El difundido buenismo y misericordismo (en ámbito eclesial extendido en círculos no sólo modernistas sino también indietristas) nos ha conducido a haber perdido el valor consolador del compartir la cruz de nuestro Señor Jesucristo y, como ocurre con el diablo, en lugar de amar la cruz, la odiamos. Solo si el encarcelado vive estos sentimientos, aceptará con serenidad su condición de preso y será él mismo quien quiera permanecer en prisión hasta que se cumpla su pena. [En la imagen: una fotografía del interior de una de las unidades carcelarias del Complejo Penitenciario Federal I de Ezeiza, provincia de Buenos Aires, Argentina].
----------Un valor de la concepción moderna de los derechos humanos es la práctica de la moderación de las penas carcelarias y su función reeducativa. Sin embargo, no todo es progreso en la ética carcelaria vigente en la actualidad, y un valor que parece haberse perdido es el significado penitencial-expiatorio de la pena. La sociedad de hoy, hedonista, gozadora y disfrutona, ya no quiere oír hablar de expiación como si se tratara de una lúgubre superstición pagana. El sufrimiento debe ser rechazado por todos los medios, como si fuera el máximo de los males, incluso a costa de pecar o de hacer daño a los demás.
----------Esto ocurre en concomitancia con un debilitamiento de la práctica cristiana, que, dando forma de virtud a la penitencia como exigencia espontánea del alma arrepentida, había logrado en el pasado animar de sentido cristiano también el derecho penal civil, humanizando los usos paganos todavía presentes en el alto Medioevo e insertando vitalmente la situación del preso en el misterio de Cristo crucificado.
----------Así hoy se sigue hablando ciertamente de "penitenciario", pero parece haberse perdido ese aspecto expiatorio que da al "cumplimiento" de la pena una dignidad moral, que genera en el preso o encarcelado un estado de ánimo sereno, que lo lleva a vivir su dolorosa situación en la conciencia de recuperar la dignidad perdida, en la satisfacción de pagar su propia deuda a la justicia y en la perspectiva de retornar a la sociedad plenamente rehabilitado, purificado y librado de toda mancha o marca de infamia.
----------Acabo de usar la palabra "cumplimiento" de la pena para referirme a la situación del preso. En aquellas sociedades que, al menos en su lenguaje, aún conservan rastros del Evangelio, se sigue usando la expresión "descuento" de la pena (así en Italia se suele hablar de "sconto della pena"), pero si uso esa misma expresión en el actual contexto argentino, posiblemente se la malinterpretaría en el sentido de "reducción" de la pena, cuando en realidad, el hecho de que un preso esté encarcelado "descontando" su pena significa, en términos cristianos, estar pagando aquí en la tierra lo que de otro modo deberá pagar inexorablemente en el más allá, y por eso es conveniente que lo pague con buena disposición en el más acá.
----------En mi opinión, los suicidios en las cárceles, de los que a veces hemos oído hablar con preocupación, pueden ser ciertamente ocasionados por diversos factores relacionados con el incumplimiento por parte de los responsables de la aplicación de las normas del ordenamiento carcelario, pero estoy convencido de que un factor decisivo de este gravísimo inconveniente, por no decir este escándalo, esté dado por el hecho de que hemos perdido la conciencia de que, como pecadores, debemos reconocer y arrepentirnos del mal hecho, debemos expiar nuestras culpas, debemos reparar los daños, debemos remediar el mal que hemos cometido, debemos cultivar la penitencia de los pecados, debemos aceptar cumplir una justa pena.
----------Hemos perdido el valor consolador del compartir la cruz de Cristo y, como ocurre con el diablo, en lugar de amar la cruz, la odiamos. Solo si el encarcelado vive estos sentimientos, aceptará con serenidad su condición de preso y será él mismo quien quiera permanecer en prisión hasta que se cumpla la pena (o, como dije, hasta que "se descuente" la pena, como dicen los italianos, no en el sentido en que lo entienden los argentinos). Solo así, el estar en prisión tendrá para él un sentido y cumplirá ("descontará") gustosamente su pena. Los suicidios son provocados por el hecho de que el detenido considera absurda e intolerable su situación porque nadie le muestra el valor a la luz de estas consideraciones.
