapreciable valor, a disposición de quien los quiera encontrar, acerca de los numerosos y favorabilísimos testimonios episcopales sobre la implantación del nuevo Ordo de la Vigilia Pascual a mediados de los años 1940s y comienzos de los años 1950s, que dieron lugar a la reforma de la Vigilia Pascual, reforma litúrgica que siguió su curso hasta el Vaticano II y continúa hoy.

Lo que enseñan los inicios de la Reforma litúrgica en los años 1940s
   
----------Dado que el tener aún fresco en nuestras retinas y en nuestra memoria lo vivido durante la reciente Vigilia Pascual nos predispone fácilmente en el adecuado contexto espiritual, me permito hoy invitar al lector a una nueva reflexión acerca de la necesidad de la Reforma litúrgica impulsada por el Concilio Vaticano II, pero esta vez tomando como punto de partida la reforma de la Vigilia Pascual en 1952.
----------Considero que a partir de la Vigilia Pascual se nos presentan más claramente las buenas razones de la Reforma litúrgica. Naturalmente, no puedo abarcar aquí, por el simple hecho de no disponer de espacio, una integral consideración histórica y teológica sobre el sentido de la Vigilia Pascual, la Gran Vigilia, de modo que nos enfocaremos a la cuestión planteada. De hecho, hoy no carecemos de buenos textos sobre el tema, textos iluminados como es debido, por luces orientales y occidentales, y por el comentario de voces antiguas y modernas, reflexionando a través de ideas familiares y habituales hoy a nuestra mente, pero también teniendo en cuenta ideas a veces olvidadas. Aprovecho esta ocasión para recomendar al lector recurrir a ese tipo de lecturas, que siempre cumplen una función general liberadora desde muchos puntos de vista.
----------Uno de esos buenos textos, que no dudo en recomendar, es el que fue publicado en el año 2012 por las Paulinas de Italia, Es la Pascua del Señor. Celebrar mejor para vivir bien, del monje benedicto Michael Davide Semerano. Y digo que recomiendo este texto, en primer lugar, por el hecho de que retorna a un lugar común de la experiencia eclesial del siglo pasado, que hasta la década de 1970 era evidente y compartido por la Iglesia entera (salvo los inevitables pero siempre estrechos focos de desesperada nostalgia y de sentimentalismo presuntuoso). Y es el hecho de que, mucho antes del Concilio Vaticano II, ya desde mediados de la década de 1940, el venerable papa Pío XII, oportunamente asesorado, había indicado en la "reforma de la liturgia" la vía maestra para renovar la Iglesia, su praxis y su espiritualidad.
----------Se advierte que, si ya en la década de 1940, aquellos que debían renovar la liturgia habían proyectado "reformar" la Vigilia Pascual y luego la Semana Santa, esto hace ver completamente claro al fiel católico de hoy el razonamiento torcido de aquellos que (tan cortos de memoria como largos de lengua) pretenden descubrir que los actuales problemas de la liturgia hubieran sido causados por la Reforma litúrgica. Nada más equivocado, dañino e injusto que confundir el efecto con la causa. Debemos reconocer (y he aquí que el mérito notable del autor del citado libro) que a la crisis de sentido de la liturgia (pascual y dominical) ha respondido con notable vigor la Reforma litúrgica, ya con aquella reforma de la Vigilia Pascual en 1952.
----------Ciertamente, incluso entonces, en los años 1940s y 1950s, como ahora, no faltaron voces críticas hacia estas expectativas litúrgicas. Pero lo que debemos procurar entender mejor, en todo esto, son las razones de la necesidad de la Reforma litúrgica, que no se identifican con las razones de su suficiencia. Leyendo el libro de fr Michael Davide Semeraro aparece claramente esta tensión insuperable y fecunda. Por un lado, en efecto, era del todo necesario repristinar los ritos de la gran Vigilia en toda su articulación temporal, espacial, bíblica y ritual. Sin este pasaje reformador, nada habría podido suceder. Pero sin una adecuada formación e iniciación, para nada habría servido el haber reformado el rito.
