viernes, 9 de junio de 2023

Concepto católico y concepto luterano de la justificación (4/4)

Aunque no posea valor magisterial, sorprende y causa pesar, la afirmación conclusiva de la Declaración conjunta, del año 1999, firmada entre el Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos y la Federación Luterana Mundial, según la cual "la enseñanza de las iglesias luteranas presentadas en esta Declaración no cae bajo las condenas del Concilio de Trento". Esta afirmación es manifiestamente falsa. [En la imagen: fragmento de "Lutero clavando sus 95 Tesis", óleo sobre lienzo de 1872, pintura de Ferdinand Pauwels, de la colección Wartburg-Stiftung, de Eisenach, Turingia, Alemania].

Sola fides
   
----------La Declaración reafirma la doctrina luterana de que "Dios justifica al pecador sólo por Ia fe (sola fide). Por Ia fe, el hombre pone su confianza en su Creador y Redentor y se halla así en comunión con él" (n.26), sin que se necesiten las obras. Lutero malinterpreta las palabras de san Pablo, cuando dice que "el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por medio de la fe en Jesucristo" (Gal 2,15).
----------Lutero sigue malinterpretando a san Pablo, cuando el Apóstol dice que "en virtud de las obras de la ley nadie será justificado ante Dios" (Rom 3,20). "Porque nosotros estimamos que el hombre es justificado por la fe, sin las obras de la Ley" (Rom 3,28). "El hombre no es justificado por las obras de la Ley, sino por la fe en Jesucristo, hemos creído en él, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la Ley" (Gál 2,16). Pero Lutero pasa por alto el hecho de que Pablo en la Carta a los Romanos concluye diciendo: "Entonces, ¿por medio de la fe, anulamos la Ley? ¡Ni pensarlo! Por el contrario, la confirmamos" (Rom 3,31). ¿Y entonces?
----------El Concilio de Trento, fruto de una correcta exégesis de san Pablo, nos hace comprender que el Apóstol no quiere decir que la observancia de la ley no sirva para la justificación. Pablo quiere decir que las obras no desarrollan en el proceso de justificación el papel principal, que en cambio corresponde a la gracia, que, como causa primera, mueve el libre albedrío como causa instrumental para la realización del bien. Se trata de la "premoción física" divina, de la cual habla el teólogo dominico español del siglo XVI Domingo Báñez.
----------Además, el mismo san Pablo se explica claramente en la Carta a los Efesios con las siguientes palabras: "Porque ustedes han sido salvados por su gracia, mediante la fe. Esto no proviene de ustedes, sino que es un don de Dios; y no es el resultado de las obras, para que nadie pueda gloriarse. Nosotros somos creación suya: fuimos creados en Cristo Jesús, a fin de realizar aquellas buenas obras, que Dios preparó de antemano para que las practicáramos" (Ef 2,8-10).
----------Aquí podemos comprender en qué sentido en los pasajes antes citados san Pablo excluye las obras del proceso de la justificación: no entiende las obras como tales, sino aquellas que pueden ser cumplidas con espíritu de soberbia y vanagloria, sin tener en cuenta que es Dios mismo quien las hace cumplir. Viceversa, las obras buenas entran necesariamente en el proceso de la justificación (1 Cor 9,24ss. Denz.1538). En efecto, Pablo afirma claramente en otros contextos que para salvarse es necesario observar los mandamientos divinos. En los pasajes citados, en cambio, polemiza con aquellos judíos que no querían acoger a Cristo como Salvador y se obstinaban en creer que para salvarse fuera suficiente la observancia de la ley mosaica.
