En los tiempos que vivimos, la antropología, y por tanto la vida social que de ella se deriva, está lacerada por dos opuestas concepciones del hombre, entrambas falsas: por una parte una concepción positivista-materialista-tecnocrática del hombre orientada al poder, al placer y a la posesión voraz de los bienes materiales; y por otra parte una concepción gnóstica-intelectualística que, o bajo pretexto de la renovación conciliar o bajo pretexto de un restauracionismo apegado maniáticamente al pasado, forma una categoría de fariseos pedantes e hipócritas, los cuales desde lo alto de su soberbia disfrazados de "cultura", se permiten presuntuosamente maltratar las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia convencidos de saber más que el Papa y también más que Nuestro Señor Jesucristo. [En la imagen: fragmento del Busto de Aristóteles, del Palacio Altemps, Roma, en mármol, copia romana de un original griego de Lisipo (ca.330 aC), de la colección Ludovisi].
----------La famosa definición del hombre como "animal racional", debida a Aristóteles [384-322], está siempre de actualidad, aunque también hay filósofos que la consideran superada o inadecuada, como Bultmann, Heidegger y Rahner, en la convicción de haber encontrado una definición más profunda y metafísica, en la línea de la concepción cartesiana, o bien existen otras definiciones, en la estela del antiguo materialismo pagano, como Hume, Comte, Marx, Darwin o Freud, que han creído poder concebir al hombre, en base a los hallazgos de la paleoantropología, como un simple animal evolucionado.
----------Resulta sorprendente cómo todavía después de dos mil años de cristianismo, en el curso de los cuales la definición aristotélica del hombre ha dado óptimas pruebas de sí misma, de su valor, de su certeza, a tal punto de ser aceptada por el Magisterio de la Iglesia como la interpretación más adecuada de la concepción bíblica del hombre, hoy, incluso en los ambientes católicos, tiene éxito o bien la visión espiritualista cartesiano-luterana que relativiza la dimensión corpórea, o bien, por el contrario, la visión materialista-evolucionista, que exagera la importancia de la vida física en detrimento de la espiritual.
----------En efecto, como sabemos, la definición aristotélica ha sido aceptada por santo Tomás de Aquino [1225-1274], quien desde siempre, y hasta el Concilio Vaticano II, es recomendado por la Iglesia como príncipe de los teólogos y Doctor communis Ecclesiae. Naturalmente, Tomás no se ha detenido en absoluto en la definición aristotélica, sino que, por el contrario, la ha revisado y la ha mejorado a la luz de la enseñanza bíblica sobre el hombre, que encuentra su primera expresión fundamental en el relato del Génesis, y luego se desarrolla con la adición de siempre nuevos aspectos por todo el curso de la Escritura hasta el Apocalipsis, donde encontramos la plena revelación de la futura y eterna glorificación del hombre en Cristo.
----------El mérito de la definición aristotélica del hombre como animal racional radica en el haber concebido al hombre como una única sustancia, y en esto tenemos plena correspondencia con la unitaria concepción bíblica del hombre. De lo cual resulta la falsedad de la concepción cartesiana del hombre como conjunción de dos sustancias: la res cogitans y la res extensa. A decir verdad, la visión cartesiana podría aparecer en un principio como si estuviera en línea y en consonancia con la enseñanza del Concilio Lateranense IV, de 1215, el cual presenta a la creatura humana "casi común a la criatura angélica y a la material, constituida de espíritu y de cuerpo" (quasi communem ex spiritu et corpore constitutam, Denz.800).
----------Ese "casi" de la declaración del IV Lateranense, nos advierte que el hombre no es en modo unívoco el conjunto de un espíritu y de un cuerpo. Sin embargo debemos reconocer, con todo el respeto por el lenguaje de la Iglesia, que este parangón no facilita la comprensión de aquello que distingue esencialmente al alma humana del espíritu angélico. Es necesario tener presente el hecho de que en el tiempo de ese Concilio del medioevo, el ideal monástico, aunque basándose en el lenguaje mismo de Jesús, insistía mucho en la santidad como vida angélica, con el riesgo de presentar el proyecto cristiano en una forma un tanto descarnada.
----------Esa definición del hombre dada por el IV Concilio de Letrán, indudablemente tenía un vago sabor dualista, heredera como era probablemente de la visión angelista del origenismo platonizante y casi inspirada por la preocupación pastoral (por cierto, la Iglesia no ha tenido necesidad de esperar al Concilio Vaticano II para encontrar un lenguaje pastoral apto para recuperar los elementos válidos del pensamiento de su propio tiempo) por atender o ir al encuentro de la instancia o demanda espiritualista de la secta cátara (o "albigense") que por entonces era muy fuerte, la cual se remitía a un dualismo exagerado, de origen oriental, que la Iglesia ciertamente no podía aceptar, aunque la Iglesia, a la luz de la Escritura, tuviera estima por la vida ascética y reconociera de buen grado la doble dimensión del hombre: material-animal, representada por el genesíaco "barro de la tierra", y racional-espiritual, representada por el "soplo divino" (rúach), que Dios inhiere en el barro por él plasmado en el momento de la creación del hombre.
