miércoles, 25 de noviembre de 2020

Los cuatro principios "tomistas" del papa Francisco (2/2)

Antes de seguir y finalizar el artículo iniciado ayer, me parece oportuno volver a aclarar quiénes son a los que considero destinatarios de estas notas. No son pocos los fieles que, en el ámbito de la guía espiritual, manifiestan desde dudas hasta sufrimiento y variado grado de conmoción ante las actitudes y directrices pastorales y de gobierno de la Iglesia, asumidas por el actual Pontífice. Hoy, de hecho, si bien muchos aprueban, y algunos hasta el punto del entusiasmo y en la frontera de la incorrecta papolatría, la obra del papa Francisco, también existen otros que están descontentos y algunos casi escandalizados, hasta el punto de correr el riesgo, como los luteranos, de perder la fe en el mismo Papado, lo que sería sumamente peligroso para su alma.

----------Por otro lado, no me dirijo (al menos directamente) en esta nota a quienes atacan de modo sistemático al actual Pontífice, mostrando así, o bien no saber distinguir entre el oficio petrino que indefectiblemente es ejercido en su función magisterial y las eventuales defecciones en su función pastoral o de gobierno, o bien no distinguir entre Cátedra Petrina y el hombre que la ocupa, o bien haber perdido la recta fe en el Papado. Hacia ellos queda, naturalmente, mi compasión y mi compromiso de orar por su conversión y vuelta a la fe. A quienes, en cambio, en estos apuntes me dirijo es a aquellos buenos católicos, que honran y respetan al papa Francisco como verdadero Papa; esos católicos que están siendo probados pero no vencidos; que sufren amarguras pero en el fondo conservan la serenidad; que están desorientados, pero sin haberse salido del camino; disgustados pero todavía sabiendo encontrar la dulce presencia del Señor a través de su Vicario en la tierra; sufrientes, pero también consolados; cansados, pero recuperándose con renovada esperanza; católicos que parecen estar a punto de ceder, pero he aquí que se aferran con todas sus fuerzas a Cristo.
----------El problema de los problemas hoy es efectivamente el papa Francisco. Con el actual Pontífice, la Iglesia está sufriendo, mientras que el mundo está feliz (o al menos así lo parecía antes de la pandemia, la cual probablemente haga cambiar muchas cosas). Es necesario saber encontrar en este Papa lo positivo, ante todo como Maestro de la Fe, donde él no puede equivocarse. No faltan sus valiosos documentos, sobre todo las encíclicas. Importante es la Carta Gaudete et exultate, especialmente la condena del pelagianismo y del gnosticismo. Pero incluso la controvertida exhortación Amoris Laetitia, si se interpreta correctamente, no presenta dificultades doctrinales. Si se la lee con la debida atención, en realidad no da permiso de Comunión a los divorciados vueltos a casar, sino que lo pone solo como hipótesis en la nota 351.
----------De modo que es necesario, con el papa Francisco, ir más allá de su apariencia modernista y relativista y descubrir el Evangelio que él predica, aunque a menudo de forma ambigua y equívoca. Por otra parte, tiene el defecto de no decirlo todo, y eso no hace bien, porque demuestra respeto humano. Parece que tuviera temor de los juicios del mundo y de las críticas de los que hoy son los poderosos de la tierra. Deja de lado aquellas partes del Evangelio que podrían dar lugar a fastidio.
----------Sin embargo, debemos acoger con gratitud los aspectos positivos de su pastoral y aquellas partes del Evangelio que él predica. No podemos acusarlo de falsificar el Evangelio, como hizo Lutero con León X, porque nosotros mismos nos pondríamos del lado de la herejía. La suya no es herejía sino negligencia dictada por un excesivo respeto por el mundo y sometimiento a las ideologías dominantes.
----------Aclarados estos presupuestos, que los habituales lectores de este blog ya conocen, pero que repetiremos cuantas veces sea necesario, proseguimos con el artículo iniciado ayer.
   
