miércoles, 29 de mayo de 2024

En la escuela de Tomás de Aquino (2/2)

La alegría de estos últimos años, que el Señor me concede, es la de poder distribuir a los jóvenes y compartir con hermanos, amigos y estudiosos, siguiendo el ejemplo de los Santos Doctores, de los cuales cantamos "aquam sapientiae propinasti gratis", todas esas doctrinas y nociones sapienciales que, como discípulo del Doctor Común, he acumulado a lo largo de estos sesenta años, desde que, en el ya lejano 1959, comencé la lectura antes del tomista Maritain, y luego, desde 1960, de Tomás mismo directamente. [En la imagen: fragmento de "Santo Tomás de Aquino y la Fuente de la Sabiduría", óleo de 1648, obra de Antoine Nicolas, que la comunidad de las Dominicas de Saint-Maur-des-Faussés conservó antes de darlo al convento dominico de la Anunciación del suburbio de Saint-Honoré en París hacia 1950, y éste lo donó a Notre-Dame de París en 1974, con motivo del 700º aniversario de la muerte de santo Tomás de Aquino].

Los beneficios que nos concede Santo Tomás
   
----------La grandeza única de santo Tomás de Aquino está en la estupenda unión que él realiza entre doctrina y caridad, entre sabiduría y santidad, entre el aprender de Dios y el instruir al prójimo. Es que Tomás tiene una concepción medicinal o terapéutica de la doctrina. Cuando trata de herejías, no entra en calor ni se indigna, como hacen algunos predicadores "contra-revolucionarios" en los cuales la ira prevalece sobre la lucidez mental, poniendo así en peligro la caridad, porque la caridad nace solo de la verdad. Tomás, en cambio, asume la seriedad y la calma del médico, que diagnostica la enfermedad y prescribe la cura.
----------El discípulo de santo Tomás de Aquino recibe de él en herencia un patrimonio intelectual incorruptible e imperecedero, que puede enriquecer y transmitir a las sucesivas generaciones en los siglos, como ha sido demostrado suficientemente por la secular escuela tomista.
----------Quien sigue la doctrina del Aquinate, que la Iglesia siempre ha recomendado y de la cual ha recabado incluso algunos dogmas, está seguro de seguir la sana doctrina católica. Al respecto, debemos agradecer al papa Francisco, quien recientemente y de modo repetido e insistente ha señalado a Tomás como seguro doctor y modelo de santidad, reconfirmando su título de Doctor Communis Ecclesiae, un título que sorprende que sus dos magnos predecesores, Juan Pablo II y Benedicto XVI, no volvieran siquiera a mencionar.
----------El discípulo del Aquinate adquiere un criterio de discernimiento seguro para reconocer y distinguir en las doctrinas la verdad del error, o sea, fundar la verdad y refutar el error, incluso en los casos más difíciles. No se deja engañar ni seducir ni siquiera por las herejías más refinadas y astutas.
----------El discípulo del Aquinate posee el sentido de la universalidad de la verdad, por lo que está abierto a la verdad de dondequiera venga o la encuentre, incluso allí donde otros ven solo error.
----------El discípulo de santo Tomás de Aquino, siendo consciente de la distinción entre el orden natural de la razón y de las virtudes humanas, por una parte, y el orden sobrenatural de la fe y de las virtudes cristianas, por otra, está cualificado como ningún otro para practicar un diálogo constructivo con cualquier hombre razonable sobre la base común de la razón, la cual caracteriza al hombre como tal y que, por lo tanto, es poseída por todo hombre, cualquier sea la religión o la cultura a la que pertenezca.
