Ha sucedido que cada vez que surge en este blog el tema del ecumenismo, los comentarios en el foro bullen, y más de la mitad de ellos no pasan el tamiz para ser publicados. Ocurre que aquí tratamos de dar relevancia a la Tradición, tan olvidada hoy por el modernismo intra-eclesial; pero ocurre que al sostener nosotros esta actitud de marcada defensa de la Tradición, también este blog es visitado por sectores tradicionalistas, es decir, los afectados de ese desviado tradicionalismo que deriva hoy como reacción paralela al modernismo post-Conciliar, y entonces el diálogo y el enriquecimiento mutuo en nuestro foro se vuelve imposible, porque ese desviado tradicionalismo ve en el ecumenismo un monstruo intratable.
----------La verdadera defensa de la Tradición implica para el fiel católico beber de ella como de una fuente, pero siempre en unión con la otra fuente de la divina Revelación, la Escritura, y siempre bajo la mediación del Magisterio de la Iglesia. Ya se lo ha explicado: cualquier otra forma de absolutizar la Tradición, enarbolando de alguna manera el pseudo principio hermenéutico de sola Traditio, que excluye la mediación del Magisterio de la Iglesia, no es una postura católica, y debe ser rechazada como herética.
----------De modo que si el amable lector tiene quizás la inquietud de saber qué significa el ecumenismo para un fiel católico, lo primero que debe hacer es leer el decreto Unitatis Redintegratio, del Concilio Vaticano II. Son apenas una veinte páginas, cuya primera lectura no le llevará más que una hora, o un poco más si se toma el trabajo de marcar los párrafos que le resultan llamativos y que requieran posterior reflexión, lo cual se hará en una segunda lectura, más lenta y deteniéndose en las citas, y acudiendo a lo referenciado en ellas. El decreto conciliar tiene citas de la Escritura, de los Santos Padres, y también del Magisterio anterior, lo que le permitirá al honesto lector advertir la continuidad de este decreto con la Tradición viva de la Iglesia, continuidad reflejada en los textos de los Santos Padres y de los Concilios anteriores.
----------Bastaría con lo dicho para dejar ya en manos del lector interesado la tarea propuesta, pero permítanme una ayuda suplementaria: una serie de puntos que sirvan de guía para la misma lectura del decreto Unitatis redintegratio, y que destaquen algunas características fundamentales del recto ecumenismo:
----------1) Lo primero que hay que hacer en el ecumenismo, según el decreto Unitatis Redintegratio, es tratar leal, honesta y francamente con lo que Cristo realmente ha dicho y querido, en un clima de diálogo, de mutuo respeto, de mutuo perdón y de testimonio de solidaridad humana.
----------La verdadera defensa de la Tradición implica para el fiel católico beber de ella como de una fuente, pero siempre en unión con la otra fuente de la divina Revelación, la Escritura, y siempre bajo la mediación del Magisterio de la Iglesia. Ya se lo ha explicado: cualquier otra forma de absolutizar la Tradición, enarbolando de alguna manera el pseudo principio hermenéutico de sola Traditio, que excluye la mediación del Magisterio de la Iglesia, no es una postura católica, y debe ser rechazada como herética.
----------De modo que si el amable lector tiene quizás la inquietud de saber qué significa el ecumenismo para un fiel católico, lo primero que debe hacer es leer el decreto Unitatis Redintegratio, del Concilio Vaticano II. Son apenas una veinte páginas, cuya primera lectura no le llevará más que una hora, o un poco más si se toma el trabajo de marcar los párrafos que le resultan llamativos y que requieran posterior reflexión, lo cual se hará en una segunda lectura, más lenta y deteniéndose en las citas, y acudiendo a lo referenciado en ellas. El decreto conciliar tiene citas de la Escritura, de los Santos Padres, y también del Magisterio anterior, lo que le permitirá al honesto lector advertir la continuidad de este decreto con la Tradición viva de la Iglesia, continuidad reflejada en los textos de los Santos Padres y de los Concilios anteriores.
