miércoles, 15 de marzo de 2023

La "reforma de la reforma" que no existió, ni podía existir (3/4)

La nueva decisión tomada por el papa Francisco en Traditionis custodes, honra la necesidad de una Iglesia no autorreferencial, que frecuentemente ha buscado (y, por desgracia, también ha encontrado) precisamente en el rito preconciliar esa "tienda" bajo la cual pretendía permanecer para siempre, inmunizándose del Concilio Vaticano II y cerrándose cada vez más no sólo al mundo y a la historia, sino incluso al mismo Evangelio: "Entonces Pedro dijo a Jesús: Señor, ¡qué bien se está aquí! Sí quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías" (Mt 17,4). Pedro quería instalarse con los que eran pasado, y a la vez pretendía, neciamente, tener algo que ver con lo nuevo que había venido a cumplir Jesús. [En la imagen: una escena del film "Kreuzweg", Camino de la Cruz, del director Dietrich Brüggemann, estrenada el 20 de marzo de 2014 en Alemania. La escena corresponde a la novena estación: Jesús cae por tercera vez bajo el peso de la cruz].

La falsificación de los propósitos de Summorum pontificum
   
----------En la nota precedente recordábamos aquellas noticias difundidas a mediados de julio de 2016: el comunicado emitido por el frente lefebvriano, las imprudentes declaraciones del entonces Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Nota de la Oficina de Prensa de la Santa Sede sobre la relación entre "rito ordinario" y "rito extraordinario" (o "forma ordinaria" y "forma extraordinaria"), categorías existentes antes de la derogación de toda esta terminología a partir de la carta apostólica Traditiones custodes. Lo publicado sucintamente ayer, requiere una mayor reflexión para su mejor comprensión.
----------En aquel mes de julio de 2016, se cumplían nueve años de cuando, en julio de 2007, las disposiciones que el motu proprio Summorum pontificum introducía en la experiencia y en la vida litúrgica eclesial venían teniendo necesidad de una cuidadosa verificación, como claramente lo había indicado el mismo documento disciplinar emanado por el papa Benedicto XVI. Podemos resumir los pasos que se habían producido en esos nueve años de vigencia de Summorum pontificum de la siguiente manera:
----------1. El motu proprio Summorum pontificum orientaba "ad experimentum" la "liberalización"  (condicionada) del rito preconciliar hacia la reconciliación o recostura con el mundo de la disidencia lefebvriana, subordinando el permiso al uso de la forma extraordinaria a condiciones precisas.
----------2Summorum pontificum condicionaba además la vigencia de las directivas, que este motu proprio establecía, a una verificación que debía ser realizada tres años después.
----------3. Así dadas las cosas, la verificación fue realizada en el año 2010, pero en una forma muy vaga y precaria, según un estilo muy diferente al que ha ahora sido inaugurado por el papa Francisco. Muchos obispos respondieron a la Pontificia Comisión Ecclesia Dei con la preocupación de no "desmentir" las intenciones del papa Benedicto XVI. Complacían al Papa de entonces para preservar la comunión (así lo entendían), pero no expresaban el exacto estado real de la liturgia en sus respectivas diócesis.
----------4. La Instrucción Universae Ecclesiae, del año siguiente 2011, pretendía ampliar las competencias de Summorum pontificum, convirtiéndolo casi en un instrumento pastoral "ordinario".
----------Esos fueron los "pasos", y ésta fue la derivación final, deseada y cumplida con presteza por la Comisión Ecclesia Dei: se avanzaba hacia el indebido establecimiento de una ficticia e ilícita "paridad" entre los dos usos del rito romano, falsificando los objetivos explícitos de Benedicto XVI en el motu proprio Summorum pontificum. Para el papa Ratzinger, y para el propio texto de aquella acta de 2007, nadie podía poner en discusión la primacía y vigencia universal en la Iglesia de rito romano de la única lex orandi (eclesial), el novus ordo, la Misa según el uso del rito inaugurado en 1970 por el papa san Paulo VI, aquello que Benedicto había llamado "forma ordinaria" del rito romano. Pero el caso era que ahora, los funcionarios del Papa, miembros de la Comisión Ecclesia Dei, venían a tergiversar aquellas claras intenciones del Papa llevando casi a la "paridad", de valor y de vigencia, con la "forma ordinaria", a la "forma extraordinaria", que tenía sólo permiso de uso sólo a modo de excepción (aunque permiso muy amplio según lo dispuesto por Benedicto).
   