----------Hoy vivimos, en toda la liturgia, lo que en la Vigilia Pascual ha comenzado a ser percibido en la Iglesia: la necesidad de la Reforma, junto a su no suficiencia. Esto significa, en otros términos, que precisamente hoy se hace más fuerte la tentación tanto de la nostalgia, como la tentación de la presunción. Por un lado, podríamos pensar ingenuamente, que si retornáramos a antes de la Reforma de la Vigilia, todo sería mejor. Pero el hecho es que pocos tienen el coraje de hacer semejante afirmación.
----------Por otra parte, podemos caer en la tentación opuesta, vale decir, podemos simplemente conformamos con una Reforma litúrgica extrínseca, que no cambia ni los hábitos, ni el imaginario, ni el lenguaje eclesial. Si ese fuera el caso, entonces, al fin de cuentas, para nada habría servido reformar.
----------Creo que debemos advertir que, en el fondo de esta problemática específica, se anida un vicio muy antiguo y muy arriesgado, el cual es la reducción de la liturgia a ceremonia externa, o sea una ceremonia a ser controlada simplemente con el respeto por las rúbricas. Un marco exterior de contenidos dogmáticos, que es fácil de reducir a rito esencial, a simple deber, a oficio, a tarea, a una "ejecución escrupulosa de rúbricas" y a "aplicación de normas". Cuando hace, digamos, una década atrás (aunque puede estar sucediendo también hoy), se reducía, incluso autoritativamente, el arte de celebrar, a la escrupulosa ejecución de las rúbricas, se estaba corriendo el riesgo de caer en la misma incomprensión que había caracterizado a la tradición moderna, en la cual, al surgir de las nuevas instancias de reforma, las resistencias y las renuencias a asumir el nuevo estilo se manifestaron de manera paradojal, pero aún hoy muy instructiva.
----------Es útil recordar que uno de los más autorizados teólogos y prelados italianos de aquella época inicial de la Reforma litúrgica, Giuseppe Siri [1906-1989], arzobispo de Génova y luego Cardenal, había objetado a la introducción de la Vigilia Pascual dos argumentos que, en su opinión, eran capaces de despejar el campo de estas nebulosas fantasías litúrgicas: el Sábado Santo debía dedicarse a las confesiones y no se debía violar la institución natural de la noche, que está hecha para dormir y no para celebrar la Pascua. La disciplina eclesial y el sentido común parecían entonces desalentar cualquier "aventurismo de vigilia". Estos eran los temas de los primeros años 1950s. Pero hoy, ¿acaso no estamos acaso continuamente tentados a permanecer bloqueados, sustancialmente, por las mismas preocupaciones? ¿No es verdad, tal vez, que en lugar de celebrar la Pascua, pensamos sólo en fijar derechos y deberes en torno al Resucitado?
----------¿No es acaso verdad que, sin usar la ingenua y sofisticada terminología de aquella teología que era la habitual en el período preconciliar, eludimos a toda costa la lógica de lo que significa "vigilia", fijando la hora del inicio de la gran Vigilia a las 19.00 o a las 18.30, para que a las 21.30 todos puedan ya estar acostados bajo sus buenas mantas? ¿Cómo se hace para llamar "vigilia" a una experiencia donde nadie está en vigilia? ¿No existe acaso, sesenta años después de aquellas Reformas y de aquellas incomprensiones, una resistencia todavía sorda y obstinada a entrar en la lógica nueva (pero antiquísima) que la Vigilia misma repropone como prioritaria para toda la Iglesia? Una lógica que no pide ciertamente negar los problemas de disciplina y de orden público, ni descuidar los derechos y los deberes de los sujetos y de las instituciones, sino que invita a celebrar el misterio grande de un don que Dios ha reservado gratuitamente al hombre y que el hombre puede recibir y reconocer con un acto de soberana disponibilidad, de pasiva actividad, corpórea y mental, de la escucha y de la comida, de la vista y de la oscuridad, de velar y de dormir?.
   
