La dialéctica como esbozo de la ciencia (o sea, la dialéctica platónico-aristotélico-tomista), conjugada con la dialógica, es esencial y necesaria al saber humano. Por el contrario, la dialéctica constituída de por sí en ciencia (la dialéctica hegeliana), es corrupción del saber: es la dialéctica diabólica. [En la imagen: un fragmento de La historia del Jardín del Edén; la tentación de Adán y Eva por el diablo, en imagen de mujer. Pedestal de la estatua de la Virgen con el Niño, portal occidental, de la Virgen, de Notre-Dame de París, Francia].
----------He pensado que la publicación de ayer, acerca de la dialéctica, la dialógica y la diabólica, pueda tener un adecuado complemento con una reflexión que publiqué hace tres años, y que viene a explicar con algo más de detalle lo que entiendo por esa falsa dialéctica, la cual, privada de la analógica, deviene diabólica.
----------Por lo tanto, intentaré una vez más aquí delinear, con algo más de profundidad, el perfil de la dialéctica diabólica, confiado en que si el lector ya reflexionó sobre lo publicado ayer, quizás hoy ya no se sorprenda ni se irrite por mi pretensión de hacer un acercamiento de la dialéctica, que es un método eminentemente racional, con el diablo, entidad por lo general culturalmente ligada a lo irracional, sobre todo para quien considera al diablo como residuo de una religiosidad arcaica o como mitológica representación del mal, especialmente en la visión racionalista de la dialéctica, típica de la hegeliana o de la marxista.
----------Sin embargo, si prestamos atención a la etimología de los respectivos términos, dialéctica y diabólica no son dos palabras que están tan distantes entre sí, por cierto. Mi tesis es que existe una dialéctica diabólica, considerando al diablo no según ciertas representaciones tradicionales más o menos fantasiosas o grotescas, sino en el sentido riguroso y estricto de la dogmática católica, con su necesaria referencia a la metafísica, es decir, a la dinámica del ser y del pensamiento. Trataré de explicarlo.
----------De hecho, según la mencionada etimología, debe decirse ante todo que en ambos términos entra la preposición griega "diá", la cual expresa la idea de diferencia, separación, oposición, pero también dice atravesamiento, o sea conexión entre dos términos. Ahora bien, entonces, respectivamente, la palabra griega diaforá, que es la diferencia y diálogos, que implica conexión entre los dos dialogantes.
----------Ahora bien, entonces dialéctica es un término español que viene de diá-lego y diablo viene de diá-ballo. Lego: reúno, digo, hablo, de logos: palabra, razón. Es una palabra cercana diá-noia, el pensamiento. Ballo: lanzo, tiro, poso, pongo. Dialéctica dice, por lo tanto, obra de la razón o del pensamiento para la cual ella opone, contrapone y separa: el sí y el no, afirmación-negación.
----------Diabólica, por su parte, dice lanzo o enfrento uno contra otro, pongo discordia, establezco oposición, contraste: aquí está el diablo, el divisor, el sembrador de guerras y discordias. En uno como en otro caso la mente va fácilmente a la idea de la contradicción, tanto en el sentido de lógicamente contradictorio, como en el sentido del contraste, de la lucha, del conflicto o de la oposición real y ontológica.
----------El filósofo que aborda, sin casi ninguna identificación, la dialéctica (vinculada al pensamiento) y la diabólica (ligada al ser), es Georg Wilhelm Friedrich Hegel [1770-1831], con su famosa concepción del ser como pensamiento, en base a su bien conocido principio "lo que es real es racional, lo que es racional es real"; pero el pensamiento-ser en devenir por oposiciones, de hecho a través de contradicciones. Por lo cual en Hegel, tanto lo real como el pensamiento son "dialécticos", pero también son "diabólicos". La síntesis dialéctica en Hegel no excluye sino que incluye la división y la oposición, de hecho la contradicción.
----------Por lo demás, como es bien sabido, el pensamiento hegeliano es un pensamiento monista. El "Entero", la "totalidad" hegeliana es Dios mismo, es decir, es el Absoluto, que, si queremos, es el ipsum Esse de santo Tomás de Aquino y el Pensamiento subsistente de Aristóteles, con la diferencia de que mientras el ipsum Esse y el pensamiento subsistente aristotélico-tomista son distintos del mundo, en Hegel, en cambio, son idénticos al mundo, vale decir, existe un "pasaje", un devenir del uno al otro.
