viernes, 28 de abril de 2023

La necesidad de la Reforma litúrgica y sus buenas razones, consideradas a partir del sentido de la Vigilia Pascual (2/2)

Quienes han considerado siempre la Reforma litúrgica, nacida décadas antes del Concilio Vaticano II, pero decisivamente impulsada luego por el Concilio y por los Papas del post-concilio, una verdadera necesidad para la Iglesia, sin reducirla nunca jamás a una mera posibilidad o incluso mucho menos a una tragedia, han entendido en todo caso que la Reforma litúrgica era tan sólo el primer paso hacia un giro pastoral y espiritual para toda la Iglesia: por un cambio paradigmático de lenguaje y de prioridades, que las pequeñas diatribas y mezquindades de los reaccionarios no alcanzan nunca a vislumbrar ni siquiera de lejos.

La "no necesidad" de la Reforma
   
----------El segundo registro de observaciones del arzobispo de Génova en 1951, es en cambio el de la relación entre la Reforma litúrgica y el Ordo anteriormente vigente. Aquí, de manera menos llamativa, pero mucho más duradera, monseñor Giuseppe Siri contraponía al deseo de Reforma litúrgica las razones de una tradición litúrgica que no tendría ninguna necesidad de ser modificada. A bien ver, si observamos con más detenimiento, no son aquellas citadas argumentaciones de mérito, sino éstas de método, las que han tenido una fortuna y éxito críticos inesperados. Escuchemos la primera de estas afirmaciones-clave:
----------a) Decía el informe del arzobispo Siri: "La innovación puede ser aplicable si es dejada en uso para casos determinados y reducidos, de modo que se difunda solamente en la medida de lo necesario para que no resulte dañosa. Dado que el límite en que deja de ser una cosa bellísima y se vuelve nociva, varía de Diócesis a Diócesis, yo sería del humilde parecer de que estuvieran facultados los Ordinari locorum, los cuales están en grado de juzgar las circunstancias de hecho; y tomando tiempo, pueden podar con oportunas providencias para una aplicación cada vez más amplia. Deliberadamente he dicho que la innovación puede ser aplicable aunque sea a escala reducida. No he dicho 'debería'..." (p.159).
----------Se nota entonces una ulterior confirmación de este minimalismo reformador cuando el prelado retorna, más adelante, sobre la "no necesidad" de la disposición.
----------b) Seguía diciendo la relación de Siri: "En conclusión, después de haber prolongadamente estudiado y meditado la cuestión, por lo que puedo ver de un experimento hecho en mi diócesis, por cuanto sé y puedo, suplico que la innovación no sea sancionada, con ley, que la imponga como única y definitiva disciplina; sino que más bien sea concedida como indulto a la discreción de los Ordinarios de los lugares, permitiendo a través de una experiencia más completa (la cual es posible sólo en una serie de años) demostrar cuánto sea en el interés de la gloria de Dios, así como en el interés de las almas" (p.160).
----------Como es evidente, las preocupaciones del arzobispo de Génova, aunque no se cerraban (a fines del año 1951) a la posibilidad de un limitado y controlado experimento con la nueva forma de "vigilia in nocte", sin embargo propendían hacia una solución en la cual convivieran o coexistieran, sustancialmente, dos formas distintas (temporalmente, ritualmente, subjetivamente y objetivamente diferentes) del mismo rito, con vistas a una clara adquisición de las prioridades a lo largo de la experimentación de algunos años.
----------Es muy interesante, sin embargo, que esta forma de "innovación bajo indulto" tienda a poner en la sombra totalmente que la cuestión de la que estamos tratando (la vigilia pascual nocturna) en realidad no es la cuestión, sino más bien el principio de una solución, mientras que la verdadera cuestión estaba representada (tanto entonces, como ahora) por la incapacidad de los ritos tradicionales para comunicar adecuadamente el sentido mismo de la Vigilia y de todo el Triduo Pascual, en el cual las principales prioridades se habían convertido en el "precepto pascual" (con la obligación de confesión y comunión cada año) y el modo de gestionar el "personal sacerdotal", in primis para las confesiones.
----------La evidencia (sospechada y ficticia) de este primado, convierte en completamente accesoria y secundaria cualquier reforma litúrgica que quiera contribuir a redescubrir el primado de la "eucaristía celebrada". En último análisis y última instancia, sin negar nada a la belleza de la liturgia, con esta actitud se reduce su sentido a una posible distracción de las verdaderas tareas pastorales (que son confesar a los "pasqualini" y darles la comunión en las numerosas misas dominicales). Bajo este ángulo distorsionado de la experiencia eclesial, la Vigilia Pascual reformada era, es y será siempre claramente un obstáculo para estas prioridades disciplinarias y clericales. Sobre esto no hay ninguna duda (como dicen en Italia: "su questo non ci piove").
   
