lunes, 22 de junio de 2020

El Cardenal Siri, la Modernidad, y el Modernismo

Confundir modernidad y modernismo es habitual en ciertos ámbitos católicos, y es un riesgo para quien aspire a una sabia comprensión de la historia y de la esjatología. Y a propósito menciono el tema de los últimos tiempos, porque muchos interesados en la comprensión del Apokalypsis de san Juan han incurrido en el error de confundir ambos términos. En Argentina ha sucedido eso con cierta frecuencia.

----------Suele ocurrirle, por ejemplo, a lectores de las obras de aquel gran estudioso del Apokalypsis que fue el padre Leonardo Castellani [1899-1981]: las leen mal, y ocurre repetidamente que, del mismo modo como ciertos nacionalistas argentinos se han pasado su vida leyendo mal el supuesto nacionalismo de Castellani, existen también ciertos tradicionalistas argentinos que interpretan mal el supuesto tradicionalismo del jesuita argentino. Pero hoy no quiero hablar del querido y olvidado "ermitaño urbano", gran genio, con sus claroscuros, sus virtudes y sus excesos, sus luces y sus sombras, sino de un contemporáneo suyo, el cardenal Giuseppe Siri [1906-1989], para reflexionar con los lectores sobre un par de textos del arzobispo genovés, que nos permiten advertir lo fácil que es confundir modernidad y modernismo.
----------Casualmente, la figura del cardenal Siri también ha sido muy mal interpretada, y también aprovechada deshonestamente, por cierto conservadurismo abusivo que la ha manipulado llevando agua para su molino. De hecho, existen enclaves tradicionalistas que no pierden la ocasión de mencionar al cardenal Siri como uno de los suyos, citando siempre por ejemplo su pertenencia al Coetus Internationalis Patrum durante el Concilio Vaticano II, pero no aclaran nunca que ni Siri ni ninguno de los miembros de aquel grupo, que incluía a varios obispos argentinos, terminó en las posiciones en las que cayó el obispo Lefebvre. 
----------Invito a los lectores a recordar las agudas, previsoras y visionarias consideraciones que el cardenal Siri hizo en 1970, a pocos años de finalizado el Concilio, acerca de un congreso teológico en Bruselas, donde se había presentado la teología no como una ciencia de la fe en fidelidad a la Tradición, a la Escritura y al Magisterio, sino como una mera opinión que debía solamente reflejar la modernidad, un concepto que siempre refleja algo pasajero, pero siempre rompiendo con la opinión del pasado. Así debía ser la teología, según aquellos expositores, contra los que se alzó la voz del eminente Cardenal, denunciando aquella falsa teología que, en un lenguaje ambiguo, escurridizo y fluctuante, favorecía el equívoco y la deslealtad al Magisterio. Aquellas consideraciones de Siri son de una enorme relevancia todavía en la actualidad.
----------El valiente y docto Cardenal, firme defensor de la Sagrada Tradición de la Iglesia, había acogido sin dudar las nuevas doctrinas del Concilio Vaticano II, sin ver en ellas, contrariamente a la opinión de muchos a diestra y siniestra, sin ninguna ruptura con el pasado. Ya sabemos que tanto los lefebvrianos, a diestra, como los modernistas, a siniestra, malentienden el Concilio en ruptura con la Tradición; pero no era esa en absoluto la posición de Siri, quien no confundía modernidad con modernismo.
----------Porque hay que comprender que una sana modernización o, como decía el papa Juan XXIII, un "aggiornamento", una sana actualización, no se identifica de ninguna manera con modernismo. Los católicos de estos tiempos deben ser modernos, no modernistas. Modernos, sí; modernistas, no. Porque el modernismo es herejía; mientras que el modernizarse, renovarse, progresar, profundizar el conocimiento de la verdad, es exigencia de la vida, deber moral, necesidad del espíritu y, en el caso de los teólogos es su oficio. La caridad que no progresa, decía san Agustín, no es caridad (Homilía IX sobre la Epístola de san Juan).
----------En la modernidad es necesario discernir, según el mandamiento paulino: "probadlo todo, guardad lo que es bueno" (I Ts 5,21). Y eso deben aprenderlo tanto los modernistas como los tradicionalistas abusivos, que deben reconocer que la modernidad no es un absoluto: ni es el ídolo al que se inclinan los modernistas, ni es el monstruo del que huyen los lefebvrianos. Repito: la modernidad no es un absoluto; el único absoluto es el Evangelio. Por lo tanto, no se trata de tamizar el Evangelio a la luz de la modernidad, como lo hacen los modernistas, sino de tamizar la modernidad a la luz del Evangelio, que ni siquiera hacen los lefebvrianos: este es el mensaje del Concilio Vaticano II, que ni los unos ni los otros aceptan. Mientras que el Evangelio es pura verdad, la modernidad es una mezcla de verdadero y falso, de bueno y de malo, como todas las cosas humanas. Ni adoradores del presente, como los modernistas, ni laudatores temporis acti, como los lefebvrianos, sino ver el presente potencialmente en el pasado y el pasado como preparación del presente.
