Espero que haya servido de algo mi nota de ayer, desempolvando aquella meritoria intervención del cardenal Müller del 2012, que quizás pudo haber pasado por alto a tantos distraídos por las noticias que aquel año eran consideradas más urgentes, que no siempre suelen ser las más importantes.
----------Precisamente, lo más importante hoy en la Iglesia, la cuestión más grave que agita esta época de la Iglesia que el Señor ha querido que viviéramos, y esto desde hace décadas, es precisamente la de la interpretación y aplicación de las enseñanzas del Concilio Vaticano II. Enseñanzas que, incluso tan problemáticas como son, no nos podemos sacar de encima, como nos invitan a hacer los que propugnan las falsas soluciones a los problemas planteados por el Concilio, falsas soluciones propuestas tanto por los tradicionalistas como por los modernistas, los unos rechazándolo como herético, y los otros rechazándolo como anacrónico; los unos porque se han quedado detrás del Concilio, y los otros porque se han ido adelante.
----------No podemos sacarnos de encima un Concilio de la Iglesia como nos sacamos de encima un abrigo que nos ha servido por un tiempo y ahora no. No es lo mismo. La Iglesia no puede sacarse de encima a Nicea, a Calcedonia, a Trento o al Vaticano I, a ningún Concilio, y tampoco al Vaticano II, porque cada uno, a su modo, es infalible; cada uno a su modo son los jalones del Magisterio de la Iglesia que nos ha transmitido la recta lectura de la Tradición y la Escritura, las dos fuentes de la única Revelación de Nuestro Señor Jesucristo. Es cierto que Trento o el Vaticano I ya no influyen en la vida de la Iglesia como influye hoy el Vaticano II; y probablemente para los católicos dentro de diez generaciones -si llegan a existir generaciones posteriores a la nuestra- ya no influyan tanto las enseñanzas del Vaticano II; pero no somos nosotros esos católicos, que hoy debemos vivir con ellas a cuestas, para bien o para mal, sufriendo un post-Concilio que ha causado enormes daños a la Iglesia, como en estos días es tan fácil denunciar, pero precisamente porque esas enseñanzas han sido malentendidas; y hoy vivimos tironeados de uno y otro lado; tironeados por aquellos tradicionalistas que nos tildan de modernistas por seguir al Concilio, y tironeados por los modernistas que nos tildan de retrógrados por seguir al Magisterio que incluye al Concilio. Y tironeados de este modo, intimidados por las críticas de los dos extremos abusivos y heréticos, somos tentados a abandonar la tarea de ser de una vez por todas e integralmente: católicos, católicos sin más, sin adjetivos, ni tradicionalistas ni modernistas, y caemos en la tentación de las falsas soluciones a las que nos invitan uno y otro extremo, cismáticos y heréticos ambos.
----------Por lo tanto, lo repito sin vacilar: la cuestión más importante que agita a la Iglesia de hoy es la interpretación y, por ende, la aplicación del Concilio Vaticano II; ya que, como muchas veces han lamentado los Papas del post-Concilio, a partir de los años inmediatamente posteriores del final de las labores conciliares hasta hoy, se han difundido en el Pueblo de Dios, y particularmente entre los teólogos, las interpretaciones no autorizadas por el Magisterio de la Iglesia, es decir, lo que Pablo VI llamó "magisterio paralelo", que ha presentado y presenta las doctrinas conciliares de modo falso, como si constituyesen un compromiso con los errores modernos y constituyesen en particular una mundanización del mensaje evangélico: aquello que repetidamente la Iglesia ha llamado "secularismo", y que el papa Benedicto XVI durante su pontificado prefirió llamar "relativismo", y que muchos estudiosos llaman apropiada y oportunamente "neo-modernismo".
El rol que ha jugado Karl Rahner en este "magisterio paralelo"
----------En los últimos párrafos de mi nota de ayer, luego de recordar con elogios hacia el cardenal Müller su intervención docente de 2012, lamenté que a ella no hubieran seguido acciones de gobierno que ahondaran en la cuestión que tan valiente y claramente había sido planteada por el entonces Prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe. Lamenté que la Santa Sede no hubiera hecho lo necesario: entrando en los detalles, poniendo blanco sobre negro, distinguiendo ortodoxia y heterodoxia, reconociendo los méritos y las justas exigencias de todos, aclarara los puntos heréticos, tanto en los tradicionalistas como en los modernistas, para que de esa manera fuera eliminado el mal, haciendo resplandecer al Concilio Vaticano II en su verdadera luz, liberando a las almas del error y la injusticia, tranquilizando a los escandalizados, frenando a los impostores (tanto tradicionalistas como modernistas) y eliminando prejuicios.