El golpe de timón del papa Francisco en 2016
   
----------Ahora bien, después de las precisiones manifestadas por la Nota de Prensa de la Santa Sede del 11 de julio de 2016, se configuraba indudablemente una condición decididamente y claramente nueva. Aquello que la Instrucción Universae Ecclesiae preveía en el año 2011 debía ser, de acuerdo con la decisión del papa Francisco, profundamente revisado, corregido y modificado. Comenzaba, entonces, la etapa para desarrollar esa tarea. Y así, la centralidad que aquella Instrucción del 2011 pretendía dar a la "forma extraordinaria" del rito romano, era dejada de lado, y volvía a tratarse de una preocupación sólo periférica. La famosa Nota de Prensa de julio de 2016 ponía en evidencia que el Romano Pontífice había tomado conciencia de que era necesario proveer cuanto antes a restablecer el equilibrio de la vida y de la experiencia litúrgica católica.
----------Ante la nueva situación creada, no faltaron lúcidos observadores y analistas sobre aquello que realmente estaba ocurriendo en el ámbito de la disciplina litúrgica católica en aquellos meses de 2016. No faltaron teólogos sacramentarios y litúrgicos que no demoraron en advertir, con buen sentido común y sorprendente antelación, que era conveniente una serie de decisiones, que Roma probablemente haría públicas al Pueblo de Dios en el mediano plazo. Y no era difícil prever las probables decisiones, las cuales se podrían configurar de la siguiente manera (y ahora no haré más que transcribir, con ligeras modificaciones en la redacción, lo que pronosticaron en 2016 diversos observadores de la vida litúrgica de la Iglesia):
----------1. En primer lugar, se debía llevar a cabo una nueva verificación, una nueva compulsa, franca y sincera, como lugar de parresía eclesial, en el cual cada uno de los Obispos, individualmente, pudiera declarar libremente cuál había sido el verdadero impacto del motu proprio Summorum pontificum en su propia diócesis. Mediante esta verificación se descubrirían muchas verdades que la comunicación curial romana había decidido hasta ese momento censurar; y por ende se debía aplicar a la liturgia esa franqueza y autenticidad que el papa Francisco había pedido en ocasión de los Sínodos de Obipos que se habían celebrado esos años: que los Obispos expresaran realmente lo que vivían, no lo que consideraran que podía gratificar a Roma o a sus funcionarios. Esto era lo que exigía la comunión con la Sede Apostólica: decir la verdad.
----------2. Se debía evitar que fuera la Comisión Ecclesia Dei la que evaluara esos juicios de discernimiento que llegaran de los Obispos. De hecho, en muchos casos, ese organismo había demostrado que no se ubicaba en absoluto "super partes", sino que orientaba todas sus actividades hacia una progresiva expansión" (también ficticia, incluso con la alteración de los criterios de evaluación) de la experiencia del "rito extraordinario". En la Instrucción Universae Ecclesiae se habían encontrado evidentes y preocupantes ejemplos de esos criterios de juicio "autorreferenciales", que inmunizaban a la institución de la realidad efectiva.
----------3. En tercer lugar, sería necesario restituir a los Obispos diocesanos la plenitud de su autoridad en el ámbito litúrgico, superando el régimen de excepción que había sido introducido por lo que establecía Summorum pontificum y las directivas posteriores, y que podía ser justificado (esto es discutible, pero reconozco que es posible) sólo en vista de una "paz con los lefebvrianos", algo que ya a mediados de 2016 quedaba demostrado que era decididamente imposible, y que hoy, a 2023, es de absoluta evidencia, por la obstinación y pertinacia en el error de estos cristianos cismáticos. En ausencia de ese presupuesto (la paz, en la esperanza de que los cismáticos pudieran retornar a la Iglesia), ya no tenía sentido que les fuera sustraído el poder a los Obispos en materia litúrgica, en favor de una Comisión que estaba dando pruebas de que no sabía tener en cuenta las especificidades locales y las necesidades de las individuales diócesis.
----------Este previsible desarrollo (de necesaria verificación y de nueva decisión) se volvía necesario en razón de una renovada instancia de "descentralización", que contrasta demasiado fuertemente con la privación de autoridad episcopal realizada primero con Summorum pontificum y luego con Universae Ecclesiae. Esa nueva decisión también honraría la exigencia y necesidad de una Iglesia no autorreferencial, que frecuentemente ha buscado (y, por desgracia, también ha encontrado) precisamente en el rito preconciliar esa "tienda" bajo la cual pretendía permanecer para siempre, inmunizándose del Concilio Vaticano II y cerrándose cada vez más no sólo al mundo y a la historia, sino incluso al mismo Evangelio: "Entonces Pedro dijo a Jesús: Señor, ¡qué bien se está aquí! Sí quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías" (Mt 17,4). Pedro quería instalarse con los que eran pasado, y a la vez con lo nuevo que había venido a cumplir Jesús.
   