----------El apóstol Santiago ciertamente se dio cuenta del malentendido que podía surgir de la lectura de estas palabras de san Pablo y por esto se cuidó de aclarar que la fe es en verdad una condición necesaria para la salvación; pero que la fe es sólo el inicio de la salvación y no el cumplimiento, ya que, como explicará más adelante el Concilio de Trento (Denz.1531-1532), para salvarse no basta la fe, sino que se necesitan también las obras. A la fe se debe añadir la caridad.
----------Pero, en esta coyuntura, Lutero, como es sabido, como la Carta de Santiago era contraria a sus ideas, la eliminó de la Escritura, juzgándola como una "carta de paja". Por lo cual vemos lo incorrecto que era Lutero al proclamar su absoluta fidelidad a la Palabra de Dios.
----------Lutero también malinterpreta la polémica de san Pablo contra la ley, como cuando, por ejemplo, Pablo dice que Cristo "abolió en su propia carne la Ley con sus mandamientos y prescripciones" (Ef 2,15) o que "hemos sido liberados de la Ley" (Rom 7,6). Pablo se refiere aquí evidentemente no a la ley natural o divina, sino simplemente a las prácticas legales y ceremoniales prefigurativas de la venida de Cristo. Y cuando san Pablo señala que la ley muestra el estado de pecador (Rm 7,14-23), Lutero cree que el Apóstol está enseñando que es imposible cumplir con las obligaciones de la ley (W XL, I, 428, 15-20), lo cual ha sido negado por el Concilio de Trento (Denz.1536,1568). Lutero cree entonces que Cristo nos dispensa de la observancia del decálogo (W XL, I, 672, 16), afirmación también condenada por el Concilio de Trento (Denz.1536, 1570).
----------Lutero niega que poseamos fuerzas naturales suficientes para observar los mandamientos. No niega tampoco que sea posible observarlos, pero esto sucede sólo por la fuerza de la gracia: "Es muy cierto que nosotros no podemos observar ningún mandamiento, pero es igualmente cierto que podemos observar toda la ley, no por nuestras propias fuerzas, sino por la gracia de Dios" (M.Lutero, Erasmo Il libero arbitrio, op.cit., p.200). No llega a comprender una colaboración de las fuerzas humanas con las de la gracia, por lo cual la gracia no perfecciona ni cura la naturaleza (gratia sanans), sino que la sustituye.
----------La sección IV, 5 de las Fuentes de la Declaración en la cual se expresa la posición luterana acerca de la observancia de los diez mandamientos no remedia el error de Lutero, porque se rechaza el n.20 de los cánones del Decreto tridentino sobre la justificación, donde se dice que "la fe tiene un poder santificador a condición de que se observen los mandamientos". En efecto, el Concilio no hace más que explicar las palabras de Cristo: "Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos" (Mt 19,17).
----------En definitiva, debemos decir que Lutero no se ha dado cuenta de que san Pablo, en los pasajes citados, no habla de la ley en general, ni de la ley divina revelada, ni de la ley humana natural. Sino que se refiere a las prácticas jurídicas y cultuales preparatorias al advenimiento de Cristo, venido el cual, es lógico que tales leyes fueran abolidas (ver también Col 2,16-26).
