martes, 17 de noviembre de 2020

Acerca de la esencia de la Santa Misa y respuestas a diversas cuestiones planteadas por los lectores en sus comentarios

No han faltado comentarios muy críticos a mi nota del pasado sábado 14 de noviembre. En nuestro foro suelen aparecer intervenciones recurrentemente críticas, normalmente anónimas, y resulta sorprendente que ellas se repitan, porque se estaría inclinado a pensar que quienes sienten disgusto o no encuentran nada de utilidad en aquello que se publica en un determinado blog ya no volverían a visitarlo!

----------Muchos de esos comentarios superan los límites de la decencia, por lo que decido no publicarlos, no porque se me insulte (al fin de cuentas es lo que nos ha prometido el Señor, si le somos fieles), sino precisamente para la salvaguarda del honor de sus autores (y no todos ellos son anónimos) honor que estaría algo comprometido si algunas de sus intervenciones insultantes fueran publicadas.
----------Sin embargo, considero de utilidad para los lectores abordar, con esta breve nota, la cuestión planteada por un anónimo lector el día sábado 14 de noviembre, como comentario a mi nota de ese día, referida a la distinción entre sustancia y accidentes, precisamente en la Santa Misa.
   
Distinción entre sustancia y accidentes en la Santa Misa
   
----------La distinción entre sustancia y accidentes es fundamental no solo en filosofía y en el uso del común buen sentido, sino también en el campo de la teología sistemática, y en la misma formulación del dogma, como por ejemplo ocurre en el dogma de la transubstanciación.
----------La sustancia de una persona, por ejemplo, es la persona misma en su identidad. De este modo, por ejemplo, Pablo es siempre Pablo desde el nacimiento hasta su muerte.
----------Los accidentes, en cambio, al menos aquellos accidentes contingentes, cambian. Pablo es siempre Pablo, incluso si no tiene un accidente dado. Los accidentes se refieren a cosas que a veces están y a veces no están, o sea es aquello por lo cual Pablo cambia: peso, altura, estados de ánimo, sus lugares de residencia, el grado de su educación, la ropa que usa, sus relaciones sociales, el dinero a su disposición, el estar a veces sano y a veces enfermo, estar un tiempo despierto y estar un tiempo dormido, etc.
----------Asimismo, la Santa Misa tiene una constitución fundamental, faltando la cual es inválida; tiene una esencia inmutable instituida por Nuestro Señor Jesucristo, y una forma ritual, convencional, gestual, ceremonial, la rúbrica exterior y accidental, las modalidades o expresiones del rito, que Cristo ha puesto bajo el poder de la Iglesia para disciplinar las formas accidentales o ceremoniales de los sacramentos.
----------Por ejemplo: el altar vuelto o no vuelto hacia el pueblo, la presencia o ausencia de la balaustrada, el Canon Eucarístico en voz alta o voz baja, las lecturas hechas o no hechas por una mujer, mencionar pocas o muchas veces el sacrificio y los ángeles, hacer pocas o muchas genuflexiones, la Comunión en boca o en mano, el idioma latino o el vernáculo, etc... son accidentes externos que no afectan la sustancia.
----------Por consiguiente, en cuanto respecta a la Santa Misa como tal, su esencia o sustancia ha sido instituida de una vez por todas por Cristo, por lo cual la Iglesia no tiene ningún poder para cambiarla, sino que, a través de su Jerarquía, la conserva inalterada a lo largo de los siglos con la asistencia del Espíritu Santo.
