Hay que tener presente una verdad sencilla pero fundamental: el verdadero y propio ateísmo es la negación del verdadero concepto de Dios. Por tanto, quien niega la existencia de un falso Dios no es ateo, sino que tiene razón en negar tal Dios, porque tal Dios no existe. Por ende, la pregunta es: ¿qué Dios testimoniamos y predicamos nosotros, los cristianos? ¿El verdadero, o uno falso? ¿No seremos, acaso, responsables en parte del actual ateísmo? [En la imagen: fragmento de "Las vírgenes sabias y las vírgenes necias", óleo sobre tela de Peter von Cornelius, de alrededor de 1813, Museo de Arte Clásico de Düsseldorf, Alemania].
El concepto de Dios
----------Hay que tener presente que el verdadero y propio ateísmo es la negación del verdadero concepto de Dios. Quien, por ejemplo, niega la existencia de un Dios mutable o pasible, no es ateo, sino que tiene razón en negar tal Dios, porque tal Dios no existe. El verdadero Dios es inmutable e impasible. Sería verdaderamente ateo quien negara a este Dios. La cuestión del ateísmo, como por lo demás la del teísmo, supone por tanto la posibilidad de la razón de formar un concepto verdadero de Dios.
----------En efecto, la razón humana no puede pensar nada sin concebir aquello que piensa, sin hacer de ello un concepto. Esto también vale para el pensar en Dios. Además, para toda cosa concebida, es necesario saber o verificar si el concepto es correcto o equivocado.
----------En el caso de la esencia de Dios, ¿cómo podemos saber si nuestro concepto es correcto o incorrecto? ¿Cuál es la regla para concebir, para pensar en Dios y para reconocerlo? (aquí no hay modo de abordar este tema importantísimo; me limito a recomendar el excelente libro del padre J.H. Nicolas OP, Dieu connu comme inconnu, Desclée de Brouwer, Paris 1966) ¿Cómo hacemos para saber si pensamos precisamente en Él o en otra cosa? Cuando pensamos en Dios, ¿qué pensamos? ¿Cómo nos lo figuramos?
----------No se debe tomar la excusa, como hace Rahner, de que Dios es "incomprensible" e "inefable" (Denz. 3001), citando a despropósito el Concilio Vaticano I, para negar un "concepto fijo" de Dios, olvidando que el mismo Concilio dice que Dios es "eterno" e "inmutable", por lo cual es evidente que el concepto de una realidad inmutable no puede ser mutable, de lo contrario corremos el riesgo de no tener ningún punto de referencia, de negar la identidad divina y de poner en este concepto todo y lo contrario de todo y de no distinguir ya a Dios de la creatura, o bien corremos el riesgo de que nuestra mente no tenga ningún asidero y se pierda en la nada, que es como decir el ateísmo. En relación a ese pensamiento que pone en el concepto de Dios a todo y lo contrario de todo, tal parece ser el concepto hinduista de Dios (el Brahman nirguna, es decir, sin formas) y quizás también el que se había hecho Nicolás de Cusa con su coincidentia oppositorum.
----------Como ya hemos visto no existen para el caso del conocer humano, como cree Rahner, conocimientos que sean "originarios pre-conceptuales y atemáticos" de Dios. Sólo Dios se conoce a Sí mismo originariamente, sin necesidad de hacerse un concepto de Sí. Lo que naturalmente no quiere decir que podamos tener de Él un concepto exhaustivo o abarcativo de Él. No lo tenemos de las realidades terrenas, que son finitas, figurémosnos si vamos a poder tenerlo de Dios, que es infinito.
----------Nuestro concepto, en efecto, nos da un contenido inteligible; no estamos en las tinieblas, sino en la luz; no somos ciegos; pero no podemos comprender -y por otra parte es lógico- el modo infinito con el cual la razón (ratio) significada se realiza en Dios. Sabemos, por ejemplo, que Dios es bueno; pero no sabemos la medida infinita de su bondad, es decir, cómo y cuánto es bueno.
----------Además, no tenemos de Dios un encuentro extraído de la experiencia de Él, porque Dios no es un dato empírico. Y tampoco Dios puede ser concebido como objeto primero o verdad inmediata y originaria de la razón, como "primum cognitum" (Sum.Theol., I, q.2, a,1), para expresarnos con santo Tomás, porque su existencia no es para nosotros inmediatamente evidente, como si fuera un principio primero de la razón, sino que su existencia debe ser descubierta y demostrada partiendo de la experiencia de las cosas, ("per ea quae facta sunt"), ellas sí inmediatamente evidentes. Por otra parte, Él es el principio de todas las cosas.