----------El discípulo de santo Tomás percibe con claridad la moción de la gracia frente al libre albedrío: cómo la voluntad divina mueve el acto humano libre al cumplimiento del bien sobrenatural, por lo cual Dios no solo deja libre la voluntad humana, sino que causa y crea el acto mismo del querer, querer que, sin embargo, si es pecaminoso, en cuanto pecaminoso, es todo y solo culpa del pecador, de modo que el justo es causa segunda de sus virtudes, mientras el pecador es causa primera del pecado que cumple.
----------Al mismo tiempo, el cristiano intelectual tomista, sabiendo que el recto uso de la razón conduce a la fe, es el misionero y el evangelizador más cualificado para difundir el Evangelio entre todos los pueblos, como ha sido y es ampliamente demostrado por la historia de las misiones, especialmente por las misiones de la Orden de los Frailes Predicadores desde hace ocho siglos hasta hoy.
----------El discípulo de santo Tomás no ve fracturas, en la historia del magisterio de la Iglesia, entre conservación y desarrollo, entre tradición y progreso, entre fidelidad y renovación, sino que ve en la historia del magisterio de la Iglesia una continua profundización y clarificación, una continua explicitación del conocimiento de la Palabra de Dios "eodem sensu eademque sententia", como decía san Vicente de Lerins, de modo que ella viene conocida cada vez mejor, sin adiciones, sin detracciones y sin cambios de significado.
----------El discípulo del Aquinate, dado que tiene en él un guía a la sabiduría, tiene también, en sus escritos y en su ejemplo de vida, un guía a la santidad y a la perfección de la vida cristiana, aunque, obviamente, el ejemplo de vida de Tomás es sobre todo adecuado para los intelectuales y los estudiosos.
----------Tomás de Aquino es también un gran maestro de derecho, de moral, de ascética e incluso de mística, con sus tratados sobre los dones del Espíritu Santo y sobre la vida espiritual. Por su sentido profundo del catolicismo es observantísimo, también como Religioso, de la disciplina eclesial y, por lo tanto, es gran maestro de plena comunión eclesial con el Sumo Pontífice. En tal sentido, es esencialmente contradictorio que alguien se llame a sí mismo seguidor de Tomás de Aquino y no viva en plena comunión con el Papa.
----------Los máximos signos de consenso, de aprobación y de solidaridad doctrinal los he recibido en mi vida de discípulos de santo Tomás. Mis mejores amigos y maestros en campo teológico son tomistas. Mis seguidores y discípulos, se trate de laicos, religiosos o sacerdotes, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, doctos e indoctos, son personas que encuentro siempre dispuestas a acoger la doctrina de santo Tomás.
----------En cambio las más graves incomprensiones, hostilidades u oposiciones ideológicas las he recibido de enemigos o bien de falsos amigos de Tomás, ciertamente en el interior mismo de la Iglesia, por más sorprendente que pueda parecer (en cierto modo se repite aquello de: "vino entre los suyos y los suyos no lo recibieron", Jn 1,11), como los modernistas y los rahnerianos, aparte de los no-católicos.
----------Y sin embargo, si he resistido, si he sabido defenderme, hacer valer mis razones, reconocer mis errores, corregirme, soportar con paciencia y ofrecer por mis pecados, lo debo precisamente a las enseñanzas, a los ejemplos, que me vienen de la Iglesia que me ha acogido e, in primis, lo debo a la intercesión de los santos y de santo Tomás de Aquino, así como a los hermanos y hermanas que han estado a mi lado, han rezado y ofrecido por mí, me han comprendido, me han consolado y me han ayudado.
   