----------Pero el apóstol san Pablo tiene mucho cuidado de no despreciar los deberes de la moral y de las virtudes, de las cuales habla varias veces en sus Cartas, haciendo listas de deberes a cumplir y de vicios a evitar. De hecho, Pablo recuerda que la ley natural es propia del hombre en cuanto tal, y por tanto es universal, independientemente de la fe de Israel, tanto que la ley natural es reconocida incluso por los paganos, que la descubren presente en su conciencia (Rom 2,14-15). Por otra parte, san Pablo afirma perentoriamente que "los que ponen en práctica la ley serán justificados" (Rom 2,13).
----------Para Lutero, en cambio, la justificación se resuelve en la fe porque él la confunde con la caridad. No es que Lutero desprecie la verdad, sólo que para él la verdad no tiene sentido excepto en relación con los intereses del sujeto. Por eso Lutero nutre desprecio hacia la teología especulativa, en la cual el sujeto está interesado sólo por el objeto: "En los artículos de fe se debe ejercer el afecto de la fe, no el intelecto de la filosofía" (W XXXIX 2, pp.3-5, tesis 18). "Es a través de las experiencias vividas, es muriendo y condenando, que se deviene teólogo, no a través del conocimiento libresco y de la especulaciones intelectuales" (citado en la voz: Luther, del Dictionnaire de Théologie Catholique, col.1326). ¿Pero acaso no es la Biblia un libro?
----------El creer en la propia salvación es para Lutero el único verdadero mandamiento, poniendo en práctica el cual, se es salvado. Todo lo demás viene de sí necesariamente. Lutero excluye, por tanto, las obras, en cuanto entendidas como efecto del libre albedrío. Pero Lutero también está de acuerdo con los católicos en el reconocer que la fe fructifica en las obras. Sólo que para él estas "obras" proceden necesariamente de la fe.
----------Lo que implica que Lutero no distingue el acto de fe del acto de la caridad como dos actos del libre albedrío movidos por la gracia, por lo cual al acto de la fe la voluntad hace seguir, si quiere, el acto de la caridad. En cambio, para Lutero, si existe la fe, existe la caridad; si no existe la caridad, no existe la fe.
----------Por el contrario, el Concilio de Trento aclara que la fe puede ser verdadera aun faltando la caridad, la cual caridad indudablemente convierte en salvífica a la fe (fe formada). En efecto, fe y caridad son actos de dos potencias diferentes, el intelecto y la voluntad (Denz.1531).
----------El objeto de la fe, como dirá el Concilio de Trento (Denz.1540, 1566), no es la propia salvación, ya sea con las obras o ya sea sin las obras, sino la posibilidad de salvarse, a condición de que se practiquen los divinos mandamientos, como dice el mismo Señor en el Evangelio: "Si quieres entrar en la vida, observa los mandamientos" (Mt 19,17). La certeza de salvarse nace de la esperanza y no de la fe.
----------Esta tesis de la sola fides corresponde a la tesis ya vista de la sola gratia. Ella dice que la justificación depende únicamente de la fe con exclusión de las obras. Esta tesis introduce otras dos: la primera, es que la fe, para Lutero, excluye la razón, y la segunda, es que la fe, según Lutero, es puro y simple conocimiento de la Escritura con exclusión del Magisterio de la Iglesia.
----------Por lo tanto, el principio de la sola fides está conectado con el principio de la sola Scriptura y se ramifica en dos direcciones: exclusión de la razón y exclusión de las obras. El principio sola Scriptura, entonces, como es bien sabido, significa exclusión del Magisterio de la Iglesia.
   
