martes, 10 de septiembre de 2024

Un elenco de los errores de Karl Rahner (1/2)

La historia de la veintena de Concilios Ecuménicos y la experiencia de la fragilidad humana nos enseñan que normalmente después de todo Concilio surgen problemas vinculados al tal Concilio, aunque éste no tuviera intención de provocarlos; pero la existencia de tales problemas justifica la convocatoria de un nuevo Concilio, el cual a su vez planteará eventualmente nuevos problemas que deberán ser abordados por un nuevo Concilio, y así sucesivamente, hasta el fin del mundo. [En la imagen: fragmento de "Los Angeles Guardianes de las Siete Iglesias de Asia", mosaico ubicado en la Basílica de San Marcos, Venecia, Italia].

El Concilio Vaticano II falsificado y traicionado
   
----------Los habituales Lectores de este blog saben que no es la primera vez que escribo acerca de Karl Rahner. Quienes, en cambio, son Lectores esporádicos o casuales de estas mis notas cotidianas, para saberlo les basta escribir el nombre de Karl Rahner en los buscadores de este blog y comprobarán que no han sido pocas las publicaciones sobre él y su obra en este sitio. Pero en esta ocasión se trata de un trabajo diferente. Mediante este artículo en dos partes inicio una serie de publicaciones de carácter sistemático, con artículos hilados entre sí y en publicación continuada y progresiva, serie que, como es natural, interrumpiré semana a semana con notas de otro tipo, para cumplir las finalidades bien conocidas de este blog. Sea como sea, adelanto ya desde el inicio el objetivo de esta serie: la publicación ordenada -y espero que bien fundamentada- del elenco de errores de Karl Rahner, elenco del cual estas dos notas son sólo la introducción.
----------Como es bien sabido, una de las cuestiones más importantes, por no decir de las más dramáticas, de la Iglesia de hoy -cuestión que se viene arrastrando desde el final del Concilio Vaticano II- es la de la recta interpretación y por tanto de la correcta aplicación del mismo Concilio. Los últimos Romanos Pontífices, hasta el actual Papa, Francisco, han intervenido muchas veces y de varios modos sobre este tema, lamentando el surgir de malas interpretaciones y exhortando a interpretar el Concilio en conformidad a ese mismo Magisterio de la Iglesia que está en la base de sus doctrinas
----------Esta cuestión de la interpretación del Concilio ha sido tocada ya por muchos. Una intervención autorizada ya en los años sesenta fue la del cardenal Pietro Parente, ex Secretario del Santo Oficio, con el librito La crisis de la verdad y el Concilio Vaticano II (Istituto Padano di Arti Grafiche, Rovigo 1983). En este opúsculo el autor pone en evidencia la crisis doctrinal que ha seguido al Concilio, causada no ciertamente por Concilio, sino por un retorno del modernismo. Y a este propósito, uno de los teólogos criticados es precisamente Rahner.
----------Otro autor a destacar es el teólogo Peter M. Fehlner, quien algunos años atrás, en un congreso teológico dedicado a Rahner, se expresaba así: "Benedicto XVI ha tocado este tema en su discurso a la Curia romana, del 22 de diciembre de 2005, concerniente a la hermenéutica auténtica e inauténtica del Vaticano II y a la renovación basada en ellas: ¿puede una teología ser absolutamente nueva y también auténtica renovación católica? ¿Y puede serlo especialmente si la 'novedad' implica una hermenéutica que rompe de modo decisivo con el enfoque patrístico-escolástico? La renovación basada en la continuidad con la tradición -incluyendo el enfoque patrístico-escolástico a la teología- puede producir una reforma genuina; mientras que, en cambio, una nueva reforma en discontinuidad con esa tradición solo puede traer a su paso una ruptura trágica o cisma. La teología para ser nueva debe primero ser vieja: como la Belleza que es el Señor, siempre antigua siempre nueva" (cf. Karl Rahner, un análisis crítico. La figura, la obra y la recepción teológica de Karl Rahner, 1904-1984, a cargo del padre Serafino M. Lanzetta, Editrice Cantagalli, Siena 2009, p.73).
----------Abro un brevísimo paréntesis para hacer solamente una acotación a la citación anterior. Es bien conocido, al menos para aquellos que siguen el decurso de las corrientes actuales de pensamiento en la Iglesia, que, por desgracia, el padre Serafino Lanzetta hoy por hoy manifiesta una actitud contestataria hacia las nuevas doctrinas del Concilio Vaticano II y una abierta oposición al pontificado de Francisco. Sin embargo, este desgraciado hecho no quita que en el año 2007 fuera uno de los meritorios organizadores de un importante congreso teológico internacional referido al pensamiento de Karl Rahner, con ponencias de alto valor y utilidad teológicos, como la que acabo de citar. Cierro ahora el mencionado paréntesis.
