sábado, 20 de junio de 2020

El misterio de la dignidad pontificia

El puesto, la dignidad, la misión y la gracia particular de Pedro y de sus Sucesores, son elementos de un misterio particular en el gran misterio de la Iglesia; cuyos alcances no logran comprender quienes están cegados por las solas luces de la razón, luces que iluminan y también oscurecen: "Para juicio yo he venido a este mundo, para que los que no ven, vean; y los que ven, sean cegados" (Jn 9,39).

----------El De Ecclesia es uno de los tratados más arduos de la teología, pero sin duda fundamental entre los fundamentales, si es posible elegir algunos; y soy de la opinión de que del modo en que el candidato a sacerdote lo curse y lo medite en el seminario depende en gran medida su futura vida sacerdotal.
----------No es un tratado fácil, repito, y para quienes lo han abordado en su verdadera profundidad resulta impiadoso observar cómo hoy, cotidianamente, se habla de la Iglesia en muchas páginas webs, columnas vaticanistas, y blogs sedicentes católicos, con un brutal alejamiento de la fe. La inconsciente herejía de tantos causa tristeza y dolor, y el único remedio para soportar semejante abismo de oscuridad e incomprensión es llevarlo a la oración, y rezar por tantos y tantos que se pierden, alejados del Señor, y de la Iglesia de Pedro, precisamente en esta hora, la más difícil, la de su Pasión.
----------La realidad humana de la Iglesia, su constitución jerárquica, y el primado de Pedro, son capítulos de ese tratado teológico, un recorrido que debe hacerse de la sala de estudio al sagrario, ida y vuelta, sin interrupción. Por supuesto, el estudio incluye la exégesis de muchos textos bíblicos, y en relación a la dignidad pontificia son fundamentales el capítulo 16 de Mateo o el 21 de Juan, pero no son los únicos pasajes, hay muchos textos a estudiar científicamente sin olvidar llevarlos a la oración. Luego están los Padres de la Iglesia, y el estudio del Magisterio bimilenario, hasta el Concilio Vaticano II y la interpretación que de él nos han dado los Papas postconciliares en nuestros tiempos turbulentos.
----------Finalmente, el abordaje de muchas tesis, su explicación, sus dificultades, sus soluciones, sus consecuencias, y en relación al Primado varias son destacables. Menciono sólo algunas de ellas, las que todos los sacerdotes de mi generación estudiamos al detalle: Jesucristo predicó un Reino universal, no solo escatológico, espiritual e interno, sino existente también en la tierra, visible y externo. Cristo instituyó el colegio de los doce Apóstoles, a los cuales les confió su legación; y confirió a S.Pablo el mismo Apostolado que a los restantes del Colegio. Cristo transmitió a los Apóstoles la potestad de regir, de enseñar y de santificar, a la que obligó se sometieran los hombres: por lo cual Cristo es fundador de la sociedad jerárquica, a la que denominó Iglesia. Jesús prometió inmediata y directamente a Pedro el Primado de jurisdicción, o sea la potestad suprema sobre la Iglesia universal. Después de su resurrección de entre los muertos Cristo Señor confirió directa e inmediatamente a Pedro el Primado de jurisdicción sobre toda la Iglesia. Por razón del Primado Pedro es verdadero Vicario de Cristo en la tierra, bajo cuya autoridad estaban puestos incluso los restantes Apóstoles. La Iglesia según fue instituida por Cristo, y en concreto dentro de ella la Jerarquía y el Primado, serán perennes por voluntad de Cristo. Menciono sólo estas, que son una pequeñísima parte del voluminoso Tractatus de Ecclesia, para dar una idea del volumen y profundidad de semejante estudio.
----------Si este humilde blog sirviera tan sólo para acercar al entendimiento del lector alguna de estas verdades, que son preciosas perlas del Depositum Fidei, yo sentiría mi labor sobradamente cumplida. Ahora bien, me propongo hoy acercar una de ellas, de un modo breve y sencillo, en la medida de mis posibilidades, refiriéndome a ese carisma propio y particular de Pedro y sus sucesores: la infalibilidad en el creer y en el enseñar.
 
