sábado, 12 de noviembre de 2022

El buenismo: su definición, sus raíces, sus consecuencias (5/5)

Al buenista se le abren dos caminos, y ambos son callejones sin salida: o decir que el mal no existe, sino que es sólo una apariencia subjetiva; o decir que el mal también está en Dios: Dios sufre y peca; Cristo ha asumido no sólo las consecuencias del pecado, sino el mismo pecado, como dicen los buenistas, "se ha hecho pecado". [En la imagen: "Procesión en honor de Isis", de Frederick Arthur Bridgman, óleo sobre lienzo de 1902].

El buenismo nace de la negación del pecado original
   
----------El buenista, que considera el relato genesíaco de la primera pareja humana privado de toda fiabilidad histórica (admitiendo el darwinismo y aceptando como posible también el poligenismo), un simple mito etiológico para explicar poéticamente la actual fragilidad y pecaminosidad humanas, pierde de vista la realidad trágica del pecado en su esencia profunda y en sus consecuencias humanamente irremediables, y lo reduce a un simple, banal, inevitable accidente de trayectoria en el simple desarrollo normal de la conducta humana o como si fuera un producto industrial o artesanal fallido, defectuoso, imperfecto o de descarte, que es eliminado sin ninguna consecuencia y sin que queden rastros, un hecho desagradable e involuntario, o en definitiva irrelevante y remediable con un simple acto de buena voluntad, que no falla nunca.
----------El buenista considera el pecado como si fuera el error de un alfarero, que se equivoca al formar una vasija y sale un jarrón deforme, y no tiene necesidad de confesarse e invocar el perdón divino, sino que simplemente tira el jarrón defectuoso y prosigue tranquilamente en el trabajo.
----------Además, el buenista, víctima de una gnoseología existencialista, historicista y relativista, no tiene la percepción de la absolutez, objetividad, inmutabilidad y universalidad de la ley moral, no la considera un mandato divino que requiere absoluta obediencia. Sus categorías morales se reducen totalmente y solamente a los límites de la libertad, de lo diferente, de la conciencia, del encuentro, de lo concreto, de lo nuevo. Es claro que en un contexto intelectual de tal género el juicio sobre el bien y sobre el mal viene subjetivizado y relativizado, por lo cual viene a menos el acuerdo sobre lo que es pecado y lo que no es pecado.
----------De ahí la ausencia en el buenista de una condena común y compartida del pecado y de lo que es pecado. Naturalmente, el principio de hacer el bien y evitar el mal, que es el primero y universal principio del actuar humano, común a todos, permanece. Sólo que viene aplicado a la inversa y tomándosela con aquellos que condenan el relativismo moral en favor de la objetividad y de la universalidad "no negociable" de los valores morales y, por lo tanto, agarrándosela con quienes quieren presentar la realidad dramática del pecado. Para los buenistas deviene pecado recordar la esencia y la importancia del pecado.
----------Por mucho que haga el buenista para suprimir la idea del mal moral, para suprimir todo sentido de culpa y excusarlo todo y a todos, para no condenar a nada ni a nadie, no puede lograrlo, porque la mencionada idea de pecado es necesaria para el juicio moral, que presupone la existencia de la responsabilidad y por tanto de la posible culpabilidad del agente, y para la distinción entre acción buena y acción mala.
----------El buenista se esfuerza por reducir la culpa y el pecado al error o a la equivocación, es decir, al mal hecho inconscientemente, inadvertidamente o sin darse cuenta o sin saberlo o por fragilidad. Y tiende sistemáticamente a sostener que lo que para uno es pecado para el otro no lo es.
----------El buenista tiende sistemáticamente a acusar a quien condena el pecado de otro de no comprender su diversidad, y no se da cuenta de que en el preciso momento en el cual condena el culpabilizar, no renuncia a culpabilizar a quienes en cambio sostienen que también existe el mal hecho con malicia, en mala fe, con mala voluntad y culpablemente. Por consiguiente, para el buenista, todos son inocentes, con excepción de aquellos que sostienen que no todos y no siempre son inocentes. Todos van al paraíso del cielo, excepto aquellos que sostienen que no todos van al paraíso del cielo.
----------Con su minimización, por no decir supresión, de la importancia del pecado, es evidente que el buenismo no pone ningún remedio al pecado, sino que lo agrava, debilitando el sentido de responsabilidad, la fineza del juicio y del discernimiento moral, el temor de Dios, el odio y el horror por el pecado, la conciencia de la culpa, la lucha contra el pecado y el esfuerzo ascético, el amor a la renuncia y al sacrificio, el hábito de dominar las pasiones, el cuidado en identificar y evitar lo que es pecado, la práctica de la fuga de las ocasiones, de la penitencia, de la expiación y de la reparación, la obra y la plegaria por la conversión de los pecadores, haciendo caer en la reincidencia, favoreciendo la pretensión de salirse con la suya, la obstinación, la arrogancia, el endurecimiento del corazón, el embotamiento de la conciencia, una vana confianza en Dios, la desesperación de salvarse o bien, por el contrario, una seguridad en sí mismo sin fundamento.
   
