lunes, 26 de septiembre de 2022

Pecar contra la fraternidad: In odium fidei (2/4)

El Papa nos hace presente oportunamente que quien odia al hermano odia a Dios. A este propósito se debe decir que los pasadistas y los modernistas, los cuales entrambos, en la Iglesia, se consideran los verdaderos católicos excluyendo al partido opuesto, en que también se las dan de católicos, y rechazan al Papa ya sea que lo hagan encubiertamente porque lo instrumentalizan, o que lo hagan abiertamente porque lo insultan, son todos odiadores del Papa, y en consecuencia son odiadores del nombre católico y de la Iglesia, porque es sólo el Papa en la Iglesia, quien decide quién es católico y quién pertenece a la Iglesia. En última instancia: son odiadores o falsos amantes de Cristo, del cual el Papa es el Vicario en la tierra. [En la imagen: fragmento de "La Caída de Acre", pintura de Dominique-Louis Ferréol Papety, de 1840].

Odio a Dios y odio al hombre van juntos
   
----------El odio pecaminoso puede tener diversos objetos: Dios y la creatura. Se puede odiar a Dios, se puede odiar a uno mismo, se puede odiar al prójimo y a sus obras, terrenas o ultraterrenas, buenas o malas (almas bienaventuradas, purgantes y condenadas). Se puede odiar a los ángeles, santos o caídos. Se puede odiar a la naturaleza y al universo. El nihilista odia el ser y todo lo que existe.
----------En todo caso, en cualquier forma de odio pecaminoso está implícito el odio hacia Dios, porque odiar a la creatura, aunque fuera una hormiga o un insecto o un jaguar, es odiar a Dios. Matar una bestia feroz o usar la vacuna contra el covid es en cambio un odio justo; no es odiar a Dios, aunque se trate de sus creaturas, porque refleja el principio Ubi maior, minor cessat: suprimir un bien inferior (virus) que obstaculiza un bien superior (hombre). Con mayor razón, el odio hacia Dios implica el odio pecaminoso por el prójimo, creado a imagen y semejanza de Dios, aun cuando también fuera nuestro enemigo.
----------Según santo Tomás de Aquino, el odio hacia Dios es el más grave de todos los pecados, porque es el odio por el sumo Bien. En efecto, es lógico que cuanto más grande sea el bien odiado, más grave es el odio. Tomás de Aquino comienza recordando las palabras de Cristo en el Evangelio de Juan:
----------"Mas ahora han visto y me aborrecieron a mí y a mi Padre" (Jn 15,24) (Sum. Theol., II-II, q.34, a.1). Y las comenta así: "el efecto del pecado consiste en la separación de Dios. Ahora bien, esta separación no tendría razón de culpa si no fuese voluntario. Por lo cual la razón de la culpa consiste precisamente en la separación voluntaria de Dios. El odio a Dios importa de suyo este alejamiento voluntario; mientras que en otros pecados no existe sino por participación y relativamente a otro objeto. Porque así como la voluntad se adhiere per se a lo que se ama, igualmente rehuye secundum se lo que odia; por lo cual cuando alguno odia a Dios, su voluntad se aleja de Él secundum se; pero en otros pecados, como el de la fornicación, no se separa de Dios secundum se, sino según otra cosa (secundum aliud), es decir, en cuanto apetece el deleite desordenado, que lleva aneja la separación de Dios. Y siempre lo que existe per se es superior a lo que existe secundum aliud. Por lo cual el odio a Dios es entre los demás pecados el más grave" (Sum. Theol., II-II, q.34, a.2).
----------Además, Tomás observa que el odio a Dios por parte del pecador se manifiesta en el odiar a Dios que lo castiga. "Prorrumpir en odio contra Dios que castiga, es tener odio a la misma justicia de Dios, lo cual es un pecado gravísimo" ((Sum. Theol., II-II, q.34, a.1, ad 3m).). Ciertamente, el odio hacia el sufrimiento es normal. Pero el pecado de odio hacia Dios se manifiesta en el odiar precisamente aquel sufrimiento que está dado por la pena o sufrimiento querido por la justicia divina.
----------El culmen del odio hacia Dios será el pecado del "inicuo", del cual habla san Pablo en 2 Tes 2,3. Si Dios nos castiga, no es un Dios que nos odia. Un Dios que no castiga al malhechor no es el Dios de la misericordia, sino que es un fantoche creado por nuestra fantasía de perezosos, es un falso dios para aquellos que quisieran salirse con la suya, es un falso dios que odia al hombre, porque la amenaza divina del castigo es una advertencia para nuestro bien y el mismo castigo divino es una corrección paterna, es acto de amor porque suscita el temor de Dios, mientras que la condenación eterna es acto no de violencia sino de justicia, y el mismo Hegel, que no brilla por el concepto de la justicia, reconoce aquí justamente que castigar al criminal es hacerle honor, porque supone en él la dignidad de la persona que actúa por libre voluntad.
----------Por otra parte, quien odia la razón no puede tener una verdadera fe. Es como decir: quien odia al hombre no puede tener la justa relación con Dios, que se tiene con la fe. Odiar la fe en efecto equivale a odiar al hombre, viviente que se define por el ser dotado de razón. Por otra parte, es imposible llegar a la fe si no se parte de la sana razón. He aquí por qué, a la inversa, el odio a Dios implica el odio por la razón. En vano pretende el ateo demostrar con la razón que Dios no existe. Hablar de "ateísmo científico" como se hacía en la Unión Soviética en la época de Stalin es una suprema estupidez. Odioso es odiar la razón. Odiosa es la razón sofística.
----------El Papa nos hace presente oportunamente que quien odia al hermano odia a Dios. A este propósito se debe decir que los pasadistas y los modernistas, los cuales entrambos, en la Iglesia, se consideran los verdaderos católicos excluyendo al partido opuesto, en que también se las dan de católicos, rechazan al Papa o encubiertamente porque lo instrumentalizan o abiertamente porque lo insultan, son todos odiadores del Papa, y en consecuencia son odiadores del nombre católico y de la Iglesia, porque es sólo el Papa en la Iglesia, quien decide quién es católico y quién pertenece a la Iglesia. Pero ¿qué estoy diciendo? Son odiadores o falsos amantes de Cristo, del cual el Papa es el Vicario en la tierra.
   