Las gracias recibidas
   
----------La superación de la crisis de escepticismo y de identidad merced a la ayuda de santos maestros y directores espirituales, ayuda inspirada en principios teoréticos y educativos tomistas, ha producido en mí una renovada y más consciente certeza de la verdad, produjo también hambre de conocimiento y un gran deseo de comunicarlo al prójimo. Esos eran los primeros gérmenes de la mi vocación docente y apostólica, en cierto modo, como dice el lema dominico: contemplata aliis tradere.
----------En 1965 me decidí a cursar estudios universitarios de filosofía con la intención de conocer el pensamiento moderno y evaluarlo a la luz de santo Tomás, según el método de Maritain. Me gradué en 1970 y enseñé un par de años historia y filosofía en escuelas secundarias. Al mismo tiempo, gracias al contacto con algunos amigos, laicos, religiosos y religiosas, advertí el surgir en mí del amor a la contemplación, al estudio de la Sagrada Escritura, a la ascética, al silencio, a la soledad, a la penitencia, a la oración, a la vida fraterna, en la caridad y en la amistad, en el socorro y en la predicación a los pobres, sobre todo a los pobres en el sentido espiritual: los buscadores de Dios, de la verdad y de la sabiduría.
----------Ya en 1966, Maritain, el más grande de los tomistas del siglo XX, me hizo comprender el significado profundo del Concilio Vaticano II en su libro Le paysan de la Garonne, lectura que me puso decisivamente en el surco de la auténtica interpretación del Concilio, aquella de san Paulo VI, tanto contra la instrumentalización modernista, ya entonces insurgente, como contra la reacción lefebvriana.
----------En la primera mitad de los años 1970s trabé contacto con algunos frailes de la Orden Dominicana. A decir verdad, me imaginaba encontrar en ellos a discípulos de santo Tomás de Aquino, como ya había conocido en mis lecturas o frecuentaciones, tanto dominicos como sacerdotes seculares, sobre todo a Garrigou-Lagrange, a Clérissac, a Sertillanges, Gredt, Journet, Gilson, Derisi, Blanco, Ponferrada, etc. De hecho, ya había venido estudiando a santo Tomás y a Maritain desde hacía diez años. Y en cambio, aparte de honrosas excepciones, fue fuerte mi desilusión al encontrar a frailes dominicos contrarios a santo Tomás.
----------En particular, por entonces yo no tenía ningún conocimiento ni nadie me había hablado antes del famoso teólogo dominico Edward Schillebeeckx, un astuto impostor, de cuya peligrosidad me di cuenta enseguida, cuando entré en contacto con su pensamiento, enfocado en una forma de empirismo existencialista, historicista y evolucionista, destructor de la metafísica y de la inmutabilidad del dogma. Fue éste un descubrimiento que me dejó estupefacto y escandalizado, porque nunca había imaginado que entre los Dominicos pudiera prosperar tranquilamente un modernista tan descarado. Y lo que agravó mi escándalo y mi indignación fue que me di cuenta que existía en esa Orden una corriente tan descarada de sus partidarios, que no vacilaban en oponerse abiertamente a la censura ya impuesta a Schillebeeckx por la Congregación para la Doctrina de la Fe a principios de los años 1980s, como si Schillebeeckx fuera una pobre víctima de la dictadura papal. En realidad eran tan graves sus herejías, que habría merecido ser excomulgado y expulsado de su Orden, mientras que, en lugar de eso, estaba en la palma de la mano de sus partidarios.
----------Por supuesto, también noté enseguida que en la propia Orden Dominicana se encontraban también teólogos tomistas, que rechazaban netamente a Schillebeeckx, como es el caso del padre Daniel Ols, a cuyas conferencias, duramente críticas contra Schillebeeckx, asistí en los primeros años 1980s. Entonces me hice de coraje y empecé también a combatir al teólogo holandés. Gracias a Dios, nadie ha tenido la imprudencia de obstaculizarme o de detenerme en esta obra de purificación del pensamiento teológico a la luz del Aquinate, así que he podido combatir las obras de Schillebeeckx desde entonces hasta hoy.
