miércoles, 5 de abril de 2023

La teología acerca del sacrificio de Jesús (5/11)

El dios que predica el padre Felice Scalia, el dios que no pide sacrificios y sólo promete felicidad y bienestar, no es el verdadero Dios, sino que es ese dios que, según la obra de Goethe, se presenta al doctor Fausto proponiéndole un pacto: yo en esta vida te aseguro placeres, bienestar, fortuna y honores. Pero tú, cuando mueras, vendrás conmigo. Este dios dulce, tierno, bueno y benévolo es, sin embargo, ese dios cruel que en el más allá castigará hasta la sangre a sus fieles por la eternidad. Es el demonio. [En la imagen: fragmento de "Cristo con la Cruz a cuestas", óleo sobre tabla de alrededor del 1500, obra de Hieronymus Bosch El Bosco, conservado y expuesto en el Museo de Historia del Arte de Viena, Austria].

----------10. Dice el padre Felice Scalia: "Simplificada al máximo, la teoría de la 'satisfactio vicaria' de san Anselmo consiste en la lógica consecuencia de algunos supuestos. Dios es justo -dice el Doctor de la Iglesia- y para Él el bien y el mal, la obediencia y la infidelidad a su ley no son lo mismo. Ciertamente Dios está dispuesto a perdonar los pecados del hombre, pero para hacerlo tiene necesidad también que su justicia sea satisfecha. Esto quiere decir que el pecador debe 'pagar' su culpa, precisamente 'pagando' la pena".
----------Respuesta. Ciertamente, Dios perdona a condición de recibir satisfacción; remite la deuda de la culpa porque la deuda es pagada; se reconcilia con el hombre a condición de ser propiciado por un sacrificio expiatorio. Sin embargo, todo esto el Padre lo exige del Hijo y no del hombre, porque sólo el Hijo puede cumplir estos actos de justicia. Del hombre el Padre sólo pide el arrepentimiento y la confesión de su pecado con la imploración del perdón. Y Dios mismo, con la gracia preveniente, mueve en tal sentido el corazón del hombre y lo justifica. Al hombre le hace misericordia y perdona gratuitamente. Del Hijo exige justicia y satisfacción. Pero he aquí que, por su misericordia, el Padre nos hace a nosotros, en el Hijo, capaces de expiar y satisfacer pagando la deuda con la sangre del Hijo y mereciendo la salvación.
----------11. Luego dice el padre Scalia: "Aquí se añade el segundo supuesto: la culpa del hombre es inexpiable por el hombre, dado que la gravedad de la culpa no se mide por el que ofende sino por la dignidad del ofendido. Al pecar, el hombre ofende a un Dios infinito, mientras que al querer reparar el pecado cometido, sabe que cualquier cosa que haga o que de a Dios, es desconsoladamente 'finita'. La consecuencia es que Dios no tiene elección: si quiere salvar al hombre y perdonar el pecado, la expiación debe venir de 'uno' en comunión con el hombre-finito y también en connaturalidad con el Dios-infinito, es decir, debe venir de un hombre-Dios capaz de ofrecer a la justicia divina una realidad finita pero de valor infinito".
----------Respuesta. Las cosas son efectivamente así. Entre otros testimonios, lo dice muy claramente el Salmo: "Nadie puede redimirse a sí mismo y dar a Dios su precio. Por mucho que se pague el rescate por una vida, nunca será suficiente para vivir sin fin y no ver el sepulcro" (Sal 49,8-10). Con el pecado, el hombre se ha causado a sí mismo un daño que no es capaz de reparar, ha contraído una deuda con Dios que no puede pagar, ha perdido un bien infinito, el mismo Dios, que no puede readquirir. Por eso el Padre encarga al Hijo ayudar al hombre. El Hijo se encarna a fin de que la obra de expiación pueda ser cumplida por un hombre, que puede sufrir, pero este hombre debe ser también Dios, para poder tener esa potencia reparadora, redentora, satisfactoria, proporcionada a la infinita dignidad de la persona ofendida.
