jueves, 30 de mayo de 2024

El misterio de la resurrección del cuerpo (1/3)

Nuestra natural repugnancia a la muerte y nuestro deseo de vivir para siempre, chocan sin embargo con nuestra imposibilidad de imaginar y concebir que un cuerpo como el nuestro pueda algún día resucitar y luego gozar de la vida eterna. Sin embargo, nuestra fe cristiana nos abre al misterio de la resurrección de nuestro cuerpo tal como nos lo dice el dogma: "Todos resucitarán con el cuerpo que tienen ahora" (Concilio Lateranense IV de 1215). ¿En qué consiste la resurrección de nuestro cuerpo? [En la imagen: fragmento de "La Cena de Emmaus" o "Los discípulos de Emaús", óleo sobre lienzo de alrededor de 1601, obra de Michelangelo Merisi da Caravaggio, pintura conservada y expuesta en la National Gallery, Westminster, London, Inglaterra].

La presente situación no nos satisface, pero no llegamos
a saber cómo debería ser el modelo alternativo
   
----------Una de las promesas que nuestro Señor Jesucristo hace a los que Lo siguen es aquella de que cuando Él retornará al fin del mundo, los hará resurgir de entre los muertos, es decir, devolverá vida a sus cuerpos de modo tal de vivir para siempre. Y para darnos una prueba de credibilidad de estas palabras suyas, Jesús, como es sabido, ha resucitado a algunos muertos (Lc 7,12; 8,54; Jn 11,1-44).
----------Esta promesa de Jesús es ciertamente muy atrayente, porque la perspectiva de tener que morir nos repugna. Nosotros quisiéramos no morir nunca. Sin embargo, si precisamente la muerte es inevitable, nos consuela al menos esta perspectiva que nos ha abierto el Señor, la perspectiva de poder resucitar un día a una vida inmortal. Pero, la pregunta es: ¿cómo concebir tal vida? ¿Qué es lo que haremos en esa vida? ¿Seguiremos reproduciéndonos como lo hacemos ahora? ¿Continuaremos progresando en el dominio cada vez mayor de las fuerzas de la naturaleza como lo hacemos ahora?
----------Nosotros, en efecto, en la vida presente por un lado queremos vivir, por lo cual nos oponemos lo más posible a la amenaza de la muerte, la percibimos como un mal que hay que rechazar. Buscamos, por lo tanto, con el progreso de la medicina, alargar la vida lo más posible y cuidar al máximo la salud.
----------Pero por otro lado, siendo conscientes de la inevitabilidad de nuestra muerte a causa de la corruptibilidad de nuestro cuerpo, no alcanzamos a imaginar cómo podría ser un cuerpo inmortal, en el caso que con nuestras solas fuerzas lográramos hipotéticamente evitar la muerte. La situación presente no nos satisface, pero no llegamos a imaginar, a concebir y a proyectar una humanidad sana e inmortal, que constituya una alternativa satisfactoria a la situación presente. Por eso, muchísimo menos logramos encontrar el camino y los medios para realizar esta humanidad feliz, perfecta, ideal e inmortal.
----------Ahora bien, Cristo nos confirma en nuestro deseo, nos prospecta la posibilidad de realizar en un futuro, que es un futuro sólo por Él conocido, esta humanidad, a condición de que aceptemos su ayuda y siguiendo las normas de vida que Él nos indica, sin revelar sin embargo con precisión cómo estará físicamente hecha esta humanidad inmortal. Él nos da prueba de la verdad de cuanto nos promete obrando el milagro de su resurrección y haciendo resucitar a algunos muertos.
   