----------Es necesario entonces ver qué cosa es común a todas las cosas. Y esto es el ser. Por consiguiente, para formar el concepto de Dios, usamos fundamentalmente el concepto del ser. Este concepto se encuentra en la Biblia misma en Ex 3,14. Es interesante cómo santo Tomás, al preguntarse si Dios existe, responde con este pasaje de la Escritura (Sum.Theol., I, q.2, a.3), el cual, sin embargo, se refiere a la esencia de Dios, no a la existencia. De hecho, es evidente que, si Dios se le aparece a Moisés, no tiene necesidad de decirle que existe. En cambio, le revela Su identidad: "Yo Soy El Que Es". En este predicado fundamental, el más apropiado para definir la esencia de Dios, están implícitamente incluídos todos los atributos divinos.
----------De aquí vienen, por estrecha conexión lógica, todos los predicados racionales de Dios. Por lo demás, el concepto complejo de Dios, resultante del conjunto de estos predicados, que forma la teología natural o teodicea, sigue siendo válido incluso si se debiera descuidar o negar algunos atributos, como por ejemplo sucede en la teología protestante o modernista o musulmana. Todavía no se tiene ateísmo, pero se está en el camino de caer en él. En efecto, si se progresa en el recortamiento y se desciende, por así decir, por debajo del "límite de guardia", el concepto de Dios viene comprometido o falsificado o anulado.
----------Y así estamos en el verdadero y propio ateísmo. Debe notarse, sin embargo, que incluso el ateo, en el mismo momento en el cual piensa y usa su razón, no puede prescindir de ciertos predicados trascendentales, como, por ejemplo, podemos enumerar: "ser", "verdad", "bondad", "causa", "certeza", "necesario", "siempre", "fundamento", "principio", "fin", "razón", "absoluto", "incondicionado", que en todo caso, aunque sea a lo lejos, están conectados con la idea de Dios y pueden servirle para llegar al teísmo.
----------Puede existir un concepto implícito de Dios, por ejemplo bajo el de "realidad", "verdad", "bondad" o "justicia". Pero entonces se trata de explicitar el concepto ya existente, porque en todo caso ese concepto siempre debe estar ahí. También es necesario ser muy rigurosos y exigentes, como lo ha sido siempre el Magisterio de la Iglesia (muchas herejías condenadas por la Iglesia desde los primeros siglos se refieren a falsos atributos divinos o bien a la negación de ciertos atributos divinos), en la determinación y en la verificación de la validez de este concepto, tal como para poder reconocer a Dios y saber que es precisamente Él sin cambiarlo con otras cosas. Es necesario establecer con absoluta certeza y precisión, aunque utilizando el instrumento de la analogía, los atributos propios y exclusivos de Dios.
----------Se puede admitir una cierta imperfección o incompletud de las notas del concepto, pero no se debe descender por debajo de un cierto nivel, de lo contrario el concepto es falsificado, se desvanece y Dios deviene totalmente irreconocible, un simple ídolo o un objeto monstruoso, un poco como sucede con el retrato de una persona: si se eliminan algunos detalles secundarios, la persona sigue siendo reconocible; pero si se va más allá, su imagen desaparece o parece otra persona.
----------Así, el rostro de Dios tiene precisas connotaciones, a menudo definidas por el dogma del Magisterio de la Iglesia, de modo similar al rostro de una persona: deber del teólogo es retratarlo tal como es. En tal modo al menos el ateo sabe de qué se trata y le queda la posibilidad de rechazar este rostro o de hacerse un dios por cuenta propia. Ateo es quien rechaza esta imagen de Dios; no otras.
----------Hay, por lo tanto, un límite mínimo semántico por debajo del cual el concepto de Dios se desvanece, aun cuando se debiera mantener la palabra "Dios". El verdadero y propio ateísmo es la negación de todos los atributos, comenzando por el de la existencia, negación que se produce en este punto.