Summorum pontificum y la necesidad de decirnos la verdad
   
----------En la hermosa y famosamente conocida fábula de Hans Christian Andersen, "El traje nuevo del emperador", la verdad solo puede emerger cuando un niño declara con total ingenuidad: "el rey está desnudo". Los múltiples y variados condicionamientos, que en aquella fábula impiden a los adultos "no ver" las ropas inexistentes del rey, están vinculados con el temor a exponerse, con el miedo a parecer inapropiados y a demostrar no estar a la altura de la tarea a realizar. Eso en el cuento de Andersen.
----------¿Pero, qué era lo que desde 2007 a 2016 estaba haciendo gran parte de la estructura eclesial oficial, frente a unos documentos que en buena medida se presentaban "desnudos" de razones sustanciales y de fundamentos jurídicos, desnudos de sabiduría pastoral y de factibilidad o practicabilidad real, a partir del motu proprio Summorum Pontificum? Nadie duda de la bondad de las intenciones de Benedicto XVI, pero en pastoral y, por ende, en disciplina litúrgica, el Papa se puede equivocar. Y fue así que se sumaban silencios, cumplidos, palabras de ocasión y genéricas. Toda "parresía" estaba prohibida, cuando no era que estaba explícitamente censurada. Y parecía casi obligado repetir acríticamente una serie de afirmaciones que hoy aparecen, a cualquiera que piense sólo marginalmente, profundamente disonantes con respecto a la tradición litúrgica y teológica de los últimos sesenta años. Aquí ofrezco una breve reseña:
----------No puede existir la menor duda de que la Reforma Litúrgica promovida por el Concilio Vaticano II y llevada a cabo por los Papas del postconcilio, no ha querido ser un detalle marginal o un nuevo adorno accesorio para añadir a la historia de la Iglesia una bijouterie no estrictamente necesaria. Por el contrario, quien lee los documentos pontificios de los últimos sesenta años no tiene que hacer ningún esfuerzo por percibir las razones de urgencia y de estrategia que se sobreentienden a la necesidad de modificar profundamente los ritos de la Iglesia, para asegurar a la tradición la posibilidad de seguir cumpliendo su misión de comunicar nuevamente ahora, en nuestro tiempo. Afirmar que la Reforma Litúrgica no ha abrogado el rito de Pío V, es una afirmación ubicada en el ámbito de la lex orandi divina. Pero pretender afirmar que la Reforma Litúrgica no ha abrogado el rito de Pío V en cuanto lex orandi eclesiástica, significa sin más ni más alterar la relación con la tradición de los últimos sesenta años e introducir en la historia de la Iglesia una forma de "comprensión monumental" que arriesga la completa parálisis del presente casi por "exceso del pasado".
----------Para realizar tal operación, hace de esto ya casi dieciseis años, se necesitaba un importante apoyo teórico. Evidentemente, se intuía la fragilidad de la solución propuesta. Se había confeccionado así una teoría de la relación entre el rito romano y los diversos usos, que se presentaba, al mismo tiempo, teóricamente muy arriesgada y prácticamente muy peligrosa. La apuesta teórica de 2007 consistía en separar el rito romano de su devenir concreto, hipostasiando las diferentes fases de la historia litúrgica, haciéndolas todas indiferentemente contemporáneas. En el plano práctico, esta solución de facto superaba toda "certeza del rito", introduciendo un factor de gran conflictualidad en lo interno de las individuales comunidades eclesiales.