----------La antropología elaborada por santo Tomás de Aquino en la segunda mitad del siglo XIII, con la utilización de las ideas de Aristóteles, eliminó la falsa interpretación que se podía tener del Concilio Lateranense IV, mostrando mucho mejor cómo la dualidad espíritu-cuerpo se podía conciliar, a la luz de la enseñanza bíblica, con la visión bíblica unitaria del hombre, visión que, por lo demás, no excluye en absoluto la mencionada dualidad, tanto que en la Escritura la muerte viene presentada precisamente como separación del alma del cuerpo, mientras que la Biblia, sobre todo en san Pablo, no tiene dificultad en reconocer que en la vida presente, como consecuencia del pecado original, desgraciadamente existe un conflicto entre el "espíritu" y la "carne", conflicto que necesita una solución, la cual ciertamente no consiste en la confusión entre alma y cuerpo, como habría de pensar más tarde la exégesis protestante con la mediación del idealismo alemán hasta nuestros días, sino que consiste en el hecho de un justo dominio del espíritu sobre el cuerpo, salvada la distinción real entre estos dos esenciales componentes ontológicos de la naturaleza humana.
----------Posteriormente, ha sido el Concilio de Viennes, de 1312, el que aprobó canónica e infaliblemente, elevándola al status de verdad de fe, la solución tomista de la unidad de la sustancia humana, o de la persona humana, que Tomás de Aquino, utilizando las categorías aristotélicas de la "materia prima" y de la "forma sustancial", concibió como compuesta de forma sustancial, que es el alma racional, y materia prima, que es materia del cuerpo humano informado y vivificado por el alma como forma del cuerpo.
----------El hombre considerado como "animal racional" no quiere decir, por otra parte, como pretenden los materialistas, que un animal como tal pueda razonar o pueda evolucionar hasta el punto de ser capaz de razonar, ya que propiedad del animal es en cambio exactamente el hecho de estar privado de la razón, limitando su actividad vital a las funciones sensitivas. Animal racional, en el entendimiento de Aristóteles y de santo Tomás quiere decir, en cambio, que el hombre pertenece (como todos los demás animales privados de razón) más bien al género animal, o sea viviente dotado de vida sensitiva, pero este animal que es el hombre está animado por un alma racional o bien intelectual, espiritual e inmortal.
----------Por lo tanto, las funciones vegetativas y sensitivas (presentes también en los animales privados de razón, y suficientes para explicar y producir toda su actividad vital), están también presentes en el hombre, como demuestra la experiencia, pero en el hombre no emanan de una especial alma autónoma, como en los animales irracionales. En el hombre, en cambio, las mencionadas funciones emanan también ellas de la única alma racional, siendo imposible, como señalaba el Aquinate, que una única sustancia, un único individuo viviente, pueda ser animado o vivificado por varias almas o por varias formas sustanciales.
----------El hombre, por tanto, como enseña Tomás de Aquino, es un sujeto corpóreo (el Aquinate no retrocede ante esta tesis aparentemente materialista); y, sin embargo, se trata de un cuerpo animado por un alma espiritual, alma inmediatamente creada por Dios, como forma del nuevo individuo, en el momento de la concepción o de la creación, como es claramente insinuado por la Sagrada Escritura. Y aquí evidentemente el Doctor Angélico quita del medio cualquier posible malentendido materialista.
----------En la visión aristotélica de la materia desaparece casi por completo la visión negativa platónica de la materia como ilusión y obstáculo para la liberación del alma. Digo "casi por completo", porque en realidad, aunque Aristóteles considere, aun sin conocer la Sagrada Escritura, la materia como cosa buena (la dýnamis o "potencia" es algo del ente real material), como todos los antiguos paganos, Aristóteles no piensa en reconducir a Dios la existencia de la materia, sino que la considera como algo existente ab aeterno junto a Dios. Por lo cual también en Aristóteles se mantiene un cierto dualismo e incluso existe el riesgo de divinizar la materia, siendo ella un quid existente independientemente de Dios, casi otra divinidad.
----------Por lo tanto, la unidad del compuesto humano en santo Tomás de Aquino resulta más sólida que en Aristóteles, debido al hecho de que mientras en Aristóteles espíritu (nus) y cuerpo (soma) no son creados por el "Motor inmóvil", sino que corren el riesgo de aparecer como peligrosos absolutos independientes y autónomos de Dios, en el pensamiento cristiano del Aquinate, alma y cuerpo, componentes de la persona humana, son creados por un único Dios infinitamente sabio y bueno, quien por tanto da al hombre la orientación y la gracia para crear entre espíritu y cuerpo una perfecta armonía, corrigiendo y eliminando la tendencia dualista y disolvente consecuente al pecado original, con la prospectiva de la resurrección del cuerpo, perspectiva escatológica del todo ausente, como es bien sabido, en la antigua antropología pagana.