----------Quien admite a Dios, pero lo concibe como idea innata, como Descartes; o contrario a la razón, como Lutero; o lo ve sólo como principio de moral, como Kant, o como negación del ente, como Heidegger, o como Absoluto presente en la experiencia inmediata del ser, como Bontadini; o como mutable o pasable, como Rahner, o no está cierto de su existencia, como Küng, es todavía un teísta, que sin embargo se arriesga al ateísmo.
Las tergiversaciones de Hans Küng
----------Hans Küng [1928-2021], en su libro "¿Existe Dios?" (Ediciones Cristiandad, Madrid 1979) considera que no se puede dar una certeza racional ni de la existencia ni de la no-existencia de Dios, aunque Küng está personalmente convencido de la existencia de Dios.
----------Küng es partidario del regreso infinito en las causas (p.729), confundiendo evidentemente la causa física del devenir, que tiende a repetirse indefinidamente en el tiempo, con la causa ontológica del ser, que es atemporal e inmóvil, el kinùn akìneton de Aristóteles; por lo cual es la primera de la serie. Cabría preguntarse de qué depende esta falta de inteligencia ontológica y esta reducción del saber a la física.
----------Para Küng, la existencia misma es "problemática"; no hay razones que funden una certeza absoluta. Es evidente la reducción del saber, no sólo al plano físico, sino incluso a la opinión, donde falta certeza y es posible la opinión contraria. Así él sostiene que es preferible creer que Dios exista a que no exista, pero queda la imposibilidad de pruebas demostrativas de la existencia de Dios: "No cabe duda: el carácter demostrativo de las pruebas de la existencia de Dios está hoy superado" (p.728).
----------La existencia no es en absoluto "problemática", como dice Küng. La existencia es el primer dato certísimo y evidente del saber humano. Ciertamente existen formas problemáticas de existencia, donde aparece la duda, la antinomia, y son casos en que la razón no sabe cómo resolver la dificultad. Existen problemas insolubles, al menos por el momento, o cuya solución no es cierta y bien probada.
----------Pero lo problemático existe porque existe lo cierto. Yo comprendo que algo crea problema, porque lo comparo con certezas que ya poseo y que pueden guiarme en la solución del problema. La solución de un problema es precisamente la reducción de sus elementos a los principios ya conocidos por mí, que me sirven precisamente para la solución del problema.
----------Pero plantear desde el inicio del saber una realidad ella misma problemática, precisamente allí donde en cambio tengo necesidad de la premisa cierta y evidente para la solución de los problemas, significa negar la posibilidad de la solución de cualquier problema, y no sólo eso, sino también negar la existencia misma de los problemas, precisamente porque puedo darme cuenta de la existencia de un problema, en cuanto que lo pongo en relación con lo que ya sé con certeza.
----------De esta manera, entonces, es evidente que la afirmación de la existencia de Dios, que de por sí es conclusión de premisas ciertas, si estas premisas en cambio fueran "problemáticas", no podría a su vez sino ser una conclusión problemática. Y esto explica la posición de Küng, para quien no es cierto ni el teísmo ni el ateísmo, aun cuando el primero tenga mayor probabilidad. Küng habla del sí o del no para el teísmo, como si se debiera hacer apuestas por un partido de fútbol en el mundial de Qatar.
----------Se comprende entonces cómo, para Küng, de tales premisas se sigue que "el ateísmo no puede ser eliminado racionalmente; es irrefutable" (p.773). No sin embargo porque esté demostrado, sino precisamente porque es indemostrable. En efecto, así como es imposible probar, así también es imposible refutar. Así, tampoco el ateísmo es cierto: ni siquiera puede "ser establecido racionalmente: es indemostrable" (p.774). Por lo tanto, para Küng, el teísmo, como por otra parte el ateísmo, solo puede ser fruto de una "decisión" (p.774). Pero esta decisión carece de "seguridad" (pp. 777, 780).
----------Por consiguiente, según Küng, es necesario hacer un acto de "fe" (p.759) en Dios, fe que, sin embargo, no es la fe teologal, sino una "confianza en la realidad" de Dios (p.777), que sin embargo es y sigue siendo problemática. Es bueno admitir la existencia de Dios, pero no estamos ciertos de que el ateo esté equivocado. Como decía el cardenal Carlo Maria Martini, en la misma línea de Küng: "Cada uno de nosotros, aunque sea creyente, está en contínua discusión con el ateo que lleva dentro de sí".
