sábado, 22 de abril de 2023

La masonería ha salido del closet (2/3)

La masonería despliega diferentes métodos para dañar a la Iglesia. Hoy mantiene su tradicional hostilidad, aunque modera un tanto sus expresiones y sus iniciativas. En años recientes, incluso ha tenido expresiones de complacencia hacia el papa Francisco, y esto es ciertamente grato. Pero no debemos bajar la guardia. La masonería hoy se sirve sobre todo de infiltrados dentro de la Iglesia. Por tanto, el hecho de que la masonería en el nuevo Código de Derecho Canónico no sea mencionada expresamente, no quiere decir nada; sino que más bien indica la voluntad del Legislador de recordarnos el persistente y grave peligro que viene a la Iglesia desde las tramas de las sociedades secretas, sean o no la masonería.

Las raíces del pensamiento masónico
   
----------La masonería promueve y respeta la religión natural, que se funda en la razón práctica, así como ella resulta de la doctrina kantiana (La religión dentro de los límites de la mera Razón, Alianza Editorial, Madrid 1969). El pensamiento masónico alcanza su madurez inspirándose en el iluminismo francés, alemán e inglés. Forece en ambientes protestantes, pero se mantiene alejada del fideísmo irracionalista protestante.
----------Por el contrario, la masonería, en la línea del antropocentrismo renacentista, opta por un naturalismo y un racionalismo descarados, que habrían causado horror a Martín Lutero. Sin embargo, la masonería está en controversia con la Iglesia católica y por eso, en los inicios, no arraigó entre los católicos, también por las severísimas condenas pronunciadas por Roma, a partir de Clemente XII en 1738.
----------Sin embargo, la concepción masónica de la religión se asemeja a la concepción tomista (cf. Summa Theologiae, II-II, qq.81-100). Autora, en efecto, en uno y en otro caso, es la razón, pero entendida de modo diferente. En santo Tomás, la razón admite la posibilidad de un saber sobre Dios superior al saber simplemente racional: es el saber de fe, fundado en la revelación sobrenatural.
----------La masonería, en cambio, se acerca a la concepción kantiana de la razón. Kant, de hecho, encuentra el favor de la masonería por su racionalismo y su teología idealista. Para Kant, Dios no es superior a la razón, como para que de Él pueda llegar un mensaje o una doctrina, como si Dios fuera otra persona, distinta del hombre, superior al hombre, que le hable al hombre y le instruya acerca de Dios. Como he dicho, Dios es sólo el Ideal supremo, infinito, eterno y absoluto de la razón, que regula toda la actividad de la razón.
----------En tal sentido, Dios, como lo llama el propio Kant, es summum Ens y, como lo llamará Robespierre durante la Revolución Francesa, inspirada en la masonería, Ser supremo. Es claro que un tal "Ser" no tiene nada que revelar, sino que más bien es el vértice y fin supremo de toda la actividad de la razón, que regula, impulsa y atrae hacia sí todo el movimiento y el progreso de la razón hacia la verdad cada vez más alta y sublime.
----------En este sentido, la masonería rechaza el ateísmo, pero, tratándose de un "Dios" puesto, al fin de cuentas, como Idea por la razón (Voltaire concibe a Dios de esta manera), y no descubierto como Realidad suprema por la razón misma, con la aplicación del principio de causalidad (Rm 1,19-20 y Sab 13,5), no se ve cómo puede quedar al reparo y sustraerse a la negación atea, dado que, como idea, no hace depender de él a la razón, sino que él depende de la razón y de su arbitrio, que puede tanto afirmarlo como negarlo.