Redescubrir el sagrado misterio en la "madre de todas las vigilias"
   
----------Y he aquí, entonces, que debería hacérsenos evidente el lado más prometedor y más importante de una sana reflexión acerca de la "madre de todas las vigilias": debemos redescubrir que la actitud de todo el celebrar cristiano no es aquello de asegurar los "mínimos necesarios" para la vida de fe, no es aquello de conformarse sólo con los "valores no negociables", sino aquello de dejar la palabra originaria al sagrado misterio y a sus "máximos gratuitos". La gran celebración de la acción de la Vigilia Pascual es el "seno" o "vientre" del cual los frutos son todos los bautizados. De allí venimos todos. La mejor interpretación del bautismo, de la confirmación, de la eucaristía, pero también de la curación y del servicio cristiano, sólo puede darse en este contexto riquísimo de palabra y de sacramento, de ritos y de oraciones que es la Vigilia Pascual. ¡Es por eso que no tiene sentido "ahorrar en lecturas" y ceñirse en los mínimos!
----------Así, según este criterio que he querido reiteradamente subrayar, aún hoy nos encontramos con un doble frente que pugna por dejarse formar por los nuevos ritos pascuales.
----------Por un lado podemos identificar en uno de los frentes, a todos aquellos (pocos, aislados, hoy ya no tan influyentes como en 2007) que desconfían de la Reforma y que, con actitud nostálgica, lloriquean por un "vetus ordo" que exaltan tanto más cuanto menos conocen. Y sus argumentos, muy a menudo, se asemejan todavía hoy a los viejos argumentos del cardenal Siri en 1951: o para prevenir los abusos se confían sólo en la disciplina, o para no caer en "modernismos" se encierran en evidencias ya completamente inevidentes. Si entonces, en virtud de esos nostálgicos sueños, es posible configurar una comunidad que, precisamente en el momento nada menos que de la gran Vigilia, pueda celebrar la Pascua contemporáneamente con diversos "ordines", todos parejamente vigentes, entonces en lugar de un razonable compromiso, lo que se obtiene es sólo un clamoroso pasticho, una mescolanza, un desorden sensacional, desorientado y desorientador.
----------Por otro lado, en el otro frente, están todos aquellos que, aun siendo plenamente conscientes del cambio necesario, confían demasiado en la Reforma litúrgica y consideran que ella, en cuanto tal y por sí misma, resulte suficiente para cambiar las cosas, para enseñar la comunión, para catequizar sobre la Pascua y para orientar las vidas. Nada es tan poco oportuno ni apropiado como esta actitud equivocada. Para permanecer fieles a la Reforma litúrgica no basta aplicarla, sino que es necesario darle raíz, cuerpo, carne y sangre. No basta con ejecutar con precisión las nuevas rúbricas, en lugar de las rúbricas antiguas. Ante todo, es necesario cambiar el estilo y el enfoque de la liturgia de la Vigilia Pascual en cuanto tal, ciertamente gracias a las nuevas rúbricas, pero no solo mediante las nuevas rúbricas. En el fondo, celebramos en vista de algo que está más allá de las rúbricas: ellas son un medio, no un fin, son media, no res.
----------Así, se hace aún más evidente cuál debe ser nuestra buena opción, que debe orientarse a la defensa de las razones de la formación litúrgica en la Pascua. No debemos equivocarnos acerca de cuál es el centro de la cuestión: si hoy la Reforma Litúrgica conoce una crisis no es ciertamente porque hayan desaparecido los motivos de su necesidad (aunque unos pocos sedicentes teólogos de memoria corta y de competencia cortísima, pero con apegos a prueba de bombas, intentan vanamente confundir las ideas, protegidos por paraguas que siempre son demasiado grandes) sino más bien porque deben dejar el campo a la formación. Era necesario que la experiencia eclesial echara mano a los ritos pascuales de la Vigilia, los devolviera a su antigua luz y los re-propusiera a la ordinaria vida pastoral. La Iglesia ha echado mano a sus propios ritos y los ha reformado. Pero ahora este acto debe invertirse en un acto recíproco y precioso: los nuevos ritos deben echar mano de la Iglesia y reformarla, reconduciéndola a sus fuentes y a sus cumbres, a la historia, al camino por recorrer, a la enseñanza de la cual ella vive y a la cual nunca puede renunciar.
----------Es necesario redescubrir toda la alegría y el esfuerzo de la Reforma litúrgica, que en cuanto tal, es un acto que ha cualificado la vida cristiana del último siglo. Para que no se experimente como un acto fallido, debe volverse capaz de dar un nuevo comienzo a nuestros pensamientos y nuestras palabras. Sólo así la celebración de la Pascua se convertirá no en el "oficio" o la "tarea" o el valor del cristiano, sino en el don y el misterio a celebrar, que abre la vida en Cristo al reconocimiento de su propia verdad. Haciendo que el don sobresalga sobre la tarea, lo gratuito sobre lo necesario, la fiesta sobre el trabajo. Santo Tomás de Aquino ha sintetizado todo esto diciendo: "Eucharistia non est officium, sed finis omnium officiorum".
   