El ateísmo implica el odio a Dios
   
----------A la inversa, quien odia a Dios no puede amar al hermano. Si el ateo es coherente con su ateísmo, así como odia a Dios, no puede no odiar lo que proviene de Dios, no puede sino odiar a las creaturas de Dios y, por tanto, en último análisis, no puede sino odiarse también a sí mismo. Por eso decía con razón el padre Divo Barsotti [1914-2006] que si el ateo fuera coherente se debería suicidar.
----------Pero el hecho es que el ateo en realidad ama al hombre, pero lo ama como le parece y como le place, a veces haciéndolo un ídolo, a veces odiándolo cordialmente y mandándolo a la cámara de gas. Pero sobre todo ama al propio yo por encima de todo. Ciertamente el ateo se siente perfectamente libre para suicidarse, si lo considera oportuno, como hizo Adolf Hitler [1889-1945] cuando se dio perfecta cuenta de que el nazismo estaba derrotado, o como hizo el escritor italiano Cesare Pavese [1908-1950], cuando se sintió decepcionado porque el Partido Comunista había perdido en las elecciones (entre otras decepciones), o como lo hizo Leopolgo Lugones [1874-1938] torturado por el desprestigio y el repudio social, o como lo hizo Carlo Michelstaedter [1887-1910], con solo 23 años, recién graduado brillantemente en filosofía, se suicidó para afirmar su libertad de decidir sobre su propia vida, o como hizo el magnate de Ravenna Raul Gardini [1933-1993], quien, durante el período de "mani pulite", no soportando ser llevado a juicio, prefirió suicidarse, o como lo hizo el médico René Favaloro [1923-2000], decepcionado por su país y deprimido por la enorme deuda de su empresa.
----------Es cierto, el padre Barsotti tiene razón. Sin embargo, por lo general, el ateo se siente muy atraído a permanecer en el mundo presente con sus placeres carnales y usualmente opta por mantenerse apegado a este mundo con todas sus fuerzas, precisamente porque piensa que puede encontrar sólo aquí la felicidad y no en otra parte, dado que no cree en la existencia de un futuro mundo mejor después de la muerte.
----------Ahora bien, sin embargo, preguntémonos: ¿por qué motivo el ateo, más allá de cualquier falsa solidaridad con los pobres y los explotados, en realidad es tan egoísta, prepotente y quiere prevalecer sobre los demás? Precisamente porque cree que todo le sea debido y que no debe nada a nadie; cree ser él mismo dios en el puesto del verdadero Dios. Por lo tanto, no existe escapatoria a esta alternativa: o se ama verdaderamente al hombre y entonces esto es una señal de que se ama a Dios (o que es necesario, para tal fin, amar a Dios), o se odia a Dios, y entonces es imposible amar verdaderamente al hombre.
----------En cuanto a la indiferencia o la perplejidad o el agnosticismo sobre la existencia de Dios o frente a Dios, hoy tan difundidos, aunque pueda tener una apariencia de plausibilidad, atendiendo sobre todo hoy al pavoroso extravío de la metafísica, la difusión del escepticismo y del relativismo, no responde sin embargo a un real estado interior real de la conciencia, porque en realidad todo hombre, consciente o inconscientemente, explícita o implícitamente, sabe que Dios existe y que debe hacer las cuentas con Él. Toda la humanidad un día deberá hacer las cuentas con Cristo. Lo ha dicho Él mismo. Por lo tanto no existen escapatorias, no hay excusas. Queridos agnósticos, ¿a quién quieren convencer? ¿A ustedes mismos?