----------Por consiguiente, el de la masonería es un "dios" a merced de la razón, "querido" por la razón, no da una certeza fiable. Y se ha visto cómo históricamente el ateísmo surge del Iluminismo a través de Hegel y Marx. Por eso, para el Iluminismo, no se habla de "teísmo", que es una expresión realista, sino de "deísmo", expresión idealista, como lo hace el mismo Kant.
----------El papa León oponía la visión cristiana del "amor de Dios" hasta el "desprecio de sí mismo" a la visión masónica antropocéntrica y deísta. Efectivamente, la cultura masónica se nutre de una abundantísima literatura, en la cual, si no faltan textos religiosos como la propia Biblia, y la devoción a personajes bíblicos, como Noé, Salomón, Hiram, constructor del templo de Salomón (1 Re 7,13-14; 2 Cr 4,11-16) o san Juan Evangelista, encontramos una propensión y un interés por las antiguas tradiciones paganas mistéricas o esotéricas, sobre todo egipcias y griegas, por el antiguo gnosticismo, por el hermetismo, por la teosofía, por los cátaros, por los rosacruces, por la mística cabalística, por el ocultismo, la magia y la alquimia renacentista.
----------La masonería también mira con interés y admiración la corriente del idealismo, que desde Descartes llega a Kant, Fichte (de hecho Fichte es autor de una Filosofía de la masonería) y Hegel, por el énfasis en el yo centrado en sí mismo, que progresivamente, inflándose a sí mismo, hace un Dios de sí mismo despreciando al verdadero Dios (es notoia la tendencia panteísta de la masonería).
----------De hecho, en el culto masónico, ocurre que la Serpiente genesíaca se convierte en el símbolo de la auto-afirmación de la razón y de la libertad del hombre frente a la divinidad trascendente y opresiva. El pecado original, por tanto, no es visto en absoluto como pecado, sino más bien como acto de rebelión contra la tiranía divina y, por tanto, como acto de auto-liberación.
----------De aquí viene la negación masónica del pecado original, siguiendo a Rousseau. El hombre no nace en absoluto malo, nace bueno; y si es malvado, esto depende sólo de su libre albedrío y de los vicios de cada uno. Pero la masonería asegura que con la razón, la educación, la ciencia, la buena voluntad y la virtud, posibles a todos, el hombre puede corregirse y volver al estado originario de inocencia. Dios, por tanto, para el masón, no está por encima del hombre, sino que está a priori en el hombre, como fuerza infinita y eterna, que permite al hombre realizarse plenamente a sí mismo. Como dice Virgilio: labor omnia vincit.
----------Un papel similar lo desarrolla Lucifer, que es el nombre con el cual Isaías llama al rey de Babilonia (Is 14,12), castigado por su soberbia. En efecto, Isaías le hace decir: "subiré al cielo, sobre las estrellas de Dios levantaré mi trono. […] Subiré a las regiones superiores de las nubes, me haré igual al Altísimo" (vv.13-14). Por eso, en los Santos Padres, Lucifer es símbolo del demonio, que se levanta con soberbia contra Dios. Es la misma figura de Satanás, como se sabe por el famoso Himno a Satanás de Carducci, estaba en las intenciones del Poeta, el símbolo del poder de la naturaleza y de la libertad de pensamiento.
----------León XIII, por tanto, no se había equivocado, por más severo que haya sido el juicio del gran Romano Pontífice, al vincular la masonería al "reino de Satanás", afirmando que "hay tantos súbditos, siguiendo los funestos ejemplos de su líder y los comunes progenitores, como se niegan a obedecer a la eterna y divina ley, y emprenden muchas cosas sin preocuparse de Dios, muchas contra Dios" (incipit).
----------En tal sentido, los masones pueden ser considerados como "satanistas" y adoradores del demonio, aunque ellos rechacen desdeñosamente este título, pero sólo porque precisamente (aparte de aquellos que puedan estar en buena fe) para ellos, el verdadero Dios es lo que la Biblia llama "serpiente" y "Satanás".
   
