sábado, 7 de noviembre de 2020

Novedades en la relación de Roma con los Institutos religiosos

Con fecha 1 de noviembre, Solemnidad de Todos los Santos, el Papa ha firmado la Carta Aportólica en forma de motu proprio Authenticum charismatis, con la cual se modifica el canon 579 del Código de Derecho Canónico, que ahora se formula así: "Episcopi dioecesani, in suo quisque territorio, instituta vitae consecratae formali decreto valide erigere possunt, praevia licentia Sedis Apostolicae scripto data". Versión española: "En su propio territorio, los Obispos diocesanos pueden erigir mediante decreto formal institutos de vida consagrada, previa licencia escrita dada por la Sede Apostólica". La anterior redacción era la misma salvo por su última parte, que decía: "siempre que se haya consultado a la Sede Apostólica". La mera "consulta" ya no es suficiente, y ahora se necesita una "licencia escrita" de la Santa Sede.

----------La Iglesia, a través de su Jerarquía, desde el inicio de su historia, siempre ha aprobado con su autoridad apostólica el surgimiento sucesivo y diversificado de muchas formas de vida común o solitaria que se predeterminan la finalidad de servir a Dios y al prójimo según una especial regla de perfección evangélica en el ejercicio de los tres votos de pobreza, castidad y obediencia. Son aquellos que comúnmente llamamos institutos u órdenes religiosas, de vida activa o contemplativa o monástica.
----------Naturalmente, bien sabemos que no todo movimiento o iniciativa de este tipo requiere necesariamente un reconocimiento oficial por parte del Obispo local o de la Santa Sede. Sino que el Pueblo de Dios, en el cual también obra el Espíritu Santo, tiene la santa libertad de organizar autónomamente, siempre claro está en el respeto de las leyes de la Iglesia y de la legítima autoridad (diocesana y parroquial), grupos, sociedades, movimientos, asociaciones, hermandades, comunidades espontáneas, los cuales se comprometen a vivir el Evangelio de una forma más austera o más perfecta o más fervorosa, sin que sea siempre necesaria la aprobación oficial de parte de la autoridad eclesiástica, siempre que, se entiende por supuesto, se respeten las normas comunes de la vida cristiana y las directrices pastorales generales de la Iglesia.
----------Es el Espíritu Santo, siempre operante en la Iglesia, Quien decide, cuando y como quiera, suscitar, sea en individuos o bien en grupos, el deseo, la aspiración o la decidida intención de una vida más perfecta y más santa. Ciertamente, la Jerarquía, vale decir, la autoridad sacerdotal, por ejemplo el Párroco, o el Obispo, deben asegurarse de que no haya desviaciones en el campo de la fe o de la moral.
----------Puede darse el caso que tal autoridad puede ser consultada por parte de quienes advierten esta inspiración del Espíritu, sobre todo si no tienen certeza y desean un discernimiento autorizado. O puede darse el caso que la autoridad misma se proponga como guía oficial. Pero todo sucede y debe suceder en un sereno y caritativo intercambio y recíproca ayuda entre aquella que es la función del sacerdote, presbítero u obispo, y los poseedores de los carismas del Espíritu Santo, dones que se refieren sobre todo al carisma profético o a las diversas iniciativas de la caridad, que conciernen tanto a hombres como a mujeres.
----------Precisamente en mi nota de ayer, recordaba a los lectores que el carisma de profecía es un don del Espíritu Santo en colaboración con el ministerio de los apóstoles y sometido a ese ministerio. De modo que lo explicado en mi nota de ayer tiene completa aplicación para comprender como existen en la Iglesia los institutos religiosos y el modo como su vida se armoniza con el ministerio de la Jerarquía.
----------A lo largo de los siglos, sobre todo desde el inicio del Medioevo y hasta hoy, han surgido Institutos religiosos, órdenes religiosas, congregaciones religiosas, hermandades laicales y clericales, que han sido y siguen siendo oficialmente reconocidos por la Santa Sede. Todos ellos han florecido mucho y se han robustecido enormemente con una compleja y sólida organización jurídico-disciplinaria y también económica, hoy en día a escala mundial, con vínculos no solo con la Iglesia, sino también con la sociedad, la cultura y la política.
----------Sin duda, estos Institutos religiosos han sido una bendición a lo largo de los siglos y muchos santos y otras instituciones han surgido de ellos. Todavía hoy ellos son preciosos para la Iglesia. Sin embargo, no ha sido raro el caso, en la historia, que algunos hayan perdido el rumbo, o hayan decaído, o que el propósito para el que fueron constituidos haya perdido su relevancia o actualidad histórica.