----------Ahora bien, proponiéndoles avanzar algo más sobre el tema, es que hoy vengo a decirles que el prejuicio más grave acerca de la recta interpretación de las enseñanzas del Concilio Vaticano II, y el más difícil de eliminar, porque sigue estando muy difundido también en los ambientes de la cultura teológica, es el prejuicio según el cual las doctrinas del Concilio fueron influenciadas fundamentalmente por el pensamiento del famoso teólogo alemán Karl Rahner [1904-1984], quien, como es sabido, fue en realidad uno de los peritos del Concilio y, por supuesto, tuvo sus contribuciones, pero para un católico consciente de su Fe y de su Catecismo, sería absurdo pensar que el Concilio haya sido influenciado por los errores teológicos de Rahner.
----------Ese prejuicio puede hoy verse repetido a nivel periodístico o de páginas webs o blogs desinformados o, peor aún, tendenciosos, dependientes ideológicamente de las corrientes extremistas a las que vengo denunciando: tradicionalistas y modernistas. Pero hay que saber que a nivel teológico hace mucho tiempo que se abandonó ese prejuicio. Eso ya se palpitaba en los tiempos de mi seminario, al cursar mis últimos cuatro años de teología; pero puedo asegurar que, desde hace unos cuarenta años, ya todo está muy claro. Desde hace décadas, toda una pléyade de académicos católicos de primera línea (y me refiero a italianos y alemanes, especialmente), han demostrado que se trata de un falso prejuicio. Un prejuicio que todavía puede estar vigente en estudios eclesiásticos de media agua, como ocurre en anacrónicos seminarios diocesanos sesentistas argentinos y latinoamericanos (doy fe) o en similares (aunque de signo opuesto) seminarios lefebvrianos. Pero se trata de un erróneo prejuicio, cuya falsedad ya está bien demostrada.
----------Un libro de referencia sobre el tema es el de Fr Giovanni Cavalcoli, OP, "Karl Rahner, il Concilio tradito" (Fede&Cultura 2009), donde el autor, tras una treintena de intensos años de estudios sobre esta cuestión, confirma la tesis que he enunciado. Sin embargo, a pesar de que la tesis ha sido muy probada, Rahner continúa siendo considerado en muchos ambientes eclesiales como el gran mentor del Concilio, cuando en realidad es su traidor. Sea como sea, en los ambientes teológicos católicos de primera línea, son los críticos de Rahner los que en estos años han aumentando su prestigio, mientras sus anacrónicos partidarios prefieren reducirse a silencio, incapaces de responder a las críticas puntuales y bien fundadas que se les dirigen. En particular son cada vez más evidentes, como lo demuestran los críticos, las consecuencias morales de las ideas rahnerianas, las cuales causan vacilación, desorden, dudas y ruina en diversos ámbitos del obrar moral público y privado, civil y eclesial, político y religioso, local e internacional, difundidas como están.
Otro punto de contacto entre tradicionalistas y modernistas
----------Menciono ahora un dato muy curioso que viene a dar nueva prueba de aquel viejo adagio de que los extremos se tocan o, dicho de otro modo, que siempre los errores son parientes entre sí, pero que jamás son parientes de la verdad. Pues bien, es realmente sorprendente que la tesis antes mencionada de la influencia rahneriana sobre el Concilio Vaticano II es compartida por dos corrientes católicas que se encuentran en las antípodas entre sí: por un lado la que se expresa en la conocida y prestigiosa revista de los Jesuitas "La Civiltà Cattolica", de orientación progresista (muchas veces ubicada en el extremo neo-modernista), y por otro lado la que encuentra su expresión en el periódico "Sì Sì No No", expresión pequeña pero mordaz del variado movimiento filolefevriano o del tradicionalismo abusivo.