----------Con la luz que ahora aportan estos dieciseis años de experiencia transcurridos (catorce en realidad, según la ley) la lógica del motu proprio Summorum pontificum (casi se podría decir su gramática) tendía a negar su contenido. En efecto, si es cierto que a nivel del contenido se reafirmaba en Summorum pontificum la primacía del rito ordinario (es decir, la forma de la Misa promulgada por san Paulo VI) sobre el rito extraordinario (el rito de Pío V) que se permitía a modo de excepción, el documento de Benedicto XVI estaba escrito sin embargo en las categorías de Pío V y no en las de Paulo VI: utilizaba de hecho una distinción entre "misa sin pueblo" y "misa con el pueblo" que ningún documento había utilizado desde 1969.
----------Finalmente, la permanente atención exclusiva a los "abusos litúrgicos" que desgraciadamente se sucedieron desde la Reforma Litúrgica del Concilio Vaticano II hasta la actualidad, creaba una especie de gran amnesia acerca del hecho más grave: esto es, la pérdida del "uso litúrgico" por parte de la tradición postridentina. Así, se hacía prevalecer la lucha contra los abusos, a costa de olvidar la necesidad del uso, mientras que la Reforma Litúrgica había planteado toda la liturgia enfocada en la recuperación del uso, aun a riesgo de algún abuso, cuya vigilancia se confiaba, naturalmente, a los Obispos.
----------Todos estos años vividos, desde 2007 hasta 2021, permitieron una evaluación de Summorum pontificum (evaluacion que, por cierto, ya había sido posible realizar casi acabadamente en 2016, como lo demuestra aquella citada Nota de la Oficina de Prensa). Sin embargo, es evidente que todo el sistema teórico de aquel documento disciplinar litúrgico aparecía desde un principio frágil y lleno de equívocos. Es que Summorum pontificum podía ser fácilmente malinterpretado (como de hecho la minoría pasadista lo malinterpretó), casi como si fuera una especie de "revancha y venganza contra el Concilio". Es lo mismo que expresó, con otras palabras, el papa Francisco, en Traditionis custodes y la Carta anexa a los Obispos. 
----------Es precisamente la experiencia y la concreta vida litúrgica de la Iglesia la que en estos años nos ha permitido redescubrir (y deberá seguir redescubriendo) las razones de la Reforma Litúrgica del Concilio Vaticano II en la "participación activa", manteniéndose así alejada de cualquier forma ritual que prevea la presencia de los fieles católicos sólo como "mudos espectadores". Reclamar esa experiencia y esa vida litúrgica, y decir estas cosas, es una posibilidad para todos los comunes fieles, pero es una tarea y un oficio del cual son responsables esos "niños" (como el "niño" de la famosa fábula de Andersen) que en la Iglesia se llaman "teólogos". Es que la obligación de los teólogos es esforzarse siempre por decir la verdad, sin todas esas mediaciones que vinculan a los otros ministerios eclesiales a lógicas necesariamente más complejas.
----------La Iglesia necesita de esos "niños", los teólogos, para cultivar una experiencia de comunión diferente a la de los cuarteles o a la de las sociedades anónimas, donde la crítica al superior (o al jefe) es inmediatamente entendida como un desaire o una falta imperdonables. Mientras la Iglesia logre mantenerse diferente a esas organizaciones, la voz de los niños será saludable, aunque no sea definitiva. Naturalmente, en la Iglesia, la voz definitiva la tiene el Magisterio. ¿Quiénes tendrá interés en silenciar a esos "niños"? ¿O quiénes acaso tendrán en cuenta a los niños sólo para construir un nostálgico escenario de retorno al pasado, algo así como un inmenso "Jurassik Park" ritual, donde todos -tratados como niños- podrán hacer "una tienda" y exclamar "¡qué bien estamos aquí!", al precio de perder todo sentido de la historia y de la realidad?

