jueves, 18 de junio de 2020

Muerte, morir, hacer morir y estar muerto, en San Pablo

Hace alrededor de un mes atrás había iniciado unas reflexiones teológico-bíblicas acerca del concepto de la muerte en san Pablo. Ahora retomo la cuestión, profundizando con otros conceptos, también tomados de la teología paulina de la muerte.

----------La muerte, para Pablo, no es sólo el fin de la vida física, cosa evidente para todos, sino que surge sobre todo en el plano moral y espiritual. De modo que él la entiende también como un morir espiritual, en el sentido de la pérdida de la vida espiritual no en sentido ontológico, porque en tal sentido el alma es inmortal, sino en el sentido de pérdida del contacto vital con Dios, que es la vida del alma. Morir, más precisamente, no es solo el separarse del alma del cuerpo al término de la vida física, sino también el perder la vida de la gracia como resultado del pecado (Rom 7,10). Quien se encuentra en este estado que es el estado de pecado mortal, está espiritualmente muerto. Si no repara en esta vida, valiéndose de la gracia de Cristo, está perdido y castigado con la muerte eterna de la condenación.
----------Morir, para Pablo, no tiene solo el significado evidente de cesar de vivir físicamente, hecho físico inevitable independientemente de la propia voluntad, un morir reacio, de mala voluntad, porque la naturaleza se rebela, sino que puede coincidir o con el mismo pecado que procura la muerte, ya que el pecar es un morir; o bien, por el contrario, se puede entender como acto querido y voluntario, un acto de virtud, de hecho deseado, no en el sentido del suicidio o de la auto-inanición a la manera de la mística hinduista o de la anorexia, o casi liberación platónica del alma del cuerpo, sino en el sentido de aceptación o resignación consciente y serena a la voluntad de Dios, como ofrenda de la propia vida y de todo el propio yo, alma y cuerpo, a Dios en Cristo, acto supremo de seguimiento de Cristo y de unión expiativa y sacrificial de amor a Cristo crucificado: el "morir en Cristo" (cf. 2 Cor 6,10; Fil 3,10). Es un morir querido, deseado y bien acogido, en cuanto morir con Cristo y por Cristo, para ir a Cristo, movido por Cristo, por causa de Cristo, por amor de Cristo.
----------El morir también puede ser un "morir al pecado" o un "morir a la ley". Morir al pecado quiere decir que el pecado ya no nos atrae, así como un muerto no se siente atraído por nada, por ninguna tentación. Pero en esta vida nunca jamás estamos del todo muertos al pecado, porque, aún cuando esté debilitado, permanece siempre vivo el "hombre viejo" (Rom 6,6), es decir, el hombre herido por el pecado original, el cual es sensible al pecado. Y el hombre viejo, con sus pasiones, nunca está del todo muerto, sino que estará muerto sólo al momento de nuestra muerte física, si no hemos dejado de "mortificarlo" (Col 3,5), es decir, hacerlo morir de muerte lenta, apagando gradualmente el fuego de la concupiscencia, que es sustituido por los santos deseos y por el fuego del Espíritu Santo.
----------Paradójicamente, por tanto, el hacer morir, el griego nekròo, que literalmente quiere decir "asesino", en la ética paulina tiene una función fundamental altamente positiva. De este verbo viene el término "mortificar", devenido tradicional en la ascética cristiana. Está claro que expresa figurativamente y con fuerza la lucha contra el mal, los vicios y el pecado.
----------Pablo, al respecto, se expresa en un modo que parece tener reminiscencias del dualismo platónico: es necesario "hacer morir las obras del cuerpo" (Rom 8, 13), y espera poder ser "liberado del cuerpo de muerte (sòmatos tu thanàtu)" (Rom 7,24), como si el principio del pecado no sea el espíritu, sino el cuerpo. En otro lugar, en cambio, Pablo explica cómo el pecado tiene origen en la mala voluntad, y no en el cuerpo, por lo cual el problema moral no está en el liberarse del cuerpo, sino en el dominar las pasiones del cuerpo para prepararlo para la futura resurrección. En cambio, lo que para Pablo es necesario hacer morir no son las pasiones en sí mismas a la manera estoica, sino su rebelión contra el espíritu, volviéndolas dóciles a la buena voluntad bajo el impulso del Espíritu.
----------En cuanto al estar muerto, además de tener el significado obvio de la condición de quien ya no está, y de significar la condición antes mencionada del hombre en estado de culpa mortal o en el infierno, también significa un triste y desventurado estado del espíritu, propio de la vida presente, la condición de miseria del hombre pecador y esclavo del pecado, la situación del hombre corrupto, mortal e inclinado a pecar como consecuencia del pecado original, el estar muerto en el sentido de sufrir la rebelión de la carne al espíritu, y en el sentido de la incapacidad de cumplir buenas obras o al menos de cumplir con todos sus propios deberes, para así agradar a Dios (Rom 7,14-19).
----------Sin embargo, Pablo es ante todo drástico al expresar el estado de corrupción de la naturaleza consecuente al pecado original. No se limita a recordar su mortalidad y la tendencia a realizar el pecado, sino que declara en términos inequívocos que el hombre pecador, antes del bautismo, que lo hace resucitar, está ciertamente "muerto" (Ef 2,1.17). Sin embargo, si bien el "hombre viejo" (Rom 6,6), o sea el hombre "muerto" sea sepultado en el bautismo (Rom 6,4; Col 2, 2), que hace nacer al "hombre nuevo" ( Ef 4,24), precursor y primicia del hombre de la resurrección (cf. 1 Co 15,20), en realidad, según Pablo, el hombre viejo continúa viviendo y perjudicando en la presente vida mortal, estimulándonos al pecado. Se trata de aquel "hombre animal" (psychikòs), podríamos decir "carnal", del cual habla Pablo en 1 Cor 2,14, que "no comprende las cosas del Espíritu de Dios", en contraposición al "hombre espiritual" (1 Cor 2,15), que es el hombre nuevo nacido del bautismo, aquel hombre que será "cuerpo espiritual" (1 Cor 15,44) y "celestial" (1 Cor 15,49) en la futura resurrección.
----------Y por el momento ponemos punto y aparte respecto al tema del título, aunque no todavía al tema referido al concepto de la muerte en San Pablo, que continuaremos examinando otros aspectos en próximas notas, Dios mediante.

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