sábado, 5 de noviembre de 2022

La dialéctica, la dialógica, y la diabólica

La desgracia de la mal llamada "filosofía moderna" es que ha caído en una dialéctica no conjugada con la analéctica, lo cual conduce a la diabólica. Sólo el buen uso de la dialéctica conjugado al de la analogía, lleva en cambio a la dialógica, método de la conversación y del progreso humanos. [En la imagen: fragmento de "Platón y Aristóteles discutiendo" o "La dialéctica", bajorrelieve de Luca della Robbia, siglo XV, Florencia, Italia].

----------La partícula griega "diá" es rica en significado y hace de preposición a muchos términos españoles derivados del griego, cuya lista sería muy larga y significativa. El prefijo diá a veces denota separación (como en diálisis, diacrítico), denota otras veces a través de (como en diacústica, diatérmano), y otras veces su sentido es entre (como en diafragma, diatónico). En el presente artículo me gustaría detenerme solamente en los tres términos indicados en el título, con una yuxtaposición que a algunos les puede parecer extraña y tal vez incluso impertinente. Y sin embargo, si el lector tuviera la bondad de seguirme, considero que probablemente no tendrá la sensación de estar perdiendo el tiempo, sino que podrá nutrir su espíritu.
   
La dialéctica
   
----------Múltiples y diversificadas son las sugerencias que provienen de la usadísima palabra "dialéctica": viene a nuestra mente Platón [427-347] con sus "diálogos" y el debate entre los interlocutores en la búsqueda de la verdad. También recordamos la concepción aristotélica de la dialéctica como arte de la argumentación probable. Aristóteles [384-322] vincula la dialéctica a la opinión, no a la ciencia.
----------Nos viene luego a la mente Pedro Abelardo [1079-1142], con sus disputas en las cuales se llega a la verdad mediante la confrontación entre tesis opuestas: en su filosofía se advierte qque sigue presente la línea platónica aferrada y regida por el método del sic et non. Saltamos luego a Immanuel Kant [1724-1804], con su famosa "dialéctica trascendental", con la cual pretende exponer lo que él, influido por el pesimismo luterano, considera ser una frustración o engaño inevitable de la razón respecto de las apariencias trascendentales irresolubles, pertenecientes a la existencia de Dios, del mundo y del hombre.
----------En Johann Gottlieb Fichte [1762-1814], continuador del dialectismo kantiano, aparecen los albores de aquello que posteriormente será la dialéctica hegeliana con la concepción del Yo que opone a sí un no-Yo en lo interno del Yo. Luego sigue la dialéctica hegeliana aún más famosa, la dialéctica de Georg Wilhelm Friedrich Hegel [1770-1831], con su "mágico poder de lo negativo", para el cual, de la negación surge la afirmación como negación de la negación, en cuanto la negación se niega a sí misma, así como por otra parte también la afirmación, de modo que la dialéctica se vuelve a poner en movimiento. De esta dialéctica, entonces, como es sabido, "nuevamente puesta con la cabeza arriba y los pies abajo", para usar la misma expresión de Karl Marx [1818-1883], surge la otra conocidísima dialéctica marxiana.
