lunes, 23 de noviembre de 2020

La crueldad de los fanáticos islámicos y las Jornadas de Asís

Estas últimas semanas dos imágenes aparentemente contrastantes nos dan motivo para la reflexión. Por un lado, el 20 de octubre el papa Francisco participaba en el Encuentro (ecuménico e interreligioso) de Oración por la Paz promovido por la Comunidad de San Egidio, "en el espíritu de Asís"; y por otro lado, en las primeras semanas de este mes de noviembre, Francia volvía a estar en alerta máxima por nuevos atentados de fanáticos islámicos a iglesias católicas. Frente a estas dos instantáneas de las últimas semanas, permítanme recordar algunas ideas ya propuestas antes, pero que hoy presento algo más ordenadas.

----------La llamada Jornada de Asís, encuentro ecuménico e interreligioso de oración, idea y ejecución del papa san Juan Pablo II [1978-2005] en 1986 (repetido en otras ocasiones durante su pontificado), también fue una iniciativa repetida por el papa Benedicto en 2011, en el 25° aniversario del primer encuentro, y también fue repetido por el papa Francisco en 2016, en el 30° aniversario de la primera reunión.
----------Los lectores seguramente tendrán frescos en su memoria la Jornada de Asís presidida por el papa Francisco en 2016, y el Encuentro del pasado 20 de octubre, que constó de dos partes, una oración ecuménica y luego un encuentro interreligioso. Personalmente conservo bien claro el recuerdo de la iniciativa del papa Benedicto XVI, hoy papa emérito. A principios del 2011 había decidido convocar para el mes de octubre de ese año una nueva "Jornada de Oración" en Asís, invitando a exponentes de religiones no cristianas, siguiendo el modelo de similares encuentros ya deseados e implementados en su momento por el papa san Juan Pablo II, comenzando por el mencionado de 1986, del cual Benedicto había decidido celebrar su 25° aniversario. En la mente del papa Ratzinger, esa Jornada de Oración del 2011 debía sin duda insertarse en la práctica eclesial sistemática del diálogo interreligioso iniciado por el Concilio Vaticano II, con las perspectivas que abre, pero también con sus dificultades, sus riesgos, y sus fracasos posibles.
----------La iniciativa del papa Ratzinger, en 2011, resultó inesperada para muchos, pues desde varios sectores intra-eclesiales se pensaba que aquellos encuentros interreligiosos estaban definitivamente terminados en razón de las críticas que se habían verificado desde los primeros encuentros. Famosa, por lo desequilibrada, fue la reacción de escándalo que había causado el encuentro de 1986 en mons. Marcel Lefebvre [1905-1991], aunque no extrañaba su actitud, porque ya por entonces el arzobispos francés se había apartado de la comunión eclesial, y el hecho de que él no lograra comprender las intenciones de san Juan Pablo II en aquella primera Jornada, demostraba lo difícil que le resultaba a Lefebvre mantenerse en los precisos límites del dogma católico e incluso lo mucho que le costaba distinguir entre lo que son declaraciones doctrinales y lo que son decisiones pastorales, como era la convocatoria del papa Wojtyla.
----------Por supuesto, la comunidad lefebvriana, hoy cada vez más alejada de la recta comprensión del dogma y de la pastoral de la Iglesia, sigue todavía escandalizándose por las Jornadas de Asís, considerándolas mera manifestación de herético sincretismo religioso. En el extremo opuesto, los modernistas, y sobre todo los rahnerianos, interpretan de modo equivocado las Jornadas de Asís, como han malinterpretado y malinterpretan los documentos del Concilio, ciertamente en el plano del herético sincretismo religioso, del indiferentismo y del relativismo ("cristianismo anónimo" rahneriano). Precisamente, estas doctrinas modernistas son las que deberían combatir los lefebvrianos, pero sin adjudicárselas heréticamente al propio Concilio Vaticano II.
