Son tiempos agitados en la Iglesia, pero no necesariamente en razón de las Cuarentenas que a causa del Coronavirus los gobiernos han ido imponiendo a los civiles, sino a raíz de otra "cuarentena", la del Magisterio Pontificio, que durante el pontificado del papa Francisco podría calificarse de "temporary suspense of the function of the Ecclesia Docens" como decía el santo cardenal John Henry Newman.
----------A los silencios del papa Francisco, junto a sus enseñanzas confusas y ambiguas, que tornan muy difícil para todos (clero y fieles) discernir el auténtico Magisterio Pontificio al que se le debe obediencia y respeto, se suman las intervenciones en cierto modo inoportunas y a veces muy opinables (por no decir dudosas y hasta incorrectas y alejadas de la ortodoxia) de parte de obispos como mons. Carlo Maria Viganò, o mons. Athanasius Schneider, quienes en los últimos tiempos se han convertido, como suele decirse, en obispos muy "mediáticos", pero lamentablemente no han sido ellos el medio para aportar claridad a un debate siempre latente en la Iglesia durante las últimas décadas, sobre el significado, el alcance, el propósito y los resultados del Concilio Vaticano II. Lamentablemente las últimas descaminadas intervenciones de mons. Viganò y mons. Schneider, han sido quizás más dañinas por el hecho de que en años anteriores, sus expresiones fueron muy bien recibidas por buena parte del pueblo fiel, aportando en buena medida claridad y luz en muchas cuestiones controvertidas, lo que hizo que lograran sorprendente ascendiente sobre importantes ámbitos católicos, pero esa misma claridad y luz han faltado en sus últimas intervenciones.
----------Frente al Concilio Vaticano II tenemos la alineación de quienes lo critican (a veces hasta llegar al borde de la herejía y el cisma) y quienes lo acogen, respetándolo y obedeciéndolo, como testimonio del Magisterio auténtico de la Iglesia. Pero dentro de esta segunda alineación, una distinción adicional aparece cada vez más clara: quienes acogen al Concilio porque lo interpretan fielmente, de acuerdo con la interpretación del Magisterio bimilenario de la Iglesia y quienes dicen que lo acogen, pero en realidad dan una interpretación para su propio uso y consumo, de marca modernista, es decir, lo manipulan.
----------Por supuesto, un hecho siempre digno de toda atención y para recordar, es la decisión y la sabiduría con las cuales el papa emérito Benedicto XVI, "tomando en cierto modo el toro por las astas", si me es permitida la expresión, puso todos sus esfuerzos para mostrar cómo entre la doctrina del Vaticano II y la del Magisterio precedente, existe -para usar su expresión hoy famosa- "continuidad y progreso": por lo tanto, ni continuidad pura y simple, ya que el Concilio propone nuevas doctrinas, ni ningún progreso entendido en el sentido modernista -y usando también una expresión del Papa- como "ruptura".
----------Los lectores de este blog ya cuentan con varios recursos, en notas anteriores, para interpretar la enseñanza del Concilio sobre la libertad religiosa y la diversidad de las religiones, tal cual está declarada en Unitatis redintegratio, en plena línea de continuidad con la Tradición y el Magisterio precedente. Respecto a los temas mencionados y acerca del Documento sobre la Fraternidad Humana, firmado conjuntamente por el papa Francisco y el jeque Ahmed al Tayeb en Abu Dabi el 4 de febrero de 2019, se refirió mons. Athanasius Schneider en una nota de opinión publicada el pasado 1° de junio en la agencia LifeSite. Precisamente comentando este artículo de opinión de Schneider, comenzó la serie de declaraciones de mons. Carlos Maria Viganò de estas últimas semanas. Sugiero a los lectores que lean el artículo de mons. Athanasius Schneider antes de seguir adelante con la presente entrada.
La existencia del mal y la diversidad de las religiones
----------1) Cuando se dice que Dios no puede permitir el mal con el fin de un bien, es necesario hacer una distinción: si se entiende decir que Dios no puede considerar el mal como medio para lograr el bien, estoy de acuerdo. El mal no puede absolutamente ser una vía para arribar al bien o para obtener el bien. El mal produce solo el mal. La mala voluntad produce el pecado. El veneno produce la muerte. Creer que Dios pueda o quiera hacer o permitir una cosa de tal género sería blasfemo. Si, en cambio, se entiende decir que Dios, al permitir el mal, no se propone un fin bueno y nuevo, que no aparecería si impidiera el mal, entonces no estoy de acuerdo.