3. La unidad prevalece sobre el conflicto
   
----------Respecto a este tercer postulado enseñado por el Papa, tampoco aquí Hegel tiene nada que ver con eso, de hecho se trata de un principio bíblico contrario a Hegel, para quien la unidad no prevalece en absoluto sobre el conflicto, sino que es precisamente la síntesis de los opuestos ("coincidentia oppositorum", como decía ya Nicolás de Cusa [1401-1454] figura clave en la transición del pensamiento del Medioevo al Renacimiento), de tal manera que el conflicto, después de la síntesis, retorna como antítesis, para hacer avanzar el movimiento dialéctico, que de otra manera se detendría y sería la muerte del espíritu.
----------En Hegel, la unidad es siempre provisoria, mientras que el conflicto es constitutivo, porque es la misma vida del espíritu. El símbolo de la sucesión dialéctica de guerra-paz-guerra es la rueda, o sea la esvástica, que es también un símbolo de la masonería esotérica.
----------En cambio, el Papa se refiere al principio bíblico de la "recapitulación" (apokefalàiosis, Ef 1,10), según el cual Cristo recompone o restaura la unidad original del universo en sí mismo y con Dios, roto por el pecado. Sin embargo, incluso en la visión cristiana, como en Hegel, el conflicto permanece.
----------Pero existe esta diferencia: que mientras en Hegel el conflicto renace siempre, porque de otro modo la historia se detendría, en el cristianismo (y esta es la doctrina del Papa) el conflicto se configura como la hostilidad de los enemigos de Cristo hacia él (el infierno); pero ellos ya no pueden hacernos daño ni volver a atormentarnos porque Cristo los tiene "bajo sus pies" (1 Co 15,25).
   
4. El todo es superior a la parte
   
----------Que el todo sea superior a la parte es un principio de tal evidencia, que ni siquiera vale la pena comentarlo. Y nuevamente, aquí tampoco Hegel tiene nada que ver con eso, sino que es solo cuestión de buen sentido común. Este principio tiene una aplicación en metafísica, cuando se fundamenta la doctrina de la participación ("parte de un todo"), muy importante en la teología de la gracia ("consortes divinae naturae", 1 Pe 2,4), a la cual probablemente se refiere el Papa, más allá de la banal constatación cuantitativa.
----------La conocida polémica del Papa contra las ideas abstractas no debe ser vista en el sentido de su hostilidad hacia la universalidad de la ley moral, precisamente en él que es el maestro de la moral del Evangelio. Sino que quiere decir que la acción sucede en lo concreto, por lo que es necesario hacer bajar lo abstracto de la ley a lo concreto de la existencia, a lo concreto de la historia y de las situaciones. Por otra parte, si el papa Francisco es Maestro en la doctrina de la fe, ¿cómo hace él para decir que está "en contra de la doctrina"? ¡Va contra un modo de enseñar la doctrina privado de caridad y de comprensión!
----------En suma, los cuatro principios nada tienen que ver con la dialéctica hegeliana, como han venido afirmando tantos, de uno y otro bando, sea los modernistas, que quieren acaparar al actual Papa interpretándolo en clave modernista, en este caso neo-hegeliana, sea los lefebvristas y filo-lefebvristas, quienes, como vienen haciendo desde hace cincuenta años, compran el relato modernista para interpretar al Concilio y a los Papas del postconcilio, no para su gusto como hacen los modernistas, sino para su desaprobación. Ambos, modernistas y pasadistas, malentienden los cuatro principios señalados por el papa Francisco. No están basados en el aut-aut, que por lo demás tiene una función insustituible en la realidad: pensemos en la oposición entre lo verdadero y lo falso o entre el bien y el mal. Por supuesto, también existe el principio del et-et. Es válido cuando tenemos dos entes conjugables y en paridad, por ejemplo hombre y mujer.
----------Pero existe también un tercer principio, que se podría llamar el principio de lo alto y de lo bajo o el principio de subordinación o de la jerarquía del ser. Es aquello que comúnmente se denomina "escala de valores". Los cuatro principios del Papa se refieren a este principio fundamental. Se habla también de los grados de la analogía del ser, como por ejemplo en Sab 13,5.
  
