viernes, 16 de junio de 2023

¿Pero qué "paz litúrgica"? (2/5)

En estos días ocurre que quienes no son teólogos y de teología apenas si balbucean el abc, se han venido escandalizando por lo que ha dicho en repetidas ocasiones el actual cardenal Prefecto del Dicasterio del Culto: "la teología de la Iglesia ha cambiado" ha dicho el cardenal Arthur Roche para tratar de explicar a la prensa las nuevas normativas litúrgicas. ¡Por supuesto que la teología de la Iglesia ha cambiado! ¿Acaso podría ser de otro modo? ¿Qué sería de nosotros si no cambiara, si no progresara, si no mejorara, si no avanzara, si no se profundizara ese "intellectus Fidei" que es la teología? Los pasadistas que se han escandalizado de esas palabras de Roche son analfabetos en teología, y por eso están disculpados: no saben de lo que hablan. [En la imagen: una fotografía de los tiempos en que el cardenal Robert Sarah era todavía el Prefecto del Dicasterio del Culto, junto a su entonces secretario, Arthur Roche, actual cardenal Prefecto del Culto].

Analfabetismo litúrgico
   
----------El enloquecido ritmo de la información de nuestros días en todos los campos (incluso en el de la vida de la Iglesia), nos arrastraría también con su velocidad y locura, si no ejercitáramos, de tanto en tanto, una reflexión más serena y correlacionada de los hechos eclesiales de los cuales somos contemporáneos. No me refiero a las noticias del día, ni a las de la semana, ni tampoco a las del mes o de meses recientes. Para esa tarea están los periodistas. Me refiero a la necesidad que tenemos de una labor de historiador de la contemporaneidad, y para eso creo que la década podría ser un período abarcable para la mirada del profesional de la historia, que, por supuesto, no lo soy, pero de la cual nadie me puede privar el derecho de ejercitarla, intentando relacionar los hechos, gestos y textos, de al menos estos últimos diez años, para volver a examinar su peso, su valor y su significado, en orden a descubrir los "signos de los tiempos", esos "indicios significativos de la presencia y de la acción del Espíritu de Dios en la historia", como decía el papa san Juan Pablo II.
----------A este propósito, he venido dedicando varios artículos en este blog a repasar los hechos que se han venido sucediendo desde 2007 y en el curso de los catorce años siguientes, para tratar de descubrir las razones de las nuevas normas disciplinares sobre liturgia establecidas desde el 16 de julio de 2021 por el papa Francisco en su carta apostólica Traditionis custodes y sus normativas complementarias. Haciéndolo así, nos alejamos automáticamente de la vacua disputa sobre los meros dictados literales de una directriz pontificia, que lleva a interminables polémicas sin dirección ni meta objetiva, y en cambio nos ubicamos en mejor posición para intentar situarnos en la perspectiva del Papa y discernir las virtudes y defectos de su disposición.
----------Después de la infeliz entrevista de marzo de 2015 concedida por el cardenal Robert Sarah, reportaje que había suscitado no pocos desconciertos y a la que ya he dedicado un post en este blog, sucedió que el entonces Prefecto del Dicasterio del Culto, volvió a intervenir sobre el delicado tema de la relación entre el Concilio Vaticano II y la liturgia, esta vez en L'Osservatore Romano, el 12 de junio de aquel mismo año (el texto en español puede ser todavía hallado en un sinnúmero de blogs pasadistas que en aquel momento se prodigaron en publicar jubilosamente las palabras de Sarah). Y en aquella ocasión, el Prefecto, por desgracia, confirmaba una desarmante ligereza de análisis y de juicio, frente a la cual el católico culto, munido de su imprescindible bagaje doctrinal y de la suficiente competencia teológica, puede y debe sacar a la luz cuidadosamente todas las lagunas, ejercitando la debida crítica, sobre todo si quien lo hace es un católico con alguna responsabilidad en el ámbito de la teología, porque esa tarea de discernimiento viene exigida por su propia función profesional, tan preciosa para una Iglesia que quiere evitar ser "auto-referencial".
----------Pues bien, a la distancia de ocho años de aquella descaminada publicación de L'Osservatore Romano, y con la necesaria serenidad que nos permite evadirnos de las disputas del momento, frecuentemente enturbiadas por visiones subjetivas e ideológicas, y evaluando en cambio los hechos y las palabras en su peso más objetivo, tratemos de formular cuatro preguntas al entonces Prefecto Sarah, a causa de sus declaraciones demasiado apresuradas e imprecisas. ¿Con qué objetivo formular estas preguntas? Para favorecer una reflexión eclesial sobre la liturgia que no repita ingenuamente (y con el crisma de la autoridad) los mismos clichés y lugares comunes que una y otra vez repiten los pasadistas (que no sanos tradicionalistas), tan falsos como infundados. He aquí mis cuatro preguntas, que corresponden a cuatro pasajes del texto del Cardenal.
   