----------Pues bien, volviendo a la iniciativa del papa Ratzinger en 2011, su decisión había encontrado, como no, muchos ecos favorables, pero, como era de esperar, también reacciones contrarias dentro de la Iglesia. Por otra parte, como acabo de expresar, hay que comprender que las Jornadas de Asís, sean aquellas convocadas por Juan Pablo II, sean las convocadas por Benedicto XVI en 2011 y por Francisco en 2016, han constituido siempre iniciativas de carácter pastoral y no han sido en absoluto pronunciamientos doctrinales de ningún sincretismo religioso ni negación doctrinal de la única verdadera salvación que se halla en la única Iglesia fundada por Nuestro Señor Jesucristo. En los pronunciamientos doctrinales, el Papa no puede equivocarse, mientras que en las directivas pastorales no le está asegurada la infalibilidad, y pueden ser discutibles o incluso hasta erróneas, aunque para el católico siempre existe la presunción de que la decisión pastoral del Papa sea correcta o útil u oportuna, salvo graves y prudentes objeciones en contrario.
----------En cualquier caso, hay quienes ven en esta iniciativa de los tres últimos Papas una nueva y oportuna ocasión para encontrarse sobre los valores de la oración y de la religión como testimonio humano universal frente a la moderna cultura secularizada, relativista, irreligiosa, agnóstica, por no decir atea. Pero hay, en cambio, quienes temen que un encuentro de este tipo favorezca precisamente aquel relativismo, y aquel indiferentismo que se deberían evitar, desacreditando el prestigio de la religión frente a los hombres de hoy y llevando a dudar, entre los propios católicos, del primado del catolicismo sobre las otras religiones.
----------Pero la cuestión del diálogo interreligioso ha saltado dramáticamente a escena tras el reciente recrudecimiento de la persecución y del odio anticristiano de movimientos islámicos fundamentalistas y, digamos, en verdad decididamente criminales, incluso desde el mismo punto de vista del derecho islámico y de las prescripciones del Corán, el cual, si indudablemente elogia como mártir al fiel que es asesinado en guerra por el cristiano y exalta como héroe al fiel que, siempre en guerra (la así llamada "guerra santa" o el jihàd) mata al cristiano, no da ningún espacio al terrorismo homicida perpetrado a traición de gente pacífica e inocente, y la calificación de "mártires" dada a los atacantes por ciertos grupos fanáticos es una monstruosa aberración incluso a los ojos de la propia y auténtica concepción islámica del martirio.
----------Por esta razón los cristianos debemos tener cuidado hoy más que nunca de no hacer un manojo de todas las hierbas, como suele decirse comúnmente, mezclando en una condena común, amarga e indiscriminada, a todo el Islam, sobre todo si -¡Dios no lo quiera!- nos vamos a dejar llevar del rencor, del resentimiento, y del deseo de venganza, o de la ilusión de poder encontrar soluciones rápidas y definitivas.
----------Nosotros, los cristianos, tenemos armas realmente eficaces para vencer el mal y difundir la verdad, armas que siempre a lo largo de la historia han dado resultados maravillosos, convirtiendo el mundo a Cristo. Y si, a partir de la edad moderna, la civilización cristiana parece haber pasado de la expansión al retroceso, y si el mundo moderno parece querer progresivamente rechazar o al menos marginar el cristianismo a lo privado, a lo opinable, por no decir a lo dañino, tal vez debido también al hecho de que la misma Cristiandad, tan vivaz y convencida en el Medioevo hasta, podríamos decir, el Concilio de Trento y el inmediato período histórico siguiente, que vio los frutos conspicuos del Concilio (pensemos por ejemplo en los Jesuitas), subsiguientemente ha disminuido su modo propio de conquistar el corazón de los hombres y de inducirlos a abrazar la religión del Crucificado, para dejarse seducir por fines y métodos temporales y por poderes terrenos, no acordes al modo enseñado por el divino Fundador a los suyos a fin de difundir en el mundo la Palabra de la salvación.
----------Con la crisis protestante (llamada por los mismos protestantes con el nombre altisonante pero engañoso de "Reforma") ha surgido en realidad un proceso de decadencia y de corrupción o -para usar una expresión que el papa san Pablo VI usó para la crisis del postconcilio- de "auto-demolición" de la Iglesia en su mismo interior: hermanos contra hermanos, católicos martirizados por los protestantes y -es necesario reconocerlo- protestantes hostigados o asesinados por los católicos (pensemos en un episodio entre muchos: la famosa "noche de San Bartolomé" en 1564, que hizo exultar de alegría a san Pío V [1566-1572]).