El arzobispo Giuseppe Siri y las objeciones a la Reforma
   
----------Afortunadamente, los progresos producidos en las últimas décadas en el ámbito de la investigación histórica del Movimiento Litúrgico, junto al progresos de los medios de comunicación, también en nuestra época, nos permiten hoy contar con documentos de inapreciable valor, a disposición de quien los quiera encontrar, acerca de los numerosos y favorabilísimos testimonios episcopales sobre la implantación del nuevo Ordo de la Vigilia Pascual a mediados de los años 1940s y comienzos de los años 1950s, por obra del papa Pío XII, lo cual dio lugar a la reforma de la Vigilia Pascual, lo que vale también para la "Misa de Medianoche" de Navidad (cf. el muy valioso artículo de Nicola Giampietro, O vere beata nox. La recepción del Ordo Sabbati Sancti de 1951-1952, en Ephemerides Liturgicae, 125, de 2011, pp.142-189).
----------Como ya se ha recordado muchas veces (también en este blog), entre los que expresaron un juicio crítico negativo acerca de la Reforma litúrgica de la Vigilia Pascual, se destacaba la opinión negativa de monseñor Giuseppe Siri, arzobispo de Génova durante cuarenta años, luego Cardenal. Hoy conocemos la integralidad de las páginas de aquella relación o informe (sobre todo las pp.158-161), que fuera enviado desde Génova a la Congregación de Ritos, el 8 de octubre de 1951. En esa relación podemos leer dos órdenes de preocupaciones, que aquí es útil reconsiderar, precisamente para marcar la distancia que existe entre nuestro tiempo y aquel tiempo, entre nuestra predominante sensibilidad y aquella sensibilidad.
----------Es necesario decir, sin embargo, que algunas de las cosas que mons. Siri consideraba prioritarias, hoy siguen estando fuertemente presentes en el cuerpo eclesial, tanto en el centro como en la periferia. Sobre todo, una cierta suficiencia frente a aquella (primera) reforma litúrgica muestra hoy haber mantenido su fuerza y ​​haber afectado también a lugares de particular autoridad.
----------Precisamente por eso, de los dos órdenes de objeciones que el arzobispo Siri dirigía contra la reforma litúrgica, el primero ha llamado inmediatamente la atención de los teólogos, pero es el segundo, como veremos, el que hoy resulta el más insidioso y el más urgente de afrontar.
   