El buenismo es una falsificación de la bondad
   
----------Al igual que para Lutero, para el buenista la justicia de Dios es su misma misericordia (véase al respecto el libro de Walter Kasper, La misericordia. Clave del Evangelio y de la vida cristiana, Sal Terrae, Santander 2012), con la cual hace justo al pecador. Pero así desaparece la distinción entre misericordia y justicia, la cual pierde su pecular esencia frente a la misericordia, mientras que ésta viene falseada. O bien la justicia viene reducida a la misericordia, perdiendo su peculiar fisonomía.
----------Los buenistas parecen encontrarse frente a un aut-aut: o la justicia o la misericordia y no comprenden que ellas, por muy opuestas entre sí, se reclaman la una a la otra, alternándose la una a la otra y aplicándose a diferentes sujetos. La justicia supone el mal de culpa, la misericordia supone el mal de pena. Ahora bien, está claro que culpa y pena son los dos aspectos esenciales del mal. Es cierto que la justicia derriba y la misericordia levanta. Pero ¿acaso no es correcto, justo y saludable, reforzar el bien y combatir el mal?
----------Pero lo grave es que la misericordia en las manos de los buenistas parece convertirse en un atributo de la misma esencia divina, como si Dios no pudiera existir sin el hombre. Dios habría podido muy bien existir solo, también sin haber creado el mundo.
----------El buenista no comprende que la obra de la Redención no es sólo obra de misericordia, sino también de justicia reparadora, la cual obtiene misericordia y es efecto de la misericordia. Obtiene misericordia la justicia de Cristo, y es efecto de la misericordia la justicia del hombre.
----------En cambio, para el buenista, a los fines de la salvación no se necesita ninguna práctica de la justicia, dado que el hombre pecador no es capaz de ella, por lo cual la salvación es puro efecto de la misericordia. No se necesita ninguna justicia expiatoria. Lutero la niega en el hombre, pero la mantiene en Cristo. Rahner la niega también en Cristo, el cual nos salva sólo porque Él mismo se ha puesto en las manos del Padre aceptando la muerte y proponiéndonos el ejemplo a imitar.
----------Para Lutero, Cristo ha cumplido un sacrificio, mientras que, en cambio, no es necesario que nosotros lo cumplamos, de hecho sería la pretensión de perfeccionar lo que Cristo ha hecho. De ahí la negación de la Misa. En cambio, Rahner también niega el sacrificio de Cristo y lo sustituye con misericordia. Cristo nos salva porque tiene piedad de nosotros. La obra de Cristo está toda aquí.
----------Ahora bien, la justicia, como es bien sabido, es tribuere unicuique suum. Es dar a cada uno lo que le corresponde, es el respeto del derecho de los otros y el reconocimiento de sus méritos. La justicia es la reivindicación de los propios derechos. Es el intercambio o la conmutación de dos bienes equivalentes. Es el pago del precio debido. Es el pago de aquello que se ha recibido. Es la ejecución de una obra tal como debe ser hecha. Es la compensación por la obra cumplida, sea para bien o sea para mal. Es el cumplimiento del propio deber. La justicia es la virtud del juez que, según los méritos, premia a los justos y condena a los malhechores. La misma misericordia es un deber de justicia.
----------La caridad y la misericordia no sustituyen a la justicia, sino que la presuponen y van más allá en el obrar el bien y en la bondad. En efecto, el motivo del amor, incluso más que el respeto de los derechos y la satisfacción de las necesidades del otro, ámbito, éste, de la justicia, es el deseo de darse al otro gratuitamente, es la necesidad de unirse al otro, formando una sola carne y un solo espíritu. El motivo del amor es mucho más profundo que el motivo de la justicia.