----------El protestantismo, como correctamente han reconocido los historiadores más serios, por ejemplo De Mattei y Vassallo, no ha fortalecido el cristianismo, sino que lo ha debilitado, no ha aumentado el impulso misionero, sino que lo ha malinterpretado, y en tal sentido, como se sabe, existen "misiones" protestantes; no ha reforzado la unidad y la concordia en torno a la única fe, sino que ha creado una infinidad de sectas en permanente conflicto entre sí, no ha creado un progreso en la santidad, sino un progresivo alejamiento de las raíces cristianas (la parábola desde el Iluminismo al panteísmo hegeliano, hasta Nietzsche), que en las extremas consecuencias no ha llegado sino al extremo de la impiedad y al ateísmo, o a lo que hoy se llama el posmodernismo, que es el nihilismo, como ha demostrado claramente el filósofo católico Vittorio Possenti en algunos de sus libros muy recomendables. Sin embargo, no se niegan los aspectos positivos del protestantismo, remanentes de la fe común, que justifica la existencia del ecumenismo.
----------Al mismo tiempo, al cristiano no le sorprende recibir del mundo -por amor de Cristo- sordera, incomprensión, hostilidad y rechazo. Ya Nuestro Señor Jesucristo mismo, que fue el primero en padecer estas cosas, ha advertido a sus discípulos de que esto tenía que suceder. Por lo tanto, los cristianos a lo largo de los siglos siempre han estado habituados a recibir persecuciones. Aceptándolas en la paz y orando por los propios enemigos, a menudo han terminado por convertirlos y por consiguiente por promover así la difusión del cristianismo. "Los mártires, como ya decía Tertuliano, son semilla de nuevos cristianos".
----------Pero si bien debemos hacer una clara distinción entre el Islam en su conjunto y el terrorismo islámico, el cual es emanación de pequeñísimas minorías (la famosa secta Al-Qaida, por ejemplo), la historia de catorce siglos nos dice cuán refractario es el mundo islámico al anuncio evangélico, obstinadamente y durísimamente convencido, con una tenacidad digna verdaderamente de mejor causa, de tener en Mahoma, más allá y por encima de Nuestro Señor Jesucristo, al verdadero Profeta de la felicidad humana y de la obediencia (islam) del hombre a Dios. Según el Islam, como es sabido, no Cristo, sino Mahoma nos lleva al paraíso.
----------Añádase a ello el hecho de que el Corán indudablemente enseña (aunque esto no deba presentarse con colores demasiado fuertes) un modo de difundir el mensaje coránico muy diferente al estilo evangelizador cristiano, el cual, si bien comporta indudablemente un anuncio sin acomodamientos y la advertencia de que "quien no crea será condenado", sin embargo a fin de difundir la verdad, el cristiano se apoya en la conciencia del destinatario del mensaje, y propone dicho mensaje en un clima de libertad y de amor generoso, tolerante y paciente, renunciando a toda forma de engaño o indignas presiones o sugerencias o promesas o tentaciones o coacciones, a diferencia del método islámico, que recurre fácilmente al chantaje psicológico, político y económico y a la amenaza de las armas, casi implicando la famosa alternativa: "O comes la sopa o saltas por la ventana" (los italianos dicen en rima: "O mangi la minestra o salti la finestra"). De modo que uno se pregunta cuántos musulmanes lo son por convicción o más bien por conveniencia o por miedo.
----------De ahí el secular escepticismo por parte de los cristianos, acerca de la posibilidad de que los musulmanes puedan redimensionar la figura de Mahoma, ciertamente gigantesca pero no exenta de defectos, reconociendo que cuanto de verdadero ha dicho el Profeta no tiene nada que enseñar a Cristo, porque Cristo es el divino Salvador, incluso de Mahoma, quien, por lo demás, no se consideraba en absoluto "Hijo de Dios". Es sólo un cierto mahometismo fanático el que "diviniza" o "idolatra" a Mahoma en función anticristiana, casi para hacer un contrapuesto a Cristo que le estuviera a la par e incluso lo superara.
