miércoles, 9 de noviembre de 2022

El buenismo: su definición, sus raíces, sus consecuencias (2/5)

La concepción buenista del pecado, como toda la concepción ética buenista, supone un determinado género de antropología. Básicamente, la antropología buenista supone una confusión entre metafísica y moral, en la que fácilmente se descubren ideas que derivan de Martín Lutero. [En la imagen: fragmento de "Arcadia felíz", pintura de Konstantin Yegorovich Makovsky, óleo sobre lienzo de 1890].

La antropología del buenista
   
----------Como la concepción ética se deriva de la antropológica, la concepción buenista del pecado supone una antropología según la cual el hombre no es un sujeto dotado de libre albedrío, con una voluntad orientada a obrar y a amar el bien, sino al mismo tiempo tentada a hacer el mal; una voluntad dividida en sí misma, porque por una parte, en cuanto movida por Dios, estimula a la consecución de su verdadero bien, que es Dios, en la observancia de la ley moral; pero por otra parte, en cuanto heredera de la culpa original, empuja hacia la maldad; una voluntad dividida y divisiva, que busca la discordia y el conflicto antes que la unión y la paz, una voluntad que tiende a rebelarse y a desobedecer a Dios y a la ley moral, a preferir los bienes materiales antes que los espirituales, para acabar por ceder a la atracción de falsos bienes, de ilusorias perspectivas de felicidad, a la concupiscencia y a los estímulos de la carne y de las malas pasiones.
----------Si bien para el buenista no existe el libre albedrío, que para el buenista vale sólo para las contingencias de la vida cotidiana, el hombre para el buenista es sin embargo una libertad lanzada hacia la trascendencia en una opción atemática fundamental por Dios sostenida por la gracia, opción efecto de la experiencia trascendental precategorial del ser y de Dios, según la visión de Rahner y de Lotz.
----------Esta experiencia en la gnoseología buenista corresponde a una visión idealista y materialista a un mismo tiempo, por la cual el hombre, en su actividad cognoscitiva, no se siente en contacto con una realidad externa, objetiva y sensible, para elevarse de ella al conocimiento del mundo del espíritu: la autoconciencia, la percepción de los valores filosóficos, metafísicos, morales, religiosos y teológicos.
----------Por el contrario, el hombre se concibe como un sujeto autoexistente, originario, absoluto e increado, que resulta de la yuxtaposición de dos sujetos incompatibles entre sí, según la antropología cartesiana: un espíritu, res cogitans, cuyo objeto de conocimiento no es el ser, sino el ser pensado; y un cuerpo mecánico, res extensa, que supone la confusión de la vida con el mecanismo, un hombre cuya actividad cognoscitiva está cerrada al espíritu y limitada a las cosas materiales, entendidas, pero no en sí mismas, sino en cuanto percibidas, de modo que la gnoseología empirista y materialista viene a conjugarse con la idealista, con la diferencia de que mientras para la primera el ser es lo pensado, para la segunda el ser es lo percibido.
----------Así lo ridículo es que un Berkeley, que declara negar incluso la existencia de la materia, al final es un perfecto materialista como Hume, que resuelve todo el ser en lo sentido y experimentado. Así también el idealista, que identifica el ser con el ser pensado, acaba en el materialismo, ya que el ser es también el ser material, por lo cual si la materia es la materia pensada, entonces el pensamiento es una realidad material. Si la materia es pensamiento, entonces el pensamiento es materia.
   
