viernes, 10 de mayo de 2024

El purgatorio como preparación al paraíso (2/2)

Mientras los buenistas nos dicen que todos ya estamos salvados y que no necesitamos hacer penitencia, porque Dios siempre nos perdona y no nos castiga, nosotros, en cambio, todavía peregrinos en la tierra, tratamos de hacer nuestro purgatorio aquí para no tener que hacerlo después de la muerte, para poder ir inmediatamente al paraíso del cielo. Tengamos presente que el infierno no está vacío, por lo cual también podríamos estar nosotros entre esos condenados, acerca de los cuales no sabemos quiénes son. Ojalá que nunca sea así. Pero no debemos estar demasiado seguros de no ir allí, imitando la insensata y cómoda presunción de los buenistas, que más bien atraen la ira divina antes que alejarla, sino que más vale adquiramos la verdadera y fundada seguridad, basada en el cumplimiento cotidiano de nuestro deber,  en el temor de Dios, contritos de corazón y confiados en la misericordia divina. [En la imagen: fragmento de "Los veinticuatro ancianos en la procesión apocalíptica", ilustración de 1885, de Gustave Dore, de La Divina Comedia, Purgatorio, Canto 29].

El estado del alma en el purgatorio
   
----------El purgatorio corresponde a una de las cuatro posibles actitudes de la voluntad humana en su relación con Dios. De hecho, nuestra voluntad, al tomar posición frente a Dios, puede asumir uno de cuatro diferentes comportamientos. El primero consiste en encontrarse en el estado de la vida presente, en el cual aún no ha tomado su decisión definitiva, aunque pueda decidirse firmemente por Dios.
----------Pero, por más que quiera comprometerse a fondo con todas sus fuerzas, permanece debilitada por las consecuencias del pecado original, por eso permanece oscilante, ora se adhiere a Dios cuando quiere el bien, ora se aleja cuando peca; ora obedece, ora desobedece; ora dice sí, ora dice no; ora ama, ora odia. Ora es fervorosa, ora es floja. Ora se deja guiar, ora se rebela. Ora se obstina, ora se arrepiente. Ora lucha, ora se rinde. Ora se lanza, ora marca el paso. Ora es valiente, ora es temerosa y así sucesivamente. Sucede que, habiéndose antes distanciado de Dios, reafirma su elección y su deseo de perseverar a toda costa. Ora sirve sólo a Dios, ora sirve a dos señores. Ora escucha al Espíritu Santo, ora escucha al demonio.
----------En las otras tres actitudes, en cambio, la voluntad en el momento de la muerte, queda fijada para siempre en esa relación que mantiene o decide mantener con Dios en ese momento: si es una relación de amor y de obediencia, permanece para siempre unida a Dios y va al paraíso del cielo o al purgatorio.
----------Si en cambio, no está en buenas relaciones con Dios o está en estado de culpa moral o se rebela a Dios o se encuentra hacia Él en un estado de rechazo o de rebelión o incluso de odio, permanece fija para siempre en ese estado de condenación que se llama infierno.
----------El purgatorio es sustancialmente un estado de salvación absolutamente segura y eterna, pero con alguna sombra propia del infierno. El alma experimenta una inmensa consolación y un sentido de absoluta liberación, un sentido de triunfo y de victoria y de profunda satisfacción por haberlo logrado, una inmensa alegría por ser acogida para siempre por Dios.
----------Sin embargo, todavía no tiene la visión beatífica propia del paraíso del cielo. Ha superado y abandonado la mediación conceptual y creatural propia de la vida presente, se siente en la presencia de Dios de modo certísimo y consoladorísimo, que nunca había sido posible en la tierra, pero todavía vislumbra a Dios escondido en una nube, como en la vida terrena, aunque sabe con certeza que esta nube, no sabe cuándo, se disipará y ascenderá al paraíso del cielo.
----------Si en su vida terrena experimentaba inquietudes o le venían dudas de no poder salvarse, ya sea por tratarse de dudas de fe, ya sea por el peso de sus pecados, ya sea por el temor de no agradar a Dios o porque le parecía que Dios le increpara y le amenazara con el infierno, ahora no tiene ninguna duda, porque ya se siente salvada, pero le falta visión, lo que le causa un inmenso dolor.
----------El alma también se siente sometida a una justa pena expiatoria y purificadora, necesaria para liberarse completamente de las huellas de los pecados veniales y cumplir ahora esa pena temporal, que hubiera podido cumplir en esta vida, si hubiera sido más celosa, arrepentida. y generosa.
----------El purgatorio tiene algo de la vida presente, algo del paraíso del cielo y algo del infierno. Sigue siendo un proceso de purificación y de expiación, que es propio de la vida presente; permanece, de la vida presente, la falta de la visión beatífica, aunque son superadas las mediaciones del conocimiento de fe, por lo cual en esto se asemeja al paraíso del cielo.
----------Tiene algo del paraíso del cielo por la absoluta certeza de estar salvada para siempre, propia del paraíso. Aún no tiene el gozo del cielo, aunque experimenta una alegría mucho mayor que la que sintió en la tierra debido al hecho de que ahora siente a Dios mucho más cercano que antes.
----------Su estado en el purgatorio se asemeja, aunque sólo remotamente, al infierno, porque siente, aún más que en la tierra, el peso del castigo divino, castigo que es, sin embargo, como el terrenal, temporal, correctivo y no aflictivo como aquel mucho más severo y eterno del infierno.
----------El fuego del purgatorio es como el del crisol que hace brillar el oro (1 Pe 1,7), mientras que el fuego del infierno es como el que quema las hierbas. A propósito del infierno, hay que decir que Cristo lo compara con la gehenna, que era el vertedero de desechos cerca de Jerusalén.
----------Ciertamente los condenados no son destruidos, como creía erróneamente Edward Schillebeeckx, quien en su modo de pensar teológico no sabía concebir cómo los bienaventurados pueden mirar a los condenados desde el paraíso, cuando le hubiera bastado como buen dominico haber leído a santo Tomás de Aquino (Summa Theologiae, Suppl., q.94), quien explica cómo los bienaventurados miran con satisfacción a los condenados, aunque satisfacción no ciertamente por su castigo, sino por la realización de la justicia divina.
   
