domingo, 18 de septiembre de 2022

Cabos sueltos: Sacramentos a "divorciados vueltos a casar" (3/8)

Hacerse pasar por católicos y no serlo es una grave estafa o una operación puramente política, mucho peor que la del que pretende curar enfermos sin título habilitante de médico. Católico no es quien pretende encargarse de vigilar la ortodoxia del Papa, para controlar que sea fiel a la Tradición, ni el que, creyendo tener línea directa con el Espíritu Santo, ya sea línea directa con la Escritura (Lutero) o con la Tradición (Lefebvre), actúa según su mera conciencia subjetiva. [En la imagen: fragmento de "Micer Marsilio Cassotti y su esposa Faustina", pintura de Lorenzo Lotto, del 1523, actualmente en el Museo Nacional del Prado, Madrid, España].

----------El elenco de objeciones y respuestas ofrecidos en esta serie de notas respecto a la problemática moral y jurídica relacionada con los llamados "divorciados vueltos a casar", manifiesta una instructiva discusión que, a mi entender, puede ofrecer una modesta pero sincera contribución y una ayuda para las discusiones, seguramente más autorizadas, que tienen lugar entre otros teólogos y pastores fieles al Magisterio. Pero, tratándose de graves temas de interés común, creo que no está mal que yo siga publicando aquí los diálogos que he mantenido estos años con mis interlocutores, en su mayoría sacerdotes y fieles comunes, expresando nuestro parecer en una dialéctica constructiva. Sigamos viendo, entonces, las principales y más significativas críticas y objeciones, seguidas cada una de ellas de mis modestas pero honestas respuestas. Reitero: cuando los objetantes me citan o citan mis expresiones, me indico simplemente con la sigla "FFT".
----------Objeción: "¿Es de verdad un "juicio temerario", como dice FFT, considerar que los llamados "divorciados vueltos a casar" están en un estado de pecado grave?".
----------Respuesta: es un juicio temerario, si se cree que ellos están necesaria y continuamente en un estado de culpa o de pecado, vale decir, si se cree que están permanente e irremediablemente, las veinticuatro horas del día, privados de la gracia, de modo que si debieran morir deberían precipitar en el infierno.
----------Sin embargo, no es este el pensamiento del Magisterio de la Iglesia, manifestado por ejemplo tanto en la Familiaris consortio del papa san Juan Pablo II, como en la Amoris laetitia del papa Francisco (dos de los documentos que han estado en el foco de las discusiones sobre el tema, en los últimos tiempos. Tampoco es el pensamiento manifestado por los Obispos de todo el orbe, en comunión con el Papa. Por citar solamente un ejemplo, no es el pensamiento de la Conferencia Episcopal Italiana, la cual, ya en 1979, emanó un importante documento titulado "Cuidado pastoral de las situaciones matrimoniales no regulares", en el que se dan instrucciones, todavía hoy muy útiles, sobre la conducta cristiana, que estas parejas pueden practicar. De lo cual se deduce fácilmente que esas parejas pueden estar en gracia y por lo tanto no están en un estado contínuo de pecado mortal. De hecho, se dice, por ejemplo, que los dos pueden hacer la "Comunión espiritual". Si tuvieran un pecado mortal en su conciencia, ¿acaso podrían hacerla?
----------Objeción: Un lector me hace decir que yo sostendría que uno puede ser inducido a pecar de malgrado, a pesar de uno mismo. De hecho, me objeta diciendo que, si esto fuera cierto, "todos podrían aducir situaciones que le hubieran impulsado, a su pesar, a pecar: 'La mujer que tú pusiste a mi lado me ha dado del fruto, y yo he comido!' (Gen 3). Adán trata de disculparse en vano".
----------Respuesta: He dicho exactamente lo contrario. He dicho que el pecado es un acto libre y voluntario, por lo cual no existe un "pecar a pesar de uno mismo". Ciertamente, yo puedo hacer una acción objetivamente mala, pero, si la cumplo involuntariamente o porque soy coaccionado o forzado o por inadvertencia o sin darme cuenta o sin un consentimiento deliberado, la acción no me puede ser imputada a culpa, al menos delante de Dios. Diferente es en cambio el caso modélico de Adán, paradigma de aquel que ha pecado verdaderamente y voluntariamente y, en modo desleal, quiere sacudirse la culpa sobre los demás; aunque sea cierto que Adán ha sido inducido en tentación por Eva. Pero una cosa es sufrir una tentación y otra cosa distinta es ceder voluntariamente a la tentación. Yo, en cambio, me refería al caso en el cual, como por ejemplo ciertos convivientes, en situaciones objetivas insuperables o insalvables, pecan ciertamente, pero tienen atenuantes (afirmación con la cual, por otra parte, concuerdo con el Papa en Amoris laetitia), por el hecho de que, por hipótesis, se encuentran cada día delante de la ocasión frecuente, impelente e inevitable de caer. Por eso, incluso un pecado de por sí mortal por su materia, pero con atenuantes subjetivos (falta de plena deliberación a causa de la violencia de la pasión), puede rebajarse a nivel de culpa venial.