----------Otra nueva y amarga sorpresa fue, ya a mediados de los años 1990s, comprobar que también entre los dominicos, y esta vez bajo vestimenta tomista, se infiltraba el idealismo panteísta severiniano, por obra del padre Giuseppe Barzaghi. En siete siglos de historia de la teología dominicana nunca había sucedido (a excepción quizás del caso de Meister Eckhart) que la Orden de Predicadores estuviera infectada por esta enfermedad del espíritu, fruto de la soberbia y de la impiedad. He refutado el pensamiento de Barzaghi mostrando, por una parte, la falsedad del idealismo y, por otra, la absurdidad del intento de hacer pasar a Tomás por un panteísta. Un resumen de mis tesis lo encuentra el lector en algunos artículos de este blog.
----------Viene bien recordar acerca de este punto que los tomistas, en particular los del siglo XIX y de la primera mitad del siglo XX, habían combatido con valor contra el idealismo y el panteísmo, repetidas veces condenados por la Iglesia. Faltaba también esa desgracia causada por las obras de Barzaghi, para agravar al colmo las dificultades y los sufrimientos actuales de la otrora gloriosa teología dominicana.
----------En todo caso, no quiero recargar las tintas contra los dominicos, pues debo reconocer que ha sido una gracia especial de la divina Providencia, y en especial de santo Tomás de Aquino, el haber podido conocer y estudiar también a otros teólogos tomistas, antiguos y modernos. Entre los antiguos, Goudin, Melchor Cano, el Card. Cayetano y Juan de Santo Tomás y, entre los modernos, Dummermuth, Lepidi, Schwalm, Zigliara, De Groot, Schultes, Del Prado, Ramírez, De Tonquédec, Mattiussi, Gardeil, Merkelbach, Giacon, Degl'Innocenti, Toccafondi, Zacchi, Cordovani, Olgiati, Vanni Rovighi, Joret, Meynard, Chenu, Congar, Ghini, Lobato, Royo Marίn, Composta, Boccanegra, Héris, Hugon, Bogliolo, el Card. Ciappi, Pizzorni, Caldera, Cavalcoli, Livi, D.Philippe, J.-H. Nicolas, Perini y muchos otros. Importantísima es la interpretación de la metafísica de santo Tomás hecha por el padre Cornelio Fabro, agudo crítico del idealismo de Rahner.
----------En estos cincuenta años, con frecuentes contactos y diálogos con los dominicos, aparte de estos nombres seguramente tomistas, he notado siempre entre ellos, respecto a la metafísica, la difícil coexistencia de dos corrientes en conflicto entre sí: una pequeña minoría más atenta a la cultura y a la vida intelectual, admiradora y, si no cultora, al menos respetuosa, de la metafísica, lo que es como decir devota de santo Tomás de Aquino; y una mayoría secularizada indiferente a santo Tomás, por no decir hostil, influenciada por un moderado modernismo del estilo de Schilleeeckx, la cual es causa de la decadencia de la Orden de Predicadores, que se manifiesta sobre todo en la clausura de conventos y en la casi nula incidencia actual de esta Orden en los grandes debates culturales, religiosos y teológicos de nuestro tiempo.
----------Al haber recibido la gracia del sacerdocio santo Tomás me ha iluminado particularmente acerca de la Redención de Cristo, el sacrificio de la Misa y el sacramento de la Eucaristía. Hoy, por desgracia, como todos sabemos, circulan muchas herejías en estos importantísimos campos de la dogmática: la negación del sacerdocio como poder de decir Misa y confesar, sino como simple "presidencia" de la comunidad, el sacerdocio de las mujeres, la negación de los castigos divinos como llamada a la penitencia y a la conversión, la negación del valor satisfactorio del sacrificio de Cristo, la fábula del Dios "que sufre", la tesis de que todos se salvan, la negación del dogma de la transubstanciación eucarística, sustituida por la tesis luterana del "Cristo en el pan", de modo que cuando los fieles hacen la Comunión, no comen la carne de Cristo, sino que comen del pan bendito, la Misa no como sacrificio, sino como banquete. 
----------Ahora bien, es evidente que sobre estos puntos la doctrina del Aquinate ofrece óptimos subsidios y criterios de evaluación y de discernimiento para distinguir lo verdadero de lo falso, la ortodoxia de la herejía, en plena fidelidad a la Escritura, a la Tradición y al Magisterio de la Iglesia.
   