El miedo a la comunidad celebrante
   
----------En primer lugar, me pregunto: ¿acaso puede ser posible que un Prefecto del Dicasterio para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos pueda tener miedo de una "comunidad celebrante"? ¿Acaso, y por el contrario, no debería ser oficio primario y primordial de un servidor de la Iglesia como el Prefecto del Culto, el incentivar cuanto más sea posible a las comunidades finalmente celebrantes, capaces de celebrar, con el gusto por celebrar, animadas y vivificadas por sus celebraciones?
----------Pero no: en 2015, conforme a la costumbre que se venía asumiendo durante dos décadas en ciertos ambientes de la Curia romana, parecía que un Prefecto del Culto, para ser tal, debía prevenirse a sí mismo y a los demás, contra las comunidades que celebran. Pero lo que más debe ser abiertamente censurado, es que un Prefecto, que quiera ceder a esta tentación, se permita indicar en el Concilio Vaticano II su fuente. Y no, señor Cardenal, esto no le está permitido: aunque lleve el vestido rojo, no puede usted permitirse el lujo de interpretar la constitución Sacrasanctum Concilium mediante la instrucción Redemptionis Sacramentum. Más bien debería tratar de hacer lo contrario: tratar de justificar las timoratas palabras con las que usted quisiera limitar la celebración comunitaria a la luz del gran texto conciliar.
----------Pues haciéndolo así, se vería inmediatamente la brecha infranqueable entre la altura del texto de la Constitución de 1963 y la mezquindad del texto de la Instrucción disciplinar del 2004. El pasaje incauto, con el cual usted confiaba a aquel texto menor del 2004 la supuesta "verdadera" hermenéutica del Concilio se parece mucho al intento de aquellos que pensaban confiar al Catecismo de la Iglesia Católica la más autorizada hermenéutica del Concilio. Estos son los pequeños intentos con los que los burócratas intentan hacer del mundo (y de la Iglesia) una especie de archivador de museo. Realmente era lamentable contemplar en aquella publicación del 2015 al cardenal Sarah incapaz de resistir a la tentación de conformarse, ya desde los que eran sus primeros meses de servicio en el Dicasterio, con la pedantería estéril de esos burócratas, que tienen miedo a los verdaderos "signos de paz" o se oponen a "traducciones finalmente sensatas".
   
¿Mediator Dei o Sacrosanctum Concilium?
   
----------De aquel artículo del cardenal Robert Sarah en 2015, parecería que en el centro hay un interés genuino por el texto conciliar. Pero habría que haberle preguntado en aquella ocasión al cardenal Prefecto del Culto: ¿está usted seguro de tener en la mano el libro correcto? ¿Ha mirado la portada? ¿Está realmente escrito "Sacrosanctum Concilium"? ¿No estaría leyendo usted "Mediator Dei"? Por cierto, muchas cosas son similares. Pero precisamente sobre un punto, y es el decisivo, el texto nuevo, el de 1963, abre un nuevo camino, mientras que el texto viejo, el de 1947, permanece en un horizonte cerrado, irremediablemente cerrado.
----------No es casualidad que el documento que el cardenal Sarah citaba con tanta ingenuidad, a saber, la instrucción Redemptionis Sacramentum, sea abiertamente un relanzamiento de Mediator Dei a expensas de las grandes nuevas intuiciones de Sacrosanctum Concilium. ¿Cómo podía un Prefecto del Dicasterio del Culto, cometer un "descuido" tan grave? La novedad de Sacrosanctum Concilium radica precisamente en el concepto de participación activa y en el orientar el redescubrimiento de la liturgia a esta idea decisiva, que Mediator Dei todavía en su época no había llegado a elaborar. Dicho en otras palabras: para Sacrosanctum Concilium los "ritos y oraciones" son el lenguaje de toda la Iglesia. Por eso espera que, a través de una reforma de los ritos se pueda lograr comunidades celebrantes.
----------Un Prefecto del Culto que tema a estas comunidades, inevitablemente se refugia en los límites de Mediator Dei, y no logra apreciar el verdadero significado de Sacrosanctum Concilium. ¿Cómo es posible que esta negación de Sacrosanctum Concilium venga precisamente del Prefecto del Dicasterio del Culto? Esta negación de la primera gran Constitución del Concilio Vaticano II, llega a su ápice cuando, de un modo tan ingenuo como provocador, el Prefecto proponía en ese texto de 2015 "adjuntar" al Misal Romano post-conciliar los ritos de penitencia y de ofertorio según el vetus ordo. ¿A qué nivel de incomprensión y de inútil provocación quería probar haber llegado el cardenal Sarah? ¿Creía Sarah conscientemente que estaba ante un mundo de católicos perezosos o ingenuos o incautos o desinformados, dispuestos a filtrar cualquier mosquito, para tragarse su buen camello, si era un Cardenal quien se lo proponía?
   