----------Queriendo tirar de los hilos de este panorámico recorrido histórico a vuelo de pájaro, es posible por lo tanto señalar dos concepciones de la dialéctica en relación con la ciencia: por un lado, la dialéctica como ciencia y, por otro lado, la dialéctica como esbozo de la ciencia. Platón es quien despeja el terreno para entrambos caminos. En el primer grupo Platón nos enseña el movimiento del pensamiento, por lo cual tenemos el idealismo que termina en el ateísmo: ese camino va desde Fichte hasta Hegel y Marx.
----------Pero Platón también abre el segundo grupo, con la tensión hacia lo eterno y lo inmutable. Y de aquí parten Aristóteles, Abelardo y santo Tomás de Aquino [1225-1274], que retoma a Aristóteles. Kant constituye un punto de pasaje o transición de la dialéctica de la apariencia a la dialéctica fichtiana y hegeliana como ciencia, sin por ello renunciar a la reducción kantiana del ser (la cosa en sí) al aparecer (el fenómeno).
----------Es precisamente aquí donde chocan dos concepciones opuestas del saber: en la primera concepción, es decir, la dialéctica como ciencia, la primacía pertenece al devenir y al movimiento del concepto; en cambio en la segunda concepción, donde la dialéctica prepara para la ciencia, la primacía pertenece al ser y a la inmutabilidad del concepto, aunque esto sólo se logra al final de la búsqueda dialéctica.
----------En la dialéctica como ciencia, no hay nada fijo sino que todo es siempre puesto en discusión; en la dialéctica como esbozo de la ciencia, en cambio, se consiguen resultados definitivos e indiscutibles, aunque a estos siempre se pueden añadir otros, pero siempre de este mismo valor, definitivo e indiscutible. El primero es un pensamiento que no encuentra la paz y no resuelve los conflictos sino que siempre los vuelve a abrir. El segundo, en cambio, tras el movimiento y la búsqueda investigativa, es pensamiento que conoce la quietud, después del trabajo encuentra el reposo y después del camino alcanza la meta.
----------Actualmente, en el tiempo que nos ha tocado vivir, con el notorio declive de estas grandiosas visiones totalizadoras, la así llamada extinción de las "ideologías", parece que también ha disminuído la importancia de la dialéctica y el interés por este mecanismo del pensamiento, que ha tenido una historia tan larga, tan antigua y tan compleja, como incluso lo demuestran sus notables variaciones de significado.
----------Sin embargo, ha quedado un sentido de fondo, subyacente: la oposición entre dos términos en contraste con la prospectiva o la esperanza de la síntesis y de la conciliación. La partícula "dia" dice, en efecto, cruce o atravesamiento entre dos términos y por lo tanto al mismo tiempo conexión y oposición, relación y mediación, diferencia y motivación. La dialéctica está pues ligada al hablar, al dialogar, al razonar, al confrontar o comparar, al debatir, al devenir, al progreso, pero también al contraste, a la contradicción, al conflicto, al litigio, a la contienda, a la laceración, al dilema, a la alternativa insoluble.
   