----------Sin embargo, ¡qué espléndido ejemplo tenemos a lo largo de los siglos de la presencia suave y fuerte de la Orden de San Francisco en Tierra Santa entre los musulmanes! Pero es bien sabido que el Seráfico no era un dialogante al estilo Hans Küng [1928-...], sino que deseaba convertir a los musulmanes. Hay que decirlo claramente y con fuerza: San Francisco precedió al Concilio Vaticano II por ocho siglos. He aquí por qué se hace la Jornada interreligiosa de Oración precisamente en Asís.
----------El Concilio Vaticano II, de hecho, sobre todo con sus documentos sobre la libertad religiosa (Dignitatis humanae) y sobre el diálogo interreligioso (Nostra Aetate) nos da una gran esperanza a los católicos y a todos los hombres de buena voluntad de que ha llegado el momento de romper esta bloque maldito que durante catorce siglos ha cerrado el acceso de los musulmanes a Cristo, en una secuela interminable de luchas cruentas entre cristianos y musulmanes. Y para evitar los usuales desequilibrios en la interpretación de los mencionados textos conciliares: ¡no olvidemos vincularlos con el de las misiones (Ad Gentes)!
----------Por consiguiente, debemos encuadrar el gesto de los tres últimos Papas al convocar todos ellos las Jornadas de Oración de Asís, en este clima de esperanza, fundamentado en la fe. Claro que debemos preguntamos: ¿qué fe? Precisamente en el hecho de que cuanto enseñan esos documentos son verdades de fe, por tanto infalibles, absoluta y perennemente ciertas, dado que el Concilio Vaticano II las funda expresamente sobre la Revelación y el ejemplo de Nuestro Señor Jesucristo.
----------Y se trata de explicitaciones dogmáticas, las cuales, por su novedad, no deben generar en nosotros ninguna duda acerca de su continuidad u homogeneidad con la Tradición, aunque hasta ahora la Iglesia no se hubiera expresado con tanta claridad y autoridad sobre la importancia de esos valores.
----------El diálogo interreligioso y el derecho a la libertad religiosa están inescindiblemente vinculados, en cuanto ambos se fundan en el hecho, siempre enseñado por la Iglesia y por la misma Sagrada Escritura, de que la razón humana como tal, y por tanto todo hombre honesto y razonable, puede saber que Dios, Principio del universo, existe, partiendo de la consideración de las cosas creadas (cf. Rm 1,20; Sab 13,5) y que, por lo tanto, el hombre debe rendir cuentas a Él, justo y misericordioso, de lo obrado.
----------Esto es lo que la escuela de santo Tomás de Aquino [1225-1274] llama religión natural, que es naturalmente monoteísta, aunque a menudo esta imagen de Dios puede ser yuxtapuesta con errores o lagunas. Pero esto sucede hoy, por desgracia, incluso entre teólogos sedicentes "católicos": figurémonos si no iba también a suceder entre los animistas, los idólatras, los budistas o los chamanes.
----------Las grandes dificultades surgen cuando se trata de ver o saber si, cuándo, dónde y cómo Dios se ha revelado positivamente al hombre o a algún gurú, profeta o vidente. Es aquí, sobre este terreno, no de la religión natural, sino de la religión revelada, que se eleva sobre la razón, donde existen los más complicados interrogantes y los contrastes profundos, y la cosa es comprensible.
----------Este es el campo de las religiones que se presentan como históricamente reveladas, sobre todo el brahmanismo, el espiritismo, el sintoísmo, el taoísmo, el budismo, el judaísmo, el cristianismo, el islamismo, requiriendo una "fe" no solo en Dios, sino también en estos mediadores o en la comunidad religiosa fundada por ellos. Estas religiones tienen que ver más con la mística (aunque a veces también con el ocultismo o con la gnosis) que con la racionalidad, y su riesgo (excluyendo por supuesto al cristianismo) es el de la irracionalidad, de la magia, del fanatismo o del fundamentalismo.