----------12. Dice a continuación el padre Scalia: "Desafortunadamente no se trata de juego de palabras. Y si por un lado sale un Dios que se preocupa inmensamente por el hombre, por el otro, este Dios está tan alejado de los relatos evangélicos que no se puede evitar quedar perplejos. Un Dios que quiere el sufrimiento, que lo hace salvífico, no tiene mucho en común con un Padre que se horroriza ante el sufrimiento de sus hijos y que, para vencerlo, 'trabaja siempre', también en sábado, y obra milagros para quitar el dolor del mundo, para anunciar que quiere una humanidad unida en la alegría y en la recíproca ayuda, precisamente para salir del sufrimiento. Esto ha enseñado Jesús. Esto ha hecho durante toda su vida".
----------Respuesta. Según la fe cristiana, Dios hace salvífico el sufrimiento no en el sentido de que lo considere salvífico en cuanto tal, lo que sería absurdo: en efecto, de por sí el sufrimiento es un mal, es consecuencia del pecado, es perdición, es corrupción, es destrucción, es lo contrario de la salvación. Es bueno que exista el mal, porque Dios recaba el bien del mal, la alegría del sufrimiento, pero es imposible que el mal sea bueno. El sufrimiento es un mal y sigue siendo un mal. Excepto que Dios lo utiliza para obtener un bien y para eliminar el sufrimiento mismo, a no ser que sea el castigo de los condenados.
----------Dios no aborrece el sufrimiento, sino el pecado. Dios castiga el pecado con el sufrimiento precisamente para enseñar al hombre a no pecar, haciéndole presentes las funestas consecuencias del pecado. Dios odia absolutamente el pecado, odia el sufrimiento de quienes son injustamente castigados. En cambio, quiere ese sufrimiento que es el castigo del pecado.
----------Es cierto que existen quienes pecan y en el momento no les pasa nada, pero aún así, Dios les espera para el rendimiento de cuentas como lo hace con el rico epulón y, si el pecador no se convierte, no podrá escapar del castigo eterno. Es cierto que Dios permite el sufrimiento de los inocentes como el del pobre Lázaro o el de Job; ¿pero esto por qué? Porque ha decidido salvar a la humanidad a través del sacrificio de su Hijo inocente. Y, como se sabe, la víctima del sacrificio, para ser agradable a Dios, debe ser pura, santa y sin mancha. Por eso Dios envía especiales sufrimientos a aquellos que son sus santos predilectos, capaces de soportarlos por la excepcionalidad de su amor, uniéndose al sacrificio de Cristo, para darles un modo de crecer en la virtud y resplandecer con mayor gloria en el Paraíso del Cielo.
----------Amar el sufrimiento como tal es necedad y pecado contra la divina providencia y grave malentendimiento de la valorización cristiana del sufrimiento. Este malentendido sobre el sufrimiento se llama dolorismo, por el cual se llega al intolerable exceso de creer que Dios mismo sufre; es esa distorsión psicológica que se llama masoquismo. Para el cristiano, el sufrimiento es en sí mismo antinatural y odioso, y si lo ama y lo considera, como Job, enviado por Dios, es porque sabe que Dios le da en Cristo modo y ocasión de utilizarlo para expiar sus pecados, para purificarse y para obtener salvación y perdón.
----------El cristiano ama el sufrimiento porque Cristo, aunque con natural repugnancia, lo ha amado por amor a nosotros y para obedecer al plan salvífico del Padre. Está claro además que la salvación cristiana es liberación del sufrimiento según el impulso más propio de nuestra naturaleza hecha para la alegría y la felicidad. Pero el cristiano sabe que es precisamente asumiendo el sufrimiento con los mismos sentimientos e intenciones de Cristo que se libera del sufrimiento.
----------Al mismo tiempo, sigue siendo obvio que el cristiano, como cualquier hombre razonable, tiene el preciso deber de trabajar por el alivio del sufrimiento en sí mismo y en el prójimo, utilizando todos los recursos de que dispone el arte médico y promoviendo su progreso continuo, sufriendo con aquellos que sufren y compadeciendo misericordiosamente toda forma de debilidad, fragilidad e insuficiencia involuntaria.
