jueves, 8 de septiembre de 2022

La ética luterana (3/3)

Una breve exposición de la doctrina moral católica, nos permite advertir las diferencias con la ética luterana, y tener en claro el auténtico perfil de la vida cristiana nos permite abordar la auténtica obra de evangelización y caridad ecuménicas, propuesta por el Concilio Vaticano II. [En la imagen: fragmento de "El tamborilero desobediente", de Nicolaes Maes, óleo sobre lienzo de 1655, en el Museo Thyssen-Bornemisza, de Madrid].

La doctrina católica
   
----------Para el católico, lo humano, lo natural, la razón, el libre albedrío, la cultura, la sociedad, el derecho, la política, la filosofía, la ciencia, las otras religiones, el mundo, deben ser salvados y no maldecidos o condenados. Si bien el cristiano está en lucha con el mundo, no lo está con el mundo en cuanto tal, sino en cuanto quiere liberar al mundo de Satanás, del pecado y de la muerte.
----------Así, la ética católica no se deja atrapar por las instancias sociales de la ética comunista, porque la ética católica, en el momento en el cual satisface las exigencias del bien común en virtud de un concepto universal de la ley y del principio de igualdad humana, reconoce perfectamente el carácter concreto de la persona y de la acción individual, de la cual parte precisamente la acción social, persona que en cambio en el marxismo es ignorada en su identidad propia y disuelta en el principio totalitario y colectivista. Mientras en Lutero se da sólo la acción personal, en Marx existe sólo la acción colectiva. Hegel marca el pasaje de Lutero a Marx.
----------El catolicismo, en cambio, conjuga así sabiamente ética social y ética de la persona, en modo tal que, muy lejos de excluirse la una a la otra, se reclaman la una a la otra. En el catolicismo la acción colectiva surge de la acción del individuo, la acción social es requerida por la conciencia moral del individuo, la relación interpersonal conduce a la relación social, el empeño político es requerido por el Evangelio, la pertenencia a la sociedad y a la Iglesia nace de una relación personal con Dios, la acción del individuo está guiada por las exigencias del bien común, la liberación de la opresión económica va de la mano con la liberación del individuo y de la sociedad, respecto del pecado y de la muerte.
----------Por el contrario, del luteranismo sólo se deriva una ética de la conciencia personal, que alcanza su exceso en la bien conocida visión liberal del siglo XIX, condenada por el beato papa Pío IX. El fideísmo protestante impulsa al sujeto a replegarse sobre sí mismo y lo vuelve sordo a la protesta de los pobres y de los oprimidos. A causa de su antipatía por las obras, no entiende que la lucha social por la justicia es obra requerida en orden a la salvación de sí mismo y del prójimo.
----------La ética protestante no entiende que una política que tiene por finalidad el bien común y el rescate de los pobres es obra también ella requerida por el Evangelio y, por tanto, el luteranismo tiende finalmente a tolerar la injusticia y la opresión de los poderosos. Ejemplo de ello lo tenemos en el mismo Martín Lutero, quien en 1525, tras haber instigado, aunque de manera implícita, a los campesinos contra sus amos en nombre de la "libertad" evangélica, luego interviene con la mayor ferocidad contra ellos, siempre en nombre de la resignación cristiana, cuando los campesinos intentan liberarse por la fuerza de su esclavitud.
----------Es este cristianismo indigno, cobarde y sometido a los ricos, un cristianismo que malinterpreta en sentido dolorista, por no decir masoquista, el sentido cristiano del sufrimiento y el "escándalo de la cruz", el que suscita la indignación de Marx y lo conduce al desprecio de la resignación cristiana, hasta llegar al extremo opuesto de negar el valor de la esperanza cristiana en la vida bienaventurada posterior a la muerte.
----------Me permito agregar algo sobre el mencionado "escándalo de la cruz". Todavía hoy, ciertos discursos que se hacen sobre el "sufrimiento de Dios" son ciertamente de origen protestante y denotan una religiosidad aparentemente piadosa y conmovedora, pero en realidad morbosa y pagana. La Iglesia siempre ha condenado como herejía el teopasquismo y siempre ha sostenido el atributo de la impasibilidad divina. Quien sufre, en Cristo, no es la divinidad, sino que es la humanidad. Si el sufrimiento puede tener un valor salvífico y ser eliminado después de haber cumplido tal función, es precisamente porque Dios no sufre, así como, si el el enfermo cura, es porque el médico está sano.