Negación de la cuestión litúrgica y motu proprio Summorum pontificum
   
----------Lo que llama la atención en aquel texto de 1951 enviado por el sabio arzobispo de Génova a la Sagrada Congregación de Ritos, es la forma de la argumentación. Evidentemente se debe tener en cuenta que mons. Siri elaboraba su propio pensamiento apenas en el umbral de las grandes reformas que precisamente con la Vigilia Pascual estaban comenzando bajo el papa Pío XII y que luego habrían de referirse a la Semana Santa en 1956, y luego, a partir del papa san Juan XXIII y del papa san Paulo VI, a toda la liturgia.
----------Ante este escenario, que en ese momento ni siquiera podía ser imaginado, el arzobispo Giuseppe Siri redimensionaba el impacto de la reforma litúrgica, transformándola de una nueva regla a una nueva excepción a la regla anterior, la cual, en su opinión, debía permanecer inalterada. A juicio de Siri, el experimento (lex condenda) o la excepción (lex condita) de la "vigilia in nocte" no habría debido alterar el régimen ordinario de la "vigilia in mane", que debía seguir vigente. No podemos saber qué habría podido ocurrir, en la Iglesia, si hubiera prevalecido esta posición de minimalismo reformador, sin embargo, podemos estar completamente seguros de que la confusión eclesial y la desorientación de los fieles habrían crecido enormemente.
----------Pero esto sucedía en 1951, ante una "lex condenda", que pronto, en contra de la opinión de Siri, se convertiría en "lex condita" y que el propio Siri habría de defenderla como "ley general", en contra de su propia opinión. Esta actitud, debemos reconocerlo abiertamente, ha sido también la que Siri ha mantenido incluso posteriormente, frente al surgimiento de las primeras formas de minimalismo y relativismo reformador (en sí potencialmente pasadistas), que fueron apareciendo después del Concilio Vaticano II. Treinta y un años después, en 1982, cuando un monje inglés escribía al propio Cardenal Siri, preguntándole cómo debía comportarse en ámbito litúrgico en la duda entre el viejo y nuevo rito, Siri le respondía: "El poder con el cual Pío V ha fijado su reforma litúrgica es el mismo poder de Paulo VI. El haber reformado el Ordo implica la sustitución que hace del antiguo" (carta del 6 de septiembre de 1982).
----------Ahora bien, es evidente que la lógica de contestación o impugnación que el arzobispo de Génova había actuado "de lege condenda" no podía ser planteada, en su opinión, "de lege condita". ¿Qué es lo que debemos pensar, si en el año 2007, veinticinco años después de aquella lúcida respuesta de 1982, a nivel central, se desempolvaban las argumentaciones de 1951 para sostener que, no obstante la Reforma litúrgica, el anterior Ordo continuaba valiendo como "forma extraordinaria" del mismo rito romano que había sido formalmente y oficialmente reformado? ¿Qué podemos decir de una teoría, como la del motu proprio Summorum pontificum, que de hecho le negaba a la Reforma litúrgica el ser una "ley general"?
----------Para una tal visión, más allá de todas las posibles contestaciones e impugnaciones, se hace necesario considerar que de la Reforma litúrgica (no sólo de la Vigilia Pascual, sino de todo el sistema litúrgico eclesial) no se había entendido la razón de su necesidad, vale decir, que todo lo católicamente litúrgico había sido considerado según el criterio de una posibilidad, no de una necesidad. Para este desarrollo, el Siri de 1951, ofrece indudablemente una ilustre "fuente". Pero el Siri de 1982 no parece precisamente inclinado a esta lógica, habiendo asumido como propia, aunque "obtorto collo" (y podríamos suponer que incluso de mala gana), la evidencia incontrovertible de la necesidad (de hecho y de derecho) de la reforma.
   