La paz litúrgica como pretexto para dar aliento a los que hacen la guerra
   
----------El hecho era que también de nuevo, en aquel texto de junio del 2015 del Prefecto Sarah, volvía a filtrarse un falso razonamiento, sacado de la chistera de los diplomáticos. "Debemos hacer la paz, no la guerra". Por supuesto, estamos de acuerdo. En realidad, en aquel texto de Sarah no se trataba de paz, sino de protección de quienes no querían ni quieren tener nada que ver con el Concilio Vaticano II. Desde arriba, después del 2007, se había decidido que la "paz" correspondía a "regularizar" a los que no querían aceptar las nuevas doctrinas del Concilio Vaticano II y sus inevitables consecuencias pastorales.
----------Quizás esto podía tener un sentido en la Curia romana, donde se encuentra más de uno de estos "resistentes". Y tal vez, precisamente en la Curia, una tal "indulgencia" puede ser fuente de paz. ¡Pero de paz desde curia, entendamoslo, es decir, de la máxima indiferencia! Pero en otra parte, le hubiéramos querido preguntar al señor Prefecto, que es un hombre de experiencia internacional, ¿cómo se hace para pensar que permitir la impunidad a los que no quieren atenerse al Concilio pueda generar paz? Esta elección, quizás previsora ​​en la Curia romana, es completamente ciega si se aplica a las Iglesias nacionales y a la Iglesia universal. Solamente genera anarquía, junto con el abuso de poder precisamente del señor cardenal Prefecto del Culto Divino, que por entonces circulaba en un Mercedes, con su buena comitiva, compuesta con carabinieri, y celebraba, previa solicitud, rigurosamente según el vetus ordo.
----------¿Acaso no hacía esto mismo su antecesor en el Dicasterio? ¿Y no había hecho lo mismo Burke? Y al cardenal Sarah, precisamente a Sarah, ¿parecía agradarle que estos abusos sirvieran de modelo? Por supuesto, se entiende perfectamente que estas formas litúrgicas les dan amplia garantía de no suscitar nunca "comunidades celebrantes", pero ¿acaso no le parecía, en consecuencia, al cardenal Sarah (y a su modélicos predecesores) demasiado poco como para decir que con eso se estuviera construyendo "paz litúrgica"? Creo que Sarah, viniendo de un continente tan signado por la guerra, debería tratar de usar la palabra "paz" en contextos y con significados decididamente menos "diplomáticos" y menos "de salón". A menos que Sarah tuviera ya por aquel entonces también la intención de reducir su oficio de Prefecto a una cuestión "de salón".
   
¿Por qué citar al papa Francisco a despropósito?
   