Razón y fe
   
----------El principio de la sola fides implica la exclusión de la razón, siempre en base a la idea de la naturaleza humana como rebelde a la verdad y al bien. Lutero descuida el hecho de que el acto de fe es un acto de la razón y del libre albedrío elevado por la gracia. No se da cuenta, por tanto, del hecho de que el acto de la razón y del libre albedrío es el presupuesto psicológico y la condición de posibilidad del acto de fe.
----------La razón, por tanto, para Lutero, no hace de mediadora para alcanzar el acto de fe, no conduce al acto de fe; sino que, por el contrario, la razón muestra a un Dios severo, amenazador y castigador, el Dios del Antiguo Testamento, que manda lo imposible, por lo cual caemos en la desesperación bajo el peso de nuestros pecados. El acto de fe, para Lutero, en cambio, surge y es posible precisamente sobre la base del rechazo de la razón, que es considerada por él como rebelión a la Palabra de Dios o falsificación de la Palabra de Dios.
----------Lutero opone exageradamente y dualistamente el Dios de la razón, que para él es el Dios de la ley, al Dios de la fe y de la gracia, que es el Dios de Jesucristo, y en el c.7 de la Carta a los Romanos, donde el Apóstol habla de la relación entre la ley y el pecado antes de la venida de Cristo, cree que san Pablo se la toma con la ley, pero entendida como principio de esclavitud, porque ella nos hace comprender nuestro pecado y nuestra impotencia para practicarla. Allí donde Pablo habla de su dificultad para obedecer a la ley, Lutero llega a la conclusión de que obedecer a la ley es imposible.
----------Allí donde san Pablo dice que gracias al Dios de Cristo, es decir, al Dios de la fe y de la gracia, "hemos sido liberados de la ley" (Rom 7,6), Lutero por el contrario cree que Cristo nos haya liberado de la obligación de observar los mandamientos, mientras que en realidad san Pablo deja entender bien en otra parte cuanta estima él tiene de la ley, que nos indica el camino de la justicia y de la santidad. Por lo cual debemos decir, en cambio, que en esas palabras, san Pablo no pretende decir otra cosa que Cristo, con su gracia, nos ha liberado de esa tendencia al pecado, que nos impide observar la ley y nos vuelve esclavos del pecado. Por lo tanto, la gracia de Cristo nos permite, con nuestra colaboración, la lucha victoriosa contra el pecado y la adquisición de las virtudes naturales y sobrenaturales.
----------Cristo, según las enseñanzas de Lutero, con la promesa del perdón, nos libera de este Dios de la ley y en cambio nos muestra un Dios misericordioso, que nos consuela y nos da la paz, al no imputarnos nuestras culpas y cubriendo nuestros pecados. Este es el Dios de la fe, según Lutero, que no proyecta mayor luz sobre el Dios de la razón, sino que en cambio lo rechaza como odioso. El Dios de la fe, para Lutero, es escándalo para la razón, tal como la razón es obstáculo para la fe. Por esto encontramos en Lutero muchas invectivas contra la razón, como podemos ver, por ejemplo, en los pasajes citados por Maritain en Tres Reformadores. Lutero, Descartes, Rousseau (Ediciones Encuentro, Madrid 2006, pp.69-81).
   
Sola Scriptura
   
----------Lutero, como recordó el papa Francisco en 2016 (en una entrevista concedida a los periodistas en el avión durante su viaje de retorno de la visita apostólica a Armenia), ha estado sujeto a un vicio de método. Él era doctor en teología, pero se arrogó un oficio que no le competía, nada menos que el de Sumo Pontífice, con la pretensión de desmentirle en la interpretación de la Escritura, negando, como León X denuncia en su Exsurge Domine, que él sea el "Vicario de Cristo sobre todas las iglesias del mundo, instituido por Cristo mismo en el Beato Pedro" (Prop. N.25) y afirmando que "se nos abre el camino para invalidar la autoridad de los Concilios y para contradecir libremente sus actos, y juzgar sus decretos, y confesar confiadamente todo lo que parezca verdadero, haya sido aprobado o reprobado por cualquier Concilio" (Prop. N.29).
----------Competencia del teólogo, en efecto, es la de recabar conclusiones de premisas de fe, pero no la de establecer los mismos artículos de fe, es decir, lo que se debe creer. El teólogo puede presentar al Magisterio de la Iglesia su interpretación de un texto bíblico proponiendo definirla como verdad de fe. Pero el teólogo mismo no puede decidir sobre esta materia, independientemente o contra la autoridad del Papa. Esto es competencia del Romano Pontífice (Summa Theologiae, II-II, q.1, a.10).
----------Ahora bien, por desgracia, como se sabe, es precisamente aquí donde Lutero ha prevaricado, sobre todo en la interpretación del pensamiento de san Pablo y, por tanto, en la doctrina de la justificación, como ya hemos visto. En efecto, ya en la Exsurge Domine, León X condena su teoría de la justificación por sola fe sin necesidad de obras de penitencia (Lutero habla de hecho de "arrepentimiento", pero en él no se trata del verdadero arrepentimiento, es decir, del hecho de que la voluntad, doliéndose del pecado, lo repudia cambiándose a sí misma de mala a buena, porque esto según él es imposible, dado que la voluntad es siempre mala, sino que sólo se trata de reconocerse pecador, de tener fe en el perdón de Dios. Así el hombre es justificado, aunque continúa pecando) y la denuncia de los pecados en el sacramento de la confesión (nn.5-12). Ahora bien, sobre este punto delicadísimo, Lutero se convenció de tener razón él, de haber entendido a san Pablo mejor que al Papa, contra el Papa y contra toda la Tradición magisterial católica.
   