----------Para el monismo hegeliano sólo Dios existe, y todo el mundo está virtualmente contenido en Dios idéntico a Dios: el panteísmo. El mundo es Dios y Dios es el mundo. Y es panteísmo idealista por la identificación del ser con el pensamiento, no sólo en Dios, sino en todo, incluso en el hombre, en cuanto todo es Dios. Es un Dios "dialéctico", ya que el ser-pensamiento es dialéctico, Dios que deviene dialécticamente por contradicción. Por consiguiente, la contradicción está en Dios: lo verdadero y lo falso, el bien y el mal. Dios causa de la santidad como del pecado, de la vida como de la muerte.
----------El Dios de Hegel podría ser considerado una extremización racionalista del Dios de Martín Lutero [1483-1546], que aparece sub contraria specie: Dios aparece como diablo y el diablo como Dios. Dios aparece como opresor, falso y malvado, mientras el diablo aparece como liberador, sincero y bueno. Según Hegel, Adán y Eva han hecho bien en rebelarse contra Dios escuchando al diablo, porque así se han vuelto "libres", "conociendo el bien y el mal", mientras que antes eran como ingenuos y estúpidos "animales". Rebelándose al Dios trascendente, han inmanentizado a Dios en sí mismos y se han vuelto Dios.
----------Por cierto, Lutero no se equivoca al creer que Dios, en ciertas circunstancias, parece maligno (por ejemplo, el Padre que sacrifica al Hijo o en los tiempos de la desgracia y del sufrimiento o cuando Él está "airado" con nosotros y nos culpa por nuestros pecados) y así también el diablo, en ciertas circunstancias, parece bueno, por ejemplo en el momento de la tentación o de la seducción. Pero, por supuesto, ser no es parecer. Lutero indudablemente es realista; pero su tendencia subjetivista le lleva inevitablemente a confundir la apariencia subjetiva con la realidad objetiva: Dios no sólo parece el diablo, sino que es el diablo. El mal también está en Dios. Según Lutero, si hago el mal, es porque Dios me impulsa a hacerlo.
----------De aquí, a través de Jakob Böhme [1575-1624], el místico protestante del siglo XVII, que pone ya el mal en Dios, surgirá el Dios hegeliano, un Dios "dialéctico" y "diabólico", en el cual lo verdadero está unido y al mismo tiempo opuesto a lo falso y el bien al mal, la vida a la muerte, el ser al devenir. De ahí el Dios que "deviene" de ciertas cristologías protestantes, hoy infiltrado también en el catolicismo: el Dios "débil", "kenótico" (que se anula), que "sufre" y "se niega a sí mismo", que "deviene" y "cambia".
----------Así, en la cristología hegeliana no existe la distinción entre naturaleza divina y naturaleza humana, pero con el pretexto de la unidad de la persona de Cristo, se sostiene en la cristología hegeliana también la "unidad de las dos naturalezas", donde los atributos de una naturaleza se fusionan con aquellos de la otra naturaleza, o "pasan" a la otra. De ahí surge el humanismo "cristiano" panteísta-evolucionista, secretamente ateo (el hombre absorbido por Dios, el hombre que deviene Dios) y el humanismo abiertamente ateo de Marx (Dios absorbido en el hombre, el hombre que se sustituye a Dios).
----------Nosotros, los católicos, no podemos aceptar esta cristología. Dios es omnipotente, infinitamente sabio y bueno, inmutable e impasible. En Cristo sólo el hombre cambia, es débil, deviene, sufre y muere. La unidad de la persona de Cristo es la unidad de su persona divina, que en absoluto excluye la distinción de las dos naturalezas, divina y humana, sino que la involucra, y sería absurdo pensar de otra manera.
----------En cuanto a la tesis hegeliana de la auto-contradicción o la auto-negación en Dios, es un absurdo horrible que niega no solo a Dios sino al ente en cuanto tal, contraviniendo el primer principio del pensamiento que es el principio de no-contradicción. Por el contrario, Dios es simplicísimo, inmortal y perfectamente idéntico a sí mismo, en Él no existe ninguna "dialéctica", tanto menos la dialéctica hegeliana de la contradicción. Dios mueve y cambia todo, sin embargo, Él mismo no es cambiante.