----------Bastaría con lo dicho para dejar ya en manos del lector interesado la tarea propuesta, pero permítanme una ayuda suplementaria: una serie de puntos que sirvan de guía para la misma lectura del decreto Unitatis redintegratio, y que destaquen algunas características fundamentales del recto ecumenismo:
----------1) Lo primero que hay que hacer en el ecumenismo, según el decreto Unitatis Redintegratio, es tratar leal, honesta y francamente con lo que Cristo realmente ha dicho y querido, en un clima de diálogo, de mutuo respeto, de mutuo perdón y de testimonio de solidaridad humana.
----------2) Las otras confesiones o comunidades cristianas no-católicas, después de la separación de la Iglesia católica, ciertamente han mantenido (en mayor o menor medida según las distintas confesiones o comunidades) valores fundamentales, como la fe en la Santísima Trinidad y la fe en Cristo Redentor, el Bautismo, el deseo de la salvación, la idea de la comunidad cristiana, el respeto por la Biblia y por los divinos mandamientos. Pero, como advierte el decreto Unitatis redintegratio, esas comunidades han mantenido "lagunas", "baches" y "obstáculos" que les impiden abrazar completamente la verdad católica.
----------3) No hay duda de que, tanto con los protestantes, como con los cristianos orientales, todos estamos básicamente unidos en la común fe en Cristo, de lo contrario no nos declararíamos todos cristianos. Sin embargo, la cuestión ecuménica radica en el hecho de que no todos aceptan en plenitud la verdad del Evangelio enseñado, en esta plenitud, solo por la Iglesia Católica. Por lo tanto, como advierte el Concilio Vaticano II en Unitatis Redintegratio, para que las comunidades separadas puedan llamarse plenamente cristianas, deben abandonar sus errores y entrar en plena comunión con la Iglesia Católica.
----------4) Hay que tener en claro que una recepción desordenada y desorganizada, como la actual, de una pluralidad de formaciones cristianas no católicas, cada una con su propia subjetiva interpretación del Evangelio, no corresponde en absoluto a la voluntad de Cristo, así como tampoco corresponde a la realidad de la Iglesia Católica, aunque entre las comunidades separadas puede haber alguna integración recíproca.
----------5) De enorme valor para llevar a cabo un recto ecumenismo es la tarea de los teólogos y de los predicadores católicos, secundando al Papa en el anuncio de la integralidad del Evangelio, es decir, de la Verdad Católica, mostrando con persuasivos argumentos a los hermanos separados cuáles son las verdades del Evangelio, que ellos deben abrazar para ser plenamente fieles al Evangelio.
----------6) En la recta labor ecuménica no debemos olvidar los enemigos que la dificultan, en particular el demonio, que no es sólo el divisor, sino también el falsario. El demonio no se limita a suscitar cismas y rebeliones, a dividir a los católicos entre ellos rompiendo el vínculo de la caridad, sustituida por el odio, por el antagonismo y por la envidia, sino que también trata de distanciar a los católicos de la verdad de la fe y de impedir a los no católicos renunciar a sus errores para abrazar la plenitud de la verdad.
----------7) En la labor ecuménica es de suma importancia la oración, incluso la ecuménica, en la cual es necesario pedirle al Espíritu Santo que "todos sean uno". He aquí una tarea a la que están llamados todos los fieles, cualquiera sea su condición: orar al Espíritu Santo para que todos, católicos y cristianos separados, seamos dóciles a sus impulsos, que el Espíritu del Señor una los corazones y las mentes, que elimine las divisiones, los juicios malévolos, apresurados e injustos, las hipocresías, las adulaciones, el orgullo, la litigiosidad, las dobleces, las tergiversaciones, las calumnias, las recíprocas incomprensiones, las reticencias, las iracundias, los tonos agresivos, las impaciencias, las durezas de corazón, las obstinadas oposiciones y los odios, y aumente en todos la caridad y la colaboración mutua en las buenas obras, y conduzca a los hermanos separados a la plenitud de la verdad custodiada por la Iglesia Católica bajo la guía del Papa.