----------Con la mentalidad de los teopasquistas se necesitaría sufrir también en el paraíso del cielo, si es verdad que el sufrimiento es atributo divino. Pensar que pueda sufrir la divinidad quiere decir transformar el drama de la Redención en un cuento de hadas o una fábula donde lo ridículo se mezcla con lo absurdo, un repugnante mito romántico, falsificando completamente la idea de Dios, a menos que se quiera usar el expediente de la comunicación de los predicados (communicatio idiomatum), así como decimos que María es "Madre" de Dios: no que haya engendrado la divinidad, que es algo que no tiene sentido, porque una creatura no puede generar a quien la ha creado, sino en cuanto que María es madre de ese hombre que es Dios.
----------Ahora bien, Marx rechaza como hipócrita y engañosa la exhortación cristiana a soportar el sufrimiento en vista del premio celestial, y esto es así, ya sea porque para Marx no existe una beatitud ultraterrena, o ya sea porque esta exhortación paraliza las fuerzas revolucionarias e impide a la clase oprimida liberarse del yugo capitalista. Marx, como se sabe, es contrario al diálogo entre las clases porque al final prevalecen siempre los ricos; por el contrario, según él, es necesario "hacer explotar las contradicciones", para así permitir a la clase obrera la toma del poder con la violencia. Por lo tanto para Marx las palabras del apóstol Santiago "exhorta a los ricos a ser generosos" son solo una burla.
----------Por otra parte, está claro que la existencia de condiciones que hacen imposible o contraproducente la acción revolucionaria imponen la paciencia. Pero Marx evidentemente no sabe que en la visión católica, promotora de las obras, la insurrección armada no es necesariamente una subversión, sino que puede ser legítima si el gobierno es tiránico. De hecho, Marx parece estar en contacto aquí sólo con el protestantismo, en el cual, como hemos visto, el "escándalo de la cruz" prohíbe hacer uso de la razón, considerada contraria a la fe, y por lo tanto, a elaborar planes racionales -las aborrecidas "obras"- tendientes a organizar acciones colectivas, si es necesario también insurreccionales, para la liberación de la opresión social y económica.
----------Además, como es bien sabido, la ética marxista es ciertamente solidaria con las clases oprimidas, pero hay que tener presente que no existe en la ética marxista una verdadera misericordia, tal como es posible encontrar en las enseñanzas del Evangelio, mientras que, por el contrario, en Lutero la misericordia es solo aquella divina misericordia que la conciencia individual siente en su intimidad, pero incluso aquí no aparece una verdadera misericordia hacia el prójimo, que es abandonado a merced de los ricos con la excusa de que las obras no son necesarias. En Lutero el hombre pretende recibir la divina misericordia sin ser misericordioso hacia el prójimo; en Marx el hombre pretende ser misericordioso sin recibir la divina misericordia. Por una parte, la hipocrecía y la indolencia; por la otra, la soberbia y la presunción.
----------Sin embargo, es necesario decir que la crítica marxista hace presa del cristianismo protestante pero no del cristianismo católico, y esto porque ciertamente el cristianismo católico tiene la perspectiva del más allá, pero no de un modo tan dualista como en Lutero, que opone lo subjetivo a lo objetivo, lo interior a lo exterior, la naturaleza a la gracia, la fe a la razón, el Evangelio a la ley.
----------Por el contrario, el catolicismo, con maravilloso espíritu de síntesis incluso en las distinciones, enseña que el paraíso del cielo ciertamente no se encuentra en esta tierra, pero inicia ya aquí abajo con las buenas obras y se lo puede y se lo debe merecer con las obras de la justicia y de la solidaridad con los pobres y los oprimidos desde la vida presente. La resignación y la lucha contra el mal no se excluyen mutuamente, sino que se reclaman la una a la otra. La resignación no es cobardía sino prudencia y el coraje nada tiene que ver con la violencia, sino que es justo uso de la fuerza o legítima defensa. La mansedumbre y la paciencia no excluyen el coraje y la guerra. La reforma, como ya he dicho, no excluye la revolución. A veces la resistencia pasiva o la objeción de conciencia puede obtener más y mejor que no una acción agitada y descompuesta, que puede aumentar en lugar de reducir las dificultades. Depende de las circunstancias.