Una sociedad secreta
   
----------Otro aspecto de la masonería, que la hace odiosa, es el carácter astuto o engañoso y por consiguiente insidioso de su acción, preparada en secreto, que golpea siempre por la espalda, emergiendo desde la oscuridad y retornando a la oscuridad o permaneciendo en las sombras y escondiéndose detrás de engañosos pretextos, o bajo las apariencias del bien o de la legalidad.
----------Al tocar este punto, me viene a la mente el lema de Descartes: Larvatus prodeo. Precisamente, es el estilo de los hipócritas, de los traidores, de las personas infieles, escurridizas como las serpientes y babosas, oportunistas, dobles e infiables, traicioneros, es el estilo de los falsos amigos. Por supuesto, no estoy diciendo que debamos manifestar nuestros planes al enemigo, y que en ciertos casos no debamos actuar en secreto y con circunspección. Aquí es proverbial la prudencia de los sacerdotes Jesuitas, que nos recuerdan las palabras del Salmo: "Con los perversos Tú eres astuto" (Sal 18,27).
----------Pero lo que resulta repulsivo y provoca comprensible indignación, es el complotar para obstaculizar y destruir obras y empresas que son honestas, benéficas y santas, en favor de las almas, de la religión, de las buenas costumbres, de la sociedad y de la Iglesia, sólo por el hecho de que constituyen precisamente un reproche a la conciencia del masón y a los planes de la masonería.
----------Por tanto, es principalmente, aunque de hecho no exclusivamente, en referencia a la masonería, que el Código de Derecho Canónico habla de "asociaciones que complotan contra la Iglesia" (véase el canon 1374): por lo tanto, se trata de una acción secreta y colectiva.
----------La masonería tiene diferentes métodos para dañar a la Iglesia. Hoy mantiene su tradicional hostilidad, aunque modera un tanto sus expresiones y sus iniciativas. En años recientes, incluso ha tenido expresiones de complacencia y de estima por el papa Francisco, y esto es ciertamente grato. Pero no debemos bajar la guardia. La masonería hoy se sirve sobre todo de infiltrados dentro de la Iglesia, como por ejemplo (lo veremos más adelante) los rahnerianos, herederos de los modernistas de los tiempos de san Pío X.
----------Por lo tanto, el hecho de que la masonería en el nuevo Código no sea mencionada expresamente, no quiere decir nada. Sino que más bien indica la voluntad del Legislador de recordarnos el persistente y grave peligro que viene a la Iglesia desde las tramas de las sociedades secretas, sean o no la masonería.
----------Además, tal como lo expresó monseñor Bruno Forte recientemente (y lo citábamos al inicio de este artículo) la condena de la masonería ha sido reafirmada por la Congregación para la Doctrina de la Fe el 26 de noviembre de 1983, precisamente en el año de la publicación del nuevo Código de Drecho Canónico, mediante las siguientes clarísimas palabras: "Se mantiene inalterado el juicio negativo de la Iglesia respecto de la asociaciones masónicas, ya que sus principios siempre han sido considerados irreconciliables con la doctrina de la Iglesia y, por tanto, sigue estando prohibida la pertenencia a ellas".
----------Naturalmente, si a un católico le está prohibida la afiliación o la asociación con la masonería, no están para nada impedidos un cierto intercambio o confrontación de ideas y una cierta colaboración transitoria sobre objetivos honestos, de carácter cultural, político y humanitario. La misma Santa Sede, con el dicasterio para los no-creyentes, está promoviendo contactos similares, como uno de los frutos de la reforma iniciada por el Concilio Vaticano II, y precisamente el cardenal Ravasi lideraba hasta años recientes esta actividad.
   