----------Sería herético pensar que la Iglesia puede cambiar la sustancia de un sacramento. En cambio, ella puede cambiar ciertos accidentes. De hecho, en lo que respecta al ceremonial o ritual, puede ser modificado al arbitrio de la Iglesia, según las necesidades o las oportunidades. Aquí la Iglesia puede emanar leyes o disposiciones incluso discutibles, cuestionables y revisables, porque se trata de decisiones que pertenecen al ámbito del gobierno, de la disciplina, de la pastoral, en donde ella no goza del carisma de infalibilidad, del que sí goza en el ámbito del magisterio. Por eso en el ámbito litúrgico la Iglesia puede inventar lo nuevo o retornar a lo antiguo. Por consiguiente, una cosa es la doctrina de los sacramentos en sí y de por sí inmutable; y otra cosa es la pastoral de los sacramentos, en sí y de por sí mutable, cambiante.
----------Así, el vetus ordo missae y el novus ordo missae, en cuanto modalidades contingentes de celebrar la Santa Misa, la dejan intacta en la sustancia de fe y tocan sólo el aspecto accidental y cambiante.
----------El Concilio Vaticano II ha establecido el novus ordo missae. Eventualmente, mañana otro Concilio podrá cambiar entonces estos aspectos accidentales y no sustanciales. La existencia del novus ordo no prohíbe el uso del vetus ordo missae en las debidas circunstancias. Se trata siempre de la Misa. Quien puede, es libre de elegir. Lo importante es que la Misa sea válida, lícita y celebrada dignamente, en el respeto de las reglas y del respectivo rito. Por tanto, sería un error creer que la sustancia de la Misa se conserva únicamente en el vetus ordo (como creen algunos tradicionalistas) o que, a la inversa, el vetus ordo missae se deba prohibir (lo cual siempre se supo y fue clarificado formal y universalmente por el motu propio Summorum pontificum).
----------Lo importante es que todos nos sintamos una sola cosa en torno al mysterium fidei, sea que prefiramos el novus ordo, sea que prefiramos el vetus ordo missae.
----------Pues bien, en las breves líneas que anteceden he querido resumir el núcleo de lo que deseaba expresar en este artículo, a modo de explicitación de una expresión vertida en mi publicación del pasado sábado 14 de noviembre. Esto es lo esencial que deseaba decir. Sin embargo, quiero aprovechar la ocasión para recordar una obra notable de uno de mis profesores, precisamente acerca del tema que acabo de abordar sintéticamente. Se trata de La Constitución Esencial del Sacrificio de la Misa, tesis doctoral presentada en la Facultad de Teología del Seminario de Buenos Aires, por el padre Octavio Nicolás Derisi, luego Obispo auxiliar de la Arquidiócesis de La Plata, y también fundador de la Universidad Católica Argentina. Monseñor Derisi [1907-2002], uno de los principales representantes del neotomismo en Sudamérica, fue mi venerado profesor de Metafísica, y hoy lo recuerdo piadosamente en estas líneas, con renovado afecto. La mencionada tesis fue publicada por la Editorial Guadalupe de Buenos Aires, en 1930, el año de la ordenación sacerdotal de su autor. Obra muy recomendable para quien quiera profundizar en el tema desarrollado en esta nota.
----------A continuación, dos adendas, respondiendo a dos comentarios de lectores.
   