----------Y en cierto modo, similarmente, la pérdida del sentido de expiación carcelaria de la pena parece estar provocando también los actuales injustificados e indiscriminados pedidos de permisos de prisión domiciliaria o incluso, cómo no, hasta pedidos de permisos especiales -en el supuesto caso que la familia del preso cuente con suficientes recursos para "aceitar" la burocracia- para celebrar a todo lujo y disfrute, como si nada sucediera, fiestas y aniversarios familiares. Nadie parece explicarles que deben pagar sus culpas, y sólo buscan sacarse de encima las penas. Quienes no pueden o no tienen los recursos para lograr tales permisos, es probable que la única escapatoria que encuentren al sinsentido carcelario sea el suicidio.
----------Sé que estas consideraciones que hago, siendo ellas exquisitamente propias de la concepción cristiana de la justicia, del sufrimiento y de la penitencia, no pueden ser impuestas por la legislación penal civil, basada únicamente en principios de razón y en los derechos humanos.
----------Por lo tanto, no estoy en absoluto diciendo que estas sugerencias mías deban encontrar aplicación inmediata y plena en algún lugar del reglamento ético de la disciplina carcelaria. Por ello, reconozco que no se deben ignorar los remedios que pueden venir de una prudente psicoterapia o del acompañamiento reeducativo o correctivo o de simples alivios y consuelos humanos.
----------Pero sigo convencido de que una fuerte responsabilidad de esta gravísima situación debe atribuirse a la falta o carencia de una eficaz presencia formativa cristiana en las cárceles, con todo el respeto que puedo y debo tener por la obra de los capellanes, a los cuales va toda mi admiración por su difícil y delicado ministerio.
----------Considero que ante esta situación existe el riesgo de que los misericordistas y los buenistas propongan la atenuación o incluso la abolición del sistema carcelario argumentando que es necesario abolir el concepto de "criminal", como signo de una mentalidad cerrada que no sabe apreciar la diversidad. Lo que nosotros llamamos "criminal" -podrían decir ellos, los buenistas y misericordistas- es solo uno que elige una diferente orientación de vida y por tanto debe ser dejado libre para seguir su propia conciencia, si no queremos hacer violencia a la libertad y a los derechos de los demás. Y nótese que los abonados a este buenismo y misericordismo no se cuentan sólo entre los que, en ámbito eclesial, podríamos cualificar de modernistas, sino también entre los indietristas, que frecuentemente en nuestro país están codo a codo con aquellos que parecen concebir que una "diferente opción de vida" sea, por ejemplo, el terrorismo de estado.
----------Sin embargo, yo quisiera hacer notar que esta no es la solución. No se trata del respeto a lo diferente. Esto está fuera de discusión. Se trata, en cambio, de la supervivencia de la vida civil y eclesial. Si, en efecto, nosotros relativizamos los valores morales y los divinos mandamientos con el pretexto de la conciencia y de la libertad individual; si nosotros continuamos despreciando la práctica penitencial, si decimos que el hablar de expiación, reparación y satisfacción es signo de masoquismo y dolorismo, si decimos que Dios no quiere el sufrimiento expiatorio, si rechazamos el valor expiatorio del sacrificio de Cristo y de la Misa, si nos obstinamos en decir que Dios no castiga a nadie y que todos son perdonados y se salvan, si continuamos huyendo del sufrimiento como si fuera el máximo de los males, incluso a costa de pecar, si no volvemos a comprender que el verdadero mal es el pecado más que el sufrimiento, si pretendemos pecar sin ser castigados, si nos negamos a pagar las deudas de nuestras culpas, si creemos que Dios finge no ver nuestros pecados, si no recuperamos el santo temor de Dios y seguimos irritando a la ira divina, no solo la situación en las cárceles, sino en la entera sociedad y en la Iglesia se volverá cada vez más trágica e insoluble y las cosas irán de mal en peor.
----------En efecto, con esta actitud hipócrita, impía y sacrílega que nos ha enseñado Lutero, no solo no obtendremos de Dios ninguna misericordia, sino solo el aumento de la ira divina sobre nosotros, como explica claramente el apóstol san Juan en el libro del Apocalipsis.
