jueves, 10 de noviembre de 2022

El buenismo: su definición, sus raíces, sus consecuencias (3/5)

El buenismo malinterpreta la relación entre el pecado y la gracia, para los buenistas, todos se salvan. Para la Sagrada Biblia, el paradigma del pecador, el candidato a la condenación, es precisamente la figura del hombre arrogante que no teme a Dios, sino que teme a los hombres. El buenista es el paradigma del traidor y del oportunista que no teme ofender a Dios, sino a esos hombres poderosos e influyentes, de quienes se espera una felicidad puramente terrenal y mundana. [En la imagen: fragmento de "Los pastores de Arcadia" (Les Bergers d'Arcadie), óleo sobre lienzo de Nicolas Poussin, 1628, Museo del Louvre].

El buenismo malinterpreta la relación entre el pecado y la gracia
   
----------Está bien claro que, dado que al cristiano no le interesa nada más que estar en gracia, nada desea más ardientemente que sentir la dulzura de la gracia, como dice el Salmista: "por la mañana hazme sentir tu gracia" (Sal 143,8; también Sal 90,14 y Sal 119,76); el cristiano nada teme más que el no estar en gracia, está supremamente interesado en saber cuándo está en gracia y cuándo no está en gracia, como para decir cuándo está en estado de justicia delante de Dios y cuando está en estado de pecado, para recuperar cuanto antes la gracia en caso de que la hubiera perdido por el pecado.
----------La gracia le asegura al cristiano una vida sobrenatural de participación en la vida divina en el ejercicio de las tres virtudes teologales de la fe, la esperanza y la caridad, además de ser guiado y movido por el Espíritu Santo, orientado a un fin último sobrenatural, la visión celestial del Dios Trinitario, fin muy superior al de las virtudes naturales, que es Dios amado por la simple voluntad natural. Por tanto, el cristiano se mantiene supremamente en el ejercicio de las virtudes teologales, que él prefiere a las simples virtudes humanas o naturales, por más que ellas estén presupuestas en el ejercicio de las tres virtudes teologales.
----------Por eso san Buenaventura enseña que la gracia, presente en el alma, es sentida con un sentido espiritual, que el teólogo franciscano compara al "tocar", mientras que santo Tomás de Aquino habla de un "gustar", haciendo referencia al Salmo: "gustad y ved qué bueno es el Señor" (Sal 33,9). Por eso santo Tomás insiste en el don de la sabiduría, que viene de saber, tener sabor.
----------El sabio, el experto en la gracia, el místico, para Tomás, es una persona sabrosa, que tiene sabor, pero que al mismo tiempo discierne los sabores y da sabor a los otros. No es una sal insípida, sino una sal que da sabor, que ofrece comidas sabrosas. Es una persona que sabe gustar, se entiende: un buen gustador o catador en las cosas del espíritu. Vuelve sabrosas y apetecibles las cosas del espíritu, y aburridas, o sea muestra cuán insignificantes y disgustosas son las vanidades terrenales y mundanas. En este sentido comunica la gracia, transmite la gracia, hace sentir la gracia, obtiene la gracia para sí y para los demás.
----------Un himno de completas, dirigiéndose a Dios, dice: "Te per saporem sentiant". San Agustín de Hipona, recordando la experiencia de su conversión, se dirige a Dios diciéndole: "me has tocado". La experiencia mística, como explica el padre Ambroise Gardeil, es la experiencia de este ser tocado por Dios o por la gracia (cf. La structure de l’âme et l’expérience mystique, Librairie Victor Lecoffre-J.Gabalda Éditeur, Paris 1927, vol.II, pp.240. 251, 255, 262). Por eso afirma el mismo san Agustín: "est sensus et animae".
----------Sin embargo, hay quienes, como Rahner, tomando como pretexto la inefabilidad y la misteriosidad de la gracia, sostienen que al hacer el exámen de conciencia, es imposible saber con certeza si el alma se encuentra en estado de pecado mortal, salvo para luego afirmar una "experiencia de la gracia".
----------Para salir de esta incerteza, Rahner aconseja creer sin más en la gracia, de modo similar a como lo hacía Lutero, aun cuando nuestra conciencia nos debiera reprochar por una culpa mortal, precisamente Rahner, que también absolutiza la conciencia cuando le viene cómodo o para rebelarse contra el Magisterio de la Iglesia. Pero esto no es sino una vergonzoso aprovechamiento de la bondad divina y de la Iglesia; esto no es más que hipocresía. ¿Cómo puedo considerarme inocente, si mi conciencia me lo reprocha?
----------De hecho, Rahner por una parte se muestra demasiado escéptico en el saber si estamos o no en gracia, y esto puede venir cómodo para estar exentos de nuestras responsabilidades; pero por otra parte Rahner nos asegura que podemos siempre experimentar la esencia de la gracia en nosotros, lo cual conviene a nuestra ambición de ser infalibles y siempre santos con poco gasto.