----------Objeción: El mismo lector me objeta diciendo: "Los convivientes tienen la obligación de sustraerse a la condición pecaminosa, de lo contrario se corre el riesgo de 'poner a prueba' a Dios".
----------La obligación existe, pero a condición que existan las posibilidades efectivas y objetivas de interrumpir la relación. Pero existen casos complicados en los cuales la separación no es posible (al menos de momento) ni con toda la buena voluntad de la pareja, que podría también haberse arrepentido de la nueva unión, pero no sabe cómo salir de ella. En estos casos la ocasión de pecar es inevitable e ineliminable, por lo cual, si es cierto que la ocasión no es la causa propia, sino sólo incentivo o estímulo externo a pecar, y si es cierto que la causa verdadera del pecado es sólo la mala voluntad, sigue siendo cierto que valen los atenuantes a los cuales se refiere lo dicho en mi anterior respuesta. Y si los convivientes pudieran caer en el pecado mortal, pueden ser perdonados por Dios, incluso sin el Sacramento de la Penitencia.
----------Está claro, sin embargo, que cada vez que los convivientes pecan, para levantarse, deben hacer el propósito de no pecar más, no obstante el persistir supuestamente involuntario o de fuerza mayor de la situación irregular y peligrosa, que los empuja a pecar. Sin embargo, esta situación nunca debe ser llamada, en sentido estricto, "pecaminosa", sino peligrosa. Recordemos siempre que ninguna situación es pecaminosa o culpable en sí, pero que sin embargo puede constituir ocasión de pecado o tentación al pecado. Y si luego en ciertos casos la situación puede ser evitada, debe ser evitada.
----------El llamado "poner a prueba a Dios", a que se refiere el lector objetante, es otra cosa. El "tentar a Dios" implica el ponerse voluntario en la ocasión o el dejar de hacer todo lo posible para evitar el pecado, con la pretensión de gozar de la protección divina o de escapar de cualquier modo del peligro. A ese respecto: Dios no nos puede socorrer si voluntariamente nos arrojamos al precipicio.
----------El caso de ciertos convivientes es diferente. La hipótesis es que no tienen la posibilidad de evitar la ocasión o la tentación. Por eso, cuando la ocasión o la tentación llegan, fácilmente los convivientes caen en el pecado, pero la culpa disminuye, en cuanto se supone que la voluntad ceda a la violencia de la pasión. Si entonces la culpa se rebaja al nivel del pecado venial, ellos lo pueden quitar con simples prácticas penitenciales personales, obteniendo el perdón directamente de Dios.
----------Objeción: Otro lector afirmó neta y taxativamente: "Dos convivientes, al no cambiar de vida, demuestran que su intención de no pecar es inexistente".
----------Respuesta: Se dan casos en los cuales, al menos momentáneamente, es imposible interrumpir la convivencia, lo que conlleva la existencia de ocasiones y tentaciones, inevitables y tal vez irresistibles de pecar. De ello seguirán pecados frecuentes, más o menos graves. Pero si bien su condición de vida externamente y jurídicamente es irregular e ilegítima, y ​​es objetivamente reprobable, sin embargo ¿qué sabemos nosotros acerca de lo que la gracia puede obrar en sus conciencias? Es cierto que la buena intención se demuestra con los hechos. Pero es también cierto que si te encuentras en una situación como la de ciertos convivientes, de la cual por el momento es imposible salir, ¿qué les impide a ellos renovar continua y sinceramente, con todo esfuerzo, las buenas intenciones y los buenos propósitos, no obstante las frecuentes caídas?