----------La decisión de los papas Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco -esto sea dicho para tranquilizar a algunos católicos- de convocar las Jornadas de Asís, no debe ser interpretada en absoluto como renuncia a la doctrina de fe del primado del catolicismo sobre todas las demás religiones, comprendido el protestantismo y la ortodoxia oriental, precisamente porque esta decisión hace referencia, como ya lo he dicho, a la religión natural, fundada sobre la razón y no sobre especiales revelaciones divinas o textos sagrados que contengan tales revelaciones. Incluso la masonería admite una religión natural como elemento de coagulación y de convivencia civil entre las varias religiones positivas, ¡figurémonos si no deberíamos hacerlo los católicos!
----------Los tres últimos Papas, al convocar la Jornada de Asís, intentan hacer leva sobre la conciencia religiosa de la humanidad como tal (recordemos el título de la famosa obra kantiana "La religión dentro de los límites de la razón pura") a fin de que todo hombre religioso de buena voluntad, cualquiera sea la religión a la cual pertenezca, de unitariamente testimonio de religiosidad frente al vasto mundo secularizado, materialista, irreligioso, agnóstico, supersticioso, relativista o ateo de nuestros días.
----------La convocatoria de estas periódicas Jornadas de Asís, encuentros interreligiosos celebrados por los tres últimos Papas, se fundamenta, tal como dijimos, en lo que la escuela tomista llama la religión natural y, naturalmente, en las directivas pastorales del Concilio Vaticano II. Por ello, podemos decir, mientras los Estados modernos están obligados y se comprometen, sobre todo a partir de las llamadas "declaraciones de los derechos" del siglo XVIII, a reconocer el derecho a la libertad religiosa como derecho natural (fundado sobre la religión natural), no pueden imponer al ciudadano, sin violentar la conciencia, como hacen ciertos Estados islámicos, una religión positiva revelada o que se presenta como revelada.
----------Debe notarse que la religión natural, como enseña el Concilio (Lumen Gentium n.16), puede implicar también solo un conocimiento "implícito" e inconsciente de Dios, escondido detrás del respeto absoluto (cf. Kant) por la dignidad del hombre y el valor sagrado de la solidaridad humana (cf. Mt c.25).
----------El temor y los escrúpulos de que la iniciativa de los tres últimos Papas pueda favorecer el indiferentismo, el sincretismo y el relativismo, podemos muy bien disiparlo recordando la doctrina de fe antes mencionada. Porque el reunirse junto con exponentes de otras religiones sobre ciertos valores universales, como son la oración, no implica absolutamente por parte de nadie, empezando por el Papa (sería escandaloso el solo sospecharlo) la renuncia a esa convicción básica de fe acerca del primado del catolicismo, y ciertamente los exponentes de las otras religiones saben cuáles son las ideas del Papa al respecto.
----------Y viceversa, por supuesto: no se puede en absoluto excluir que los participantes en la Jornada de Asís, tocados por la gracia divina, sientan el dulce y exigente llamado de aquel Logos, que, como dice San Juan evangelista, está presente en el corazón de todos y cada uno de los hombres.
----------Por otra parte, los Papas quieren implícitamente recordar que a Cristo, es decir, a la divina Revelación, se llega sobre la base de Dios demostrado por la razón natural. Si no se cree ni siquiera en esto, es imposible llegar a Cristo. El fideísmo irracionalista, para el cual la fe sería construida "a priori" sin o contra una religión natural, es una herejía de origen protestante condenada por la Iglesia desde el siglo XIX.
----------También la nefasta contraposición protestante entre "fe" (que para ellos sería verdad y gracia) y "religión" (que para ellos sería presunción humana, magia o superstición) no nos permitiría comprender el fundamento bíblico y conciliar de esta iniciativa de los tres últimos Papas.
----------En conclusión, las Jornadas de Oración de Asís suponen el encontrarnos todos juntos en el reconocimiento del Dios de la razón y de la conciencia moral natural (cf. Kant), y debemos reconocer que éste es un paso indispensable para reconocer al Dios de la fe, o sea el Dios de Nuestro Señor Jesucristo y, con ayuda de su gracia, construir juntos la paz y la justicia.

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