Confusión entre metafísica y moral
   
----------Las raíces metafísicas del buenismo implican una moral confundida con la metafísica. Así como para la metafísica el ente como tal, todo ente, es bueno, el buenista deduce que el hombre, todo hombre, por el simple hecho de ser un hombre, es decir, un ente, es bueno, está naturalmente inclinado a actuar por Dios, por lo cual es moralmente bueno, de hecho está en gracia de Dios, y por tanto tiende eficazmente a Dios. Esta es la posición de Rahner. En efecto, Rahner reduce la gracia suficiente a la gracia eficaz y dice que toda gracia y la gracia viene dada a todos, es eficaz, es decir, conduce infaliblemente a la salvación.
----------Pero estas raíces metafísicas del buenismo derivan a su vez de la identificación e igualación idealista del pensamiento con el ser y de la reciprocidad entre ser y pensamiento: el pensamiento depende del ser, pero también el ser depende del pensamiento. Sus fórmulas son conocidas: la cosa es el concepto de la cosa; lo real es lo ideal; lo racional es lo real; el ser es el pensar; la esencia del ser es el conocer; el ser es ser consciente; el pensamiento es intrascendible; el objeto del pensamiento es lo pensado o el acto del pensar; el ser y el conocer constituyen una identidad originaria; el ser es su subjetividad; el ser por su naturaleza es autoconciencia; el yo pone al no-yo en el yo, y formulaciones similares.
----------Se sigue la consecuencia de que el hombre depende de Dios, pero también Dios depende del hombre; como dice Hegel: "Dios no es Dios sin el mundo". Dios pierde su absolutez, por lo cual no puede existir sin el hombre. Sobre el plano moral surge entonces la consecuencia de que Dios sí es bueno, pero también el hombre es bueno. Pero entrambos lo son limitadamente y capaces de pecar. De modo que Dios corrige al hombre, pero también el hombre corrige a Dios.
----------Al respecto de ello, esta concepción parece ya vislumbrada en la concepción luterana de la Encarnación, donde parece perderse de vista que Dios no se ha encarnado por esencia sino por voluntad, de modo que surge un Dios que no es por sí independientemente de mí, sino un Dios-para-mí. Si Dios es el fin del hombre, sin embargo, también el hombre, como dice Rahner, es el "destino de Dios". Si Dios no fuera Cristo, no sería Dios ¿Y entonces el Dios del Antiguo Testamento? Es un Deus absconditus tiránico y cruel: Lutero marca un retorno del marcionismo, con el mismo inquietante antisemitismo que conducirá al nazismo.
----------Esta sería la explicación del mal; no puede ser evitado ni por el hombre ni por Dios, porque la bondad, para el buenista, es limitada, tiene siempre una relación con la maldad. Dios corrige la maldad del hombre, pero también el hombre corrige la maldad de Dios. Dios, por lo tanto, no es bondad absoluta, porque no puede existir sin el hombre. Los hombres han provocado Auschwitz; pero tampoco Dios ha podido ni querido remediarlo. Dios no quita el sufrimiento, sino que sufre con el hombre (teopasquismo).
----------De esta manera, el buenismo, detrás de una fachada de bondad y de ternura, de piedad y de misericordia, esconde en realidad la crueldad y la injusticia. El buenista ama hacerse pasar por persona comprensiva, tolerante, liberal, de mente abierta, compasionable, siempre atenta a las necesidades de los pobres, de los pequeños, de los que sufren, de los enfermos, de los oprimidos, de los marginados, de los desechos de la sociedad, de aquellos en los cuales no piensa nadie.
----------Una cosa a tener bien presente a propósito del buenismo es que no debemos identificar tout court la misericordia con la compasión. El buen samaritano ciertamente tiene compasión por el pobre viajero herido, pero no se detiene en la compasión; trabaja duro para aliviarlo de su miseria. En cambio, el misericordista se limita a la sola compasión, porque considera ineliminable el sufrimiento. El buenista lo pone incluso en Dios. Para el buenista o misericordista (como se prefiera decir), Dios no es omnipotente, aunque es bueno y piadoso. No logra conjurar o evitar los desastres y las grandes calamidades (típico es el mencionado ejemplo de Auschwitz) y no tiene la fuerza para repararlos. No llega a hacer justicia ni a reparar las injusticias.
----------Pero entonces surge el gran inconveniente, que si Dios no castiga, los malhechores quedan impunes y se sienten libres para pecar. ¿Pero por qué para el buenista el sufrimiento es un absoluto incausado e inexplicable y presente incluso en Dios? Porque el buenista es esclavo de la dialéctica hegeliana, según la cual el mal, que Hegel llama lo "negativo", es una necesidad lógica; y así como Hegel, como buen idealista, confunde lo lógico con lo real ("lo que es racional es real"), sucede que él no sabe ver el mal sobre el plano de la realidad, como privatio boni debiti, sino simplemente como concepto necesario al concepto del bien.
----------En tal modo, como en lógica el concepto de bien no puede existir sin el concepto del mal, que es lo no-bueno, así en realidad, para el buenista, el mal deviene necesario para la existencia del bien. En tal modo, deviene imposible un Dios como bondad absoluta y el mal entra en el concepto mismo de Dios. Por eso, para el buenista, el mal es bueno, porque es necesario al bien. Para el buenista no puede existir un mundo sin el mal. Por eso, el mal deviene normal y natural. Todo es bueno y todo a la vez es malo.