----------Digno de gran consideración es ciertamente el caso de los presos inocentes a causa de un error judicial. También en este caso, sin embargo, la sabiduría cristiana sabe asegurar a la víctima de la injusticia el modo de encontrar paz y serenidad, mientras que nadie le impide esforzarse para que el error judicial sea reconocido y reparado, obteniendo un resarcimiento por el daño sufrido. Pensamiento de gran consuelo para el creyente es que incluso Jesús ha sido inocente condenado. Unirse a su sufrimiento redentor y expiatorio es para el cristiano una acción santa con la cual colabora con Cristo en la obra de la salvación para sí mismo y para el prójimo.
----------Si la justicia humana puede tener defectos y fallar en el reparar sus faltas, la justicia divina no falla y en el momento oportuno se hace viva y presente para ajustar cuentas con aquellos que tienen deudas pendientes. Al mismo tiempo, quien ha padecido injusticia, cierto y seguro de la justicia divina pero también de la misericordia, dispone su propia alma al perdón siempre que quien haya obrado mal esté arrepentido.
----------Saber perdonar y esforzarse por obtener justicia son dos gestos que no se excluyen sino que se reclaman mutuamente, aun cuando el segundo es más noble que el primero y más conforme al modo de obrar de Dios. Ciertamente los errores judiciales merecen ser reparados y las injusticias cometidas en el juicio merecen ser severamente castigadas. Pero el cristiano sabe aceptar serenamente también estas humillaciones, sabiendo colaborar con ellas en la obra de Aquel que, siendo inocentísimo, antes por amor nuestro las ha aceptado y convertido en caminos de redención y de salvación.
Hay que aplicar sin miedo la pena de muerte. Eso bajaría la estadística de delitos, penaría los delitos aberrantes, y además, mejoraría la condición carcelaria.
ResponderEliminarEstimado Anónimo,
Eliminarsi queremos ser buenos católicos, debemos tener confianza en la guía del Papa no solo desde el punto de vista doctrinal, sino también pastoral. La posición del Papa, reflejada en el Catecismo, no tiene un carácter doctrinal, sino disciplinario. Esto no nos exime del deber de acoger con confianza esta disposición de la Iglesia, con la certeza de estar en el camino del Evangelio.
El número 2267 del Catecismo de la Iglesia Católica dice que la Iglesia se empeña por la abolición de la pena de muerte.
Aquí no estamos ante una doctrina dogmática, ni ante una doctrina moral, pero la Iglesia expresa el deseo de que los Estados lleguen a abolir la pena de muerte. La legislación sobre este tema no es de competencia de la Iglesia, sino del Estado.
La Iglesia propone, por consiguiente, a los Estados la abolición de la pena de muerte como ley civil. Esto quiere decir que radica en la responsabilidad de cada uno de los Estados decidir a su juicio si se adhiere o no a esta propuesta de la Iglesia.
El Catecismo justifica la nueva disposición con la actual mejor toma de conciencia por parte de la Iglesia de la dignidad de la persona humana compuesta de alma y cuerpo. En el pasado se justificaba la pena de muerte considerando el hecho de que la vida física vale menos que ese bien común, que el delincuente con su acto físico dañaba. Por lo tanto, para proteger el bien común, se justificaba la supresión del delincuente.
Hoy en día, en cambio, la Iglesia considera la dignidad de la persona como unidad de alma y cuerpo, de tal manera que el bien común es considerado como al servicio de la persona y pasa a un segundo plano la subordinación del individuo al bien común.
Véase: https://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_doc_20180801_catechismo-penadimorte_sp.html
Roma, 11 de mayo de 2018
La doctrina católica sostiene que quien dice que la potestad temporal no puede licitamente derramar sangre es anatema. Cf. Denzinger. Todo lo demás son meneos para ganarse el aplauso del mundo, como cuando Franco ejecutaba terroristas del ETA
Eliminar"el bien común es considerado como al servicio de la persona"
EliminarIndividualismo puro y llano, si es que no, modernismo craso...
El individuo por encima del bien común.
A confesión de parte, relevo de prueba.