La diabólica
   
----------A una atmósfera mental completamente diferente parece pertenecer aquella que he llamado "diabólica", inspirándome en la forma verbal "dialéctica", casi como para querer acercarla a ella y confrontarla o compararla con ella, aunque la idea pueda parecer, como he dicho, improbable e indiscreta, ya que se trata de un horizonte -así parece a primera vista- completamente extraño o ajeno al de la dialéctica. Sin embargo, el examen mismo de las palabras ya debería hacernos sospechar que no es así. Y que esto no es así, lo quiero demostrar aquí, con resultados que considero son, culturalmente, moralmente y espiritualmente, útiles.
----------Muchos ya habrán entendido con qué se conecta inmediatamente la diabólica: con el diablo, acerca del cual ciertamente muchos se preguntarán qué tiene que ver con la dialéctica. En efecto, en la dialéctica se ve la racionalidad, mientras que en el diablo los hombres y las diversas cultura humanas han visto y siguen viendo la irracionalidad. Sin embargo, repito, en realidad es posible encontrar una relación entre dialéctica y diabólica, una relación precisamente -perdónenme por el aparente juego de palabras- "dialéctica", es decir, de oposición-vínculo lógico no sólo de tipo racional, sino también de tipo moral, religioso y espiritual.
----------El término "diablo" viene de dia-ballo, que significa: "lanzo o proyecto algo violentamente contra alguien", "pongo mal entre dos personas", por lo tanto, lo que hago es: "dividir", "pongo en contraste o en conflicto" y por lo tanto también significa: "calumnia", vale decir: "acuso", aun cuando "acusador", tal como es referido el término al diablo en el Apocalipsis, es expresado con la palabra "katégoros".
----------El diablo (y quien pertenece al diablo) es el que siembra discordia, pone en contradicción, provoca la incoherencia, empuja a la ruptura y a la violencia, difunde mentiras, proyecta descrédito, difama a los inocentes, crea enemistades, fomenta las guerras, separa y divide a los amigos, rompe las uniones, estropea la armonía, rompe los pactos, empuja a la traición, impulsa a la infidelidad y tienta al incumplimiento de la palabra dada. Por eso Cristo llama al diablo "homicida desde el principio" y "padre de la mentira". Él es "príncipe del mundo", en cuanto que el mundo está sujeto al pecado, a la injusticia, al sufrimiento, a la muerte.
----------El leghein, componente de la dialéctica y del diálogo se opone al ballein del diablo. El primero hace referencia al logos. De aquí tenemos la dialéctica y el diálogo. Leghein dice: recoger, conectar. De ahí el silogismo del razonar, del logos. También la dia-forá, la "diferencia", pertenece a esta familia de vocablos. Ferein dice: conducir, procurar, aducir, aportar, traer a, y por lo tanto también aquí un acto constructivo, edificador. De modo similar diá-airesis, diáiresis, diéresis, significa "distinción". Aireo es: "tomo", "alcanzo", "aferro". Aquí también tenemos la obra positiva de la razón que capta el objeto y lo alcanza.
----------Por el contrario, la componente ballein (del término diablo o diabólica) dice: golpear, arrojar, herir, perforar o atravesar, violentar. Esta es la obra del diàbolos. Ahora bien, la dialéctica, si es búsqueda o investigación, comparación, confrontación, distinción, conexión, relación, síntesis, diálogo, entonces es ciertamente beneficiosa y constructiva. Ella puede devenir saber cierto y definitivo, verdadera ciencia inmutable de lo Inmutable y de lo Eterno. Pero si ella es contradicción, conflicto, separación, oposición, hostilidad, alienación, enemistad, dualismo, es "diabólica", no construye ni la paz ni la justicia, sino que daña el pensamiento y por lo tanto la acción conduciendo al hombre fuera de la verdad y del bien.
----------La dialéctica de por sí es un procedimiento fundamental y necesario del pensamiento y de la razón, porque se basa directamente en la observancia del principio de no-contradicción, que es el primer principio de la ciencia: la dialéctica procede afirmando A y excluyendo no-A, según al famoso principio del "tercio excluido": A es B o no es B: tertium non datur. Una enunciación de este principio se encuentra en labios de nuestro Señor Jesucristo mismo cuando dice: "Sea vuestro hablar: sí, sí, no, no; lo demás viene del maligno" (Mt 5,37). Aquí "lo demás" es mentira, contradicción, insinceridad, doblez, equívoco, confusión: todos los recursos de la dialéctica diabólica, que podríamos llamar sin más con adjetivo sustantivado: la "diabólica".
   
