jueves, 17 de abril de 2025

El Misterio Eucarístico (1/)

Ya inmersos en el Sacro Triduo, dedico este artículo en tres notas o meditaciones, a un análisis teológico del acto de la Consagración Eucarística en la Misa, así como de la presencia real de Cristo en la Eucaristía y al examen de algunas cuestiones delicadas que nacen de las reflexiones sobre el Misterio de la Eucaristía. Estos pensamientos parecen hoy particularmente oportunos en un clima eclesial marcado desgraciadamente desde diversas partes por una tendencia litúrgica que no reconoce al Misterio Eucarístico, y por tanto a la Santa Misa, su verdadera dignidad, reduciéndola a una simple memoria de la Última Cena y a un estímulo de caridad social (corrientes neo-modernistas), mientras que al mismo tiempo, por desgracia, debemos constatar en ciertos ambientes una atención a lo esencial del Misterio Eucarístico, pero en un contexto espiritual de disenso frente a una plena comunión eclesial (corrientes indietristas filo-lefebvrianas). [En la imagen: fragmento de "A Misa del alba", óleo sobre lienzo, 1921, obra de Camilo Mori, Museo Municipal de Bellas Artes de Valparaíso, Chile].

La Eucaristía como verdadero Sacrificio
   
----------Es necesario antes que nada definir la naturaleza o esencia misma del sacrificio, para en un segundo momento aplicar esta definición, que como decía Aristóteles, hace conocer la esencia de las cosas, a la Santa Misa, y hacer ver así que efectivamente en la Santa Misa se trata de una acción estrictamente y propiamente sacrificial. En otras ocasiones ya hemos visto que el sacrificio consiste sustancialmente en la oblación, por parte de los legítimos ministros, de dones a Dios por medio de su real o equivalente destrucción.
----------Por lo tanto, en el sacrificio existe este elemento del sacerdocio, es decir, del legítimo ministro, lo cual constituye una cosa esencial. Sin este elemento del legítimo ministro sacerdote, el sacrificio no se cumple. El ministro debe tener la intención interior de ofrecer exteriormente dones a Dios. Notemos bien que en el sacrificio hay un aspecto interior y un aspecto externo. Está el aspecto externo de la oblación del don a Dios y está el aspecto interno de la intención que tiene el sacerdote de ofrecer este don a Dios. Pero esto tampoco es suficiente. Así entonces, sólo se tendría una oblación u ofrenda, pero aún no un sacrificio.
----------Por lo tanto, todo sacrificio es una oblación, pero no toda oblación u ofrenda es un sacrificio. ¿Qué añade el sacrificio a la oblación u ofrecimiento? Añade este elemento esencial, constitutivo del sacrificio, es decir la destrucción de la víctima. En la Antigua Alianza los sacrificios eran parciales o totales; el total era precisamente el holocausto. Los sacrificios de la Antigua Alianza eran tales porque la víctima era asesinada y luego ofrecida a Dios, es decir quemada o en todo o en parte.
----------Por consiguiente, la destrucción es esencial para el sacrificio. Sin embargo, la destrucción de la víctima puede ocurrir de dos maneras. De una manera real y física, y de una manera igualmente real, si no más real, y mística. Esto es muy importante. Es decir, se trata siempre de una destrucción real de la víctima, que debe ser tal, de lo contrario el sacrificio es un pium desiderium, pero no es algo consistente en el plano del ser.
----------Debe existir siempre una destrucción real de la víctima. Pero, repito, esta realidad de la destrucción puede ser o una realidad física, el asesinato de la víctima, o una realidad mística o realidad sacramental. Y veremos cómo este último tipo de destrucción se aplica precisamente a la Santa Misa.
----------Hemos dicho pues que en la Santa Misa la parte exterior es precisamente la doble consagración. Y profundizaremos aún más este concepto. Una doble consagración viene a separar místicamente, pero realmente, verdaderamente y sacramentalmente, el cuerpo de la sangre del Señor.
----------El sacerdote, cuando celebra la Santa Misa pronuncia dos fórmulas de consagración. La forma de la Santa Misa, la llamada forma del sacramento, es decir, la fórmula pronunciada sobre las ofrendas, es doble: una de consagración del pan; la otra de consagración del vino.
----------Entrambas fórmulas fueron pronunciadas e instituidas por nuestro Señor y Salvador durante la Última Cena, diciendo las palabras: "Esto es mi cuerpo" y, por separado, "Esto es mi sangre". Con estas dos fórmulas de consagración, nuestro Señor Jesucristo se hace realmente presente en el altar. Y aquí hay que decir unas pocas palabras sobre el misterio de la presencia real de Cristo.
   
