martes, 8 de noviembre de 2022

El buenismo: su definición, sus raíces, sus consecuencias (1/5)

Lo que aquí llamamos "buenismo" es un conjunto de errores contra la Fe enseñada por la Iglesia, errores hoy muy difundidos, aunque en muchos casos de modo inconsciente. Procuraremos definir el buenismo, descubrir sus causas y discernir sus consecuencias, centrándonos en la concepción buenista del pecado. [En la imagen: fragmento de "En Arcadia", pintura de Friedrich August von Kaulbach].

El mal confundido con el bien
   
----------Cuando hace tres o cuatro años comencé a usar el término "buenismo" para referirme a una específica herejía actualmente muy difundida en la Iglesia católica, parecía haber lectores que nunca antes habían visto esa palabra. Menos podían conocer el concepto. No faltaron, por eso, comentarios que manifestaban la sorpresa por el supuesto neologismo, a pesar de que, por cierto, yo no era nada original ni innovador al usar ese vocablo, pues otros ya lo venían empleando con mucha asiduidad. Hasta hubo algún lector que ironizó, y publicó algún comentario recurriendo al término "malismo" como para bromear al referirse a lo que él entendía como tendencia contraria (se suponía que la mía). Aquel lector se mofaba de mi artículo, pero sin aportar argumentos en contra, como suele ser frecuente, hacia una calificación que obviamente él entendía nacida de una tendencia más bien conservadora. En definitiva, me estaba calificando de conservador. Lo cual no dejó de sorprenderme, dado que no me faltan críticos que me ubican en el polo opuesto.
----------Hoy el término "buenismo" se ha popularizado, y hasta es usado en ámbitos no necesariamente católicos o intraeclesiales, sino absolutamente seculares, incluso en el ámbito político. Por ejemplo, recientemente el ex presidente argentino Maurico Macri, embarcado otra vez en campaña electoral, expresó al aire de una radio de Buenos Aires que en el año 2015 no fue más a fondo como hubiera querido en política de derechos sociales por simple "buenismo". Con ello no hizo más que expresar uno de sus pensamientos en un libro suyo que acaba de publicar, cuando dice: "Habrá que tomar decisiones drásticas. Aquel 'buenismo' que algunos señalaron durante nuestra gestión, no va más. El populismo light no es una opción".
----------Dejando de lado, naturalmente, las permanentes campañas políticas de nuestro país, y respetando el derecho de quien, teniendo tiempo y ganas, quiera dedicarse a la tarea de encontrar verdaderas "ideas" en un político argentino de estos tiempos, pasemos ahora a cosas más serias.
----------El buenismo es una mentalidad hoy muy extendida, es un modo de ver y juzgar a los hombres que se proclama liberal, abierto, dialogante, acogedor, pluralista, pacifista, tolerante, inclusivo y comprensivo, ajeno a las condenas y a las exclusiones, salvo para luego manifestar, como veremos, un secreto rostro de prepotencia, soberbia, doblez, agresividad, facciosidad, violencia y oscurantismo.
----------Entendiendo mal el plan de la bondad divina de salvar a todos, así como el hecho de que nada se puede oponer a ella (cf. Is 22,22), el buenismo entiende esta voluntad como si efectivamente ella se actuara en todos y, por tanto, como si nadie desobedeciera a Dios con el pecado precipitándose en el infierno. El mal de culpa, por lo tanto, no existe, sino que existe solamente el mal de pena.
----------Para los buenistas, todos están en buena fe y en buena voluntad. Por eso, en lugar de "pecado" se habla de "error"; en lugar de "maldad" o "malicia" se habla de "fragilidad". El pecador no es una persona heridora, sino una persona herida. No debe ser punido, sino misericordiado.
----------Ciertamente que existe en nuestros días la mentira, el odio, la difamación, las fakes news, el hurto, el homicidio, el narcotráfico, el tráfico de armas, la violencia, la guerra, la rapacidad, la opresión, el egoísmo. Sin embargo, para el buenista, los autores de estas acciones no deben ser juzgados ni condenados ni castigados, sino tolerados, comprendidos y perdonados. Existe siempre una explicación psicológico-sociológica de lo que hacen, aun cuando no se excluya siempre el encarcelamiento.
