viernes, 13 de noviembre de 2020

¿Qué Papa necesitamos?

El papa Francisco anunció que el próximo 28 de noviembre se llevará a cabo un consistorio para la creación de trece nuevos cardenales. Después del próximo consistorio, el Colegio Cardenalicio estará compuesto por 232 purpurados, de los cuales 128 serán electores en un futuro cónclave, y 104 son mayores de 80 años.

----------Es cierto que los Cardenales de la Santa Iglesia Romana constituyen un colegio al cual compete proveer a la elección del Romano Pontífice, al quedar vacante la Sede Apostólica; lo dicen los cc.349 y 359 del Código de Derecho Canónico. Pero la misma ley de la Iglesia no agota en ello las funciones cardenalicias, porque asimismo los Cardenales asisten al Romano Pontífice, mediante oficios que le son propios, ayudando al Papa "principalmente en su cuidado cotidiano de la Iglesia universal".
----------Por eso resulta alarmante, aunque hablando con franqueza ya no sorprendente, que las crónicas periodísticas, no sólo de la prensa secular, sino incluso de los medios católicos, portales católicos de noticias en internet, y también gran cantidad de blogs sedicentes católicos, una vez conocida la noticia del próximo consistorio, de lo único que vienen hablando es acerca de previsiones sobre el futuro cónclave y el futuro Papa. Y estos mass-media cumplen la tarea que se han impuesto, en general clasificando y seleccionando "papables" recurriendo a las consabidas categorías, también seculares, de "conservadores" y "progresistas", absolutamente imprecisas, vagas, o más bien engañosas y distractivas; utilizándolas en alambicados y fantasiosos análisis sociológicos que poco y nada tienen que ver con la profunda realidad de la Iglesia.
----------A decir verdad, de la Iglesia sólo es útil hablar, por supuesto siempre y cuando nos estemos dirigiendo directa o indirectamente a los creyentes, en términos rigurosa y precisamente teológicos. Porque no es útil, y de hecho es claramente dañoso y perjudicial hablar de la Iglesia en términos sociológicos, porque estos constituyen la materia de la cual la ideología, no la fe, constituye la forma.
----------Hay intelectuales católicos de gran nobleza, y seguramente con las mejores intenciones, pero también demasiado inclinados a mezclar inadvertidamente opiniones rigurosamente teológicas con opiniones de otro tipo: ideológicas y políticas, siempre sobre la base de hallazgos sociológicos, a menudo inevitablemente parciales, y siempre y en todo caso ajenos a la sustancia o esencia sobrenatural de la Iglesia de Cristo.
----------De modo que, en lo que a mi respecta, en cada ocasión en la que recibo la noticia de la creación de nuevos cardenales, tiendo a preguntarme de qué modo tal o cual elegido podrá ayudar al Vicario de Cristo tanto en su oficio de Maestro de la Fe como de Pastor Universal del rebaño que le ha sido confiado. Lo cual no quita para nada el advertir que también entre los nuevos purpurados puede hallarse el próximo Pontífice; y es natural que nuestra mente vaya a veces a esos pensamientos en razón de la senecta edad del papa Bergoglio; aunque no conocemos los designios de la divina Providencia, que quizás quiera que el papa Francisco mantenga sus manos firmes por muchos años más en el timón de la barca de Pedro.
----------Sea como sea, me uno en esta nota de hoy a los vaticinios, pero no del mismo modo que los han formulado algunos periodistas estos días, pues cuando me pregunto: ¿qué Papa necesitamos? no estoy preguntando sólo por el próximo Papa, por el que le seguirá al papa Francisco, sino también por el propio papa Francisco, por su pontificado, porque mientras peregrinamos en esta tierra, ninguna vida está cumplida, y siempre los rumbos pueden ser reorientados, o confirmados, o corregidos, o afinados, o matizados, o renovados. De modo que cuando trato de responder a la pregunta ¿qué Papa necesitamos? también pienso en el Papa actual, tal como lo hice hace casi ocho años, cuando se reunía el anterior cónclave.