La presencia real de Cristo en la Eucaristía
   
----------No podemos aquí decirlo todo, naturalmente, porque nos apartaríamos un poco de nuestro tema. Pero de todos modos, diremos las cosas esenciales. Es decir, la presencia del Señor. Y Jesús es muy claro al respecto. Dice: "Esto es mi cuerpo". No dice "esto parece ser mi cuerpo". Tampoco dice: "También así, por otra parte, es mi cuerpo". No. Jesús dice: "Esto es mi cuerpo, esto es mi sangre". Aclaremos, al respecto, que este "es" no quiere decir "significa" como creía Calvino, sino que debe ser tomado tal como suena. Según Lutero el "es" quiere decir "Yo estoy en este pan y en este vino".
----------Entonces, nosotros podemos verdaderamente gloriarnos de pertenecer a la Iglesia Católica, que es verdaderamente y plenamente la Iglesia de Cristo, precisamente porque sólo la Iglesia Católica respeta verdaderamente y plenamente el sentido de estas palabras de Jesús. Y aquí vemos la indefectibilidad de la Iglesia fundada sobre la roca, que es Pedro y sus sucesores. Sólo la Iglesia Católica ha mantenido esta conciencia plena y viva de la presencia real de Cristo, tomando muy en serio hasta la última coma estas palabras del testamento que Jesús mismo nos dejó: "Esto es mi cuerpo, esto es mi sangre".
----------Así pues, se trata de presencia real. Solo que, como bien sabemos por el Catecismo, los sacramentos de la Nueva Alianza significan ciertas realidades sacras, pero significándolas las ponen también en la realidad, es decir en el plano del ser, además del plano del significado. Por lo tanto, se dice que los sacramentos de la Nueva Alianza tienen un significado y producen lo que significan. Significan realidades sagradas y producen, es decir, ponen realmente ante nosotros esas mismas realidades sagradas que significan.
----------Por lo tanto, cuando el sacerdote pronuncia la fórmula consacratoria del pan y del vino diciendo: "Esto es mi cuerpo" y "Esto es mi sangre", no hay duda que no solo el pan y el vino colocados sobre el altar significan el cuerpo y la sangre de Jesús, sino que, significando estas sublimes realidades, este rito sacramental pone estas realidades también sobre el altar. Por lo tanto, los sacramentos de la Nueva Alianza, y en particular el sacramento de la Santísima Eucaristía produce lo que es significado.
----------Ahora bien, la Sacratísima Eucaristía significa precisamente lo que se anuncia en las fórmulas de consagración. Es decir, significa la presencia del cuerpo y la presenca de la sangre del Salvador. Por lo tanto, significando, produce. Por eso, después de la consagración en el altar ya no hay pan ni vino. Si alguien dijera: "Aquí todavía hay pan", sería hereje.
----------De manera que propia y precisamente es necesario decir, o bien a lo máximo está permitido decir: "Aquí existen las especies del pan y del vino", porque las especies o los accidentes permanecen. Pero, en cuanto a la locución sustancial, es decir, referente a la sustancia, hay que decir: "Aquí está el cuerpo del Señor; aquí está la sangre del Señor". Esto es esencial.
----------Y entonces, sobre el altar, después de la consagración, está presente el cuerpo y la sangre de Cristo. Sin embargo, y nótese bien, esta presencia no es una presencia parcial. Esto es algo muy importante. Porque alguien podría pensar: "Entonces, existe el cuerpo, existe la sangre, pero no existe el resto". Y en cambio no es así. Nuestro Señor Jesucristo está presente sobre el altar tal como existe realmente ahora en la gloria de Dios Padre, exaltado a la derecha de su Padre, después de la ascensión.
----------Por lo tanto, el Cristo glorioso está presente todo en su alma y en su cuerpo glorificado. Está presente según su humanidad y según su divinidad. Está presente bajo entrambas especies, como cuerpo y como sangre. Sería una idea alucinante pensar que bajo la especie del pan está simplemente el cuerpo sin sangre y sin alma, etcétera; y bajo la especie del vino solo hay sangre, sin cuerpo y sin alma, etcétera. Por eso decía ya san Agustín que en este gran sacramento está presente Christus Totus, Cristo todo, Cristo en su plena realidad de Dios y de hombre, verdadero Dios y verdadero hombre. Y entonces hay que decir que la presencia real del Salvador ocurre como una presencia real plena. Es decir, Cristo está presente todo, con su divinidad y con su humanidad.
----------Pero entonces, quizás alguno podría preguntarse: ¿cómo encaja la doble consagración? ¿Por qué la doble consagración? Hay que aclarar este punto para entender cómo la Santa Misa puede presentarse como sacrificio. ¿Qué tiene que ver la doble consagración? Tiene mucho que ver. Porque, como hemos visto, hay que tener siempre bien presente este punto, que se entiende que los sacramentos de la Nueva Ley significan algo sagrado, y producen realmente, causan realmente lo que significan. Ahora bien, el sacramento de la Eucaristía significa precisamente lo que es el contenido de la doble fórmula consagratoria.
----------Por lo tanto, la fórmula de la consagración del pan significa la presencia del cuerpo; la del vino, la presencia de la sangre de Cristo. Precisamente como cuerpo y como sangre. Y aquí está el punto en que hay que preguntar a la sagrada teología. Los teólogos nos dicen que existe una presencia de Cristo en el sacramento en virtud del mismo sacramento y en virtud de lo que los teólogos llaman justamente la real concomitancia.
----------Es necesario explicar estos términos, aparentemente difíciles, pero que luego vemos que no son tan difíciles. Entonces, en virtud del único sacramento, es decir, en virtud estrictamente hablando del sacramento, está presente solo el cuerpo y la sangre de Cristo. ¿Por qué digo esto? Por el motivo que hemos visto, es decir, que la fórmula del sacramento, la forma del sacramento, implica el significado del sacramento mismo y con el significado indica también la causalidad sacramental.
   