----------El Dicasterio para la Doctrina de la Fe ha sido obligado en estas últimas décadas a intervenir varias veces para corregir graves errores de teólogos, los cuales pretendían avalar tales errores en nombre del Concilio. No obstante todas estas advertencias e indicaciones, tanto de parte del Magisterio como de varios y autorizados teólogos y pensadores verdaderamente fieles a la Iglesia y a la Tradición, ha sucedido que a partir del inmediato postconcilio se ha convertido en cada vez más influyente un movimiento autodenominado "progresista", o bien identificado de otros modos, el cual ha pretendido y pretende ser el verdadero intérprete, continuador y en ocasiones corrector de las doctrinas conciliares.
----------Pero tal movimiento, pese a su pretensión de presentarse como una novedad sugerida por el Espíritu Santo y por la más avanzada crítica teológica y bíblica, en realidad se ha revelado cada vez más -no obstante cualquier elemento válido- como una reedición actualizada y empeorada de aquel modernismo que en su tiempo fue desenmascarado y condenado por san Pío X. Así lo han puesto de manifiesto autorizados estudios y sobre todo dos congresos internacionales de teología desarrollados en el año 2007.
----------Como también es sabido, ya desde el inmediato postconcilio surgió otro movimiento, opuesto al primero, al cual le parecía y parece ver en ciertas doctrinas del Concilio un cambio o traición de algunas concepciones tradicionales. A tal movimiento le cuesta ver en el Concilio un eximio testimonio de la Tradición, por lo cual lo interpreta como que el Concilio haya cambiado la Tradición.
----------Por otra parte, también a los ojos de los estudiosos más serenos y objetivos, totalmente fieles a la Iglesia, aparece actualmente claro que efectivamente el lenguaje del Concilio Vaticano II, que se ha esforzado por tener un tono modernamente pastoral, carece a veces, acerca de puntos importantes de doctrina, de la deseada claridad y univocidad, prestándose a interpretaciones que pueden favorecer visiones modernistas o no auténticamente católicas y tradicionales. Pero siempre ha sido preocupación del Magisterio postconciliar aclarar equívocos y ofrecer la recta interpretación, excluyendo la equivocada.
----------Pese a esas intervenciones del Magisterio pontificio, los modernistas no se han detenido en absoluto, sino que, aprovechando la excesiva indulgencia de algunos pastores, han perseverado y de hecho han extendido su influencia también en ciertos ambientes de la Jerarquía, a tal punto que hoy, en casos extremos, aquellos que corren el riesgo de ser marginados, no son los herejes, sino los de recta fe.
----------Desde hace largo tiempo la Santa Sede se encuentra en una situación que bien podríamos definir de casi angustiante (pensemos sobre todo en el sufrimiento padecido por un san Paulo VI): si la Sede Apostólica no interviene, entonces la confusión aumenta en la Iglesia y fuera de ella, y las almas se pierden; pero si interviene, entonces al Papa se lo pone en la picota y cae víctima de una reacción por parte de las fuerzas conjuntas de los modernistas y en general de las fuerzas anti-cristianas y anti-religiosas.
----------El papa Benedicto XVI había adoptado un estilo suave, sobrio y alusivo, pero que al mismo tiempo, para quien durante su pontificado tenía orejas para entender, proseguía en la línea de los Pontífices precedentes, pronunciando cuando llegaba la ocasión oportunos y fuertes reclamos. En aquella época hace década y media atrás, nos preguntábamos si iba a ser suficiente esa conducta para inducir a los modernistas a una reflexión y un replanteamiento. No éramos pocos los que pensábamos que tal vez fuera mejor ir más al grano respecto a las gravísimas cuestiones doctrinales que hoy ponen en riesgo la salvación de las almas, crean falsas ilusiones, laceran la unidad de la Iglesia, falsifican y diluyen el cristianismo obteniendo falsas conversiones, haciendo ineficaz el testimonio y frenando su expansión, haciendo divertir a sus enemigos, por lo cual hoy el católico consciente debe decir con dolor junto con el Salmista: "Nuestros enemigos se ríen de nosotros" (Sal 80,7). Sabemos cómo terminó el pontificado de Benedicto, quedando el Pontífice aislado y debilitado ante la mayoritaria presión modernista, sin que faltara también la nociva acción igualmente hipócrita de los indietristas en la propia Curia romana, que dejó al Pontífice con las manos atadas frente a la acción deletérea de uno y otro partido.