¿Dónde están el cielo, el infierno y el purgatorio?
   
----------Una cuestión especial respecto del cielo, infierno y purgatorio, es la de su ubicación. ¿Dónde están esos estados del alma? ¿Cómo concebir estos lugares? ¿Qué relación tienen con nuestro universo físico? Está claro que aquí es necesario un concepto de lugar sólo análogo al lugar físico, lugar metafísico que ahora a nosotros nos resulta misterioso y no sabemos imaginarlo.
----------No es como el lugar que conocemos ahora, con nuestros sentidos, sino que debemos imaginar un lugar completamente diferente de este que es para nosotros ahora el lugar. Es un verdadero lugar, pero no como conocemos o concebimos ahora el lugar. Discurso análogo se podría hacer para el cuerpo humano masculino y femenino de la resurrección. Existirán varón y mujer, pero no sabemos cómo estarán hechos.
----------No se trata, por tanto, de un lugar categorial, accidente de la sustancia material, vinculado a la materia, como el que ahora experimentamos con nuestros sentidos mortales, sino un lugar ontológicamente más alto, trascendental, apropiado a la multiplicidad de los espíritus. Solamente nuestros sentidos resucitados podrán experimentar el lugar escatológico de la tierra de los resucitados.
----------Los bienaventurados habitan el cielo, nosotros en cambio habitamos la tierra, e imaginamos a los condenados, como Dante, en un lugar o encarcelamiento tenebroso subterráneo, a las almas purgantes, según una simpática imagen de Martin Jugie (El Purgatorio y los medios de evitarlo, Editorial Difusión, Buenos Aires 1953), como la sala de espera de un aeropuerto, donde se produce un sucederse continuo de arribos desde la tierra y de partidas hacia el cielo.
----------En estos tres estados, tratándose del más allá de sujetos humanos, aunque sólo como almas separadas, similares a los ángeles, siendo sustancias espirituales, aunque no están colocados en el espacio, sin embargo son distintas entre sí, están relacionadas las unas con las otras, actúan las unas sobre las otras.
----------Es necesario, por lo tanto, imaginar en estos estados, según sus diferencias, distancias y contactos, cercanías y alejamientos, comunicaciones y cerramientos, encuentros y conflictos, comuniones o contrastes, convergencias y divergencias, acuerdos o discordias, de manera similar a lo que sucede en la vida presente en las sociedades pacíficas o en los conflictos bélicos.
   
La Iglesia comprende tres comunidades: los militantes, los purgantes y los bienaventurados,
pero también los condenados constituyen una comunidad
   