----------Es inevitable que cuando llegamos a determinado punto de aquel texto del cardenal Sarah, se produzca el sobresalto. El cardenal Prefecto cita al papa Francisco, e incluso no puede evitar el énfasis meloso, y dice: "nuestro papa Francisco". Y de veras que es para asombrarse por la valentía con la que el Cardenal se aventura a entrar en los textos del Papa, para encontrar un punto de apoyo a su discurso litúrgico mistificador. Me parece recordar que, ya para esa época, el propio Francisco había exhortado a los obispos y cardenales a no abusar de sus palabras (de las del Papa) y a "pensar palabras propias".
----------Sarah citaba al papa Francisco cuando advertía contra la liturgia "reducida a espectáculo". Pero el caso es que el Prefecto, con un pasaje que es, para decir lo menos, poco claro, parecía creer que el Santo Padre habría querido acusar al "protagonismo presbiteral" y a la "espectacularización del culto" como si fuera el fruto de una errada interpretación del Concilio Vaticano II. Esta interpretación de Sarah no puede provocarnos más que una sonrisa, porque, efectivamente, el Prefecto del Culto nos estaba tomando otra vez por católicos ingenuos, perezosos, desinformados, incautos, y no conocedores de la historia de este último siglo.
----------Por el contrario, lo que debemos preguntarnos es: ¿acaso el cardenal Sarah nunca había pensado que el "protagonismo presbiteral o episcopal" es sólo fruto de una supervivencia, en la nueva Iglesia inaugurada por el Concilio Vaticano II, de una lectura de la liturgia como simple acción del sacerdote? ¿No sería fácil reconocer que, en el fondo de esta distorsión, no está en absoluto la pretensión de una comunidad celebrante, sino una lectura no equilibrada del único sujeto que actúa "in persona Christi"?
----------El problema no es la "comunidad celebrante", sino que el problema es la idea de que sea uno solo el que celebra. Esa idea es la que irreparablemente altera las cosas y lo distorsiona todo.
   
Conclusión
   
----------Mi esperanza es que al cabo de estos ocho años, y ya en los umbrales de su venerable ancianidad, el cardenal Robert Sarah, haya podido por fin darse cuenta que aquel artículo suyo en L'Osservatore Romano del 12 de junio de 2015, no era sólo una grave caída de estilo para su propia persona, sino sobre todo para el cargo de Prefecto del Dicasterio para el Culto Divino. Un Prefecto que realmente quiera servir a una implementación auténtica del Concilio Vaticano II, nunca debería haber escrito ni una sola línea de lo que apareció con su firma aquel 12 de junio de 2015. Aquel hecho fue un hecho grave. Un hecho grave acerca de lo cual aquellos que tienen alguna responsabilidad como teólogos en la Iglesia católica, y que quieran seguir sirviendo de tal modo a la Iglesia, nunca deberían callar, bajo ninguna circunstancia.
----------Y hablando de teólogos y de teología, el caso es que en estos días frecuentemente ocurre que quienes no son teólogos y de teología apenas si balbucean el abc, se han venido escandalizando por lo que ha dicho en repetidas ocasiones el sucesor del cardenal Sarah en el Dicasterio del Culto. "La teología de la Iglesia ha cambiado" ha dicho el cardenal Arthur Roche para tratar de explicar a la prensa las nuevas normativas litúrgicas; e incluso ha especificado el tema refiriéndose al último punto que líneas arriba he considerado: "Mientras que antes el sacerdote representaba, a distancia, a todo el pueblo: se canalizaban a través de esta persona que era la única que celebraba la Misa", ha dicho el actual Prefecto del Culto.
----------¡Por supuesto que la teología de la Iglesia ha cambiado! ¿Acaso podría ser de otro modo? ¿Qué sería de nosotros si no cambiara, si no progresara, si no mejorara, si no avanzara, si no se profundizara ese "intellectus Fidei" que es la teología? Los pasadistas que se han escandalizado de esas palabras de Roche son analfabetos en teología, y por eso están disculpados: no saben de lo que hablan.
----------Pues bien, lo que con respecto a ello hay que decir, y es mucho más importante, mucho más radical y fundamental para nuestra vida de católicos, es que no sólo viene providencialmente cambiando la teología a partir del Concilio Vaticano II, sino que lo que ha venido cambiando es no solo la teología, sino la propia doctrina católica, en el sentido de ser cada vez mejor conocida y explicitada por el autoritativo y vinculante Magisterio de la Iglesia. Precisamente por eso, el papa Benedicto XVI podía decirles en 2009 a algunos líderes pasadistas que si ellos se obstinaban en no aceptar las "nuevas doctrinas" del Concilio Vaticano II no estarían en plena comunión con la Iglesia, y se mantendrían en su condición de cismáticos.