----------El advenimiento al solio pontificio del cardenal Jorge Mario Bergoglio les pareció a no pocos un triunfo del partido de los modernistas, considerando al nuevo pontífice uno de ellos. Tal suposición, naturalmente, indica carencia de fe católica, pues el Romano Pontífice no es ni puede en absoluto ser un hereje, instituido como está por nuestro Señor Jesucristo mismo para ser el infalible Maestro de la Fe. Opinar lo contrario significaría la blasfema acusación de mentira hacia Nuestro Señor. Esto no quita que la divina Providencia haya permitido la elección de un cardenal que, incluso durante su Pontificado, muestra ciertos modos de expresarse y de actuar que podrían hacer pensar en inclinaciones de tipo modernista. Sin embargo, cuando en esta ya más de una década el papa Francisco se expresa en su condición de supremo y universal Maestro de la Fe, absolutamente siempre ha venido confirmando en la Fe en la Palabra de Cristo, y no podría ser de otro modo, esto sea dicho más allá de una quizás criticable actitud de excesiva tolerancia hacia el partido de los modernistas y un quizás excesivo rigor hacia el partido de los indietristas filo-lefebvrianos.
----------El hecho es que en este pontificado como en los anteriores, no hay, desde hace ya algunas décadas, casi un punto de la doctrina católica que no esté contradicho en lo interno de la Iglesia por parte de algún personaje famoso sedicente católico, sin que aparezcan significativas intervenciones, ya sea por parte de teólogos o del episcopado, dirigidas a refutar o corregir seriamente y específicamente el error. Un caso clamoroso en la primera mitad del pontificado de Benedicto XVI, ha sido el de Vito Mancuso, quien, sin embargo, gracias a Dios, ha sido oportunamente refutado por monseñor Bruno Forte y por la "Civiltà Cattolica". Pero de hecho Mancuso no dio señales de estar muy impresionado; y siguió estos últimos años obteniendo gran éxito.
----------Sea como sea, y habría que decir que en el mejor de los casos la vida cristiana ha perdido a menudo su carácter sobrenatural y específicamente cristiano, para reducirse a valores tal vez auténticos, de solidaridad, de justicia, de sensibilidad política, de virtudes humanas, pero que no distinguen ya al cristianismo de las perspectivas válidas de, por ejemplo, un sano laicismo, o del liberalismo, o del iluminismo o de la masonería. Y también cuando se usa la terminología o la práctica exterior del catolicismo (por ejemplo, lo "sobrenatural", la "gracia", la "fe", la "caridad", la "salvación", los "sacramentos", la "Sagrada Escritura", la "Misa", la "Revelación", la "Iglesia", etc.) estas palabras y estas prácticas son vaciadas de su significado cristiano original, y devienen símbolos o metáforas de un pensar y de un vivir puramente terreno y secular.
----------Muchos en el Pueblo de Dios están contentos con esta situación, que permite un cristianismo cómodo y de acuerdo (o, como se dice, "en diálogo") con el mundo, un cristianismo que se ahorra del esfuerzo de pensar en términos metafísicos o de aceptar dogmas indigestos para la razón "moderna", y exime de comportamientos que parecen impedirnos gozar de las alegrías de la vida presente dispensándonos del alimentar esperanzas ultraterrenas de contenidos mitológicos e impensables.
----------El querer distinguir con absolutez lo verdadero de lo falso les parece a muchos expresión de presunción y de intolerancia, fuente de discordia y falta de respeto por las ideas y la conciencia de los otros. El concepto mismo de una religión absolutamente verdadera que tenga primacía sobre las otras les parece a muchos una pretensión imperialista de ésta sobre las otras religiones.
----------Un pacifismo blando y cobarde, un pluralismo relativista, la tranquila asociación a un mismo sistema de pensamiento o de vida con las más evidentes contradicciones, como para obtener el consenso por parte de los poderes dominantes, aparecen más deseables y convenientes que la exigencia límpida y lineal de la verdad y de fundar por tanto la convivencia humana sobre valores ciertos, objetivos y comunes. Que cada uno viva como quiera: es suficiente con que no me fastidie y que yo pueda salvar el pellejo.
