jueves, 3 de noviembre de 2022

A una década del "Año de la Fe"

Hace una década iniciábamos en la Iglesia el "Año de la Fe", instituído por el papa Benedicto XVI y llevado a cumplimiento por el papa Francisco I. El recuerdo de los propósitos originarios de aquel Año Santo puede llevarnos a reflexionar sobre la necesidad actualísima de retomar aquellas motivaciones y expectativas, que todavía hoy, y más que nunca hoy, tienen plena vigencia. [En la imagen: el papa Benedicto XVI en una fotografía de fines del 2011, al instituir el Año de la Fe, desde el 11 de octubre de 2012 al 24 de noviembre de 2013].

----------Una década atrás comenzábamos a vivir en la Iglesia el Año de la Fe. Instituído por el papa Benedicto XVI, se iniciaba el 11 de octubre de 2012 y, tras su desarrollo, el nuevo papa, Francisco I, escribía, sobre los apuntes del papa Ratzinger, la Carta Encíclica Lumen Fidei, acerca de la Fe, que hacía pública el 29 de junio de 2013, una "encíclica escrita -como dijo el propio Francisco- a cuatro manos".
----------Aquella idea del actual papa emérito resultó ser más que oportuna y ciertamente providencial, aunque no era de sorprender que Benedicto haya tenido tal iniciativa. Después de todo, ¿cómo podríamos pensar que no fuera sensible a la cuestión de la fe quien, además de ser Vicario de Cristo, había sido durante veinte años el prefecto del Dicasterio Romano designado para corregir a los que yerran en la fe?
----------Para lanzar y orientar su iniciativa, Benedicto XVI publicó el motu proprio Porta Fidei del 11 de octubre de 2011, una carta apostólica rica de motivos, de incitaciones y de ideas, por lo que acerca de algunas de ellas, que me han parecido particularmente significativas, me gustaría detenerme brevemente. Ya he tratado en otras ocasiones sobre la encíclica Lumen Fidei del papa Francisco, por lo cual ahora me ha parecido oportuno volver a la carta Porta Fidei, para recordar los propósitos originarios de aquel Año de la Fe, y reflexionar sobre ellos, considerando que sus directrices siguen siendo hoy actualísimas.
----------El papa Benedicto, al inicio de su Carta apostólica, menciona el "fundamento de la Fe", que obviamente para el fiel católico es Cristo mismo, que se revela al hombre con su divina autoridad y con los signos de credibilidad (vale decir, los milagros y las profecías) de los cuales habla el Concilio Vaticano I. Es necesario, sin embargo, distinguir este fundamento divino que empeña a nuestro Señor Jesucristo mismo y a su Espíritu de Verdad, de la virtud y del acto de la fe, que nos conciernen a nosotros, aunque naturalmente siempre en cuanto iluminados por Cristo. Sin embargo, si el primero puede llamarse fundamento objetivo de la fe, este segundo aspecto puede llamarse fundamento subjetivo de la fe.
----------Ese fundamento subjetivo (el pius credulitatis affectus del cual habla el Concilio Vaticano I) consiste preliminarmente en la percepción y en la aceptación de las razones o motivos del acto del creer, es decir, en la percepción de los signos de credibilidad, precisamente los milagros y las profecías y, en consecuencia, en nuestra adhesión responsable e inteligente a la Palabra de Dios que Cristo nos comunica a través de la Iglesia bajo la inspiración del Espíritu Santo.
----------El Papa menciona más adelante la importancia del camino que conduce a la fe y en el cual debemos ayudar a quienes están abiertos a la verdad cristiana y aún no la han encontrado: "No podemos olvidar que muchas personas en nuestro contexto cultural, aún no reconociendo en ellos el don de la fe, buscan con sinceridad el sentido último y la verdad definitiva de su existencia y del mundo. Esta búsqueda es un auténtico 'preámbulo' de la fe, porque lleva a las personas por el camino que conduce al misterio de Dios. La misma razón del hombre, en efecto, lleva inscrita la exigencia de lo que vale y permanece siempre" (n.10). Aquí también estamos en el campo de competencia de la teología fundamental.