----------El mencionado Fr Giovanni Cavalcoli ha podido constatar personalmente esta coincidencia entre tradicionalistas y modernistas, ya que, por un lado, el mencionado periódico filolefevriano "Sí Sí No No" hizo en su momento una recensión de su libro "Karl Rahner, il Concilio tradito", aprobando por un lado las críticas que la obra hace a Rahner, pero sosteniendo por otro lado que Rahner no es un traidor, sino un mentor del Concilio. Al propio tiempo, Cavalcoli mantuvo correspondencia epistolar con el padre Giampaolo Salvini, director por entonces de La Civiltà Cattolica, y en el curso de tal correspondencia, Salvini le definió a Rahner como "icono del Concilio". En esta simple anécdota puede tomarse medida de cuán vasta y arraigada es la convicción de que Rahner influyó en el Concilio, afirmando eso ya sea para criticar a Rahner con el Concilio, como lo hacen los lefevrianos, o para exaltar a Rahner y al Concilio, como lo hizo el padre Salvini.
----------Pero debe decirse, y hay que decirlo con absoluta franqueza, que tanto en uno como en otro caso, tanto los tradicionalistas, como los modernistas, interpretan mal al Concilio Vaticano II. Porque, ante todo, hay que saber que Karl Rahner sigue siendo hoy, aún a más de treinta años de su fallecimiento, probablemente el máximo exponente del neo-modernismo. Y sigue siendo inexplicable por qué sus errores no fueron condenados a tiempo por la Santa Sede, como se debía hacer, ya en el pontificado de Pablo VI, y ya en los primeros años del post-Concilio (en alguna futura nota deberá reflexionar sobre este tema). Ahora bien, interpretar el Concilio Vaticano II como si estuviera en connivencia con el neo-modernismo rahneriano es absolutamente erróneo, es no entender nada de cómo funciona el Magisterio en un Concilio Ecuménico, y es, en definitiva, caer en herejía. Aquí es precisamente donde radica el quid de la cuestión.
Urgente necesidad de interpretar rectamente el Concilio Vaticano II
----------Por consiguiente, es urgente y necesario, como nos piden los Pontífices desde hace más de cinco décadas (desde que Pablo VI denunciaba el drama del "magisterio paralelo"), interpretar rectamente el Concilio, no a la manera de los modernistas, sino como pretende el Magisterio, el cual se ha expresado de muchas maneras, sea condenando las interpretaciones incorrectas, sea dándonos preciosas indicaciones hermenéuticas contenidas en numerosos documentos. Si tuviéramos que hacer un elenco de esos jalones Magisteriales que nos ayudan a interpretar rectamente el Concilio Vaticano II, comenzaría antes que nada por mencionar el Catecismo de la Iglesia Católica (1992), siguiendo por el nuevo Código de Derecho Canónico, sin olvidar tampoco el comentario al Credo de Pablo VI, o las Catequesis sobre el Credo de Juan Pablo II.
----------Es posible que muchos de mis lectores se pregunten cómo se ha podido verificar durante estos más de cincuenta años de post-Concilio un tal y tan vasto malentendimiento del Concilio. Las razones y las responsabilidades son muchas, y afectan a personas y a instituciones, incluyendo también a los Pontífices de nuestro tiempo, porque la Iglesia es una realidad divina, espiritual, pero es también humana y encarnada. Efectivamente, las razones de esta mala interpretación del Concilio son muchas. Pero como ya es hora de que vaya poniendo punto final a esta nota, para no extenderme sobre este tema en detalle, lo único que haré hoy será mencionar solamente algunos puntos, los que veo más indudables:
----------1) Ante todo, una de las razones de las malas interpretaciones es el lenguaje mismo del Concilio, que no es siempre claro, y frecuentemente luce ambiguo, no bien preciso ni bien definido y, por consiguiente, pasible de ser instrumentalizado en sentido modernista. En este aspecto, le asistía mucha razón al arzobispo Marcel Lefebvre, en sus denuncias de ambigüedad en los textos que, de este modo, contenían "bombas de relojería", que los futuros intérpretes harían estallar en el preciso momento. Rahner, por supuesto, fue uno de esos intérpretes que, aprovechando su fama y prestigio en el inmediato post-Concilio, fue uno de los que hizo estallar esas "bombas" fomentando el "magisterio paralelo" denunciado por Pablo VI.