Anonimo: me da la impresión que usted no alcanza a distinguir cuando el Papa enseña la Palabra de Cristo, vale decir, el depósito revelado de la fe, y cuando enseña directrices pastorales o consejos para el mundo... De ahí que rechace como fundamentalismo papólatra cuando nosotros, los católicos auténticos, nos dejamos guiar por el Papa, sabiendo distinguir cuando el Papa nos enseña como Maestro de la Fe y cuando nos dirige como Pastor universal, aunque aceptando ambas guías suyas, la doctrinal y la pastoral... Lo que digo es que me parece que usted, precisamente siendo un fundamentalista que ha aceptado vaya a saber de qué Papas del pasado TODO, sin distinguir lo inmutable de lo contingente, ahora tiene problemas en aceptar del papa Francisco TODO, distinguiendo también lo inmutable de lo contingente...
EliminarEstimado Anónimo,
Eliminarle hago presente, ante todo, que la ley de la pena de muerte de por sí no es doctrina de la Iglesia, sino que siempre ha sido una disposición jurídica o disciplinaria de derecho positivo. No está fundada en el derecho natural y, por tanto, no se trata de un principio moral tal que pueda ser considerado una doctrina inmutable.
Esto, la Iglesia siempre lo ha sabido, incluso cuando consentía en la pena de muerte para el caso de los herejes. De hecho existen órdenes religiosas que saben bien esto y de ello tienen gran experiencia, como es el caso de los Dominicos, que de este tema saben algo, porque en ese dramático momento, como es bien sabido, tenían la delicada responsabilidad de identificar el crimen de herejía.
Por cuanto respecta al Denzinger, que usted menciona al vuelo, le rogaría que me citara las fuentes correspondientes.
Por cuanto respecta a la tendencia a un cierto pacifismo y buenismo equívocos, que terminan por dar espacio a los prepotentes, esta conducta ciertamente podemos constatarla hoy en ciertas autoridades eclesiásticas y civiles demasiado tolerantes, que no aplican la justicia, ya sea por miedo o para obtener el favor de los poderosos.
Sin embargo, como he dicho y repetido, dado que la cuestión de la pena de muerte sí o la pena de muerte no, es una cuestión esencialmente prudencial y no teórica o dogmática, el hecho de que hoy el Catecismo abandone la ley de la pena de muerte no debe escandalizarnos y no es una incoherencia en la doctrina de la Iglesia, sino que como católicos debemos considerarlo como el testimonio que hoy la Madre Iglesia nos da y nos pide para practicar la justicia y la misericordia en la sociedad y en la misma Iglesia.
Estimado Anónimo,
Eliminarañado también la siguiente consideración.
Hoy más que nunca la Iglesia tiene una visión que abraza no solo el mundo cristiano, sino a la entera humanidad en la pluralidad de los regímenes políticos y de las relativas concepciones religiosas que a ellos les sirven de trasfondo. Pienso por ejemplo en los Países islámicos y en general en los Regímenes totalitarios.
El mensaje que viene del Catecismo quiere ser evidentemente una llamada y apelación a la conciencia de los gobiernos civiles y religiosos de esos Países, en nombre del derecho a la libertad religiosa y en general de los derechos humanos.
Estimado Anónimo,
Eliminarrespecto a su segunda intervención, le hago presente que hay que distinguir bien el principio liberal del primado del individuo sobre el bien común, respecto de la doctrina católica de la dignidad de la persona humana imagen de Dios, como bien superior a los fines temporales de la sociedad civil.
La doctrina social de la Iglesia predica con fuerza el deber de cada uno de poner al servicio de la sociedad sus capacidades personales, en el plano de las obras de la justicia y de la misericordia. Cristo mismo habla del verdadero amor como el de aquel que da su vida por los amigos.
Sin embargo, el servicio al bien público temporal tiene como fin que este bien temporal, en cuanto está limitado a los valores económicos y políticos, sea a su vez funcional al bien espiritual y trascendente de las personas en cuanto están ellas en relación con Dios y son capaces de participar en la misma vida divina.
Por el contrario, en la visión liberal, la primacía del individuo está basada solo en el egoísmo y en el egocentrismo, que empujan al sujeto a la prepotencia y a la explotación del bien público para sus propios intereses privados, sin tener en cuenta la ley natural y la ley divina.
Si queremos hablar de modernismo, debemos referirnos a esta concepción y no a la católica, que he expuesto anteriormente. En esto, no hace falta insistir, usted maniesta confusión, tal como se lo he explicado.
Estimada Rosa Luisa,
Eliminarestoy sustancialmente de acuerdo con sus observaciones. Nosotros, los católicos, debemos aceptar de cada Papa todo lo que enseña, tanto en el campo de la doctrina como en el campo del gobierno pastoral.