----------El Papa señala luego los propósitos del Año de la Fe: "redescubrir y profundizar la fe" con espíritu de "conversión", y de aquí tomar el impulso para la nueva evangelización que hoy es más urgente que nunca.
----------Podríamos preguntarnos en qué puede consistir esta "conversión" en el campo de la fe, de la cual habla el Papa. Evidentemente, tal conversión consiste en la corrección de eventuales errores en la fe en los cuales, tal vez también sólo involuntariamente, hubiéramos incurrido. Por tanto, tal conversión consiste en una información más atenta, humilde y fiel de aquellos que son los auténticos contenidos de la fe en plena confianza en el Magisterio de la Iglesia. Corregir estos errores no sólo en nosotros mismos sino también en los otros, una vez que los hayamos constatado y que estos otros se dejen corregir.
----------El Papa en efecto no ignoraba, como él mismo dice, que "una profunda crisis de fe ha afectado a muchas personas" (n.2). No era la primera vez que el papa Benedicto hablaba de la actual crisis de fe, y su aseveración se ve todavía confirmada por la opinión de autorizados estudiosos, los cuales desde hace tiempo han señalado que en la larga historia del cristianismo nunca ha habido en lo interno de la Iglesia una crisis de fe de "en lo alto y en lo bajo" de las proporciones tan graves y amplias como la de hoy, sin que por otra parte muchos se den cuenta ni le den peso y que por lo tanto tampoco se recurra a los debidos remedios.
----------Indudablemente, se ha extendido una enorme ligereza o irresponsabilidad en el campo de las doctrinas de fe -el famoso "relativismo"-, como si esas doctrinas católicas fueran algo optativo o facultativo o no tuvieran ninguna incidencia en la "vida" o pudieran ser libremente determinadas por cualquier cristiano según sus gustos o su propia conciencia subjetiva. Muchos "católicos" parecen decir: "dejemos que el Papa hable y diga lo que quiera, al fin y al cabo eso no nos afecta, y así podemos seguir haciendo lo que nos plazca".
----------Desgraciadamente, estos no parecen sino ser los frutos amargos del llamado "libre examen" de origen protestante luterano, pero que ahora se ha extendido también en nuestros ambientes católicos, a causa de un mal entendido ecumenismo. ¿Podríamos imaginarnos algo parecido en el campo de la medicina o de la salud pública o de la convivencia civil? ¿Si así sucediera en esos ámbitos, no se iría todo al infierno? ¿No sería eso algo intolerable? ¿No intervendríamos inmediatamente con drásticas medidas?
----------¿Y por qué tal inconsciencia o indiferencia en el campo de la fe, que pone en peligro nuestro destino eterno? Pero entonces, ¿verdaderamente creemos en este destino eterno? Y si decimos que somos "católicos", ¿por qué no confiamos en el Magisterio de la Iglesia y, en cambio, creemos que la verdad (si creemos en la verdad) está de nuestra parte o en el teólogo de moda o en nuestra "corriente"? Si el principio visible de la comunión católica es, como bien lo sabemos, el Vicario de Cristo, el Sucesor de Pedro, ¿entonces por qué nuestra fe no se basa en la humilde y firme confianza en la Palabra de Cristo enseñada y explicitada por su Vicario? ¿Cómo pueden darse incluso las disidencias doctrinales con el Magisterio pontificio y las arrogantes desobediencias a sus directrices pastorales y disciplinares que hoy existen?
----------En su Carta, el papa Benedicto luego recuerda más bien que "la Palabra de Dios es transmitida por la Iglesia de manera fiel" (n.3): pero ¿cuántos de entre nosotros, católicos (obviamente, no me refiero a los protestantes) todavía creemos en similares declaraciones? El papa Ratzinger también recuerda lo que dijo un día san Paulo VI, a saber, que "es necesaria una auténtica y sincera profesión de la misma fe" (n.4).