----------Por otra parte, se puede hablar de una experiencia de la gracia con referencia a sus maravillosos efectos en nuestra vida. El primer efecto de la gracia, la llamada gracia preveniente, que también conocía Lutero, es el de iluminar nuestra mente con la verdad de fe (esto sucede con el Bautismo); iluminada la mente, Dios endereza nuestra voluntad de mala, en cuanto está esclava del error, a buena, porque habiendo descubierto el verdadero bien, Dios, la voluntad Lo ama. Este es el proceso de la justificación.
----------Desde ese momento el alma comienza a desear a Dios no ya como simple supremo bien deseado por la razón y por la voluntad natural, sino a Dios en cuanto Trinitario, el Dios revelado por la fe y amado por la caridad. Por lo tanto, Dios ya no es sólo el fin último natural: conocer la esencia de la causa primera, sino que deviene un fin último sobrenatural: "verle cara a cara".
----------Ciertamente el hombre continúa siendo un débil pecador, sin embargo, en los momentos de necesidad, de angustia, de tristeza, en las derrotas, en las desilusiones, en las amarguras, en la duda, en la experiencia de la propia impotencia, en el miedo a la muerte, en el fracaso, en las desventuras, en las penas de la vida, en el desconcierto, en el abatimiento, en la desesperación, en la confusión por la conciencia del propio pecado, cuando es vencido por la pasión, cuando es abandonado por todos, sabe a quién acudir y sabe qué es lo que debe pedir con firme confianza de obtener: el socorro de la gracia.
----------Y en ese punto, la gracia viene inmediatamente, y también en sobreabundancia, más de lo que habíamos pedido, imaginado y esperado, al menos si pedimos bienes útiles para nuestro camino de salvación. Esta es la experiencia cristiana. La gracia, como dice frecuentemente el papa Francisco, es también una "sorpresa", porque llega imprevistamente e inesperadamente, no solicitada.
----------Ciertamente también la desgracia viene de ese mismo modo. Pero he aquí que, si nosotros pedimos inmediatamente la ayuda del Señor, ella llega inmediatamente, al menos para aliviar el sufrimiento, hacer aceptar y soportar la prueba, en unión con Jesús crucificado.
----------El Concilio de Trento precisa, de todos modos, que el punto fundamental a tener presente para no caer en la presunción y en la ilusión, es que no se trata de saber por fe que se está en gracia, sino que es necesario contentarse con los signos o indicios enumerados por el Aquinate (Sum. Theol., I-II, q.112, a.5), signos que, por lo demás, se refieren a un contacto inmediato afectivo con Dios, sin el añadido de conceptos a los de fe, como explica Gardeil, en virtud del don de la sabiduría.
----------La así llamada "turmerlebnis", la experiencia de la torre, lugar de un castillo de Wartburg en el que Lutero estuvo alrededor de 1513, en el cual precisamente él creía haber recibido de Cristo esa revelación. Se debe señalar entre otras cosas, la confusión que Lutero hace entre revelación pública y revelación privada, elevando esta al nivel de aquella. Este será un principio fundamental del subjetivismo protestante: "lo que pienso yo debe valer para todos, porque Dios está en mí y me lo ha revelado". ¿En qué basa Descartes la verdad relativa a la realidad externa? Sobre el hecho de que Dios se la ha revelado. ¿No identifica Hegel la razón con la revelación? ¿Y Heidegger no hace lo mismo? ¿Qué es la revelación del ser en Severino?
----------Vale tener presente la interesante distinción entre los conceptos del estar en gracia y del tener la gracia. Ahora bien, por una parte, estar en gracia es una cualificación de nuestro ser, es una elevación de nuestro ser; es el ser hijos de Dios, similares a Cristo; quiere decir divinizados, participando del ser divino del Hijo; es aquello que los Orientales llaman theosis: asemejarse a Cristo.
----------Por otra parte, tener la gracia, en cambio, evidencia la diferencia entre nuestra naturaleza creatural y la gracia, pues desde este punto de vista la gracia es un bien poseído por nosotros, un bien que se añade como accidente a nuestra naturaleza, pero que es de esencia divina. Sin embargo, es un bien creado, tanto es verdad esto que con el pecado tenemos la posibilidad de destruir la gracia.
----------Si la gracia fuera Dios mismo, como enseñaba Rahner, no podríamos destruirla y perderla, así como Dios no puede ser destruido. Y por eso Rahner es formalmente coherente cuando dice que no perdemos nunca la gracia, aunque su declaración sea objetivamente falsa.
----------Ciertamente, Lutero tenía razón cuando decía que "la gracia es extra nos", porque la gracia es divina y nosotros no somos Dios. Pero Lutero se equivocaba al negar que la gracia perfecciona nuestra naturaleza, de modo que el pecado es realmente quitado, aunque queda ciertamente la concupiscencia. Pero la concupiscencia, como explica el Concilio de Trento, no es pecado, sino sólo tendencia al pecado, tendencia que podemos frenar no pecando, precisamente con la ayuda de la gracia.