En el campo doctrinal nuestro asentimiento debe ser claro y neto. En el campo de su modo de guiar a la Iglesia según los tiempos, nuestro asentimiento se da sin embargo por espíritu de obediencia, aunque la cosa nos puede costar y nosotros, si por nosotros fuera, haríamos diferente a como lo pide el Papa. Una cuestión de este tipo es la de la pena de muerte o su abolición.
Esto quiere decir que obedecer a todo no significa ser papólatras, sino que supone un cierto sentido crítico, sabio y respetuoso, por el cual nosotros, con espíritu de colaboración, podemos en ciertas circunstancias hacer una crítica constructiva respecto a determinadas posiciones del Papa.
Estimadísimo Padre Filemón... estoy feliz de que mis pobres palabras sean correctas según su opinión..., que para mí es maestro y guía de recta vida cristiana.
EliminarLink a artículo de De Mattei con la cita del Denzinger y demas doctrina. El tema de la licitud de la pena de muerte sí es un punto de doctrina moral dogmático
Eliminarhttps://www.robertodemattei.it/es/la-licitud-de-la-pena-de-muerte-es-una-verdad-de-fe-catolica/
Eliminar¿Y aquí De Mattei qué violín toca? ¿Acaso De Mattei ha sido nombrado nuevo Prefecto del Dicasterio de la Fe? Anónimo: argumente seriamente. No traiga argumentos de autoridades que no tienen ningún peso. Por el contrario, esta clase de "autoridades" sabemos hacia qué lado se inclinan...
EliminarSergio Villaflores (Valencia, España).
Estimado Anónimo,
Eliminarno puedo más que reiterar que la abolición de la pena de muerte es una decisión de derecho positivo y no debe ser interpretada, como hace De Mattei, como un acto referido a la dogmática.
Este hecho explica el motivo por el cual aquí la legislación eclesiástica ha cambiado, porque si se hubiera tratado de materia de fe, evidentemente el cambio no habría dado.
Lo que más bien es necesario decir es que este cambio pastoral proviene de un progreso doctrinal, que podemos definir como un mejor conocimiento de la dignidad humana en el campo psicológico y moral, en el sentido de que se conocen mejor los condicionamientos psicológicos del sujeto y, por consiguiente, se conocen mejor las exigencias de la tolerancia y de la misericordia.
Además de ello, la Iglesia ha comprendido mejor la trascendencia de la persona, en cuanto imagen de Dios, respecto al bien común temporal.
La referencia al Evangelio hecha por el Catecismo no tiene, por consiguiente, un valor dogmático, sino simplemente disciplinar. Y una cita evangélica que podríamos hacer al respecto es la del famoso episodio de la adúltera arrepentida: un caso evidente donde Jesús mismo abolió la pena de muerte.
Explíqueme entonces por que fue incluida la licitud en un Credo impuesto a cataros y valdenses por Inocencio Iii. Por otra parte, como no va a ser un tema moral y doctrinal si es lícito quitar la vida a un hombre, sea en la guerra justa, sea con pena de muerte?
EliminarEstimado Anónimo,
Eliminarretomo el pasaje de de Mattei, que usted ha citado:
"La doctrina de la Iglesia quedó claramente formulada en la carta del 18 de diciembre de 1208 en que Inocencio III condenó la postura valdense, con estas palabras que tomamos del Denzinger: «De potestate saeculari asserimus, quod sine peccato mortali potest iudicium sanguinis exercere, dummodo ad inferendum vindictan non odio, sed iudicio, non incaute, sed consulte prodedat» «De la potestad secular afirmamos que sin pecado mortal puede ejercer juicio de sangre, con tal que para inferir la vindicta no proceda con odio, sino por juicio, no incautamente, sino con consejo» (E. Denzinger, El Magisterio de la Iglesia. Manual de los símbolos. Definiciones y declaraciones de la Iglesia en materia de fe y costumbres, nº 425, Editorial Herder, Barcelona 1963)".
Por consiguiente, como ya le he dicho y repetido, las disposiciones de la Iglesia sobre esta materia no se refieren al dogma o al dato de fe, sino que son disposiciones de tipo prudencial o jurídico, que como tales están sujetas a cambio.