----------El plan divino originario para el hombre preveía la constitución de una humanidad fraterna, santa, feliz, virtuosa, inocente, pacífica, unida y concorde. El pecado, por el contrario, ha traído el odio, el conflicto, la injusticia, la discordia, la guerra, las facciones, las divisiones.
----------Cristo ha venido para reconciliar a los hermanos entre sí. Algunos se han reconciliado y son aquellos que van al paraíso del cielo; aquellos que han aceptado y elegido a Cristo han propuesto la paz a los rebeldes, pero los rebeldes no la han aceptado: de ahí su destino de perdición en el infierno. Otros han ofrecido una cierta resistencia, pero luego han aceptado: he aquí el purgatorio.
----------Así ha sucedido que el Padre ha seguido siendo ciertamente Padre providente para toda la humanidad, pero ha querido ejercer la misericordia con algunos, en el purgatorio y paraíso del cielo, y la justicia con otros, y he aquí el infierno. Hubiera podido, si hubiera querido, mover el corazón de todos hacia Él. Pero ha preferido que cada uno hiciera su propia elección; algunos a favor de Él y otros en contra de Él. La tesis buenista de que todos van al cielo es lo que el Padre hubiera podido hacer, pero en realidad no ha hecho.
----------Así la humanidad ha quedado distribuida escatológicamente en las dos comunidades del cielo y del infierno, superando la actual terrena y la purgatorial. Pero el Padre continúa y continuará de todos modos siendo Padre de todos y gobernando a la entera humanidad, dondequiera que ella se encuentre, con amor, bondad, justicia, misericordia, en la tierra, en el cielo, en el infierno y en el purgatorio.
----------Por otra parte, hay que decir también que la Iglesia terrena, que es la Iglesia peregrinante y militante, la Iglesia purgante y la Iglesia celestial triunfante, son una única Iglesia, gobernada por Dios. El infierno mismo, aunque está fuera de la Iglesia, constituye una sociedad gobernada por la divina Providencia. Ciertamente los condenados en el infierno se odian entre sí, pero sobre un punto todos están de acuerdo: en el odio hacia Dios, en el haber rechazado a Dios y haberse puesto en su lugar.
----------Así como existen un orden y una organización en la Iglesia, así también existen un orden y una organización en la ciudad infernal. En el ejército nazi existía un orden y una disciplina perfectos al servicio del demonio. Mientras que en la Iglesia el orden implica la concordia y la extinción del conflicto, en el infierno la conflictualidad es estructural y óptimamente organizada, de modo similar a la dialéctica hegeliana que es la síntesis de dos opuestos en tensión entre sí.
----------En la Iglesia, Dios realiza su justicia ejerciendo la misericordia y eliminando las injusticias. En el infierno Dios ejerce su justicia con la irrogación de la pena eterna, y también ejerce su misericordia castigando a los condenados menos de lo que hubieran merecido. En el purgatorio, Dios conserva las almas salvadas purificándolas de las últimas escorias del pecado.
----------En la Iglesia se produce una estupenda e íntima comunión de amor, de recíproca ayuda y solidaridad (la "comunión de los santos") en el Espíritu Santo entre todos sus miembros en el cielo y en la tierra junto con los ángeles en la comunión con los propios seres queridos, con los amigos, los apóstoles, los mártires, las vírgenes, los pastores, los doctores y todos los santos, con la Virgen Santísima, con Cristo y la Santísima Trinidad.
----------Los bienaventurados del paraíso del cielo y las almas purgantes interceden por nosotros que permanecemos aún en la tierra. Nosotros podemos y debemos orar por las almas del purgatorio, ofrecer sacrificios, Misas e indulgencias para acortar o cancelar su pena. La Iglesia no tiene relaciones con las almas condenadas. La Iglesia no reza por los condenados, porque ellos ya han hecho su elección.
----------Ciertamente los bienaventurados tienen displacer por la condenación de familiares y amigos, pero por otra parte ellos aprueban lo que ha obrado la justicia divina. Ellos encuentran consuelo en la visión beatífica.
----------Las almas condenadas, por lo demás, no desean tener ninguna relación con la Iglesia, de la cual algunos han salido en la vida terrena o en la cual Iglesia algunos no han querido entrar.
----------Mientras los buenistas dicen que todos estamos salvados y que no se necesita hacer penitencia, nosotros en la tierra tratamos de hacer nuestro purgatorio aquí para no tener que hacerlo después de la muerte, para poder ir inmediatamente al paraíso del cielo. Tengamos presente que el infierno no está vacío, por lo cual también podríamos estar nosotros entre esos condenados, acerca de los cuales no sabemos quiénes son.
----------Ojalá que nunca sea así. Pero no debemos estar demasiado seguros de no ir allí, imitando la insensata y cómoda presunción de los buenistas, que más bien atraen la ira divina antes que alejarla, sino que más vale adquiramos la verdadera y fundada seguridad, basada en el cumplimiento cotidiano de nuestro deber,  en el temor de Dios, contritos de corazón y confiados en la misericordia divina.

5 comentarios:

  1. Sergio Villaflores10 de mayo de 2024, 15:15

    Estimado padre Filemón: ¿Cómo imaginar el disgusto que sienten los elegidos por la condenación de familiares y amigos? ¿Cómo justificarlo a partir de la antropología metafísica y la doctrina de la visión beatífica? Es decir, ¿cómo puede haber disgusto cuando estas almas quedan perfectamente satisfechas con la visión beatífica y la contemplación inmediata de la sustancia divina?