----------Pero he aquí que cuando el arte humano (la medicina, por ejemplo) no tiene más remedio que confesar su impotencia, entonces la sabiduría evangélica dispone de sus propios recursos para hacer fecundo, sensato y sereno también ese momento de impotencia, acogiendo el sufrimiento de las manos de Dios y uniéndose con amor y paciencia a la cruz salvífica de Cristo. El Evangelio sabe dar una respuesta consoladora al misterio del sufrimiento de un modo tal que ninguna otra sabiduría humana sabe dar, sabiduría humana queda muda o cree encontrarse ante el absurdo; ella es llevada a un rechazo estéril y desesperado o, por el contrario, a hacer del sufrimiento un absoluto que pone incluso en Dios. La sabiduría humana es incapaz de ver, como ve el Evangelio en cambio, en el sufrimiento, un signo del amor de un Dios  justo y misericordioso, que precisamente por medio del sufrimiento en Cristo nos consuela y nos salva.
----------El sufrimiento, por tanto, no es un mal absoluto como lo es el pecado, del cual sea lícito liberarse por cualquier medio, como por ejemplo el suicidio o aliviarlo con placeres ilícitos. Sino que es un mal que en Cristo puede ser transformado en bien y que, por tanto, cuando el sufrimiento viene sin que haya remedio, puede siempre ser utilizado en Cristo para nuestra salvación.
----------Por consiguiente, Dios hace salvífico el sufrimiento en el sentido de que del sufrimiento, por medio de Cristo, obtiene la salvación, es decir, gracias a su omnipotencia misericordiosa, obtiene un beneficio de lo que de por sí es daño y desgracia. Dios transforma lo negativo en positivo. Hace que lo negativo sea principio de lo positivo. Lo negativo, que de por sí no produce nada, asumido por Cristo, se convierte en fuente de positividad. De este modo, la muerte se convierte en el camino a la vida. La tristeza se convierte en alegría. Lo incomprensible deviene comprensible. Lo repulsivo deviene aceptable.
----------Dios recaba la vida de la muerte, la cual, sin esta intervención divina, sigue siendo sólo muerte. El castigo, como dice Isaías cap. 53, en las manos de Dios deviene salvación. De lo contrario sigue siendo sólo castigo. Quien no acepta la cruz salvífica de Cristo, sigue siendo objeto del castigo que es merecido por el pecado. El infierno no es más que la condición de aquellos que no han querido ver en la Cruz el signo de la misericordia y de la victoria sobre el pecado y sobre la muerte.
----------En cambio, quien se une a la cruz de Cristo es liberado de la culpa y de la pena o castigo. Sufriendo con Cristo se vence el sufrimiento. Este acto de recabar la alegría del sufrimiento sin que él pierda su ser sufrimiento, es evidentemente un acto que sólo Dios puede realizar en su bondad creadora, un acto en el cual hace partícipes a los creyentes en Cristo, acto que sólo Él puede cumplir porque implica el recabar el ser del no-ser, precisamente de la privación o la falta de ser, que es precisamente el dolor y el sufrimiento.
----------13. Dice Scalia: "La Carta de Santiago -no por casualidad a menudo divergente respecto a Pablo- rompe toda vacilación: 'Esta es la religión pura y sin mancha a los ojos de Dios Padre: visitar a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones, mantenerse a sí mismos inmunes al contagio del mundo'. Lo que quiere decir: el culto divino grato a Dios, lo que verdaderamente os salva como humanos e hijos del Padre-Misericordia, es que os hagáis como Él, usando misericordia entre vosotros, viviendo de la misma bondad generosa de su Hijo. Y si haciendo esto fueres excomulgado por los adoradores de una religión cultual que busca aplacar la ira de Dios o de obtener sus favores ofreciendo en sacrificio sufrimiento y muerte, si esto sucede, benditos seáis porque así, antes de vosotros, han tratado a Jesús de Nazaret, asesinado en la cruz 'fuera de los muros'...".
----------Respuesta. Santiago se refiere a esa religiosidad sincera que acompaña el culto divino en el ejercicio de la caridad fraterna, mostrando cómo ella es precisamente el efecto de una sincera ofrenda a Dios del Santo Sacrificio de la Misa. Por otra parte, Santiago nos recuerda claramente que la justificación no depende sólo de la fe, sino que también son necesarias las obras y entre estas obras pone el sacrificio de Abraham (Sgo 2,21-23).
----------14. Dice Scalia: "Las cosas no devienen más plausibles si se afirma que el débito del hombre pecador era con el diablo. Alejándose de Dios, la humanidad en su conjunto ha devenido en posesión del diablo del cual es esclava para siempre. Si alguien quiere arrebatar al hombre de este indebido tirano, necesita pagar el debido rescate. En la práctica, necesitamos siempre la sangre del hombre-Dios".