Concluyendo
   
----------Para concluir estos apuntes, queridos lectores, recuerdo: es necesario prestar atención y estar alertas cuando nos topamos con críticas al Papa, críticas que frecuentemente son demasiado audaces y sobre todo fuera de lugar, porque muchas veces tienden a ser de carácter doctrinal, como si el Papa pudiera equivocarse al enseñarnos la verdad de fe o conexa con la fe, como la verdad filosófica.
----------Como ya lo he dicho, es diferente el caso donde el Papa puede equivocarse o pecar, que son los casos de su conducta moral, su lenguaje y su gobierno de la Iglesia, aunque aquí también es necesario estar bien informados, ser muy modestos y prudentes. Y respecto a las cuestiones filosóficas a las que se refieren estos cuatro principios, hay que notar que tampoco es fácil criticar, porque se trata de verdades conexas a la Fe. Vale tener presente que el error filosófico o bien impide el acto de fe o bien lo corrompe o bien falsea los dogmas de la fe. ¿Podría un Papa que no creyera en la verdad o en la posibilidad de que el intelecto alcance al ser real, sino que se detiene ante los fenómenos, enseñarnos alguna vez las verdades de la fe?
----------Por esto, el acusar al Papa (o incluso solo tenerlo por sospechoso) de fenomenismo kantiano, de idealismo hegeliano o de  relativismo moral, errores repetidamente condenados por el Magisterio de la Iglesia, podría no sorprender en un luterano, y lamentablemente ya tampoco sorprende en los lefebvrianos y sus simpatizantes, que obscurecida ya su conciencia por la ideología, caen en tales errores. Pero para un católico es cosa impía, detestable e inconcebible, porque haría del Papa un maestro de la incredulidad, de la impiedad, de la apostasía, de la maldad y de la disolución moral, un destructor de la Iglesia, peor que la masonería, en fin, una especie de Anticristo, tal como Lutero apostrofaba al papa León.
----------Ciertamente, hablando con absoluta franqueza y honestidad, hoy el papa Bergoglio plantea problemas para toda la Iglesia. Debido a su incapacidad de mediación imparcial, él ha exasperado en lugar de reducir una cincuentenaria polarización entre pasadistas y modernistas, con el resultado de que los primeros lo consideran casi como si fuera el Anticristo, mientras que los segundos lo llevan hasta las estrellas y lo ven como el iniciador profético y revolucionario de un "giro epocal". Y en medio la pobre Iglesia, desorientada y sufrida, de las almas buenas como los lectores que se acercan a este blog.
----------Debemos, por consiguiente, estar atentos si nuestra tendencia o sensibilidad es el progresismo, porque si el progreso en la Fe y en la Moral, "hasta la plenitud de la verdad", no se produce en continuidad con la Tradición, se cae en la herejía modernista. Pero también debemos estar atentos, sin embargo, y tener mucho cuidado, con la tentación conservadora. Pues debemos distinguir el conservar el Depósito de la Fe, que es un sagrado deber para todos los católicos, del conservadurismo, que es, como ha dicho correctamente el papa Francisco, una "momia" y una "pieza de museo". Sepamos, por lo tanto, conciliar continuidad y progreso, según el áureo aforismo que nos ha enseñado el papa Benedicto XVI.
----------No son nada fáciles nuestros tiempos. El papa Francisco, en el fondo, quiere llevar adelante la reforma conciliar, y en tal sentido hace bien; pero lo hace dejándose influenciar por sus colaboradores modernistas, aquellos que el cardenal Müller llama el "círculo mágico". De tal modo, la reforma, en lugar de proseguir por el sabio camino de los Santos Pontífices que le han precedido, tiene un sabor sesentayochino, rahneriano, modernista y luterano. Se necesitaría una santa Catalina de Siena que, eludiendo la vigilancia de los guardias del círculo mágico, lograra tocar la conciencia y el corazón del Papa. Ya lo he dicho en notas anteriores de este blog: los lectores pueden encontrar inspiración en la gran Santa Sienense, Doctora de la Iglesia.
----------Sic rebus stantibus, me permito por eso una vez más invitar a los lectores a mantenernos en el camino emprendido: ofreciéndonos, como si estuviéramos en el propio corazón de la Iglesia, ante todo por el bien del Papa, y cuando se dice el bien y la misión del Papa, se dice el bien y la misión de la Iglesia, porque las dos cosas son inescindibles. Teniendo esa actitud, no se nos priva de criticar severamente al Papa, con "parresía", cuando es el caso, pero dentro de los justos límites, sin ir más allá en el campo doctrinal o dogmático, porque aquí el Papa no se equivoca, aunque se exprese mal, en modo impropio, confuso, equívoco, reticente o unilateral.

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