----------8) Por último, vale tener presente algo que frecuentemente se olvida al calificar fácilmente de "cismático" a un cristiano separado de la Iglesia Católica. Por supuesto, objetivamente lo es, materialmente es un cismático. Pero... ¿qué sabemos nosotros de su estado de consciencia?... No hay duda de que muchos hermanos separados lo son de buena fe. Esto permite la realización de lo que el papa Francisco ha llamado con bella y tradicional expresión "martirio de la sangre", al cual se puede hacer corresponder un ecumenismo de la sangre. Esto no quita que debamos buscar con caridad el iluminarlos. Sin embargo, esto justifica el derecho civil a su libertad religiosa, de la cual Santo Tomás ya habla (Sum.Theol., II-II, q.10, a.11), y estos cristianos en buena fe pueden ser mejores que aquellos católicos, que conocen la verdad, pero no la ponen en práctica.
----------Bien, hasta aquí, es suficiente. Sólo recordarles a quienes se tomen en serio la tarea propuesta, de estudiar el mencionado texto conciliar, que, si encuentran algo en ese documento del Concilio Vaticano II que particularmente les cueste hacer conciliar con la Tradición, la Escritura y el Magisterio anterior, lo planteen en el foro, y lo conversamos. Háganlo, llegado el caso, con la seguridad de que el Concilio Vaticano II es Magisterio ordinario y auténtico, de modo que es imposible que nos proponga errores contra la Fe, aunque no faltan, por supuesto, algunos pasajes que pueden resultarnos difíciles, confusos, o ambiguos. En este caso, nos ayudaremos para entenderlos rectamente.
----------3) No hay duda de que, tanto con los protestantes, como con los cristianos orientales, todos estamos básicamente unidos en la común fe en Cristo, de lo contrario no nos declararíamos todos cristianos. Sin embargo, la cuestión ecuménica radica en el hecho de que no todos aceptan en plenitud la verdad del Evangelio enseñado, en esta plenitud, solo por la Iglesia Católica. Por lo tanto, como advierte el Concilio Vaticano II en Unitatis Redintegratio, para que las comunidades separadas puedan llamarse plenamente cristianas, deben abandonar sus errores y entrar en plena comunión con la Iglesia Católica.
----------4) Hay que tener en claro que una recepción desordenada y desorganizada, como la actual, de una pluralidad de formaciones cristianas no católicas, cada una con su propia subjetiva interpretación del Evangelio, no corresponde en absoluto a la voluntad de Cristo, así como tampoco corresponde a la realidad de la Iglesia Católica, aunque entre las comunidades separadas puede haber alguna integración recíproca.
----------5) De enorme valor para llevar a cabo un recto ecumenismo es la tarea de los teólogos y de los predicadores católicos, secundando al Papa en el anuncio de la integralidad del Evangelio, es decir, de la Verdad Católica, mostrando con persuasivos argumentos a los hermanos separados cuáles son las verdades del Evangelio, que ellos deben abrazar para ser plenamente fieles al Evangelio.
----------6) En la recta labor ecuménica no debemos olvidar los enemigos que la dificultan, en particular el demonio, que no es sólo el divisor, sino también el falsario. El demonio no se limita a suscitar cismas y rebeliones, a dividir a los católicos entre ellos rompiendo el vínculo de la caridad, sustituida por el odio, por el antagonismo y por la envidia, sino que también trata de distanciar a los católicos de la verdad de la fe y de impedir a los no católicos renunciar a sus errores para abrazar la plenitud de la verdad.