----------Ahora bien, para verificar la bondad de una intención, no debemos pedir al prójimo acciones que estén más allá de sus fuerzas: nemo ad impossibilia tenetur. Dos convivientes obligados a permanecer convivientes pueden igualmente cumplir actos de buena voluntad y por tanto no estar excluidos en absoluto de la divina misericordia, tal vez incluso más que una pareja de esposos que viven en una posición regular. ¿Qué sabemos de las intenciones de los corazones? ¿Qué sabemos de las diferencias y de los contrastes que pueden surgir entre las dos conciencias? ¿Qué sabemos de la violencia con la cual ciertos impulsos al mal contrastan la buena intención y la buena voluntad del sujeto? Y si la buena intención no llega a expresarse al exterior, ¿acaso Dios no la ve y no la premia? ¿Y qué sabemos de lo que la gracia obra en las almas?
----------Objeción: "Tomemos el sacramento de la Penitencia. Para que la Confesión sea válida, necesita de algunas condiciones indispensables, entre las cuales se encuentra el estar sinceramente arrepentidos y el propósito de no volver a pecar. En este propósito de enmienda entra en juego también el comportamiento futuro. Si he robado y estoy convencido que una determinada ocasión me ha impulsado a hacerlo, tengo la obligación moral de evitar esa ocasión próxima de pecado. Lo mismo vale si convivo con una mujer como si fuera mi esposa no siendo ella mi esposa. Lo repito: desde un punto de vista formal, el razonamiento de FFT también podría tener valor, pero no desde un punto de vista sustancial e intencional. He aquí por qué Jesús dice las palabras que he citado antes: Si miras a una mujer deseándola...".
----------Respuesta: Nada impide a los convivientes renovar continuamente el propósito de no pecar más cada vez que pecan. Es cierto que en el Acto de contrición en el confesionario expresamos al confesor tal propósito de enmienda. Pero esto no impide que la semana siguiente podamos caer en el mismo pecado, al menos venial, sin que ello implique reincidencia obstinada ni ligereza ni hipocresía, sino, de hecho, sólo lo que es propio de la debilidad de la naturaleza humana, consecuente al pecado original, con la permanente posibilidad de caer en pecado, del cual somos responsables. Esto no quiere decir que no existan y no deban existir procesos de curación, pero ellos requieren su tiempo y el confesor debe saber esperar. Por lo demás, el propósito debe ser proporcionado a las propias fuerzas y a las propias posibilidades, de modo compatible con la condición de vida en la cual el conviviente se encuentra y de la cual no se puede escapar.
----------Ahora bien, la hipótesis que aquí estamos considerando es precisamente la de una pareja de divorciados vueltos a casar convivientes, que, por motivos objetivos graves, de fuerza mayor e incluso en parte razonables, no puede interrumpir la relación. Ciertamente, esto requiere la renovación continua de los buenos propósitos. Pero no debemos creer que los dos, por el simple hecho de encontrarse en esa situación, no puedan formar propósitos sinceros, que los abran a la gracia de Dios.
----------Objeción: "Los divorciados vueltos a casar no pueden acceder a la Eucaristía porque su condición es objetivamente negativa. La Familiaris Consortio, en su número 84, habla para los divorciados vueltos a casar de una condición de vida que contradice 'objetivamente' la verdad natural y cristiana sobre el matrimonio: 'Son ellos (los divorciados vueltos a casar) los que no pueden ser admitidos, desde el momento que su estado y su condición de vida contradicen objetivamente esa unión de amor entre Cristo y la Iglesia, significada y realizada por la Eucaristía' dice el papa Juan Pablo II".
----------Respuesta: San Juan Pablo II expresa aquí la condición de su irregularidad, en fuero externo o, como él se expresa, "objetivamente"; pero se cuida bien de no decir que ellos estarían, subjetivamente o en el fuero interno, en continuo estado de pecado mortal, porque esto, como ya he dicho, sería un juicio temerario, que pretende escrutar lo íntimo de las conciencias y las secretas operaciones de la gracia. En segundo lugar, esta enseñanza del Santo Pontífice no debe ser tomada como si fuera una doctrina de fe inmutable, sino sólo como disposición pastoral, como tal mutable, aunque de antiquísima tradición. Pero no se trata de Sagrada Tradición, que es la única tradición depositaria del dato revelado, sino sólo de tradición canónica.