Conclusión
   
----------La Declaración conjunta luterano-católica de 1999 es el resultado de complejos contactos ecuménicos de alto nivel producidos en los últimos cincuenta años en obsequio a las disposiciones del Concilio Varcano II. Hasta ese momento no existía un documento tan extenso, explícito y comprometido común a católicos y luteranos sobre el tema fundamento de la justificación, y debemos agradecer al Espíritu Santo, Espíritu de la verdad y de la unidad, que, prolongadamente invocado, ha permitido a católicos y luteranos firmar este acuerdo, que reitera y profundiza los puntos comunes del cristianismo que siguen quedando intactos no obstante la secesión de los luteranos de la Iglesia de Roma: la justificación, verdad de fe contenida en la Sagrada Escritura, en particular en san Pablo, es iniciativa incuestionable y obra misericordiosa de la Santísima Trinidad, que, por medio del sacrificio redentor de nuestro Señor Jesucristo, hace justo y salva gratuitamente al hombre pecador, liberándolo del pecado mediante el bautismo y haciéndolo hijo de Dios a imagen de Cristo, capaz de buenas obras, las cuales son fruto de la gracia y lo conducen a la vida eterna.
----------Sin embargo, debemos observar que los hermanos luteranos todavía tienen camino que recorrer, para estar "plenamente incorporados", como prescribe el Concilio Vaticano II (Unitatis redintegratio, n.3), a la Iglesia de Roma. Desgraciadamente en este punto el documento -debemos decirlo con toda franqueza, en el pleno respeto tanto de la Santa Sede como de los hermanos luteranos- es defectuoso, ilusorio y engañoso.
----------De hecho, las dos partes dan a entender que las posiciones de los luteranos expresadas en el documento "ya no caen bajo las condenas del Concilio de Trento". Esto sería hermoso, pero lamentablemente no es así, como demuestro en este artículo comparando las ideas de Lutero con la doctrina del Concilio de Trento. Para que ello fuera verdadero, sería necesario decir que los luteranos de hoy han corregido el pensamiento de Lutero. Pero no es así. Desgraciadamente ellos repiten los mismos errores, condenados por el Concilio de Trento.
----------En efecto, la comparación de las tesis luteranas expuestas en la Declaración de 1999 con las enseñanzas sobre la materia emanadas del Concilio de Trento, nos hace ver cómo ese Concilio, exponiendo el correcto concepto de la justificación, en realidad ha condenado las ideas de Lutero.
----------Se ve claramente, a partir de un atento examen de las tesis de los luteranos y de las tesis católicas, que ellas no son simplemente "diferentes", sino que son en realidad irreconciliables, casi como si quisieran, para usar las palabras de Cristo, "servir a dos señores".
----------Si se tratara de expresar dos simples opiniones, ellas pueden legítimamente contrastar entre sí, dado que en lo opinable no hay certeza de la verdad. Pero aquí entrambas partes pretenden expresar la verdadera fe, que es la Palabra de Dios y, por tanto, la verdad absoluta, por lo cual no es posible que sean simultáneamente verdaderas una tesis y su contradictoria. Y aquí, sin embargo, por desgracia, tenemos precisamente este hecho lamentable, que se intenta en vano encubrir con la categoría de lo "diferente", como se dice que dominicos y franciscanos son "diferentes", o así como la gracia luterana cubre o "domina" el pecado, pero no lo cancela.
----------Por consiguiente, hay que decir a clara letra que el luteranismo no es un simple episodio en la historia del cristianismo, sino que es la expresión macroscópica, patente y explícita de la solución equivocada, organizada como iglesia aparte, de algunas aparentes contradicciones, que el mensaje evangélico parece presentar a la razón humana, como la que existe entre fe y razón, entre gracia y libre albedrío, entre justicia y misericordia, entre Magisterio y Escritura, entre libertad y obediencia.