----------En cambio, ciertas otras acciones que tocan el lenguaje o el pensamiento, como por ejemplo la herejía, el cisma, la apostasía, el sacrilegio, la impiedad, el ateísmo, el suicidio, la blasfemia, ya no parecen pecados, sino elecciones diferentes. Asimismo, otros hasta ahora considerados pecadores, como los adúlteros, los abortistas, los fornicarios, los convivientes, los divorciados vueltos a casar, los sodomitas, los suicidas, los drogadictos, frecuentemente ya no son considerados pecadores, sino simplemente "diferentes". Suscitan, en cambio todavía la reprobación pública, ciertamente no sin razón, solamente los terroristas, los asesinos, los explotadores, los traficantes de personas, los dictadores, los pedófilos, los besticidas y los contaminadores de la naturaleza. De todos modos, también estos se salvan y van al paraíso del cielo.
----------Estando así las cosas, para el buenista, el pecado no es un verdadero y propio acto moral, consciente y voluntario, sino que parece ser ante todo un simple fenómeno psíquico, un acto espontáneo, impulsivo, emotivo, involuntario, curable eventualmente con una psicoterapia.
----------Si el buenista, en el mejor de los casos, sigue considerando que el pecado es un acto voluntario, sin embargo, no se lo considera en ningún caso un acto de mala fe o un acto de malicia, sino de fragilidad, y por lo tanto no punible y automáticamente perdonado en el mismo momento de ser cometido, un acto que nosotros eventualmente consideramos pecado, pero no porque sea verdaderamente un acto malo; por el contrario, se lo considera simplemente diferente y contrario a nuestro modo de juzgar el bien y el mal.
----------Por el contrario, el hecho es que el concepto de culpa o pecado, en cuanto relativo a un categorial, la privación, que es el mal, no es un trascendental, no es un simple no-ser, es extraño a la metafísica y pertenece en cambio a la moral, que considera la buena y la mala acción. El mal no es un trascendental como el bonum, no es una propiedad del ente como tal, sino un defecto que concierne sólo a los particulares entes o porque son capaces de pecar, como los entes personales, o porque están afectados de mal de pena, es decir, los entes vivientes, ángeles, hombres, animales y plantas.
----------Sólo metafóricamente se puede decir que "sufre" la naturaleza inanimada, como cuando, por ejemplo, viene a ser descuidada, violentada o destruida por el abandono o por la violencia del hombre. El mal moral, el pecado es un ente categorial dependiente de la voluntad del espíritu finito, hombre o ángel, entes, estos también, no trascendentales, sino pertenecientes a la categoría de la sustancia.
----------En efecto, como bien sabemos, en realidad el mal es privación del debido bien, que, como tal, no puede estar dado por el simple no-ser metafísico, que puede ser finito o infinito. El mal no es la nada. El mal, por tanto, no depende del simple ser, por tanto no puede tener una explicación o motivación ontológica, sino que sólo puede explicarse con la intervención de un ente categorial personal, un ente abierto a la totalidad del ser, es decir, el espíritu, y precisamente: la voluntad.
----------Causa del mal es, por lo tanto, la voluntad finita, la cual, violando, perturbando o subvirtiendo el orden ontológico y moral establecido por Dios, es decir, el mandato dado por Dios, priva al agente de la rectitud del querer, tuerce la dirección de la voluntad, y priva al paciente que sufre el acto desordenado, o sea el pecado, del bien que le es debido, causando en ello el mal de pena, dolor o sufrimiento.
----------El buenismo confunde lo bueno en sentido moral con lo bueno en sentido trascendental, porque para el buenismo el hombre mismo es un ente trascendental. En cambio, mientras lo bueno en sentido metafísico no es otra cosa que la bondad y amabilidad del ente como tal, el bien moral no es el bien del ente como tal, sino de ese tal ente, de ese ente dado y particular que es el hombre. Por eso no es el bien trascendental, sino que es un bien categorial adecuado al hombre, un bien, que si falta, se tiene el mal.