La Eucaristía en cuanto sacramento
   
----------En efecto, es necesario tener siempre presente que los sacramentos de la Nueva Alianza son también signos sagrados, de los cuales Dios se sirve como de instrumentos separados en el conferir su gracia. Se podría decir que en la causalidad de la gracia, en la infusión de la gracia a través de los sacramentos, la gracia brota de Dios. Porque no puede brotar de ninguna otra fuente, porque solo Dios, que es Santo, puede santificar; solo Dios, que es esencialmente sobrenatural, puede darnos una parte de su sobrenaturalidad, por lo tanto puede revestirnos de gracia, de caridad, de virtudes teologales y de dones del Espíritu Santo.
----------Por eso el origen de la gracia, de toda gracia, incluso de la sacramental, es Dios y Dios solo. Ni siquiera es la humanidad de Jesús. Es solo Dios. La divinidad de Jesús sí; pero no su humanidad. La humanidad del Salvador, hipostáticamente unida a la Persona del Verbo, deviene instrumento unido, conjunto, dice santo Tomás de Aquino. Esta es una idea muy bella, es decir prácticamente como nuestra alma se sirve de nuestro cuerpo, de los miembros de nuestro cuerpo, por ejemplo de la mano, que, según Aristóteles, es el instrumento de todos los instrumentos, se sirve como de algo que pertenece a la unidad del ser humano. Por lo tanto, se debe hablar de un instrumento conjunto.
----------Así la humanidad del Salvador está, por decirlo así, unida orgánicamente a la Hipóstasis del Verbo, de modo que el Verbo divino se sirve de la instrumentalidad de la naturaleza humana de Cristo como de un instrumento conjunto, un instrumento íntima e inseparablemente unido a la divinidad. Pero Dios no ha querido solo esta mediación de Cristo, ha querido instituir también la mediación de los signos sacramentales.
----------De modo que aquella gracia, que brota de Dios y atraviesa la humanidad de Cristo, de la cual se sirve instrumentalmente e intrínsecamente, esa misma gracia ulteriormente se sirve instrumentalmente, pero esta vez extrínsecamente, de los sacramentos. Es como si yo estuviera trabajando con algún instrumento, por ejemplo un martillo o algo así. Mi mano es el instrumento conjunto, unido, mientras que el instrumento que uso, el martillo, es un instrumento separado. Algo análogo, pero solo con una lejana analogía, se entiende, se lo encuentra también en la acción sacramental. Lo que he dicho es solo un ejemplo. Por lo tanto, los sacramentos, como instrumentos separados de la gracia de Dios, producen aquella misma gracia que significan.
----------Ahora bien, la eucaristía significa, en virtud de la misma divina institución de este sacramento, la presencia de Jesús, no de manera indiferenciada, sino la presencia precisa bajo el aspecto de cuerpo y sangre. Jesús no ha dicho: "Aquí estoy yo". Tampoco ha dicho: "Aquí"; sino que ha dicho: "Esto es mi cuerpo; esto es mi sangre". No ha dicho indiferentemente: "Esto soy yo". Sino que ha dicho: "Esto es mi cuerpo; esto es mi sangre".
----------Aclaremos un poco lo que he acabado de decir. Cuando Jesús dice "esto" se refiere al pan en acto de transustanciación por el cual el pan se convierte en cuerpo, pero no deviene Cristo, porque en la eucaristía el otro elemento (o cuerpo o sangre), el alma y la divinidad están presentes por concomitancia. En este sentido se puede decir que en la eucaristía está todo Cristo.
----------Por eso la institución misma de la eucaristía nos hace pensar en este doble significado. Pero, dado este significado, hay también una doble causalidad, una causalidad real. Esto es esencial, porque, repito, en los sacramentos de la Nueva Alianza, la causalidad real está ligada al significado. Por lo tanto, donde hay un doble significado, también hay una doble causalidad.
----------Entonces, el doble significado es el de la presencia del cuerpo y de la sangre de Cristo. Por eso hay también una doble causalidad sacramental. Porque sacramentum quiere decir sacrum signum, es decir la doble causalidad en virtud de este significado sacramental. Esta doble causalidad también se referirá precisamente al cuerpo y a la sangre de Cristo, por separado el uno del otro. Esto es esencial.
   