----------Sin embargo, sucede que el ateo puede también durante mucho tiempo pasar por o hacer la figura de ser un gran benefactor de la humanidad. Pero él, cerrando los ojos a la existencia de Dios y pretendiendo con su soberbia ponerse en el puesto de Dios, en vano podría presentarse como paladín de la dignidad, de la grandeza y de la libertad del hombre, heraldo de los derechos humanos y de la democracia, en la vanguardia del progreso humano, maestro de la justicia social, patrono de los oprimidos en su lucha por la liberación de los opresores, buen samaritano que socorre, en lugar de los sacerdotes, al miserables asaltado por bandoleros, iluminista que aleja las tinieblas de la superstición.
----------En realidad, y como lo vemos por la historia, aquellas culturas, partidos y regímenes políticos que se declaran fundados en el ateísmo no han producido en absoluto esa justicia social que prometían, y en el mejor de los casos no han logrado elevar la cualidad de la conducta moral de la gente, y no es para extrañarse de ello, dado que sus propios principios éticos excluyen la existencia de valores y deberes morales absolutos.
----------Sin embargo, es necesario tener presente que el ateo puede como mucho salir al encuentro de las necesidades materiales del prójimo, pero no ciertamente de las morales, religiosas y espirituales, que él relativiza o desprecia. Para él los "pobres" son los pobres materialmente y basta. Y si efectivamente se pone a trabajar por la causa de los pobres y de los oprimidos, no lo hace en absoluto por amor de Dios, porque no es el pensamiento de Dios el que lo motiva y lo impulsa, por lo cual no los considera creados a imagen y semejanza de Dios. No lo hace para cumplir un mandato divino y para conquistar el paraíso del cielo.
----------No hay nada de todo eso. Sino que lo hace porque así le da la gana, porque así lo ha decidido, porque espontáneamente su temperamento lo lleva a eso, porque le conviene por intereses políticos, por hacerse un nombre como amante de la justicia, para conseguir apoyos o recomendaciones, para evitar dar una mala apariencia, porque desea ser alabado.
----------Pero también hay que tener presente que el ateo, al no admitir que la naturaleza humana en su universalidad sea creada por Dios, sino creyendo que cada uno de nosotros es el que determina su propio ser como le plazca, aun cuando hable de derechos universales del hombre, de libertad, de igualdad y de fraternidad, o de respeto por la constitución de la República, en realidad no cree en absoluto en la existencia de valores humanos universales, absolutos, inmutables e inviolables, por lo cual él, si lo estima conveniente a sus intereses del momento, en cualquier momento y al mismo tiempo se siente libre de cambiar de línea o de abandonar los compromisos asumidos o las promesas formuladas donde y cuando quiera, sin ninguna vacilación o preocupación por demostrarse incoherente o por traicionar a amigos y familiares o compañeros de partido, recurriendo sin ninguna dificultad a la doblez y a la mentira y, si es necesario, ¿por qué no? incluso a la violencia. ¿Acaso no es él quien establece lo que es bueno y lo que es malo?
----------Pero también es necesario decir con toda claridad que pueden existir y de hecho existen personas que creen ser ateas sin serlo verdaderamente, porque no saben lo que es verdaderamente el ateísmo, personas en buena fe que, sin culpa propia, no conocen a Cristo temáticamente o explícitamente, pero que de hecho lo encuentran sin darse cuenta en su desinteresado y generoso servicio a los pobres y a los que sufren. Pues bien, de éstos el mismo Cristo nos dice, en Mateo 24, cuál es la suerte final: la de ser agradecidos por Cristo mismo, con su suprema sorpresa y alegría por ser recibidos en el reino de Dios.
   