----------En el amor, la relación humana es mucho más estrecha y más íntima. La justicia se refiere a lo que pertenece a la persona: sus bienes, sus obras, sus méritos. El amor se refiere a la persona misma. Los justos intercambian entre sí bienes añadidos o externos a su persona y fácilmente pasajeros y contingentes. Los amantes se comunican el uno con el otro, se complementan entre sí, se donan el uno al otro, se poseen recíprocamente. La justicia crea la igualdad de los bienes; el amor crea la unión de las personas. La justicia crea un orden exterior; el amor crea la unión de los espíritus y de los corazones.
----------Por lo tanto, mientras que la unión de amor supone la práctica de la justicia, la práctica de la misericordia no requiere necesariamente que se sea amigo de los misericordiados; es más, ellos pueden ser incluso enemigos, si bien es cierto que, mientras que las obras de la misericordia corporal también se pueden cumplir hacia extraños o desconocidos, las obras de la misericordia espiritual suponen por norma un conocimiento íntimo del misericordiado y por tanto una relación de amor.
----------En el encuentro con los demás, debemos partir siempre de correctas relaciones de justicia, aun cuando en lo íntimo debamos estar animados por la caridad. Pero pretender, como hacen los buenistas, instaurar inmediatamente y desde el inicio con cualquiera una comunión de amor, saltándose cautelas, controles, verificaciones, preocupaciones y obligaciones de justicia, y tal vez con el pretexto de la caridad y de la fraternidad universal, considerándonos a todos hijos de Dios y orientados hacia el paraíso del cielo, como si todos fuéramos almas bellas en el paraíso terrenal y fuéramos ángeles que con un simple golpe de mirada intuyen de inmediato la bondad y la amabilidad del otro, es una peligrosa y temeraria utopía, fuente de los más desastrosos equívocos y de la las más amargas desilusiones.
----------La práctica de la justicia es el primer peldaño para luego subir al segundo, del amor. De la relación inicial, exterior, superficial, de común cortesía, se pasa subsecuentemente, con el profundizarse del conocimiento recíproco, a la relación profunda e íntima del amor. Antes de recuperar la amistad del ofendido, es necesario que paguemos la deuda que tenemos con él. Esto es un deber hacia el prójimo y Dios quiere que nos comportemos así también con Él. Por esto no obtenemos misericordia sino imitando a Cristo en la justicia reparadora, que Él ha cumplido a favor nuestro frente al Padre.
----------La justicia, por tanto, es esa virtud divina con la cual Dios da el premio eterno y juzga a los réprobos. La justicia es aquella virtud divina con la cual nuestro Señor Jesucristo ha pagado por nosotros con su sangre la deuda del pecado y nos ha justificado.
----------Y la forma más elevada de la justicia humana es la justicia hacia Dios, que funda la virtud de religión, la cual presupone el deber de honrar a Dios, de respetar su ley y de ofrecerle sacrificios en descuento de los pecados y para obtener su perdón. Estos son los deberes de la religión natural, confirmados y sublimados por la religión cristiana con el Sacrificio y el Sacerdocio de Cristo.
----------Ahora bien, la negación buenista y misericordista de la justicia divina conduce como consecuencia a la negación de los dogmas de la redención, de la retribución eterna, del juicio universal y del juicio particular. Y dado que el derecho humano y civil está fundado en el derecho natural y divino, el buenismo socava desde sus fundamentos el justo ordenamiento de la convivencia social y civil.
----------El buenismo confunde la efectiva bondad ontológica del hombre, creado por Dios para encontrar en Él su felicidad, con una inclinación natural a actuar por un fin último y por tanto con una natural necesidad de absoluto y de un bien que satisfaga plenamente sus necesidades, con una inexistente orientación efectiva y eficaz, sostenida por la gracia, de todos los hombres, incluso los ateos, hacia Dios, todos perdonados y objeto de la divina misericordia, de modo que todos se salvan. Las consecuencias del pecado original vienen a ser ignoradas tanto en cuanto respecta a la oposición a Dios, como en cuanto respecta a la existencia de la concupiscencia, y en cuanto respecta a la hostilidad de la naturaleza.
   