Presencia sacramental y presencia por concomitancia
   
----------Una vez que se hace presente el cuerpo del Salvador, bajo la especie del pan, en virtud de la primera fórmula de consagración, se da una real concomitancia, que quiere decir sequela, acompañamiento. Por lo tanto, en virtud de la real sequela de todo lo que pertenece a la realidad de hecho de Cristo, todo esto (es decir, sangre, alma y divinidad) sigue inmediatamente.
----------Por lo tanto, en virtud del sacramento es puesto sobre el altar solo el cuerpo. Pero así como el cuerpo está siempre acompañado por la sangre, por el alma y por la divinidad, he aquí que existe el cuerpo en virtud del sacramento; pero en virtud de la real concomitancia también existe la sangre, el alma y la divinidad. Lo mismo sucede en la consagración del vino. Existe, en virtud del sacramento, solo la sangre del Salvador. Pero donde está presente la sangre, también está el cuerpo, el alma y la divinidad.
----------Entonces, en virtud del sacramento están presentes: para la primera consagración, el cuerpo; para la segunda, la sangre del Salvador. En virtud de la real concomitancia siempre está todo lo demás, por así decirlo, es decir, todo lo que integra la unidad divino-humana del Salvador. Nótese entonces claramente esta presencia sacramental y por concomitancia. Es una cosa importantísima. Aquí estamos en el centro de nuestro discurso.
----------Nótese, por consiguiente, cómo esta separación en virtud del sacramento, es decir de la doble consagración, es separatoria del cuerpo de la sangre y viceversa. Notemos bien que no se trata solo de un signo, no es sólo algo simbólico, sino que dado que los sacramentos de la Nueva Ley -repito otra vez, pero esto es esencial-, producen aquello que significan en el plano real, no se trata de un puro símbolo, como dicen los herejes, sino que se trata de una realidad.
----------El Señor ha instituido este sacramento mediante esta doble consagración, precisamente para indicar el sacramento de su muerte sacrificial. Ahora bien, este sacramento o sacrum signum, el signo sagrado de la muerte de Cristo en la cruz, se convierte en la realidad de la cruz sobre el altar.
   
