Finalizamos hoy con esta serie de notas intentando delinear teológicamente, canónicamente, históricamente, y también en el contexto de la actual difícil situación eclesial, cuál es la tarea de un Cardenal de la Santa Iglesia Romana. En nuestro repaso histórico de los principales jalones históricos del Colegio Cardenalicio y de la Curia Romana, llegamos así al Concilio Vaticano II.
----------En comparación con la imagen de sólida unidad y armonía entre Papado y Colegio Cardenalicio en los tiempos de Pío IX y del Concilio Vaticano I, en cambio, muy turbulenta, por no decir atormentada, fue la elaboración de los documentos del Concilio Vaticano II, cada uno de los cuales, ciertamente, al final ha sido aprobado por grandísima mayoría. ¡Pero cuánto esfuerzo y cuántos contrastes! No se puede negar que un rastro de esos contrastes se percibe de alguna manera también en los textos definitivos, que no tienen la limpidez y precisión didáctica de los textos del Vaticano I. Y, por lo tanto, tienen necesidad de ser interpretados con benevolencia, como efectivamente lo han hecho los pontífices postconciliares hasta el presente.
----------A partir de la narración que el cardenal Yves Congar [1904-1995] hace de las labores del Concilio (cf. su libro Diario del Concilio) se nota claramente el choque entre dos tendencias presentes en el Colegio Cardenalicio: una, representada por los Cardenales de Europa Central, que entiende el Concilio como una empresa reformadora, esperada ansiosamente desde hace tiempo, y que asume decididamente la conducción de los trabajos del Concilio. Sin embargo, detrás de un legítimo impulso ecuménico, progresista y renovador surgen a veces leves vestigios y rastros de modernismo y luteranismo.
----------En cuanto a la otra tendencia, parece estar representada sobre todo por los Cardenales italianos y por la propia Curia Romana, que participa en el Concilio, el cual le llega inesperado y no deseado, por lo que se mueve más por obediencia que por necesidad. Es la tendencia de quienes no esperaban en absoluto ningún Concilio, por lo cual quedaron sorprendidos con su anuncio. Se nota aquí el esfuerzo por incorporar a duras penas las nuevas instancias sugeridas por el papa Juan XXIII [1958-1963]. Se trata del ambiente, sobre todo italiano, que gira en torno al Santo Oficio dirigido por el Cardenal Alfredo Ottaviani [1890-1979] con el Secretario Mons. Pietro Parente [1891-1986], que luego se convertirá en Cardenal en 1967.
----------Es sorprendente y maravilla, que precisamente el Santo Oficio, dicasterio romano que habría debido reflejar eminentemente la voluntad y la dirección del Papa, en este caso no parezca estar en plena sintonía con el programa asignado al Concilio por el papa Juan. Del relato del padre Congar, parece que el Papa fuera portador de una impostación o mensaje o inspiración ignotos para el Santo Oficio, cosa que es algo sorprendente, si pensamos que el Santo Oficio era por derecho el colaborador más estrecho y cualificado del Papa en la determinación y en la custodia de la doctrina de la fe. En principio, es cierto que el Santo Oficio habría tenido la tarea de supervisar la labor del Concilio desde el punto de vista doctrinal.
----------Sin embargo, parece que la mens del papa Juan estuviera mejor representada y comprendida por la corriente progresista centroeuropea, en la cual, sin embargo, los factores de auténticos progreso y reforma, se mezclaron, en algunos peritos conciliares como Karl Rahner [1904-1984] y Edward Schillebeeckx [1914-2009], bajo el pretexto del ecumenismo y del aggiornamento, con las tendencias modernistas y cripto-luteranas, en aquellos que el cardenal Ottaviani llamó serpentes errores. Y tenía razón. Estos errores, obviamente, no pudieron ser aprobados por el Concilio. Pero, terminado el Concilio, ellos salieron a plena luz y comenzaron a extenderse, siendo tomados equívocamente como doctrinas del Concilio (aún hoy día perdura este equívoco en la corriente modernista y en la del más duro conservadurismo lefebvriano y filolefebvriano).
----------El Cardenal Ottaviani, en calidad de Pro-Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, envió inmediatamente después del Concilio, en 1966, a los Obispos, en forma reservada, una Carta que hacía un elenco o listado de estos serpentes errores (cf. AAS LVIII 659-661, documento publicado en Documenta inde a Secundo Concilio Vaticano expleto edita 1966-1985, a cargo de la Congregación para la Doctrina de la Fe). Esta carta, que lamentablemente no fue tomada en consideración debido al clima de ingenua euforia de aquellos años del inmediato postconcilio, era una sabia advertencia, un verdadero mensaje profético, que preanunciaba el resurgir del modernismo, que se produciría en los años siguientes hasta hoy.