----------La razón, a la cual repugna la contradicción, siendo incapaz de resolverla, se siente en el deber de elegir uno de los términos de la contradicción excluyendo el otro. Es así como Lutero elige la fe contra la razón, la gracia contra el libre albedrío, la misericordia contra la justicia, la Escritura contra el Magisterio, la libertad contra la obediencia. Nace de este modo un cristianismo unilateral e incoherente, que opone los términos que deberían conjugarse, en lo cual el absurdo, lejos de ser eliminado, sería la característica de la "fe".
----------Sorprende, por lo tanto, y causa pesar, la afirmación conclusiva de la Declaración, según la cual "la enseñanza de las iglesias luteranas presentadas en esta Declaración no cae bajo las condenas del Concilio de Trento". Esta afirmación es manifiestamente falsa.
----------Este no es el camino correcto. Esta vez el Consejo ha aconsejado mal al Papa. No existe unidad fuera de la verdad. Mejor es una oposición franca que una convergencia fingida. Este no es el camino del verdadero ecumenismo y del redescubrimiento de la unión de los cristianos. A Dios no le gustan las uniones forzadas, en detrimento de la verdad. Mejor esperar un poco más, antes que prospectar resultados ilusorios.
----------Desgraciadamente, en esta circunstancia, que podía haber sido una buena ocasión para que los hermanos luteranos se corrigieran, Dios ha permitido que ese feliz acontecimiento no se produjera. Ellos han perdido una gran chance. Pero la oportunidad se volverá a presentar. Y entonces los católicos los esperamos en Roma para abrazarlos. Si Lutero dijo "¡los von Rom!", sus discípulos dirán: "¡Volvamos a Roma!".
----------Estos defectos de la Declaración proyectan sombra sobre el prestigio del Pontificio Consejo, que, prescindiendo de sus méritos, esta vez parece haber buscado más el consenso que la verdad, más el favor de los hombres que la gloria de Dios. Y no hacen honor a los hermanos luteranos, los cuales quisieran continuar en sus amados errores, sin embargo sin sentir el peso de la condena, como su maestro Lutero pretendía ser perdonado aún permaneciendo apegado al pecado.
----------Podemos entonces preguntarnos: ¿este acuerdo cui prodest? No le sirve ni a los católicos ni a los luteranos: no sirve a los católicos, porque están tentados a convertirse en luteranos conservando la etiqueta de "católicos"; no sirve a los luteranos, porque se sienten confirmados en sus errores y creen que deba ser Roma la que tenga que corregir los errores del Concilio de Trento.
----------Pero vayamos al fondo de la cuestión y, más en su raíz, preguntémonos: ¿por qué Roma, después de cinco siglos, con todos sus esfuerzos, con todos sus pastores, sus santos, sus teólogos, sus misiones, no ha logrado hacer retornar a su seno a sus hijos separados? ¿Ha sido demasiado severa?
----------Ha venido el Concilio Vaticano II, abierto y acogedor. ¿Por qué persiten todavía el rechazo y la separación, y por qué corren el riesgo de entrar en la Iglesia esos errores que ella corrige? ¿Que excusas tienen hoy los hermanos separados para mantenerse separados?
----------¿Qué debe entonces hacer hoy Roma todavía para salir al encuentro de los hermanos luteranos? Ciertamente, no se le puede pedir a la Iglesia traicionar el mandato de aquel Jesús que ha dicho a Pedro: "Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del reino de los cielos, todo lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, todo lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos" (Mt 16,18-19).

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