Consideraciones conclusivas
   
----------El gran problema de mis dieciséis años, como ya lo he narrado antes en este artículo, fue éste: si el pensamiento no es adecuación a lo real, ¿qué satisfacción nos puede dar el pensamiento? ¿Y cómo podemos ser indiferentes a que lo real exista o no exista? Sin embargo, el cartesiano está satisfecho precisamente con esto. Al cartesiano lo real no le interesa; le interesa el propio pensamiento y la afirmación de sí mismo, porque la adecuación a lo real lleva al descubrimiento de la existencia de Dios y esto le fastidia muchísimo, porque conduce a descubrir a Dios y al saber que dependemos de Él y que por lo tanto nuestro bien está en el hacer su voluntad. En cambio, el cartesiano quiere hacer su propia voluntad.
----------El hecho es que, después del pecado original, está en nosotros la idea sugerida por el demonio de que nuestro bien no está en el hacer la voluntad de Dios, sino en hacer nuestra voluntad. Entonces, para podernos justificar en nuestra rebelión a Dios y en nuestra voluntad de absolutizar nuestra propia voluntad, elaboramos como Descartes una gnoseología según la cual el pensamiento no tiene por objeto lo real, sino a sí mismo. Reducimos lo real a nuestro pensamiento, de modo de bloquear al pensamiento el camino hacia Dios. Si seguimos hablando de Dios, ese "Dios" somos nosotros mismos.
----------Pues bien, la crisis existencial e intelectual que, como ya he narrado, me vino a mis dieciséis años fue provocada por el hecho de que por primera vez en mi vida, cuando cursaba la secundaria, me topaba con ideas que rechazaban la adecuación del pensamiento a lo real o porque lo dudaban, como Descartes o porque, como mi profesor de letras, hablaban más bien de "verdad histórica", pero no admitían verdades universales e inmutables: no existen verdades definitivas; lo que es verdadero hoy será falso mañana y lo que era falso ayer es verdadero hoy. Se trataba del historicismo de Benedetto Croce derivado del historicismo de Gian Battista Vico: "es verdad solo aquello que hacemos nosotros" (verum ipsum factum).
----------Para ellos no existe una verdad absoluta, abstracta, inmutable, objetiva, irrefutable, válida para todos, sino que cada tiempo, cada cultura, cada hombre tiene su particular verdad, porque la verdad es producto libre de cada uno de nosotros, como mejor nos plazca. Estas ideas me turbaban muchísimo, mientras veía que mis compañeros de secundaria o de universidad no tenían problemas para aceptarlas. Yo en cambio percibía muy bien que mi pensamiento no podía fundarse sobre sí mismo y por consecuencia tampoco podía mi voluntad fundarse sobre sí misma. Advertía mi insuficiencia ontológica, por lo cual la propuesta que me hacían, mientras agradaba a otros, a mí me horrorizaba, advertía en ella su falta de fundamento y su ilusoriedad.
----------Me parecía precipitar en un báratro, aquello que Kant llama el "báratro de la razón". Aquel providencial profesor de religión y confesor en mi adolescencia, al que me dirigí desesperado, me confortó con mucha paciencia y caridad y me reafirmó de modo decisivamente persuasivo confirmando las certezas de mi infancia: la certeza metafísica -la certeza de la existencia de lo real-, la certeza gnoseológica -la verdad como adecuación a lo real- y la certeza religiosa y de fe -mi relación con Cristo y con la Iglesia-.
----------Aquella guía que tuve en mi confesor, fue para mí una enorme consolación, por la cual desde las tinieblas salí a la luz, una luz que desde entonces ya no me ha abandonado nunca. Ciertamente, el problema especulativo estaba resuelto para siempre, pero permanecía vivo el problema moral, o sea, mi exigencia constante, mi necesidad cotidiana, de llevar adelante mi camino de conversión y de purificación de mis pecados, en el esfuerzo continuo de poner en práctica las verdades certísimamente adquiridas. 
----------De lo que entendí que debía cuidarme, y aún debo cuidarme ahora, es del exceso de certeza, es decir, de la excesiva prisa, causada por la presunción, que a veces tengo, de expresar juicios negativos, sin un previo examen suficiente y atento de la tesis del adversario. Confío demasiado en mi experiencia y, en cambio, debo recordar que yo también soy como todos, incluido el Papa, un pobre pecador falible.