San Paulo VI: por la necesidad de la Reforma, más allá de su suficiencia
   
----------Después de todas estas consideraciones, me gustaría ir cerrando este artículo en otro tono y en otro plano. Quienes han considerado la Reforma litúrgica una necesidad, sin reducirla nunca jamás en posibilidad o incluso en una tragedia, han entendido en todo caso que era sólo el primer paso hacia un giro pastoral y espiritual para toda la Iglesia. Por un cambio paradigmático de lenguaje y de prioridades que las pequeñas diatribas sobre el "precepto pascual" no alcanzaban a vislumbrar ni siquiera de lejos.
----------Escuchemos ahora las palabras llenas de sabiduría doctrinal y pastoral, además de previsión, con las cuales el papa san Paulo VI acompañaba el primer exordio de la Reforma litúrgica postconciliar. Y luego, si tenemos el coraje, tratemos de volver a proponer los jueguitos de abogados que se detienen sobre las relaciones entre ley general y ley particular, entre explícita o implícitamente abrogado, entre misa sin pueblo y con pueblo, entre solemnidad y necesidad. Estaremos entonces seguros de que hemos perdido el contacto con la realidad y que nos hemos encerrado en un juego auto-referencial, en el cual la presunción y la desesperación se superponen hasta casi confundirse. La voz de la esperanza, en cambio, sugiere algo muy distinto:
----------"Para comprender este progreso religioso [= de la Reforma litúrgica] y para disfrutar de sus esperados frutos tendremos todos que modificar la mentalidad habitual formada acerca de la ceremonia sagrada y la práctica religiosa, especialmente cuando creemos que la ceremonia sea una simple ejecución de ritos exteriores y que la práctica no exija más que una pasiva y distraída asistencia.
----------Debemos darnos cuenta de que con el Concilio ha nacido una nueva pedagogía espiritual; es su gran novedad; y no debemos vacilar en hacernos primero discípulos y luego colaboradores de la escuela de oración que está a punto de comenzar. Puede darse que las reformas afecten hábitos queridos, y quizás hasta respetables; puede darse que las reformas exijan algún esfuerzo que en un principio no sea agradable; pero debemos ser dóciles y tener confianza: el plano religioso y espiritual, que nos es abierto por la nueva Constitución litúrgica, es estupendo, por profundidad y autenticidad de doctrina, por racionalidad de lógica cristiana, por pureza y por riqueza de elementos cultuales y artísticos, para respuesta a la índole y a las necesidades del hombre moderno" (Paulo VI, Audiencia general del miércoles 13 de enero de 1965).
   
Conclusión
   
----------Finalmente, mutatis mutandis, cuanto se había dicho en 1951 respecto a la Vigilia Pascual, hace ya más de setenta años, hoy lo podemos considerar también como iluminador para la "Misa de la Noche" de Navidad. Y es evidente que la cuestión corre el riesgo de ser formulada o enfocada de manera demasiado simplista, sin tener en cuenta cuánto han cambiado las prácticas celebratorias en los últimos setenta años, en relación con las innovaciones culturales y teológicas surgidas en el siglo XX.
----------Los cambios tecnológicos (desde la luz eléctrica, la tecnología digital, hasta las nuevas tecnologías de la comunicación) cambiaron el orden público y por tanto también el juicio moral acerca de las acciones nocturnas. El rasgo que une algunas posiciones de 1951 sobre la Vigilia Pascual y ciertas posiciones de hoy acerca de la Misa de Nochebuena es precisamente la rigidez disciplinaria y doctrinal: así como entonces ponían los pies en contra de las nuevas evidencias, permaneciendo en la inercia de los comportamientos "adquiridos", así también hoy existe rigidez sobre las adquisiciones de las últimas décadas, como si las nuevas evidencias (de carácter público y sanitario) fueran simplemente un ataque a la identidad y a la tradición.
----------Se usan las innovaciones elaboradas por la reforma desde 1950, sobre la base no sólo de documentos antiguos, sino también de nuevas evidencias tecnológicas, culturales y teológicas, como si fueran datos arcaicos e intocables, que la Iglesia siempre hubiera observado. Pero no es así: la lógica "transgresora" de los ritos exige un enfoque diferente, mientras que la Vigilia Pascual y la Misa de Medianoche quedan así reducidas a meras "ocasiones disciplinarias y apologéticas": una noche oscura entonces, una noche oscura hoy.