Posturas históricamente asumidas por la humanidad acerca de esta cuestión
   
----------Antes de abordar el tema, puede ser útil recordar algunas posturas asumidas sobre esta temática por la humanidad en la historia pasada y presente.
----------Algunos son conscientes de que nuestro espíritu es inmortal, pero constatando que la realidad material lo obstaculiza, lo engaña y lo empuja a pecar, consideran que la verdadera felicidad no consista en una prospectiva futura de reasunción del propio cuerpo, sino, por el contrario, de poder liberarse del cuerpo para siempre.
----------Para otros la muerte no es para nada repugnante, sino un hecho del todo normal y natural. Ser y no-ser, verdadero-falso, bien-mal, alegría-sufrimiento, están siempre juntos en nosotros y en Dios. Vida y muerte se reclaman mutuamente. No hay vida sin muerte y no hay muerte sin vida. De la muerte viene la vida y de la vida viene la muerte. Todo retorna, todo es eternamente cíclico. También Dios muere y resucita para morir de nuevo y así hasta el infinito. Es esto lo Absoluto. La vida no es una pura vida sin la muerte, sino la vida-muerte. Esta es la verdadera inmortalidad. No solo la vida sino también la muerte es inmortal.
----------Otros no creen que su propio espíritu sea inmortal, tal como para sobrevivir a la muerte del cuerpo, sino que piensan que al sobrevenir la muerte, toda su persona se disolverá en el mundo material transformándose en otras sustancias de acuerdo con una evolución continua de la materia.
----------Otros tienen la percepción de lo infinito, de lo absoluto y de lo eterno, pero no les interesa saber qué habrá después de la muerte. Para ellos lo importante es gozar lo más posible ahora, y considerar los bienes presentes en su provisoriedad y fugacidad como los únicos, tal es así que debemos ver precisamente en ellos la fuente y la razón de esa infinidad y ese absoluto, de los cuales sentimos la necesidad, pero que estaríamos tentados de ver en un inexistente más allá de este mundo, que en cambio es el único existente.
----------Otros admiten un Espíritu absoluto y creen ser este mismo Espíritu, cosa que en la presente vida mortal no aparece, porque ahora tenemos la impresión de que nuestro yo sea sólo el yo empírico y material que experimentamos en la superficialidad de la vida cotidiana. Pero si reflexionamos seriamente sobre lo que nosotros verdaderamente somos, nos daremos cuenta de que nuestro yo profundo no es nuestro yo empírico destinado a desaparecer con la muerte, sino que es un Yo absoluto, del cual los yo empíricos individuales no son más que una transitoria apariencia empírica. Por lo tanto, en el momento de la muerte aparece en claridad y plenitud y para siempre ese Yo absoluto que todos somos, sin que en esta vida tengamos conciencia de ello, distraídos por las cosas sensibles, excepto los filósofos y los videntes.
----------Otros admiten la eternidad y la inmortalidad, pero solo la del ser. En cambio nosotros, en cuanto entes contingentes y temporales, no tenemos una existencia por cuenta nuestra, por separado, distinta del ser, de modo que cada uno de nosotros posea un alma inmortal tal como para poder reasumir su propio cuerpo. Nuestro ser no es distinto del ser, sino que es el mismo ser en cuanto se manifiesta y desaparece de varios modos sucesivos y espaciales, que somos cada uno de nosotros.
----------Por lo tanto, no tiene sentido prospectar una resurrección de nuestro cuerpo, porque nosotros mismos somos apariciones y desapariciones eternas, aunque entre ellas diferentes, del Eterno, es decir, del único Ser, y por lo tanto somos eternos nosotros mismos, ya que todo es eterno, así como todo es ser.
----------Otros, creyendo interpretar la concepción cristiana de la resurrección, pero negándose a admitir la distinción y por lo tanto la separabilidad entre alma y cuerpo, creen que a nuestra muerte todo nuestro ser, alma y cuerpo, muere, y todo inmediatamente después o incluso al mismo tiempo, alma y cuerpo, resucita.
----------Respecto a la cuestión de la existencia del espíritu humano, independiente de la materia, quisiera señalar que Kant, aunque rechaza la psicología aristotélica, no niega en absoluto, en la línea de Descartes, la existencia y la dignidad inmaterial, meta-empírica, supramaterial y suprasensible de nuestro espíritu.
----------En efecto, Kant sabe bien que todo nuestro conocimiento parte ciertamente de la experiencia y en este sentido es a posteriori, es decir, parte de lo que axiológicamente después es inferior,  aunque esté antes en el tiempo, o sea, el dato sensible, y sabe también que la ciencia es a priori, racional, universal y necesaria, incluso si viene después en el tiempo, y por lo tanto no niega una ciencia a priori, es decir, que se funda y parta de lo que está axiológicamente antes y es más importante, puramente racional e inteligible e independiente de la verificación empírica, es decir, lo espiritual.
----------Cuando Kant dice que la razón especulativa no puede sobrepasar la experiencia para elevarse al saber metafísico, porque los conceptos seguirían siendo formas vacías sin contenido extraído de la experiencia, no pretende en absoluto negar la posibilidad de conceptos metafísicos a priori ("conceptos puros" e "ideas") y de la metafísica como ciencia, y por tanto la ciencia del espíritu (intelecto y razón), del alma (autoconciencia) y de Dios (ley moral y razón práctica), pero cree que para fundar la metafísica es necesario partir del cogito cartesiano ("yo pienso"), en lugar de partir de la experiencia, como sostiene Aristóteles. Por lo tanto, también en Kant es posible encontrar una demostración de la espiritualidad del alma humana, aunque él niegue aquella prueba que es recabada de la metafísica realista de Aristóteles.
----------Es indudable que Kant sabe bien lo que es nuestro espíritu, de lo contrario no habría escrito las tres Críticas, que no son más que tratados sobre el espíritu humano. Lo que no tiene valor es su pretensión de demostrar su existencia en base a Descartes y no a Aristóteles.
   