----------¿Cómo remediar esta situación? Ciertamente lo que nos une es todavía mucho y muchos son los motivos para mantener la esperanza. Una gran esperanza para nuestro tiempo debía ser el Concilio Vaticano II, si no hubiera sido falsificado por los modernistas. Nuestra salvación está todavía y siempre en su recta interpretación y aplicación según las indicaciones de la Iglesia postconciliar.
----------Sin embargo, la historia de la veintena de Concilios Ecuménicos y la experiencia de la fragilidad humana nos enseñan que normalmente después de todo Concilio surgen problemas vinculados al tal Concilio, aunque éste no tuviera intención de provocarlos; pero la existencia de tales problemas justifica la convocatoria de un nuevo Concilio, el cual a su vez planteará nuevos problemas que deberán ser abordados por un nuevo Concilio y así sucesivamente hasta el fin del mundo.
----------En general se verifica un movimiento pendular: para corregir el error de una parte se corre el riesgo del error opuesto, hasta que un poco cada vez se alcanza el equilibrio, el cual sin embargo puede de hecho ser puesto de nuevo en discusión por interpretaciones más ignorantes de las precedentes conquistas. Así por ejemplo ha sucedido en la clarificación del dogma cristológico: de Nicea a Calcedonia asistimos a un gigantesco esfuerzo colectivo para conciliar y equilibrar en Cristo la humanidad con la divinidad en la unidad de la persona, hasta llegar al dogma calcedonense, que sin embargo hoy es de nuevo puesto en discusión no por teólogos más "modernos" y más "avanzados", sino por visiones retrógradas respecto a aquellas de los Padres de Calcedonia, por lo cual se vuelve a caer en los equívocos o en los errores pre-calcedonenses.
----------Lamentablemente uno de estos teólogos, que ha sido definido por alguno el "gran arquitecto de la teología del siglo XX", puesto casi a la par (sino por encima) de santo Tomás de Aquino, teólogo de fama mundial por décadas y convertido casi en un clásico indiscutido de la teología "moderna", es Karl Rahner.
----------Por supuesto, nadie puede poner en duda sus grandes méritos: la increíble laboriosidad, la multiplicidad de los intereses, la genialidad, el coraje especulativo, la validez de ciertos análisis históricos suyos, la denuncia de ciertos errores y límites cometidos en el pasado, la bondad de ciertas sugerencias suyas pastorales y de hipótesis interpretativas, la justeza de algunos auspicios y previsiones, la amplitud de su cultura, la seriedad de su erudición, un indudable sentido moral, la sensibilidad espiritual, la audacia y el interés de ciertas propuestas e intuiciones, el vigor, el encanto y la potencia de su estilo, aunque a veces pesado, oscuro y retorcido, la cantidad prodigiosa de sus escritos. No por nada, como todos saben, fue uno de los peritos del XXI Concilio Ecuménico. Y todo esto da indudablemente una razón de su fama.
----------Pero precisamente este último hecho, el de ser experto o perito llamado al Concilio, al parecer, ha sido para él -como por lo demás para otros ilustres peritos del Concilio- una sutil tentación, a la cual no ha sabido resistir. Esto es, la tentación de sobrepasar los límites de simple teólogo consultor de los Obispos, asumiendo la actitud de consejero del episcopado, salvo para luego, en sus principios teológicos, menoscabar al episcopado la autoridad y el primado de maestro de la fe, y por tanto para devenir él mismo -a la manera protestante- maestro y corrector de presuntos errores del Magisterio de la Iglesia: sobre todo aquellos, a su decir, son precedentes al Concilio. Al mismo tiempo se ha hecho él mismo intérprete inapelable del Concilio mismo, independientemente y contra la interpretación oficial del Magisterio de la Iglesia, poniendo por tanto al magisterio preconciliar contra el conciliar y postconciliar y rompiendo la continuidad de aquél con éste.
----------Acerca de esta elevación de Rahner a la categoría de algo así como "gurú" del Concilio, una referencia autorizada a la concepción rahneriana de la Redención se encuentra en el documento de la Comisión Teológica Internacional, Cuestiones selectas sobre Dios Redentor, del 29 de noviembre de 1994, nn. 30-33. La Comisión se limita, como es su competencia institucional, a señalar algunos puntos de la teoría raheriana considerados de particular interés. Esto no implica ninguna evaluación crítica, porque tal parecer corresponde únicamente al Dicasterio para la Doctrina de la Fe. Por lo cual, una eventual referencia a este documento por parte de los rahnerianos, como si fuera en su favor, está desprovisto de todo fundamento.
----------La denuncia de aquella mencionada operación, hecha por Benedicto XVI en términos genéricos, golpeó ciertamente a Rahner, uno de sus máximos artífices, si no precisamente el máximo: el más famoso, el más peligroso, el más fascinante, el más influyente.