La fenomenología y las causas del odio
   
----------El odiador ama lo que debería odiar, y eso es pecado y odia lo que debería amar, y eso es justicia. Se regocija por lo que debería entristecerlo y se entristece por lo que debería alegrarlo. Teme lo que no debería temer, es decir, el juicio de los hombres, y no teme lo que debería temer, es decir, el juicio divino.
----------Ama el pecado y odia la virtud. Y esto sucede porque su criterio de juicio y su escala de valores no están en conformidad con la voluntad y la ley divinas. El odio impulsa al odiador a odiar la vida y amar la muerte. El odio impulsa al odiador al homicidio, un homicidio que sin embargo ya está en el uso maligno de la palabra: el insulto, la injuria, la difamación, la befa, el escarnio, la mentira, el sarcasmo, la calumnia, la maledicencia, la denigración, como dice el proverbio: mata más la lengua que la espada. Pero el odiador, si pudiera, también mataría a Dios y en todo caso hace aquello que a tal fin está en su poder: cancelar la idea de Dios, como dijo una vez el papa san Juan Pablo II, del horizonte de su pensamiento. Nihil perenne cogitat, como dice un himno del Oficio divino: aquello que Nietzsche llamó la muerte de Dios.
----------El odio ciertamente nace de la soberbia, la cual a su vez surge del odio a la verdad y en particular del odio por la verdad acerca de nuestra correcta relación con Dios. Como sabemos por la divina Revelación a este odio nos ha impulsado el maestro del odio y de la mentira, o sea el demonio. El demonio ha instilado en nuestro corazón el odio por Dios y por el hermano, haciéndonos creer que no es Dios sino nosotros mismos el sumo bien supremamente amable, mientras que Dios nos odia y los hombres creados por Él se asemejan a Él en querer nuestro mal, es decir, en sustancia, en el odiarnos.
----------El odio puede nacer de un irracional deseo de venganza por un agravio sufrido o también por un reproche sufrido o incluso por una excesiva susceptibilidad o por demasiada consideración del propio yo y del propio buen nombre o por el orgullo de no querer reconocer y corregir el propio defecto señalado o criticado.
----------Sin embargo, es necesario también tener presente que, si bien en el lenguaje corriente el término "venganza" tiene un sentido despreciativo, en la Escritura tiene también un sentido positivo de hacer justicia y en particular de práctica de la justa punición, como por ejemplo Dios dice: "la venganza me pertenece" (Heb 10,30). Santo Tomás, por su parte, explica la posibilidad y el deber, en las debidas circunstancias, también de una vindicatio privada, como defensa de la propia vida o de la propia dignidad, a fin de disuadir al ofensor de repetir el gesto cumplido cesando de su hostilidad (Sum. Theol., II-II, q.108).
----------El demonio, los malos consejeros o nuestro propio orgullo nos sugieren, por el contrario, cuidar o defender o hacer valer o reivindicar nuestros intereses, devolviendo el odio con el odio, con la diferencia de que mientras el odio de Dios y de los hombres hacia nosotros quiere nuestro mal, nuestro odio hacia ellos nos parece correcto porque parece defender nuestros intereses, que son para nosotros el bien supremo.
----------El odio pecaminoso es el acto de una voluntad malvada que utiliza la pasión de la ira, encendiéndola específicamente para ofender, atacar y dañar a la persona odiada y hacerla parecer despreciable a los otros. El odiador golpea y hiere con la palabra, el insulto, la injuria, la crueldad, la venganza, el escarnio, la burla, el sarcasmo, la insinuación, la mentira, la calumnia, la denigración, la difamación, pero, como es sabido, en los casos más graves, recurre a todo tipo de ofensa física, hasta el homicidio.
----------El odio está conectado a la envidia. El odiador es un envidioso que, en lugar de alegrarse y regocijarse por el bien y el éxito de los otros, se entristece por ello, y lo siente como una ofensa personal, lo que ensombrece su narcisismo, su afán de primacía y su anhelo insaciable de que todos hablen de él.
----------El odio es homicida; en cambio, el amor es vivificante y hace vivir al hombre. El odio es el principio de muerte, así como el amor es principio de la vida. Esto es tan cierto que ni el más feroz e implacable odiador, ni siquiera el diablo, puede vivir de odio. Porque odio dice de por sí negación del bien. En cambio la voluntad, por su esencia y por su naturaleza, quiere un bien, aunque sólo pueda ser un bien aparente o falso, fuera del orden moral, como puede ser el pecado, es decir, el odio pecaminoso, al cual aquí nos referimos.