----------En esos casos, o bien se han ido extinguiendo solos, o bien ha sido la propia Santa Sede la que los abolió o suprimió, o porque ya no son actuales o porque se han vuelto inútiles, o porque se han vuelto ya incapaces de regirse y mantenerse en pie, o porque han fallado o venido a menos en su propósito originario para el cual habían sido aprobados. Un caso célebre de este segundo tipo fue la famosa Orden de los Templarios, abolida a principios del siglo XIV por el papa Clemente V [1305-1314] a causa de su decadencia moral y de la mala administración de sus bienes, aunque la cosa no está del todo clara y hay quienes sostienen que el Papa tuvo que ceder a las presiones del rey de Francia, Felipe IV el Hermoso [1268-1314].
----------La relación de la autoridad eclesiástica episcopal o pontificia con los institutos religiosos se ve dificultada por el hecho de que requiere la conexión armoniosa y constructiva de dos funciones estructurales de la vida eclesial: la función sacerdotal y el ministerio profético o, como se expresa el Concilio Vaticano II en la Lumen gentium (n.4), el don jerárquico y el don carismático.
----------El ministerio sacerdotal constituye la estructura arquitectónica maestra o vertebral de la Iglesia, que, como tal, es fija y determinada: el anuncio del Evangelio, la administración de los sacramentos, el gobierno de la Iglesia; la vida religiosa representa el dinamismo espiritual, en el pueblo de Dios, laicos y sacerdotes, de la búsqueda de la santidad y de la tensión hacia el Reino, en lo concreto de la existencia, en el desarrollo de la historia, en la inmensa variedad de las iniciativas de la caridad, de la solidaridad humana, de los modos de rendir culto a Dios y de investigar la "longitud, la altura y la profundidad" del misterio de Cristo (Ef 3,18).
----------Hoy este problema del acuerdo, vínculo en la caridad, armónico funcionamiento, o concertación entre sacerdocio y profecía se ha hecho más agudo tanto por la existencia de una crisis de identidad del sacerdote como por una concepción de la vida religiosa tendencialmente anárquica y espontaneista, por la cual los institutos religiosos se ven empañados por un modo de entender la vida eclesial como si el componente sacerdotal jerárquico fuera un peso, una carga o algo inútil o del pasado.
----------De ahí que debemos reconocer con absoluta franqueza, en las Órdenes religiosas más prestigiosas, como los Jesuitas, los Dominicos y los Franciscanos, el surgimiento de corrientes heréticas, que sin embargo son vistas por sus sostenedores y seguidores como puntos avanzados, vanguardistas, de la Iglesia del futuro, expresiones de la libertad y de la renovación en el Espíritu Santo.
----------Es necesario tener presente que estas Órdenes fueron aprobadas en su tiempo por Roma, en razón de que ellas se ofrecieron como ayuda para Roma en su misión apostólica, pero en el momento en el cual crean obstáculos a la Santa Sede o al cuerpo episcopal, Roma podría verse prudencialmente necesitada de retirar su aprobación y tales Órdenes serían automáticamente disueltas. En la medida en que ellas continúen creando estos obstáculos a Roma, el riesgo antes mencionado no es de ninguna manera aleatorio, aún cuando Roma es magnánima y se mantiene a la espera y sigue tratando de salvar lo salvable.
----------Estas Órdenes, contaminadas en cierta medida por el modernismo, podrían ser degradadas y declaradas, como la Fraternidad San Pío X, "no en plena comunión con la Iglesia" y esto a buen derecho. Así como a los lefebvrianos, que no entienden la Tradición en el sentido correcto y niegan la obediencia al Magisterio actual, se les acusa de herejía y por ende se les ha declarado formalmente cismáticos, del mismo modo con más razón y a buen derecho a los modernistas, cuyo alejamiento del dogma es grave y notorio.
----------De hecho, sin embargo, las Órdenes infectadas de modernismo han perdido el prestigio que tenían en otros tiempos, y no gozan ya como antes de la plena confianza de la Santa Sede, la cual se ha inclinado a preferir, durante los últimos pontificados, a nuevos Institutos, aparentemente más fieles y útiles a Roma (debería aquí mencionar, por ejemplo, el Opus Dei o los Franciscanos de la Inmaculada, o el Instituto del Verbo Encarnado, aunque esto me llevaría demasiado lejos, y me obligaría a ofrecer razones y argumentos históricos que justifiquen la cambiante actitud que la misma Roma ha tenido en los últimos años incluso hacia los institutos que al azar acabo de mencionar. Dejaré esto para otra oportunidad).
----------En cuanto a las Órdenes en decadencia o en peligro, aunque no se consideren a sí mismas como tales sino más bien "avanzadas", no deben aprovecharse de la magnanimidad y de la tolerancia de Roma, sino que ante todo son invitadas por el Espíritu Santo a recuperar su inspiración originaria en la plena comunión eclesial y fidelidad a su auténtico carisma (Authenticum charismatis se titula la reciente Carta del Papa), tal como Roma lo ha aprobado y aún lo aprueba y lo promueve, ya que tal inspiración originaria mantiene plenamente su actualidad y relevancia en relación con las necesidades más profundas del mundo contemporáneo.

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