----------Tomás entonces completa la concepción aristotélica con el dato bíblico, según el cual, como es bien sabido, Dios ha creado al hombre, varón y fémina, a Su imagen y semejanza. Algo de este tipo está ya insinuado en el hecho de que para el Estagirita el hombre es un viviente dotado de razón, en cuanto su alma posee la facultad de razonar y por tanto de apetecer libremente el bien universal y por consiguiente en último análisis de apetecer a Dios, Bien universal del universo, como ya había intuido Platón.
----------Por cuanto respecta a la concepción de la dignidad de la mujer, Tomás a decir verdad, cuando trata ex profeso de la mujer, por lo demás de acuerdo con la mentalidad de su tiempo, no está del todo libre de la concepción aristotélica, que ve en la mujer un "varón no del todo logrado" (mas occasionatus), teniendo de por sí a la naturaleza humana, según Aristóteles, como dirigida al varón y no a la fémina.
----------Sin embargo, pese a esa carencia debida a la cultura de su tiempo, Tomás como cristiano es obviamente sensible al mensaje bíblico, por lo cual cuando el Aquinate reflexiona atentamente sobre esta concepción, no duda en situar la feminidad en la misma resurrección de la carne junto a la masculinidad, en cuanto que, así razona Tomás, ser mujer en realidad es una cualidad y no un defecto: ahora bien, estando en la resurrección presente toda perfección y ausente todo defecto, no hay razón para negar la presencia del sexo femenino en la resurrección. Esta tesis de santo Tomás ha sido retomada por el beato Juan Pablo II.
----------Otro correctivo que Tomás lleva a cabo, basándose en la Revelación, a la concepción aristotélica del hombre, es la visión del individuo humano como persona, es decir, como diría Boecio, "individua substantia rationalis naturae". En efecto, en Aristóteles el individuo no es objeto del cuidado y de la providencia divina, siendo el Dios aristotélico, como es bien sabido, sólo objeto de amor, es un Dios que se interesa sólo por lo universal y no por lo individual, y por lo demás no es un Dios misericordioso como el cristiano, que libera al hombre del pecado, siendo la misma noción de pecado, tal como aparece en la Biblia, totalmente ausente en Aristóteles así como por otra parte en todo el pensamiento antiguo.
----------Pero lo que Aristóteles no podía imaginar en absoluto y que en cambio viene puesto en luz por la antropología cristiana, es el destino sobrenatural del hombre: según la fe cristiana, el hombre es ciertamente un animal racional, pero creado por Dios con la prospectiva de vivir la vida divina de la gracia, siempre sin embargo que el hombre acepte libremente este don de Dios, pudiendo él rechazarlo a causa del pecado.
----------En los tiempos que nosotros vivimos, la antropología, y por tanto la vida social que de ella se deriva, está lacerada entre dos opuestas concepciones del hombre, entrambas falsas, aunque se hayan apropiado de un factor de verdad parcial que, sin embargo, no está unido con el complementario que posee la facción opuesta: por una parte una concepción positivista-materialista-tecnocrática del hombre orientada al poder, al placer y a la posesión voraz de los bienes materiales, ese hombre "carnal" del cual habla san Pablo, degradado hasta los límites de la bestialidad, el hombre esclavo de los vicios "carnales". Este es el ideal más difundido entre las masas y en los ambientes económicos y políticos.
----------Por otra parte, se da también en la actualidad un ideal "gnóstico", heredero del gnosticismo antiguo, proyecto intelectualístico que toma pie y prospera en círculos restringidos de los ambientes culturales y -¡ay de nosotros! - a veces, por no decir a menudo, seduce a las almas devotas a la perfección, religiosos, sacerdotes y obispos, una prospectiva que, o bajo pretexto de la renovación conciliar y de la exaltación de la grandeza del hombre entendido como "espíritu", o bajo pretexto de un restauracionismo apegado maniáticamente al pasado, forma una categoría de fariseos pedantes e hipócritas, los cuales desde lo alto de su soberbia disfrazados de "cultura", se permiten presuntuosamente maltratar las enseñanzas de la Iglesia convencidos de saber más que el Papa y también más que Nuestro Señor Jesucristo. Aquí tenemos la práctica difundida de los "vicios espirituales" generados no por la bestialidad sino por el espíritu del demonio.
----------El Señor nos libre lo más rápido posible de estas dos categorías de personas, eventualmente a través del cambio de sus corazones, a través de su conversión, también como resultado de nuestras oraciones y de nuestros sacrificios, ya que si ellos se obstinan en este camino, su destino no será el más feliz.
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