----------Respecto a esa famosa expresión de que "la gracia es extra nos", aclaremos que Lutero pretendía no sólo decir que la gracia está fuera de nosotros, o sea es divina, lo cual está muy bien, sino también que la justicia divina coincidente aquí con la misericordia (Rom 3,21) o bien la gracia es sólo la justicia de Cristo redentor, por lo cual no devenimos realmente justos, no se convierte en nuestra justicia, aunque sea por participación, sino que Dios nos declara justos mirando a Cristo, sin que nosotros lo seamos verdaderamente, como denuncia el Concilio de Trento. Se ha hablado de "justificación forense", pero no es exacto. Para Lutero, Dios no hace una declaración legalmente ficticia (fictio iuris), como sería por ejemplo el declarar por acuerdo sindical que un trabajador merece un salario aunque esté de vacaciones, por lo cual se finge legalmente que está en el trabajo, pero se hace una declaración falsa. Para Lutero, Dios cubre nuestros pecados así como un superior deshonesto cubre a alguien para que no sea descubierto y castigado. Por tanto, hablando con franqueza y sin rodeos: Dios condena el pecado, pero es cómplice del pecado.
----------Como hemos dicho, para el dogma católico el pecado es realmente quitado. Excepto entonces para retornar después de un cierto lapso de tiempo. Pero esto es inevitable y no debemos convertirlo en una tragedia. Aunque fuera un pecado mortal, basta con recurrir a la Confesión con confianza y serenidad para quedar liberados del pecado, sin las dañinas agitaciones emocionales de Lutero, y sobre todo no debemos decir con Lutero que la confesión es inútil. Sería como decir que no sirve lavarse la cara por la mañana, dado que al día siguiente vuelve a estar sucia. Ciertamente debemos dolernos y arrepentirnos de haber pecado, pero debemos aún más creer que la gracia de la Confesión nos purifica. Esta es la verdadera fe salutífera, no la que se ha inventado Lutero para poder pecar libremente sin perder el paraíso del cielo. Saber cuáles pecados hemos cometido no es imposible; basta con mirarnos dentro. Arrepentirse no es imposible: basta con quererlo.
----------En la posesión y en la experiencia de la gracia, por lo tanto, no se trata, como sostienen los ontologistas, bajo pretexto de una intuición del ser, de una visión inmediata de lo divino, y sin embargo se trata de una dulcísima pregustación terrena de esta beatitud celestial.
----------¿Cómo es que Lutero no habla nunca de eso? ¿No ha hecho nunca esta experiencia? ¡Si se había hecho monje, hubiera sido bueno haber tenido con Cristo un encuentro de gracia! Y como ciertamente sucede al apartarse de Él con el pecado, plena es nuestra libertad para retornar a Él, tan sólo con que lo queramos, mientras Él nos espera siempre con los brazos abiertos como el padre del hijo pródigo.
----------Si entonces a Lutero le importaba tanto la práctica del confesionario, ¿por qué esa convicción aterradora de permanecer en el pecado? ¿Le exigía demasiado a Cristo? ¿O se exigía demasiado a sí mismo? Exigía un conocimiento demasiado seguro de su estado ante Dios. Y Cristo, por su parte, se hace sentir, pero debemos tener la humildad de aceptar una cierta lejanía, una cierta incerteza, porque aquí todavía somos pecadores y no estamos todavía en el paraíso del cielo; aún no estamos salvados. Hay, pues, probablemente en Lutero una verdadera falta de humildad, bajo la aparente humildad de reconocerse pecador.
----------Excepto que dicha experiencia de gracia es accesible a cualquier alma en gracia. Por otra parte, liberarnos del estado de pecado mortal está enteramente en nuestro poder mediante la Confesión. ¿Y por qué después de la Confesión Lutero todavía se sentía culpable?
----------No soportando ulteriormente ese estado de ánimo, Lutero creyó en cierto momento recibir la famosa revelación de Cristo de que sería salvado, con tal de que creyera por fe ser salvo. Ahora bien, el Concilio de Trento no excluye que Dios conceda a algunas almas privilegiadas el saber no por conjeturas sino con total certeza que están en gracia. Pero Lutero pretendió má que esto, es decir, una certeza de fe, cosa que el Concilio de Trento excluyó, porque las verdades de fe son sólo las contenidas en el Símbolo.
----------Lutero cree que puede salir de su angustia adoptando, como le contestará el Concilio de Trento, una falsa y presuntuosa confianza en Dios, desprovista del temor de Dios. Es cierto que san Juan dice que el amor expulsa al temor, pero el apóstol Juan no intenta absolutamente eliminar el temor de Dios, que, como dice repetidamente la Sagrada Escritura, es el inicio y el culmen de la sabiduría, porque el mencionado santo temor nos da el sentido de nuestra relación con Dios y nos mantiene en el justo puesto delante de Él, infundiendo hacia Él ese sagrado respeto que nos permite obedecer religiosamente sus mandatos, prestar atención para no pecar y temer ofenderlo con la consecuencia de merecer sus castigos.
----------Para la Sagrada Biblia, el paradigma del pecador, el candidato a la condenación, es precisamente la figura del hombre arrogante que no teme a Dios, sino que teme a los hombres. El buenista es el paradigma del traidor y del oportunista que no teme ofender a Dios, sino a esos hombres poderosos e influyentes, de quienes se espera una felicidad puramente terrenal y mundana.
   
