jueves, 5 de noviembre de 2020

¿En qué cree el actual progresismo católico que no cree en los dogmas ni en la ley moral? La verdad según los modernistas

Aquí uso los términos "modernista" y "modernismo" por considerarlos más precisos que los más usuales de "progresista" y "progresismo", los cuales son equívocos, causan malentendidos, pues existe un sano progreso y, por tanto, un legítimo progresismo católico. Ocurre algo similar con los términos "tradicionalista" y "tradicionalismo", que también son equívocos y confunden, porque existe un sano tradicionalismo católico, distinto y distante de las deformaciones desequilibradas que manifiesta el tradicionalismo abusivo o ultra-tradicionalismo fijista, al cual prefiero designar con los términos "pasadista" y "pasadismo". Cuestión terminológica, pero necesaria si queremos entendernos al hablar.

----------A los modernistas no les importa la verdad, sino la modernidad, y por lo demás, peor aún, una modernidad mal comprendida, sin ni siquiera distinguir sus aspectos positivos y negativos. De hecho, es cierto que lo moderno puede ser mejor que lo antiguo, pero también puede ser cierto lo inverso, "a sigun", como canta don José Larralde. Ejemplos abundan: la concepción moderna de la mujer, que la ve con la misma dignidad que el varón y no un ser inferior, es ciertamente mejor que la concepción del pasado; pero, por otro lado, no hay duda que las guerras modernas son mucho más terribles que las guerras del pasado.
----------Los modernistas, digámoslo claramente, toman lo moderno como regla absoluta de la verdad, como una especie de ídolo sagrado, mas solo para concebir la verdad en continua evolución, de modo que su "absoluto" es el mero absoluto de un día, ya que el mismo absoluto evoluciona, porque para ellos lo verdadero de hoy es lo falso de ayer y viceversa, según el conocido principio de la veritas filia temporis. O como decía Michel de Montaigne [1533-1592]: "La verdad de este lado de los Alpes es falsa al otro lado de los Alpes".
----------El término "moderno", de por sí, no indica una categoría de valor, sino simplemente una categoría temporal. "Moderno" puede suponer progreso pero también retroceso. Lo moderno, lo nuevo no necesariamente es lo verdadero y lo bueno, sino que puede ser también lo falso y lo malo. Por lo tanto, el criterio para la distinción entre lo verdadero y lo falso no es lo moderno ni lo nuevo como tal, sino que es un punto de referencia universal e inmutable por encima del tiempo. O, en otras palabras, la verdad no es adecuación a lo moderno o a lo presente, sino a lo real (adaequatio intellectus et rei), realidad que puede ser antigua o moderna, pero que al fin de cuentas y en todo caso está más allá del tiempo, como es por ejemplo la doctrina de Nuestro Señor Jesucristo, que dijo: "Cielo y tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" (Mt 24,35), Aquel cuyas palabras, como reconoce san Pedro ante el divino Maestro, son "palabras de vida eterna" (Jn 6,68).
----------Obviamente, las realidades cambiantes tienen una verdad cambiante; pero eso no puede ocurrir con la verdad revelada por Nuestro Señor. Creer que también el dogma católico, que tiene por objeto verdades divinas y eternas, pueda cambiar o pueda resolverse o mejor disolverse en una multiplicidad dispersa de contingentes "modelos representativos" relativos a la variación de las culturas (como algunos teólogos creen hoy) quiere decir olvidar que la verdad (en cuanto relación verdadera ser-pensar) es una sola y, por lo tanto, olvidar la coherencia del pensamiento, que no admite que una cosa sea y no sea simultáneamente "por la contradicción que no lo consiente", para decirlo con Dante (Inferno, XXVII, 118-120).
----------Una buena cantidad de intelectuales modernistas se complacen también en la definición de la verdad dada por Maurice Blondel [1861-1949], quien pretende sustituir la formula escolástica adaequatio intellectus et rei por una fórmula más comprensible a la modernidad: adaequatio mentis et vitae, es decir, la propia vida; pero la consecuencia es que el yo ya no se adecua a lo real sino a sí mismo, por lo que el yo llega a situarse en el centro de lo real como regla de lo real (una consecuencia más del giro cartesiano).
----------De ahí deriva otro aspecto de la concepción modernista de la verdad, a saber, su historicismo, ya que, como lo denunciaba el papa san Pío X [1903-1914] en la Pascendi, el modernismo sostiene que la verdad es tan cambiante como es cambiante el hombre. Esto supone una vez más el rechazo de la idea de verdad como adecuación del pensamiento a lo real, adecuación que, para que exista la relación de verdad, no puede no ser inmutable, aún en el caso que la cosa a la cual se refiere es cambiante o ya no existe: Bruto y César ya no existen, pero seguirá siendo verdadero para siempre que Bruto asesinó a César. Por eso, san Pío X acusa a los modernistas de corromper la "inmutable concepción de la verdad".