Las razones disciplinares y "naturales" de la crítica negativa a la reforma de la Vigilia Pascual
   
----------No sin razón, muchos comentaristas se han centrado en las razones mediante las cuales el arzobispo Giuseppe Siri manifestaba sus perplejidades y objeciones. Aquí hago una pequeña recopilación de citas. En primer lugar, una cadena inicial de causas y efectos: a) "La innovación ha tenido buen resultado, pero esto se debe exclusivamente a que ha sido aplicada en un número reducido de Iglesias" (por decreto del mismo Arzobispo, p.158). b) "Se debe inmovilizar mucho clero para las confesiones, mientras se lleva a cabo la no breve ceremonia" (ibid.). c) "Si la función 'in nocte' llegara a ser obligatoria, se requeriría en la diócesis de Génova aumentar el Clero en al menos un 40 por ciento" (ibid.). d) La innovación no es aplicable (así se dice en voz baja, respetuosamente, pero claramente, porque ha sido dada licencia y porque se trata todavía de lege condenda) por ley general, tal que no se pueden hacer las funciones "in mane".
----------Si entonces sucediera lo que el Arzobispo temía, es decir, la aplicación generalizada de la Reforma, él señalaba los siguientes graves perjuicios para su propia Diócesis: a) "Absorbidos por las iglesias de mayor relieve y mayores medios para la justa y decente celebración de la bellísima Liturgia del Sábado Santo en la noche, vendrían a faltar por completo los Confesores para toda la campaña" (p.159). b) "Los párrocos de campaña se quedarían solos, no podrían confesarse por mucho tiempo en la noche... y después de tanto trajín no estarían en condiciones de atender siempre solos el extraordinario trabajo de la mañana de Pascua" (ibid.). c) "Vendría a faltar en la mayoría de los casos... el decoro de las Sagradas Funciones, las cuales en este caso son tales y de tal complicación y belleza, que o se hacen bien o mejor sería no hacerlas para no exponer sacrosantas cosas a ludibrio demasiado fácil" (ibid.). d) "Las razones de las funciones nocturnas pueden ser estéticamente e históricamente interesantes y fascinantes, pero soy de la opinión de que la noche (a excepción de los usos ya existentes) no es buena para que la violemos fácilmente, a menos que sea para abrir a las víctimas del respeto humano una puerta más fácil y más oculta a los Santos Sacramentos, como sucede en las Sagradas Misiones y como podría suceder en el Año Nuevo civil, cuando en tanto todos están exaltados y es mejor poner algo religioso, para evitar que todo se vuelva pagano" (ibid.).
----------Subsiste, de todos modos, en opinión de monseñor Siri, una gran perplejidad también de orden espiritual respecto a la introducción, aunque limitada, de la novedad ritual. Sin embargo, se expresa con argumentos, para decir lo menos, singulares: a) "El Sábado Santo quedaría vacío y esto parece nocivo para la piedad cristiana. Es difícil concebir de tal modo el día que es la mayor y más venerable vigilia del año. No parece oportuno y fácil contener la explosión de la alegría pascual hasta altas horas de la noche" (ibid.). b) "El ayuno cuaresmal termina al mediodía. No es coherente que el sonido de las campanas sea diferido más allá de ese término, el cual marca el final por ley universal de la Iglesia del estado penitencial. Por otra parte, el día de Pascua es tan grande, fundamental y gozoso que se comprende que en estos ocho siglos se hayan considerado insuficientes las veinticuatro horas normales y las hayan oportunísimamente dilatado, incorporando al 'Dies quam fecit Dominus' una parte de su propia víspera" (pp.159-160).
----------Muy interesante es la lógica con la cual el arzobispo Siri propendía por el mantenimiento del "statu quo". Y lo hacía con la curiosa distinción entre "no inconvenientes" e "inconvenientes" del régimen que todavía estaba en vigor: a) "No es en absoluto un inconveniente el perder una función nocturna, aunque ésta pueda constituir un bellísimo nostálgico recuerdo, porque las liturgias vigiliares nocturnas reflejan un cuadro muy diferente al de nuestro tiempo, en el cual el espíritu penitencial no conduce a quererlas, sino la novedad y el hábito del ligero (demasiado ligero) uso de la noche. Dado que la noche se ha convertido, gracias a la facilitadora moderna técnica a partir de la iluminación, en la mayor atracción de todo instinto desordenado y en la mayor aliada de toda subversión natural y de todo pecado, exceptuado el caso del facilitar a los Nicodemos de las Misiones y a santificar horas ya violadas por todos para hacerlas menos paganas, soy de la humilde opinión que no conviene fomentar la violación de la 'institución natural de la noche', ni siquiera por motivos litúrgicos y arqueológicos" (pp.160-161). b) Inconvenientes que no deben pasarse por alto son, en cambio, los siguientes: la liturgia ambientada en la mañana del Sábado en la idea de 'noche', cuando en cambio resplandece el sol; la dificultad de tener al pueblo en masa debido a la persistencia del tiempo de trabajo.
----------Por último, cabe añadir una anotación del virtuoso y docto Arzobispo, que más tarde nos resultará muy significativa al final de nuestro recorrido: "Aquello que haga la Santa Iglesia, será siempre bien hecho, aun cuando fuera en contra de todos mis argumentos. He hablado sólo porque se trata de 'lex condenda'. Ante la 'lex condita' yo sería un perfecto y convencido defensor suyo" (p.161).
----------Se trata, como es evidente, de argumentos seguramente muy ingeniosos, pero al menos igualmente inermes, de escaso o nulo peso. En ellos se combina una ingenuidad teológica y pastoral con una insensibilidad tan plena y tan sorda a las razones de la reforma litúrgica, que raya en muchos casos en el efecto cómico. Es cierto, nos hace sonreír la forma en que Siri deplora la expansión de una "experiencia nocturna" que él lee en clave sustancialmente moralista. Pero también habría que preguntarse si nosotros, que nos reímos de estas palabras, sabemos verdaderamente valorar la "noche santa", o bien si anticipamos hábilmente nuestras vigilias de modo tal que, a las 22.00 horas, todos puedan estar libres para dedicarse ¿al merecido sueño? ¿No hay, en nuestra sonrisa al escuchar los argumentos atrevidos y anticuados propuestos por monseñor Siri, una suerte de profunda falta de sinceridad hacia la misma Reforma, que no contestamos con extraños "argumentos mentales", sino con profundos "descuido corporales"?...