Distinción entre el ser tradicional y el ser tradicionalista
   
----------El Sr. Joaquín Cervantes, al comentar mi nota del pasado sábado 14 de noviembre sobre el catolicismo tradicional, me atribuye erróneamente la siguiente tesis: "todo católico es, en cuanto católico, un tradicionalista, si por tradicionalismo se entiende la defensa del patrimonio de la fe de la tradición católica".
----------Ahora bien, yo no he dicho eso, sino que dije que el católico en cuanto tal es tradicional. Lo cual es otra cosa. De hecho, el ser tradicional entra en la esencia misma del ser católico, por lo cual un católico que no es tradicional no es verdadero católico.
----------En cambio, un católico puede ser excelente católico, también si no es tradicionalista. De hecho, el ser tradicionalista es una opción facultativa, cuya alternativa es ser progresista o renovador.
----------Cabe señalar también que el sano progresismo nada tiene que ver con el modernismo, con el cual en ocasiones se lo confunde, dado que mientras el modernismo es una herejía, el progresismo no es en la Iglesia sino la tendencia de quienes concentran en especial modo el interés en torno a lo que hace avanzar a la Iglesia hacia el Reino de Dios en una sana y crítica recuperación de la modernidad.
----------Ahora bien: ¿En qué sentido y por qué el ser tradicional entra en la esencia del ser católico? Respondo: en cuanto que el ser católico tiene su origen, su fuente, y su fundamento en la Sagrada Tradición junto con la Escritura en la mediación de la interpretación del Magisterio de la Iglesia.
----------La defensa del patrimonio de fe de la tradición católica no es el tradicionalismo, sino el ser tradicional, porque tal defensa es deber del católico como tal, sin la cual el católico no es católico.
----------El tradicionalismo, en cambio, consiste en un interés especial por la tradición, interés especial que no necesario para ser católico como tal, sino que se deja a la libre opción de cada uno.
----------Por ejemplo, por mencionar un caso, el teólogo dominico Siervo de Dios Tomas Tyn [1950-1990] se enorgullecía de su declarado tradicionalismo. En cambio, otro filósofo y eximio maestro, Jacques Maritain [1882-1973], elogiado y recomendado por san Pablo VI y por san Juan Pablo II, era de tendencia progresista, sin que ello afectase en lo más mínimo su ser católico, que es tradicional.
----------De hecho, existen quienes entienden el término "tradicionalista" en un sentido negativo, como falso sostenedor de la Tradición y en tal sentido lo usó el papa Francisco, por ejemplo en su recordado y notable discurso al término de la III Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los Obispos en 2014, dedicado a la Familia, donde condenó tanto el tradicionalismo como el progresismo, pero ambos entendidos en sentido negativo o abusivo, sentido que en ambos casos brota del contexto del discurso.
----------Por ello, el término "tradicionalismo" debe ser usado con cautela, con mucha precaución, explicando el sentido en el cual lo usamos, para no ser malinterpretado. O bien, en cualquier caso, es necesario mirar el contexto, para hallar el sentido en el que se lo usa. El Papa, por ejemplo, en el mencionado discurso, no explicó en qué sentido lo usaba, pero se lo entiende muy bien al mirar el contexto del discurso.
----------Tradicionalismo y progresismo son dos modalidades del ser católico que son normales y necesarias para la vida de la Iglesia, la cual, como todos los organismos vivientes, especialmente los espirituales, tienen necesidad de un factor de conservación, por lo tanto tradicional, y de un factor de avance y de progreso. Lo importante es que ambos, tradicionalistas y progresistas, los unos y los otros, entendidos en el sentido expuesto, se mantengan todos en el ámbito de la ortodoxia y de la obediencia al Magisterio de la Iglesia. De esa manera, serán un sano y legítimo tradicionalismo y un sano y legítimo progresismo, lejos de sus formas heréticas, como es el caso del lefebvrismo (abusivo tradicionalismo) y del modernismo (abusivo progresismo).
----------Pero, repito, el tradicionalismo y el progresismo (en sus formas sanas y legítimas) son dos normales modalidades del ser católico, modalidades opcionales. Si bien las ideas de estas dos corrientes son a menudo opinables, inciertas, parciales y cambiantes y pueden ser erróneas, en cambio, el ser tradicional, en cuanto concierne a la Tradición, toca los fundamentos esenciales, dogmáticos, universales e inmutables del ser y vivir católico; por lo cual deben ser para todos, bajo la guía de Pedro, indiscutible patrimonio común de la fe.
----------La distinción entre lo tradicional y el tradicionalismo se fundamenta respectivamente sobre la distinción en el catolicismo entre valores universales de razón y de fe por un lado (y con ello estamos en el ser tradicional, esencial a todo católico) y, por otro lado, las opciones particulares y facultativas, o las diversas corrientes y tendencias, como pueden ser el tradicionalismo y el progresismo.
----------Es necesario prestar atención y tener cuidado de no relativizar lo tradicional, que es esencial para el catolicismo, y no absolutizar lo particular, donde encontramos el tradicionalismo y el progresismo. Si se absolutiza lo particular se producen los dos excesos mencionados: el lefebvrismo y el modernismo. Es necesario evitar los dos excesos contrarios: el falso tradicional, que es el lefebvrismo, y el falso progresismo, que es el modernismo. Por consiguientes, es necesario lograr esa imparcialidad que se adhiere a lo universal, sin por esto renunciar a hacer la propia libre elección, evitando el sesgo o sectarismo o intolerancia de reducir lo tradicional a tradicionalismo y el progreso a modernismo.
   
Nuestro Señor Jesucristo no instituyó el "vetus ordo missae"
   