----------Respuesta. La interpretación, hecha por algunos en el pasado, de la acción de Satanás, parangonada a un secuestro de persona, por el cual el raptor liberaría al prisionero luego del pago de un rescate que consistiría en la sangre de Cristo, es completamente engañosa. El diablo ciertamente se puede considerar un raptor, que ha sustraído el hombre a Dios su legítimo propietario, mientras que Cristo con su sacrificio arrebata al hombre del poder del diablo. Pero el rescate (lytron o apolytrosis), del cual habla san Pablo o Jesús (Mt 20,28), relacionado con el acto de la redención o recompra (re-d-emptio) hecha por Cristo, se refiere a la deuda pagada al Padre por Cristo o a su sangre, con la cual nos ha comprado (1 Cor 6,20).
----------Con este precio Jesús ha resarcido al Padre, y por lo tanto el dinero lo ha entregado al Padre y no en absoluto al demonio, al cual no se le debe ningún pago, por lo cual la redención no debe compararse en absoluto con la liberación de un secuestrado con pago de un rescate al secuestrador, sino a una liberación de un prisionero de manos de un secuestrador, que no puede exigir ningún rescate.
----------15. Dice Scalia: "Tenemos absoluta necesidad de una nueva soteriología, de una teología menos mítica y más concreta sobre el concepto de salvación (y, precedentemente, sobre el 'pecado') para que el hombre salga de la mentalidad de haber nacido para sufrir, expiar y salvarse en el paraíso, olvidando que el Reino de Dios anunciado por Jesús es reino de amor, justicia y paz, desde ahora y para siempre. El creyente debe salir de una mística de dolor para entrar en la de la alegría. El 'devoto' de nuestras novenas debe poder percibir que junto a la 'reparación' por los escupitajos, los flagelos del Cristo histórico, hoy tenemos la tarea de acompañar al Cristo sufriente en las barcas cargadas con la desesperación de los inmigrantes, en los 'solicitantes de asilo' hacinados en campamentos improvisados ​​o frente a muros infranqueables y alambres de púas, en los innumerables jóvenes que se han convertido en 'descarte' sin futuro alguno, despojados de todo derecho".
----------Respuesta. Nadie pone en discusión que el Reino de Dios anunciado por Jesús es reino de amor, justicia y paz, desde ahora y para siempre. ¿Pero, cómo se lo conquista? Dice Jesús que con la "violencia" (Mt 11,12), es decir, con el esfuerzo ascético, entrando por la puerta angosta, renunciando a la propia vida, dejándolo todo, haciéndose eunucos, abrazando la cruz cotidiana, mortificando al hombre viejo, extinguiendo las obras de la carne, e incluso ofreciendo también la otra mejilla a la bofeteada.
----------No hay duda de que junto a esto el Evangelio ordena y permite toda una serie de obras serenas, de virtudes humanas y sobrenaturales, agradables, fáciles, que dan satisfacción, alegres, constructivas, creativas, recreativas, del propio gusto, gratificantes, lúdicas, entusiasmantes, divertidas.
----------Y no hay duda de que la práctica soteriológica que nos es propuesta por el Concilio Vaticano II cierra y clausura definitivamente con un precedente estilo ascético aparecido en el siglo XVII con el jansenismo en reacción al laxismo protestante y que perdura hasta los umbrales del Concilio, un estilo que estaba influido por el dualismo cartesiano alma-cuerpo, que enfatizaba excesivamente el aspecto penitencial, sacrificial, expiatorio y satisfactorio, una espiritualidad voluntarista, represiva, culpabilizante, fiscal y pedante, que no se percataba de que si es cierto que per crucem ad lucem, es igualmente cierto que los frutos de la cruz son precisamente las primicias y la caparra del Espíritu, y el gradual aparecer del hombre nuevo desde ahora en adelante, en lugar del hombre viejo sepultado en el bautismo.
----------En el ascetismo jansenista preconciliar ninguna pregustación o anticipo de la futura resurrección parecía posible, sino que toda la virtud y la alegría parecían tener que ser restringidas en los angostos límites de una naturaleza caída siempre necesitada de las necesarias renuncias en defensa de la continua e inminente tentación al pecado con la correspondiente amenaza del infierno.