----------Claro que al hacerme tal pregunta, ¡me doy cuenta de la enormidad de la cuestión! Como católico, tengo plena confianza en la divina Providencia que no dejará de asistir con su gracia al Papa actual, dure lo que tenga que durar su pontificado; y tengo también plena confianza en la sabiduría del colegio cardenalicio y en la propia gracia de estado que los cardenales reciben del Espíritu Santo, para cumplir las misiones y tareas que hoy se les han confiado, y también cuando, en el próximo cónclave, se reúna cuando se reúna, deberán elegir al nuevo Papa. Siento que mi primer deber con respecto a esta gran cuestión, más allá de las ideas, de los propósitos y de los deseos humanos, es el de rezar y esperar con absoluta confianza en Dios, porque en todo caso el Señor no abandonará a su Vicario en la tierra, mientras dure su pontificado, y que, cuando Él lo disponga, cuando el momento llegue, se elegirá un Pontífice que continuará guiando a la Iglesia hacia el Reino de Dios.
----------Por lo tanto, por lo que acabo de decir, y a partir de los hechos y las convicciones fundamentales que acabo de expresar, nada me prohíbe, como hijo de la Iglesia, ahora cargado de una experiencia de fe de toda una vida, manifestar libre y serenamente algunas opiniones, que pienso pueden ser útiles en esta grave y compleja situación que atraviesa la Iglesia bajo la conducción del papa Francisco, y que seguramente será una situación que se sentirá más aguda y apremiante a la hora en que los Cardenales deberán elegir al próximo Papa. Además, al ofrecer mis opiniones, creo representar el sentir y las esperanzas de un cierto ambiente católico que quiere vivir integralmente la propia fe en plena comunión con la Iglesia y con el Vicario de Cristo, en la Iglesia de hoy que debe vivir sobre el camino trazado por el Concilio Vaticano II.
----------Ahora bien, creo necesario enmarcar mis opiniones recordando que estamos ante una situación eclesial particularísima, por muchos motivos, casi en sí misma inaudita, como lo fuera también hace ocho años, cuando la dimisión del papa Benedicto XVI. Es lo que desde hace tiempo los observadores y los historiadores católicos más atentos están notando con aprensión, aunque obviamente no venga en ellos a menos la certeza sobrenatural de que la barca de Pedro continuará su viaje hacia el puerto anhelado.
----------El optimismo, la despreocupación y las lágrimas de cocodrilo de los modernistas, que se sienten vencedores en esta situación dramática, son todas falsedades que demuestran sólo su inconsciencia y la vanidad de su autosuficiencia, destinadas antes o después a resolverse en una vergonzosa derrota, porque "portae inferi non praevalebunt". No sabemos exactamente cómo y cuándo sucederá esto, pero sabemos que sucederá, y mejor de cuanto pensamos o esperamos, y eso nos debe bastar. Todavía nos tocará sufrir, desde el Papa hasta los últimos fieles, no sabemos cómo, cuánto y durante cuánto tiempo, pero no importa. El Señor no dejará de darnos la fuerza y ​​la paciencia necesarias.
----------¿Qué Papa necesitamos? De acuerdo con lo que sugiere la razón humana -debemos usarla también cuando en situaciones como estas opera la impredecible acción del Espíritu y la insidiosa tentación de Satanás- un sano realismo nos dice que no podemos esperar ni en Francisco ni en su sucesor un Papa con la fuerza de un san Pío X, inclaudicable combatiente contra el modernismo y hasta cierto punto su vencedor, ya que el modernismo de hoy, como ya todos sabemos, es mucho peor que el de sus tiempos, tanto que con su veneno ha contaminado en parte el mismo episcopado y el cardenalato.
----------Ciertamente, hemos tenido, con el Concilio y el postconcilio, Papas santos: san Pablo VI, san Juan XXIII y san Juan Pablo II, por no hablar del Siervo de Dios Juan Pablo I. Estos pontificados han sido, indudablemente, una gracia inmensa para nuestros tiempos, una luz, una consuelo, una guía, una sugerencia que nos llega del Espíritu Santo, que ha inspirado al Sucesor de Pedro a proclamarlos santos.
----------Por otra parte, los tiempos históricos han cambiado desde la época del papa san Pío X, por lo que es espontáneo y natural pensar que estos Pontífices más recientes, nuestros contemporáneos, pueden ser vistos por nosotros como figuras mayormente deseables para nuestro tiempo, en lugar de una figura tan grande como aquella de un san Pío X u otros Papas que puedan venir a la mente, como el Siervo de Dios Pío XII, el Beato Pío IX, San Pío V y muchos otros grandes pastores del pasado.