----------A decir verdad, éste es un grave punctum dolens, que nos lleva a preguntarnos: ¿estamos todos de acuerdo en la misma fe? ¿No nos hacemos con demasiada frecuencia nuestra propia "fe"? ¿Cuántos de nosotros estamos convencidos de la inmutabilidad de los conceptos de fe? ¿O tal vez muchos de nosotros están engañados por el evolucionismo propio del modernismo? El Papa recuerda esta característica esencial del catolicismo: debemos "conocer y transmitir mejor -dice- a las generaciones futuras la fe de siempre" (n.8): de ahí la inmutabilidad de las verdades de fe y de las nociones que las expresan.
----------Junto a la adhesión a "la fe de siempre", al mismo tiempo, sin embargo, no cesa nunca y no debe cesar nunca un conocimiento siempre mejor del dato de fe. He aquí el progreso dogmático. Dice el Papa: "Los contenidos esenciales que desde siglos constituyen el patrimonio de todos los creyentes tienen necesidad de ser confirmados, comprendidos y profundizados de manera siempre nueva, con el fin de dar un testimonio coherente en condiciones históricas distintas a las del pasado" (n.4).
----------Una observación que al respecto habría que hacer, y aquí me uno a muchas voces de católicos auténticos, voces que hoy se están multiplicando, que es necesario, claro que sí, recibir las nuevas doctrinas enseñadas por el Concilio Vaticano II basadas en las verdades de fe tradicionales, pero es necesario también examinar seriamente la oportunidad o la necesidad de revisar algunas directivas pastorales o jurídicas, las cuales, después de sesenta años de experiencia, han demostrado no conducir a aquellos frutos que inicialmente se esperaban y que en realidad han dado resultados negativos. ¡Pero cuidado!, prestemos debida atención en distinguir, por un lado, las doctrinas nuevas del Concilio Vaticano II, en cuanto tales infalibles y en línea de continuidad con la divina Revelación, y por otro lado, la nueva pastoral del Concilio, sobre la cual al fiel católico le es lícito formular respetuosamente su fundado disenso.
----------Es necesario ver si no será oportuno retomar, en el campo litúrgico, pastoral o disciplinario, algunas prácticas que en el pasado han dado buenos frutos, mientras nos estamos dando cuenta de que el haberlas abandonado produce frutos amargos. No sería la primera vez que la Iglesia ha tenido que modificar, abolir o cambiar leyes o disposiciones que, con la prueba de los hechos, se revelan contraproducentes o dañosas. A menudo, un Concilio viene para remediar errores pastorales (¡no doctrinales!) de un Concilio precedente. Apreciar el Concilio Vaticano II no puede querer decir hacer de él un ídolo.
----------El Papa menciona luego la sobrenaturalidad de la fe: "La fe sólo crece y se fortalece creyendo" (n.7). La fe, una vez alcanzada, se fortalece ciertamente gracias a su sobrenatural energía intrínseca que viene de Dios y que es un don de Dios, por lo cual es Dios mismo quien la fortalece. De ahí la necesidad de pedir a Dios que robustezca nuestra fe, lo cual quiere decir que ella aumenta gracias a la fuerza misma de nuestra voluntad de creer y a nuestra más fuerte adhesión voluntaria a la verdad de fe.
----------Pero el papa Benedicto, en su Carta apostólica del 2011, no excluye en absoluto que también nosotros tengamos una responsabilidad en el fortalecimiento de nuestra fe, y tal responsabilidad consiste en el consolidar y confirmar los motivos que nos han conducido y nos conducen a la fe. Esta es la tarea de una sana teología apologética o, como también se la llama hoy, teología fundamental. De hecho, poco después en su Carta el Papa mismo menciona "las razones por las que se cree" (n.10). Esto es lo que propiamente se llama apologética en la teología católica: tengamos cuidado de no confundir esta verdadera apologética con esa falsa "apologética" de quienes, acaso con alardes "restauracionistas" o "anti-revolucionarios", lo único que hacen es propagar sus propias ideologías sectarias y partidistas.