----------Por eso me interesa hoy resaltar el concepto que el cardenal Giuseppe Siri tenía de la Tradición, un concepto que era de por sí conciliable con la idea de Progreso entendido como continua profundización de los datos de la Tradición: "Con el término tradicional -decía Siri- se entiende solamente lo que no rechace cuanto viene ofrecido por la Escritura y por la tradición divina, de acuerdo con la enseñanza magisterial de la Iglesia, manteniendo lo ya cierto y no rechazando la ulterior profundización. En suma, tradicional no significa anticuado, anacrónico, inmóvil, chapado a la antigua, momificado". El Magisterio de la Iglesia, por lo tanto, en la visión de Siri, es como el evangélico "escriba sabio", que de su tesoro "saca cosas nuevas y cosas viejas": "Por eso todo escriba docto en el reino de los cielos es semejante a un padre de familia, que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas" (Mt 13,52). La Tradición de la cual hablaba Siri no es otra que la "Tradición viva" de la cual ha hablado tanto el papa Benedicto XVI y que es rechazada por modernistas y lefebvrianos.
----------Por consiguiente, el cardenal Siri sabía bien que cada Concilio Ecuménico y, por lo tanto, también el Vaticano II, no es sino un testigo acreditado, autorizado e infalible de la Tradición, que la recibe, la retoma, la confirma y la desarrolla, haciéndonos conocer siempre mejor aquellas verdades divinas e inmutables que Cristo un día entregó a los Apóstoles, para que ellos las entregaran como viva Tradición a sus Sucesores, los Obispos, para que sea transmitida a todo el mundo hasta el final de los siglos.
----------Por supuesto, repitiendo lo que he dicho en otras ocasiones, no puede menos que reconocerse, como tantos estudiosos han venido reconociendo en los últimos años, la existencia, en las nuevas doctrinas del Concilio Vaticano II, de expresiones imprecisas y equívocas, que se prestan a una interpretación modernista, de hecho una interpretación en gran medida adoptada por los propios modernistas. Esto ha sido bien puesto en evidencia, por ejemplo, por estudiosos de gran valía, como por ejemplo el teólogo mons. Brunero Gherardini, el filósofo Paolo Pasqualucci, o el historiador Roberto de Mattei, cada uno de ellos en sus específicos ámbitos disciplinarios, aunque a veces suelen dar la impresión de acusar al Concilio de haber de algún modo cedido al modernismo y, por lo tanto, roto con la Tradición, cuando más bien se trata de hacer una buena interpretación del Concilio, demostrando que es posible verificar la continuidad de estas enseñanzas con la Tradición precedente al Concilio mismo, como debemos creerlo por fe respecto a las doctrinas conciliares. Por otra parte, ¿cómo podría ser de otro modo en una doctrina como la conciliar, que trata de materia de fe o próxima a la fe? Es cierto que el Concilio Vaticano II no ha proclamado nuevos dogmas; sin embargo, aún así sus doctrinas tratan siempre de temas o derivados de la Revelación o conexos con la Revelación.
----------Debemos mantenernos firmes en la denuncia del modernismo postconciliar, pero al mismo tiempo, debemos ver el actual difundirse del modernismo no como consecuencia de ningún aval que pueda provenir del mismo Concilio, sino más bien de una interpretación falsa del mismo, por cierto una interpretación de ruptura con la Tradición (hecha tanto por modernistas como por tradicionalistas abusivos como los lefebvrianos y otros) no suficientemente refutada y reprimida por la autoridad eclesiástica, particularmente los últimos Papas, que debieran haber sido más firmes en la condenación de una y otra tendencia.
----------Ahora bien, como es muy cierto que se tiene la impresión de que alguna doctrina del Concilio ha sido rozada de alguna manera, si no en el contenido, al menos en el lenguaje, por el aliento pestífero del modernismo, por eso mi opinión personal es que, al respecto, han sido muy atinadas las sugerencias que hace unos diez años hiciera el recordado mons. Gherardini al papa Benedicto XVI, pidiéndole que emitiera un documento en el cual el Papa, cumpliendo su rol docente, diera la interpretación exacta de las nuevas doctrinas del Concilio, posiblemente en forma de cánones, como sugería Gherardini, por los cuales pudiera resultar con claridad y certeza tanto el nivel de autoridad de tales doctrinas, como su continuidad con la Sagrada Tradición, incluso en los nuevos desarrollos doctrinales. También son sabias las recomendaciones que mons. Athanasius Schneider viene haciendo desde hace más de una década, de que el Santo Padre decida publicar una lista de interpretaciones erróneas de las nuevas doctrinas del Concilio, a fin de eliminar cualquier pretexto de los modernistas y tranquilizar a los tradicionalistas, acerca de sus dudas sobre la continuidad de las doctrinas conciliares con las precedentes del Magisterio de la Iglesia.