----------El odiador se cierra a la relación con el hermano, se le opone por principio, no busca puntos en común, no busca la reciprocidad, no busca la armonía, sino que quiere el conflicto, se complace en el contradecirlo. Si el hermano exagera por una parte, el odiador se le opone exagerando por la parte opuesta.
----------El odiador rechaza cualquier interpretación benévola que pueda hacerse de lo que dice el hermano, y distorsiona el sentido incluso de sus expresiones claras. El odiador litiga hasta por una nadería, encuentra el modo de rebatir todo lo que hace y dice el hermano, y siempre malinterpreta cada uno de sus planteos, propuestas, iniciativas, acercamientos o gestos fraternos.
----------El odiador no perdona al hermano que pide perdón y, a su vez, no le pide perdón, no escucha razones, sino que condena inexorablemente, sin apelación. Conserva un rencor obstinado; no acepta sus disculpas y lo ofende sin pedirle perdón. No lo soporta y lo culpabiliza por sus errores involuntarios, es despiadado e inmisericorde con él, no repara el mal que le ha hecho.
----------El odiador ignora al odiado como si no existiera, ignora o desprecia sus buenas cualidades, malinterpreta deliberadamente lo que dice el hermano, lo acusa de malas intenciones que en realidad no tiene, no escucha sus exhortaciones y sus correcciones, se niega a ayudarlo y a socorrerlo en sus necesidades, se esfuerza por impedir que su benéfica influencia sobre los demás se extienda, lo obstaculiza y pone impedimentos a su acción, le prohíbe cumplir el bien y destruye sus buenas obras.
----------A la inversa, se esfuerza para procurarle problemas y enemigos. Lo instrumentaliza a su favor, se finge amigo para explotarlo, lo traiciona y lo golpea por la espalda, usa hacia él una severidad excesiva, solo ve en él defectos y ninguna buena cualidad, se niega a creerle y a darle confianza, lo maltrata, evita corregirlo e inducirlo al bien o a mejorarse, quiere dominarlo y someterlo a sí y parecer superior a él delante de los otros.
----------El buen sentido común sugiere al discípulo de un maestro sabio y autorizado, que tantas pruebas le ha dado de bondad, de sabiduría y de confiabilidad, interpretar en bien incluso ciertas palabras o ciertos gestos insólitos o inesperados del maestro, que en una primera mirada lo escandalizan y lo ofenden.
----------En tal sentido, por el contrario, existen ciertos creyentes egocéntricos, orgullosos y sustancialmente incrédulos, más apegados al propio yo que a Dios, los cuales, si el maestro realiza uno de esos actos, inmediatamente sin pedirle explicaciones, sin preguntarse en absoluto si por casualidad lo han malinterpretado, sino que erigiéndose en jueces inexorables, infalibles e inapelables, olvidan todas las pruebas de credibilidad por él proporcionadas e, ingratos por todo el bien recibido, se sienten terriblemente ofendidos y defraudados, se rasgan las vestiduras y se arrojan con odio contra el maestro, gritando escándalo.
----------Se trata de esos pseudo-creyentes que deciden, entonces, llevados por el odio, romper para siempre toda relación con él, conciben contra él un odio implacable, y por más explicaciones que pueda darles el maestro, en el caso de que él se haya equivocado, por muy sinceras que sean tales excusas, ellos cierran su corazón a él de la manera más absoluta. ¿Acaso pueden tales fieles permanecer en paz con Dios? Y en el supuesto caso que ellos continúen su práctica religiosa, ¿no se convertirá esa práctica en hipocresía?
----------Lo mismo, aunque obviamente en un nivel moral muy superior, ha sufrido nuestro Señor Jesucristo por parte de los judíos: con todas las pruebas de credibilidad, con todos los milagros realizados y todo el bien que había hecho, con toda la sabiduría divina contenida en sus enseñanzas, bastó que Jesús proclamara su divina Filiación, para que lo tomaran por un impío y un exaltado. A tal insensata y arrogante actitud se han unido más tarde los musulmanes, ya hace catorce siglos, y no hay forma de persuadir ni a los unos ni a los otros. ¿Cuánto tiempo tendrá que durar esta trágica comedia?
----------El falso profeta, el hereje de ayer y de hoy, el cismático de ayer y el cismático de hoy, el falso guía espiritual, finge amar a Dios, pero en realidad lo odia tanto rindiéndole un falso culto fuera de la comunión con la Iglesia, como guiando a las almas por un falso camino, que conduce a la perdición, haciéndoles brillar un falso ideal de perfección y de santidad. Por consecuencia, su amor por las almas es falso y en realidad es odio, así como también se odia a sí mismo, "ciego guía de ciegos" (Mt 15,14).

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