----------2) Otra razón de la malinterpretación del Concilio, es la grave dificultad de encontrar en la gran mole de los documentos conciliares, los puntos doctrinales verdaderamente vinculantes para la fe del creyente, para la enseñanza de los pastores, y para el trabajo de los teólogos. Esto ha permitido tanto a tradicionalistas como a modernistas infravalorar, subestimar, y finalmente descartar, la autoridad de las doctrinas conciliares. Preste atención el lector que hablo de las doctrinas del Concilio, no de sus indicaciones pastorales.
----------3) Una de las razones más importantes de los malos entendidos, es la actitud demasiado optimista que se extendió en el Episcopado de todo el mundo durante el post-Concilio, con la consecuente disminución de la vigilancia (recuérdese que obispo viene de "epìskopos = supervisor"!) frente a la aparición de errores y herejías. El optimismo generalizado les hizo creer a los Obispos (y a los sacerdotes en consecuencia) que una primavera generalizada se inauguraba después del Concilio, bajaron la guardia y, muy pocos fueron los que recordaron lo que había dicho el papa san Pío X cincuenta años antes del Concilio, acerca de que el modernismo no había sido eliminado, sino que tan sólo había pasado a la clandestinidad.
----------4) Considero importante razón la ausencia de los tradicionales "cánones", los cuales siempre habían constituido, en los Concilios precedentes, un claro punto de referencia para conocer inequívocamente lo que cada Concilio pretendía decir, y también para conocer de modo resumido las doctrinas más relevantes. Por supuesto, esto hubiera ayudado a resolver el problema mencionado en la segunda razón, o sea la dificultad de hallar en el gran número de documentos las doctrinas verdaderamente vinculantes.
----------5) Finalmente, no ha sido causa menor a la confusión generalizada y a los malentendidos sobre el Concilio, el retraso con el que ha sido redactado y promulgado el nuevo Catecismo de la Iglesia Católica (lo cual se hizo recién en 1992!, con el papa Juan Pablo II), mientras que durante muchos años se había extendido el espurio Catecismo Holandés, neo-modernista, que falsamente se había presentado como intérprete del Concilio causando un gran daño a la Iglesia y a las almas.
Distinguir doctrinas dogmáticas de orientaciones pastorales
----------Para ir concluyendo, digamos que respecto a la línea pastoral del Concilio y del post-Concilio, por consiguiente, es lícito y de hecho necesario hacer reservas y aportar correcciones, porque sobre este plano pastoral las directivas de la Iglesia no son infalibles. En cambio, al católico no le está permitido poner en discusión o incluso rechazar las doctrinas dogmáticas del Concilio, porque ellas son testimonios infalibles de la Tradición, aún cuando no sean fórmulas dogmáticas solemnemente o explícitamente definidas como tales, pero aún así se trata siempre de materia de fe en la que la Iglesia no comete errores, y no puede cambiar. Tales doctrinas por lo tanto, como ha dicho particularmente el papa Benedicto XVI, quien tantas veces se ha referido a este tema, deben verse como una explicitación, un progreso y un desarrollo de la Tradición en continuidad con la Tradición precedente. Y quien no entienda esto no tiene derecho a decir que el Concilio "rompe" con la Tradición. En realidad, quien así lo afirma (tanto desde el campo del tradicionalismo, como desde el campo del modernismo) mas bien está dando una señal de que no comprende el contenido del Concilio.
----------Comprendo que no es nada fácil ni cómodo tratar el tema al que aquí me he referido, pero es necesario. Mucho más fácil es hacer periodismo cotidiano declamando acerca de los abusos y corrupciones del post-Concilio, o de tal o cual abuso que incluso el Papa puede cometer con tal o cual medida de gobierno, sacando y poniendo obispos, tomando tal o cual dirección política o de diálogo con la sociedad secular. Sobre eso hay muchos medios que lo hacen bien todos los días, y su labor es necesaria, por supuesto. Pero a pesar de que la denuncia es más fácil que la labor teológica, no es precisamente lo que más me agrada a mí.