----------En efecto, desde los años en que fue escrita la exhortación apostólica Familiaris Consortio, la cuestión de los divorciados vueltos a casar se hizo bastante extensa, complicada y agravada, tanto que el papa Francisco decidió en 2015 volverla a examinar para ver si se mantenía la actual disciplina, o bien si se decidía adoptar soluciones diferentes a las del pasado. Para eso (entre otras cuestiones que también se debatieron) el Papa convocó en aquel momento al Sínodo. Debe tenerse en cuenta que la cuestión pone en juego dos valores de fe, que corresponde a la Iglesia vincular con sabia pastoralidad: por una parte, el respeto a los sacramentos, medios inmutables de gracia y de salvación, instituidos por Cristo; por la otra, el cuidado de las almas, alimentadas por la gracia sacramental, la cual es administrada por la Iglesia.
----------Según hacia el lado donde pueda estar inclinada la balanza, si se me permite decirlo de este modo, la Iglesia puede en ocasiones hacer prevalecer el Sacramento; y entonces de aquí brota la actual disciplina; o bien en ocasiones puede enfatizar o poner en mayor relieve la salus animarum; y entonces la actual disciplina puede ser cambiada, sin que en ningún momento pueda estar afectado el divino depósito de la Fe, del cual el Papa es infalible intérprete en cuanto Maestro de la Fe. De la misma manera que antes de la publicación de la exhortación Amoris laetitia, confiadamente esperábamos acoger (y así lo hicimos) las decisiones del Santo Padre, fueran ellas cuales fueran, del mismo modo, en plena y permanente obediencia al poder jurisdiccional del Romano Pontífice, siempre nos mantenemos a la espera de sus decisiones sobre esta cuestión, sin el alarmismo de un estrecho conservadurismo pasadista y sin la facilonería laxista de los modernistas.
----------Objeción: Otro lector me objetó: "Usted, FFT, cae en la herejía de hoy: el pecado de por sí no existe, más bien debe ser considerado como un bien demediado, parcial, incompleto. Usted debería saber que si existe el bien absoluto, no existe el mal absoluto, pero no por esto el mal no es y no sigue siendo mal".
----------Respuesta: El lector cuya crítica acabo de transcribir, me atribuye cosas horribles que no he dicho nunca, ni se pueden en absoluto derivar de mis afirmaciones. ¿Por qué semejante ceguera? ¿Qué le ha sucedido a tal lector? El mencionado lector cree poder recabar su juicio de estas palabras mías: "el pecar de los convivientes, por más que pequen, no es necesariamente coextensivo a su convivir. No es que todo su vivir sea pecado. Pueden muy bien poseer buenas cualidades en otros aspectos, cualidades que ellos pueden y deben valorizar y que los conducen a cumplir actos buenos, sin por ello pecar en tales ámbitos".
----------Por cuanto respecta al "bien demediado", es necesario entenderse. Si yo solo cumplo la mitad de mi deber, ciertamente cometo pecado. Pero si yo corto por la mitad una manzana, no hago nada malo en comer media manzana. Demediar un bien, o cumplir la mitad de un bien, es pecado, si ese bien debe ser entero: si corto a una persona humana por la mitad, ciertamente hago mal, o sea pecado.
----------Ahora bien, el adulterio es un mal, es un pecado, porque destruye un matrimonio, el cual es fuente de la vida humana. Pero la nueva pareja que surge del adulterio, una vez cometido este pecado, no está dicho en absoluto que en el curso de la vida siguiente esta pareja esté siempre en pecado, privada de la gracia, aun si perdura un estado de vida reprobable. En efecto, los dos pueden arrepentirse de cada pecado cometido y recuperar la gracia cada vez, aún cuando la unión siga siendo ilegítima o reprobable.
----------Quizás este lector, con su explícita referencia a la actual herejía del buenismo, pretendía referirse a la teoría del pecado como "imperfección", teoría ideada por los modernistas para ser aplicada a los convivientes bajo el pretexto de que los dos poseen cualidades humanas, para minimizar sus culpas. En cambio, la imperfección moral es muy distinta del pecado, en cuanto que la imperfección está en la línea del bien, es una acción sustancialmente buena, aunque esté privada de su plenitud, pero no por mala voluntad del agente, sino más bien sólo por los límites de su voluntad. Es, por tanto, fruto de la buena voluntad. El pecado, por el contrario, es un acto malvado, efecto de la mala voluntad. Es una imperfección voluntaria, es una reducción voluntaria o demediar voluntario del bien debido.