----------Es evidente en la gnoseología de Küng el concepto erróneo de razón y en consecuencia la idea errada de conocimiento, donde falta la certeza del saber y todo juicio se resuelve en opinión: una teoría escéptica bien conocida en la historia y muchas veces refutada con la simple observación de que, si todo juicio es opinable, este principio a su vez será opinable, por lo cual la teoría se refuta a sí misma.
----------Por el contrario, debemos objetar que: la cuestión de la existencia o no existencia de Dios, en cambio, es una cuestión sumamente seria, que involucra a la ciencia y no a las opiniones en absoluto. Si la mente humana puede llegar a la verdad acerca de algo, esta cuestión de la existencia o no existencia de Dios es una de esas que más que otras, siguiendo el método correcto, nos ponen frente a la verdad, y una verdad que da sentido a toda la vida humana y decide nuestro destino.
----------Por lo tanto, no hay "dialéctica trascendental" que se sostenga, no hay excusas: todos los hombres estamos puestos inexorablemente e inevitablemente frente a la realidad que no es en absoluto una realidad "problemática", sino clarísima y certísima, sin que podamos sustraernos.
----------Ciertamente, es una cuestión difícil y oscura para nuestra razón empañada o borrosa, y que repugna a nuestro orgullo, a nuestra mezquindad y a nuestra desmesurada necesidad de independencia. Pero todos, tarde o temprano, de un modo u otro, por los caminos más diversos, nos encontramos cara a cara con la realidad de Dios, aunque tratemos de huir de Él: "¿A dónde iré para estar lejos de tu espíritu? ¿A dónde huiré de tu presencia? Si subo al cielo, allí estás tú; si me tiendo en el Abismo, estás presente" (Sal 139,7-8).
----------Si no lo buscamos nosotros, Él se ocupa de hacerse oír y de hacerse ver. Pero no deberíamos llegar a este punto. Todos deberíamos sentir sed de Él: "Como la cierva sedienta busca las corrientes de agua, así mi alma suspira por ti, mi Dios" (Sal 42,2). Por los signos que nos deja, por las pruebas que nos da, por los dones que nos hace, por los testimonios que nos deja, debemos saber elevarnos a Él.
----------No el ateísmo, sino el teísmo es irrefutable. Es cierto que el ateo tiene sus argumentos: la existencia del mal en el mundo, la necesidad de libertad, la autosuficiencia del hombre y de la naturaleza, el carácter abstracto de la metafísica, el salto del efecto finito a una causa infinita, la posibilidad de una cadena causal infinita, la impotencia de la razon. Sin embargo, todos estos argumentos pueden ser respondidos.
----------Por el contrario, el teísmo es la respuesta a las exigencias más profundas y más altas y a las necesidades más vitales e íntimas de nuestra razón, de nuestro corazón y de nuestra existencia. Todo bien nos viene de obedecer a Dios y todo mal nos viene de alejarnos de Él. Indudablemente, es necesario vencer la resistencia dictada por la soberbia, triste herencia del pecado original. Es ésta, en el fondo, la que fomenta y alimenta el ateísmo, dando al hombre una ilusión de grandeza y de libertad.
----------Demostrar al prójimo la existencia de Dios no es sólo transmitirle una hermosa lección de escuela, en la cual presentamos las cinco vías de santo Tomás de Aquino, ni un despliegue de habilidad dialéctica, sino que es y debe ser el trabajo de toda vida, porque infinitas son las pruebas de la existencia de Dios, que cada día podemos y debemos reconocer y mostrar a los demás.
----------La situación de los ateos es necesario tomarla a pecho, porque cada ateo es un caso en sí mismo. Este es uno de los mayores llamamientos que nos hace el Concilio Vaticano II, que todavía hoy es muy desatendido o ignorado. Los diálogos de la Santa Sede o del cardenal Ravasi van bien, pero sobre todo debemos preguntarnos "con angustioso amor": ¿qué es de mi hermano?
----------Que Küng y Rahner no vengan a contarnos fábulas de hadas y duendes. En el juicio universal, como se desprende de Mt 25,31-46, todos los hombres deberán rendir cuenta a Cristo de lo obrado. Lo que significa evidentemente que todos, conscientemente o inconscientemente, implícitamente o explícitamente, saben que Dios existe y que a Él debemos rendir cuentas de nuestras acciones.
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