----------También Jacques Maritain [1882-1973] en ese mismo año 1966, en su libro Le paysan de la Garonne, expresaba la misma preocupación. Pronto Ottaviani fue reemplazado por el cardenal Franjo Seper [1905-1981], figura conciliadora pero pasiva, carente del vigor especulativo de Ottaviani, quien efectivamente, es necesario decirlo, a duras penas llegó a comprender la renovación conciliar; sin embargo, fue un hombre honesto que, a pesar de las burlas, se mantuvo fiel a la sana doctrina y siguió siendo un centinela desatendido de la inminente "tempestad" (palabra de Pablo VI), que el Santo Papa se vio obligado a reconocer diez años después, él, quien también se había opuesto a Ottaviani por su tendencia conservadora.
Competencias del Cardenal
----------Según el Derecho Canónico, "los Cardenales de la Santa Iglesia Romana (...) asisten al Romano Pontífice sea actuando colegialmente, cuando son convocados para tratar en conjunto cuestiones de mayor importancia, sea en forma singular, mediante los distintos oficios que desempeñan ayudando al mismo Romano Pontífice principalmente en su cuidado cotidiano de la Iglesia Universal" (can. 349).
----------Ahora bien, ¿quién puede llegar a convertirse en cardenal? Nos responde también el Código de Derecho Canónico: "Para ser promovidos a Cardenales, el Romano Pontífice elige libremente entre aquellos varones que estando constituidos al menos en el orden presbiteral, se destaquen notablemente por su doctrina, costumbres, piedad y prudencia en la gestión de los asuntos" (can. 351 §1).
----------Ciertamente aquí el Papa dispone de una especial gracia de discernimiento para poder poner al hombre correcto en el puesto correcto; sin embargo, en esto el Papa no es infalible, por lo que no se puede excluir una elección imprudente o de hecho incorrecta. No es imposible que el Papa tenga en su elección corta visión o se deje engañar o burlar y no actúe con pureza de intención, embargado por preocupaciones o intereses terrenales, sin tener su corazón puramente dirigido al bien de la Iglesia. O bien es posible que él esté mal aconsejado o incluso amenazado y que su elección no sea plenamente libre, sino que esté condicionada por presiones de poderosas facciones internas a la Iglesia o de los poderes políticos.
----------El Derecho Canónico prevé la facultad del Papa de convocar reuniones de Cardenales para tratar cuestiones relativas al bien de la Iglesia. Esta reunión se llama "consistorio". Está previsto un consistorio "ordinario" para tratar "cuestiones graves" (can. 353 §2) y un consistorio "extraordinario" para tratar "necesidades especiales de la Iglesia o la mayor gravedad de los asuntos que han de tratarse" (§3), y en estos casos se convoca a todos los Cardenales. Pero no se tiene jamás noticia de la convocatoria de este segundo tipo de consistorio. ¿Acaso en la Iglesia no existan graves cuestiones o necesidades? No parece el caso.
----------¿Por qué entonces el Papa convoca tan poco a los Cardenales o lo hace solo en reuniones restringidas o de Curia? Se supone que son sus colaboradores más cualificados, más sabios, más fieles, más celosos, más capaces, más prudentes. Da la impresión que las relaciones del Papa con el Sacro Colegio no son de las mejores. Se diría que él siente un cierto desdén por el Cardenal como tal, a quien él tiende a ver como un hombre de poder, a la luz del fastuoso Cardenal renacentista. De ahí su preferencia por los Sínodos, por las Conferencias episcopales nacionales y por los individuales Obispos. Salvo su amistad con algunos Cardenales, el Papa prefiere valerse, al parecer, sobre todo de colaboradores no oficiales, incluso de bajo rango o laicos, con los cuales mantiene lazos de amistad, fácilmente de América Latina.
----------De todos modos, Francisco igualmente ha creado Cardenales, por cierto en notable cantidad. Pero no parece que aparezcan en escena. Más bien parece que se limitan a ser sus colaboradores silenciosos. ¿Tendrá quizás alguna dificultad con los Cardenales creados por Benedicto XVI? Hemos visto el tratamiento descortés que se le ha dado al Cardenal Müller, el cual tiene probablemente consigo a otros co-hermanos Cardenales descontentos con el papa Francisco, pero que no se atreven a hablar.