----------7) En la labor ecuménica es de suma importancia la oración, incluso la ecuménica, en la cual es necesario pedirle al Espíritu Santo que "todos sean uno". He aquí una tarea a la que están llamados todos los fieles, cualquiera sea su condición: orar al Espíritu Santo para que todos, católicos y cristianos separados, seamos dóciles a sus impulsos, que el Espíritu del Señor una los corazones y las mentes, que elimine las divisiones, los juicios malévolos, apresurados e injustos, las hipocresías, las adulaciones, el orgullo, la litigiosidad, las dobleces, las tergiversaciones, las calumnias, las recíprocas incomprensiones, las reticencias, las iracundias, los tonos agresivos, las impaciencias, las durezas de corazón, las obstinadas oposiciones y los odios, y aumente en todos la caridad y la colaboración mutua en las buenas obras, y conduzca a los hermanos separados a la plenitud de la verdad custodiada por la Iglesia Católica bajo la guía del Papa.
----------8) Por último, vale tener presente algo que frecuentemente se olvida al calificar fácilmente de "cismático" a un cristiano separado de la Iglesia Católica. Por supuesto, objetivamente lo es, materialmente es un cismático. Pero... ¿qué sabemos nosotros de su estado de consciencia?... No hay duda de que muchos hermanos separados lo son de buena fe. Esto permite la realización de lo que el papa Francisco ha llamado con bella y tradicional expresión "martirio de la sangre", al cual se puede hacer corresponder un ecumenismo de la sangre. Esto no quita que debamos buscar con caridad el iluminarlos. Sin embargo, esto justifica el derecho civil a su libertad religiosa, de la cual Santo Tomás ya habla (Sum.Theol., II-II, q.10, a.11), y estos cristianos en buena fe pueden ser mejores que aquellos católicos, que conocen la verdad, pero no la ponen en práctica.
----------Bien, hasta aquí, es suficiente. Sólo recordarles a quienes se tomen en serio la tarea propuesta, de estudiar el mencionado texto conciliar, que, si encuentran algo en ese documento del Concilio Vaticano II que particularmente les cueste hacer conciliar con la Tradición, la Escritura y el Magisterio anterior, lo planteen en el foro, y lo conversamos. Háganlo, llegado el caso, con la seguridad de que el Concilio Vaticano II es Magisterio ordinario y auténtico, de modo que es imposible que nos proponga errores contra la Fe, aunque no faltan, por supuesto, algunos pasajes que pueden resultarnos difíciles, confusos, o ambiguos. En este caso, nos ayudaremos para entenderlos rectamente.
En el último párrafo se me ha colado un "no", que ya lo he eliminado, gracias a la advertencia de un amable lector.
ResponderEliminarEstimado Fr Filemón, nuevamente gracias por su esfuerzo generoso en nuestra instrucción. Gracias a su invitación, he vuelto a leer un texto que había leído allá lejos y hace tiempo, en mi juventud. Ahora, que gracias a Dios cuento, eso creo, con una fe más instruída, puedo advertir que no hay nada en Unitatis Redintegratio que parezca oponerse al catecismo de siempre, más allá de que algún texto deba ser un poco más reflexionado que otros, teniendo en cuenta que el vocabulario que usan los Padres Conciliares en este decreto se nota que trata de adaptarse al diálogo con los hermanos separados.
ResponderEliminarNuevamente, gracias por lo que nos regala cada día.
Estimado Fr. Filemón. Si bien se ve, este tema del Ecumenismo, tan difícil de digerir para las sectas tradicionalistas, tiene indudable relación con el otro tema que Ud. está tratando estos días, el tema de la relación entre "tradicionalismo" y política. El problema nace totalmente de la deformada concepción que mons. Lefebvre tenía del dogma de la Realeza Social de Cristo imbuido como estaba de la concepción política nacida de la Action Franc., que le vino del padre Le Floch (el monarquismo también de su propia familia). En la cabeza de Lefebvre no podía entrar otra concepción política que no fuera el Estado Monárquico Confesional. Cualquier otra posible forma política de organizar un estado lo asimilaba a Liberalismo-Modernismo. Obviamente, esta deformación política de Lefebvre pasó a sus hijos espirituales, y está claro que en el corazón del problema está su concepción de la Libertad Religiosa. Imposible que le entrara el Ecumenismo
ResponderEliminarGracias por sus notas, padre.