----------Por lo tanto, como me atribuye y me acusa el lector, ¿yo diría que el pecado de por sí no existe? ¿Existe el mal absoluto? Digo simplemente que los convivientes, como cualquier ser humano hijo de Adán, mezclan las obras buenas con las malas acciones. He recordado también que, si no se está en gracia, incluso las buenas obras no sirven para la salvación. También he dicho y repetido, que el pecado es un acto malo voluntario cumplido con advertencia y deliberado consentimiento.
----------¿Dónde encuentra aquí el el mencionado lector algún motivo para sus desatinadas acusaciones en mi contra? Lo que sospecho es que este lector se adscribe a la postura de aquellos que sustentan la teoría del pecado a tiempo completo, vale decir, la teoría de la "situación de pecado". Si así fuera, si el lector también sustenta esta aberración, entonces él también se acerca horriblemente a la concepción maniquea del mal y manda inexorablemente al infierno a los pobres pecadores ignorando la obra de la gracia.
----------Luego, por lo que concierne a la cuestión del bien absoluto y del mal absoluto, lo que siempre he sostenido es que existe el bien absoluto y no existe el mal absoluto, porque, mientras el bien puede estar totalmente libre del mal, el mal no es otra cosa que una carencia o una privación de carácter accidental, porque tiene necesidad de una sustancia o un sujeto, en el cual inherir. El mal total, absoluto o sustancial, por lo tanto, no existe, porque, en el momento en el cual se destruye toda sustancia, el mal se anula a sí mismo.
----------El pecado, sin embargo, no es un mal que se destruye a sí mismo, como piensa Karl Rahner. En efecto, en el caso del pecado, el sujeto es el alma, la cual, por muy grave que sea el pecado, no puede ser destruida por este mal, que permanece en el alma. ¿Cómo se elimina este mal? Es Dios mismo quien lo quita en Cristo, suscitando el arrepentimiento o donando la gracia, y esto sucede también en los divorciados vueltos a casar, aun cuando no tengan la posibilidad de interrumpir su relación.
----------Objeción: Finalmente, el mismo lector de la crítica anterior me hace otra infundada objeción, ahora en ámbito de dogmática eclesiológica, referida al carisma petrino, diciendo: "Decir que el Papa no puede hablar nunca contra la Tradición, aunque tenga que ser su custodio o guardián, significa de hecho considerarlo infalible en todo. Graciano en su Decreto escribe del Papa: 'A nemine est judicandus, nisi deprehenditur a fide devius', lo que significa: no debe ser juzgado por nadie, a menos que se desvíe de la fe".
----------Respuesta: El Romano Pontífice es infalible como intérprete de la Tradición, no en todo. ¿Quién ha sostenido que el Papa sea infalible en todo? Si el Papa habla del partido entre San Lorenzo y River, no es infalible. En la cita indicada por el lector, Graziano hace un razonamiento hipotético puramente formal y abstracto, donde vale la consecuencia, no el consecuente. Es como si yo dijera: si me tirara desde el quinto piso donde vivo, me mato. Pero no tengo en absoluto la intención de tirarme desde el quinto piso.
----------El Papa, como Maestro de la Fe, supremo intérprete de la inmutable verdad salvífica, revelada a nosotros por Cristo y contenida en la Sagrada Escritura y en la Sagrada Tradición, como Vicario de Cristo al enseñarnos la doctrina del Evangelio, los contenidos del dogma y de la moral, las exigencias de la ley divina y de la ley natural, aun cuando no pronuncie solemnemente -lo que es muy raro- una nueva definición dogmática, según las condiciones de la infalibilidad pontificia establecidas por el Concilio Vaticano I, en su enseñanza pública ordinaria, oral o escrita, una encíclica, una exhortación o carta apostólica, un motu proprio, una audiencia general o una homilía de la Misa cotidiana o un discurso público a cualquiera o a cualquier nivel o una entrevista con un periodista o una conversación con personalidades destacadas, goza del carisma de Pedro, a quien Cristo ha dicho: "confirma fratres tuos" ("confirma a tus hermanos en la fe", Lc 22,32) y por eso no se engaña y no nos engaña, no se equivoca y no es falible, sino que siempre nos dice con certeza la verdad, que, si no es inmediatamente verdad de fe, es en cualquier caso conexa con la fe o deriva de la fe.