Por eso el cambio que ha ocurrido ha sido perfectamente legítimo.
Estimado Sergio,
Eliminarcomprendo su punto de vista, pero entiendo que no estaría mal ser un poco más comprensivo hacia las limitaciones argumentativas de los lectores como el Anónimo al que usted se dirige.
Tiene usted razón en que el profesor Roberto de Mattei no ha recibido ninguna deputación en la Iglesia para enseñar filosofía o teología. Es simplemente un historiador, más o menos competente en su ámbito especial de trabajo, pero que, dada su ideología indietrista de la que se ha autoproclamado apologeta, se mete a discutir cuestiones sobre las cuales no está en grado de argumentar.
Como todos sabemos, de Mattei es un pasadista que rechaza el Concilio Vaticano II y el Magisterio de los Papas del postconcilio. Su impostación filolefebvriana es el leit motiv de su accionar, y en base a ese enfoque hay que entender sus posiciones.
Por lo demás, usted debe entender que es común que aquellos fieles que, como el mencionado Anónimo, han tomado una posición partidista extrema en la Iglesia, sea filolefebvriana o filomodernista, al no estar generalmente en grado de dialogar con un filósofo o teólogo, recurren indebidamente al argumento ex auctoritate: por ejemplo, los modernistas citan a Rahner, y los indietristas citan a De Mattei, pero ni unos ni otros entienden cabalmente ni los errores de Rahner ni los errores de De Mattei.
Realmente es increíble que siga repitiendo que la licitud de la pena de muerte no sea un tema moral para la Iglesia, sobre todo de cara al quinto mandamiento. Es un claro tema doctrinario, así como la legítima defensa o la guerra justa.
EliminarEstimado Anónimo,
Eliminarno hay duda que la cuestión de la pena de muerte o de su abolición toque no solo la ética natural, sino la misma moral cristiana, porque no hay duda que para resolver esta cuestión hay que hacer referencia al V Mandamiento, que no es solo ley natural, sino ley divina y por lo tanto objeto de fe.
Dicho esto, sin embargo, debemos ver con atención qué relación existe entre el valor vinculante de la actual disposición del Catecismo de la Iglesia Católica con el valor vinculante de la ley divina, que es indudablemente dogma de fe y objeto de la teología moral.
A tal respecto repito que la directriz del Catecismo no se sitúa directamente en el plano de la ley divina, cuyo contenido es evidentemente inmutable, sino que, aunque tal directiva se sitúe en relación con la ley divina, se presenta como una ley de la Iglesia y precisamente como una norma disciplinar o pastoral de derecho positivo, ámbito en el cual la Iglesia con la autoridad conferida por Cristo, o sea el llamado "poder de las llaves", tiene facultad a su discreción para cambiar normas precedentes, emanadas por la Iglesia misma, que pueden tener también una gran antigüedad como por ejemplo la ley de la pena de muerte, que existía desde hace 2.000 años.
Sin embargo, en estos casos el argumento de la duración temporal, por larga que haya sido, no es decisivo, porque, como he dicho, se trata de materia jurídica acerca de la cual la autoridad de la Iglesia tiene facultad para modificar la ley precedente.
¿Cuál es la relación que existe entre el valor divino del V Mandamiento y el valor jurídico de la actual disposición del Catecismo? Es que también esta disposición debe considerarse como una aplicación de ese Mandamiento, así como lo era la disposición contraria precedente. Lo importante a tener presente es que tanto la aplicación precedente como la hodierna son dos formas legítimas, aunque contrarias, de aplicar el V Mandamiento.
Lo que debe dar serenidad y confianza a nosotros católicos es el hecho de que también esta nueva disposición es aplicación de ese Mandamiento. ¿De qué modo? ¿Qué dice este Mandamiento? "No matarás". En el pasado se hacía esta precisión: "no matar al inocente", pero era lícito matar al criminal en cuanto que, con su acción mortífera, hacía su vida física indigna de ser vivida, y por eso era lícito suprimirla.
Uno podría decir: ¿pero esta regla no vale hoy también? Hoy la Iglesia considera que ya no vale. ¿Por qué motivo? Ya el n. 2267 resume estos motivos. Ese número del Catecismo nos recuerda que el criminal, en cuanto persona compuesta de alma y cuerpo, posee una dignidad que requiere la salvaguardia del la una y del otro, y por lo tanto debe ser respetada no solo el alma, sino también el cuerpo.