----------Más me agrada afirmar, una vez más, que a pesar de todo, a pesar de todos los desastres que los hombres podemos hacer, siempre en el plano humano, en esta realidad divina que es la Iglesia, a pesar de todo lo que cotidianamente es denunciado y gritado a los cuatro vientos en lo que se publica en miles de medios, páginas webs y blogs de todo el mundo, a pesar de todos estos problemas, la verdadera renovación del Concilio Vaticano II, en continuidad con la Tradición, ha continuado, aunque muchas veces no lo veamos, porque es el resto fiel, que sólo el Señor ve y conoce.
----------El secreto para comprender el verdadero sentido del Concilio Vaticano II y para implementarlo rectamente reside en aquellas palabras muchas veces repetidas por el papa Benedicto XVI: es necesario ver en el Concilio un testigo supremo de la Tradición, pero ciertamente no de una Tradición "congelada", sino de una Tradición viva, que se ha transmitido ininterrumpida y fielmente desde los tiempos de Nuestro Señor Jesucristo, en la enseñanza oral o en la predicación de los Sucesores de los Apóstoles y que se va conociendo siempre mejor en el curso de la historia, para generar un continuo progreso en el conocimiento y en la práctica de la Palabra de Dios y del ideal cristiano, hasta llegar a la plenitud de la Verdad y de la Vida en Dios.
El rol que ha jugado Karl Rahner en este "magisterio paralelo"
----------En los últimos párrafos de mi nota de ayer, luego de recordar con elogios hacia el cardenal Müller su intervención docente de 2012, lamenté que a ella no hubieran seguido acciones de gobierno que ahondaran en la cuestión que tan valiente y claramente había sido planteada por el entonces Prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe. Lamenté que la Santa Sede no hubiera hecho lo necesario: entrando en los detalles, poniendo blanco sobre negro, distinguiendo ortodoxia y heterodoxia, reconociendo los méritos y las justas exigencias de todos, aclarara los puntos heréticos, tanto en los tradicionalistas como en los modernistas, para que de esa manera fuera eliminado el mal, haciendo resplandecer al Concilio Vaticano II en su verdadera luz, liberando a las almas del error y la injusticia, tranquilizando a los escandalizados, frenando a los impostores (tanto tradicionalistas como modernistas) y eliminando prejuicios.
----------Ahora bien, proponiéndoles avanzar algo más sobre el tema, es que hoy vengo a decirles que el prejuicio más grave acerca de la recta interpretación de las enseñanzas del Concilio Vaticano II, y el más difícil de eliminar, porque sigue estando muy difundido también en los ambientes de la cultura teológica, es el prejuicio según el cual las doctrinas del Concilio fueron influenciadas fundamentalmente por el pensamiento del famoso teólogo alemán Karl Rahner [1904-1984], quien, como es sabido, fue en realidad uno de los peritos del Concilio y, por supuesto, tuvo sus contribuciones, pero para un católico consciente de su Fe y de su Catecismo, sería absurdo pensar que el Concilio haya sido influenciado por los errores teológicos de Rahner.
----------Ese prejuicio puede hoy verse repetido a nivel periodístico o de páginas webs o blogs desinformados o, peor aún, tendenciosos, dependientes ideológicamente de las corrientes extremistas a las que vengo denunciando: tradicionalistas y modernistas. Pero hay que saber que a nivel teológico hace mucho tiempo que se abandonó ese prejuicio. Eso ya se palpitaba en los tiempos de mi seminario, al cursar mis últimos cuatro años de teología; pero puedo asegurar que, desde hace unos cuarenta años, ya todo está muy claro. Desde hace décadas, toda una pléyade de académicos católicos de primera línea (y me refiero a italianos y alemanes, especialmente), han demostrado que se trata de un falso prejuicio. Un prejuicio que todavía puede estar vigente en estudios eclesiásticos de media agua, como ocurre en anacrónicos seminarios diocesanos sesentistas argentinos y latinoamericanos (doy fe) o en similares (aunque de signo opuesto) seminarios lefebvrianos. Pero se trata de un erróneo prejuicio, cuya falsedad ya está bien demostrada.