26 comentarios:

  1. Estimado padre Filemón,
    disfruto a lo grande con esta serie. Puedo asegurarle que no defrauda. Para mí ya estaría completo, redondeado el tema, y perfectamente claro. No me imagino que más se puede decir en una cuarta nota.
    Gracias.

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    1. Querido Ernesto,
      una vez más, gracias por tu consenso. Pero no te cortes, y hazme todas las críticas que te vengan en mente, que me ayudan a ver las cosas desde otro ángulo o a corregirme de mis errores, pues no siempre tengo razón, como bien lo sabes.

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  2. No entiendo cómo se pueda defender todavía a Bergoglio: mundano, relativista, hereje, apóstata, destructor de la verdadera Misa y la verdadera liturgia.

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    1. Estimado Anónimo,
      acuérdate del tesoro y la vasija de barro. En el Romano Pontífice está lo humano (la vasija de barro), y está también lo divino (el tesoro).
      Humanamente, el papa Bergoglio podrá ser muchas cosas, ¿pero hereje? ¿apóstata? ¡No! La fe nos lo asegura.
      Por tanto, querido anónimo, me parece que ha llegado el momento de que revises tu alma.

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  3. Filemón: me animo a esbozarle una respuesta a su artículo, quizás usted la considere trivial (no importa), y es ésta: quizás la petición por parte de algunos (o muchos) del rito tridentino (no me importa como se deba decir, me gusta llamarlo así, si usted quiere podemos entendernos con las etiquetas como mejor le parezca ) es precisamente el síntoma de que en la liturgia posterior al Concilio Vaticano II algo no va del todo bien… Por lo tanto, hágame el favor, digamos las cosas como son: todo puede ser instrumentalizado por grupos y grupúsculos, incluso la liturgia post Vaticano II...

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  4. Soy un sacerdote argentino de sesenta años, y desde 2007 a 2021 siempre he celebrado el rito actual de la Misa. Quiero decirle que aprecio mucho este artículo, en sus varias partes, que nos permite salir del "delirio" de los tradicionalistas en relación al desafortunado (en mi opinión) motu proprio Summorum pontificum de Benedicto XVI. Dada la forma arrogante en que los tradicionalistas se han valido de este indulto que les ha sido concedido para intentar bloquear las decisiones del Concilio Vaticano II, es urgente volver a lo esencial. En cuanto al cardenal Sarah, ¿cómo ha podido dejarse manipular hasta tal punto por el movimiento tradicionalista e intentar, bajo el pretexto de la orientación hacia el sol, volver a la liturgia ante el Concilio? Sea como fuere, como Ícaro, ¡se volvió demasiado hacia el sol naciente! Gracias mi Dios, por hacer volver las cosas a su sitio.
    D.B.

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    1. Padre D. B.:
      me alegro que te sientas aliviado por la derogación de Summorum pontificum. Por lo que decís no tuviste necesidad de aplicarlo en tu realidad pastoral, pero se nota que te molestó su vigencia.
      Te darás cuenta que tu apreciación sobre ese documento habilita a que tus hermanos sacerdotes llamen desafortunado a Traditionis custodes.