La dialógica
   
----------Ahora bien, si la dialéctica es necesaria, no es suficiente para estructurar y para expresar todas las articulaciones y las formaciones del pensamiento y la razón, sino que tiene necesidad de ser integrada por aquello que el padre Tomas Tyn [1950-1990] llamaba "analéctica", que es el principio del razonar analógico o por semejanzas, el único que es verdaderamente capaz de crear verdaderas relaciones, de concebir y explicar los hechos ontológicos fundamentales como los de la coexistencia del uno con los muchos, de la relación entre lo idéntico y lo diverso, la cuestión del devenir, así como la relación de lo finito con lo infinito.
----------No es a la dialéctica, sino que es a la analéctica a la que debe dejarse la última palabra en las cuestiones más difíciles que competen a la ontología, a la antropología, a la moral y, sobre todo, a la teología. La buena, sana, y necesaria dialéctica prepara el saber, pero no lo puede sustituir. Si la dialéctica intenta reemplazar al saber, se cae solo en las ilusiones y en los absurdos bajo la apariencia de una fácil claridad.
----------La buena dialéctica instaura la precisión y la univocidad, excluye lo contrario y salvaguarda la identidad y la coherencia del pensamiento, pero no sabe verdaderamente conciliar en unidad los muchos, los diversos, los distantes, los sucesivos, no sabe resolver las cuestiones más elevadas, no sabe coligar lo finito con lo infinito.
----------Por consiguiente, en ciertos campos del saber, como el metafísico, el moral y el teológico, donde estas dimensiones del ser asumen proporciones extremadamente complejas y delicadas, el uso de la sola dialéctica lleva fuera del camino y bajo una falsa claridad induce al error o a confundir más que a unir o bien a separar más que a distinguir. Para esta "dialéctica" la distinción es "dualismo" a suprimir, para crear una "unidad" que es la coexistencia de los incomposibles. Este tipo de falsa dialéctica combina sólo problemas, como lo haría -según la habitual expresión- el elefante que entra en una cristalería.
----------Ahora bien, pretender resolver todo con la dialéctica, como comenzaron a hacer la filosofía y la moral nacidas de René Descartes [1596-1650], bloquea el acceso de la razón al misterio y a la trascendencia, y cierra la razón en sí misma, así como conduce a ofender a la propia dialéctica, con la pretensión de encontrar una "síntesis", un tertium, una imposible "mediación", que no concilia los opuestos sino que simplemente los yuxtapone o los confunde, ofendiendo el principio de no-contradicción y creando en el espíritu insanables laceraciones, que en el plano moral incentivan la hipocresía y la falsedad, mientras que desde el punto de vista psicológico conducen a la disociación de la personalidad y a la neurosis. La dialéctica idealista, aplicada a la convivencia social, es fuente de eternos conflictos o de escuálidas confusiones que remueven las legítimas diferencias, como ha demostrado sobre todo su versión marxista.
----------De esta dialéctica diabólica salen las insensatas teorías que actualmente niegan a Dios o conducen al hombre a hacerse Dios, teorías ponen juntos el ser con el no-ser, lo verdadero con lo falso, el bien con el mal no sólo en el hombre sino también en Dios. De aquí la incoherencia y la deshonestidad en el pensar, en el hablar y en el actuar. Mientras que la Sagrada Escritura dice que no hay nada en común entre Cristo y Beliar, la falsa dialéctica termina por conciliar o incluso confundir a Dios con el demonio.
----------Estos graves inconvenientes aparecen sobre todo en el ámbito propio de la teología, cuando, por ejemplo, se trata de distinguir la naturaleza humana de la naturaleza divina. Aquí la Escritura recomienda la analogía (cf. Sab 13,5), que viene expresada también con el concepto del hombre creado "a imagen y semejanza de Dios". En cambio, la dialéctica ciertamente puede llegar a decir que el hombre no es Dios. En efecto, su instrumento es la afirmación y la negación, pero no va más allá de esto. En cambio, cuando se trata de esclarecer la relación entre el hombre y Dios, si no se usa el instrumento de la analogía, se termina o bien por identificar o bien por confundir al hombre con Dios o bien, al contrario, por oponer el uno al Otro, contraviniendo sin embargo el mismo principio de la dialéctica que es el de evitar la contradicción.
----------Por tanto, se debe decir que una dialéctica no integrada por la analéctica conduce a la diabólica. Por desgracia, esta es la parábola del idealismo iniciada con Descartes, demasiado apegado a las ideas "claras y distintas", por lo cual él no supo apreciar el valor del método analógico, que indudablemente pide a la razón que renuncie a una cierta precisión o claridad, pero vale la pena pagar este precio, porque es precisamente de tal modo como la razón puede humildemente y valientemente trascenderse a sí misma y pensar coherentemente y plausiblemente los misterios más profundos de la realidad y sobre todo los misterios de la fe cristiana, como por ejemplo el de la Encarnación, donde las dos naturalezas de Cristo, como enseña el Concilio de Calcedonia, deben ser distintas pero no separadas, deben estar unidas pero no confundidas.
----------El buen uso de la dialéctica conjugado con el de la analogía, conduce en cambio a la dialógica, método de la humana conversación y del progreso humano, por el cual la unidad, la inmutabilidad y la universalidad de los valores de fondo se expresan libremente y constructivamente en la legítima multiplicidad y pluralidad de los diversos modos de vivirlos y aplicarlos en la práctica de cada día y en el transcurso de la historia.

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