----------Un libro de referencia sobre el tema es el de Fr Giovanni Cavalcoli, OP, "Karl Rahner, il Concilio tradito" (Fede&Cultura 2009), donde el autor, tras una treintena de intensos años de estudios sobre esta cuestión, confirma la tesis que he enunciado. Sin embargo, a pesar de que la tesis ha sido muy probada, Rahner continúa siendo considerado en muchos ambientes eclesiales como el gran mentor del Concilio, cuando en realidad es su traidor. Sea como sea, en los ambientes teológicos católicos de primera línea, son los críticos de Rahner los que en estos años han aumentando su prestigio, mientras sus anacrónicos partidarios prefieren reducirse a silencio, incapaces de responder a las críticas puntuales y bien fundadas que se les dirigen. En particular son cada vez más evidentes, como lo demuestran los críticos, las consecuencias morales de las ideas rahnerianas, las cuales causan vacilación, desorden, dudas y ruina en diversos ámbitos del obrar moral público y privado, civil y eclesial, político y religioso, local e internacional, difundidas como están.
Otro punto de contacto entre tradicionalistas y modernistas
----------Menciono ahora un dato muy curioso que viene a dar nueva prueba de aquel viejo adagio de que los extremos se tocan o, dicho de otro modo, que siempre los errores son parientes entre sí, pero que jamás son parientes de la verdad. Pues bien, es realmente sorprendente que la tesis antes mencionada de la influencia rahneriana sobre el Concilio Vaticano II es compartida por dos corrientes católicas que se encuentran en las antípodas entre sí: por un lado la que se expresa en la conocida y prestigiosa revista de los Jesuitas "La Civiltà Cattolica", de orientación progresista (muchas veces ubicada en el extremo neo-modernista), y por otro lado la que encuentra su expresión en el periódico "Sì Sì No No", expresión pequeña pero mordaz del variado movimiento filolefevriano o del tradicionalismo abusivo.
----------El mencionado Fr Giovanni Cavalcoli ha podido constatar personalmente esta coincidencia entre tradicionalistas y modernistas, ya que, por un lado, el mencionado periódico filolefevriano "Sí Sí No No" hizo en su momento una recensión de su libro "Karl Rahner, il Concilio tradito", aprobando por un lado las críticas que la obra hace a Rahner, pero sosteniendo por otro lado que Rahner no es un traidor, sino un mentor del Concilio. Al propio tiempo, Cavalcoli mantuvo correspondencia epistolar con el padre Giampaolo Salvini, director por entonces de La Civiltà Cattolica, y en el curso de tal correspondencia, Salvini le definió a Rahner como "icono del Concilio". En esta simple anécdota puede tomarse medida de cuán vasta y arraigada es la convicción de que Rahner influyó en el Concilio, afirmando eso ya sea para criticar a Rahner con el Concilio, como lo hacen los lefevrianos, o para exaltar a Rahner y al Concilio, como lo hizo el padre Salvini.
----------Pero debe decirse, y hay que decirlo con absoluta franqueza, que tanto en uno como en otro caso, tanto los tradicionalistas, como los modernistas, interpretan mal al Concilio Vaticano II. Porque, ante todo, hay que saber que Karl Rahner sigue siendo hoy, aún a más de treinta años de su fallecimiento, probablemente el máximo exponente del neo-modernismo. Y sigue siendo inexplicable por qué sus errores no fueron condenados a tiempo por la Santa Sede, como se debía hacer, ya en el pontificado de Pablo VI, y ya en los primeros años del post-Concilio (en alguna futura nota deberá reflexionar sobre este tema). Ahora bien, interpretar el Concilio Vaticano II como si estuviera en connivencia con el neo-modernismo rahneriano es absolutamente erróneo, es no entender nada de cómo funciona el Magisterio en un Concilio Ecuménico, y es, en definitiva, caer en herejía. Aquí es precisamente donde radica el quid de la cuestión.
Urgente necesidad de interpretar rectamente el Concilio Vaticano II
----------Por consiguiente, es urgente y necesario, como nos piden los Pontífices desde hace más de cinco décadas (desde que Pablo VI denunciaba el drama del "magisterio paralelo"), interpretar rectamente el Concilio, no a la manera de los modernistas, sino como pretende el Magisterio, el cual se ha expresado de muchas maneras, sea condenando las interpretaciones incorrectas, sea dándonos preciosas indicaciones hermenéuticas contenidas en numerosos documentos. Si tuviéramos que hacer un elenco de esos jalones Magisteriales que nos ayudan a interpretar rectamente el Concilio Vaticano II, comenzaría antes que nada por mencionar el Catecismo de la Iglesia Católica (1992), siguiendo por el nuevo Código de Derecho Canónico, sin olvidar tampoco el comentario al Credo de Pablo VI, o las Catequesis sobre el Credo de Juan Pablo II.