Por otra parte, hay que considerar también que la psicología moderna conoce mejor que en el pasado esos condicionamientos interiores, que disminuyen la responsabilidad y por tanto sugieren una disminución de la pena.
A veces voy de compras en un supermercado en las afueras de la ciudad, frente a la cárcel... la última vez , después de aparcar vi que las puertas se estaban abriendo, quizás era día de visita, quizás entraban los abogados. Se me ocurrió una frase del Papa cuando fue a visitar a Regina Coeli: ¿Por qué yo no y ellos sí? '
ResponderEliminarYo también me hice la misma pregunta y me la hice cuando unos meses después fui convocada en una comisión de examen en otra cárcel de la provincia... Por la mañana nos esperaban los coches de la policía penitenciaria para llevarnos a la sede carcelaria con todos los protocolos de seguridad... y siempre, durante el trayecto me preguntaba: ¿Por qué yo no y ellos sí? ' Y no me bastaba con saber que estoy sin antecedentes, que no violo la ley, aparte de un par de multas, que no robé, que no maté, etc.etc.... Sigo haciéndome la misma pregunta cada vez que voy de compras al supermercado... y no me siento perfecta... Solo privilegiada, con privilegios que no merezco... y todo esto no es una opinión, no. Es una pregunta que me atrevo a hacer al Buen Dios. ( Ahora alguien se rasgará las vestiduras, no importa: hoy hace calor ).
Estimada Rosa Luisa,
Eliminaragradezca al Señor, porque efectivamente, si Él lo hubiera permitido, usted también podría estar en ese lugar.
Es un gran misterio, porque Dios no tendría culpa, sino que la culpa sería solo nuestra.
Querido padre Filemón: ¡gracias por esta reflexión! Ha hecho que me caigan algunas fichas. A veces me cuesta entender ciertas cosas, pero usted lo ha logrado. He entendido que el arrepentimiento y la asunción de la pena como cruz por parte de los justamente condenados debe ser el gran apostolado cristiano en las cárceles. Gracias.
ResponderEliminarQuerida Herminia,
Eliminarme deja contento que lo hayas comprendido.
Entiendes entonces cuál es el sentido del apostolado carcelario. Por tanto, te invito a sumar tu oración por los capellanes de las cárceles, para que su oculta y silenciosa labor tenga los frutos que Dios espera, por obra de su gracia.
Gracias Rvdo. Padre, por estas ideas, que comparto plenamente. Con respecto al tema por los encarcelados en Argentina a causa de las políticas del terrorismo de Estado en que participaron, conozco bastante bien el tema, bastante de cerca. Y he visitado en repetidas ocasiones varias prisiones, por deberes familiares y por amigos. En tales visitas he podido conocer que no es por cierto fácil que esta clase de criminales puedan tomar conciencia de lo actuado. Pero existen las excepciones. En esta obstinación se nota que el caldo de cultivo de su pertinacia es una ideología profundamente enraizada, a lo cual ha contribuído no poco la religión mal entendida, incluso por el clero que ha justificado semejante acción terrorista. Lamentablemente el problema de este clero aún no ha desaparecido, y siguen existiendo componentes nazi-fascistas en las filas del clero argentino. Más lamentable es que sobre esto, como también sobre el modernismo de otra parte del clero, los obispos parecen mirar para el costado...
ResponderEliminarEstimado Aureliano,
Eliminarle agradezco la información y el testimonio que usted me proporciona, y comparto en lo sustancial su parecer.
Para mí está claro que tras seis o siete décadas de nociva intromisión de las fuerzas militares en Argentina, extralimitando su particular competencia, aún no se ha tomado debida conciencia de ello en todos los estratos, no digo sólo de la sociedad civil, sino también en el interior de la Iglesia. Y, respecto a ello, es cierto lo que usted dice: aún hay sectores del clero, aunque cada vez más minoritarios, que parecen volver a plantear las mismas equivocadas posturas de décadas anteriores, donde no faltaron Obispos que alentaron las extralimitadas acciones militares e incluso fueron cómplices del terrorismo de estado, resabio de una ideología nazi-fascista que afectó a una parte del clero y laicado argentinos desde los años treinta.