9 comentarios:

  1. Sarah, y anteriormente Arinze, han dado grandes pasos, aunque hacia atrás... Tras los años de Sarah al frente del Culto, era natural pensar en un cardenal europeo que, quizás, tuviera una visión completa de la liturgia, del contexto europeo y sobre todo conociera las intenciones del Concilio Vaticano II (conocimiento del que Sarah, en su momento, no ha dado completas pruebas).

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    1. Estimado Anónimo,
      no recuerdo en estos momentos, hechos y textos concretos del cardenal Arintze como para poder estar de acuerdo con lo que usted dice sobre él. En cambio, respecto al cardenal Sarah, tal como lo he expuesto en varios artículos, sostengo mis críticas hacia su actuación en el Dicasterio del Culto.
      La historia de la Iglesia nos atestigua que un Papa puede acertar o equivocar, en la elección de sus colaboradores más inmediatos. Pero más allá de lo que puedan decir o hacer los Cardenales y funcionarios de la Curia, lo normal es que prime como última voluntad la autoridad del Papa, Maestro y Pastor de la Iglesia. Esto, a mi entender, no se manifestó claramente en el pontificado de Benedicto (sus carencias gubernativas eran incluso admitidas por él mismo), pero sí en el de Francisco: está claro que el Papa actual sabe lo que es gobernar la Iglesia, más allá de que pueda acertar o equivocarse en sus métodos.

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  2. Querido padre Filemón, he disfrutado y aprendido mucho con su post. Expresa muy bien las inquietudes que sentimos los católicos cuando aparecen en un Cardenal expresiones como las de Sarah en 2015. ¡Siga con su buen trabajo!

    Nadia Márquez

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    1. Estimada Nadia,
      gracias por su consenso y por sus palabras de aliento, que me animan a seguir desarrollando mi modesta labor.

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  3. Ciertamente se sienten grandes inquietudes con las declaraciones de los cardenales. Más que con ésta que es disciplinar, cuando sostienen doctrinas abiertamente contrarias a la doctrina católica.
    Pero ya sabemos que los cardenales no son infalibles.

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    1. Estimado Anónimo,
      las declaraciones del cardenal Robert Sarah a las que he hecho referencia en mis recientes artículos, si bien ciertamente hacen directa referencia a cuestiones disciplinares, sin embargo, en su desarrollo y explicitación de sus motivos (en lo cual se involucra el Cardenal con sus declaraciones) tienen conexión con la doctrina expuesta por el Concilio Vaticano II acerca de la sustancia de la Misa y de la Liturgia en general.
      Por ejemplo, y para citar un punto que es central, el concepto de "actuosa participatio" que está en el corazón de la Reforma litúrgica, y que es el remedio que produce la reconcilización litúrgica buscada ya desde hace dos siglos, implica una precisa doctrina acerca de la liturgia como fuente y culmen de toda la vida cristiana, en la cual todo fiel católico debe poder participar "per ritus et preces", es decir, por los mismos ritos y oraciones de la liturgia, y no meramente con una muda asistencia pasiva, "sentimental" o "interior", como todavía expresaba Pío XII en Mediator Dei. Estas verdades son claramente doctrinales, no una cuestión de mera disciplina.
      Parece entenderse que es precisamente esto a lo que ha hecho referencia el cardenal Roche al expresarse en entrevistas periodísticas acerca de que "la teología de la Iglesia ha cambiado": precisamente es así, es el desarrollo teológico el que ha explicitado estas verdades, que la constitución Sacrosanctum Concilium ha formulado como nuevas doctrinas, y los Papas han instituido disciplinariamente en el Novus Ordo Missae y las demás leyes litúrgicas, incluida Traditionis Custodes.
      Ahora bien, es de hecho un retroceso respecto a estos nuevos desarrollos lo que viene expresado por las declaraciones del cardenal Sarah en 2015 y años posteriores.

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  4. Los cardenales Arthur Roche y Raniero Cantalamessa, en sendas recientes intervenciones, han reconocido de modo indirecto (tal vez involuntariamente) lo que los críticos del Novus Ordo Missae de Paulo VI llevan más de cincuenta años diciendo: que el nuevo rito corresponde a una nueva teología que "se aleja de manera impresionante, en conjunto y en detalle, de la teología católica de la Santa Misa, tal como fue formulada en la XXII Sesión del Concilio de Trento", como escribieron los cardenales Ottaviani y Bacci, en la carta a Paulo VI, introductoria del Breve estudio crítico del Novus Ordo Missae.