9 comentarios:

  1. Por favor, padre Filemón, ¿podría ofrecernos alguna referencia a las fuentes de esas declaraciones del cardenal Siri en 1970? Me interesa mucho.

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  2. Ud dice: Por lo tanto, no se trata de tamizar el Evangelio a la luz de la modernidad, como lo hacen los modernistas, sino de tamizar la modernidad a la luz del Evangelio, que ni siquiera hacen los lefebvrianos: este es el mensaje del Concilio Vaticano II, que ni los unos ni los otros aceptan.......
    Podría darme un ejemplo de ambos casos?

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  3. Anónimo 17:56,
    No sé lo que podría responder Fr Filemón. Pero yo le diría a Ud: ¿no ve lo obvio?
    Los modernistas: a tal punto tamizan el Evangelio a la luz de la modernidad, que dejan de lado el Evangelio, finalmente, y vivimos lo que hoy se está viviendo en la Iglesia de la publicidad: desposorio con la ONU, ecologismo, moral subjetiva, etc...
    Los lefebvrianos no emprenden la tarea de tamizar la modernidad a la luz del Evangelio, porque están anclados antes de la modernidad, no la aceptan, no aceptan nada bueno en ella, no aceptan el Concilio, que se propuso actualizar el mensaje del Evangelio a nuestros tiempos.
    Es obvio. ¿No lo ve?

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  4. Sobre el Cardenal Siri he leído que tuvo protagonismo en los cónclaves que eligieron a Juan XXIII y Pablo VI- Incluso se dice que en el primero de ellos renunció voluntariamente a la elección con la que le habían favorecido los cardenales. ¿Son todas suposiciones, teorías en el aire, o hay algo de cierto en todo eso?