Infalible en la doctrina, pecable en la pastoral
   
----------Como sabemos por la fe católica, el Sumo Pontífice (o sea Pedro y sus sucesores) ha recibido de Cristo dos encargos fundamentales: 1) el de confirmar a los fieles en la fe, y 2) el de guiarlos a alcanzar la vida eterna. Para la primera tarea el Papa ha recibido de Cristo el don espiritual de enseñar infaliblemente la verdad del Evangelio sin venir a menos en la fe, sin fallar en la fe (Lc 22,32). El Papa posee este don porque Cristo lo ha hecho "roca" sobre la cual se apoya la Iglesia, que no será jamás vencida por las "puertas del infierno" (Mt 16,18). Por cuanto se refiere a la segunda tarea, Jesús usa dos expresiones: "alimentar a su rebaño" (cf Jn 21,17), apacentarlo, y "atar y desatar" (Mt 16,19).
----------Gracias al primer don, o sea el don de la fe concedido al Papa, su Fe no puede venir a menos, no puede fallar, lo que es como decir que el Papa lo posee con una tal firmeza, que no lo puede perder, no lo puede rechazar, o renegar de él, o falsear, porque gracias a este don él ilumina y rige la Iglesia, tanto que ella jamás podrá ser corrompida, o vencida o destruida por las fuerzas de las tinieblas y del mal. Por consiguiente, si el Papa perdiese la fe, la Iglesia colapsaría; pero como la Iglesia no puede colapsar, ningún Papa perderá jamás la fe.
----------Nadie en la Iglesia tiene un don de fe tan firme, que pueda superar la del Papa, de modo que pueda tener la fuerza y la sabiduría para sostener a la Iglesia en caso de que el Papa -por un absurdo- perdiese la fe. Es típico de los herejes creer que pueden corregir al Papa en la fe y sustituir al Papa en el regir la Iglesia, creyendo representar a Cristo mejor que el Papa. En cambio, Cristo no rige la Iglesia inmediatamente, sino por medio del Papa, quien hace partícipe de su autoridad al episcopado.
 
Ningún católico puede decir que el Papa ha perdido la fe
 
----------El Papa es infalible, insustituible e impecable en el sostener la Iglesia en la fe. Es cierto que el Espíritu Santo es el alma de la Iglesia. Él sostiene al Papa en su oficio y santifica el Cuerpo místico del Señor. Pero el Espíritu Santo ilumina interiormente a los fieles en la fe por medio del Magisterio externo pontificio. Pero para que las fuerzas del mal no prevalezcan en cada uno de nosotros, necesitamos estar en comunión con la Iglesia y con el Papa.
----------Por cuanto se refiere en cambio a la conducta moral del Papa y al encargo anexo del pastorear, es decir, de gobernar la Iglesia, de santificar con los sacramentos, y de guiar pastoral y jurídicamente a los fieles, tomados singular y colectivamente, el Papa recibe ciertamente del Espíritu Santo la gracia suficiente y necesaria para una tarea tan alta y para salvar su propia alma, pero tiene la posibilidad de rechazar esta gracia.
----------Por cuanto se refiere a la verdad en materia de fe y de moral enseñada por el Magisterio pontificio, la Iglesia enseña que esta verdad nos viene comunicada por el Papa según tres grados decrecientes de autoridad, a cada uno de los cuales corresponde un grado de asentimiento de los fieles (cf. san Juan Pablo II, Carta Apostólica Ad tuendam fidem, con nota doctrinal de la Congregación para la Doctrina de la Fe, del 18 de mayo de 1998).
 