----------Es verdad que la voluntad quiere siempre un bien ontológico, ya que el mal es la privación de un bien debido, el cual es reconducible al no-ser, y el no-ser no puede ser objeto de la voluntad. Pero cuando se dice que el pecador quiere el mal, no nos referimos a un bien aparente, un bien que arbitrariamente es juzgado como tal por el pecador, sino a un bien contrario al orden moral. Ahora bien, el bien moral, que se opone al pecado, es decir, al mal moral, no es simplemente el bien ontológico, sino que es un bien incluido en el orden moral, un bien beneficioso para el verdadero bien del hombre.
----------Lo bonito del caso en cuestión, es que entonces el buenista exalta al máximo la libertad de todos bajo el signo inevitable de una ética relativista y liberal, donde a cada uno le es concedido el decidir sobre el bien y el mal tal como le parece, de modo que, se convierte en subjetivo el criterio de distinción, y nadie puede decir al otro: tú pecas, porque cada uno tiene su propio criterio por cuenta propia.
----------Por consiguiente, para los buenistas no existen leyes naturales objetivas, universales, inmutables, válidad universalmente y obligatorias para todos los hombres, sino que cada uno juzga como le parece, de modo que quot capita, tot sententiae, y esto resulta justo porque de todas maneras todos son buenos. Y Dios, bondad infinita, salva a todos, precisamente como al final de la fábula: todos vivieron felices y contentos para siempre. ¿Cúal es en efecto ese palurdo que elige para sí una pena eterna?
----------El buenista reduce todo el mal que existe en el mundo al solo mal de pena (el sufrimiento) e ignora el mal de culpa (el pecado), es decir, aquel mal causado por la voluntad, el pecado. Pero la observación que debemos hacer es que: si no se sabe qué es el mal de culpa, es decir, la mala voluntad, no se explica tampoco el mal de pena, el sufrimiento, el dolor. Y tampoco hay forma de quitarlo. En efecto, como veremos mejor luego, el mal de pena es originado o causado o motivado por el mal de culpa.
----------Para el buenista no existen actos verdaderamente malos o malvados, ni se puede dividir a la humanidad en buenos y malos, sino que todos, en el fondo, tal vez inconscientemente, en modo atemático, son buenos, no obstante ciertas apariencias. Todos, incluso el impío, el hereje, el ateo, el asesino o el violador, son "cristianos anónimos", según la famosa expresión de Karl Rahner.
----------La bondad moral y la santidad, más aún, la mística, en efecto, según Rahner, no son la voluntaria puesta en obra de un ideal concebido por la razón práctica y reflejo de la voluntad divina, después de un oportuno y adecuado camino ascético, sino que son la experiencia trascendental o la opción fundamental, que todos al menos inconscientemente hacen, la tendencia o auto-trascendencia atemática hacia Dios del espíritu orientado al ser como ser pensado, al ser como ser absoluto divino.
----------El buenista está convencido de ser un salvado ya desde ahora, por lo cual considera que Dios siempre está tiernamente con él y que él siempre está en gracia cualquier cosa que haga. Los buenistas extremos no reconocen el mal de culpa, sino sólo el mal de pena. Se sienten siempre víctimas de desgracias o de la maldad de otros y no reconocen haber hecho nunca el mal a los otros. En cuanto buenistas, no culpan a quienes les han hecho el mal, sino que están prontos a excusarlos. Incluso los buenistas que admiten la posibilidad de una mala voluntad, se consideran ya siempre perdonados.
----------El buenista no se considera nunca privado de la gracia. No reconoce jamás la posibilidad de hallarse en estado de pecado mortal. Parece estar en las antípodas de Lutero, para quien todos los actos que realizamos son pecados mortales. Sin embargo, hay un punto en común entre Lutero y los buenistas más extremos, aparentemente opuestos, a saber, que ninguna de las dos corrientes admite un alternarse de actos voluntarios buenos y malos, un alternarse de estado de gracia y de estado de pecado. Para hacer coincidir los dos estados, debemos pensar ya en Lutero con su tesis de la coexistencia del estado de pecado con el de gracia: simul justus et peccator. Esto es lo que Lutero llama peccatum permanens, identificándolo con la concupiscencia.
   