----------Al momento de escribir estas líneas, percibo que quizás (sólo quizás) esta situación pueda ir cambiando en el futuro (¿próximo?). Por cierto, se acerca el día de la promulgación de la Constitución Apostólica con la que se reformará la Curia Romana, la cual lleva urdiéndose desde el inicio del pontificado del actual Pontífice, y tendrá como nombre Prædicatæ Evangelium. Precisamente en las últimas horas se ha informado que el papa Francisco convocará para la ocasión un Consistorio Extraordinario en el que participe la mayor cantidad de Cardenales posible. Todo hace suponer que este Consistorio tendrá, para los Cardenales presentes, sólo características informativas. Me temo que no constituirá, por ende, nada de lo que estoy sugiriendo. El Cardenal no está sólo para ser meramente informado, sino sobre todo para ser consultado.
El Sínodo mundial de Obispos y el Colegio Cardenalicio
----------Existe desde después del Concilio Vaticano II, una eclesiología sesentayochina, la cual, en el intento de recuperar la sobornost (permítanme usar el término acuñado por los eslavófilos contrarios al individualismo) de las Iglesias ortodoxas, exagera la importancia de la colegialidad episcopal y cardenalicia, casi hasta el punto de propiciar no ciertamente el viejo conciliarismo condenado por el Concilio de Constanza, pero en todo caso una dirección colegiada de la Iglesia, aunque siempre bajo el Papa, que sin embargo es una cosa utópica e impracticable, y que por tanto da lugar a retórica e interminables dilaciones, con la producción de un inmenso e inútil material en papel, falta de buen sentido común, que no corresponde a la constitución esencial de la Iglesia querida por Nuestro Señor Jesucristo, que es Iglesia guiada no sin razón por un limitado grupo de personas competentes, los Sucesores de los Apóstoles, del cual grupo tiene origen y fundamento el Colegio Cardenalicio, por lo tanto una dirección jerárquica y no asambleística (no "sinodal" como lamentablemente suele decirse hoy de modo absolutamente abusivo, sin criterio ni discernimiento mediados por el Magisterio), como ha sido reiterado claramente por el Concilio Vaticano II (cf. Lumen Gentium n.4).
----------Si de hecho una dirección colegiada fue concebible en la Iglesia de Jerusalén del siglo I, de lo cual da testimonio el libro de los Hechos de los Apóstoles, expandiéndose enormemente en los siglos siguientes la estructura eclesial, ¿como se puede imaginar, hoy por hoy, aunque siempre bajo la presidencia del Papa, el trabajo colegial de un Sínodo que recoge centenares de Obispos provenientes de todo el mundo?
----------En la práctica -como se lo puede fácilmente imaginar- sucede lamentablemente a veces que la línea directriz del Sínodo está preestablecida por una minoría maniobradora de Padres sinodales -quizá para acelerar las labores, pero minoría intrusiva, invasiva-, no necesariamente dirigida por el Papa, o querida por él, o incluso actuando sin su conocimiento, la cual -como algunos Obispos han lamentado- si no es leal, puede forzar la mano a los Padres sinodales, poniéndolos delante del hecho consumado de decisiones supuestamente "sinodales" ya tomadas previamente y creando mayorías ficticias o interpretativas.
----------Por eso, en el ámbito de esta eclesiología de los primeros años del postconcilio, el Sínodo mundial de los Obispos, que de por sí puede desarrollar, cuando está bien hecho, una útil función consultiva, diagnóstica y propositiva, reuniéndose cada cuatro años, parece haberse convertido hoy en un mecanismo mastodóntico excesivamente pesado, pletórico, rutinario, fastidioso, dispersivo, derrochador, hablador y falto de practicidad. Al fin de cuentas, ¿qué gran problema de la Iglesia ha podido resolver el Sínodo o qué gran impulso ha dado a la Iglesia un Sínodo de Obispos desde hace cincuenta años a esta parte?
----------Por ejemplo, todos los lectores recordarán bien, porque han pasado sólo pocos meses, cómo corrían aquí y allá, por todos los medios y por toda la internet, previsiones asombrosas sobre el Sínodo de la Amazonía, como si hubiéramos de avanzar hacia una palingénesis de la Iglesia o, por el contrario, se escuchaban pronósticos de terrores apocalípticos, como si la Iglesia sufriera una mutación genética. Sin embargo, realizado aquel Sínodo, aparecieron ciertamente algunas ideas interesantes y buenas sugerencias, junto con otras desechables (como tuvimos oportunidad de registrar incluso en este blog). Pero luego del Sínodo tuvimos, hablando en general, como suele ser habitual, una inmensa seguidilla de opiniones y propuestas contrastantes, a veces al límite de la ortodoxia, y una inmensa y quizás incluso hermosa coreografía, un espectáculo inmenso y variado, donde la última escena, como sabemos, fue protagonizada, como es justo, por el Papa.