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    2. Estimado Anónimo:
      Por la manera como usted se expresa, parece también ser sacerdote. De modo que hablo a un hermano sacerdote (si no es así, da igual, me entenderá).
      Me siento aliviado por la derogación de Summorum pontificum, porque mantenía con ese documento del papa Benedicto un disenso teórico. Pero una cosa es no estar de acuerdo teóricamente, y otra cosa distinta es desobedecer al Papa.
      En mi parroquia afortunadamente no tuve necesidad de aplicarlo precisamente porque mi realidad pastoral no lo necesitaba: todos mis fieles respetaban y respetan al Papa y conocen (unos más y otros menos) que en la Iglesia ha habido hace sesenta años un Concilio que ha actualizado a la Iglesia en su relación con la sociedad y con el mundo que hoy nos toca vivir, y ha habido una Reforma Litúrgica que ha establecido una ley universal en la Liturgia romana.
      Pero sí, como usted dice, no me sentía cómodo por la vigencia de SP, por el dolor que me causaba que otras comunidades de fieles pudieran ser llevadas por apegos obstinados de sus pastores al pasado, a tradiciones que hoy ya no tenían sentido, y se creará así mayor división en la Iglesia, cuando el Señor nos pide a todos: unidad.
      Por lo tanto, si bien esta mi apreciación, como usted dice "habilita a que tus hermanos sacerdotes llamen desafortunado a Traditionis custodes", esto sólo indica que pueden tener hacia TC un disenso teorico (lo cual es posible), pero ello no los habilita a desobedecer a TC.
      D.B.

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    3. Padre D. B.:
      Las apariencias engañan. No se deje guiar por ellas.
      El documento Summorum pontificum no decía que era para quienes no respetaran al Papa ni negaba que hubo un concilio hace 60 años. En cambio en la carta que acompaña a ese documento sí hablaba de mutuo enriquecimiento de ambos ritos.
      Tampoco el documento hablaba de tradiciones que ya no tienen sentido. Es más, la carta que acompaña y explica ese documento expresamente dice
      "Lo que para las generaciones anteriores era sagrado, también para nosotros permanece sagrado y grande y no puede ser improvisamente totalmente prohibido o incluso perjudicial."
      Por lo que parece bien claro que usted sí desobedeció el Summorum pontificum.
      Sus hermanos sacerdotes podrán tener un "disenso teórico" e incluso no aplicarlo, como usted hizo con Summorum pontificum, explicando con sus expresas palabras:
      "no tuve necesidad de aplicarlo precisamente porque mi realidad pastoral no lo necesitaba."

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    4. Ya le dije, no importa si usted sea laico o sacerdote. Mis comentarios valen igualmente. Reitero: los hechos indican que muchos de los que recurrían a SP para celebrar el VO, lo usaben como bandera para rechazar al Papa y al Concilio Vaticano II. No dije que el VO sea "tradición sin sentido"; sólo traté de hacerle entender que ya no es la ley vigente para la liturgia de la Iglesia, y tanto SP como TC permite celebrarlo sólo a modo de excepción. No entiendo por qué dice Ud. que he desobedecido a SP; sencillamente de modo general no me afectaba ni afectaba de modo general a mi comunidad parroquial. Por el contrario, TC hace referencia a una ley universal para la Iglesia del rito romano, y menciona los casos taxativos en los que se permite el VO (ulteriormente reglamentados por otras nuevas directivas más recientes). En una palabra: para una parroquia católica la liturgia "normal" es el NO, la Misa actual. Todo lo demás es fuera de lo normal, excepción.

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    5. Estimados Padre D.B. y Anónimo,
      no he podido evitar estos días seguir el interesante diálogo que ustedes dos han mantenido, hasta minutos atrás, en que he publicado el reciente comentario de las 16:30, que supongo que es del Padre D.B., aunque no lo ha firmado.
      Permítanme (antes que se me olvide) agregar un pequeño bocadillo, al interesante debate que ustedes dos vienen manteniendo.
      Creo que algo importante que a ambos se les ha escapado (seguramente sin haberse ambos dado cuenta) es que el presbítero, por más que sea cura párroco, no es la autoridad suprema para dictaminar acerca de las cuestiones aqui debatidas. Ustedes saben bien que el presbítero es un colaborador del Obispo, sucesor de los Apóstoles, y es el Obispo el que determina la línea pastoral a seguir en la Iglesia local (vale decir: la diócesis).
      Por consiguiente, es el Obispo quien (en comunión con el Obispo de Roma) determina la línea pastoral, incluso en materia litúrgica, que debe seguirse en todas las parroquias de su grey, la diócesis. El párroco y los demás presbíteros deben secundar al Obispo.