15 comentarios:

  1. Ejemplar actitud del cardenal Siri, y mente lucidísima. Un modelo a imitar.

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  2. No tengo ninguna duda que el Motu Proprio Summorum Pontificum fue firmado por Benedicto XVI con la mejor de sus intenciones, entiendo que creyendo de buena fe que era un acto destinado a poner fin al cisma abierto por los lefebvrianos y que se había expandido a otros sectores que no estaban como ellos, fuera de la Iglesia, sino dentro de la Iglesia. No tengo dudas de la recta intención de Benedicto por acudir al encuentro del "sufrimiento" de aquellos que (por las carencias y lagunas que fuera) permanecían apegados al viejo Misal, sin ser capaces de comprender lo que el Espíritu Santo había dicho por boca de Pedro y de los Padres del Concilio Vaticano II.
    Sin embargo, aquella decisión de Benedicto en 2007 no debió ser utilizada (como fue utilizada) como pretexto para considerar una restauración oficial del Rito Tridentino como el mejor camino para la interpretación de la Reforma Litúrgica y la corrección de los abusos celebratorios. Eso era, en la práctica: rechazar la Reforma litúrgica y rechazar el Concilio.

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    1. Totalmente de acuerdo con Ud., Raúl. Nos arriesgaríamos a respaldar a aquellos (sacerdotes y laicos) que entre 2007 y 2021 usaban el pretexto del viejo rito para restaurar una identidad católica fundamentalista o contra-revolucionaria, que la Iglesia, en el "hacer la caridad de la Verdad", según la Eclesiología de Comunión, hoy ya no elige como estilo. La llamativa deriva de diversas cofradías y grupos o movimientos, que parecen nuevas órdenes de caballería, que anhelan poder celebrar en latín por el simple afán de revitalizar su folklore y devolver el brillo a su librea medieval, no creo que haya sido esta la intención esencial del papa Benedicto en 2007, que en su carta aclaratoria a los Obispos, pedía "hacer todos los esfuerzos para que todos los que verdaderamente deseen la unidad se hagan posible permanecer en esta unidad o encontrarla de nuevo".
      Por lo demás, en aquellos catorce años anteriores a Traditionis custodes, la actitud de muchos tradicionalista, que preferían el Misal de Pío V (en realidad, hay que decir que debían preferir sólo el Misal de 1962, de Juan XXIII, si realmente hubieran sido obedientes a Benedicto), daban a entender públicamente que la liturgia de Pablo VI carecía de elementos esenciales de fe e inteligencia litúrgica. Esa actitud no era honesta ni estaba en línea con Summorum Pontificum.
      Estoy absolutamente convencido de que algunas interpretaciones engañosas de Summorum Pontificum no procedían según un camino obligado de reconciliación y comunión, sino de venganza y condenación de los que seguían celebrando, por fe y por sentido común según el Misal de Pablo VI.
      Afortunadamente toda esa mistificación ya quedó atrás.

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    2. Creo que la rigidez siempre es mala, y realmente me da pena ver también ligeramente rigidos a quienes tratan de defender, como es debido, las decisiones del Papa en Traditionis custodes.
      Lo cierto es que nada se resuelve siendo rigidos. Claro que no estoy a favor de la laxitud a la hora de obedecer las directrices del Papa, incluso en materia litúrgica.
      Ciertos excesos apologéticos son comprensibles, y a veces disculpables, pero tampoco se puede condenar la reforma litúrgica por eel xceso de alguno en defenderla!! Como se suele decir, se arriesga a tirar el agua junto con el niño...