----------A ello, como si esta secuencia de errores no fuera ya suficiente, podemos agregar la posición de algunos teólogos de la actualidad, quienes rechazan el concepto realista de verdad para sustituirlo con aquel aparentemente fascinante de "revelación", siguiendo en esto la concepción de Martin Heidegger [1889-1976], el cual quisiera referirse al sentido etimológico griego de la palabra "verdad", que es alètheia = no latencia, desvelar, descubrir. La verdad se configura así como aparecer del ser o, en la visión fenomenológica más avanzada, como simple aparecer, como simple "fenómeno", y todavía estamos, con esta segunda concepción, en la doctrina condenada por el papa san Pío X, siempre en la Pascendi.
----------Por otra parte, mientras la concepción de lo verdadero como puro aparecer es inaceptable, la idea de la verdad como aparecer de lo real al sujeto no debe ser rechazada, incluso si aquí el aparecer no debe entenderse como apariencia o impresión, sino como manifestación y aparición: es la así llamada verdad "ontológica", verdad de lo real como adecuado a un ideal. En tal sentido nosotros decimos, por ejemplo, "¡esto es verdadero vino!", "¡este es un verdadero artista!". Sin embargo, la verdad entendida en tal sentido no excluye en absoluto sino que involucra la verdad entendida como adecuación de nuestro pensamiento o de nuestro juicio a la realidad de las cosas en sí mismas -la verdad "gnoseológica"-, ya que sólo si nuestro pensamiento es verdadero, puede descubrir la verdad de lo real.
----------Por consiguiente, que la verdad para el creyente sea la divina Revelación, esto es evidente. Pero esta no es la definición de la verdad. Aquí por "verdad" se entiende la verdad de la divina Revelación; o bien se entiende "Revelación" como contenido de la Revelación, para decir que él es verdadero.
----------Por el contrario, los nuevos modernistas, creyendo, como he dicho, ser "modernos" y quizás incluso "postconciliares" (este es el lado cómico de la comedia, que corre el riesgo de terminar en tragedia), rechazan la verdad gnoseológica, que consideran "superada" ("medieval"), y pretenden concebirla sólo como "revelación", es decir, como acto revelador, que luego en teología se traduce en la convicción de recibir a priori, directamente e incluso quizás "atemáticamente" de Dios la verdad revelada, sin necesidad de ninguna adecuación de su pensamiento a la realidad empírico-racional, y ciertamente sin ninguna mediación o presuposición del ejercicio de la razón y por lo tanto sin que sea necesario el previo conocimiento de la verdad natural, acerca de la cual son escépticos y relativistas, convencidos en esto de exaltar la verdad de la fe.
----------El resultado de todas estas teorías nutridas por la herejía modernista es siempre el mismo: la mente humana lo logra todo: los fenómenos, la historia, sí misma, la propia experiencia, el subconsciente, el espíritu, lo absoluto, excepto lo que aseguraría a ella estar en lo verdadero, o sea, la percepción de las cosas, el alcance de lo real o aquello que santo Tomás de Aquino llamó res extra animam.
----------Todo este escepticismo, sin embargo, no impide a los neo-modernistas sentirse modestamente teofanías del Absoluto. De hecho, casi como si estuvieran en posesión innata de la misma ciencia divina, ellos, con el pretexto de evitar el "extrincesismo", que no es más que la obligada distinción entre lo natural y lo sobrenatural, pretenden estar dispensados del ejercicio de la razón de los comunes mortales, creen que se están saltando el plano natural para encontrarse (¡bienaventurados ellos!) originariamente, inmediatamente y aprioricamente en el plano de lo sobrenatural o como ellos dicen, de la "fe" o "Misterio", que luego no tiene nada que ver con la concepción de la fe y de lo sobrenatural definidos por el Concilio Vaticano I.
----------¿Pero qué pasa entonces? Sencillamente, que esta "fe" viene a sustituir a la razón: no admitiendo un preliminar y originario acto de la razón fundado en la experiencia sensible, entienden la fe como recepción originaria de la verdad revelada, una especie de "trascendental", para usar su propia expresión, por la cual con un solo salto, garantizado por la autoconciencia aprendida de René Descartes [1596-1650] y por el fideísmo recibido de Martín Lutero [1483-1546], ellos se encuentran inmediatamente en el cielo, impregnados e iluminados por la verdad divina, por la única verdad que ellos admiten (¡qué místicos!).
----------Al mismo tiempo, la razón devenida "fe" o la fe identificada -lo admitan, o no lo admitan- con la razón, esta "razón" confundida con la fe sobrepasa evidentemente los límites legítimos de la razón, por lo cual caen en el gnosticismo o en el racionalismo absoluto, como le sucedió a Georg Hegel [1770-1831].