----------El consuelo del más allá en el catolicismo es la plenitud de un consuelo que comienza en el más acá. La justicia humana debe preparar la justicia divina, así como la naturaleza prepara la gracia y la razón introduce a la fe. Y la expectativa de la justicia divina no debe ser una excusa para no trabajar y esforzarse a fin de que el Reino de Dios comience a ser realizado ya desde aquí abajo.
----------Marx, sin embargo, por una excesiva reacción a Lutero y prisionero de una visión puramente mundana, extremiza la ética social, encerrando toda la historia humana dentro de los estrechos confines de la vida terrenal, como si en esta vida terrena se debiera resolver todo el campo de la ética y el sentido de nuestra vida. Esto conlleva en Marx la prohibición de mirar a un horizonte trascendente, considerado alienante, mientras que viene negado a la persona el derecho a la iniciativa y a la propiedad privada.
----------El futuro marxiano no es el mundo futuro post mortem de la fe cristiana, no es otro mundo trascendente al presente, sino simplemente el futuro de la historia de este mundo. La sociedad comunista estará constituida por otros sujetos humanos: los presentes se limitan solo a prepararla para desaparecer desde ahora y para siempre. En todo caso, ellos permanecerán solo en la memoria de las generaciones futuras.
----------Estos graves errores nacidos en Marx, conducirán a la Iglesia, ya comenzando por Pío IX en 1846, a condenar al comunismo, hasta llegar a su vértice impresionante alcanzado por la famosa encíclica de Pío XI Divini Redemptoris de 1937. Aquí tenemos la famosa definición del comunismo como "sistema intrínsecamente perverso". Esta calificación encuentra continuación en Pío XII y en san Juan Pablo II. El Concilio Vaticano II no reitera explícitamente y nominativamente la condena, pero ella es evidente donde recuerda los principales errores del comunismo contra la persona y contra la religión.
----------Lutero, por su parte, ha creído poder dar la verdadera interpretación de la ética cristiana contra aquella ética que prevalecía hasta sus tiempos en la Iglesia Romana. Pero en realidad, como puso en evidencia el Concilio de Trento, Lutero cayó, como es sabido, en la herejía. La pretensión de leer la Escritura por fuera de la Tradición y usando una falsa filosofía como la ockhamista, sumando su actitud intemperada, destemplada, arrogante y rebelde, han sido las causas de sus errores en la interpretación del mensaje del Evangelio.
----------Correcta fue la instancia luterana de hacer depender el actuar cristiano de la fe y de la gracia, pero el error de Lutero fue el de despreciar el valor de las obras y del mérito, a causa de su desconfianza en la razón y en el libre albedrío, y de atribuir la obra de la salvación a la sola gracia, negando el concurso de la naturaleza.
----------En cuanto a la fe, ella carece en Lutero del necesario soporte y presupuesto de la sana razón, razón que en cambio conduce, como se expresa el Concilio Vaticano I, al pius credulitatis affectus inspirado por la gracia, de modo que la fe se convierte en ese rationabile obsequium, del cual habla san Pablo.
----------Permanece sí, en Lutero, la perspectiva paulina de la libertad, pero solo como efecto de la fe y no sobre la base de la obediencia a la ley, obediencia que es considerada imposible a causa de la concupiscencia, de modo que el pecado no es verdaderamente vencido, sino simplemente no imputado, porque Dios no mira a los pecados, sino a la gracia de Cristo, la cual por tanto no se convierte en una cualidad o valor del alma, sino que permanece fuera (extra nos), como perteneciente sólo a Cristo. La gracia no es un don creado, sino que es Cristo mismo; pero es un Cristo que está prácticamente fuera y no llega al alma. Hegel intentará remediar este extrinsecismo con el inmanentismo panteísta, pero el remedio será peor que la enfermedad.
----------Ahora bien, podemos preguntarnos: ¿cómo puede ser libre y perdonado un pecador no arrepentido, impenitente, que no observa la ley? Radica aquí la paradoja de fondo de la ética luterana, que contiene en germen en esta lacerante contradicción los desarrollos traumatizantes y devastadores, que conducirán a desastrosos frutos de disolución en los siglos siguientes, como hemos señalado anteriormente.
   