La Eucaristía es la Cruz sobre el altar
   
----------Y esto es así precisamente porque el sacramento produce lo que significa. La cruz de nuestro Señor Jesucristo, que se significa en la doble consagración, también se hace presente en el altar después de la consagración de las dos especies. Esto es esencial. Nótese, sin embargo, que lo que quiero hacerles entender es esto: se podría decir -que el Señor me perdone, no es del todo adecuado, pero luego lo explicaremos- que esta doble consagración casi hace morir a Jesús. Pero no en el sentido físico (¡guay de nosotros!). Sería un horrible crimen, como veremos. No en el sentido físico. De manera incruenta pone sobre el altar a Jesús vivo en eternidad, que no muere más, una vez que ha resucitado, pero sometido místicamente y sacramentalmente a la realidad de su crucifixión y de su muerte.
----------Al respecto, el sacerdote, con las palabras de la consagración, re-presenta  (vuelve a hacer presente) el sacrificio de Cristo de modo incruento (Denz. 1740). Hace presente el mismo sacrificio de la cruz. El sacerdote no ofrece otro sacrificio, sino que ofrece al Padre el mismo sacrificio que Cristo ha hecho de sí en la cruz. Ciertamente Cristo está vivo en el cielo. Sin embargo, el sacrificio de Cristo es la muerte de Cristo en la cruz. El acto del sacrificio de Cristo como acto del Hijo de Dios es eterno, por encima del tiempo. En la Misa Cristo se sacrifica ahora, sin embargo no muere ahora, porque ahora está vivo en el cielo. La muerte de Cristo es eterna en el sacrificio de la cruz, pero está claro que como muerte física, ella ocurrió hace solo 2000 años para ser vencida después de tres días por la resurrección. Sobre este hecho de la muerte sacrificial de Cristo existen dos errores opuestos, que se equivocan en el concebir en el sacrificio de Cristo la relación del tiempo con lo eterno: Lutero, que niega el sacrificio de la Misa porque cierra lo eterno en el pasado, con el pretexto de que Cristo no muere otra vez, por lo cual la Misa no vuelve a presentar (no re-presenta) el sacrificio de Cristo; algún otro, que entiende la Misa como sacrificio de Cristo, pero como presente eterno o como pasado que se resuelve en lo eterno ("el Cordero inmolado desde la fundación del mundo").
----------Y este someter sacramentalmente y místicamente a Jesús, vivo eternamente, a la realidad de su muerte sacrificial en cruz, no es, repito, solo un símbolo, sino que en virtud del símbolo y del significado sacramental, en una causalidad real, es una cosa verdaderamente real, objetiva, sustancial, externa, que se produce ante nosotros. Este es el punto delicado de toda esta exposición.
----------Por lo tanto, en la Santa Misa existen todos los requisitos del sacerdocio y del sacrificio, porque el sacerdocio está siempre ordenado a ofrecer el sacrificio a Dios. Entonces está el sacerdocio, pero tengamos presente que no se trata tanto el sacerdocio de los pobres ministros. Esos son de verdad muy instrumentales, instrumentos extrínsecos, muy extrínsecos.
----------No es la primera ocasión que lo digo, pero ahora lo repito: los cristianos corremos un gran peligro, que es el de vernos protagonistas de la Santa Misa. No lo somos. En la Santa Misa el verdadero protagonista, Aquel que es el centro de esta acción, es Jesús, sacrificado en la cruz, y de la Santísima Trinidad, que recibe este sacrificio de expiación. Nosotros entramos en esto muy relativamente. Y es bueno que sea así.