----------Por consiguiente, el buenismo reduce el mal a la pura negación de ser, al simple no-ser, reduce el mal a la finitud. En tal modo, el ser finito es un mal, como ya lo había pensado Leibniz. De ahí la tarea del hombre de rechazar su finitud, no sólo la de los defectos, sino también la de las cualidades naturales o esenciales, bajo pretexto de que el progreso moral nunca debe tener límite.
----------Pero la observación que debe hacerse es que una cosa son los límites esenciales de la naturaleza humana queridos por Dios y otra cosa es el límite de la acción humana fáctica, existencial, histórica y concreta. Se entiende que en el actuar debemos mejorarnos y corregirnos continuamente y proponernos objetivos siempre más altos. San Agustín de Hipona decía que la caridad que no progresa y no aumenta no es caridad. En tal sentido, vale el proverbio "quien se detiene está perdido".
----------Pero esto no debe entenderse en absoluto en el sentido modernista, que confunde la firmeza y la solidez con la rigidez y el atraso, y no quiere decir en absoluto, como creía Rahner con todos los idealistas alemanes, que el hombre pueda y deba por sí (o casi poseyera por sí originariamente) una fuerza divina, o sea la "gracia", para superar los límites de la propia naturaleza creada a imagen de Dios y por tanto establecida por Dios, el hombre como animal racional, como si esta naturaleza fuera una envoltura accidental y coartante, que debería ser rota o en todo caso superada, sin por ello abandonar su empiricidad e historicidad para poder expandir el propio espíritu y la propia potencia vital hasta el nivel del Absoluto.
----------Superar el límite no debe significar en absoluto, como creía Rahner, que el hombre sea constitutivamente el "ser de la trascendencia", que el hombre sea originaria "unidad de conciencia y de ser", para la cual la gracia divina no sería otra cosa que la "autotrascendencia del hombre en Dios" y la "autocomunicación divina al hombre", entendido a sí mismo como trascendente, por lo cual Dios no trasciende al hombre, sino que el hombre es el mismo trascenderse en Dios. ¿Debe entonces tener que terminar la distinción entre la naturaleza y la gracia? ¿Qué digo: entre el hombre y Dios?
----------La metafísica que está en la base de la antropología buenista identifica al hombre con el ser y al ser con el ser absoluto. El hombre, por tanto, no es un ente categorial, que abarca una esfera limitada del ser, es decir, la composición de esencia y ser, materia y forma, ideal y real, uno y múltiple, ser y actuar, sustancia y accidentes, potencia y acto. Para el buenista el hombre es el ser absoluto o, como dicen los idealistas, el hombre es "subjetividad trascendental", lo que es como poner al hombre en el puesto de Dios. Se comprende, entonces, por qué el hombre es absolutamente bueno y no hace ningún mal, por qué Dios es bondad infinita. Pero ¿por qué es esto? Por el simple motivo hegeliano de que el bien y el mal se identifican.
----------Pero este idealista que es el buenista, no debe creer que puede salirse con la suya tan barato, porque con esta tesis se mete en un lío trascendental, del que ya no puede salir. En efecto, el mal está de todos modos presente en el mundo y es un consuelo muy pequeño creer que podemos resolver el problema con el vano intento de legalizar el mal reconduciéndolo a la finitud y al simple no-ser. El único resultado de esta pseudo-solución buenista es el de llamar bien al mal y de ponerlo en Dios mismo.
----------Por eso, si en metafísica el mal no existe porque ella considera sólo al ente como tal y todo ente es bueno, como posible objeto de la voluntad y del amor, si el bien no es Dios mismo, es creado por Dios, Quien hace bien todo lo que hace. El hombre, en cambio, en su conducta moral, es decir, en su actuar en relación con su bien, en virtud del libre albedrío, puede rechazar su verdadero bien; y, sin embargo, el hombre sigue siendo ontológicamente bueno en cuanto ente. Deviene malo sólo moralmente, porque con su pecado falta a su verdadero bien, establecido por Dios y por la ley natural. Al buenista le falta el concepto del pecado porque identifica al hombre con el ente, que por su esencia tiende al bien y a Dios.
----------Ahora bien, la acción metafísica del ente es siempre buena; todo ente actúa siempre en vista de un fin; su acción no es nunca carente ni defectuosa, no es nunca mala, no falla nunca, sino que siempre obedece a la ley física establecida por Dios. Todos los entes de la naturaleza infrahumana, minerales, plantas y animales, actúan siempre en perfecta obediencia a las leyes queridas por Dios, las cuales regulan y dirigen su acción. Y si es cierto que en el mundo de la vida física existe la enfermedad, el sufrimiento y la muerte, también estos fenómenos se desenvuelven según leyes químicas, también ellas establecidas por el Autor de la naturaleza. Ahora bien, todo lo que sucede según la ley es bueno y racional.
   