----------Lo que quiero decir a los lectores, es que me estoy preguntando si, estando así las cosas, el Papa no haría bien en diluir los Sínodos de Obispos, y en recuperar el tradicional Consistorio de Cardenales, previsto por el Código de Derecho Canónico (Canon 353 §§2-3). Me parecería un organismo consultivo más ágil, más prudente, más cómodo, menos dispendioso, más eficiente, más confiable, más reservado. Si un Cardenal no tuviera más títulos y méritos que un Obispo, ¿de qué serviría crear Cardenales? ¿Por qué uno debería ser hecho cardenal y otro no? Si el Cardenal no tuviera nada de más que un Obispo, ¿por qué, según el Derecho Canónico, el Papa es elegido entre los Cardenales y no entre los Obispos?
----------¿El Colegio Episcopal representa mejor la Iglesia que el Colegio Cardenalicio? ¿Está más cercano al pueblo? Esas son las preguntas. Es cierto que el primer piso de un edificio está más cerca de la planta baja que el segundo piso. Pero el calor del sol, que está tan distante, es más fuerte que el calor de una vela a 10 cm. de distancia. El efecto de una causa no depende de la proximidad, sino del poder de la causa. El Cardenal -se supone- por su virtud está más cerca del pueblo que el Obispo, porque el Cardenal comprende las necesidades del pueblo mejor que el Obispo y sabe guiarlo mejor. De otra manera, ha sido inútil hacerlo Cardenal. Quien siente más cerca de él al Obispo que al Cardenal, no sabe quién es el Cardenal.
----------Retomando el tema del inicio, quisiera decir que no creo equivocarme si me parece notar por muchos signos o indicios la existencia de un profundo malestar en el interior del Colegio Cardenalicio. Se tiene la sensación de que está profundamente dividido. Se revela el malhumor, el desconcierto, el descontento, la amargura, el temor, la preocupación, el sufrimiento, la indignación, la cobardía, el refugiarse en la vida tranquila, la rivalidad, la incomprensión recíproca, la adulación, el halago, el servilismo.
----------En mi opinión, se necesitaría que el papa Francisco, con un gesto valiente, reuniera el Consistorio, invitando a los co-hermanos Cardenales a abrir francamente su alma y a poner, como suele decirse, "las cartas sobre la mesa", sin miedo, con confianza y caridad. Me parece que este silencio no sirve para nada, no resuelve los problemas. Es mejor que los Cardenales hablen entre ellos, incluso a costa de chocar.
----------También tengo la clara impresión de que hay Cardenales que, queriendo por un lado aparecer neutrales y no aburrirse, pero por otro lado dar a conocer sus pensamientos, mandan delante a los laicos y se quedan en la sombra. Esto no está bien. Es necesario tener el coraje de las propias ideas. Esto no es digno para un Cardenal, y ni siquiera para un cristiano común. Si verdaderamente está en juego el bien de la Iglesia, debe exponerse; de lo contrario, Cristo le pedirá que rinda cuentas por su cobardía.
----------Pero me temo que sea también el papa Francisco quien divide el Colegio Cardenalicio con su tendencia a reducir su pastoral a una determinada línea política bien conocida. ¿Por qué enemistarse con los estadounidenses para encontrarse con los chinos? El Papa debe ser hermano y padre tanto de los estadounidenses como de los chinos. Debe ser padre y pastor de todos y no de un solo partido político. Es comprensible que esto tenga efectos negativos entre los Cardenales, por lo cual él se arriesga a vincularse solo a algunos, mientras que debería ser el padre y hermano de todos.
----------La idea de internacionalizar el Colegio Cardenalicio es buena. Sin embargo, la universalidad geográfica tiene poco valor, si falta una mens universal, que caracteriza supremamente al catolicismo. Los Papas del pasado siempre han sido italianos e incluso el Colegio Cardenalicio estaba formado por una mayoría italiana. Sin embargo, ¡qué desprendimiento de una particular nación, cultura o corriente política, para ser padres de todas las naciones y de todos los pueblos! Servus servorum Dei!
----------El Colegio Cardenalicio está llamado hoy a una gran responsabilidad en el estimular y en el ayudar al Papa a dar fuerza espiritual a la Iglesia y a liberarla de las divisiones internas y de las fuerzas de corrupción que la están arruinando y disgregando desde adentro. La unidad, la concordia y la paz de la Iglesia dependen de la unidad, de la concordia y de la paz interna del Colegio Cardenalicio en unión con el Sucesor de Pedro.
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