El verdadero ecumenismo
   
----------El diálogo ecuménico con los luteranos es ciertamente cosa óptima y de por sí prometedora. Pero debe ser hecho en la diligente observancia de las prescripciones que encontramos en el específico documento Unitatis redintegratio del Concilio Vaticano II. En términos de ecumenismo, sin embargo, por desgracia, han sido seguidos también a nivel oficial caminos equivocados, muy distintos a los prescriptos por el mencionado documento, que han conducido a frutos amargos y callejones sin salida, que se estancan en la inconclusividad, como el girar vacío y ocioso de las ruedas de un vehículo sin cadenas sobre el hielo. Es inútil invocar continuamente al Espíritu Santo, si no hacemos aquello que nos pide el Concilio Vaticano II.
----------El luteranismo contiene en sí un principio disolvente (que es un principio explícito en la dialéctica hegeliana, es decir, la dialéctica de la contradicción) principio que, si se deja libre y sin freno, conduce a la destrucción total del cristianismo y del hombre mismo, como demuestran las grandes tragedias del siglo pasado. Ciertamente, y hay que reconocerlo, se ha mantenido también hoy un luteranismo fiel a Lutero, y esto es indudablemente motivo de satisfacción. Con este luteranismo es posible un diálogo ecuménico constructivo (véase, por ejemplo, el documento sobre la Justificación redactado hace años atrás conjuntamente entre la Iglesia Romana y la Asociación internacional de las comunidades Luteranas).
----------Por el contrario, el diálogo se vuelve imposible cuando se desatan los elementos disolventes del luteranismo liberal y en general del protestantismo liberal, algunos de los cuales elementos, expuestos también en este estudio, desafortunadamente han invadido también ciertos ambientes de la Iglesia católica. Es necesario aquí remediar con urgencia, para impedir que este tsunami del espíritu haga ulteriores mayores daños y por lo tanto es necesario hablar claro a estos hermanos, con caridad, pero también con parresía. Va en ello la permanencia misma del convivium civil, además naturalmente de la paz en la Iglesia.
----------Son la caridad y la verdad las que deben llevarnos a nosotros, los católicos, a decir con franqueza a los luteranos, y protestantes en general, que los graves problemas y peligros que hoy están asolando el buen orden de la sociedad, por no decir de la Iglesia misma, no provienen de la moral católica, sino de los desarrollos monstruosos que han sido deducidos de la moral luterana. Por tanto, convengamos con los luteranos sobre aquello que nos une, pero no renunciemos a esa parresía, encomendada por el mismo Concilio Vaticano II, que nos ordena también a hablar claro al hermano que se encuentra en el error.

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