----------El Papa, en cambio, no es infalible y de hecho puede equivocarse o engañarse o ser engañado o pecar en todo lo demás, puede ser injusto o imprudente en su conducta moral, en el tomar una medida pastoral o procedimiento en el gobierno de la Iglesia, en el emanar o abrogar o cambiar una ley canónica o una norma litúrgica, en el expresar una opinión teológica, en los discursos o comportamientos privados, en la elección de los colaboradores, en el nombramiento o promoción o destitución de obispos o de prelados, en el tratar con los poderes políticos o en hacer juicios políticos. Puede ser depuesto ya sea por indignidad o por incapacidad o por gravísimos motivos que afecten el bien o la paz en la Iglesia, pero no podrá nunca ser culpable de herejía, cosa que por lo demás nunca ha sucedido. El Papa incluso, como bien sabemos hoy, puede hacer acto de renuncia al sagrado ministerio por motivos graves, más o menos libremente.
----------La única hipótesis válida del Papa hereje es el caso de manifiesta demencia, cosa que por lo demás nunca se ha verificado, o bien por constricción sufrida, caso, este último, que sí se ha verificado; pero el Papa, habiendo retornado a la libertad, ha anulado el acto inválido, cumplido en estado de necesidad.
----------Es por lo tanto una idea muy vergonzosa e inconcebible la de ciertos católicos o sedicentes católicos, los cuales, falsos sostenedores de la Tradición, se atreven a plantear la posibilidad del Papa "hereje", con la transparente intención de sentar una base "jurídica", para acusar al actual Pontífice, mientras que algunos llegan a la audacia de acusarlo abiertamente, tomando ocasión, un ejemplo entre muchos, de su decisión de permitir que en aquel Sínodo del 2015 se discutiera la posibilidad de admitir a la Comunión a los divorciados vueltos a casar, como si esto constituyera un atentado a la "Tradición" y la dignidad de los Sacramentos.
----------Por otra parte tenemos la más compacta y peligrosa facción modernista, arrogante, escéptica, liberal, subjetivista, historicista, evolucionista y relativista, la cual, negadora como es de cualquier certeza o evidencia universal y objetiva -llamada con deprecio "abstracta"- y por tanto de la inmutabilidad no sólo del dogma, sino también de la verdad de razón, promueve, con el pretexto del "progreso", de la "libertad", de la "misericordia" y de la "modernidad", un cambio en la disciplina, no para adecuarla mejor al dogma o a la ley divina, para que ellos pueden tener una mejor aplicación, sino porque no cree en ningún valor absoluto. Un ejemplo de esta corriente es lo que está a los ojos de todos en la actual deriva del Sínodo nacional en Alemania.
----------Hacerse pasar por católicos y no serlo es una grave estafa o una operación puramente política, mucho peor que la del que pretende curar enfermos sin tener título habilitante de médico. Católico no es quien pretende encargarse de vigilar la ortodoxia del Papa, para controlar que sea fiel a la Tradición, ni el que, creyendo tener línea directa con el Espíritu Santo, ya sea línea directa con la Escritura (Lutero) o línea directa con la Tradición (Lefebvre), actúa según su mera conciencia subjetiva envenenada de soberbia, en absoluta y omnipotente autonomía, como si fuera el fichtiano "Yo absoluto", le guste o no le guste al Papa, que para él es solamente un creyente a la par de todos los demás, con sus propias discutibles y hasta atrasadas opiniones, como dijo el cardenal Carlo Maria Martini, poco antes de morir, que "la Iglesia de Benedicto XVI está atrasada dos siglos", y que afortunadamente "hoy tenemos grandes teólogos como Rahner".
----------El católico se distingue entre todos los demás cristianos (y se enorgullece de ello) precisamente por su permanente y leal obediencia al Sumo Pontífice, que no es la obediencia supina, sino la de personas inteligentes y responsables, que gozan de la libertad de los hijos de Dios, y que por tanto saben cuándo el Papa debe ser obedecido y cuándo puede ser criticado, en base a criterios de discernimiento que el mismo Papa ofrece, y no los que nos vienen de mons. Marcel Lefebvre o de Hans Küng.
----------Aún cuando el Romano Pontífice no fuera (como lamentablemente ocurre de hecho en el caso del papa Francisco) perfectamente imparcial entre los dos descarriados partidos actualmente en lucha, no debemos por ello perturbarnos demasiado: es un ámbito en el que el Papa no es infalible y puede corregirse. Expresamos lealmente nuestro disenso, allí donde nos es permitido, pero miramos en el Papa sobre todo al Sucesor de Pedro. Estemos cercanos a él en la lucha y en el sufrimiento, invoquemos para él la asistencia del Espíritu Santo y la intercesión de la Virgen, a fin de que "se forme un solo rebaño con un solo pastor".