----------Respondiendo a lo expresado en los comentarios a la nota del pasado 14 de noviembre por un Anónimo "católico tradicional", quien afirma que "Jesús 'instituyó' sustancialmente el Vetus Ordo en el intervalo de tiempo entre su Resurrección y su Ascensión al Cielo, explicando a los Apóstoles todos los aspectos (en los más mínimos detalles particulares) de la Celebración Eucarística y en todos estos aspectos no hubo nada 'accidental'...", creo suficiente responder con las siguientes indicaciones:
----------A la afirmación específica del lector, respondo diciendo que es posible que el Señor resucitado, en los cuarenta días que siguieron a la Resurrección antes de la Ascensión (días durante los cuales Él dio ulteriores instrucciones a los Apóstoles acerca del Reino de Dios), se haya ocupado de la Santa Misa. Pero ni la Escritura, ni la Tradición, ni el Magisterio de la Iglesia especifican qué cosa exactamente Cristo habría dicho. Por ello, la afirmación de dicho lector, según la cual el divino Maestro "instituyó sustancialmente el Vetus Ordo... explicando a los Apóstoles todos los aspectos (en los más mínimos detalles particulares) de la Celebración Eucarística y en todos estos aspectos no hubo nada accidental", es una afirmación incorrecta.
----------Ahora bien, lo que la Iglesia sabe acerca de la institución de la Santa Misa por parte de Nuestro Señor, así como acerca de la esencia o sustancia misma de la Misa, lo sabe por las enseñanzas dogmáticas del Concilio de Trento (Denz. 1739-1742), de donde resulta o parece que Nuestro Señor Jesucristo instituyó el divino Sacrificio el Jueves Santo y no después de la Resurrección.
----------El vetus ordo missae, por lo tanto, no está de tal manera ligado a la sustancia o esencia de la Misa, como si fuera un elemento sustancial, esencial, y necesario de la misma, y ​​por tanto de ella inseparable, de modo tal que la ausencia del vetus ordo pudiera cambiar la sustancia de la Misa y la invalidaría, como erróneamente creía mons. Marcel Lefebvre [1905-1991] y creen sus seguidores.
----------Cuando el papa san Pío V [1566-1572] instituyó lo que hoy llamamos vetus ordo missae, entonces ese ordo litúrgico era nuevo en comparación con los precedentes, los cuales fueron dejados de lado en la práctica litúrgica. Por lo tanto, no es que la Misa haya nacido entonces, sino que ya existía antes. Esto quiere decir que la Misa no está necesariamente, solamente y sustancialmente ligada al rito de san Pío V, sino que también puede ser celebrada de otros modos o en otros ritos, mientras sean aprobados por la Iglesia.
----------Las modalidades litúrgicas o ceremoniales, accidentales y pasajeras, de la forma y de la celebración de la Misa (vetus o novus ordo, sea cual sea) no han sido establecidas por Cristo.
----------A menos que argumentemos que la Misa debería ser celebrada en el mismo modo en el que fue celebrada la Última Cena: en torno a una mesa, cada uno con su copa, probablemente sentados en tierra, partiendo y dividiéndose el uno al otro una gran hogaza de pan, etc., algo que la Iglesia nunca ha pensado hacer y que en todo caso tiene muy poco que ver con las modalidades del rito del papa san Pío V, sabiendo percibir desde el principio qué cosa en la Misa es sustancial e inmutable y qué cosa está vinculada con las diversas cambiantes circunstancias, es decir, los elementos accidentales.
----------Por ello, desde el inicio la Iglesia estableció particulares modos de celebrar la Misa -el ordo Missae-, el cual, a discreción y criterio de la Iglesia, comenzó a variar en el tiempo, a ser modificado de tiempo en tiempo, sin que ello afectara la sustancia o esencia de la Misa, cosa que la Iglesia no podrá hacer jamás, así como ella tampoco puede cambiar lo que ha querido Nuestro Señor de una vez y para siempre.
----------Pero establecer o determinar el ordo Missae Jesús lo ha dejado a la prudencia pastoral y litúrgica de la Iglesia, para conservarlo, cambiarlo, renovarlo o abolirlo según su juicio.
----------Por consiguiente, en lo mismo que hizo Jesús en la última Cena había elementos accidentales, hoy desaparecidos, para nada necesarios para la validez o para la sustancia de la Misa.
----------Apegarse a lo contingente como si fuera esencial es el error de Lefebvre y los lefebvrianos en la materia que he tratado en esta nota. Sin dejar de reconocerle a Lefebvre (y a muchos otros) su visión previsora acerca de los peligros del resurgimiento del modernismo tras el Concilio, lamentablemente se desvió de la recta doctrina católica en otros aspectos, precisamente entre otras cosas por no saber distinguir entre esencia y accidentes en la Santa Misa, y entre el ser tradicional (esencial a todo católico) y la sana opción tradicionalista (de libre elección), y terminó creyendo que el novus ordo, instituido por el papa san Pablo VI, era una Misa falsa.

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