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    1. Esto lo explica bien José Antonio Ureta en un reciente artículo en Adelante la Fe: https://adelantelafe.com/los-cardenales-roche-y-cantalamessa-lo-confirman-el-rito-de-paulo-vi-corresponde-a-una-nueva-teologia/

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    2. Estimado Anónimo,
      los cardenales Ottaviani y Bacci han sido meritorios y destacados colaboradores de los Papas.
      Al respecto del cardenal Ottaviani, su actuación como defensor de la fe ha sido destacada. De hecho, denunció una serie de "serpentes errores", como él decía, que se habían introducido en el inmediato ambiente del post-concilio, pero que, obviamente, no eran errores aprobados por el Concilio. Sin embargo, terminado el Concilio, esos errores salieron a plena luz y comenzaron a extenderse, siendo tomados equívocamente como doctrinas del Concilio (aún hoy día perdura este equívoco en la corriente modernista y en la del más duro conservadurismo lefebvriano y filolefebvriano).
      El cardenal Ottaviani, en calidad de Pro-Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, envió inmediatamente después del Concilio, en 1966, a los Obispos, en forma reservada, una Carta que hacía un elenco o listado de estos "serpentes errores". Esta carta, que lamentablemente no fue tomada en consideración debido al clima de ingenua euforia de aquellos años del inmediato postconcilio, era una sabia advertencia, un verdadero mensaje profético, que preanunciaba el resurgir del modernismo, que se produciría en los años siguientes hasta hoy.
      También Jacques Maritain en ese mismo año 1966, en su libro Le paysan de la Garonne, expresaba la misma preocupación. Pronto Ottaviani fue reemplazado por el cardenal Franjo Seper, figura conciliadora pero pasiva, carente del vigor especulativo de Ottaviani, quien efectivamente, es necesario decirlo, a duras penas llegó a comprender la renovación conciliar; sin embargo, fue un hombre honesto que, a pesar de las burlas, se mantuvo fiel a la sana doctrina y siguió siendo un centinela desatendido de la inminente "tempestad" (palabra de Pablo VI), que el Santo Papa se vio obligado a reconocer diez años después, él, quien también se había opuesto a Ottaviani por su tendencia conservadora.
      La lucidez de Ottaviani en el individuar los errores modernistas difuminados en el inmediato ambiente post-conciliar, no fue de la mano con la miopía de Ottaviani en la carta que usted menciona, donde descarrila en su comentario acerca de la Reforma litúrgica.
      Me explico: Ottaviani (y Bacci) expresan que el nuevo rito corresponde a una nueva teología que "se aleja de manera impresionante, en conjunto y en detalle, de la teología católica de la Santa Misa, tal como fue formulada en la XXII Sesión del Concilio de Trento".
      ¿Cuál es la dificultad? ¿Se trata de teología o de doctrina? Entiéndase que en el plano de lo doctrinal el nuevo rito romano de la Misa no puede desviarse de la doctrina de Iglesia (afirmar lo contrario es negar el infalible magisterio pontificio). Ahora bien, lo que puede cambiar es la teología. Por eso, precisamente, a partir de un nuevo desarrollo teológico (como bien dijo el cardenal Roche recientemente) puede surgir una nueva doctrina, en nada contradictoria con la doctrina anterior de la Iglesia, aunque siempre complementaria y enriquecedora, avanzada y progresista, como corresponde a la explicitación progresiva de la fe de siempre, a través del tiempo. Y esta mejor explicitación de la Fe, enseñada autoritativamente por el Magisterio, se expresa en la Liturgia, "fuente y cumbre" de la vida cristiana.
      Nada pues que objetar a la afirmación de Roche.
      Todo para objetar en la afirmación de José Antonio Ureta, que no hace más que repetir la visión miope de Ottaviani acerca de la liturgia. Por cierto, ya he señalado en este blog la repetidamente manifiesta incompetencia de Ureta a nivel teológico. Lamentablemente, Ureta es un caso obvio de ideología pasadista lefebvriana, en cuanto tal sospechosa de herejía, e indudablemente cismática.

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