----------Es posible que muchos de mis lectores se pregunten cómo se ha podido verificar durante estos más de cincuenta años de post-Concilio un tal y tan vasto malentendimiento del Concilio. Las razones y las responsabilidades son muchas, y afectan a personas y a instituciones, incluyendo también a los Pontífices de nuestro tiempo, porque la Iglesia es una realidad divina, espiritual, pero es también humana y encarnada. Efectivamente, las razones de esta mala interpretación del Concilio son muchas. Pero como ya es hora de que vaya poniendo punto final a esta nota, para no extenderme sobre este tema en detalle, lo único que haré hoy será mencionar solamente algunos puntos, los que veo más indudables:
----------1) Ante todo, una de las razones de las malas interpretaciones es el lenguaje mismo del Concilio, que no es siempre claro, y frecuentemente luce ambiguo, no bien preciso ni bien definido y, por consiguiente, pasible de ser instrumentalizado en sentido modernista. En este aspecto, le asistía mucha razón al arzobispo Marcel Lefebvre, en sus denuncias de ambigüedad en los textos que, de este modo, contenían "bombas de relojería", que los futuros intérpretes harían estallar en el preciso momento. Rahner, por supuesto, fue uno de esos intérpretes que, aprovechando su fama y prestigio en el inmediato post-Concilio, fue uno de los que hizo estallar esas "bombas" fomentando el "magisterio paralelo" denunciado por Pablo VI.
----------2) Otra razón de la malinterpretación del Concilio, es la grave dificultad de encontrar en la gran mole de los documentos conciliares, los puntos doctrinales verdaderamente vinculantes para la fe del creyente, para la enseñanza de los pastores, y para el trabajo de los teólogos. Esto ha permitido tanto a tradicionalistas como a modernistas infravalorar, subestimar, y finalmente descartar, la autoridad de las doctrinas conciliares. Preste atención el lector que hablo de las doctrinas del Concilio, no de sus indicaciones pastorales.
----------3) Una de las razones más importantes de los malos entendidos, es la actitud demasiado optimista que se extendió en el Episcopado de todo el mundo durante el post-Concilio, con la consecuente disminución de la vigilancia (recuérdese que obispo viene de "epìskopos = supervisor"!) frente a la aparición de errores y herejías. El optimismo generalizado les hizo creer a los Obispos (y a los sacerdotes en consecuencia) que una primavera generalizada se inauguraba después del Concilio, bajaron la guardia y, muy pocos fueron los que recordaron lo que había dicho el papa san Pío X cincuenta años antes del Concilio, acerca de que el modernismo no había sido eliminado, sino que tan sólo había pasado a la clandestinidad.
----------4) Considero importante razón la ausencia de los tradicionales "cánones", los cuales siempre habían constituido, en los Concilios precedentes, un claro punto de referencia para conocer inequívocamente lo que cada Concilio pretendía decir, y también para conocer de modo resumido las doctrinas más relevantes. Por supuesto, esto hubiera ayudado a resolver el problema mencionado en la segunda razón, o sea la dificultad de hallar en el gran número de documentos las doctrinas verdaderamente vinculantes.
----------5) Finalmente, no ha sido causa menor a la confusión generalizada y a los malentendidos sobre el Concilio, el retraso con el que ha sido redactado y promulgado el nuevo Catecismo de la Iglesia Católica (lo cual se hizo recién en 1992!, con el papa Juan Pablo II), mientras que durante muchos años se había extendido el espurio Catecismo Holandés, neo-modernista, que falsamente se había presentado como intérprete del Concilio causando un gran daño a la Iglesia y a las almas.