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  3. No se trata de que con la reforma litúrgica los sacerdotes se vean obligados a recurrir a la creatividad o a la fantasía o a utilizar trucos para llamar la atención, sino que lo que ocurre es que muchas veces debe primar la preocupación de concienciar a los fieles para no caer en esa lamentable tendencia de ser meros espectadores, como desgraciadamente ocurría en el viejo rito romano.
    Desafortunadamente, esa tendencia a "asistir" a la "función" de la Misa, es un legado de la liturgia tridentina, que se ha consolidado a lo largo de los siglos y es difícil de extinguir.
    Tal vez yo esté exagerando ahora, y me esté yendo demasiado lejos y me vuelva excesivamente rígido en esto, pero me parece que también el insistir en luchar contra este defecto es absolutamente necesario si se quiere aplicar el principio de la participación de los fieles, central en las directivas del Concilio Vaticano II.
    Antes de la reforma litúrgica del Vaticano II, los sacerdotes estaban menos preocupados por la participación activa de los fieles en la liturgia, pero el problema también existía en el pasado y el Magisterio lo había subrayado repetidamente.
    La encíclica Mediator Dei de Pío XII habla de este problema.
    El Sacerdote celebraba su Misa en el altar ignorando por completo a las personas que podían estar "asistiendo" a la Misa rezando el Rosario, o leyendo una meditación piadosa, etc. Después de todo, esto ya creo que sucede menos en las Misas Tridentinas que todavía pueden estar celebrándose por allí, y, hay que reconocerlo, se debe a la reforma litúrgica del Vaticano II.

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    1. A la participación activa de los fieles, como principio señalado por el Concilio Vaticano II para la reforma litúrgica, yo agregaría también la asunción de los elementos positivos en las liturgias de los protestantes y de los ortodoxos orientales, como elementos de acercamiento ecuménico.

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    2. Es cierto que el movimiento litúrgico se esforzó la primera mitad del siglo XX por hacer comprensible y cercana la Misa a los fieles. para que no sean unos meros espectadores. De allí las misas dialogadas y las reformas de la Semana Santa. Pero la actuosa participatio es recién a partir de la Sacrosanctum Concilium. Luego eso se plasmó en las reformas durante el Concilio e inmediatamente posteriores. Lo que hizo que aún con la vuelta al '62 eso no se perdiera.
      También es cierto que los que eligen ir a esas celebraciones tienen los medios para la participación que en ese contexto se permiten.
      Pero se equivocan los que creen que antes del Concilio las parroquias eran como las capillas en las que un pequeño grupo se reúne para esas celebraciones.
      De todos modos, lo que era parche en el antiguo rito pasó a ser central en el Misal de la reforma litúrgica: el altar, el ambón, la lengua, los textos de la celebración, los ministerios laicales...
      Lo que hace el Opus Dei en sus celebraciones diarias en sus Centros es más bien, forzar el Misal actual para que se parezca al anterior.
      Y aunque argumenten que la edición latina es la típica, es obvio que es un texto más para ser traducido que para ser usado. En concreto, por ejemplo no se encuentran en el cuerpo del Misal ni siquiera los prefacios musicalizados. Están en un libro aparte.
      La edición latina tiene frases de diálogo con los fieles, como el acto penitencial, que en latín tienen poco sentido. Nadie habla fuera de algún excéntrico en latín.