10 comentarios:

  1. Sinceramente comparto, apruebo, suscribo y felicito al Padre Filemón.

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    1. Estimado "Ubi humilitas",
      me complace que el artículo le haya sido de alguna utilidad.

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  2. Yo también comparto, apruebo, suscribo y felicito al padre Filemón de la Trinidad. Agregando un particular agradecimiento, como párroco de una gran parroquia: estos artículos me sirven muchísimo para dar muchas respuestas concretas y específicas, porque en estos tiempos que corren, no hace falta mencionar cuántas preguntas, y cuántas de ellas bien articuladas, escuchamos a menudo de gente, de los fieles comunes, tanto acerca de los nuevos procedimientos canónicos para las sentencias de nulidad matrimonial, como acerca de las diversas cuestiones relativas a los divorciados vueltos a casar.
    Para mí, estos artículos son una verdadera gracia iluminadora.
    P. Víctor B.

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    1. Estimado padre Víctor B.,
      me alegro que mis notas le sean útiles.
      Sin embargo, supongo que usted advierte que en mis textos hay aspectos que son de diverso valor.
      Por un lado está la doctrina de la Iglesia y el dogma, pero por otro lado están las opiniones teológicas que planteo con prudencia y respeto por otras opiniones teológicas también válidas.
      Pues bien, en lo relativo a este segundo aspecto de mis artículos, usted debe advertir que no es mi intención dar a mis opiniones el valor que no tienen. Acerca de ellas estoy siempre dispuesto a recibir preguntas, cuestionamientos, críticas y también correcciones.

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  3. Queridísimo Padre, ¡que Dios te bendiga setenta veces siete!
    He leído una primera vez y luego he vuelto a leer.
    Gracias por todo lo que estás haciendo desde este blog, en especial por informarnos a los sacerdotes, y por apoyarnos con la auténtica doctrina de la Iglesia, porque los párrocos y vicarios, que vivimos en el "campo de batalla", tenemos cada vez más dificultad para responder a las preguntas de los fieles, con la confusión que circula por doquier, sobre todo en internet. ¡Gracias!

