Completamos hoy nuestro Pequeño Compendio de Metafísica.
El ente es causa y fin
----------1. El ente es CAUSA (aitìa), es decir, ACTÚA (praxis) y PRODUCE (poiesis y tecne) para un FIN (telos). Por consiguiente, el ente es BUENO (agathòn), en cuanto causa el bien en el otro por sí y atrae a sí al otro por sí.
----------El ente contingente, que TIENE EL SER POR PARTICIPACIÓN (mèthexis) es causado por el ente necesario, que ES EL SER POR ESENCIA (kath'autò).
----------2. El ente MUEVE (kinei) el ente. El ente contingente mueve y es movido. Pero para explicar la existencia del moviente movido, es necesario admitir la existencia de un ente necesario, MOTOR NO MOVIDO o sea INMÓVIL (kinùn akìneton).
El Ser de Severino no actúa
----------Severino, que reconoce sólo el ente necesario, niega en nombre del principio de no contradicción tal como lo formula él ("es imposible que el ser no sea"), la existencia del devenir o del cambiar del ente contingente, considerándolo contradictorio. Y de hecho es contradictorio pensar que lo necesario cambie.
----------Pero él mismo cae en contradicción, negando la existencia del devenir, puesto que el devenir existe (contra factum non valet argumentum) y siendo ente en potencia, posee su propia identidad, negada cual, se ofende el principio de identidad y se cae en contradicción.
----------El hecho es que Severino no se molestó nunca en hacer, como hizo Aristóteles, un serio análisis metafísico del devenir, juzgándolo, con mentalidad parmenideana, como algo irracional. De ahí su concepción estática del ser, privado de su natural dinamismo, como si se tratara de un simple principio lógico-matemático. Por ello él no llega a explicar el actuar, el causar y la PRODUCTIVIDAD (ghenesis) del ser necesario, el cual da razón de la existencia de lo contingente creándolo desde la nada.
----------Así, Severino malinterpreta completamente el concepto de creación entendido, para decirlo con santo Tomás, como productio totius entis ex nihilo, porque le parece contradictorio y nihilista, en cuanto, según él, afirmaría ("productio entis") y negaría ("ex nihilo") el ser; y no se da cuenta de la contradicción que habría si se afirmara y se negara simultáneamente el ser y el no-ser. En cambio, el concepto de creación dice ser después del no-ser, es decir, pasaje de lo posible o de lo ideal a lo real: y en esto no existe ninguna contradicción. Así, Cristo habla de un "antes" y un después de la creación del mundo (cf. Jn 17,5.24).
Bien y mal
----------Al bien se opone el mal. El MAL (kakòn) es privación o falta (esteresis) de un bien debido a un sujeto adecuado. El bien puede ser absoluto y necesario, por consiguiente incorruptible. El mal, en cambio, no es necesario, sino contingente. Existe por violencia y no por derecho ni por razón. Pero como el mal es contingente, no necesario y es irracional, es remediable y eliminable.
----------El mal no es producido de por sí, intencionalmente, sino accidentalmente, en cuanto el agente malvado, que debe poseer el LIBRE ALBEDRÍO (eleutherìa) de por sí no puede no querer un bien en general, porque la VOLUNTAD (bulè) no puede tener por objeto un no-ser, lo cual es la privación, que es la esencia del mal.
----------Esto no quiere decir que no exista una acción esencialmente e INTENCIONALMENTE (bùlesis) malvada, y que toda acción sea malvada sólo accidentalmente. De hecho, esto quitaría la culpa y la responsabilidad de todo mal que se haga. Por el contrario, la intención malvada o el hacer el mal consiste en el querer deliberado o un falso bien o un bien desordenado.
El mal en la ontología severiniana
----------En la metafísica de Severino, dado que existe solo el ser necesario, frente a la cuestión del mal se pueden asumir dos interpretaciones: una dice que como lo necesario es el bien absoluto, y todo es necesario y eterno, el mal del mundo no es distinto del Absoluto, sino que se identifica con lo Absoluto.
----------El mal, por lo tanto, parece mal al ojo limitado del hombre, pero desde el punto de vista del Absoluto o bien del Ser, el mal es bien, el mal es necesario. No existe acción buena y acción mala, si no por el limitado criterio humano, sino que todo es bueno desde el punto de vista del Ser. No tiene sentido, por lo tanto, querer eliminar el pecado. Aquello que el hombre, en su límite intelectual, llama "pecado", es bien en cuanto determinado por el Ser.
----------Así también con respecto al problema del sufrimiento, también el sufrimiento es eterno como el gozo, y por eso el mismo Eterno necesario se regocija y padece. Por consiguiente, el querer eliminar el sufrimiento no tiene sentido desde el punto de vista del Ser, porque el Ser mismo es Alegría y Dolor eternos. En suma, desde este punto de vista todo está bien tal como está, porque el Ser es por esencia Bueno, no obstante las apariencias contrarias al ojo humano.
----------En suma, para Severino todo está necesariamente conectado. Todo es Uno no en el sentido de una comunión de entes bajo un mismo Principio, salvando la diversidad de los entes entre ellos, sino precisamente en el sentido de que cada ente se disuelve y desaparece en el Ser, porque para Severino no existen muchos entes, en sentido analógico, distintos del Ser, sino un único Ser. Existe un solo Ser unívoco, del cual los entes no son efectos producidos por el Ser, sino solo apariciones y desapariciones sucesivas y eternas del único Ser. Por eso, si fallara una parte infinitesimal del Todo, el Todo desaparecería, cosa imposible, de lo contrario el Todo no sería necesario.
----------La otra interpretación es que, queriendo humanamente oponer el bien al mal, como hace la mente humana, se puede decir que también el mal está en el Ser y es aparición del Ser. Pero la oposición bien-mal vale sólo para la mirada humana.
----------Según Severino, el Ser trasciende esta oposición relativa al hombre, por lo cual tiene en sí tanto el bien como el mal, los cuales en él se identifican, según una coincidentia oppositorum de cusana memoria o de sabor hegeliano, y según una inexorable reciprocidad cíclica eterna, sobre el modelo de la esvástica, que Severino, haciéndose eco de Nietzsche, llama "anillo del retorno".
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