----------A los silencios del papa Francisco, junto a sus enseñanzas confusas y ambiguas, que tornan muy difícil para todos (clero y fieles) discernir el auténtico Magisterio Pontificio al que se le debe obediencia y respeto, se suman las intervenciones en cierto modo inoportunas y a veces muy opinables (por no decir dudosas y hasta incorrectas y alejadas de la ortodoxia) de parte de obispos como mons. Carlo Maria Viganò, o mons. Athanasius Schneider, quienes en los últimos tiempos se han convertido, como suele decirse, en obispos muy "mediáticos", pero lamentablemente no han sido ellos el medio para aportar claridad a un debate siempre latente en la Iglesia durante las últimas décadas, sobre el significado, el alcance, el propósito y los resultados del Concilio Vaticano II. Lamentablemente las últimas descaminadas intervenciones de mons. Viganò y mons. Schneider, han sido quizás más dañinas por el hecho de que en años anteriores, sus expresiones fueron muy bien recibidas por buena parte del pueblo fiel, aportando en buena medida claridad y luz en muchas cuestiones controvertidas, lo que hizo que lograran sorprendente ascendiente sobre importantes ámbitos católicos, pero esa misma claridad y luz han faltado en sus últimas intervenciones.
----------Frente al Concilio Vaticano II tenemos la alineación de quienes lo critican (a veces hasta llegar al borde de la herejía y el cisma) y quienes lo acogen, respetándolo y obedeciéndolo, como testimonio del Magisterio auténtico de la Iglesia. Pero dentro de esta segunda alineación, una distinción adicional aparece cada vez más clara: quienes acogen al Concilio porque lo interpretan fielmente, de acuerdo con la interpretación del Magisterio bimilenario de la Iglesia y quienes dicen que lo acogen, pero en realidad dan una interpretación para su propio uso y consumo, de marca modernista, es decir, lo manipulan.
----------Por supuesto, un hecho siempre digno de toda atención y para recordar, es la decisión y la sabiduría con las cuales el papa emérito Benedicto XVI, "tomando en cierto modo el toro por las astas", si me es permitida la expresión, puso todos sus esfuerzos para mostrar cómo entre la doctrina del Vaticano II y la del Magisterio precedente, existe -para usar su expresión hoy famosa- "continuidad y progreso": por lo tanto, ni continuidad pura y simple, ya que el Concilio propone nuevas doctrinas, ni ningún progreso entendido en el sentido modernista -y usando también una expresión del Papa- como "ruptura".
----------Los lectores de este blog ya cuentan con varios recursos, en notas anteriores, para interpretar la enseñanza del Concilio sobre la libertad religiosa y la diversidad de las religiones, tal cual está declarada en Unitatis redintegratio, en plena línea de continuidad con la Tradición y el Magisterio precedente. Respecto a los temas mencionados y acerca del Documento sobre la Fraternidad Humana, firmado conjuntamente por el papa Francisco y el jeque Ahmed al Tayeb en Abu Dabi el 4 de febrero de 2019, se refirió mons. Athanasius Schneider en una nota de opinión publicada el pasado 1° de junio en la agencia LifeSite. Precisamente comentando este artículo de opinión de Schneider, comenzó la serie de declaraciones de mons. Carlos Maria Viganò de estas últimas semanas. Sugiero a los lectores que lean el artículo de mons. Athanasius Schneider antes de seguir adelante con la presente entrada.
La existencia del mal y la diversidad de las religiones
----------1) Cuando se dice que Dios no puede permitir el mal con el fin de un bien, es necesario hacer una distinción: si se entiende decir que Dios no puede considerar el mal como medio para lograr el bien, estoy de acuerdo. El mal no puede absolutamente ser una vía para arribar al bien o para obtener el bien. El mal produce solo el mal. La mala voluntad produce el pecado. El veneno produce la muerte. Creer que Dios pueda o quiera hacer o permitir una cosa de tal género sería blasfemo. Si, en cambio, se entiende decir que Dios, al permitir el mal, no se propone un fin bueno y nuevo, que no aparecería si impidiera el mal, entonces no estoy de acuerdo.
----------2) Si de hecho Dios permite el mal, debemos pensar que tiene un motivo, debemos creer que es algo bueno; de lo contrario Él no lo haría. Dios permitió el pecado de Adán porque quería darnos a Cristo y glorificar a su Hijo, es decir, mostrar un nuevo aspecto de su gloria, que no habría aparecido si el Verbo no se hubiera encarnado para vencer el mal y "poner a sus enemigos bajo su pies" (Heb 10,13). Si no existiera el mal, no existiría la victoria sobre el mal, que es evidentemente un bien. La existencia del infierno, es decir, de los enemigos de Cristo a Él sometidos, demuestra un nuevo aspecto de la bondad y de la justicia divinas, que no habrían aparecido, si Dios hubiera impedido el pecado de Adán.
----------Por consiguiente, cuando nos preguntamos por qué Dios permite el mal, es como si nos preguntáramos: con qué fin o con qué propósito, o con qué utilidad Dios permite el mal? Tal pregunta, si se entiende no en el primero, sino en el segundo sentido que he mencionado, es completamente legítima e inocente y no supone en Dios ningún maquiavelismo, sino que, por el contrario, supone al menos como creyó Job, que Dios había tenido un motivo superior, tal vez para nosotros desconocido, para hacer esto. Pero el motivo nos lo ha dicho Cristo mismo: "He venido a dar mi vida en rescate por muchos" (Mt 20,28).