----------Y en cuanto a la tesis que pone en Dios lo falso, el mal y la muerte, la nada, se trata de una blasfemia. Cristo en la cruz no se pone en oposición al Padre, como malamente entienden los hegelianos, y con ellos ciertos cristólogos católicos modernistas, argumentando en base a las famosas palabras: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me ha abandonado?" y olvidando todas las demás palabras que Jesús dice en la cruz, las cuales manifiestan claramente su unión con el Padre. Estos son los tremendos resultados del panteísmo hegeliano. Lo falso, el mal, la muerte y el no ser están en el mundo, no en Dios.
----------Pero es lógico que si se postula el mundo idéntico a Dios, entonces lo falso, el mal y la muerte entran en Dios. ¿Pero en tal caso, quién más nos salva del mal, si Dios mismo es malvado? ¿Quién nos enseña la verdad si Él mismo es falso, poco confiable e infiel? ¿Quién nos hace estables si Él mismo cambia? ¿Quién nos hace felices si Él mismo sufre? ¿Quién nos da fuerzas si Él mismo es débil? Si Dios muere, ¿quién nos da la vida? Si Dios es "no-Dios", ¿no es eso como hacer profesión de ateísmo? Si Dios existe y no existe, ¿cómo dar fundamento al ser? ¿Dónde acaba el Dios creador? Y si Dios no está, ¿tenemos que arreglárnoslas solos? ¿Pero con qué resultados? ¿Cómo terminan las sociedades totalitarias y ateas?
----------Nosotros, los católicos, estamos llamados a rechazar con extrema firmeza estas blasfemias y estos absurdos absolutamente devastadores e impensables. El Dios que "sufre" o que "muere", el Dios débil, sólo puede entenderse en el sentido de la comunicación o intercambio de los idiomas o de los predicados (communicatio idiomatum), ciertamente ya utilizado por los Padres, pero no absolutamente refiriéndose a la naturaleza divina, porque un dios así no sería ni siquiera Dios, y es absolutamente falso que un dios de tal género sea el Dios cristiano enseñado por la Biblia. Este dios es enseñado por el diablo.
----------Hoy, por lo tanto, el Concilio de Calcedonia [451] con su famosa fórmula dogmática inmortal referida a nuestro Señor Jesucristo: "una persona en dos naturalezas", lejos de estar "superado", como creen los neo-modernistas, es más actual que nunca y debe volver a proponerse con fuerza y convicción, si queremos ser verdaderamente católicos y abiertos a la salvación que el Hijo de Dios nos ha dado.
----------Es necesario distinguir la dialéctica hegeliana de la dialéctica platónico-aristotélica, retomada por santo Tomás de Aquino. Se trata siempre de dialéctica entendida como oposición entre afirmación y negación, ser y no ser; pero en este segundo caso ella no tiene la pretensión de ser ciencia, sino que se pone sólo sobre el plano de la opinión y de la discusión, y es precisamente la capacidad de argumentar en base a razones probables en vista de alcanzar la verdad o comunes acuerdos. Una cosa es la falsa dialéctica que pretende la condición de ciencia, es la dialéctica diabólica, y otra cosa distinta es la sana dialéctica que sólo es un esbozo de la ciencia, pero que, con la analógica, conduce a la ciencia.
----------Ella, por lo tanto, no es "diabólica" sino dialógica, es decir, no institucionaliza ni diviniza la contradicción, sino que, mediante la confrontación de las ideas, la supera en el lograr una perspectiva coherente en el campo del pensamiento y de una pacífica y armoniosa coexistencia humana. Esta dialéctica, por lo tanto, se presenta como necesario y normal funcionamiento del espíritu y es instrumento indispensable de la búsqueda humana colectiva de la justicia y de la verdad, para lo cual se implementa en modo electivo sea tanto como dialéctica socio-política (de la existencia) sea como dialéctica cultural-espiritual (del pensamiento).
----------Este tipo de dialéctica, plenamente conforme a la cristología católica, es recomendable para una vida humana libre, sanamente pluralista y moralmente constructiva, mientras que la otra, más allá de la fascinación gnóstica y de las asombrosas apariencias, conduce, como demuestran la historia y la sana razón, a las más amargas desilusiones y a las más graves tragedias.
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