Distinguir doctrinas dogmáticas de orientaciones pastorales
----------Para ir concluyendo, digamos que respecto a la línea pastoral del Concilio y del post-Concilio, por consiguiente, es lícito y de hecho necesario hacer reservas y aportar correcciones, porque sobre este plano pastoral las directivas de la Iglesia no son infalibles. En cambio, al católico no le está permitido poner en discusión o incluso rechazar las doctrinas dogmáticas del Concilio, porque ellas son testimonios infalibles de la Tradición, aún cuando no sean fórmulas dogmáticas solemnemente o explícitamente definidas como tales, pero aún así se trata siempre de materia de fe en la que la Iglesia no comete errores, y no puede cambiar. Tales doctrinas por lo tanto, como ha dicho particularmente el papa Benedicto XVI, quien tantas veces se ha referido a este tema, deben verse como una explicitación, un progreso y un desarrollo de la Tradición en continuidad con la Tradición precedente. Y quien no entienda esto no tiene derecho a decir que el Concilio "rompe" con la Tradición. En realidad, quien así lo afirma (tanto desde el campo del tradicionalismo, como desde el campo del modernismo) mas bien está dando una señal de que no comprende el contenido del Concilio.
----------Comprendo que no es nada fácil ni cómodo tratar el tema al que aquí me he referido, pero es necesario. Mucho más fácil es hacer periodismo cotidiano declamando acerca de los abusos y corrupciones del post-Concilio, o de tal o cual abuso que incluso el Papa puede cometer con tal o cual medida de gobierno, sacando y poniendo obispos, tomando tal o cual dirección política o de diálogo con la sociedad secular. Sobre eso hay muchos medios que lo hacen bien todos los días, y su labor es necesaria, por supuesto. Pero a pesar de que la denuncia es más fácil que la labor teológica, no es precisamente lo que más me agrada a mí.
----------Más me agrada afirmar, una vez más, que a pesar de todo, a pesar de todos los desastres que los hombres podemos hacer, siempre en el plano humano, en esta realidad divina que es la Iglesia, a pesar de todo lo que cotidianamente es denunciado y gritado a los cuatro vientos en lo que se publica en miles de medios, páginas webs y blogs de todo el mundo, a pesar de todos estos problemas, la verdadera renovación del Concilio Vaticano II, en continuidad con la Tradición, ha continuado, aunque muchas veces no lo veamos, porque es el resto fiel, que sólo el Señor ve y conoce.
----------El secreto para comprender el verdadero sentido del Concilio Vaticano II y para implementarlo rectamente reside en aquellas palabras muchas veces repetidas por el papa Benedicto XVI: es necesario ver en el Concilio un testigo supremo de la Tradición, pero ciertamente no de una Tradición "congelada", sino de una Tradición viva, que se ha transmitido ininterrumpida y fielmente desde los tiempos de Nuestro Señor Jesucristo, en la enseñanza oral o en la predicación de los Sucesores de los Apóstoles y que se va conociendo siempre mejor en el curso de la historia, para generar un continuo progreso en el conocimiento y en la práctica de la Palabra de Dios y del ideal cristiano, hasta llegar a la plenitud de la Verdad y de la Vida en Dios.
Fr Filemón: Gracias por estas reflexiones. Aunque a veces no me resulta fácil seguirlo. Pero creo que voy comprendiendo lo que otras veces dijo acerca de la pasión de la Iglesia, que debemos vivirla, no escaparle a la Cruz actual de la Iglesia.
ResponderEliminarCreo que voy entendiendo lo que quiere decir, cuando habla del Magisterio, de la Tradición, de seguir a Pedro Romano, y de aceptar la realidad humana de la Iglesia: sin ir más lejos, al Papa Francisco.
Herminia: Es un buen punto para su meditación, va bien encaminada.
ResponderEliminarSe trata de seguir siendo católico, sin renunciar a nada de lo que significa ser católico, que básicamente implica creer en la Fe de Cristo confirmada por Pedro. ¿Puede definirse de otro modo el ser católico?
Fr Filemón nos está ayudando bien para ello, evitando las tensiones de uno y de otro extremo.
Y claro, ser católico es asumir la cruz y la Pasión de la Iglesia, porque hoy no es fácil seguir a Pedro pero... ¡solo en cuanto Pedro, y en todo Pedro!
El silogismo es simple: La teología rahneriana implica errores dogmáticos (consulten, por ejemplo, las conferencias de Julio Meinvielle). Por lo tanto, quien diga que el Concilio Vaticano II implica connivencia con los errores dogmáticos de la teología rahneriana, está afirmando que el propio Concilio falla en la fe. Ergo: quien lo dice está fallando al mismo tiempo contra la Fe.
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