----------Pero esta es una forma de intolerable presunción, por la cual el pensamiento pretende resolver el ser en el pensamiento (idealismo), como el polvo de naranja más fino se disuelve en el agua para hacer la naranjada o bien el sujeto pretende resolver en sí mismo la verdad del divino Objeto (subjetivismo) para "beber el mar", si queremos usar una expresión de Friedrich Nietzsche [1844-1900]. En ambos casos, idealismo o subjetivismo, desaparece la trascendencia divina y aparece una "inmanencia" que en realidad es la presunción del hombre que se sustituye a Dios o "se traga a Dios", como ha dicho uno de estos teólogos.
----------De esta manera, toda esta exaltación de la "revelación", de la "fe" y de lo "sobrenatural" (tal como los modernistas entienden), en realidad se reduce a ser una forma de racionalismo y de naturalismo, ya que la verdad natural y la razón, arrojadas por la puerta, retornan por la ventana bajo la apariencia engañosa y pretenciosa de una "revelación", que en realidad no es otra que su subjetivista interpretación del dato revelado enseñado por la Iglesia sobre la base de la Escritura y la Tradición.
----------De hecho, otro aspecto de la concepción neo-modernista de la verdad consiste en sustituir el conocimiento por la interpretación (la famosa "hermenéutica"), olvidando que el objeto de la interpretación no es la realidad, sino lo que otros piensan de la realidad. Todo se resuelve entonces en saber no cómo es la realidad, no cómo son las cosas (que sería el conocimiento de la verdad), sino qué piensan los demás sobre las cosas, asumiendo que creen en las cosas, pero, casualmente, siempre van en busca de autores que rechazan el realismo o, si son realistas, los aprovechan para afirmar su subjetivismo.
----------¿Qué dice Nuestro Señor Jesucristo en cambio, a todo esto? "El que es de la verdad, escucha mis palabras" (Jn 18,37), como si nos estuviera diciendo: si no aceptamos el concepto natural de la verdad como una adecuación empírico-racional a lo real, en vano podremos entender lo que Cristo nos enseña. Es inútil e ilusorio hablar de una verdad revelada o una verdad como revelación si no presuponemos la verdad empírico-racional, o sea aquella verdad que nosotros captamos naturalmente conformando nuestro juicio al dato objetivo. "El que no es fiel en lo poco, no podrá ser fiel en lo mucho" (Lc 16,10).
----------La verdad cristiana es más que nunca adecuación de nuestro pensamiento al ser, en tal caso al Ser divino. En tal sentido, san Pablo habla de una "obediencia a la verdad" (Gal 5,7) y por eso concibe su apostolado como un esfuerzo por hacer que la inteligencia de cada uno "esté sujeta a la obediencia a Cristo" (2 Cor 10,5). Para obedecer es necesario ser humildes. Por eso, el realismo es signo de humildad, que, como es sabido, es la virtud cristiana fundamental, que conduce a la caridad, que es el "vínculo de la perfección". Por otro lado, las otras concepciones de la verdad son signos de orgullo o al menos de necedad.
----------Por tanto, si el concepto de verdad no se acepta como adecuación a lo real (el así llamado "realismo") se derrumba todo el saber cristiano. Y el correctivo del realismo "ingenuo", como observa sabiamente Maritain, no es el idealismo o el fenomenismo, sino el realismo crítico, del cual los tomistas del siglo pasado nos han dado ensayos de primer orden, todos merecedores de volver a ser estudiados, aún cuando sean "preconciliares", como dicen despectivamente los supuestamente "conciliares" modernistas. Piénsese en Reginald Garrigou-Lagrange [1877-1964], en Joseph de Tonquédec [1868-1962], en Santiago Ramírez [1891-1967], en Yves Simon [1903-1961], en Étienne Gilson [1884-1978], en Ambroise Gardeil [1859-1931], en M.D. Roland-Gosselin, el mismo Jacques Maritain [1882-1973], solo para nombrar unos pocos.
----------Por lo demás, incluso los escépticos y los idealistas no pueden prescindir de ese concepto de verdad, que es del todo espontáneo y universal y, por tanto, inextirpable, por mucho que luchen por quererlo sustituir con absurdas alternativas. De hecho, aun en el momento en que ellos osen negarlo, están obligados a utilizarlo, ya que tendrán que afirmar implícitamente, lo quieran o no lo quieran, que su alardeada negación de la adecuación a lo real es "adecuada a la realidad", es decir, es verdad.
----------De modo que termino esta breve reflexión con un modesto llamado a todos aquellos católicos cultos que, tentados por esta fascinación de lo moderno en cuanto moderno, pero conservando todavía una reserva de honestidad intelectual: al fin de cuentas, si para justificar sus divagaciones tienen que recurrir implícitamente al concepto realista de verdad, más bien podríamos abrazar el realismo con franqueza y rechazar de una vez por todas la concepción idealista y subjetivista de la verdad, la cual es, sí, ciertamente, característica del pensamiento moderno, pero en su peor forma, en su forma anticristiana.

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