----------Mi opinión es que (y no le quisiera pedir demasiado al Señor) tenemos necesidad de un Papa que reúna las cualidades de los santos pontífices del postconcilio con aquellos del preconcilio. Aquí insisto en pensar sobre todo en el Siervo de Dios Pío XII, en San Pío X y en el Beato Pío IX. De hecho, tenemos necesidad, como ha dicho repetidamente el papa emérito Benedicto XVI a raíz de los otros Papas postconciliares, de un estilo de vida católico que combine tradición y progreso y, por lo tanto, tenemos necesidad de un Pontífice que nos guíe en este camino, mostrándonos la compatibilidad recíproca de esos dos valores, que es como decir que recoja por un lado la herencia de los antes mencionados Papas preconciliares, que nos recuerdan la tradición y la continuidad de la doctrina de la fe, y por otro la enseñanza de los Papas del Concilio y del postconcilio, los cuales, en la estela de la tradición y de la inmutabilidad del dogma, nos muestran cómo la Iglesia crece y avanza en el conocimiento de la Palabra de Dios, en la santidad y en la práctica del Evangelio.
----------Lo que de manera realista y humana, por tanto, podemos y debemos esperar en este pontificado y en el próximo -salvo las buenas o malas sorpresas del Espíritu Santo- y siempre obviamente según mi modestísimo parecer, es un Papa dotado de las siguientes características:
----------Un Papa no necesariamente un pozo de ciencia, sino valiente y capaz de mandar autoritativamente, de poner en los altos puestos a personas dignas y de poner en el candelero a los verdaderos merecedores de esos puestos, aunque hasta ahora desconocidos. El criterio no debe ser el de nombres conocidos por los medios de comunicación, tal vez agradables a los modernistas, sino personas objetivamente merecedoras aunque estén escondidas en un monasterio o en el desierto o quién sabe dónde.
----------Un Papa santo, dispuesto a sufrir y a permanecer en la cruz hasta el final, sin dejarse intimidar por los modernistas, un Papa "tetragono", como diría Dante Alighieri, y resistente a cualquier amenaza, dispuesto a soportarlo todo: marginación, humillación, desobediencia, traición, insultos, incluso de sus colaboradores, fiel a Cristo a cualquier costo, incluso al precio del martirio.
----------Un Papa no ingenuo, sino prudente, "simple como la paloma y prudente como la serpiente", atento a los falsos amigos y capaz de encontrar y recompensar a los verdaderos amigos de valor, para no convertir la propia casa en el hazmerreír de los ambiciosos arribistas y escaladores de puestos, que no quieren el bien de la Iglesia, sino solo afirmarse a sí mismos y a sus sucios negocios.
----------Un Papa que esclarezca de una vez por todas la continuidad entre la Iglesia del preconcilio y la del postconcilio, tranquilizando a los pasadistas lefebvrianos y dándoles así motivos para llamarlos a corrección y conversión, y desenmascarando el sucio juego de los modernistas que se hacen pasar falsamente como intérpretes del Concilio, pero también convenciendo a los lefebvrianos de estar ellos equivocados cuando acusan a las doctrinas conciliares de error. Y viceversa, un Papa que deberá reconocer los errores pastorales del Concilio, sobre todo en lo que respecta al modelo de obispo propuesto por el Concilio, un obispo sí caritativo y abierto, no ingenuo y demasiado débil frente a los "lobos disfrazados de corderos".
----------Un Papa que finalmente condene con claridad los errores de Karl Rahner, causa principal del caos moral y doctrinal que estamos viviendo, sin preocuparse en lo más mínimo de las eventuales protestas de periodistas, intelectuales, moralistas, teólogos, obispos, cardenales e institutos académicos, sino atendiendo exclusivamente al bien de la Iglesia y a la conservación del depósito revelado.
----------Si tenemos un Papa así, en el papa Francisco o en su sucesor, los males comenzarán a decrecer, la Iglesia tomará respiro y será dado nuevo impulso a su obra salvífica, santificadora y evangelizadora, los buenos se sabrán consolados, los modernistas comenzarán a retirarse o a convertirse, se irá al encuentro de la reconciliación y la paz. Si, por el contrario, en los años que restan de este pontificado, el papa Francisco no deja de acariciar a los modernistas y de castigar a quienes son más sensibles a la tradición, o si en el próximo cónclave fuera a ser elegido un Pontífice con desequilibrios modernistas, uno puede imaginarse -siempre dejando espacio para el Espíritu Santo- que las cosas seguirán como antes, por no decir que empeorarán.
----------En todo caso, suceda lo que suceda, en los años que resten del pontificado de Francisco, o en el próximo pontificado, una cosa es cierta: que mientras la divina Providencia lo disponga tendremos siempre al Sucesor de Pedro que con el carisma de la infalibilidad guiará al rebaño de Cristo hacia la plenitud de la verdad.

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