Para que haya resurrección es necesario admitir la separabilidad
de un alma inmortal de un cuerpo corruptible
   
----------Está claro que en todas las concepciones antes mencionadas la resurrección del cuerpo es una cosa imposible o insensata o se malinterpreta. Si yo no siento en mí algo inmaterial, de lo cual recibo vida, algo extremadamente precioso, fuente de enorme felicidad, que me importa absolutamente y que no puede morir, algo distinto de otras fuerzas vitales inferiores y aún preciosas, que irreparablemente con el tiempo y diversos incidentes se corrompen, y de las cuales pierdo inexorablemente la posesión incluso de un momento a otro, es señal de que no considero mi dignidad de persona.
----------Si yo no reflexiono sobre todo esto y no me importa considerar esta enorme diferencia entre esos dos planos de experiencia interior, si yo no me doy cuenta de que la verdadera y suma felicidad la encuentro en el ejercicio de mi pensamiento, de mi razón, del intelecto, de la conciencia, de la voluntad con respecto a objetos y valores ciertos, objetivos, absolutos, infinitos, universales, inmortales, incorruptibles, indefectibles e inmutables, quiere decir que sofoco en mí las exigencias del espíritu.
----------Si yo, por el contrario, estoy inmerso en el flujo de la historia, en las cosas visibles que pasan, si soy atraído solo por intereses y prospectivas puramente económicos, hedonistas, materiales, pasajeros, subjetivos, emocionales, pasionales, por bienes efímeros, caducos, sensibles, provisorios, casuales, inciertos, contingentes, mutables, si todas mis perspectivas se encierran en los confines de esta vida mortal, por lo cual si incluso miro hacia un futuro, siempre se tratará de un futuro terreno de este mundo, está claro que si para mí las cosan están así, para mí la muerte, por mucho que pueda repugnarme y trate de alejarla lo más posible, es un acontecimiento que marca mi fin y el fin de todos mis posibles goces, esencialmente ligados a esta vida física mortal.
----------Ahora bien, la resurrección del cuerpo supone el amor por las cosas que no pasan, el apego a las realidades eternas, la permanencia de un alma inmortal. Pero si, por el contrario, lo absoluto es para mí la vida presente y si todo termina esta vida, entonces todo para mí ha terminado, ¿de qué debería esperar entonces la resurrección? Por lo tanto, es evidente que para tratar nuestro tema, debemos adelantar algunas palabras relativas a la inmortalidad del alma. Pero antes de eso debemos hacer otra consideración.
----------Y la consideración previa que debemos hacer es el hecho de que la naturaleza humana resulta de la composición de dos principios sustanciales, uno espiritual vivificante, que es el alma, y el otro material, que es el cuerpo, de por sí privado de vida. Ahora bien, mientras que el alma, como forma simple subsistente, es por sí inmortal, el cuerpo, que resulta de la composición de múltiples elementos químicos que de por sí están hechos para pertenecer a un organismo viviente, vive solo si es vivificado por el alma y solo en esta condición está unido al alma para formar con ella esa única sustancia que es el hombre.
----------Por esto, la corporeidad por su esencia no es más que un conjunto estudiado por la química, hecho de soluciones y disoluciones, de integraciones y desintegraciones, de composiciones y descomposiciones, de ahí la natural corruptibilidad del cuerpo. Puede estar unido al alma en la medida y durante todo el tiempo en que tiene la fuerza de tenerlo unido a sí y vivificarlo, pero, como en un cierto punto el alma pierde esta fuerza o por sí o porque el cuerpo a causa de procesos degenerativos morbosos o traumáticos, se vuelve ingobernable.
----------En este punto sucede que la corporeidad retoma su autonomía, y entonces los elementos químicos que la componen continúan de hecho a seguir sus leyes, pero sin estar al servicio de la vida de aquel organismo que ya con la muerte se va desintegrando y descomponiendo.
----------Por eso, como se narra en el libro del Génesis, Adán y Eva fueron creados inmortales no en virtud de una naturaleza humana por sí inmortal, sino porque Dios les confirió su inmortalidad como don preternatural, don que ellos perdieron con el pecado, el cual tuvo como consecuencia la tendencia que lamentablemente tenemos en la vida presente no solo a olvidar los divinos preceptos que procuran la vida al cuerpo y al alma, sino incluso una tendencia opuesta a causar en nosotros y en el prójimo la muerte.
   