----------Un tratamiento autorizado sobre la cuestión de la interpretación del Concilio está dado en el libro del cardenal Leo Scheffczyk, La Iglesia. Aspectos de la crisis postconciliar y correcta interpretación del Concilio Vaticano II, presentación a la edición italiana del cardenal Joseph Ratzinger (Jaca Book, Milán, 1998, pp. 168-169). Scheffczyk critica el "sueño" de la Iglesia del futuro auspiciada por Karl Rahner.
----------Digo de inmediato que la intención de esta serie de artículos que aquí inicio, como aparece ya en el título -que podrá turbar o escandalizar a alguno- no pretende ser una presentación complexiva del pensamiento rahneriano, el cual, sobre todo en el primer período de su vida intelectual, el preconciliar, es rico de temas válidos (que por lo demás le valieron el ser nombrado perito del Concilio). Acerca de los méritos de Rahner, sin embargo, se ha dicho correctamente lo suficiente. Pero se ha dicho sin embargo también a despropósito. Ha llegado por tanto el momento de una presentación complexiva de sus errores, de los cuales muchos en la Iglesia -tanto en lo alto como en lo bajo- todavía no se dan cuenta o no quieren darse cuenta o tienen miedo de darse cuenta; también porque no es siempre fácil discernirlos, pues en gran medida están hábilmente ocultos, pero no por ello dejan de ser menos peligrosos.
----------Ilustres estudiosos, por lo demás (como el lector podrá ver en la bibliografía que iré citando al desarrollar esta serie de artículos), desde hace décadas, han puesto en luz estos errores -también sin dar el nombre de su padre- pero hasta ahora no han sido suficientemente escuchados por el Magisterio, por ese Magisterio al cual Rahner, fingiéndose servidor, en realidad le descalza las bases sobrenaturales y humanas.
----------Digamos por tanto, en esta óptica, que el pensamiento rahneriano no se limita -con el pretexto de una interpretación adecuada a la cultura moderna- a proponer innovaciones, interpretaciones, correcciones o cambios, sobre algún que otro punto de la doctrina católica, sino que pretende proponer una absolutamente nueva interpretación y exposición general y sistemática de la doctrina de la fe, que se encuentra resumida en el famoso Curso Fundamental sobre la Fe, al cual podríamos definir como el programa del hodierno modernismo, en clara contraposición al Catecismo de la Iglesia Católica.
----------A partir de una atenta comparación de entrambas obras, nos damos cuenta que el Curso de Rahner y el Catecismo no son dos modalidades simplemente diferentes de exponer la misma doctrina católica, sino que son, en razón de muchos aspectos, dos modalidades contradictorias, de modo tal que ciertas tesis rahnerianas, a la luz del Catecismo de san Juan Pablo II, aparecen como verdaderas y propias herejías o errores próximos a la herejía. Es la tarea de esta serie de artículos demostrar este grave hecho, precisamente confrontando el Curso con el Catecismo y en general con la doctrina de la Iglesia pre y post conciliar.
----------Dada esta situación, se espera desde hace décadas y desde varias partes una intervención clarificadora por parte de la Iglesia. Una voz autorizada en este sentido es la del teólogo alemán David Berger, quien, por ejemplo, en un artículo publicado en la revista teológica Fides Catholica, n.2 de 2006, retomando un estudio realizado por Heinz-Jürgen Vogels, se expresaba en estos términos: "Después de la apasionante y hasta emocionante lectura de Vogels, surge vehemente la pregunta, si no ha llegado el momento que esa institución, a la que en la Iglesia Católica se le confía la conservación de la pureza de la fe, una vez más acepte un análisis más profundo de la doctrina de Rahner. En esto no se trata de un juicio sobre la persona de Rahner y, a este respecto, no es relevante si tenía buenas intenciones, se trata solo de sus escritos. Nosotros podemos, mejor que en el pasado, reexaminarlos con la ayuda de los estudios más recientes, en los cuales él es estilizado más o menos acríticamente como el nuevo doctor de la Iglesia" (pp. 102-103).
----------A este respecto, y en medio de la general y profunda confusión intelectual y moral en la que vivimos, debemos agradecer al Santo Padre que recientemente haya insistido, de modo repetido y firme, en reclamar a los filósofos y teólogos católicos, y a los fieles en general, el mantener como guía y modelo de pensamiento a santo Tomás de Aquino, reafirmando su condición de ser el Doctor Común de la Iglesia.

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