----------En cuanto a la diversidad de las religiones, ella, entendida correctamente, no es un mal, sino un bien. Y aquí el papa Francisco tiene razón. De hecho, la diversidad o variedad, consecuencia necesaria de la multiplicidad, es una riqueza que muestra cuántas cosas diversas Dios puede hacer. Por lo tanto, existen entre las religiones diversidades completamente legítimas, que son efecto de la voluntad positiva de Dios: un bien particular es el templo católico, otro es el protestante, otro es el ortodoxo, otro es la sinagoga, otro es la mezquita, otro es la pagoda.
----------Ahora bien, lo que en cambio en las religiones distintas al cristianismo es objeto de sola voluntad permisiva, es la mezcla de verdades con errores. Y esto es ciertamente un mal, al cual el cristianismo, que es la única religión que posee la plenitud de la verdad, tiene la tarea de remediar confirmando lo verdadero y eliminando lo falso. Y aquí el papa Francisco ha sido poco y nada claro.
----------Al finalizar estos breves apuntes sobre la existencia del mal y la existencia de la diversidad de religiones, apuntes que por supuesto desarrollaremos en detalle en próximas ocasiones, no quiero poner punto final sin aclarar que estoy convencido que tanto mons. Carlo Maria Viganò, como mons. Athanasius Schneider han venido interviniendo en estos temas con la mejor de las intenciones. Sin embargo, contar con la mejor intención no garantiza la verdad en las declaraciones de quienes no cuentan con el carisma de infalibilidad en la Iglesia. Por lo tanto, sus opiniones serán respetables o no en la medida que se ajusten al Magisterio, y al respeto del Sagrado Depósito de la Fe cuyo custodio es el Soberano Pontífice.
----------Ahora bien, lo que en cambio en las religiones distintas al cristianismo es objeto de sola voluntad permisiva, es la mezcla de verdades con errores. Y esto es ciertamente un mal, al cual el cristianismo, que es la única religión que posee la plenitud de la verdad, tiene la tarea de remediar confirmando lo verdadero y eliminando lo falso. Y aquí el papa Francisco ha sido poco y nada claro.
----------Al finalizar estos breves apuntes sobre la existencia del mal y la existencia de la diversidad de religiones, apuntes que por supuesto desarrollaremos en detalle en próximas ocasiones, no quiero poner punto final sin aclarar que estoy convencido que tanto mons. Carlo Maria Viganò, como mons. Athanasius Schneider han venido interviniendo en estos temas con la mejor de las intenciones. Sin embargo, contar con la mejor intención no garantiza la verdad en las declaraciones de quienes no cuentan con el carisma de infalibilidad en la Iglesia. Por lo tanto, sus opiniones serán respetables o no en la medida que se ajusten al Magisterio, y al respeto del Sagrado Depósito de la Fe cuyo custodio es el Soberano Pontífice.
El Papa Francisco declaró públicamente en una Audiencia General que la voluntad de Dios de querer “pluralidad de religiones” es una voluntad permisiva. Pueden comprobarlo en este enlace de la Santa Sede:
ResponderEliminarw2.vatican.va/content/francesco/es/audiences/2019/documents/papa-francesco_20190403_udienza-generale.html
Deus vult:
ResponderEliminarSoy Paolo Fitzimons, administrador de este blog.
Gracias por su comentario. Lo he publicado porque sé de lo que se trata el enlace: es la audiencia general del 3 de abril de 2019.
Ya tengo sobre mi mesa de trabajo la nota de mañana del padre Filemón, precisamente en la que hace referencia a esa audiencia.
Su comentario, por lo tanto, ha sido muy oportuno!
Gracias Paolo. Y muchas gracias por defender al Papa de algunos ataques injustos.
ResponderEliminarUn saludo.
Estimado padre Filemón:
ResponderEliminarMe parece que no se debe pasar por alto que los lefebvrianos, tanto el ala más dura, la llamada "Resistencia" del obispo Williamson, como el ala oficial de la fsspx (o neo-fssspx, como la llama Williamson), han tomado a mons. Viganó como mascarón de proa en sus últimas declaraciones.
No puede ser casual esta vinculación entre la postura de Viganó ("al borde del cisma" como dice Sandro Magister) y la postura de los cismáticos.
Hay que rezar mucho por Mons. Viganó, un hombre que tuvo la valentía (aunque tarde, en 2018) en denunciar los abusos del clero, pero que ahora parece haber enloquecido, atribuyendo errores a un Concilio Ecuménico, como lo vienen haciendo los cismáticos lefebvrianos desde su fundador.
Recemos para que que Viganó se dé cuenta de quienes son sus epígonos.
Mientras que Schneider, por el momento, se mantiene en un delicado equilibrio.