¿Cómo sabemos que el alma humana es inmortal?
   
----------Que nosotros somos cuerpos sensibles, vivientes y materiales, similares a los animales, no es necesario demostrarlo, tan evidente como es.  La cuestión seria y difícil es el saber qué es lo que hace que el nuestro sea un cuerpo vivo, que siente y conoce, distinguiéndolo de los cuerpos que no viven. ¿Qué es lo que sucede en un cuerpo cuando de vivo deviene muerto? ¿Qué es lo que viene a menos y qué lo hacía vivir? ¿Este principio se anula, desaparece o se separa del cuerpo? ¿Simplemente retira su acción vivificadora o se desvanece en la nada? ¿Muere también él? ¿Por qué de un cuerpo no viviente no surge el viviente, sino solo de un viviente? ¿Por qué una máquina no puede hacer lo que hace un cuerpo vivo?
----------¿Nuestro principio de vida y de acción, el alma que nos da vida, es material o inmaterial, deriva del cuerpo o de Dios? ¿Es inmortal o mortal? ¿Es solo sensitiva o es también espiritual? ¿Es de igual dignidad del cuerpo o superior al cuerpo? ¿Es guía del cuerpo o es movida por el cuerpo?
----------¿Actúa o no actúa sin el cuerpo? ¿Su actuar está siempre en acto o pasa de la potencia al acto? ¿Es distinta del cuerpo o es solo un modo de ser del cuerpo? ¿Es separable o es inseparable del cuerpo? ¿Subsiste o no subsiste por sí sola sin el cuerpo? ¿Cada individuo tiene su alma o ella es una sola para todos? ¿Surge del cuerpo o es causada por un principio superior?
----------¿Acaso existe el alma desde siempre o tiene el alma un inicio temporal? ¿El alma es causada o es incausada? ¿El alma es generada o directamente creada por Dios? ¿Es finita o es infinita? ¿El alma está toda en todo el cuerpo o solo en el cerebro? ¿El cuerpo es una sola sustancia junto con el alma o alma y cuerpo son dos modos de ser de la misma sustancia o persona?
----------La psicología tomista (antropología filosófica) ya ha respondido de modo demostrativo y científico a estas preguntas, por lo cual a ella me remito. Por otra parte, hago presente que la Iglesia, después de haber enseñado dogmáticamente en el Concilio Lateranense IV, del año 1215, que el hombre es una única sustancia creada por Dios a su imagen y semejanza, compuesta de espíritu y cuerpo, posteriormente ha reconocido dogmáticamente las dos tesis fundamentales de la psicología tomista: en el Concilio de Vienne, de 1312, la tesis según la cual el alma humana espiritual es forma sustancial del cuerpo y en el Concilio Lateranense V, de 1513, la tesis de la inmortalidad del alma espiritual.
----------Suponiendo como adquiridas estas verdades de razón y de fe, deseo añadir aquí algunas observaciones para confirmar estas verdades con particular referencia al problema de cómo concebir el hecho de la resurrección del cuerpo en relación con la diferencia entre la futura resurrección final y las resurrecciones obradas por Cristo en el curso de su vida terrena. Lo haremos en nuestra publicación de mañana.

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