Bien y mal para el buenista dependen de la decisión del individuo
   
----------Por lo tanto, la bondad moral para el buenista no supone valores morales universales, inmutables y no negociables, no supone leyes o mandatos abstractos y absolutos, sino sólo la libertad de cada uno para fijar lo que para él es bueno y malo. No existe un intrinsece bonum y un intrinsece malum, sino que cada acción puede ser moralmente buena o mala dependiendo de cada situación dada. Pensar de otra manera es dañina rigidez. Corresponde al individuo decidir o discernir qué hacer en concreto, caso por caso, por encima de la abstracción de la ley. Cualquier ley admite excepciones o casos imprevistos.
----------El pecado, estando constitutivamente perdonado gracias a la misericordia divina, que perdona todo, está siempre junto a la gracia. Por esto no es necesaria ninguna penitencia, ningún sacrificio expiatorio para la remisión de los pecados, ninguna renuncia, ningún esfuerzo ascético.
----------Según los buenistas, en el actuar del hombre no se trata de razonar, ni de obedecer ni de calcular, sino sólo de dejarse guiar por el amor y por el Espíritu Santo. Para los buenistas, la Misa no es un sacrificio, sino un banquete pascual. La Eucaristía no es comer el cuerpo de Cristo bajo las especies del pan, sino comer del pan en el cual está Cristo. No es necesario hacerse de méritos con obras buenas, porque la salvación es absolutamente gratuita, no está condicionada por el cumplimiento de obras, sino que es incondicional. Para entrar al reino de Dios no se paga boleto de entrada, sino que se entra gratis.
----------Esto implica que el buenista tiene una concepción contradictoria de la conducta humana. El buenista es sustancialmente un rousseauniano, negador del pecado original, por lo cual el hombre no nace con una inclinación a pecar (como enseña el dogma católico), sino que es corrompido por la influencia de la sociedad. Es decir, el hombre nace bueno, pero creciendo en edad, descubre la posibilidad de hacer el mal y, siguiendo el ejemplo de los otros, empieza a hacer el mal, porque le complace. Sin embargo, él no tiene la culpa, sino que la culpa es de los otros que lo inducen al mal. Sin embargo, él puede corregirse; pero para esto no es necesario el socorro de la gracia, sino que basta la fuerza de la buena voluntad.
----------Rousseaunianos, los buenistas parecen vivir de hecho en la mítica Arcadia, ese imaginario país, creado y descrito por tantos poetas y artistas, sobre todo del Renacimiento y el Romanticismo, esa fantástica región a la que cantaron Sannazaro, Cervantes, Lope de Vega, Sidney, Poussin y Schiller, ese lugar donde reina la felicidad, la sencillez y la paz en un ambiente idílico habitado por una población de pastores que vive en comunión con la naturaleza, como en la leyenda del buen salvaje rousseauniano.
----------Para el buenista, por consiguiente, el acto de pecar o el acto de no pecar, son considerados como actos remitidos a su libertad. En efecto, el buenista, si acaso se reconoce creado por Dios, no se reconoce creado con deberes morales impuestos por Dios, sino que considera saber por sí mismo lo que es bueno y lo que es malo. Eso le es natural, y considera que sea de su facultad tanto el ser bueno como el ser malo.
----------Vale tener presente que en este aspecto Rousseau, por más que se presente aparentemente opuesto a Kant, quien sostiene que el hombre es radicalmente malo, viene en realidad a tener la misma posición, es decir, una posición liberal e individualista. De hecho, también Kant sostiene que el hombre puede ser bueno por su simple buena voluntad, sin ninguna ayuda de la gracia.
----------Y por otra parte, tanto Rousseau como Kant resuelven el actuar humano en las posibilidades de la simple razón o naturaleza humana, sin ninguna referencia al deber de rendir cuentas a Dios, porque según ellos Dios, que es una simple idea de la razón, siempre aprueba aquello que decide el hombre. He aquí el buenismo, el cual por tanto, no excluye en modo absoluto que el hombre pueda pecar o hacer el mal, sino que sostiene que si lo hace, es cosa lícita y natural y es libre de hacerlo, porque quiere decir que para él lo que hace es bueno, pero en todo caso, será malo para los otros. El punto, por lo tanto, no es tanto el inmoralismo, es decir, el negar la distinción entre bien y mal, sino el relativismo moral.