7 comentarios:

  1. Dialogar sobre estos temas litúrgicos hace bien. Un par de días atrás, un comentarista (el sr Carlos Daniel), escribía como comentario a otra nota de este blog: "Si nos ponemos a pensar, la reforma litúrgica del Vaticano II también ha hecho bien para que aquellos que (cismáticos o no) hoy celebran la Misa Tridentina, la celebren purificada de todas las imperfecciones que la habían intoxicado".
    Creo que en esa frase tenemos una respuesta al problema. La reforma litúrgica ha hecho bien al rito tridentino. Entonces, ¿qué necesidad había de crear uno nuevo? Distorsionar aquello ya presente que, sí, necesitaba correcciones (nadie puede negarlo) pero no distorsiones. Que no se me venga a decir que el nuevo rito está en la línea del anterior. Porque realmente me cuesta ver esta línea (aunque, no sé, quizás puede ser también ceguera de mi parte...).

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    1. Athanasius: la pregunta que usted se hace: ¿qué necesidad había de crear un nuevo rito?, es de suponer (o de hecho, es una evidencia) que se la han hecho Pío XII y Juan XXIII. Y ambos respondieron afirmativamente a la necesidad de una reforma litúrgica. El papa Juan eso lo tuvo muy claro, al punto de promulgar su Misal de 1962 con carácter PROVISORIO, a la espera de lo que sancionara el por entonces inminente Concilio.
      El Concilio respondió afirmativamente a esa pregunta.
      Por lo tanto, usted, como católico, ya no tiene necesidad, ni debe, hacerse tal pregunta. El Espíritu Santo ha respondido que sí, que era necesario.