El buenismo suprime la necesidad de la ascética
   
----------Según los buenistas, no se debe llevar a cabo ninguna lucha del espíritu contra la carne, ningún esfuerzo ascético, sino que se debe seguir simplemente la espontaneidad del impulso del Espíritu Santo, porque no existe real distinción entre alma y cuerpo, sino que el hombre es un todo uno donde el cuerpo es espíritu solidificado, mientras que el espíritu es el cuerpo en estado líquido, al menos así según lo enseña Rahner; el espíritu (siempre según Rahner) tiene a su disposición el cuerpo para plasmarlo libremente como mejor crea, porque Rahner niega la existencia de una naturaleza humana definida e inmutable y, en consecuencia, niega la existencia de una ley natural universal e inmutable.
----------El buenismo acaba desposándose fácilmente con el panteísmo del hombre cuyo vértice es Dios mismo; y se comprende la yuxtaposición: Dios es bondad infinita, y aquello que tiene en él su vértice no puede más que ser bueno. Sin embargo, el concepto del mal es realmente esencial para la vida humana, que incluso el buenista no puede evitar tomar en cuenta. Al buenista se le abren dos caminos, pero ambos son callejones sin salida: o bien decir que el mal no existe, sino que es sólo una apariencia subjetiva; o bien decir que el mal también está en Dios: Dios sufre y peca. Cristo ha asumido no sólo las consecuencias del pecado, sino el mismo pecado, como dicen los buenistas, "se ha hecho pecado".
----------La aporía insoluble en la cual cae el buenismo es la de admitir, sí, la existencia de un Dios bueno, pero con el hombre igualmente bueno a su lado, por lo cual, admitiendo por otra parte también la existencia del mal, el buenismo, para mantener la paridad y la reciprocidad entre Dios y hombre, se ve constreñido a admitir el mal no sólo en el hombre, sino también en Dios. Por eso el mal deviene necesario y absoluto como el bien. Podemos decir que el mal se convierte en bien. ¿Pero de qué depende esto? Depende de su noción de la relación de Dios con el hombre y de su base metafísica concerniente a la relación del pensamiento con el ser.

6 comentarios:

  1. Querido Padre, a propósito del poligenismo, que Ud. ha mencionado. Hace algún tiempo, oyendo un programa de radio en una emisora muy conocida, escuché a un sacerdote, presentado como biblista de cierta fama, afirmar que los primeros progenitores en realidad deben entenderse como una comunidad primitiva de seres humanos.
    Entonces escribí un mail, pidiendo que la emisora rectificara, y afirmara que lo que había dicho el sacerdote no representaba la verdad de fe enseñada por la Iglesia católica. Obviamente no recibí respuesta. Me pregunto qué habrá pensado el oyente poco o nada preparado cuando escuchó tal declaración. ¿Es posible que sacerdotes con presuntas competencias bíblicas puedan ir a transmisiones de televisión o de radio y enseñar lo que es falso? ¿Cree Ud. que esto hoy se tolera debido a que los buenistas han hecho pie también en prominentes puestos de la Iglesia? José María

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    1. Estimado José María,
      la tesis poligenista fue condenada por Pío XII en la encíclica Humani Generis de 1950, por el hecho de que viene indirectamente a negar algunas verdades de fe, tales como: 1) el origen de la humanidad a partir de una pareja primitiva; 2) el estado de inocencia en el cual se encontraba la pareja; 3) el pecado original con su castigo; 4) la promesa divina hecha a los progenitores de una futura salvación; 5) la expulsión del paraíso terrenal; 6) la transmisión de la culpa original por generación.
      Por cuanto respecta a la libertad con la cual estos modernistas se permiten difundir sus errores, se trata ciertamente de algo que es doloroso y escandaloso, que hace tanto más daño cuanto más poderosos son los medios para difundir sus errores.
      Este hecho denota el poder que ellos han llegado a conquistarse en el interior de la Iglesia, a tal punto que el Papa mismo se encuentra en dificultades para resolver esta triste situación.