4 comentarios:

  1. Estimado padre Filemón,
    me ha intrigado un poco cuando usted describe a grandes rasgos a los buenistas, cuando dice: "Por lo tanto, la bondad moral para el buenista no supone valores morales universales, inmutables y no negociables, no supone leyes o mandatos abstractos y absolutos, sino sólo la libertad de cada uno para fijar lo que para él es bueno y malo. No existe un intrinsece bonum y un intrinsece malum, sino que cada acción puede ser moralmente buena o mala dependiendo de cada situación dada. Pensar de otra manera es dañina rigidez. Corresponde al individuo decidir o discernir qué hacer en concreto, caso por caso, por encima de la abstracción de la ley. Cualquier ley admite excepciones o casos imprevistos".
    En concreto esa última frase: "Cualquier ley admite excepciones o casos imprevistos".
    Me preocupa el saber si este enunciado que usted hace de las características generales de los buenistas, no pudiera tener algún aspecto positivo y rescatable. Precisamente es el punto al que aquí hago referencia. Me explico:
    Entiendo que toda ley, ya sea divina o humana, tiene un carácter general, es abstracta, no se refiere a casos concretos, aunque esté instituída para aplicar a los casos concretos. Y que, por lo tanto, siempre puede existir el caso en que se haga la excepción a la ley general, precisamente para una recta aplicación de la ley general.
    Por lo tanto, ¿no es éste el modo de entender correctamente el enunciado "buenista" que se hace?: "Cualquier ley admite excepciones o casos imprevistos".
    Por ejemplo, recuerdo cuando, hace unos seis o siete años atrás, en torno a los Sínodos sobre la Familia, en que todos discutían acerca de la Comunión eucarística a los divorciados vueltos a casar, uno de los argumentos que se sostenían a favor de ello, era precisamente éste, de que toda ley tiene su excepción. Incluso creo recordar algún artículo reciente firmado por usted mismo, donde argumenta en base a estas razones.