Lamentablemente quienes desde los años treinta estuvieron en el clero argentino y en el laicado afectados por semejantes concepciones totalitarias fueron a veces grandes pensadores que, en otros aspectos, tienen sus lados positivos y rescatables. Por desgracia, un ingenuo indietrismo indiscriminado, no sabe distinguir las dos cosas, lo bueno y lo malo, lo aceptable y lo que se debe rechazar.
Por cuanto respecta al deber actual de los Obispos, considero que los casos recientes de sacerdotes que han caído nuevamente en estas posturas ideológicas (los casos son de dominio público), tal vez puedan constituir un detonante o catalizador para que los Obispos en Argentina dejen de mirar hacia los costados, y tomen el toro por las astas, corrigiendo en el clero tanto las posturas indietristas como las modernistas, pues a ambas ideologías las han dejado crecer y difundirse, con las nefastas consecuencias que hoy están a la vista.
Queridisimo padre Filemón: viendo estos comentarios que le llegan, siempre de Anónimos o de pseudónimos que, por su manera de decir las cosas, parecen pertenecer a las mismas personas, me pregunto ¿por qué motivo son siempre los indietristas, los pasadistas, los lefebvrianos, los que una y otra vez vuelven a a carga con sus constantes lloriqueos que no hacen más que indicar el tóxico ideológico con el que están envenenados? ¿Y los modernistas? ¿Por qué razón ellos no aparecen por aquí, si está a la vista que usted más se las agarra contra ellos?...
ResponderEliminarA los modernistas no les interesa este tipo de blog... por su poder no necesitan los blogs, su presencia en la Iglesia, su poder, no es presencia en internet, que la tienen, pero no la precisan. Mientras que los lefebvrianos la única presencia en la que pueden hacer algo de ruido es en internet, en el mundo real no cuentan.
EliminarEstimado padre Serafín,
Eliminartambién yo he notado el hecho de que mis críticos provienen en gran parte del área del pasadismo. ¿Cómo me explico este fenómeno? Con cuatro razones.
1. La primera, que en definitiva, y todo sumado, están más en conflicto con la Iglesia los modernistas que los pasadistas. En efecto, los modernistas sostienen el relativismo dogmático, por lo cual al fin de cuentas no se salva ningún individual dogma, porque según ellos todos los dogmas cambian. En cambio los pasadistas siguen el magisterio de la Iglesia, pero solo hasta Pío XII, por lo que su error es menos grave, pero esto no quita que ellos sean de todos modos víctimas de la herejía, porque es ciertamente herético rechazar el magisterio del Concilio Vaticano II y de los Papas del postconcilio.
2. La segunda razón, en mi opinión, es que ellos o algunos de ellos, al notar mi respeto por la Tradición, esperan probablemente que yo pueda agregarme a ellos. Yo, por mi parte, los trato con mucha cortesía, solo que en un cierto momento se dan cuenta de que desapruebo su pasadismo. Llegándose a este punto desisten de intentar influenciarme y tenerme con ellos, porque se dan cuenta que yo desapruebo su concepto de Tradición.
3. La tercera razón, en mi opinión, está dado por el hecho de que estos hermanos muy probablemente son maltratados, desoídos y ridiculizados por los modernistas, y teniendo algún buen argumento digno de ser tomado en consideración ven, en mi actitud para escucharlos, a una persona que tiene respeto por ellos.
4. Por último, una cuarta razón, viene dada por el hecho de que ellos y yo recorremos juntos un tramo del camino del anti-modernismo. Por ejemplo, estamos de acuerdo en criticar a Rahner. Pero cuando ellos acusan de modernismo al Concilio Vaticano II o al Papa, entonces está claro que yo no estoy más en su mismo camino.
Por cuanto respecta a los modernistas, es cierto que son poquísimos los que me contactan. Yo me explico esto con el hecho de que me confunden con un pasadista. Algunos me ignoran porque no me tienen en consideración. Otros entran en diálogo conmigo, porque saben que estoy a favor de la realización del Concilio. Puede suceder que discutamos sobre esto y que incluso podamos llegar a acuerdos.
Estimado Anónimo,
Eliminarcreo que también usted puede encontrar en mi respuesta al padre Savelloni, algunos comentarios que corresponden a su intervención.