----------Interesante es también la referencia de Benedicto XVI a la fe de la Iglesia. De hecho, el Papa dice en su Carta: "el primer sujeto de la fe es la Iglesia" (n.10). Como se desprende claramente del contexto, el papa Ratzinger no pretende excluir el valor primario, fundamental e irrenunciable del acto personal del creer, y también un modo propio de cada individuo de concebir la propia fe, sino que se refiere al hecho de que este acto del fiel individual vale en cuanto refleja la fe de la Iglesia, la fe que el individuo mismo ha recibido de la Iglesia y porque ha creído en la Iglesia que le ha enseñado. La fe del individuo no es una fe inventada por él mismo por su cuenta, sino que es la misma fe de la Iglesia, es decir, la fe de todo hijo de la Iglesia.
----------En efecto, el creer (fides qua) de la Iglesia en concreto es la expresión, la suma y el resultado de los actos de fe de cada individual creyente, ya que, si no existieran los creyentes, no existiría la Iglesia. En cambio, los contenidos (fides quae) del creer pertenecen antes a la Iglesia que a los individuos, y la Iglesia los transmite a los individuos, cuya fe en tal sentido es válida si es la fe de la Iglesia.
----------El Papa señala también las dificultades que afectan hoy a la recta fe: "En efecto, la fe está sometida más que en el pasado a una serie de interrogantes que provienen de un cambio de mentalidad que, sobre todo hoy, reduce el ámbito de las certezas racionales al de los logros científicos y tecnológicos" (n.12). Esta es una falsificación de la fe hacia abajo: reduciéndola a lo humano y dependiente de lo humano; es la tentación modernista, que relativiza la fe a lo histórico y la hace funcional a los cambios culturales.
----------Sin embargo, también existe para la fe el peligro opuesto de ser falseada y humillada por un presuntuoso y arrogante gnosticismo, que hace alarde y ostentación de gran espiritualidad si no de "genialidad", el cual pretende conocer o incluso "experimentar" a Dios mejor que cuanto nos viene comunicado por la Iglesia o por el mismo Jesucristo. Es una falsificación de la fe hacia arriba. Se trata de un prometeísmo o de un panteísmo o de un esoterismo o de una falsa mística presentes no sólo entre ciertos católicos sino también y sobre todo en ciertas sectas u otras religiones. Se da en el modernismo, pero también en el pasadismo.
----------Al respecto, no faltan hoy incluso quienes llegan a interpretar en sentido gnóstico aquellas palabras de san Pablo a los Corintios: "los alimenté con leche y no con alimento sólido, porque aún no podían tolerarlo, como tampoco ahora" (1 Cor 3,2). Naturalmente, el recto sentido de esa frase paulina no hace sino referencia a lo que también el papa Benedicto enseña en esta Carta, la necesidad de recibir de la Iglesia, la doctrina de fe, y de crecer y profundizar en ella, siempre a través del Magisterio de la Iglesia.
----------Por el contrario, actuales corrientes gnósticas, que se manifiestan por igual tanto en el modernismo como en el pasadismo, desprecian con arrogancia la fe de la Iglesia como infantilismos de aquellos que no han llegado a las alturas a las que han llegado sólo ellos, estos nuevos gnósticos, que creen conocer la Palabra de Dios mejor que el Papa o incluso mejor que Jesucristo. Ha sido el papa Francisco, en años recientes, quien ha llamado repetidamente la atención sobre esta falsificación gnóstica de la fe, y, con una iniciativa insólita, por vez primera en la historia del Magisterio de la Iglesia, ha condenado firme y claramente la herejía del gnosticismo, en la exhortación apostólica Gaudete et Exultate.
----------En la Carta del papa Benedicto XVI que aquí hemos recordado, se contienen también otros puntos interesantes, que requieren nuestra atención. Aquí, en el espacio de un breve artículo, me he limitado a aquellos que me parecen estimular más nuestra reflexión. El compromiso que surge de estas indicaciones del Romano Pontífice es, naturalmente, el de seguir pensando en todas aquellas iniciativas personales y comunitarias que puedan responder con eficacia y celo de caridad a las expectativas del Vicario de Cristo.

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