----------La tentación de hacer mi voluntad y no la de Dios ciertamente ha permanecido. Pero al menos conozco mi deber. Mirando a mi alrededor, en cambio, en la actual caótica situación eclesial, donde ocurren problemas y males de todo género, me siento como un afortunado náufrago en el mar, escapado de un naufragio, y me vienen espontáneamente a la mente las palabras del Salmista: "Su fidelidad te será escudo y armadura; no temerás los terrores de la noche, ni la flecha que vuela de día, ni la peste que acecha en las tinieblas, ni la plaga que devasta a pleno sol. Aunque caigan mil a tu izquierda y diez mil a tu derecha, tú no serás alcanzado: su brazo es escudo y coraza, porque hiciste del Señor tu refugio y pusiste como defensa al Altísimo. Caminarás sobre áspides y víboras, pisotearás leones y dragones" (Sal 91,5-9.13).
----------Esa es exactamente mi experiencia desde que me he integrado a la escuela de santo Tomás de Aquino. Ciertamente no olvido la advertencia de san Pablo: "Esperad en vuestra salvación con temor y temblor" (Flp 12). Me repugna el misericordismo buenista rahneriano o vonbalthasariano, que asegura que todos se salvan, y sé muy bien que ese buenismo es falso, es una droga que adormece las conciencias.
----------Trato, en cambio, siguiendo el ejemplo de los Santos, de unir temor y confianza, porque bien es sabido que el solo temor conduce a la desesperación, como me estaba sucediendo a los dieciséis años; mientras que la sola confianza, como en Descartes y Lutero, no es el remedio a la desesperación, sino que es un pecado opuesto: de hecho, es signo de soberbia y presunción, y provoca precisamente esa ira divina, que se cree evitar, creyendo que se puede ser exclusivamente objeto de sola misericordia.
----------Mirando pues la pequeña historia de mi vida, veo por tanto con satisfacción que he podido construir sobre la roca, un sólido edificio. He acumulado muchos bienes, extrayéndolos de un mismo patrimonio seguro, de una misma fuente inagotable y salutífera. He podido hacer fructificar mis talentos. Una vez puestas las bases, he comenzado y he podido proseguir y progresar siempre en la misma dirección, en la misma línea. Nunca he tenido que cambiar de camino, deshacer y recomenzar sobre nuevas bases. He previsto la meta desde el principio y ya estoy cerca de ella. No me he equivocado, no me he engañado. Habiendo recibido una herencia secular, tengo la certeza de que lo que transmito durará por los siglos.
----------A decir verdad, Tomás ha llegado a confirmarme en un camino que ya había emprendido desde niño, desde que, con ese santo párroco de mi pueblo (bajo cuya sabiduría fui puesto por la amorosa decisión de mi queridísima madre) estudiaba el catecismo en la parroquia o, como se le llamaba por entonces, la "doctrina", un librito azul escueto y mal impreso -estábamos en 1948- pero lleno de sabiduría: "¿Quién es Dios? Dios es el Ser perfectísimo creador del cielo de la tierra. ¿Por qué Dios nos ha creado? Para conocerlo, amarlo y servirlo en esta tierra y disfrutarlo en un paraíso". Es la más pura metafísica. Y un niño la puede entender muy bien. Son las mismas bases sobre las cuales he construido todo. Aquí Tomás ya está implícito.
----------Santo Tomás vino explícitamente a socorrerme, cuando en la secundaria me encontré con esa impostura que es el cogito de Descartes (nótese que Descartes fue puesto en el Índice de los libros prohibidos en 1663, ¿pero quién se ha tomado eso en serio?) y el historicismo de mi profesor de literatura, que decía: "No existe la verdad. Solo existe lo verdadero". La duda sobre la existencia de la verdad ha sido la prueba más grande de mi vida. De aquella prueba me sacó santo Tomás de Aquino a través de mi profesor de religión y confesor. Desde entonces mi espíritu se ha blindado, se ha acorazado, y de tal modo contra el espíritu de la mentira, que me hace capaz de superar, con la ayuda de la gracia y la intercesión del Aquinate, toda prueba, de soportar todo sufrimiento, de refutar todo error, de rechazar todas las agresiones, las tentaciones y las insidias del mundo y del demonio volviendo a mi provecho, aquello que el maligno intenta para arruinarme.
----------La alegría de estos últimos años, que el Señor me concede, es la de poder distribuir a los jóvenes y compartir con hermanos, amigos y estudiosos, siguiendo el ejemplo de los Santos Doctores, de los cuales cantamos "aquam sapientiae propinasti gratis", todas esas doctrinas y nociones sapienciales que, como discípulo del Doctor Común, he acumulado a lo largo de estos sesenta años, desde que, en el ya lejano 1959, comencé la lectura antes del tomista Maritain, y luego, desde 1960, de Tomás mismo directamente.