Para los buenistas, todos se salvan
   
----------El buenismo ha nacido de esta convicción luterana de salvarse sin méritos, ligada al respeto humano, bajo el apoyo de un Dios connivente y complaciente, falsamente misericordioso, convicción extendida luego desde Orígenes, Schleiermacher, Von Balthasar y Rahner a toda la humanidad.
----------Si el Deus absconditus luterano sigue siendo el Dios arbitrario y voluntarista de Ockham, el Dios que quiere tanto el bien como el mal, el Deus revelatus, que sería Cristo, el "Dios-para-mí", deja que yo haga todo aquello que me parece, pues le va siempre bien.
----------Por lo tanto, toda acción del hombre, para el buenista, es acción buena y santa, es cumplida en gracia de Dios. Y la gracia de Dios no es una cualidad o un accidente contingente del alma, que se adquiera y se pueda perder, sino que es un existencial permanente y necesario del hombre concreto. No es un don de Dios destruible con el pecado; sino que es Dios mismo. Por eso, para el buenista, el hombre en gracia es Dios. Suprimir la gracia significaría suprimir al hombre y a Dios.
----------Pero al mismo tiempo, para el buenista, toda acción del hombre es también pecado mortal, como ya sostenía Lutero. Ciertamente, esto el buenista no lo dice abiertamente, para no aparecer en contradicción. En cambio, Lutero no temía esta contradicción, porque para él la justificación no es real, sino que es una simple declaración de justificación. Dios ve que el hombre es pecador, pero hace como si no lo viera, no lo toma en cuenta. Aparta la mirada hacia otro lado, mira la justicia de Cristo.
----------Es claro que si todos están en gracia, el pecado (si acaso se encuentra a buenistas que todavía quieran hablar del pecado), sigue siendo sólo un nombre, un término vacío de sentido, ya que el pecado se opone a la gracia como la muerte se opone a la vida. Pero he aquí que en ello tenemos la paradoja del buenismo, que por una parte el mal es identificado con el sufrimiento (mal de pena), por lo cual para liberarse del sufrimiento no se retrae del pecado (mal de culpa), hasta el punto de justificar la eutanasia o el aborto o el suicidio, mientras que por otra parte se pone un límite a la bondad divina haciéndola convivir con el pecado, con el sufrimiento y con la muerte. Y si también el ladrón o el asesino o el violador o el tirano están en gracia y perdonados, pueden continuar tranquilamente en su conducta perversa, seguros de su impunidad.

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