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  4. El Concilio Vaticano II fue un caballo de Troya. Los documentos hablan del latín y luego con la excusa del mismo Concilio prácticamente se anuló el uso del latín.
    O me van a decir que en las parroquias se canta el ordinario en latín como pide SC 54.
    Abajo copio algunos textos de SC referidos al uso del latín. Obviamente hoy ninguno se cumple. Pero es cierto que apenas un renglón debajo cada uno de esos textos admite alguna excepción. Por eso cito lo de caballo de Troya.
    Con esos textos se muestra que Paulo VI fue mucho más allá del mandato conciliar en la reforma.
    36. § 1. Se conservará el uso de la lengua latina en los ritos latinos, salvo derecho particular.
    54. En las Misas celebradas con asistencia del pueblo puede darse el lugar debido a la lengua vernácula, principalmente en las lecturas y en la «oración común» y, según las circunstancias del lugar, también en las partes que corresponden al pueblo, a tenor del artículo 36 de esta Constitución.
    Procúrese, sin embargo, que los fieles sean capaces también de recitar o cantar juntos en latín las partes del ordinario de la Misa que les corresponde.
    101. §1. De acuerdo con la tradición secular del rito latino, en el Oficio divino se ha de conservar para los clérigos la lengua latina. Sin embargo, para aquellos clérigos a quienes el uso del latín significa un grave obstáculo en el rezo digno del Oficio, el ordinario puede conceder en cada caso particular el uso de una traducción vernácula según la norma del artículo 36.
    120. Téngase en gran estima en la Iglesia latina el órgano de tubos, como instrumento musical tradicional, cuyo sonido puede aportar un esplendor notable a las ceremonias eclesiásticas y levantar poderosamente las almas hacia Dios y hacia las realidades celestiales.

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    1. ¿Y usted en qué planeta vive? ¿Se habla latín allí?... ¿Dónde habla usted el latín? ¿Quiénes le entienden cuando usted habla latín?...

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    2. "El Concilio Vaticano II fue un caballo de Troya. Los documentos hablan del latín y luego con la excusa del mismo Concilio prácticamente se anuló el uso del latín."
      Si para usted es obvio que el Concilio no tiene valor, porque es un caballo de Troya, ¿qué importancia tiene lo del latín? ¿A cuento de qué le interesa usted el latín en la Misa? ¿Para qué?
      Se ve que entonces su fe depende de que se hable latín.
      Pero si de veras le interesa conocer el verdadero valor del Concilio Vaticano II, sepa que su valor depende de que en él estaba Pedro, es decir, Juan XXIII y Pablo VI, que lo convocaron y promulgaron sus decretos. De modo que con su autoridad y jurisdicción, Pablo VI comprendió bien que lo del latín no es doctrina ni menos dogma de fe, sino directriz pastoral, la cual, por otro lado, difícilmente puede armonizar con la activa participación del pueblo cristiano.
      ¿Conoce usted alguna parroquia en alguna ciudad del mundo en la que se hable latín?...
      Me da la impresión que lo que a usted menos le interesa es el Concilio Vaticano II o el Papa. No me parece que tenga nada que ver con ellos.
      Nadia Márquez

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    4. Vivo en un planeta en el que la mayoría proclama que la reforma litúrgica se llevó a cabo según las directivas del CVII y ahí se muestra que no fue así. El Misal actual no sigue esos principios del CVII.
      Sobre sus objeciones al latín, dígaselas a los padres conciliares.
      Yo refiero esos textos y el caballo de Troya.

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    5. Es ridículo que en el siglo XXI todavía haya alguien que pueda discutir estas cosas.
      El latín es una lengua muerta. ¿Qué "activa y consciente" participación de los fieles puede garantizarse con el uso del latín?
      Absolutamente ridículo.
      Por otra parte, está claro que el Concilio señala una orientación pastoral, no una doctrina.
      Es curioso como hay gente que pretende decir que le hace caso al Concilio porque pide la Misa en latín y no le lleva el más mínimo apunte a las doctrinas nuevas del Concilio.
      ¡Lo que debe ser creído del Concilio son sus doctrinas!
      Para la orientación pastoral hay que obedecer al Obispo del lugar (él sabrá estar de acuerdo con los Concilios y con los Papas).

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  5. Sergio Villaflores29 de abril de 2023, 16:44

    Benedicto XVI les reclamó a los lefebvrianos que, para dejar de ser cismáticos, debían acoger las doctrinas nuevas del Concilio Vaticano II.
    Los lefebvrianos siguen teniendo las orejas tapadas.
    Pero son graciosos: se muestran muy obedientes no hacia las doctrinas del Concilio, sino a (algunas de) sus directivas pastorales, como la del uso del latín, aunque los Papas y los Obispos hayan establecido otra cosa después del Concilio.
    En conclusión: los lefebvrianos obedecen al Concilio y a los Papas cuando el Concilio y los Papas obedecen a Lefebvre.

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