Los tres grados del Magisterio Papal
 
----------Partiendo del grado de la máxima autoridad, tenemos como primer grado el "magisterio solemne", que define un nuevo dogma, y al que los fieles se adhieren con "fe divina y católica"; como segundo grado, el "magisterio definitivo", que enseña "verdades conexas con la verdad revelada", a las que los fieles se adhieren "con fe en la asistencia del Espíritu Santo al magisterio". Aquí el Papa enseña dogmas ya definidos. Y finalmente, como tercer grado, el "magisterio auténtico", que enseña "verdades en materia de fe o de moral", objeto de enseñanza ordinaria, sin ser propuestas como "definidas o definitivas". Se trata de verdades dogmáticas definibles, o sea que un día podrán ser elevadas a la dignidad de dogma. Los fieles adhieren a ellas "con religioso obsequio del intelecto y de la voluntad".
----------El encargo de enseñar la verdad de fe está sostenido por una gracia de estado, don especialísimo reservado solo al Papa, don que no puede venir a menos, no puede fallar, ni puede ser rechazado por el Papa, porque lo ilumina infaliblemente. Por consiguiente el Papa no puede pecar en la fe.
----------El Papa es infalible en el enseñar la verdad revelada en todos los tres grados de su autoridad magisterial, y no solo en el primero, como sostienen los lefebvrianos, para tener el modo de acusar de falsedad las doctrinas que el Papa o un Concilio enseñan en los grados inferiores. Los lefebvrianos, para sostener su tesis citan el dogma de la infalibilidad pontificia definido por Pío IX en 1870 (Denz. 3074), pero lo interpretan en modo restrictivo, como si el dogma enseñase que el Papa es infalible solo cuando define solemnemente un nuevo dogma, mientras que en los grados inferiores podría equivocarse. Pero en realidad en la fórmula dogmática no existe este "solo" o "único", sino que se dice simplemente que el Papa en el primer grado es infalible, sin excluir que también lo pueda ser en los grados inferiores.
----------Ahora bien, "infalible" significa "que-no-se-puede-equivocar". Por lo tanto, eso equivale a "verídico". Pero en la carta apostólica Ad tuendam fidem se dice que el Papa dice la verdad en todos los tres grados. La infalibilidad del primer grado, por lo tanto, no es la infalibilidad sic et simpliciter, sino la infalibilidad solemne. Si actúa, pues, en el segundo grado, es la infalibilidad ordinaria, y si actúa en el tercero es la auténtica.
----------Por lo tanto, es necesario excluir del ámbito de la infalibilidad ciertas frases o ciertas ocurrencias o chistes o frases ingeniosas, que el Papa pronuncia ya sea por impulso del humor o por temeridad o precipitación o tal vez bajo el influjo de la fatiga o por imprudencia o quizás por hábito de hacer bromas o como opiniones personales. Tales frases no desmienten su carisma de infalibilidad. Simplemente se debe decir que en estas circunstancias ese carisma no se ejerce. No deben tomarse en serio, ni se les debe dar peso.
   
El Papa puede pecar en las virtudes morales y en la caridad
   
----------En cambio, la rectitud de la conducta moral del Papa, que garantiza la sabiduría, la justicia y la prudencia en el gobierno de la Iglesia, depende de la gracia santificante que el Papa ha recibido de Cristo, como todos los fieles, la cual gracia está a disposición del Papa, pero puede ser destruida por el pecado.
----------Es decir, antes de encargar a Pedro que apacentara a su rebaño, no fue por nada que Cristo le preguntó tres veces si Lo amaba. Lo que quiere decir que el recto cumplimiento del encargo de apacentar el rebaño de Cristo no depende, como en el caso de la fe, de un don inamisible, sino que depende, aunque bajo el impulso de la gracia, de la buena voluntad del Papa, relativa ante todo a la propia salvación personal y, por consecuencia, a la preocupación de custodiar y guiar al rebaño de Cristo con celo y total dedicación y desinterés, incluso a costa de la vida. Esta preocupación debe impulsar y sostener constantemente al Papa en el cuidado pastoral del rebaño de Cristo, es decir, en el gobierno fiel y sabio de la Iglesia.
----------De cuanto se ha dicho nacen las consecuencias por cuanto respecta a la justa actitud, que, como católicos, debemos tener hacia un Papa, cuya conducta moral y cuyo gobierno de la Iglesia ocasionaran daño a sí mismo y a la Iglesia y estuviesen en contraste con la doctrina que él predica, siempre que la predicara de manera clara, completa y honesta.
----------Por lo tanto, puede suceder que un Papa, mientras mantiene su autoridad magisterial no necesariamente ejercida del mejor de los modos, peque en su conducta moral y en el gobierno de la Iglesia por carencia de virtud, de caridad y de justicia: un Papa ambicioso apegado a sí mismo, por consiguiente preocupado por la gloria que viene de los hombres más que la que viene de Dios; un Papa que predica la misericordia, pero que en la práctica es un prepotente; un Papa que predica la reforma conciliar e implementa la de Lutero; un Papa que dice que quiere reformar la Curia y en tanto se vale de colaboradores corruptos y aduladores; un Papa que se declara a sí mismo por el diálogo y en tanto no acepta los llamamientos que le llegan de los fieles; un Papa que predica la verdad, pero no corrige a quien la niega; un Papa que predica la paz, pero luego divide a la Iglesia; un Papa que predica la evangelización del mundo, pero que luego en la práctica abraza el compromiso con el mundo.
----------¿Qué hacer en este caso? Debemos escucharlo como maestro; pero no podemos imitarlo en su conducta y en nuestra práctica eclesial. Podemos exhortarlo a que se arrepienta, como hizo santa Catalina de Siena y esperar que lo haga. Pero si no nos escucha, los Santos dicen que debemos apreciar sus lados buenos, soportarlo, rezar por él y dejar que la Providencia intervenga de manera eficaz, mejor de lo que podríamos idear nosotros.
   