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  2. Aclaro que no soy un cismático, reconozco el Vaticano II (aunque no lo interpreto de modo maximalista, como otros). Lucho, hago mucho esfuerzo, para entender muchas cosas. Sobre todo las cosas que han surgido en la Iglesia en ámbito litúrgico después del Concilio y que, en el plano de las palabras, hacen referencia al Concilio. En mi opinión, la Misa que se celebra hoy tiene muchas lagunas. Había que reformar el antiguo rito, pero no inventar otro nuevo.
    No sé si hay reformas "desde arriba" o "desde abajo", como suele decirse. Sé que en el ámbito litúrgico es el Papa quien decide, no los teólogos, ni los eruditos, ni los sabios ni el pueblo. Hoy los que "hacen" la liturgia están todos en oposición a las disposiciones papales. Creo que Summorum Pontificum, después de todo, fue una llamada muy evidente y clara a la ortodoxia en la celebración. Incluso para el rito nuevo, pero tal como enseña la Iglesia. No como el líder del movimiento, el párroco, el responsable litúrgico, o la sensibilidad subjetiva de un celebrante o del pueblo.

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    1. Estimado "Cruzado", tengo la impresión de que tratas de justificar a toda costa el retorno a formas celebratorias pre-conciliares a partir de tus decepciones respecto a las experiencias de contacto con "situaciones límite", como sacerdotes vestidos de payaso, altares falsos, vasos de plástico utilizados como cálices, etc…
      Permíteme aclararte que éstas, no son formas que expliciten universalmente la condición de quien celebra según el Misal de Pablo VI, el único que está vigente en la actualidad. Calificas a todo lo que hoy se hace con el Misal de 1969 con la categoría de "abuso". No es correcto proceder con un reduccionismo de este tipo, únicamente sobre la base de experiencias personales.
      Pero tu posición es comprensible, y yo la he escuchado mucho entre los años 2007 y 2021, en que regía la absoluta barbaridad de dejar a la "sensibilidad subjetiva" del individual sacerdote, irresponsable de toda pastoral, y sin tener que rendirle cuentas a nadie, ni siquiera a su Obispo, la decisión de celebrar con el Misal de 1962 que el Concilio decidió corregir, y el Papa Pablo VI decidió sustituir por el nuevo.
      No era para nada infrecuente que quienes decían celebrar la "verdadera Misa", o la "Misa de siempre", acusaban pura y llanamente de "abuso" la conducta de quien decidía crecer en la fe acercándose a la Mesa Eucarística con tanta dignidad, decoro, y, digamoslo claramente, con el buen sentido común, de vivir como verdadero católico postconciliar, alejado de cualquier fantasía que pretendiera que los relojes se habían detenido en 1962.

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  3. Un dato muy simple, que está a la vista de todos, marca lo que pasa no se puede encontrar dos misas que sean idénticas.
    Y esto debe hacer pensar. En cada Misa hay alguna innovación, o alguna omisión. Siempre.
    Frente a esa situación, la mirada debe dirigirse a los seminarios. Fue el Concilio de Trento el que intervino firmemente en la reforma de los seminarios. Después del Concilio Vaticano II, en cambio, no sucedió lo mismo.

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    1. Don Benja, usted confunde el uso del rito con el abuso del rito.

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    2. Don Benja:
      Es cierto que el Concilio de Trento intervino fuerte y firmemente en la creación y estructuración de los Seminarios. Pero ¿acaso usted se olvida del modo en que ha intervenido en la misma cuestión el Concilio Vaticano II y los Papas del post-concilio? ¿Desconoce los documentos e instrucciones que en estos sesenta años se han publicado y se vienen aplicando sobre este tema?
      Da la impresión que usted necesita actualizarse!

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