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    6. Estimado padre Filemón,
      tiene toda la razón. Se me ha pasado por alto algo obvio, de lo cual, por lo demás son muy consciente. Gracias por recordármelo.
      D.B.

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  5. ¿Por qué tanto odio?

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  6. No se preocupe, querido Filemón: en nombre de la parresía y de la verdad, ahora todos los obispos de cada región eclesiástica competirán para notificar a la Santa Sede que la aplicación del motu proprio SP había fracasado desde hacía mucho tiempo, que ha generado confusiones, que ha desviado la recta doctrina de los fieles, que ha ofrecido una cómoda tienda a los anti-modernistas o a los anti-progre, o a los contra-revolucionarios, mientras los pobres sacerdotes y fieles que viven en el mundo ya no tienen sus liturgias según el espíritu del Concilio.
    Y como antes, en el pontificado anterior, estos prelados rivalizaban en agradecer al Pontífice la providencia de haber promulgado SP, ahora no dudarán un segundo en escupir hiel sobre esa disposición, agradeciendo una vez más a la providencia que ha querido que existiera un nuevo Papa capaz de captar los signos de los tiempos.
    ¿Apostamos a que así será, y así ya ha empezado a ser? ¡Nutramos la esperanza!

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  7. Misa sin pueblo y Misa con el pueblo es algo novedoso introducido en el Misal de Pablo VI. No hay nada al respecto en el Misal de San Pío V.

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    1. Estimado Anselmo,
      ¿a qué se refiere exactamente con su puntualización?

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    2. Me refiero a que el post dice que "el documento de Benedicto XVI estaba escrito sin embargo en las categorías de Pío V y no en las de Paulo VI: utilizaba de hecho una distinción entre 'misa sin pueblo' y 'misa con el pueblo' ".

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    3. Sr. Anselmo,
      sí, eso lo había entendido. Es precisamente el ejemplo que yo había dado. Lo que le pregunto es cuál es el punto del artículo sobre el cual usted quiere discutir o plantear alguna duda, más allá de su observación.

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    4. Que el ejemplo que Ud esgrimió es justamente lo contrario a cómo son las cosas.
      El MP sigue las categorías de Pablo VI y no las de Pío V. O sea, lo contrario de lo que usted dijo.

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    5. Sr. Anselmo,
      en orden a salvar mi insipiencia, indíqueme por favor por qué otras razones usted sostiene que SP está redactado según las categorías de san Paulo VI y no según las categorías de san Pío V.

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  8. Mientras sigo esperando la respuesta de Fr Filemón a mis comentarios anteriores, una pregunta más: ¿es precisamente la presencia del rito tridentino la que provoca la crisis litúrgica de la que tanto se habla? Lo sé, es una pregunta irritante, pero que exige una respuesta...

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    1. Estimado Rubén,
      si llevar escribiendo decenas de artículos sobre liturgia y concretamente sobre novus ordo y vetus ordo, significa no haberle respondido, no sé entonces qué más hacer por usted...
      Sea como sea, le doy una pista más: fíjese en los comentarios que, de modo parecido al suyo, demandan por el VO, y pregúntese si no es razonable que en mis respuestas tenga una natural y comprensible preferencia por los casos humanos, en lugar de los casos clínicos…
      No obstante ello, siga intentándolo, en la medida que encuentre en alguno de sus comentarios algún razonable motivo para explicarle de modo nuevo algún otro aspecto de la misma cuestión, lo haré, quédese tranquilo que lo haré.

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    2. Pues creo que he intentado preguntarle algo nuevo, y no lo ha respondido.
      Mi pregunta ha sido: ¿qué es lo que causa o provoca la actual crisis litúrgica? ¿Acaso usted piensa que la crisis ha sido provocada por la presencia del rito tridentino?
      Entonces, ¿se anima a responder?

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    3. Señor Rubén,
      la actual crisis en la Iglesia la ha producido el actual modernismo (i.e. luteranismo-hegelianismo-rahnerismo). Eso substancialmente. Y per accidens, la falsa reacción al modernismo, que es la que da el pasadismo.

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