6 comentarios:

  1. Gracias. Confirmo todo, sobre todo desde que por gracia de Dios ha nacido en mí la atracción por la "verdad", que me ha impulsado a leer la Palabra y a todos los autores que estudian y explican la Palabra... esta insaciable necesidad de Verdad sin la cual pierde de consistencia todo.

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    1. Estimada Teresa,
      mis mejores felicitaciones. Está caminando por un óptimo camino, siga así. A este respecto, le aconsejo imitar a santa Catalina de Siena y a santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein).

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  2. ¡Gracias por este poderoso testimonio, queridísimo padre! El Señor sigue velando por nosotros incluso cuando no correspondemos a su amor. Y sus santos (comenzando por Santo Tomás) nos han sido donados realmente como intercesores para encontrar el camino correcto. (¡Lo escribo por experiencia personal!) ¡Alabado sea Dios por su vida de tomista dedicada al servicio de la verdad!

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    1. Estimado Anónimo,
      le agradezco su consenso hacia mi artículo, y sus buenas palabras, que me alientan a seguir trabajando por la difusión de la verdad en la escuela de santo Tomás de Aquino.

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  3. Estimado Padre, usted, como dominico,¿cómo definiría la espiritualidad tomista?

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    1. Estimado Anónimo,
      el que exista o no exista una espiritualidad específicamente tomista, es una cuestión debatida por algunos teólogos en el ámbito de la ascética y mística.
      Por mi parte, si bien no puedo hablar por los dominicos, acerca de lo que ellos en general piensan sobre esta temática, y tan sólo puedo darle mi parecer, en todo caso considero que la espiritualidad tomista consiste en una concepción de la perfección espiritual que prevé el perfeccionamiento del ejercicio de las tres virtudes teologales gracias a la presencia operante de los siete dones del Espíritu Santo, que tienen como fruto las bienaventuranzas evangélicas y permiten una pregustación de la visión beatífica a la luz de la fe, animada por la caridad.
      Para ser más precisos, lo que caracteriza específicamente esta espiritualidad, a diferencia de otras como la franciscana, la carmelitana, la monástica o la ignaciana, es su impronta intelectual, mientras que las otras espiritualidades acentúan el aspecto afectivo.
      Por cuanto respecta a la experiencia mística, es admitida por todas las espiritualidades. La concepción tomista mantiene la función del concepto también en esta experiencia, mientras que las otras tienen un aspecto más apofático.

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