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  2. El antropocentrismo, la desacralización y la desaparición de las fronteras entre lo natural y lo sobrenatural que se revelan en el pensamiento de los buenistas, ha sido señalado recientemente por Monseñor Héctor Aguer en un brillante artículo, donde denuncia estas mismas ideas en la prédica del Papa Francisco:
    "Es una evidencia la distancia que separa al pensamiento del Papa del mandato del Señor a los apóstoles -que vale para la Iglesia de todos los tiempos- de hacer cristianos a todos los pueblos. Este es el problema principal, revelado en la grieta dolorosa abierta en la Iglesia por el alejamiento oficial de la grande y unánime Tradición. [...] Las encíclicas Laudato sí y Fratelli tutti son textos novedosos que se asimilan al movimiento mundialista, a la gnosis presente en los “nuevos paradigmas”, ajenos a una proyección actual y homogénea de la Tradición."

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    1. Estimado Rubén,
      o cualquier otro amable lector, ¿se me podría, por favor, indicar el artículo en el cual mons. Aguer expresó tales declaraciones, para así poder entenderlas en su contexto?

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    2. Puede encontrar el texto completo del artículo de monseñor Héctor Aguer aquí: https://adelantelafe.com/templos-desacralizados-y-religion-del-hombre-mons-aguer/

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    3. Estimado Rubén,
      le agradezco haberme indicado el texto de mons. Aguer.
      A la vista de su escrito, se confirma, lamentablemente, la deriva del pensamiento de este obispo argentino hacia posiciones de errores en la fe y hacia posiciones distantes de la comunión con el Papa, que se venían advirtiendo en sus artículos de los últimos años. Por supuesto, afirmo esto solamente en el ámbito del foro externo y sin querer juzgar su conciencia, lo cual compete solo a Dios. Es probable que mons. Aguer ya no llegue a ser capaz de advertir la gravedad de lo que afirma, por lo cual la responsabilidad de sus actos puede estar limitada.
      Afirmar que, en cuestiones de fe, exista una "distancia" -como dice Aguer- entre el pensamiento del Vicario de Cristo con el mandado de Cristo, o afirmar el Papa esté "alejado de la grande y unánime Tradición", o que los documentos Laudato sí y Fratelli tutti se puedan asimilar al "gnosticismo", no sólo es gravemente ofensivo hacia la persona del Romano Pontífice, sino que en sí mismas estas afirmaciones, al menos materialmente consideradas, constituyen un error contra la fe y promotoras de cisma.
      Como muchas veces lo he indicado, en el Vicario de Cristo es necesario distinguir su rol de Maestro de la Fe, ámbito en el cual Cristo mismo nos ha garantizado su infalibilidad, y sus aspectos humanos, por ejemplo, en cuanto habla o actúa como doctor privado y en aspectos que no tienen que ver con su oficio docente.
      Cuando el Papa nos habla como Vicario de Cristo, pone en juego nuestra obediencia a Cristo como Maestro de la Fe. Nuestra fe de católicos en Cristo nos es mediada por nuestra obediencia al Papa, por supuesto, se entiende, en cuanto nos enseña el Evangelio. Es obvio que fuera de este altísimo oficio que caracteriza al Papa en cuanto Papa, él es una persona falible y puede fungir simplemente, como suele decirse, como simple "doctor privado".
      Indudablemente esta doble línea de enseñanza del Papa puede ser mal entendida por católicos no preparados; y, por lo visto, nada impide que también Obispos y sacerdotes puedan cometer este tipo de malas interpretaciones.

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