Ideas de Lutero en la raíz del buenismo
   
----------El buenismo es la solución soporífera y pseudoconsoladora del famoso drama del joven monje Lutero, angustiado por el terror de no saberse librar del pecado, ni siquiera con la confesión y con las más ásperas penitencias. Se tomó demasiado en serio ciertos pasajes de la Sagrada Escritura, que parecen aludir al hecho de que a causa del orgullo oculto el hombre no puede saber si es aprobado o desaprobado por Dios. Lutero malinterpreta además el concepto paulino de la predestinación, como si fuéramos juzgados por Dios no según justicia y verdad, sino según una voluntad sin motivo y sin razón.
----------Los buenos no pueden esperar el premio y los malos no tienen que temer el castigo, porque Dios, que hace lo que quiere, se reserva el derecho de actuar para castigar a los buenos y premiar a los malos. Por lo tanto, un concepto erróneo de la libertad divina, separado de la verdad y de la justicia.
----------Dios es libre de contradecirse y de desmentirse porque su libertad lo haría superior al principio de no-contradicción, Dios está "más allá del bien y del mal", como dice Nietzsche. Lutero, de acuerdo con Ockham, no entendía que la identidad o determinación del ente es propiedad del ente, por lo cual Dios, supremo ente, es suprema identidad. Por tanto, Dios no está sujeto como nosotros al principio de no-contradicción, sino que es su fundador. Este es el sentido de la dialéctica hegeliana de la contradicción. Como ya decía el Cusano, el principio de no-contradicción vale para nosotros, no para Dios, el cual es libre de hacer lo que quiera sin tener que rendir cuenta a nosotros, que siempre debemos darle la razón, confiar en Él y fiarnos de Él. Si Dios dice que 2 + 2 = 3, debemos decir que es verdad. Pero así ¿dónde acaban la bondad y la sabiduría divinas? Dios quiere criaturas inteligentes, no quiere llevarnos de las narices y no quiere lamebotas.
----------Además, Lutero había heredado de Ockham el concepto de un Dios como pura voluntad extraña a la razón, por lo tanto un Dios que juzga, premia y condena no en base a la verdad, sino sólo en base a la voluntad, una voluntad no fundada sobre la verdad, sino sobre si misma. De ahí la imposibilidad de una comunicación y comunión del hombre con Dios sobre la base de la verdad. El hombre se siente juzgado por un Dios tiránico que no da ningún motivo razonable de lo que hace, sino que actúa cruelmente sin motivo alguno.
----------Tal teología metafísica, tal concepción de Dios se basa en una idea del ser, según la cual no existe ninguna semejanza entre el hombre y Dios. En tal modo, el hombre no es en absoluto una imagen de Dios, sino que Dios es del todo extraño al hombre y el hombre no está sujeto a Dios como a un Padre, sino a un déspota enemigo del hombre, deseoso sólo de dominar al hombre, un Dios que se complace en culpabilizar al hombre, un Dios no salvador, sino un Dios envidioso destructor y acusador, un Dios cuyo ser no es análogo al nuestro, sino equívoco, por lo cual su conducta hacia nosotros resulta irracional y no confiable. De este modo, Lutero confundía la insondabilidad de los decretos divinos con un inexorable y aterrador destino, francamente pagano, que nos domina y aplasta, sin que tengamos ninguna vía de escape.
----------¿Pero, entonces, qué Dios es éste? ¿Cómo es que Lutero no se ha dado cuenta de que este falso dios es en realidad el demonio? Es cierto que Dios se nos puede aparecer bajo el aspecto del demonio, sub contraria specie, como dijo el propio Lutero, y viceversa. Lo cual supone, gracias a Dios, que él también sabía distinguir, porque si yo me doy cuenta de confundir es porque sé distinguir.
----------Lutero, para encontrar la paz del alma, habría podido y debido contentarse con los tres signos por los cuales, como enseña santo Tomás de Aquino (Summa Theologiae, I-II, q.112, a.5), podemos conjeturar que estamos en gracia: el deleitarnos de las cosas divinas, el desprecio por la mundanidad y el no advertir la presencia de culpas en la propia conciencia. En efecto, Lutero amaba mucho la Palabra de Dios, estaba movido por una profunda ansia reformadora, y practicaba una severa ascesis. ¿Cómo es que no sentía la gracia en su alma? ¿Por qué tenía tanto terror de no estar en gracia?

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