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    1. Estimado padre Manuel,
      me alegra su consenso hacia estos artículos.
      Quedo abierto y dispuesto a sus correcciones y sugerencias.

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  4. Parecería que varios lectores de las objeciones aquí mencionadas, están padeciendo una lefebvritis aguda, que consiste principalmente en calificar de hereje, con extrema despreocupación y desparpajo, a cualquiera que no entre en sus propios cánones de conocimiento doctrinal... los cuales en el caso de los pertenecientes a la secta lefebvriana son bastante restringidos.
    El buen padre Filemón simplemente ha escrito artículos donde se han planteado cuestiones y argumentos teológicos muy interesantes sobre el problema en cuestión... Un problema para el cual el papa Francisco ha dado algunas pistas de solución en Amoris laetitia, pero también un problema que el propio Santo Padre también ha agravado con esa Carta a los Obispos argentinos, que jamás debió haber escrito.
    Este Papa, o quien lo suceda, tendrá que aclarar, de modo bien firme, la actual situación disciplinar acerca de la Comunión a los dicorciados vueltos a casar.
    Pero, volviendo a los lefes: comprendo que en estos tiempos todos nos sintamos un poco "doctores en teología", pero quizás sería mejor pensar, ante todo, en santificarnos a nivel personal y no confundir aún más a todos haciéndolos entrar en pánico innecesariamente.

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    1. Estimado J.M.C.,
      comparto substancialmente sus apreciaciones.
      Es cierto que el Papa ha dado pistas pastorales en Amoris laetitia. Sin embargo, respecto al tema de los llamados "divorciados vueltos a casar", sólo se ha referido a él de un modo muy tangencial, en la famosa Nota 351, en la cual deja abierta la posibilidad de que en un futuro pueda cambiarse la disciplina sacramental vigente respecto a ellos. Contrariamente a lo que han entendido algunos, el Papa no ha cambiado esa ley eclesiástica con su Carta del 2016 a los Obispos de la región Buenos Aires, pues tal Carta no cumple con los requisitos canónicos para constituir una derogación de la normativa anterior y una promulgación de nueva normativa.
      Estoy de acuerdo con usted en que el Romano Pontífice (el actual o su sucesor) debería aclarar explícitamente la confusión creada.

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    2. Estimado J.M.C.
      la "lefebvritis aguda" es una "enfermedad" grave que ha hecho sufrir mucho, y sobre todo inútilmente, a muchos de nosotros, sacerdotes, cuando hemos tenido la desgracia de encontrarnos con sujetos que, al igual que los neocatecumenales, pretenden establecer de modo absoluto normas eclesiales y litúrgicas, como si fueran leyes divinas, cuando en realidad son leyes de hombres, del todo dignas de respeto y que se deben obedecer, claro que sólo cuando están vigentes, porque se trata solamente de leyes positivas, de institución eclesiástica.

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    3. Estimado Abel,
      comparto en líneas generales sus apreciaciones.
      También yo he conocido por experiencia el caso de hermanos sacerdotes que, en buena fe, y siempre dispuestos a seguir al Magisterio en lo doctrinal, y a ser fundamentalmente obedientes con las leyes de la Iglesia (aún cuando a veces manteniendo disensos teóricos, en algunos casos), han sentido dudas por las predicaciones pasadistas.
      Afortunadamente, con esfuerzo propio, ayuda de hermanos sacerdotes, y siempre con el sostén de la gracia y una intensa vida sacramental y de oración, han podido mantenerse fieles, pese a todo.
      Una pequeña sugerencia: en mi opinión, conviene usar el término "pasadistas" y no el de lefebvrianos, porque éste corresponde solamente a un pequeño sector del problema. Diciendo "pasadistas" se los abarca a todos aquellos que permanecen anclados en un pasado superado, por apegarse a tradiciones contingentes y no a la verdadera Tradición, que abarca, por supuesto, el Concilio Vaticano II, el magisterio de los Papas del postconcilio, hasta el Pontífice actual.

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