La acción de la masonería en la Iglesia y contra la Iglesia
   
----------Debemos tener muy en cuenta que la masonería, hoy más que nunca, habiendo obtenido público reconocimiento por parte de los Estados, ha salido del closet, o sea, no tiene problemas, más aún muestra un cierto orgullo, en presentarse y darse a conocer ante la Iglesia y la sociedad. Y sería injusto ignorar ciertos méritos de la masonería en el campo del bien público y privado.
----------Pero los favores de la masonería no son desinteresados; por el contrario, ella pretende, con astucia y perfidia, penetrar más o menos secretamente y profundamente, ganando confianza, en las clases dirigentes de la sociedad (políticos) y de la Iglesia (obispos), para persuadirles de sus ideas y al mismo tiempo empujarles a las mismas ambiciones, porque su enfoque gnóstico y racionalista la hacen convencida como hemos visto, de ser ella la guía de la humanidad hacia la justicia y la paz perpetuas.
----------Por eso, ella, en los contactos que instaura, apunta sobre todo a procurarse prestigio, dando muestra de virtudes, éxitos obtenidos, capacidades, adhesiones, y grandes ideales humanísticos. Sin embargo, la finalidad última no es propiamente la de hacerse útil en vista de la edificación del bien común, sino que este ofrecimiento de colaboración es sólo una finta o es sólo instrumental; la real intención de fondo, a menudo inconfesada, pero evidente desde las doctrinas masónicas tradicionales, aceptadas y oficiales, es la de dominar estas fuerzas y al mismo tiempo hacerlas cómplices en su voluntad de hegemonía sobre toda la humanidad.
----------De tal modo, la masonería sigue dos caminos para la realización de sus planes: un camino abierto y un camino secreto. O te ataca abiertamente o, como un cáncer oculto, te entra en el cuerpo sin que te des cuenta, y cuando te das cuenta, ya es demasiado tarde. O te ataca abiertamente con violencia, o te instila veneno gota a gota, suavemente, pero inexorablemente, para que tú mueras sin saber por qué.
----------En siglos precedentes, la masonería combatía abiertamente a la Iglesia, aunque adoptando siempre su astuto método del secreto. Pero no alcanzaba o no pensaba en entrar en la Iglesia, salvo esporádicamente; de hecho ella despertaba horror entre los fieles; existía mucha vigilancia en la Autoridad Eclesiástica; los casos raros se manifestaban y eran perseguidos por la misma con severidad.
----------Desde después del Concilio Vaticano II, sin embargo, ella ha cambiado de táctica. En el nuevo clima optimista de diálogo con el mundo moderno y con los no-creyentes, los obispos relajaron la vigilancia y permitieron una mayor circulación de las ideas; la excesiva desconfianza de antes fue sustituida por una merma en el sentido crítico y en la capacidad de discernimiento. Si antes se daba la tendencia a ver el mal y el pecado por todas partes, después se comenzó a caer en la ingenuidad y en la credulidad.
----------Debido a una interpretación demasiado amplia de la debida prevalencia de la misericordia sobre la severidad, deseada por san Juan XXIII, se empezó a extender entre los obispos un debilitamiento de las certezas de fe, una idea demasiado amplia del "pluralismo", una merma del sentido crítico, una confianza excesiva en cualquiera, un exagerado temor a equivocarse en el pronunciar condenas y, finalmente, el temor de que, pronunciando condenas, pudiera parecer que todavía se estuviera ligado a una mentalidad preconciliar. Todos estos inconvenientes, por desgracia, continúan hasta hoy, con el agravante de que en el episcopado se ha difundido ese renacido modernismo, que habría debido ser tempestivamente reprimido.
----------Sin embargo, hubo voces valientes de pastores autorizados, como los cardenales Pietro Parente, Alfredo Ottaviani, Giuseppe Siri, Ernesto Ruffini, Giuseppe Pizzardo y Jean Daniélou y teólogos como Jacques Maritain, Cornelio Fabro, Antonio Piolanti, Giuseppe Perini, Tomas Tyn, Alberto Galli y Dietrich Von Hildebrand, quienes intentaron advertir y poner en guardia contra este resurgimiento del modernismo, luego mal llamado "progresismo", pero desafortunadamente no fueron escuchados e incluso tomados a burla y desaprobados por muchos. Ahora (y hablo de católicos despiertos y no de los drogados por el modernismo) estamos comenzando a darnos cuenta del valor de estas advertencias proféticas, y por lo tanto es hora de remediarlo no con una reacción que apele al preconcilio, sino a la verdadera implementación del Concilio.
----------La masonería, por su parte, en ese clima confuso recién recordado de bajar la guardia, de euforia ingenua, de credulidad oportunista y de caza al reaccionario, entendió que había llegado el momento oportuno para entrar en acción con un método diferente, el del diálogo, y con verdadera esperanza de éxito.
----------Y de hecho así ha sucedido. El caso es que la masonería, intuyendo las ventajas que habría de obtener del resucitado modernismo, lo ha apoyado, ciertamente no sin financiarlo, porque ella no hace nada por nada, y es así que ha nacido y ha florecido la más hermosa de las flores, que es el rahnerismo, refinadísimo, fascinante y eficaz expediente, del cual la masonería todavía se sirve hasta el día de hoy para arruinar, como dulce veneno, a la Iglesia desde su interior, bajo la apariencia de una "altísima teología", sedicente "progresista", pero que en realidad no es más que el caldo caliente del modernismo.

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