    Sergio Villaflores (Valencia, España)

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    1. Estimado Sergio,
      el Señor Jesús nos hace presente que por su amor debemos estar preparados para recibir oposición incluso por parte de amigos y familiares. Ahora bien, nosotros conocemos la posibilidad de que estos amigos y familiares, perseverando en su oposición a Cristo, se alejen de Él definitivamente, en el infierno.
      ¿Qué significa esta situación? Significa que en ellos se realiza la justicia divina. Ahora bien, no hay duda de que para nosotros la realización de la justicia divina debe ser un motivo de alegría. Al mismo tiempo debemos recordar que el afecto que nosotros sentimos por nuestros familiares y por nuestros amigos debe estar justificado por el hecho de que ellos aman al Señor. Pero en el caso de que ellos se opongan a Él, ¿podrían continuar siendo objeto de nuestro afecto?
      Santo Tomás dice que nosotros debemos alegrarnos del hecho de que se alcance la justicia divina en los condenados, pero no debemos alegrarnos del hecho que ellos sufran el castigo.
      Un misterio de este tipo podría estar representado por la Santísima Virgen María que llora por nuestros pecados, aunque ella es bienaventurada en el paraíso del cielo.
      De manera metafórica, decimos que Dios siente disgusto por nuestros pecados.
      Otra respuesta que se puede dar a esta cuestión, es el hecho de que en la visión beatífica nosotros vemos a Dios, en quien está todo, lo creado y lo creable, no como se encuentra fuera de Dios, sino como Él lo ha pensado. Por eso podemos pensar que en Dios existen en el estado de bienaventuranza aquellas mismas personas que, fuera de Dios, están condenadas. De hecho fueron creados por Dios por amor, y Cristo también murió por ellos. Su condenación es la consecuencia de su voluntad de oponerse a Dios.

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    2. Sergio Villaflores11 de mayo de 2024, 9:24

      Estimado padre Filemón,
      en su respuesta usted ha justificado bien el consuelo que tendremos al ver la voluntad (consecuente) de Dios perfectamente realizada y su santidad y justicia glorificadas. Pero yo me preguntaba cómo se puede combinar el dolor por los condenados con el estado de felicidad. ¿Debe entenderse tal vez en un sentido puramente metafórico, como parece hacerlo al citar el ejemplo apropiado de María llorando por nuestros pecados? En ese sentido, no será una verdadera decepción o dolor. Pero entonces, ¿en qué sentido será un disgusto si no afecta en modo alguno la bienaventuranza de los elegidos?

      Sergio Villaflores (Valencia, España)

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    3. Estimado Sergio,
      debemos tener presente que en la bienaventuranza poseeremos todo bien y seremos libres de todo mal. Ahora bien, así como el placer corresponde a la posesión de un bien, así el displacer corresponde a la privación de un bien. En este sentido no es posible que los bienaventurados sientan displacer.
      Por cuanto respecta a la consideración que puedan tener hacia los condenados, por ejemplo los familiares, lo que podemos admitir es el hecho de que ellos con su voluntad desaprueban su rebelión contra Dios, que ha provocado su castigo eterno.
      Cabría preguntarse si al mismo tiempo pueden sentir displacer por el hecho de que se trata de familiares, pero llegados a este punto no puedo más que repetir lo que ya he dicho respecto al hecho de que el displacer o disgusto implica la privación de un bien, cosa que no es aceptable en los bienaventurados.
      Santo Tomás afirma que los bienaventurados se complacen con la ejecución de la justicia divina, que castiga a quienes lo han odiado. Al mismo tiempo podemos considerar que Dios, incluso cuando castiga, quiere el bien del que es castigado, porque esta condición conviene al pecado que ha cometido.
      El displacer por el mal comportamiento del hermano tiene sentido en la vida presente, en la cual este displacer puede ser eliminado por el hecho de que el hermano se convierta. Sin embargo, una vez que el hermano, con la muerte, ha decidido irrevocablemente estar alejado de Dios, el dolor ya no tiene razón de ser, porque el pecado ya no puede ser reparado.
      Y, además, debemos considerar que el condenado mismo no siente ningún disgusto por la condición que él mismo ha elegido, incluso si el castigo del infierno sin duda le perturba.
      Los santos en esta tierra lloran por los pecadores, con la esperanza de que se conviertan, pero no por los que están en el infierno. Respecto a ellos mismos, en todo caso, lloran porque en el pasado se opusieron a Dios.

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    4. Sergio Villaflores11 de mayo de 2024, 19:13

      Estimado padre Filemón,
      Gracias, lo que me ha respondido es muy claro.
      Suyo en Cristo,

      Sergio Villaflores (Valencia, España)

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