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  5. Berengario de Tours23 de junio de 2020, 6:19

    En toda esta (enorme) cuestión de la interpretación del Concilio Vaticano II, no hay que olvidar una cosa muy sencilla: el significado del término "ambigüedad".
    Fray Filemón no se cansa de decir que en los textos conciliares existe ambigüedad en algunos pasajes. ¿Pueden mencionarse algunos? No me animo a hacerlo aquí; pero sólo sugeriré: Gaudium et Spes 22, el "subsistit in" en Lumen gentium, y los textos que hacen referencia a la Iglesia en su relación con los no cristianos y las demás religiones.
    Pues bien, sí: hace rato que se ha admitido la precariedad de esos textos, es decir: su ambigüedad.
    Vayan al diccionario y lean lo que eso quiere decir.
    Ambigüedad es algo (una palabra, una frase, un hecho) que puede ser interpretado de un modo o de otro. Punto.
    Eso es todo.
    Un texto ambiguo ni es verdadero ni es erróneo, sino que es ambiguo: o sea, puede ser interpretado como verdadero o como erróneo.
    Ahora bien, yo entiendo que Fray Filemón nos quiere decir sencillamente que: los católicos interpretan como católicos los textos conciliares, como verdaderos, en continuidad con la Tradición sagrada.
    Los no católicos los interpretan como erróneos, en ruptura con la Tradición.

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  6. Berengario: es muy iluminador lo que ha dicho. Y fíjese lo que dice el Diccionario de la RAE sobre el adjetivo "ambiguo":
    "Dicho especialmente del lenguaje : Que puede entenderse de varios modos o admitir distintas interpretaciones y dar , por consiguiente , motivo a dudas , incertidumbre o confusión".
    Ud tiene razón: lo ambiguo no es ni verdadero ni falso, puede ser considerado verdadero por algunos y falso por otros.
    El problema para el católico o, mejor dicho, la GRACIA del católico (más que problema) es que SABE POR FE, que un Concilio Ecuménico NO puede contener errores. Por lo tanto, el problema de los textos ambiguos del Vaticano II se solucionan de ese modo: creyendo por FE que no son erróneos, o sea, interpretándolos en CONTINUIDAD con la Tradición.

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  7. Maryluz: pero ¡ojo! no interpretándolos como verdaderos en el sentido modernista, sino católico, es decir, en el sentido de la Tradición.

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  8. Me acuerdo de un excelente libro de un sacerdote de la Hermandad sacerdotal española de San Antonio Maria Claret " Lo que no ha dicho el Concilio "que ayudaba contra interpretaciones "neo modernistas, moderenistas y progresistas "del mismo, me parece que otro excelente libro que debio escribirse fue "lo que si dijo el Concilo", Ni Alberigo ni integrismo radical en que a veces aparenta caer Mattei, sino en la linea de Marchetti , de los esfuerzos de Paulo VI y la santa astucia de teologos y obispos que mientras Schillebeck y compañia procuraban emitir expresiones ambiguas para interpretar segun sus tesis el Concilio introdujeron notas a pie de pagina que deshacen esa ambiguedad en pro de la Tradicion o sano progreso. Saludos padre Felipe. Desde Costa RICA

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    1. Estimado padre Felipe,
      tiene usted razón, aquel libro del padre José Ricart Torrens, "Lo que no ha dicho el Concilio", es de mucha utilidad para comprender que el Concilio Vaticano II completa aquello que no había hecho la encíclica Pascendi, del papa san Pío X, que condenó la herejía modernista, pero sin reconocer los aspectos válidos de las instancias de los modernistas (una cosa son las herejías, y otra cosa son los hombres que las propalan). El Concilio, manteniendo la condena a los errores modernistas, sin embargo, respondió a las instancias de los modernistas, haciendo un cribado o discernimiento oportuno de los aspectos válidos de la modernidad.

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