----------En efecto, si Dios hubiera confiado a nuestra debilidad una cosa tan sublime, pensemos en lo que podríamos haber hecho nosotros. Afortunadamente, Dios ha sustraído la grandeza de este sacrificio a la debilidad humana. Pensemos en la belleza de aquellas palabras tan conocidas del profeta Malaquías, sobre lo que será la ofrenda a Dios. Y el Concilio de Trento retoma esto aplicándolo de modo autorizado precisamente al sacrificio de la Santa Misa, donde dice que al final de los tiempos una hatzah tahorá, es decir, una ofrenda pura, será ofrecida a Dios por todas las regiones de la tierra.
----------Precisamente se trata de aquello que se realiza en la Iglesia Católica. Y será una hatzah tahorá tohorá, es decir, una ofrenda pura en el sentido de que, a diferencia de los sacrificios antiguos, la debilidad del sacerdote y del pueblo nunca podrá contaminar esta realidad sacramental del cuerpo y de la sangre de Cristo, que es el verdadero y último sacrificio de la Nueva y eterna Alianza.
----------Entonces, recapitulando lo que hemos dicho hasta aquí, hemos visto cómo en el sacrificio de la Santa Misa hay, digamos así, esta doble dimensión: una, interior, que es el sacerdocio de Cristo, sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec. Luego, en suborden, precisamente como instrumentos externos, también estamos nosotros, sacerdotes ministros, que ofrecemos siempre en nombre de Cristo. Vemos entonces que esto también es esencial. Santo Tomás insiste mucho sobre ello.
----------Y en todos los sacramentos, cuando un sacerdote, que es un ministro solamente humano, administra un sacramento, es Jesús mismo quien lo administra. Porque, si no fuera Jesús, nada se cumpliría. Por tanto, cuando un sacerdote bautiza, es Jesús quien bautiza. Pero todavía hay una diferencia entre el bautismo, la confirmación y todos los demás sacramentos y el sacrificio del Salvador en la Santa Misa.
----------En efecto, la transubstanciación, es decir, la conversión de la sustancia del pan en el cuerpo de Cristo y de la sustancia del vino en la sangre de Cristo, es una obra de Dios, en la cual Dios excluye una instrumentalidad humana. Y entonces santo Tomás tiene una bellísima meditación. Él de alguna manera intuye, pero no da la última explicación. Porque creo que tampoco se puede dar.
----------Él dice que en la Santa Misa no es tanto que la acción divina pase a través del sacerdote, como en el bautismo, por ejemplo, sino más bien que pasa a través de las mismas palabras que pronuncia el sacerdote. De alguna manera hay más objetividad (es decir, más realidad divina) en la Santa Misa, porque en esta conversión del cuerpo y de la sangre de Cristo que se llama transustanciación, es toda la sustancia que pasa a toda la otra sustancia. Así que solo quedan los elementos accidentales. Es un prodigio.
----------En efecto, sobre esta tierra no existe ninguna otra instancia asimilable a este pasaje sustancial. Existe la generación, pero la generación se produce siempre en un substrato que permanece. Mientras que en la Santa Misa no hay ningún substrato que se mantenga, no hay materia que permanezca, sino que existe el pasaje de todo, forma y materia, en otro todo, forma y materia.

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