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    1. Estimado Sergio,
      efectivamente, en el método buenista se puede recuperar algo. Sin embargo, debemos prestar mucha atención sobre dos puntos. Uno, la diferencia entre ley positiva y ley natural. Dos, la jerarquía de las leyes.
      Por cuanto respecta al primer punto, mientras la ley positiva admite excepciones, porque es convencional y por tanto depende de la prudencia del agente, la ley natural es una ley universal e inmutable, establecida por la razón divina, ley natural que es obligatoria siempre y en todo caso. Por lo que no admite excepciones. Es lo que en moral se llama "bien honesto" o "intrinsece bonum". Kant llama a esta ley "imperativo categórico". Cicerón la llama "ley no escrita". San Pablo la llama "ley escrita en el corazón y testimoniada por la conciencia" (Rom 2,14-15) y santo Tomás "ley natural, establecida por la razón práctica".
      Respecto al segundo punto, debemos recordar que no todas las leyes naturales tienen la misma importancia. Tomemos el ejemplo del Quinto Mandamiento: no matar. Es el Mandamiento que promueve la vida a todos los niveles, desde la vida física del individuo hasta la vida de la sociedad. ¿Qué puede suceder en este campo? Que puede haber un conflicto entre la vida del individuo y las exigencias del bien común. Así como la vida física del individuo está subordinada al bien de la sociedad, si el individuo pone en peligro la vida de la sociedad, que es más importante, la sociedad tiene derecho a defenderse suprimiendo la vida del individuo, aunque él tenga el deber natural de conservarse a sí mismo.
      Otro ejemplo puede ser tomado de la situación de una pareja divorciados vueltos a casar con un previo matrimonio válido. Por tanto aquí nos encontramos ante una obligación absoluta, que es la indisolubilidad del matrimonio. Sin embargo, la consideración que se puede hacer, y a la cual se acerca la exhortación Amoris laetitia, es la de tener en cuenta una situación de la pareja, a la cual ella no puede sustraerse sin violar el derecho natural de las personas involucradas. En este punto, la pareja tiene el deber de permanecer unida.
      Además, la Amoris laetitia dice que la pareja o uno de los dos puede estar en gracia aún sin acceder a los Sacramentos, porque con el debido arrepentimiento pueden ser directamente perdonados por Dios ¿Qué sucede en este caso? ¿Qué pasa con la ley natural? No estamos ante una excepción de la ley natural, cosa imposible, sino ante un caso extraordinario de la aplicación de la ley natural, un caso en el cual el deber de la pareja supera el deber de la fidelidad al matrimonio precedente.
      Se trata de la aplicación de una justicia superior, esa justicia superior a aquella de los fariseos, de la cual habla Cristo, justicia por la cual se sobresee a un valor inferior para salvar al mayor, justicia superior ya conocida por Aristóteles con el nombre de "epikeia" y llamada por el papa Francisco "equidad", virtud ya conocida por el derecho romano con el nombre de "equitas".
      En fin, podríamos recordar que la administración de los Sacramentos forma parte de la ley positiva de la Iglesia. Por lo tanto, a propósito de la situación de los divorciados vueltos a casar podemos decir que un Papa puede cambiar lo que ha hecho un Papa anterior. Por lo tanto, de por sí el Papa, si lo considera oportuno, podría conceder bajo precisas condiciones los Sacramentos a los divorciados vueltos a casar. En este caso se puede hablar de excepción a la ley, porque no se trata de una ley natural, sino de una ley eclesial.

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  2. Muy señor mío:
    Sin su permiso, voy a contarle algo personal: oigo a mi padre que está en el Otro Mundo desde mayo de 2014, y a más gente de allí.
    A mediados de julio de este año 2022, empezaron a transmitir información sobre problema muy grave con la caridad; dicen que los habitantes de este mundo tienen un error de concepto respecto a lo que supone (la caridad).
    Dicen que el problema de la caridad es que, en cuanto das al otro - (en el mismo momento es que le das) -, le privas de la oportunidad de desarrollar sus talentos.
    Explican la razón: las capacidades y talentos de cada ser humano y la obligación de su desarrollo, incluso en caso de discapacidad.
    Dicen que la solución es mandar a quien pida limosna a la Concejalía de Servicios Sociales del municipio en el que resida, y dar a la Concejalía de Servicios Sociales del municipio en el que se resida. (Se tiene que seguir el procedimiento establecido por la Administración Local).
    Dicen que esto lo tiene que saber todo el planeta, que el objetivo es que ninguno de sus habitantes sea víctima de sabotaje en el uso de sus talentos, porque alguien le de un céntimo y que los requisitos para la transmisión de esta información son entenderla, estar de acuerdo y transmitirla en los mismos términos clave en que fue recibida, sin añadir metáforas o pensamientos propios al respecto.
    Dicen quienes comunican que, aunque no se entienda el concepto, este se forma en la mente poniendo en práctica la solución.

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    1. Estimado Anónimo,
      me temo que usted se refiera sólo al segundo párrafo de mi artículo, el cual es una mera referencia al uso que hoy se ha popularizado del término buenismo en ámbitos seculares, sobre todo políticos. Naturalmente, la referencia a ese ámbito semántico es meramente introductoria en mi publicación, y ése no es el tema específico de mi artículo.
      Dicho eso, y dado que usted no hace referencia al tema propio de mi artículo (que es el buenismo en cuanto herejía específicamente católica), le informo que la caridad cristiana no es sinónimo de "limosna", que me parece suponer usted asocia al "populismo" (corríjame, por favor, si me equivoco).
      De todos modos, reitero, éste no es el tema de mi artículo.

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