----------El llamado a la solidaridad, a la compasión, a la acogida de Cristo sufriente en la persona de los pobres y de los marginados sigue siendo el tono más alto de la moderna cercanía a Jesús Crucificado. Pero si todo esto debe ser vivido en el desprecio del valor expiatorio, redentor, satisfactorio y reparador del sacrificio de Cristo y por tanto de su santísima Cruz, fruto, como dice santa Catalina de Siena, de una "ardentísima caridad", no sólo eso no ayudaría para nada, sino que más bien sería señal de haber caído precisamente en la trampa del demonio, el cual nada odia más que el sacrificio de la cruz.
----------Después de todo, en el amor a Cristo crucificado se resume aquella caridad de la cual habla el apóstol san Pablo, sin la cual alguien podría hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles, pero no sería más que bronce que resuena o un címbalo que retiñe, esa caridad sin la cual, aunque se contara con el don de la profecía y se conociera todos los misterios y toda la ciencia y se poseyera la plenitud de la fe como para transportar las montañas, nada sería; esa caridad sin la cual, aunque repartiera todos mis bienes y entregara mi cuerpo para ser quemado, nada me ayudaría (cf. 1 Cor 13,1-3).
----------16. Continúa diciendo el padre Felice Scalia: "El cristianismo que ha nacido en Galilea como salida de un Dios amenazador, cruel, amigo de los poderosos, enojado con los humildes desde siempre desposeídos y desesperados, ese mismo cristianismo se convierte en apoyo de los poderosos que a su vez se muestran signo y plenipotenciario del Dios todopoderoso ('pantocrátor', como dice el símbolo Niceno, que atribuye así un título puramente pagano a Dios), legislador sabio y juez inflexible de todos los errantes, sensible al orden impuesto, impasible ante el dolor y las desgracias humanas".
----------Respuesta. Aquí se reafirma la confusión característica de la teología buenista, según la cual el Dios juez que castiga el pecado y ofrece en la desgracia la oportunidad para hacer penitencia y expiar nuestras culpas en unión con el sacrificio de Cristo, sería "un Dios amenazador, cruel, amigo de los poderosos, enojado con los humildes desde siempre desposeídos y desesperados", un "legislador sabio y juez inflexible de todos los errantes, sensible al orden impuesto, impasible ante el dolor y las desgracias humanas".
----------Aquí la irritación emotiva que suscita en el ánimo del padre Scalia la imagen de Cristo crucificado lo hace salirse en expresiones injuriosas hacia el Dios cristiano, y hace que nos preguntemos en base a qué concepto de Dios Scalia se permite este discurso desatinado, donde aparece claramente que pierde la lucidez racional. Es decir, nos preguntamos qué concepción de Dios opone Scalia a la concepción cristiana que he expuesto. Y la respuesta no parece difícil: el Dios de Scalia sería un Dios que nos contenta en todo, nos da éxito y placeres y no nos hace faltar nada de cuanto el mundo puede asegurar.
----------17. Dice finalmente el padre Scalia: "Si no recuperamos la centralidad de un Dios que 'quiere amor y no sacrificios', que se preocupa por nuestra alegría, la dignidad de toda vida, la libertad de sus hijos, si no llegamos a comprender que hemos sido creados para la felicidad y la relación benévola desde ahora, y que vivir y dejar vivir es el sueño de Dios y nuestra única perspectiva de futuro, toda reforma de la iglesia será imposible, todo nuevo orden mundial servirá para fortalecer a los poderosos, y la palabra esperanza sólo servirá para dilatar los tiempos de la más amarga de las decepciones: ningún dios nos salva porque nuestro destino de pobre gente a merced de la más cínica violencia es sólo la muerte en la nada".
----------Respuesta. El dios que predica el padre Felice Scalia, el dios que no pide sacrificios y sólo promete felicidad y bienestar, no es el verdadero Dios, sino que es ese dios que, según la obra de Goethe, se presenta al doctor Fausto proponiéndole un pacto: yo en esta vida te aseguro placeres, bienestar, fortuna y honores. Pero tú, cuando mueras, vendrás conmigo. Este dios dulce, tierno, bueno y benévolo es, sin embargo, ese dios cruel que en el más allá castigará hasta la sangre a sus fieles por la eternidad. Es el demonio.

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