La paradoja del papa Francisco
   
----------En toda la historia del Papado nunca, quizás, como hoy, salta a los ojos la aparente paradoja de la dignidad papal de un hombre, que por una especialísima gracia del Espíritu Santo, conoce y enseña infaliblemente la verdad del Evangelio, pero que al mismo tiempo puede resistir a la gracia santificante, vivir en estado de pecado mortal y acarrear daños a la Iglesia con una pastoral indiscreta, buscando los favores del mundo, en lugar de la gloria que viene de Cristo. Este hombre es el Papa.
----------Esta paradoja, este hecho de fe que es difícilmente digerible o comprensible induce a una doble tentación: o la de rechazar las enseñanzas del Papa porque tiene una conducta reprensible, o la de seguir el mal ejemplo moral del Papa porque él es el Papa.
----------De este modo, puede haber ultrapapistas, papólatras, que ocultan su propia mundanidad y su oportunismo bajo un falso celo y un malentendido respeto por el Papa, los cuales se esfuerzan, incluso contra la evidencia, por justificar todo lo que dice y hace, todos sus actos morales y de gobierno de la Iglesia, adulándolo y elogiando sus defectos como si fueran lo máximo de la virtud.
----------Y por otra parte están los antipapistas, espíritus farisaicos, corrosivos e hipercríticos, que olvidan la pobre humanidad del Papa, y encuentran criticable todo lo que dice y hace, siempre interpretando mal, incluso a veces acusándolo de herejía, jamás reconociendo un lado bueno, olvidando que él también, como todo común mortal hijo de Adán, está obligado a llevar, como diría San Pablo, "un tesoro en una frágil vasija".
----------Los buenos católicos, que saben distinguir en el Papa su frágil humanidad de la sacralidad del ministerio petrino, siempre han podido reconocer, salvo los herejes, al maestro de la fe más allá de la crueldad de Lucio III, o de la severidad de Inocencio III, o de la arrogancia de Bonifacio VIII, o de la avaricia de Clemente V, o de la ira de Urbano VI, o de la lujuria de Alejandro VI, o de la beligerancia de Julio II, o del nepotismo de Julio III, o de las fiestas de León X.
----------Pero nunca ha sucedido que la Iglesia sufriera un escándalo o fuera perturbada por un Papa como Francisco, que suscita dudas sobre su ortodoxia, es decir, en esa función magisterial, en la cual, por la promesa de Cristo, la luz del Espíritu ilumina infaliblemente la mente del Papa en el conocer la verdad de fe y mueve su voluntad al enseñar la verdad.
----------Frente a esta circunstancia sorprendente e inaudita, nuestros espíritus no se deben turbar, sino que se necesita recordar esta infalibilidad del Papa y le reclamemos franca y filialmente el usarla para el bien de la Iglesia y la salvación de las almas.

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